Cuatro Momentos (Drummond #3)

By Gaby_SWSD

70K 10.4K 827

Un mal inicio... Weston Drummond es el cuarto hijo de lord Wulfric Drummond, regente de Savoir, quien después... More

Nota introductoria
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Epílogo
Nota Final

Capítulo 12

1.2K 221 7
By Gaby_SWSD

Laraine supo exactamente el momento en que él hizo su aparición en el gran salón. No era necesario que mirara para saberlo, pues el sonido, o en realidad la ausencia de él, fueron elocuentes. Solía comer rodeada de los residentes del castillo, recientemente de más personas que de costumbre dada la guerra que había culminado hacía no mucho tiempo. Suspiró, resignada a que no tendría más remedio que hacer algo para reconocer su presencia.

–Buenos días –Weston Drummond esbozó una leve sonrisa y se acercó hacia la cabecera de la mesa, en la que ella estaba sentada. Se obligó a quedarse quieta, sin hacer el más mínimo movimiento que mostrara sobresalto cuando él extendió su mano ante ella–. Señora.

–Mi lord –musitó Laraine y, aunque realmente se esforzó, claudicó y lo miró. Cielos, lucía terrible–. ¿Se encuentra...? –se mordió la lengua. ¿A ella por qué le importaría si se encontraba bien? ¿O mal?

No debería darle importancia. Era solo una pregunta. Pura cortesía. Sin embargo, no terminó de formularla. En su lugar, hizo un ademán hacia la silla opuesta a la suya, que quedaba al extremo de la mesa. Donde no lo vería.

–Siéntese, mi lord y disfrute su desayuno.

–¿Es necesario? –inquirió.

–¿Disculpe? –preguntó, confusa.

–Si es necesario que me siente en ese extremo. No creo que... –él se detuvo cuando Laraine lo observó, fijamente. No supo qué expresaba su mirada, ni siquiera había sido consciente de estarlo mirando hasta que se perdió en sus ojos. Grises. Muy claros. ¿Plata?–. Lo siento.

¿Lo siento? ¿Por qué?

–No pretendo imponer mi voluntad –explicó Wes– pero no...

–Siéntase donde prefiera, en ese caso –Laraine restó importancia y se incorporó– si quiere, puede hacerlo aquí mismo –indicó su asiento, ahora vacío–. He terminado mis alimentos.

–Yo no...

–Que tenga buen provecho, mi lord –con una breve reverencia, se retiró, sin interesarle en lo más mínimo lo que él tuviera que decir. Después de todo, si la primera disculpa que salía de sus labios tenía relación a elegir un lugar en la mesa, y no a su prolongada e inexplicable ausencia en aquella misma mesa, entonces no importaba.


***


Laraine tomó aire, dos veces, antes de elevar su mirada y encontrarse con lo que sabía que hallaría. Suspiró.

–¿Sí?

–Pensé que querría saberlo... supongo que no.

–¿Te refieres a Lord Drummond? –Laraine observó al joven Arley–. Ya lo sé. Lo he visto.

–¿Hoy? –Arley se sorprendió–. ¿Ha venido aquí?

–No. En el salón. Hora del desayuno, la que por cierto te perdiste.

–Estaba cumpliendo sus órdenes.

–Ah. Su paseo habitual.

–Sí.

–¿Descubriste algo?

–Era él.

–¿Algo más?

–Preguntó quién me enviaba.

–¿Qué? ¿Por qué? ¿Te dejaste atrapar?

–Era necesario –Arley bufó, ofendido–. ¿De qué otra manera podría ver su rostro?

–¿Por qué no podrías?

–Siempre lleva puesta una gruesa capa que deja en sombras su rostro. Es extraño.

–De hecho –murmuró Laraine, intrigada. Entonces, ¿siempre que iba al exterior estaba inusitadamente abrigado? No que eso fuera extraño, quizás el temporal de Nox era demasiado para él. Podía ser que en sus tierras no fuera como aquí, lo que Laraine no podría saber dado que jamás había estado cerca de Savoir o sus alrededores–. ¿Conoces Savoir?

–No –fue la tensa réplica de Arley.

–¿Te encuentras bien?

–No... sí. Lo siento –se sentó con un suspiro–. Me preocupa.

–¿Qué?

–Usted.

–¿Yo? Puedo...

–... cuidarse sola –completó Arley poniendo en blanco los ojos–. Ya lo sé, señora; pero, de todos modos, me preocupa.

–No tienes por qué. Estoy bien.

–¿De verdad? ¿Y los rumores?

–No deberías escuchar rumores.

–Es imposible no escucharlos.

–Entonces, no deberías darles crédito alguno. Son solo eso... rumores.

–Eso significa que usted... está bien, ¿verdad?

–Sí –Laraine apretó la mandíbula, sin poder evitar sentirse ofendida. Sabía que no era el propósito de Arley, pero de todos modos le dolía que él también pudiera pensar que ella era tan aterradora que había hecho huir a su esposo de su lecho nada más verla–. No los escuches, ¿de acuerdo? Yo no... –le hice nada.

–No se equivoque –Arley se incorporó y esbozó una media sonrisa, tranquilizadora y traviesa–. No me preocupo en absoluto por él, sino por usted. Su bienestar.

–Eres muy amable, pero...

–... no necesita que nadie se preocupe –completó, cortando su frase una vez más– puede hacerlo sola.

–Sí –parpadeó, sorprendida.

–¿Lo ve? No es usted la única bruja.

–Insolente pequeño granuja –exclamó Laraine y, sin poder evitarlo, soltó una carcajada–. Ve a vigilarla –habló, observando su creciente inquietud.

–¿Lo ve ahora? Sí que es una bruja.

–No necesito serlo para observar lo que está ante mí con tanta claridad –puso en blanco los ojos–. Vete. Y gracias.

–A su servicio –el joven le guiñó un ojo y salió.

Dos minutos después, escuchó un leve golpe en la puerta y un susurro cuando esta se abrió, apenas ella había murmurado un "adelante".

–¿Se te olvidó algo?

–No lo sé. ¿Se me olvidó? –replicó la voz de Weston, con un deje de diversión. Laraine soltó la pluma que tenía en la mano y lo miró de inmediato–. Lamento interrumpir.

–Entonces no lo haga.

–Ah –murmuró, ante su trato formal, imaginaba–. ¿Puedo hablar con usted, señora?

–Supongo que no tendría por qué pedirme permiso, mi lord. Dado que este es... –su castillo.

–Siento contradecirla, pero sin duda debo hacerlo. Este es su castillo. Su hogar.

–¿Ah sí? –arqueó las cejas, sorprendida de que él no buscara clamarlo para sí al ser su esposo. Aunque, claro, para él podía ser que no fuera su esposo después de todo. Sin duda, no creía que él quisiera reclamarla como su nada.

–Sí. No crea que he venido a arrebatarle su hogar.

–¿No? Entonces, ¿por qué ha venido?

–Para ser su esposo.

–Cierto. No ha tenido opción.

–Ni usted tampoco.

–No.

Se quedaron en silencio, sin mirarse. Weston continuaba de pie, en el umbral de la puerta del despacho. Laraine suspiró, sabiendo que no podía ser descortés por más tiempo.

–Siéntese, si lo prefiere.

–Lo haré –Wes dio dos pasos, con cuidado– siempre y cuando eso no signifique que usted va a marcharse.

–¿Perdón?

–Esta mañana.

–No me he marchado por su presencia.

–¿No?

–No.

–Ah. Eso ha parecido.

–¿Sí? No me interesan las apariencias –Laraine se encogió de hombros–. Nunca lo que parece, sino lo que es.

–¿Eso quiere decir?

–No lo sé, mi lord. No lo sé –musitó, pensativa–. ¿Puedo ayudarlo?

–¿Sí?

–¿Eso ha sido una pregunta o una afirmación?

–¿Puedo llamarla por su nombre?

–Por supuesto. Mi nombre es...

–Laraine. Lo sé –la cortó, un tanto ofendido–. Sé cuál es su nombre.

–No tendría importancia si no lo supiera.

–Por supuesto que la tendría. Es mi esposa.

Ah. Entonces, lo era. Eso no significa que ella lo reconociera a él como su... nada.

–¿Y usted?

Laraine lo miró, esperando que continuara. Él no la decepcionó.

–¿Usted sabe mi nombre?

–¿Mi lord?

–No.

–Por supuesto que...

–Tampoco –él sonrió, un poco. Laraine se esforzó por mostrarse impasible.

–¡Es usted imposible!

–No, ese tampoco es.

–¿Me dejará terminar? –soltó, un tanto irritada. Esta vez, él no reprimió una sonrisa completa–. ¿Se divierte?

–Depende.

–¿De...? –Laraine se cortó–. No importa. Weston Percival Drummond.

–¿Sí? –inquirió, aunque Laraine lo vio arrugar la nariz ante su nombre. ¿Por qué?

–Su nombre. ¿Necesita algo más?

–No, creo que eso me basta. Por ahora.

–Entonces, ¿planea marcharse y dejarme con las cuentas ahora? –mientras lo decía, dejo de mirarlo y se concentró en lo que tenía frente a sí.

–Una última cuestión.

–Adelante –murmuró Laraine.

–¿Debo disculparme por nuestra noche de bodas?

Eso lo logró. Laraine soltó la pluma que tenía en sus manos y se quedó quieta, helada, sin saber qué decir. ¿Qué esperaba?

Quería decir algo. Lo intentó, pero las palabras no se formaban. Ninguna. Nada.

–Tomare su silencio como una afirmación. Lo siento, Laraine. Si le hice daño...

–¡No! –se atragantó con su fuerte negativa–. No siga.

–Laraine, veo que...

–No, no creo que lo haga. Solo olvídelo, ¿de acuerdo?

–¿Olvidarlo?

–No volvamos a hablar de ello. Nunca más.

–Pero...

–Márchese, mi lord. Estoy ocupada.

No esperó que él se fuera. De hecho, en su escasa experiencia con hombres de Nox, persistirían hasta que claudicara y se explicara. Solo que Weston Drummond no era un hombre de Nox, por lo que él se limitó a murmurar una despedida, hizo una reverencia y salió, dejándola en silencio y completamente abrumada.

¿Una disculpa? ¿Creía que quería una disculpa? ¿Y por qué le preguntaba si debía disculparse?

¡No era como si no pudiera recordar su propia noche de bodas!

Continue Reading

You'll Also Like

116K 8.7K 26
Hazel, una chica que es famosa en la escuela por agarrar a patadas a todos y ser muy extrovertida y Noah, la chica mas popular de toda la escuela, a...
180K 18.9K 45
Allison Müller es una restauradora de arte independiente que lleva los últimos tres años encerrada en su departamento, saliendo lo menos posible y ev...
137K 17.2K 45
Candice Cranston, siempre soñó con el amor, no quería casarse con un hombre que la maltratará , por desgracia su propio hermano la trató como un mueb...
1.1M 191K 160
4 volúmenes + 30 extras (+19) Autor: 상승대대 Fui poseído por el villano que muere mientras atormenta al protagonista en la novela Omegaverse. ¡Y eso jus...