Como toda buena alumna y estudiante, retiraba con una espátula pequeña los chicles mal pegados asquerosamente bajo los escritorios. Mientras que escuchaba a mi compañero de limpieza parlotear sobre la muerte de su perro y las conspiraciones de su tía respecto a una posible fortuna escondida entre los terrenos de sus abuelos.
¿Castigada? no. Pero podría considerarse así, era día de limpieza general y ser una de las afortunadas se declara como desfavorable en cualquier sentido. Las primeras semanas en la nueva ciudad, Norisville, estuvieron bastante bien, no puedo mentir. Usualmente me clavaba con la idea de que sería un calvario, ser la chica nueva y sumándose el asunto de los atacantes al lugar que curiosamente en la mayoría de casos es el instituto escolar pero, sigo en una pieza. No he vivido el peligro a un nivel extremo, solamente soy la espectadora del show. Permanezco detrás del telón y lo consideraba algo positivo, estaba fuera del rango aperitivo a las tragedias.
Sobredosis de exámenes y proyectos, horarios sin orden, correr de un lado a otro por los salones para las lecciones. Un resumen nadamás de lo descolocado a la situación, el resto es un cuento común y corriente.
Los siguientes salones eran nadamás dos, por lo cual a lo razonable dividimos el trabajo. A pesar de que lo hiciera a regañadientes ambos sabíamos que lo mejor era terminar si no queríamos escuchar media hora una charla con la voz chillona del director exigiendo más disciplina junto a un informe emocional.
Recorrí el aglomerado pasillo para hallar el salón número dos. Cuando al fin dí con el, abrí la puerta arrastrando mis pies con cansancio mientras cargaba los utensilios de limpieza.
Tomé la escoba, dando ligeros pasos en cada movimiento. Tarareaba tranquilamente, entretenida solamente en aquello.
" Solo esto y me voy " animaba mentalmente con una sonrisa victoriosa.
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[P. O. V Narrador omnisciente]:
Mientras que la adolescente limpiaba con afán el piso del salón, alguien más se deslizaba por los ductos de ventilación perteneciente al instituto, en busca de escabullirse sin ser visto. Tenía acostumbrado usar los pasillos como ruta para pasar desapercibido, pero en esta ocasión se encontraban vários alumnos paseando por la zona, no era seguro para el guerrero novato salir por ahí como si nada. Quería evitar a toda costa las miradas indiscretas.
De no ser por la incomodidad de arrastrarse como gusano y soportar el afixiante oxígeno las cosas serían más entretenidas entre diversas situaciones que solamente se daban a solas, cuando la soledad dominaba los salones.
No tenía predecido en su plan encontrarse con personas rondando la zona. Escogería otra ruta alternativa, a la vez fácil. Colarse en algún aula sonaba tentador y práctico.
- Cierto libro me debe una disculpa por decirme descuidado - canturreos, burlas, comentarios de distracción para su persona que ya no soportaba el simple hecho de permanecer en tal posición.
Escurría como una esponja en sudor, digamos que usar bufanda a más de 40° en temperatura no, absolutamente no era una linda preferencia de uso. Odiaba su situación, El Nomicon le había estado repitiendo como grabadora era vital en su labor como guerrero mantener cautelosas salidas o escapatorias. Ante todo, la identidad.
Y sin duda alguna para él, estaba dando buenos pasos al seguirle " correctamente " el concejo. Suspiró cansado, apresurando sus movimientos. Causando su peso fuera evidente con sus sonidos, haciendo que otra presencia volviera la vista hacía arriba, confundida por los golpes en los ductos de ventilación. La femenina entrecerró sus ojos, sospechando y deseando no hubiese un animal ahí.
Gateando con mayor frecuencia, mantuvo el contacto en el suelo metálico mientras empezaba a sentir sus brazos temblar. No había sido una gran batalla, pero eso sí, los golpes pasados comenzaban a cobrar factura en su antes energético cuerpo. Porque de energías, ni se hable. Es lo de menos en su mente y físico.
Además de sentir como pronto alguien podría percatarse de los golpes que daba al avanzar. Lo despertaron por completo para huir a la velocidad que se le fuese posible dar.
Estaba tan centrado en escabullirse de una buena vez que no se dió el tiempo de repasar el área donde ya había alguien más en el exterior.
Sin prudencia alguna, el sofocante calor, junto a los ruidos desesperantes que ya lo habían sacado de sus carriles en esos ductos de ventilación, destrozó la reja de la ventila dando un salto de fe dentro del aula.
Se distrajo, demasiado en su imaginación precisa, tanto que ese pequeño brinco por el fuerte sonido que produjo, inundó todo el espacio como una condena sin sentido. Un mal cálculo lo hizo resbalar.
No solo la otra presencia dirigió sus ojos a la silueta que ahora sacudía polvo, tratando de mezclarse con el color de las paredes y no ser visto.
El sonido de los escritorios reventar contra sus extremidades y espalda no fueron comparables al chillido de dolor que soltó con el impacto. No lo soportaba, la debilidad en su ser era inmensa.
Tal vez no solo haya roto la tranquilidad de la adolescente sino también uno que otro hueso. Era muy probable.
Cuando intento moverse hacia adelante, le dió la señal a la otra para reaccionar. Sus piernas temblaban pero sus brazos se invitaron por si solos a tomar con fuerza la escoba en busca de defensa si era necesario. Temía fuese un mounstro, los había estado evitando todo ese tiempo. No iba a ser trabajo para nada, ahora que debía actuar mantenía su mente en blanco, paralizada del miedo. Tampoco ayudaban los movimientos bruscos del otro en intentar sacarse de ese estado doloroso.
Se puso de pie, elevando la mirada. A la vez, ella alzó la escoba, esperando otro gesto para descontrolarse con tal de sobrevivir. Algo se ganó en ese lugar y era la paranoia constante de supervivencia.
Le escuchó gemir y soltar uno que otro quejido ruidoso. Quedó helada, era una persona. ¡Una persona que acaba de caer de los ductos! ¿¡Era normal eso!? Sus sentidos no estaban cuerdos. El corazón siempre apela a las decisiones más estúpidas y querer sacarlo del lugar seguramente era una de esas que más le iban a costar. Pero, le dolía oírlo. Estaba herido.
Aún habían demasiados escombros a su alrededor, no se sentía segura de avanzar. Sobretodo porque la figura ya se le hacía conocida a la memoria. Al identificarlo, se le congelo completamente toda la sangre. Asombrada por el delirio o la posible verdad frente a ella.
Tenía esos ojos azules abiertos mirándo directamente a los de ella, dilatando en unas pupilas blancas al notar le prestaba toda atención a él. Empezó a moverse y aquello le libró por su cuenta de algunos objetos que habían impactado consigo. Nerviosa e ida por el momento, el agarre de sus manos se perdió dejando caer a sus pies la escoba con estruendo.
Lo memorizo bien el primer día: detrás de un héroe siempre hay un villano.
Mal pensado la situación, podía correr peligro en cualquier momento, no estaba para juegos. Su seguridad era lo primordial.
- Yo...No ví nada...- fingió inocencia entre nervios y una huída torpe, casi tropezando con algunos escritorios no se dió la libertad de voltear hacía atrás.
Intentó detenerla, buscando copiar su acción para ser más rápido y evitar las frustraciones de su plan fallido ante la discreción. El Nomicon tendría mucho de que hablar con él.
Antes de avanzar y ponerle un alto a su carrera sin lógica. Cayó al suelo, motivando la atención de la jóven se convenciera de verlo. Se sostenía de la pared con el aliento almacenado en sus pulmones, y el dúo de manos temblorosas.
Ella miró la puerta, en indecisión al famoso héroe. Tomó aire antes de negar arrepentida por dejarse ganar a las malas jugadas de su conciencia.
- ¿Te encuentras bien? - ni siquiera le ponía cuidado, contenía precaución viendo cada ángulo del aula. Al perder sospechas riesgosas, posó su mirada en él. El rasguño en la zona del brazo era evidente. No había sangre pero seguiría con el dolor punzante. Frunció las cejas - ¿Necesitas que te ayude?
Había un plan, por supuesto que sí. Pero no creía muy favorable el asunto que involucra un golpe en la cabeza de la joven, lo pensó mejor.
Además la pregunta no ayudaba. Nadie se lo había propuesto así, cuando era el Ninja. Le resultaba extraño, más si parecía llena de preocupación. La única que había hecho un gesto así era su mamá, luego. Las veces se veían estancadas en reclamos hacía su persona por parte de los espectadores o desprotegidos en busca de encontrar un esfuerzo más favorable. Carraspeó sin muchas fuerzas, agradecía la máscara cubriera su rostro descolocado, junto a alguno que otro detalle que lo pusiera en evidencia contraria al devastador estado.
Sumándose la curiosidad de saber una razón de la cual le diera respuesta al porqué cayó de los ductos.
- Bueno, realmente si necesito un favor.
Aceptó mis condiciones, esperando con una leve sonrisa la continuación. Hubiese estado mejor que esa sonrisa no desbordara lástima.
- Dime.
- ¿Podrías irte?
- ¿Disculpa?
- ¡No lo tomes a mal! - corrigió exaltado, sacudiendo sus manos. Inmediatamente se sostuvo de nuevo para no perder el equilibrio en sus rodillas temblorosos, parecía un fiedo. Sí, le esperaba un lindo calambre -, es que.... quiero privacidad...
Alzó una ceja, incrédula.
¿Cómo se le pide a alguien adecuadamente que se largue? el Nomicon nunca le ayudaba cuando debía.
- No juzgare tus méritos, pero si sería adecuado que cubras la herida, no le hace bien estar al descubierto.
Aunque sonaba a concejo maternal. Lo tomaría.
- Bien bien, ahora tú...
- Sí, ya me voy. No me lo tienes que repetir, héroe - apodó. Y aunque sonaba sarcástica, no se oía mal. Con solo saborear la palabra: héroe. Suena a título inolvidable. Quién sabe y hasta el Nomicon lo admitía. Porque no era mucho de presumir pero daba la sensación satisfactoria de reconocimiento. Sonrió debajo de la máscara, dando evidencias de que el sobrenombre se le hizo agradable, sobretodo en ese momento. Sus ojos lo delataron.
Esperó a que se fuera, teniendo el presentimiento escuchaba atenta su respiración desde el otro lado de la puerta ya cerrada. Quería darle vueltas al asunto, pero con el Nomicon brillando frecuentemente se pueden dejar los asuntos luego ¿no?
Deslizándose por la ventana, se brindó impulso para saltar y balancearse por las alturas de los edificios.
Curiosamente, el dolor había disminuido considerablemente.
Además, el cielo se miraba hermoso con ese color verde esmeralda adornado con la espesa niebla que le acompañaba.