Afterlife Pain [«Millionaire...

By SakuraDemon

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Los sentimientos no tienen límites. Moralmente. #Aclaraciones + One-shot + Curiosidades #The Reverse Trio AU ... More

Antes de Empezar
•C U R I O S I D A D E S • T E Ó R I A S • R E F E R E N C I A S•

Consecuencias

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By SakuraDemon

Frio.

La escarcha en sus manos era palpable pero invisible ante él, no parecía sentir el cambio de temperatura más este era tangible a sus otros sentidos. Sus labios estaban endurecidos, y sus parpados se sentían pesados, como si soñar fuera lo único en lo que podía ser bueno. ¿Despertar era una opción?

El aire tenía un aroma a azufre, casi era difícil de respirar, como si una poderosa asma lo atacara repentinamente. Los alrededores apenas eran visibles y los ruidos eran blancos.

Oscuro.

Los entornos centellaban y parpadeaban al pasar, no había descanso o pausa a la cual acostumbrarse, ni algo a lo que aferrarse, solo era él y sus pensamientos, aunque estos tampoco parecían querer despertar. Solo era consciente del espacio en donde reposaba, y nada más.

El aire era tóxico, como si estuviera compuesto de más oxígeno que de nitrógeno, algo totalmente imposible, ya que no había forma de que el aire existiera en un lugar como ese.

Pestilente.

Nauseabundo era la palabra correcta para describir el aroma del lugar. Era un ardor efervescente que quemaba todo a su paso sin clemencia, dejando atrás las cenizas que solo el lugar podía ofrecer, al mismo tiempo era como un compuesto químico, donde el incienso de los cráteres quemaban la carne podrida de aquellos destinados al infierno eterno, donde pasarían el resto de sus miserables e inmortales vidas. Sin embargo, no parecía pertenecer a ese lugar.

Todo lo que podía sentir era el aroma del lugar.

Claro a su olfato, invisible ante lo demás. No sentía tanto como antes, tal vez a causa del frio (el cual no sentía), sus ojos no querían abrirse, prisioneros de sus propios impulsos, y su boca estaba seca, inutilizable e incapaz de sobrevivir.

Era como estar... Muerto.

...

¿Muerto?

¿Acaso...? ¿...Estaba muerto?

Y entonces el brillo resplandeciente de sus ojos apagó el borrajo de su entorno, volviéndolo un ambiente inexpresivo.

Frio.

Oscuro.

... Pestilente.

Tal como lo que era actualmente su cuerpo.

Y a pesar de lo que pensaba, él no se sentía adolorido o cansado, más bien estaba confundido y lleno de huecos, su mente en blanco y con lagunas mientras intentaba por todos los medios enfocar su mirada en el panorama a su alrededor. Una vez enfocada su vista, se levanta tanteando su situación de manera remota, casi como si fuera algo normal para él.

Como algo que hacía en vida.

Al levantarse solo pudo observar un extraño abismo que se alzaba a su alrededor, tan profundo que era imposible verle un final, retazos de piedras volaban alrededor formando pequeñas islas por sobre su entorno, algunas incluso contenían en su superficie pequeños volcanes que expedían un extraño gas verdoso alrededor. Eso explica el olor a azufre, pensó.

La neblina, del mismo tono verdoso del gas, espolvoreaba el ambiente, dándole un tono casi tétrico y misterioso.

A pesar de lo creído, él no estaba asustado, sino intrigado.

Fue entonces cuando se puso de pie y notó a su costado varios escombros de vidrio, que conformaban la pequeña "isla" en la que estaba, esparcidos de manera desordenada, como si un tornado hubiera pasado por ahí y nadie lo hubiera notado. Reparó primero en las manchas negras que cubrían los cristales, como si de sangre seca se tratara, luego se percató de su reflejo.

No creía lo que estaba viendo.

Su piel estaba de un tono pálido verdoso, casi enfermo. Miró sus manos preocupado, estas estaban teñidas de un tono violáceo, los dedos estaban cubiertos de escarcha y las uñas estaban astilladas, su ropa estaba hecha un desastre, sucia y con rasgaduras. Y sus ojos estaban opacos detrás de sus lentes rotos, como si no hubiera vida en ellos.

Se sentía muerto.

Estaba muerto.

Pero no quería asimilarlo.

Se llevó las manos a la boca empezando a hiperventilar, aun cuando no necesitaba oxígeno. Quiso gritar, pero no encontraba su voz. Sentía que se desmayaba, a pesar de que no caía inconsciente.

Asumir tu muerte era el primer paso.

– Con que aquí estas. – Giró sobresaltado al escuchar una voz a sus espaldas. Y, con la tenue iluminación del lugar, pudo darse una pista de la apariencia del ser ante suyo.

Su armadura no contrastaba completamente con el ambiente, pero era lo primero a destacar para el muchacho.

La mirada aterrada del adolescente era comprensible, pero al mismo tiempo se podía ver una pequeña pisca de confusión.

Toda su pequeña estancia en ese lugar le causaba un estruendo de babel a su alrededor. Como si un diluvio hubiera mezclado sus recuerdos y lo hubiera botado a la mitad de la nada, casi podía apostar que era como ser el protagonista de la película esa del detective que no podía retener recuerdos. Sin embargo, al mismo tiempo sentía un pequeño destello de reminiscencia en cuanto al lugar, como si hubiera estado ahí antes.

Más no lo recordaba con claridad.

Una mano fue tendida hacia él, el sujeto de armadura parecía estoico a primera vista más no sugería ser alguien paciente. El muchacho no quería averiguar si esto último era cierto y solo se quedó viendo la mano tendida hacia él, como si fuera lo más interesante del mundo, sin saber realmente que hacer. Si tomarla o largarse.

– Dame la mano. – Ordenó el hombre robusto mientras estiraba su mano más cerca del joven confundido.

Este sin más la tomó notando por primera vez que el hombre con armadura estaba flotando ante él casi a la orilla de la isla. Esto sorprendió al chico de negros cabellos por un segundo antes de sentir que era jalado de su posición hacia el borde de la enorme roca flotante.

– ¿¡Qué haces!? – Preguntó alterado el de lentes al notar la enorme caída que le esperaba si se iba de la seguridad de esa piedra.

– Tengo que sacarte de aquí cuanto antes. – Fue lo único que respondió antes de volver intentar sacarlo de la isla al mismo tiempo que el chico plantaba sus pies a la superficie de esta para evitar caer al abismo bajo sus pies.

¿¡Acaso el sujeto no notaba que si lo seguía se iba a partir la cara!?

– Relájate, no vas a caerte.

– ¿¡Quien dice!? – Respondió aún más trastornado con la idea de caerse de la seguridad de esa isla.

Por un segundo el otro hombre lo miró algo asombrado al mismo tiempo que parecía estar haciendo una ecuación matemática de memoria. Esto favoreció al chico de lentes por un momento.

Entonces pareció sumar dos más dos antes de suspirar y mirarlo algo frustrado.

– No pareces alterado por tu situación. – Fue lo que dijo antes de acercarse al muchacho plantando, literalmente, los pies en la tierra aún sin soltar su mano.

– ¿De qué hablas? – Preguntó ahora estando consternado por lo alto que era el otro a comparación de él y por lo que acababa de plantear, aunque al mismo tiempo parecía hacerse una idea de lo que quería decir con lo de su situación.

El de armadura se mantuvo indiferente – ¿Sabes quién soy? – El azabache lo pensó un momento antes de negar.

– No, lo siento. – Dijo por naturaleza, casi de manera automática.

El de cabellos verdes asintió antes de continuar. – ¿Sabes en dónde estás? – El chico negó. – ¿Sabes cómo llegaste aquí? – Volvió a negar. –... ¿Sabes...? ¿Cómo moriste? – Skulker temía hacer esa pregunta, pero debía confirmar sus sospechas.

El pelinegro abrió los ojos casi en estado de shock, el frio empezó a calar su alma, desde su espalda hasta su garganta, dejándolo con una sensación de comezón que le hacía arder por dentro, a pesar que por fuera se sintiera frio.

El segundo paso era saber cómo acabaste muerto.

Y como si de un ataque de ansiedad se tratara, la cabeza le empezó a dar vueltas y la manos le temblaban a la vez que se sentía morir, como si estar ya muerto no fuera suficiente. Las puntas de sus dedos cosquilleaban y su vista empezaba a marearlo, le faltaba aire y sentía unas inmensas ganas de vomitar al mismo tiempo que deseaba llorar con todas sus fuerzas. Tiró de los cabellos de su cabeza en cólera mientras los recuerdos de su vida pasaban delante de él sin ser realmente retenidos, como en una película vieja, sintiendo cada emoción, cada tormento, cada lágrima, cada sentimiento que esos momentos le hicieron sentir en vida haciéndole entrar en un estado de parálisis total.

Su garganta se secaba mientras su estómago le ardía, pidiendo expulsar algo que ya no estaba ahí y que de todas formas no podía consumir.

De repente, el último de sus recuerdos pasó delante de él, y como si hubieran encendido un interruptor todo empezó a ser transparente.

En un ataque de histeria el incendio que picaba en su garganta explotó en un fuerte grito que rompió cada estructura a su alrededor, un lamento que pocos comprendían pero que muchos asociaban con sus vidas pasadas, y aunque no todos lo asimilaban al principio, con el tiempo, era fácil de entender.

Era el lamento de un alma Inquebrantable.

Daniel era un alma que había mantenido una barrera de sumisión e indiferencia ante las personas durante años, internalizando sus problemas para evitar preocupar a los que amaba. Al morir, lo único que queda son los sentimientos. Todos esos sentimientos disfrazados ahora eran más fuertes, y cuando eso es lo último que queda, ya no puedes pensar en nada más.

Solo actúas. Y esto era lo que temía Skulker.

Por primera vez en años, el cazador se sintió incapaz de domar a su presa.


(...)


Esa mañana había empezado de lo más normal, no había nada fuera de lugar cuando se levantó a hacer su rutina de siempre, sus padres estaban haciendo ruido con sus inventos y su abuela miraba la televisión. Como dijo, nada estaba fuera de lugar, y por primera vez en años, no sentía la presencia de fantasmas en la zona, por lo que asumía que llegaría temprano por primera vez.

Sin embargo... ¿Qué fue lo que salió mal?

El estruendo que resonó por todo el lugar al chocar contra la pared había alertado a más de uno que observaba la desconcertante escena que ocurría ante sus ojos por medio de las ventanas.

Otro fantasma estaba atacando la escuela. Pero este era diferente.

Y sus flameantes ojos escarlata lo delataban.

Recapitulemos un momento para entender el comienzo de este desastre, era la mañana del miércoles, todo había ido de maravilla durante las clases, no hubo actividad fantasma en toda la jornada, lo cual me inquietaba pero al mismo tiempo era como darme un respiro de mi extraña doble vida. Tucker notaba mi calma, y, a pesar de no haber iniciado conversación durante las primeras dos horas, yo sabía que él lo notaba.

Durante el silencio que cargábamos solo él y yo en los pasillos notábamos a los mismos alumnos de siempre, a Paulina siendo ella, a Dash siendo un imbécil y a los marginados, es decir nosotros, manteniéndonos lo más alejados posibles, ya hasta ni me dignaba a darle importancia a lo que Paulina y su séquito de amigos hiciera, no merecían mi atención.

Si les prestas atención entonces les estas dando lo que quieren, recordé esas palabras antes de caer en cuenta de en donde estaba. Había llegado a la cafetería sin darme cuenta y Tucker estaba tocándome el hombro para llamar mi atención.

Cierto, no debo divagar tanto.

– ¿Estas bien? ¿No tienes hambre? – Parpadee antes de negar con una pequeña sonrisa que parecía más una cansada que una tranquila.

Suspiré y fui a una mesa vacía junto a mi amigo gótico.

– No quiero comer la comida de aquí, esta vez traje mi propio almuerzo. – Respondí mientras me sentaba en la mesa y sacaba un envase de comida con una ensalada de tomate.

– Si, porque yo te recordé que lo trajeras. – Reclamó señalándome con un tenedor que traía en su mano. Y no digo que fuera mentira, pero me negaba a darle la razón, porque ¡Vamos! ¡Soy Sam Manson, la chica fantasma! ¡Eso no es lo mío!

– Esa camiseta que te regalé hace honor a tu nombre. – Dije señalando la camisa con la leyenda "Certified Mom Friend" que llevaba mi amigo gótico ese día por encima de su típico suéter amarillo a rayas negras.

La dichosa prenda fue un regalo que le había dado en Navidad como una broma para que dejara de fastidiarme con el cuidado de mi salud, como si no supiera hacerlo por mi cuenta. Graciosamente, eso solo causó el efecto contrario, ya que se esmeró en su rol de "madre" y siguió insistiendo en mi salud así como en mis estudios, ya que de los dos, él era el que mejor notas llevaba. E incluso se atrevió a llevarla a la escuela durante el nuevo período de clases, como si quisiera que todos supieran su nuevo "status".

Y a pesar de las burlas (que, curiosamente, jamás llegaron por parte de Dash) él siguió usándola cada que podía, presumiendo su rol y restregándomelo en la cara, como si deseara fastidiarme, aunque supiéramos que solo era de juego. Así era Tucker... Así era Tucker últimamente.

– Debo reafirmar mi puesto como tu madre en esta relación, jovencita. – Dijo con la boca, desgraciadamente, llena de pollo y pasta. Sí, me había reído de lo que dijo, pero eso no quitaba el asco interno que sentí ante el pollo que estaba masticando y se había salpicado en la mesa. Ew.

– No puedo tomarte enserio con la boca llena. – Dije luego de se me pasara el asco inicial de verlo comer.

– ¿De qué hablas? Si todavía hay espacio, mira. – Y el muy maldito abrió la boca mostrándome toda esa masa de carne y espagueti que estaba masticando el muy animal.

No pude evitar las arcadas que me dieron mientras escuchaba al chico gótico reírse de mí, aunque la última en reírse fui yo ya que terminó atragantándose por reírse de mí con la boca llena. Sin embargo, luego de calmarnos, terminamos riendo como los imbéciles que éramos.

Porque en el fondo yo sabía que él siempre estaría ahí para mí, sin importar qué.

Él estuvo para mí cuando me molestaban, estuvo para mí cuando estuve castigada a los 12 años por golpear a un compañero en la escuela, él estuvo para mí cuando tuve problemas en mi primera relación romántica... Él estuvo para mí el día que lo perdí todo.

O al menos así lo sentía.

De hecho, hasta sus padres notaban el cambio de actitud que Tucker había tenido desde hace un año, siendo más educado, más calmado, más protector conmigo, era como mi confidente, y aunque sus padres aceptaban su cambio (más que nada porque lo asimilaban a la madurez) yo había estado eludiendo su cambio de personalidad. Es decir, no necesitaba a alguien que me cuidara o velara por mi bienestar todo el tiempo, para eso tenía a mi abuela y a mis padres, para eso estaban.

Para eso se suponía que estaban.

No es por ser egoísta o algo similar, pero mis padres a veces no parecían resentir en las cosas que sucedían a mi alrededor, solo mi abuela parecía notar lo mal que estuve por tanto tiempo, las razones de mis escapadas y mis terrores nocturnos, solo ella y Tucker lo sabían. Ellos eran mis confidentes.

Luego de aquella pequeña conversación ambos volvimos a nuestros almuerzos, ignorando por completo nuestro alrededor y a todo aquel que era indiferente a nosotros.

Para ambos ya era rutina estar así de tranquilos y no hablar por horas para solo existir, había sido así desde...

¡Basta!

Era hora de continuar.

Apenas sonó la campana, ambos nos dirigimos a nuestras últimas clases, y era aquí en donde nos dividíamos, yo iba a clase de Ciencias Naturales y mi "madre" iba a clase de Meca trónica, eran de hecho nuestros puntos fuertes y nuestros pasajes fuera de la realidad, o al menos así los llamaba Tucker cuando nos separábamos.

– Nos vemos al salir de lo Desconocido. – Era como se despedía cuando cruzábamos pasillos paralelos hacia nuestras clases.

Ya estaba de más decir que tan bien nos fue a cada uno.

Se estaban preguntando hace poco como llegamos al desastre en el que fui protagonista, y la verdad yo aún tardo en asimilarlo, pero todo se reduce a la hora de la salida, Tuck y yo nos encontramos en los pasillos mientras caminábamos hacia las puertas que nos conducían al exterior, en donde, de manera desconcertante, estaban todos los alumnos agrupados y en estado pánico.

¿Estudiantes no queriendo salir de la escuela? Eso era raro. ¿Animales bloqueando las salidas de toda la preparatoria? Eso era aún más raro.

¿Qué diablos?

Caminando entre las masas logré llegar a la puerta solo para escuchar como una bardada de aves pasaba alarmada cerca de la puerta donde una cantidad inquietante de animales, tanto domésticos como salvajes, estaban bloqueando la puerta con su peso.

– Director Lancer, ¿Qué ocurre? – Pregunté tratando de acercarme al rector que intentaba calmar a un par de porristas que no paraban de lloriquear.

– Ojala pudiera responderle, señorita Manson. – Respondió igual de confundido mientras intentaba tranquilizar al resto del alumnado alejándose en el proceso.

Tras notar que no obtendría respuestas decidí asomarme a la ventana de la entrada, para tratar de analizar mejor la situación, solo para que uno de esos animales me gruñera asustándome y logrando alejarme en el proceso.

Ok, por este lado no.

Decidí mejor acercarme a Tucker, quien me esperaba a unos pasos detrás de mí, para alejarme del tumulto de adolescentes sudorosos que se encontraban en el camino a la salida delantera. No fue hasta que nos alejamos del ruido de la multitud que pude hablarle al afroamericano con mayor libertad.

– Esto está de locos – fue lo primero que soltó el chico gótico antes de sacar su PDA con una extraña emoción por esto. –, es como si estuviéramos en los inicios del Planeta de los Simios, pero con animales de zoológico. – expresó mientras encendía el aparato en sus manos.

A veces me preguntaba si era estúpido de nacimiento o solo a veces.

– Tucker, concéntrate, esto es serio. – Le recriminé mientras me transformaba en mi alter ego para seguir adelante por los pasillos – Un fantasma podría estar causando esto y hay que encontrarlo cuanto antes.

– O, podría tratarse del nuevo orden mundial de la naturaleza contra la tecnología humana. – Terminó sosteniendo su PDA como si de un tesoro se tratara. – Vienen por mis bebés, Sam.

– Nadie viene por tu PDA, mamá paranoica. – Le dije mientras flotaba hasta las otras entradas del establecimiento tratando de encontrar una salida, siendo esto en vano ya que estas estaban igual de estancadas que la entrada principal. – Demonios. – Resoplé antes de desviarme a la parte trasera de la escuela.

En eso sentí un cosquilleo en mis entrañas, mientras me acercaba a la dichosa puerta, antes de expulsar mi aliento helado a través de mi boca. Mi amigo de rastas lo notó, y al igual que yo, sabíamos que debía ser un fantasma poderoso como para que no lo notara desde temprano. O tal vez se trataba de Spectra, aunque esto último lo dudaba ya que esto no es para nada su estilo.

No, debía ser alguien más.

Con cautela nos acercamos a la salida trasera descubriendo que no había animal alguno bloqueándola, por lo que aprovechamos esto y nos adentramos a lo que sería la cancha de la escuela. En ese momento entendimos porque no había animales bloqueando la salida trasera, por algún motivo (que desconozco por el momento) decidieron crear una especie de barrera alrededor de los límites de la cancha incluyendo el edificio ambiguo a esta, básicamente estaban rodeando la valla que nos mantenía protegidos dentro de las instalaciones, por lo que era imposible salir a menos que quisiéramos ser atacados por esos animales.

Aunque lo más curioso no eran los animales que formaban la barrera alrededor de nosotros, sino los animales que parecían rodear algo o a alguien que estaba en medio de la cancha. Tuve la ligera sospecha de que, quien sea que estuviera ahí, era el causante de esta redada.

Con esto en mente le hice una seña a Tucker para tratar de acercarnos lo más cautelosos posibles, yo haciéndolo por aire y Tucker desde tierra, pero intentando no llamar la atención de estas bestias hasta estar seguros de que no nos atacarían. Era un buen plan... Hubiera sido un buen plan.

De no ser por las aves que circulaban el área que, apenas me vieron, me atacaron causando un escándalo que alertó a los animales (que parecían alabar a alguna clase de deidad en medio de ellos) obligándonos a mí y a Tucker a tomar distancia.

Apenas nos notaron me puse en estado de alerta mientras mantenía al chico gótico detrás de mí.

Los animales se mantuvieron impasibles ante nosotros, observándonos con unos ojos carentes de emoción o brillo, probablemente no nos veían como una amenaza o no veían la necesidad de atacar aún, decidí esperar a que hicieran alguna acción antes de siquiera intentar atacarlos, aunque tenía mis dudas al tomar esta decisión.

Algo no se siente bien, pensé. No se estaban moviendo, y no podía ver con claridad que era lo que estaban rodeando. El ambiente estaba tenso.

– Sam. – Me distraje un momento para darle un gesto a Tucker antes de volver mi guardia a los animales que nos observaban con una lúgubre calma. – La energía fantasma está fuertemente concentrada en su dirección. – Asentí mientras descendía al suelo queriendo mostrar que no era una amenaza.

Tal vez... Si dialogaba con él o ella...

– Hey. – Dije casi en un susurro antes de aclararme la voz algo inquieta – Oye... No sé quién seas, pero no creo que esta sea la manera de llevar las cosas. Estas personas no han hecho nada malo. – No todas al menos, me mordí la lengua ante ese pensamiento, no era momento para eso.

Espero unos segundos, los animales parecieron moverse aunque creo que solo fue una ilusión óptica ya que seguían igual.

Intenté de nuevo. – No es necesario encerrar a toda la escuela, podemos llegar a un acuerdo. – Dije tratando de no impacientarme tan temprano. – ¿Estás molesto por como los humanos tratan a los animales y al medio ambiente? ¿O molesta...? ¿Estas molesta por algo que los humanos hicieron en contra de la naturaleza? – Pregunté ya entrando en un pequeño desespero aquí por el maldito silencio.

– Oye, Sam-

– ¡Por qué lo entiendo! ¡Soy vegana y ambientalista, puedo entenderlo si ese es el problema! – No era por ser reina de lo obvio, pero enserio quería que al menos me hablara, ya que estaba entrando un poco en pánico. Por mucho que quisiera negarlo.

– Sam.

– ¡Solo háblame, maldición! ¿¡Que no ves que intento razonar contigo!?

Demonios, yo no soy buena en esto de negociar.

– ¡SAM!

– ¡¿QUÉ?! – Grité volteando a ver a Tucker con la mirada brillándome del enfado solo para cambiarla al mirar a mí alrededor.

– Estamos rodeados. – En ese momento fue que planté los pies en la tierra.

Oh.

Shit.

Miré detrás de mí encontrándome con varios animales que parecían sacados de un cuento de hadas, eran ciervos en su mayoría junto con varias aves y perros que de seguro eran de algún refugio. Todos con la misma mirada perdida, y detrás de ellos, ocultándose en el establecimiento, estaban todos los alumnos y maestros de la Preparatoria Casper High, todos de chismosos observando como la chica fantasma y un chico gótico iban a ser apaleados por el toque verde de la madre naturaleza. Tremenda bestia tenía que ser.

Me puse en alerta mientras me imponía ante las bestias a nuestro alrededor en un intento de proteger a Tucker de la paliza que seguro nos iban a dar.

Sin embargo, esta nunca llegó.

Por unos momentos, todo se volvió a sumir en silencio, esta vez no pensaba bajar la guardia. De la nada, las puertas se abrieron con un alarmante estruendo dejando que una parvada de aves saliera cargando por la chaqueta a uno de los jugadores del equipo de Casper High. Se trataba de Dash.

Repentinamente lo soltaron, dejándolo en frente de los ciervos que anteriormente nos rodeaban y ahora estaban abriendo un camino hacia el rubio que miraba confundido desde el suelo lo que estaba pasando.

Apártense. – Dijo una voz que heló la piel a más de uno. Voltee hacia el origen de este reparando en como los animales, que estaban aglomerados alrededor de alguien hace unos momentos, dejaban a la vista una figura fantasmal.

Rápidamente le impedí el paso.

– ¡Espera! – Grité extendiendo mis brazos hacia el frente para que no avanzara – No sé qué tengas en contra de este chico, pero podemos resolverlo, ¡No necesitas lastimarlo! – Intenté razonar una última vez. Ya sino cooperaba le partiría la cara.

Yo no quiero lastimar a Dash. – Respondió mientras se dejaba ver ante todos, dejándonos por completo en estado de shock.

No podía ser posible.

Honestamente, "lastimar" no es el verbo que yo usaría. – Aclaró sosegado mientras extendía los brazos en el aire, cual director de orquesta, y me miraba directo a los ojos... Con aquel brillo escarlata que nublaba su vista.

Quería creer que mis ojos me estaban engañando, que solo era uno de esos sueños en donde escenarios como estos pasaban y luego aparecerían un montón de cuerpos putrefactos a atacarme hasta la muerte, que pronto iba a despertar gritando con mis padres preguntándome si había visto un fantasma o algo por el estilo.

Realmente deseaba que lo fuera. Realmente deseaba haber enloquecido.

– Fenton. – Pero las palabras del imbécil de Dash me hicieron ver que no era un sueño.

Ese fantasma ante la vista de todos, era Daniel Fenton. Aquel inigualable amigo que conocí a los cinco años en el jardín de niños y que juré proteger como a un hermano, aquel que se fue solo a casa y jamás lo volví a ver.

Aniquilar, ese es el verbo adecuado.

Aquel que desapareció hace más de un año y que sin miramientos me atacaba como si fuera una completa desconocida... Estaba delante de mí, bañado en cólera.

Es entonces que llegamos al presente, donde intento por todos los medios ocultar a la mitad de la escuela en alguno de los salones mientras evitaba que esos animales, de ahora furiosos ojos rojos, nos dieran alcance.

Ciertamente esto encabezaba la lista de cosas más locas que me han pasado en mi media vida, si omitiéramos el hecho de que estoy medio viva.

Lo siguiente que pasó, luego de que me lanzará aquel ecto rayo, fue que todos esos animales que lo estaban rodeando habían empezado a correr en dirección hacia donde estaba Dash mientras Tuck intentaba usar su cuerpo como un escudo humano para que el idiota rubio, que parecía ser el culpable de todo esto, no se hiriera de gravedad. Me vi en la necesidad de formar un escudo para evitar que salieran lastimados, aprovechando la confusión los tomé a ambos, volviéndolos intangibles de paso, para ingresar rápidamente al establecimiento donde los alumnos ya se habían dividido en varios grupos siendo presas del pánico. Uno de esos grupos, liderados por el director Lancer, me siguió hacia un salón que estaba al otro lado del pasillo. En esa pequeña carrera parecía ser buena idea escondernos ahí, al menos hasta saber qué hacer.

Las quejas no tardaron en llegar, podía escuchar con atención todas las preocupaciones de los alumnos que estaban a nada de un ataque de claustrofobia. Los alrededores estaban en silencio, al mismo tiempo que no lo parecía.

– ¿Qué deberíamos hacer?

– ¿No piensas hacer nada?

– ¿Por qué estas parada ahí? ¡Haz algo!

– ¡Mantengan la calma, por favor!

...

Todo este tiempo, él estaba en la zona fantasma, y nunca fui por él.

No había pruebas de que estuviera ahí por lo que no había razón para buscarlo, yo tenía mis motivos, estaba en una clase de estado vegetal todo el tiempo, saltándome comidas, encerrándome en mi habitación, todo por culparme de cada cosa que lo pudo haber hecho sentir mal, culpándome por cada pelea, por cada abuso, sintiéndome una completa carga a la hora de proteger esta ciudad cada que me dejaba llevar por mis emociones.

No podía creer que pensara así, ¿Cómo si quiera podía justificarme por algo como eso? ¿Qué tan egoísta podía ser?

Todas esas veces que él me había ayudado y se había lastimado las manos para protegerme, curando cada herida, aconsejándome y educándome con toda la paciencia del mundo cuando tenía problemas en la escuela. Todos mis pensamientos me llevaban a la misma persona, analizando el antes y después como si me diera la vida en ello.

Él se notaba molesto. Estaba en su derecho.

Todo era mi culpa y el ruido a mi alrededor no ayudaba, era como escuchar un televisor sin señal acompañado de un pitido agudo que me taladraba la cabeza haciéndome perder el equilibrio, acelerando mi corazón y moviendo todo a mi alrededor como si estuviera en una ruleta rusa que no parecía dar indicios de parar este martirio. Quería vomitar.

Quería morir.

– ¿Sam?

Me giré bruscamente hacia donde estaba Tucker, parecía asustado. ¿Danny nos había encontrado? No, estaba muy callado para eso. Tucker se estremeció y miró hacia mis muñecas, miré mis manos descubriendo la razón de sus miedos, estas estaban concentrando ecto-energía de manera inestable; mis palmas temblaban de manera rígida mientras la energía danzaba libremente entre mis dedos, como si fuera a atacar a alguien.

Oh. Estaba teniendo otro ataque de ansiedad.

Miré a Tucker a los ojos antes de inhalar con profundidad para luego soltar todo relajándome en el proceso.

Debía concentrarme, no era momento de entrar en pánico, estas personas no necesitaban a una niña miedosa, necesitaban a alguien que los sacara de aquí, de preferencia, sanos y salvos.

Apreté mis puños y levanté la mirada en busca de algo pesado. ¡El escritorio!

Me acerqué rápidamente hacia él para tomarlo en manos y alzarlo sobre mi cabeza lanzándolo hacia la puerta para usarlo como una barricada, algo rebuscado pero serviría.

– ¡Eso es propiedad de la escuela!

– Guárdeselo para después, hay un fantasma amante de los animales tratando de aniquilar a un alumno. – Reclamé usando la palabra dicha por Danny antes de que nos atacara.

Fue entonces que lo recordé y voltee al fracasado de Dash, quien estaba junto a lo que había de su grupo de amigos. Sin pensarlo, me acerqué a él en busca de respuestas.

Algo desato la furia de Danny y debía averiguarlo.

– Tú. – Señalé a Baxter una vez estuve en frente de él. – ¿Qué fue lo que hiciste?

– No entiendo de que hablas, ¡No hice nada! – Protestó, era de esperarse, dudaba mucho que se fuera a echar la culpa de algo aun cuando era obvio que si era su culpa.

Necesitaba apoyo.

– Vamos Dash, algo debiste hacer para que Danny te quisiera destruir. – Insistí manteniendo mis sentidos alertas.

– Ya te lo dije, no le he hecho nada a ese debilucho.

Falso. Pero lo que dijo me hizo analizar las cosas por un segundo.

Daniel nunca actuaria así, él era muy calmado, siempre inmutable ante las provocaciones de los demás, queriendo resolver todo de manera pacífica por medio de la negociación. Sus palabras eran su mayor fuerte, de eso no había duda.

Recordé todas las veces que Dash había molestado a Danny en toda nuestra estadía en la escuela, y en todas siempre se le notaba molesto, con una cara fruncida y los puños cerrados con fuerza, casi evitando que la sangre circulara correctamente por sus nudillos. Estando en el suelo con una gran impotencia por no poder defenderse ante un patán como Dash.

¿Tal vez ese era el motivo?

– Haz un esfuerzo, Baxter. Conozco a Daniel y él nunca llegaría a pelearse con alguien sin antes intentar dialogar con esa persona. – Las palabras de Tucker me hicieron volver a reorganizar mis recuerdos.

Danny nunca mostró enojo ante los abusos de Dash, siempre se le notaba triste o dolido por eso, más nunca estaba molesto. Yo solía ser quien ponía una mueca de enojo y apretaba los puños en un acto desesperado por calmar mis deseos de golpear su rostro, y cuando estaba a nada de hacerlo era Danny quien me lo impedía, asegurándome su bienestar sin mostrar una sola mueca de dolor en su rostro.

– No lo hagas, Sam. – Me decía con una ligera sonrisa mientras se levantaba del suelo. – Estoy bien, enserio. No vale la pena. – Era lo que siempre nos hacía creer, aun cuando deseaba defenderlo él siempre lo impedía diciendo que la violencia solo empeoraría las cosas.

No, él no vendría a lastimar a Dash por viejos abusos, Danny no era así.

– ¿Qué quieres que te diga? Yo no sé qué es lo que quiere conmigo. – Repitió el atleta mientras se cruzaba de brazos encorvándose en el proceso.

– Algo debiste hacer para que te atacara. – Razonó Tucker mientras cambiaba su peso a la otra pierna. – Daniel no es así, él siempre va por otro camino, nunca iniciaría una pelea.

– Ya te lo dije, yo no hice nada. – Volvió a alegar mientras estiraba el cuello en dirección a Tucker.

Este último pareció pensarlo antes de volver a mirar a Dash a los ojos. – ¿Le rompiste su telescopio?

– No.

– ¿Insultaste a su familia?

– No.

– ¿Golpeaste a Sam?

– ¿A esa tonta? ¡No! – Maldito.

– ¿Te acostaste con su hermana?

– ¡Qué asco! ¡No! – Gritó exaltado alejándose conmigo imitándolo. ¿Qué demonios le pasaba por la cabeza a este chico? – Yo jamás saldría con la hermana de alguien tan aburrido como Fenton-to. – Tuve que morderme el dedo índice de mí mano porque #Alguiendemepasienciaovoyagolpearlo.

Suspiré sintiendo como mis hombros caían, esto era una pérdida de tiempo.

– Esto no nos lleva a ningún lado. – Acepté mientras me enderezaba y dirigía mis siguientes palabras hacia el rubio. – Sino piensas decirnos que pasó entonces no estorbes en lo que busco la forma de salir de aquí con vida. – Finalicé dirigiéndome hacia la puerta que tenía la barricada improvisada.

Me quedé mirándola como si fuera lo más interesante del mundo en lo que trataba de idear un plan para sacarlos de la escuela, o por lo menos intentar convencer a Danny de que terminara con esta locura.

Por la madreselva, Daniel... ¿Qué fue lo que pasó?


(...)


De entre los pasillos se podía deslumbrar la silueta de un joven de complexión delgada con rasgos inanimados y ojos escarlata, que brillaban entre la soledad de aquella institución académica. A su alrededor lo seguían un ciervo de astas enormes, un par de aves y varios animales domésticos, entre ellos gatos y perros, de todas los tamaños y razas, todos con caras inexpresivas y con los ojos igualmente brillando en rojo puro.

Sus cabellos danzaban al compás de una brisa que no se sentía en el ambiente, como si estos tuvieran vida propia, sus pies estaban a unos centímetros por encima del suelo mientras avanzaba por los pasillos. Varios de sus animales revisaban el resto de la escuela, en busca de un solo objetivo, el cual estaba siendo escoltado por varios alumnos, un profesor y una chica mitad fantasma hacia la cafetería, debían moverse si deseaban salir ilesos de esa emboscada.

Una de las aves a manos del poder de Danny observó al grupo de estudiantes que resguardaban al rubio abusivo dirigirse a dicha dirección por lo que sin reparo fue en busca del amante de las estrellas guiándole a él y a sus acompañantes hacia el área de comida. Sin embargo, al llegar no encontraron señales de ellos.

El de lentes suspiró. – Busquen. – Ordenó logrando que los caninos empezaran a rastrear cualquier señal de los fugitivos.

Desgraciadamente el olor de los alimentos, que estaban regados por todas partes como si hubiera ocurrido un disturbio, no ayudaba a que fuera sencilla la dichosa búsqueda, y era obvio el porqué, eso frustró al azabache logrando que sus ojos se iluminaran (más de lo posible) siendo esto reflejado en sus manos que estaban apretadas de tal manera que, si estuviera vivo, le hubiera déjalo los nudillos blancos por la presión ejercida en ellos.

Su cara estaba fruncida en una mueca de enojo puro, pero parecía estarlo conteniendo. Los animales a su lado parecieron alterarse, esto logró sacarlo de su inmensa ira y los miró de vuelta tarareando una pequeña tonada, que pareció calmarlos por el momento, mientras acariciaba el hocico del ciervo que estaba a su disposición.

Los sabuesos regresaron con el fantasma sin rastros de los alumnos que protegían a su objetivo. Viendo al piso, como si fuera la cosa más interesante del mundo, pensó por un momento a donde podrían haber ido y como habían logrado esquivarlo. Debían haber escogido alguna clase de artefacto anti-fantasma o alguna clase de pantalla como para que sus fieles canes no los pudieran detectar.

– Esta cosa huele horrible.

– ¿Acaso tienes un plan mejor? Porque me gustaría escucharlo. – Respondió la halfa ante las quejas de una de las porristas del grupo, quien se mantuvo callada a regañadientes en lo que acababa con su labor de trabar las puertas.

Antes de acabar en la cancha de práctica de deportes, que estaba dentro de las instalaciones, ellos habían ido a la cafetería para hacer una cubierta en sus cuerpos para evitar ser detectados, ¿Y que usaron para esto? Vinagre.

Esta técnica se la habían enseñado a Sam cuando iba al refugio de animales, aunque esto era más que nada para evitar que los perros se orinaran en donde no debían, igual fue lo suficientemente efectiva como para ocultar el olor a adolescente hormonal y a adulto estresado que cargaban encima. La barricada era otro método de seguridad en lo que se determinaba como esquivarían a Danny para salir de ahí, esto teniendo en cuenta que, si lo lograban, deberían buscar cómo salir de los páramos de la escuela sin ser atacados por los animales del exterior.

Detalles, detalles.

Una vez que todas las salidas fueron tapiadas, la halfa se tomó un respiro para analizar la situación por un segundo. No estaban tan mal, quitando el hecho de que estaban rodeados, con el punto de enojo de un fantasma vengativo acompañándolos, que dicho fantasma fue su mejor amigo en vida que, DE PASO, tiene bajo su control a todo animal doméstico y salvaje de, aparentemente, todo el puto condado, con aves que los vigilaban, venados salvajes, perros rastreadores y sabrá Dios cuantos animales más... Estaban vivos, y cubiertos de vinagre, pero vivos.

...

Si, técnicamente no pareciera que fueran a salir bien parados de esta.

Por otro lado, una vez que todos se calmaron para descansar de la escapada que se hicieron, y del pánico en general, más de uno se detuvo a analizar la situación de igual manera, pero con un rumbo distinto. Un fantasma, que fue un alumno de su escuela, los estaba persiguiendo con animales salvajes bajo su control, dicho compañero era Daniel Fenton, quien en vida fue abusado verbal y físicamente por muchos estudiantes, entre ellos los miembros del equipo de futbol y su líder, Dash Baxter, quien no parecía caer en la gravedad de la situación. Como si el hecho de ser perseguido por un espectro que te quiere muerto no diera el suficiente miedo como para orinarse encima.

De hecho, era el único en toda la habitación que no estaba llorando, rezando o tratando de guardar la calma. Y todos lo que estaban cerca de él lo notaban. ¿Cómo era posible que el único que estaba en peligro de morir estuviera más relajado que los que no lo estaban?

Sí, todos eran adolescentes hormonales que probablemente la mayoría solo tenían dos neuronas funcionando. Pero vamos, que no había que ser inteligente para sumar dos más dos.

Volviendo con la halfa, Samanta ya empezaba a resentir el hecho de haberlos llevado a ese lugar teniendo en cuenta las ventanas a la altura del techo, que no habían tapeado por falta de material, y el hecho de que el verdadero blanco de Daniel era Dash y no otro alumno, hasta donde sabia. Dándose cuenta de su impulsividad, y estando con la cabeza fría, saca en claro el hecho de que tal vez no debió mantenerlos todos juntos, y que probablemente si hablaba con Danny este los liberaría de su encierro, lo cual no parecía un mal plan... Si quitáramos el hecho de que seguramente el aspirante a astronauta no dejaría ir a Dash tan a la ligera, y honestamente no quería dejar al rubio por su cuenta a manos de un espectro, por mucho que le cayera mal.

No, debía haber otra manera.

De la nada, se escucha un toque en una de las ventanas, que se repite una y otra vez, como si trataran de llamar a alguien, poniendo a todos los alumnos en una estado de ansiedad, en eso voltean encontrándose con una bardada de palomas postradas en la cornisa mientras golpeaban, en una alarmante sincronización, las ventanas de la cancha.

Eso era lo que temía la chica fantasma.

El ruido que producían las aves empezaba a ser molesto, tanto que pareciera que se estaba intensificando causando una reacción en cadena en los alumnos, poniéndolos innegablemente paranoicos. Si lo pensábamos bien, era tal como Tucker lo había dicho, era técnicamente los inicios de la revolución por parte del mundo animal, liderados por un adolescente trastornado desde el más allá.

No parecía ser una mala idea para una película de horror con trama de ciencia ficción si se lo ponen a pensar.

Por otro lado, un ruido se escucha por encima del producido por las aves, uno más fuerte que parecía provenir de la puerta, la fantasma albina voltea su cabeza lentamente al notar de donde proviene advirtiendo que Danny los había encontrado, y parecía estar forzando la puerta (irónico siendo un fantasma), ante los hechos les advierte a los alumnos que estaban cerca de esta para que se alejen acercándose a las gradas de la pared que daba vista a la entrada. El ruido iba en aumento causando pánico en los refugiados, los golpes son más fuertes, la respiración de todos se altera, y solo uno parece caer en la gravedad de la situación.

El ruido es ensordecedor, el miedo se puede oler en el aire y la ira burbujea en la superficie.

...

Silencio.

Una angelical, pero al mismo tiempo imponente, voz se alza ante el ruido causando un efecto dominó en el pavoroso silencio que se instalaba en la habitación luego del estruendo que había causado la puerta luego de ser forzada, todos estando estáticos, impacientes ante los próximos movimientos que podría realizar aquel peligroso ser que los miraba de manera impasible, con una falsa calma que opacaba la ira y aflicción que sus espectadores no lograban percibir. Presas de sus miedos, lo estudiantes tiemblan, y la halfa se impone ante ellos, lista para lo que sea.

El chico nerd inhalo, absorbiendo el aroma en el ambiente.

Vinagre. – Concluyó sonriendo a la audiencia de adolescentes temerosos – Muy astuto de tu parte, no esperaba menos de ti. – dijo dirigiéndose a la chica albina, que flotaba a metros de él, en un tono que podría definirse como inmodesto.

Ella no opinó nada al respecto, estando enterada que con él no eran típicos estos juegos, teorizó que algo debía tener entre manos como para estar tan relajado, es decir, estaban técnicamente encerrados con mínimas posibilidades de salir con vida, si no había atacado era porque estaba seguro de algo. Y eso Sam no lo podía permitir.

Admito que no esperaba esta reacción de tu parte, aunque lo comprendo – el primero en iniciar plática fue Danny, estando al tanto de la concentración de la chica fantasma, quien no le quitaba la vista ni un segundo. Él estaba al tanto de ella, sabia sus fortalezas y debilidades, quienes eran sus más cercanos y aquellos a quien amaba, no era nada fuera de lo ordinario. –, no quieres que nadie salga herido, y eso es entendible, nadie quiere que sus seres queridos terminen mal por acciones propias, es por eso que quiero hacer un trato. – Sabia también de antemano que ella no lo dejaría ir tan fácil, más si eso conllevaba a conspirar en contra de la vida de otros, por lo que tenía que usar otra estrategia.

La albina relajó un poco su postura, podía ver el extraño brillo que inundaban los ojos de su mejor amigo, podía verse reflejada en ese brillo cavernoso que solo daban una sensación de frio absoluto, esos ojos no eran los de Danny, no había motivos para confiar en lo que pudiera decirle.

Entrégame a Dash. – Ordenó de manera pasiva, queriendo ocultar su tono al hablar. – Nadie tiene que pagar por sus acciones, él es el único responsable, solo ÉL debe pagar las consecuencias. – Dijo enfatizando al hablar, quería hacerla caer, que le diera lo que quería. Nadie debía sufrir por ese cretino, y con esa filosofía estaba seguro que la chica fantasma lo entendería.

Por otro lado...

Era la vida de uno por la de veinte, tal vez más, quiso dar a entender que no habría diferencia. Sin embargo, eso sería arriesgar la vida de alguien, poner en peligro su vida a cambio la vida de otros, Sam creyó que tal vez esa sería la mejor opción, pero el tan solo hecho de lo que conllevaba la dejaba indecisa.

¿Qué debía hacer? No era su responsabilidad tomar esa decisión, pero de todos modos sentía que lo era, que de ella dependía el resultado de su respuesta.

El peso en sus hombros pareció acentuarse, haciendo que su postura se encorvara, inclinando su espalda hacia el frente mientras su rostro impasible se quebraba dejando al aire una expresión de puro desconcierto. La desesperación inundaba el lugar, al igual que la ira mal dirigida.

Todos miraban al rubio futbolista con rostros difíciles de leer, algunos tal vez con duda, otros con decisión. Dash, por el contrario, se encontraba paralizado, temiendo lo que pudieran hacer con él con tal de sobrevivir. Es decir, él sabía lo que pasaría, era la ley del más fuerte, los de mayor autoridad decidían que hacer con aquellos que solo eran una carga, y si sus sospechas eran ciertas, él terminaría perdiendo sin remedio alguno.

Danny sonrió ante esto, seguro de su victoria.

¿Por qué?

Los pensamientos de todos enmudecieron ante la voz que hizo frente, al voltear vieron que se trataba del techno gótico amigo de Danny, quien no parecía temeroso ante la situación.

–... ¿Disculpa?

El fantasma azabache estaba desconcertado y ciertamente confundido.

– ¿Por qué? – Volvió a preguntar esta vez acercándose un par de pasos hacia el espectro, siendo ligeramente cauteloso. – ¿Por qué quieres a Dash? ¿Qué fue lo que te hizo?

Esas preguntas parecieron desestabilizar al astro-nerd, quien aún no entendía que estaba ocurriendo. Aunque luego esos pensamientos pasaron a segundo plano cuando una inexplicable sensación de soledad se instaló en su núcleo, haciéndolo brillar en cólera.

Danny entonces alzó su mano haciéndola irradiar de ecto-energía, poniendo en evidencia su incontrolable ira.

¡Cállate! – Rugió disparando su ataque hacia Tucker, quien estaba estático.

La mitad fantasma, ante esto, creó un escudo delante de su amigo debilitando el poder de su ataque.

Mientras tanto, Tucker parecía afectado, en su mente no cabía la posibilidad de que su amigo de la infancia, él que lo apoyó en todo y nunca lo dejó, fuera capaz de atacarlo como si fuera una amenaza, simplemente no lo entendía. Sintió estar en un escenario que no era suyo, uno donde todo lo que conocía no parecía ser real, como estar en otra dimensión, una llena de engendros que solo lo hacían querer huir.

Las primeras lágrimas empezaron a asomarse, pero se negó a soltarlas, queriendo permanecer firme.

– ¡¿Por qué?! – Gritó completamente alterado – ¡¿Qué fue lo que te hizo Dash?! – Para Tucker, ese seguía siendo Danny, y el gótico sabía que no era el único con esa mentalidad. Los recuerdos que vivieron juntos no podían ser en vano, no lo aceptaría. Debía haber una razón para que su compañero de la infancia estuviera en ese estado de cólera, y si tenía que ver con el idiota de Dash pues lo averiguaría, así tenga que ser a la fuerza (aunque esperaba que no fuera necesario).

Pero Daniel no quería cooperar.

¡No es tu problema! – Era increíble cuanta ira podía reprimir un cuerpo tan pequeño.

Sus ojos escarlata centellaron antes de embestir el escudo. Sin embargo, la albina previno esto y lo deshizo imponiéndose ante su amigo gótico arremetiendo contra Daniel sin siquiera pensarlo enviándolo hacia el otro lado del pasillo. Y aunque no lo pareciera eso había quebrado a la chica.

Golpe tras golpe, sentía como su alma se rompía en miles de pedazos, como si fuertes cuchillas ardientes se clavaran en su espalda atravesando su corazón. Era una tortura.

Ella nunca deseo el lastimar a sus seres queridos, ni siquiera se vio en la necesidad de dañar a un ser humano que fuera ajeno a ella o no, y de todas formas ahí estaba, dañando aquel a quien perdió hace más de un año y justo en el aniversario de su muerte, pese a sus esperanzas de que siguiera vivo.

Nunca dejó de buscarlo, a pesar de que todos lo tomaran por muerto, ella no se detuvo, llamaba constantemente a los policías en busca de avances, buscaba en cada rincón de la ciudad deseando ver aunque fuera una mínima señal de vida, se sintió incluso en la necesidad de allanar propiedad privada creyendo que lo tenían cautivo y que se estaba marchitando por ayuda. Más nunca llegó a pensar en buscarlo en el más haya, creyendo que eso sería darlo por muerto.

Era algo repetitivo que solía recordarse siempre. Danny está vivo, esos eran sus pensamientos y nadie los corrigió por mucho que lo intentara.

Pensar que fue el mismo Daniel quien le hizo abrir los ojos la dejó con un mal sabor de boca.

Un estruendo resonó en el área, las puertas de la salida trasera habían sido destruidas dándole paso a una figura delgada que terminó arrastrado en la tierra, recogiendo parte de esta en el proceso. Del umbral destrozado, emergió una silueta femenina que jadeaba en cansancio mientras observaba lo que había causado, su cara era un poema, pero no debía derrumbarse, no de nuevo.

Descendió al pie de las escaleras mientras mantenía sus ojos fijos en su persona, analizando sus movimientos. El azabache tembló antes de incorporarse, sus mirada rojiza se fijó en su rival como retándola a acercarse, más ella no lo hizo.

Los animales que antes estaban dentro del establecimiento cabalgaron hacia su líder, quien lentamente se puso de pie empezando a irradiar energía escarlata mientras apretaba sus puños concentrando ecto-energía en ellos, el coraje que quemaba en sus venas era tan palpable que de ser posible podría ser cortado fácilmente con un cuchillo, ante esto la chica fantasma no dudo en ponerse en guardia, a la espera de cualquier cosa.

De manera inoportuna, los animales que custodiaban al azabache, al igual que los que estaban afuera de la reja, empezaron a alterarse, como si fueran víctimas de una extraña fuerza que los estuviera volviendo locos. Dicho detalle no pasó desapercibido por Sam, quien pareció descolocarse un poco ante este hecho.

Su amigo pareció ser más rápido, ya que, apenas notó esto, la energía que irradiaba su cuerpo empezó a desvanecerse, dejando solo sus ojos como evidencia de esto, los cuales seguían brillando en rojo, su postura rígida decayó dejando una pose pasiva en su lugar mientras acariciaba el hocico de uno de los ciervos que estaban a su disposición. Una vez calmado, empezó a tararear una canción que pareció no solo calmar a sus fieros seguidores, sino también a los rehenes que estaban viéndolo todo, los cuales habían ido nuevamente a resguardarse detrás de los ventanales para presenciar la escena ante ellos, como si hubieran olvidado lo que pasó hace unos momentos. Dicho cántico había relajado por completo el pánico entre los animales, quienes se acercaron al azabache sin dudarlo, dejando que los brazos de este fueran un sitio de reposo para los pájaros, y su voz siendo un analgésico para su malestar. Si tuviera que opinar, Sam hubiera comparado dicha escena con un cuento de hadas, algo mágico y relajante.

De repente, la postura calmada y casi relajada de Danny se convierte en una pose de guerra, con las piernas separadas, los brazos extendidos cual director de ópera (en donde aún reposaban algunas aves) y una sonrisa maquiavélica. Entonces, un cántico de guerra resonó por todo el lugar, provocando que los animales corrieran en combate contra los estudiantes y la niña fantasma.

Esta última pareció despertar de un sueño, y antes de darse cuenta estaba a punto de ser aplastada por una manada de animales salvajes.

Nuevamente formó un escudo bloqueando el paso de aquellas bestias hacia la entrada de la escuela, evitando también que la atacaran. Ante esto los seguidores del astro-nerd arremetieron contra este una y otra vez en un acto de desesperación, era obvio que querían atravesarlo o romperlo, lo que pasara primero.

Y ciertamente parecía funcionar.

La albina estaba ciertamente cansada, había gastado mucha de su energía física y emocional combatiendo contra Daniel al mismo tiempo que evitaba sus ataques, no creía poder aguantar por más tiempo, se sentía desfallecer, creyó incluso por un segundo que se desmayaría, y honestamente no quería que eso pasara.

El chico gótico notó esto, y sin pensarlo corrió al lado de su amiga tratando de ayudar, aunque fuera en lo más mínimo con tal de no perderla. En consecuencia, el fantasma de Danny alzo su brazo deteniendo a sus seguidores con una orden antes de cargar su mano con ecto-energía nuevamente, queriendo acabar con este circo y cumplir con su objetivo sin que nadie lo detuviera.

Estaba enfocado en eso.

Pero Tucker no se la dejaría fácil.

– ¡Vamos Daniel! ¿No me recuerdas? – Gritó el techno gótico mientras abrazaba a Sam de la cintura, quien, al igual que él, estaba conteniendo las lágrimas. – ¡Soy yo, Tucker! Me regalaste banditas fosforescentes cuando me raspé la rodilla en jardín de niños, ¿Recuerdas eso?

Por un segundo, las intenciones de Danny parecieron vacilar. Un destello había opacado al escarlata en sus ojos por apenas una milésima de segundo.

– Tú eras quien nos regañaba a mí y a Sam por lastimarnos cuando jugábamos a las carreras en primaria – ante la vacilación de Daniel, el chico gótico decidió seguir intentando, esperanzado con que esto tuviera un resultado positivo – , eras el que siempre nos corregía cuando pronunciábamos algo mal en clase de español. ¡Incluso nos enseñaste a hablar Esperanto!

La mirada de Daniel parecía apaciguarse, pero no había bajado su mano en absoluto, aun parecía firme.

– ¿No recuerdas nada de eso?

Los ojos del azabache se abrieron hasta más no poder, como si un rayo de lucidez hubiera atravesado su cabeza, parecía incluso pensativo, analizando lo dicho por el chico de rastas. De la nada, el destello esmeralda se intensificó, aterrando por un segundo a la chica fantasma, quien sin dudarlo rodeo a Tucker con su cuerpo queriendo evitar que saliera lastimado, si alguien debía salir mal herido de esto sería ella, no Tucker.

Pero no pasó nada.

Confundida volteó la mirada hacia el chico, el brillo en sus manos simplemente se había apagó y solo quedó como evidencia la temblorosa mano del pobre muchacho que parecía estar a punto de llorar. Tal vez de rabia, tal vez de nostalgia, quien sabe.

La halfa humedeció sus labios, atenta a lo acontecido mientras volteaba lentamente hacia Daniel, su mejor amigo.

– Nadie debe salir herido, estas personas son inocentes y lo sabes, Daniel. – Dijo estando segura de sus palabras, por mucho que ella odiara a Dash, esta no era la manera de actuar ante los problemas.

Se lo vio descender hasta casi tocar el suelo, con la mirada perdida y los puños tensos, como si estuviera luchando contra sí mismo. Su mirada estaba oculta ante la vista de todos mientras las lágrimas parecían estar a punto de desbordarse.

Tucker quiso acercarse pero uno de los canes se lo impidió gruñéndole, evitando así que avanzaran.

Los alumnos empezaron a salir del establecimiento, creyendo por un momento que ya no había peligro, aunque no todos fueron tan valientes pese a que el escudo aún seguía en su lugar, inmutable ante lo sucedido.

Sam se acercó a los límites del escudo sin tocarlo, queriendo estar preparada por si algo salía mal.

– Sé que asumes que todo esto es culpa de Dash, y no estoy segura de porque lo crees – Empezó queriendo sonar calmada, más que nada para evitar un nuevo conflicto, al mismo tiempo, no quería volver a alterarlo tomando una voz autoritaria, esta vez quería hacerlo bien –, pero esta no es la manera, no es correcto. Nadie debe sufrir aun si crees que lo merece, eso no te hará ningún bien. – Finalizó esperando alguna reacción de Danny, quien no hacia movimiento alguno.

Por otra parte, el de piel pálida estaba encerrado en sus recuerdos, tratando de asumir lo anteriormente dicho por el chico gótico.

Él recordaba haber estado en el jardín de niños con otros niños de su edad en ese entonces, resumiendo esa etapa de su vida como una muy divertida y completamente pacífica. Él recordaba a su familia, a quienes no había ido a buscar pese a los buenos recuerdos que había tenido con ellos, en donde todos estaban enfrente de un gran árbol decorado con hermosas luces de colores, los recuerdos de sus cumpleaños y de los viajes que habían hecho en vacaciones, todo eso estaba en su mente. Él recordaba su amor por la astronomía y el enigma que le traía el espacio, el misterio, la euforia de saber que había más haya de nuestro arco de estrellas le daba una inmensa adrenalina y emoción que no parecía poder controlar. Él recordaba todo eso.

Pero algo estaba mal.

Sus recuerdos tenían huecos y lagunas que no podía explicar, como si alguien las hubiera robado.

Él recordaba estar en el jardín de niños, pero solo eso, no recordaba a su maestra, a sus compañeros, o a los amigos que hizo ahí. Él recordaba a su familia, tanto nombres como rostros, al igual que los cumpleaños y fiestas que pasó con ellos, más no era capaz de recordar que regalos recibió o que había pasado en esas fechas, solo recordaba haber estado ahí, pero eso era todo. Él recordaba su amor por la astronomía, pero no podía asimilar donde inició ese amor fuera del porque la amaba.

Varias vivencias de su vida llegaban a su cabeza más no sentía que fueran suyas, como si estuviera viendo la vida de alguien más.

Pero de entre todo eso resaltaba un nombre y un rostro, Dash Baxter.

El hombre al que vio por última vez.

Y entonces volvió al presente, donde las palabras de esa chica fantasma aun resonaban en su cabeza. Alzó la mirada en estado de quiebre antes gritar.

¡TÚ NO LO ENTIENDES!

Una ráfaga de una inexplicable manta azul se alzó ante todos rompiendo finalmente el escudo dejándolos expuestos por completo.

El corazón de todos se congeló de repente, sintiendo una soledad inexplicable y advirtiendo como sus ojos picaban dejando brotar miles de lágrimas sin razón aparente, todos menos un chico de rubios cabellos que miraba desconcertado la escena. Por otra parte, quien la tenía peor era la chica fantasma, quien parecía haber sido golpeada en el estómago hasta ser dejada sin aire, su rostro estaba pálido, más de lo normal, y sus ojos estaban derramando lágrimas sin descanso cual cascada mientras se derrumbaba de rodillas siendo sostenida por un confundido afroamericano.

De vuelta con Daniel, este igualmente cayó de rodillas mientras cubría sus ojos dejando salir incontrolables lágrimas a la vez que soltaba sollozos sin descanso. Los animales a su alrededor parecieron resentir ante su pesar puesto que se acercaron a su persona intentando consolarlo pese a que no parecía hacer efecto alguno. Los perros se acostaban sobre él, los gatos se acurrucaban en sus brazos mientras los demás animales solo observaban intentando apaciguar su llanto.

Ninguno entendía que estaba ocurriendo, de la nada todos lloraban sin razón como si la peor de las noticias les hubiera sido contada, pese a eso, la albina se levantó como pudo entre el llanto y dolor que habían golpeado su núcleo de manera inexplicable; sollozante; preocupada; dijo lo más serena posible.

– Tienes razón – Dijo la halfa, logrando captar la atención del afligido espectro –, no entiendo el dolor por el que estás pasando, pero se lo que es perderlo todo y sentir que nadie lo entiende. – Reveló dejando en libre albedrio lo dicho por ella.

Muchos relacionarían sus palabras con el hecho de estar muerta y alejada de su familia, siendo esa una perdida imposible de corregir, pero sus más cercanos, los que conocían su secreto, sabían de quien hablaba. Tucker, lo sabía, y esperaba que eso lograra apaciguar a Daniel para que todo esto acabara.

– Pero encerrar todo ese dolor no hará que las cosas mejoren. – continuó sintiendo como la tristeza que desestabilizaba a los presentes disminuía, tomándolo como una buena señal. – Matar a Dash no hará que tu situación mejore, Danny. – corrigió metiendo a Dash en la situación, queriendo que dejara al futbolista en paz, el cual estaba cerca del grupo que había salido del establecimiento.

El azabache alzo la mirada, revelando ese brillo Cian que había opacado el escarlata de estos que representaba su ira internalizada. Ahora sus ojos solo podían expresar aquella tristeza que había congelado su núcleo por tanto tiempo y que no había sido consolada desde el día en que murió. Estos eran tan brillantes como el azul cielo que reflejaban la vitalidad que tuvo alguna vez en vida, causando que la herida emocional de Sam ardiera en demasía, como si hubieran aplicado sal en ella.

Pero eso no la derrumbó, aun debía mantenerse firme, a sabiendas de lo que Danny podía hacer.

A sabiendas de lo que Danny era capaz de hacer.

Daniel, por otro lado, se había quedado pensativo ante lo dicho por la halfa.

Refutando en sus palabras por varios segundos, queriendo ver alguna razón para negarle sus verdades, más era en vano. Lo dicho por la albina eran eso, verdades, dañar a Dash físicamente hasta el punto de matarlo no lograría hacer que su dolor desapareciera, ese dolor interno que no podía explicar y que justo ese día se había intensificado dejándolo a la deriva y con una inexplicable sed de venganza hacia ese chico. Por otra parte, las razones para acabar con todo y descargar sus pesares en el rubio eran mayores, más una pequeña vocecita no lo dejaba por completo, haciéndole notar que lo intentado hacer no daría resultado y que solo aumentaría sus penas y pesares.

Fue cuando esos recuerdos ajenos a él volvieron nuevamente, haciéndole ver el rostro de la albina y el chico gótico por breves momentos, llegando a preguntarse si alguna vez los conoció en vida. No lo sabía, y tal vez nunca lo sepa.

Esos recuerdos estaban perdidos y probablemente no los volvería a recuperar.

Tal vez sea lo mejor, pensó.

Volviendo al presente, el chico de lentes notó como todos parecían más calmados y el cómo las lágrimas se evaporaban en sus rostros, movió su mirada hacia el objeto de su ira, ya no sintiéndola como antes, como si aquellas gotas de agua salina hubieran evaporado parte de esta. Experimentó la necesidad de irse, pensando por un segundo que lo dicho por esa chica fantasma era cierto, que tal vez dejar en paz a Dash era lo mejor.

En verdad que quiso hacerlo.

Miau.

Un maullido resonó a su derecha haciéndole desviar la mirada en dicha dirección por puro impulso. Justo ahí, recargado en su brazo, estaba un bello gato de pelaje blanco con esclerótica amarilla e iris ennegrecidas, un collar violeta acompañado de un dije dorado adornaban su cuello, parecía costoso, y en este mismo estaba grabado su nombre.

Maddie.

Lleno de curiosidad volteó este mismo dejando a la vista el nombre y datos del dueño, y dicha identidad fue lo que lo hizo recapacitar en sus decisiones, llenándolo de un alivio y gloria que no había sentido antes, como si sus pesares lo hubieran abandonado por un momento antes de volver a llenar su núcleo con mayor fuerza, pero sin llegar a un nivel peligroso para los presentes. Ante esto, quiso mirar al frente de nuevo, pero un jalón en su brazo izquierdo lo volvió a detener, era un cachorro, de pelaje lima y ojos rojos, quien tenía una mirada triste y confusa, como si deseara averiguar lo que pensaba, su cabeza estaba inclinada y sus pupilas agrandadas.

Luego de pensarlo mejor, Daniel descubrió lo que realmente debía hacer.

Después de varios segundos, que habían parecido horas, la albina advirtió en como su mejor amigo se levantaba cargando a un gato blanco y a un cachorro de curioso pelaje verde. El azabache entonces inhalo lentamente para después soltar un cántico de guerra que retumbó en los ventanales de la institución. Ante esto los animales que lo custodiaban corrieron en dirección a los alumnos, como si quisieran agredirlos, sin pensarlo Sam se puso en estado de alerta, dispuesta a dar todo por defender a los presentes. Sin embargo, los animales rodearon a la multitud saliendo inmediatamente del establecimiento en direcciones opuestas, del mismo modo, los animales que rodeaban el área escolar se habían dispersado desapareciendo por las calles y avenidas que conectaban con el área, dejando el lugar desolado.

La albina suspiró alivia ante esto, levantó la vista hacia el chico de las estrellas quien seguía de pie ante ellos con ambas mascotas en sus brazos, con una expresión ilegible.

Ella tuvo la intención de acercarse, pero el azabache había bajado al cachorro de sus brazos, quien de inmediato se transformó en un monumental perro de ataque de más de tres metros de altura, con sus fauces alargadas de forma excesiva y sus ojos brillando en escarlata con dirección a los presentes, atento a cualquier movimiento que pudieran hacer. Habiendo terminado, el azabache se elevó hasta el lomo del animal sujetándose de su collar de púas, montándolo cual semental, mientras cargaba al minino blanco que había estado inmutable ante todo lo ocurrido.

Esto descolocó a la halfa, más no lo hizo notar.

– ¿Te irás? – preguntó tanteando su suerte ante la premisa de una conclusión pacífica.

Daniel volteó a verla, con una mirada pasiva, de esclerótica blanca con un iris, sin pupila, de un azul pálido, que opaca al azul cielo que antes deslumbraba en vida.

El azabache asintió – Me iré. – informó con un tono neutro. – Tienes razón, aniquilar a Dash no cambiará nada. – Dijo haciendo que la albina, y los demás presentes, sonrieran ante esto.

Sam sintió que había logrado llegar al herido corazón de su viejo amigo, quien al parecer había recapacitado en sus acciones, haciéndola sentir tranquila y con la esperanza de volver a tratar con él en una mejor situación y con mayor calma. El techno gótico estaba en las mismas, queriendo acercarse a su amigo fantasma para consolarlo y recuperar el tiempo perdido.

Sin embargo, algo no se sentía bien.

Esa mirada que les dirigía el ahora espectro estaba vacía, dos agujeros completamente vacíos que al mismo tiempo eran atrayentes, como agujeros de gusano queriendo tragarse tu alma con solo observarte.

La risa vacía que soltó solo avivó esa tensión en el ambiente que no se había sentido antes.

Tenías toda la razón... Chica fantasma. – Dijo haciendo una pausa, como si quisiera llamarla de modo diferente, mientras una escalofriante sonrisa crecía en su rostro – ¿En que estaba pensando? – preguntó carcajeándose ante el silencio que habían formado los presentes, quienes volvían a temer por lo que fuera a suceder.

La halfa quiso volver a hablar, intentar dar a entender sus palabras de la manera correcta. Sin embargo, Danny no la dejó.

¿Matar a Dash? – dijo saboreando la sola idea de manchar sus traslúcidas manos con la sangre de ese fracasado, el sentir como el líquido vital de ese futbolista se deslizaba entre sus dedos hasta caer en gruesas gotas al suelo, manchándolo en el proceso. Miró sus manos disgustado con la sola idea de ello, y no dudó en manifestarlo con una mueca. – Eso hubiera acelerado las cosas. – Expresó mirando nuevamente a la audiencia – No, no, no. Hay formas más... Generosas de alargar el sufrimiento. – Señaló mirando específicamente al futbolista, quien parecía querer escudarse detrás de uno de sus amigos, Kwan. – Después de todo... Hay destinos peores que la muerte, ¿No Dash? – La sola mención de esa frase heló la sangre del rubio, quien empezó a temblar.

Los presentes voltearon a verlo perplejos, mientras el rubio no sabía dónde esconderse. Sus manos temblaban de manera incontrolable mientras retrocedía en lentos pasos, como queriendo huir, sus pupilas estaban dilatas, presas del pánico que había recorrido al futbolista. Asustado; tembloroso; quiso escapar desesperadamente.

Ese sentimiento de desesperación pareció haber abarcado todo el ambiente, Daniel inhalo ese aroma sintiéndose sediento de poder, como si su deshumanización no hubiera quedado ya clara con sus anteriores palabras. Un escalofrió recorrió la columna de la halfa quien no le había quitado la mirada a Danny en ningún momento.

Danny sonrió ante esto.

Extasiado con lo que unas artísticas palabras podían lograr en una multitud.

Recuerda todo lo que te rodea, Dash. – Señalo viendo al futbolista, el cual le devolvió la mirada con una expresión de puro terror. – Porque tu futuro va a ser diferente. – Finalizó extendiendo su sonrisa de manera escalofriante.

Y tal como apareció, se fue sin dejar rastro.

Sam volteó a ver a Dash con una mirada llena de pena, temiendo por un segundo lo que le deparaba el futuro al muchacho, el cual no estaba mejor. Dash había sido presionado toda su vida hasta el punto en que casi se desmayaba del dolor, estando a nada del llanto, todo eso a causa de sus duros entrenamientos como jugador. Sin embargo, lo que acababa de ocurrir ante sus ojos sobrepasaba toda tensión que pudiera haber sentido en su vida de adolescente, sentía que se estaba asfixiando.

Y no había nadie que lo pudiera sacar de ese abismo en el que él se había metido.


(...)


Se podría decir que durante toda su vida estuvo viviendo en una trama de ascensor, casi llegando a la sima de todo para luego bajar y quedarse en el peor momento de su vida. Como si esta fuera parte de una ruleta rusa y los dioses jugaran con ella como si de la trama de Pandora se tratara. Aunque tampoco asume que fue de lo peor.

Durante la post-guerra, su madre tuvo que buscar una forma de sobrevivir a la hambruna y falta de recursos que su país estaba sufriendo, tomando entonces la decisión de emigrar a Estados Unidos, donde no era bien recibida por su etnia, y casándose con un hombre que conoció un mes luego de integrarse al país.

Nacido de una madre Alemana y un padre estadounidense, Vladimir Masters Strauss fue criado en una granja en Wisconsin con todo el amor que una madre podía darle a su hijo y que en ese entonces no podía entender, digamos que la discriminación por parte de su nacionalidad materna era el menor de sus problemas.

El que dijo la frase, "En tiempos de guerra, tu amor es paz", no sabía de lo que estaba hablando.

No había que ser adivino para asumir que el matrimonio Masters Strauss era un matrimonio arreglado. No se supo hasta tiempo después por parte del primogénito de la familia que esto era por beneficio de ambas partes, más por el lado de su madre que por el lado de su padre, y más que nada porque su madre no podía pedir la ciudadanía en ese entonces por problemas con los estragos de la guerra y la ineficiencia de la USCIS para tramitarle la identificación, y no fue hasta dos meses antes de su divorcio que la obtuvo y pidió el mismo sin pensarlo dos veces.

Pero su "historia de amor" no era tan importante.

Durante la adolescencia, antes de que sus padres se divorciaran, se vio envuelto en su propia guerra contra su padre, la gran mayoría de estas ocasionadas por diferencias de opinión y por los maltratos, tanto verbales como físicos (siendo estos últimos muy poco frecuentes), que había en contra de su madre, quien no podía defenderse o denunciarlo por el simple hecho de no tener una identificación americana o documentos que validaran su ciudadanía, aunque eso no la dejaba como la víctima en esas confrontaciones maritales, no por nada Vlad había heredado el carácter de su madre.

A pesar de las creencias machistas, la madre de Vlad no se dejaba amaestrar por su esposo. Siempre que discutían ella le respondía con la misma intensidad y coraje, la gran parte de las veces iniciando los golpes o devolviéndolos, pero nunca llegando a algo tan peligroso como lo serían las amenazas o el intentar matarse. Por un lado, ellos se querían, pero no de manera amorosa.

Se les podría definir como la típica pareja que se ama más no aguanta estar cerca uno del otro por mucho tiempo a causa de los constantes choques entre sus opiniones.

Si se soportaban era por beneficios, y nada más.

Luego de todo el drama que tuvieron que vivir, finalmente se divorciaron.

Fue todo en buenos términos, sin peleas ni quejas. Ambos se dividieron los bienes con su madre quedándose con la granja, mientras su padre se quedaba con una casa que estaba en el centro de la ciudad en un suburbio de buena pinta. Con el juez acordaron que mantendrían la custodia compartida, con Vlad quedándose con su padre los fines de semana.

Se podría definir esa parte de su vida como una época pacífica en donde pudo tener una buena relación con sus padres estando ahora separados.

Luego conoció a Jack y las cosas cambiaron.

Su vida universitaria no fue todo un lujo, es decir, fue a esa universidad por una beca junto con el único amigo que tuvo durante toda su adolescencia, y al llegar a la universidad todo fue como en su niñez. Era una montaña rusa de acontecimientos en donde deseaba renunciar a sus sueños de tener un título universitario y volver con su madre, para volver a estar en la cima del todo con Jack apoyándolo y dándole ese sentimiento de compañerismo que le hacía falta en sus peores momentos, agradeciendo en ese entonces su amistad con Fenton.

Luego conocieron a Madeline, el amor platónico de Jack y el secreto de Vlad, donde ambos se hicieron amigos de ella por su diferente fascinación por los fantasmas y los temas paranormales. ¿Por qué diferente? Porque mientras Maddie quería estudiarlos a niveles considerados inhumanos, Jack quería atrapar un espécimen de este tipo para experimentar. Sin embargo, Vlad solo quería descubrir sus orígenes, tener más conocimientos de ellos a un nivel más histórico, más parecido a una investigación hipotética-deductiva que a una investigación experimental.

Claro está que eso no evitó el drama que se dio entre Jack y Vlad por la atención de la pelirroja, o al menos así lo vio Vlad. Ciertamente ambos sabían que uno quedaría como el tercero en discordia, pensara lo que pensara cada uno, y a pesar de que Vlad le dijo a su amigo que amaba a la pelirroja esto no evito el romance que hubo entre el pelinegro y la chica del grupo de investigadores, para pesar del medio alemán.

Nuevamente, esto pudo haberse olvidado con el tiempo ya que eso era un amor platónico que Vlad tenía con Maddie y que, con paciencia, se pudo haber superado.

Pero el destino tenía otros planes.

Fue cuando sucedió lo que todos conocen como el día de la muerte de Vlad, pensar que todo acabó así por culpa de una soda de dieta. Era gracioso si se lo pensaban, pero para el veinteañero no dio nada de gracia.

El ardor, la comezón y el cómo su cuerpo empezó a tener erupciones monstruosas fue la parte más sencilla del caso, obviando el pánico que hubo después por parte del grupo paranormal. Lo siguiente que pasó fue lo que realmente se le titulaba como la tragedia de la historia.

Luego del pánico inicial, que se llevaran a Vlad a cuidados intensivos para examinarlo, más que nada porque no tenían ni idea de que tenía, el haber puesto a la universidad en estado de cuarentena por lo mismo, y haber reprendido a los responsables por su falta de conciencia, el infectado se dio un chance de calmarse de su ataque de histeria para que lo evaluaran los doctores para buscarle una solución a lo que sea que tenía en el cuerpo como para que lo vieran como un completo fenómeno.

Tras varios análisis, que no aportaron nada al caso, se vieron en la necesidad de ponerlo en estado de observación en el hospital central de investigación de Wisconsin, donde pasó lo que debieron ser los mejores años de su juventud. En vez de eso, se la pasó rodeado de tutores, aportados por la universidad, doctores que le extraían sangre, para examinar el supuesto virus en su sangre, e injertas de un montón de sueros que no le hacían nada.

¿Qué cuál fue la reacción de los padres de Vlad? A su madre casi le daba un ataque de histeria, nada menos, mientras que su padre no sabía si entran en pánico o mantener la calma (parecía consternado, cabe decir). Pero supieron sobrellevarlo, en un inicio.

Si la situación era estresante para sus padres, imagínense por un segundo como estaría el afectado.

A causa de los constantes cuidados a los que el peli-gris era sometido la cuenta del hospital aumentaba cada día, haciendo que los padres del susodicho se vieran en la necesidad de dar hasta lo que no tenían para pagar los tratamientos y la atención a la que su hijo era sometido para controlar su enfermedad, a la cual bautizaron como Soriasis Ecto-sebática, o Ecto-acné para los plebeyos.

Esto les había impedido visitar a su hijo por mucho tiempo, logrando que el único contacto con el mundo exterior que tenía se esfumara.

Los doctores y tutores tampoco ayudaban mucho.

Ellos solo iban para cumplir con su trabajo y luego se marchaban, más que nada por los riesgos de una posible infección, aunque eso más que un motivo era una excusa, ya que los tutores ni siquiera entraban en contacto con Vlad a causa de una pared de vidrio que los separaba uno del otro. Por el lado de los doctores, ellos siempre entraban con trajes esterilizados para evitar una posible fuga, por lo que tampoco tenían excusas. El peli-gris ya se había hecho una teoría del porque no le hablaban, lo cual lo había desanimado por completo, aunque no lo hiciera notar.

Vlad, como cualquier otro humano, buscaba la aceptación del resto, por muy pequeña que fuera. Todos desean afecto, por mucho que lo quieran negar, ya sea amor fraternal o social, siempre la buscamos inconscientemente, aunque eso siempre depende de cada quien. Y el estar sometido al aislamiento, la falta de contacto humano y la discriminación silenciosa, había causado que su salud mental le estuviera pasando factura.

Todo ese exilio y represión por parte del resto lo llevaron a un estado de vacío absoluto. Sentía como si un extraño hueco se expandiera en su pecho y le drenara toda la energía que cargaba dentro. En ese entonces no lo había entendido, no fue hasta unos años más tarde que descubrió el porqué de ese sentimiento.

Su núcleo, aquel que se estaba formando poco a poco en su sistema, estaba reaccionando a la serotonina, norepinefrina y dopamina que su cuerpo estaba produciendo. Lo que hubiera sido un simple caso de tristeza por aislamiento, se había convertido en una severa depresión a causa de las sustancias químicas responsables de ese estado de ánimo. Logrando que Vlad se sumiera en un estado en el cual eludía toda ayuda externa.

El darle de alta no mejoró las cosas.

Tras volver a la casa de su madre, donde siguió teniendo tutorías, su estado de ánimo declinó hasta un punto donde la mínima reacción por su parte era nula. Su madre lo notaba, pero por más que intentaba ayudarlo no lograba conseguir que le hablara o le diera un indicio de que le ocurría. Llegó incluso a pensar que su estado tenía algo que ver con su enfermedad (la cual aún seguía en su sistema, su cara era muestra de ello).

Por lo que regresó al hospital con la esperanza de que lo pudieran ayudar esta vez.

Más ese no era el problema, o por lo menos no el principal.

¿Se dieron cuenta que en todo esta parte del relato nunca mencioné a Jack o a Maddie?

La verdad era que Vlad, a pesar de lo sucedido, esperaba que al menos sus compañeros, sus supuestos amigos, lo fueran a visitar. Ni siquiera pedía mucho, una simple carta hubiera bastado, pero ni eso había recibido. Y esto, sumado a su estado, fue la cereza del pastel.

La depresión le estaba carcomiendo por dentro. Era como estar sumergido en una bañera que se va llenando poco a poco y entre más se iba desbordando más difícil era sacar el tapón. Él estaba en el fondo del todo, luchando contra una presión que se hacía cada vez más fuerte.

Su propio ser lo estaba consumiendo, y nadie parecía entenderlo.

Pensamiento tras pensamiento lo hicieron orillarse al suicidio, una y otra vez, tanto así que los doctores tomaron cartas en el asunto colocándole una camisa de fuerza para evitar que se auto-lesionara para acabar con su propia vida.

Más de uno llegó a juzgarlo por esto, llamándolo cobarde en más de una ocasión.

La realidad de todo esto es que las personas que tienen pensamientos suicidas no son cobardes, porque si acabar con la vida de alguien ajeno a ti es difícil, imagínate acabar con la propia. Muchos dirán que es el camino fácil, pero para ellos es el más difícil.

Con el pasar de los años, empezó a rememorar los mejores momentos de su infancia, para no terminar acabando con su existencia por amor a su madre, algo que pudo ayudarlo en su momento y que pareció mantenerlo con vida un par de años. Durante esos años se la mantuvo indagando en sus memorias buscando una explicación a sus desgracias, redirigiendo toda su tristeza e ira a la única persona con quien realmente tuvo una conexión: Jack Fenton, el hombre que lo abandono como a un juguete viejo, que lo había convertido en un fenómeno y que le había arrebatado al amor de su vida. Aquel quien dijo ser su compañero del alma y quien sin pensárselo lo abandono como si nada, como si todos esos años no hubieran significado nada.

Esa rabia creció cual mala hierba en su sistema, envenenando su alma y oscureciendo su juicio. Fue entonces que dos años más tarde, cuando finalmente salió de ese hospital y el ecto-acné había desaparecido, no dudó en buscar a Maddie para recuperarla, pero era demasiado tarde, ella ya se había casado.

Así pasó mucho tiempo, tiempo en el cual descubrió sus habilidades a base de prueba y error, donde amasó una fortuna financiada con robos a gran escala y compras a empresas que más tarde se volverían exitosas. Todo con el único propósito de darle a su madre lo que siempre se había merecido, más por desgracia eso había sido lo de menos. Nuevamente había caído al final del ascensor, en el momento justo en que su madre finalmente dejó este mundo, pidiéndole a su único hijo una sola cosa antes de morir:

"Vlad, sin importar lo que pase, prométeme que aprenderás de tus errores y seguirás adelante. Te harás responsable de tus actos, sean buenos o malos. Y que sin importar que aprenderás a perdonar." Y lo hizo, se prometió a si mismo nunca olvidar sus palabras, y con una hermosa sonrisa ella dejó este mundo para descansar en paz.

Y después de haber sufrido todo lo que aconteció desde su niñez, hasta la universidad y su metamorfosis de humano a halfa, asumió el hecho de que ya nada podría derrumbarlo. De todas formas, ya lo había experimentado todo.

...

Si anteriormente dijo que ya nada lo podía derrumbar o quebrar de cualquier modo ahora bien podría retractarse y comerse cada una de sus palabras. Lo que acababa de ocurrir en su oficina no era lo más raro que había visto en su vida, pero sí lo más...

...

Ni siquiera podía describirlo.

En medio de la estancia de aquella peculiar oficina se hallaban tres figuras que diferían en apariencia: Un halfa eficaz, un espectro retraído y un canino desorientado, los tres distraídos en sus pensamientos, debatiendo en que acciones tomar.

Por un lado, teníamos al hombre mitad fantasma, quien no sabía que opinar al respecto.

–... ¿Hay...? – Respiró profundo antes de volver a hablar. – ¿Hay algún motivo por el que vengas a visitarme, Daniel? – preguntó mirando con serenidad fingida al fantasma que parecía estar a nada de sufrir un ataque de pánico.

Pero la realidad era que el fantasma vengativo solo estaba en conflicto con sus decisiones, sin estar total o definitivamente seguro del porqué.

–...Tal vez. – Respondió luego de unos segundos estando algo cohibido mientras eludía la mirada del halfa frente a él, que, a su criterio, no parecía inmutarse ante la situación.

La actitud del peli-plata era normal, en cuestiones de apariencia, aunque claramente se le notaba familiarizado con la situación, como si ver al espectro del hijo desaparecido de tus ex mejores amigos fuera algo de todos los días.

Y tal vez lo era.

No se sabía a ciencia cierta cómo había comenzado, aunque si le preguntabas a cierto cazador de flameantes cabellos este no tardaría en responderte diciendo que él fue quien los reunió, el que acabara con magullones en el rostro era supuestamente de otra casería ajena a esa.

Aunque si recordaban con certeza que había pasado después de verse por primera vez, en el caso del espectro, y después de tanto tiempo, en el caso del halfa. No habían hecho mucho realmente, el magnate se había quedado paralizado pensando que su mente lo estaba engañando, que delante de él solo había una simple alucinación que le recordaba toda la culpa y repugnancia que se tenía a sí mismo. Por otra parte, el adolescente solo podía mirarlo con una mezcla de duda y curiosidad, no estando seguro si el fantasma de piel azulada delante de él era un aliado o una amenaza, teniendo como única referencia viable al fantasma cazador que le gritaba y daba miedo.

Vlad, tomando nota de lo tenso que estaba el muchacho en su presencia, no dudo en relajar su postura manteniendo distancia del jovencito.

El pelinegro lo vio como un pase de huida y lo tomó sin pensar dejando al contrario solo en medio de esa área solitaria, el halfa no lo tomó a mal y lo dejó ser recordándose el encontrarlo en un futuro.

– ¿Tal vez? – Cuestionó el adulto no queriendo sonar como un regaño mientras se mantenía en su lugar.

Daniel desvió su vista hacia el frente con una expresión desamparada, como si no supiera realmente en donde se encontraba o a donde debía ir.

– Yo... – se tomó un momento para tragarse el nudo en su garganta antes de continuar – No sé a qué vine en primer lugar – Admitió volviendo a eludir la mirada del magnate.

Claramente Vlad no se tragó esa excusa. Más decidió no presionarlo.

En cambió lo observó con las manos debajo del mentón esperando que el propio Daniel le revelara la intensión de su inesperada visita. Pensándolo bien, si ignorabas el hecho de que uno de ellos estaba muerto y el otro era un medio muerto, casi parecía la escena de un padre interrogando a su hijo a sabiendas de que hizo algo, a pesar de no tener pruebas él lo sabe porque tú mirada y tu lenguaje corporal se lo dice todo.

Porque a pesar de todo lo anteriormente ocurrido Daniel seguía siendo un adolescente en crecimiento que sucumbe ante la presión social.


¿No te asusta estar muerto?


Vlad tardó un tiempo pero jamás se rindió en volverlo a encontrar a sabiendas que estaba por algún lado de la zona fantasma, porque como dijo, iba a encontrarlo. Y así lo hizo.

Se volvieron a ver cerca de los terrenos del fantasma de las cajas, quien no parecía molesto con la presencia del recién llegado. Aprovechando el hecho de que el dichoso fantasma no estaba, Vlad se acercó al adolescente sentándose a su lado en una de las pequeñas islas recordándose el mantener su distancia.

No se dijeron mucho, más no fue una compañía incomoda.

Danny había agradecido la pequeña plática y se había ido poco después, dejando al de piel azulada con un pequeño pesar, pero no pareció decaído, al contrario, lo entendía y no quiso presionarlo. Sin más se marchó prometiéndose volver algún día.

Nuevamente así lo hizo.

Una y otra, y otra, y otra vez.

Siempre le visitaba cada que tenía oportunidad, era de rutina encontrarse en ciertas partes de la Zona Fantasma, la mayoría de esas veces era por los dominios del fantasma de las cajas, ¿Por qué? Tal parece que el fantasma ya le había tomado cariño al pequeño fantasma de lentes que siempre ordenaba su almacén cuando no estaba. ¿Qué porque se lo ordenaba? Porque no tenía más nada que hacer.

Y en cada una de esas visitas el halfa le hizo varias preguntas.


¿Cómo puedo estar asustado?


Daniel internamente estaba tiritando de frio por los nervios, sintiendo que la tensión en el aire se aplicaba a su cuerpo como si cayera a lo más profundo del océano a nada de morir por presión, como si el hecho de ya estar muerto no fuera un problema en su ecuación.

En silencio, miró el entorno en donde estaba, notando que Cujo estaba en su forma de cachorro nuevamente, mientras intentaba, de alguna forma razonable, explicarse a sí mismo porque había venido a la mansión del hombre en primer lugar, queriendo en un principio hacerse creer que lo hizo sin pensar solo para alejarse de la escuela, pero no podía rellenar el vacío que quedaba en ese argumento.

¿Por qué huyo de la escuela en primer lugar? Él no lo sabía, y si él no tenía la respuesta a esa incógnita entonces nadie la tendría.

Era algo de él, no de Vlad.

Y aun así había ido ahí sin pensar por un momento lo que el empresario delante de él diría sobre su visita, es decir, literalmente apareció de la nada en su estancia con un perro gigante a punto de destruir su oficina solo porque necesitaba abandonar la que hubiera sido la escena de un homicidio sino se hubiera largado en primer lugar.

Tal vez debería irme, pensó por un segundo, pero algo evitaba que se fuera, como siempre que estaba con el hombre de cabellos plateados.

Y es que siempre sucedía, desde hace un año era así con él.


... ¿Eso es un no?


En cada visita el halfa recibía respuestas cortas o sin terminar, confirmando indudablemente lo dicho por Skulker.

El azabache tenía sus recuerdos borrosos o simplemente no los podía encontrar, como siempre ocurría con cada nuevo fantasma que llegaba a ese lugar de tonos lúgubres. Ciertamente no estaba impresionado, aunque eso no quitaba el hecho de que estaba algo melancólico con el asunto, estaba tratando con una persona amnésica que apenas y podía recordar su nombre, sin contar que, de alguna manera extraña, casi había matado a Skulker (otra vez).

Ese hecho en concreto lo había dejado pensativo por un tiempo, obligándole a indagar un poco en el asunto.

Ahora bien, ciertamente no había investigado a gran medida sobre la evolución fantasma en el ámbito de poder (más que nada porque lo veía innecesario en su momento), pero según los registros sobre biología fantasma, que se encontraban en posesión de Ghostwriter, cada fantasma "nace" con un núcleo y habilidad diferente conectada a su vida como ser vivo, que puede o no despertar en cuestión de años, dependiendo de su nivel de entrenamiento y habilidades. Sin embargo, había mínimas excepciones, como aquellos que "nacen" con una habilidad predeterminada ligada a su muerte o su pasión, que indudablemente influye en su forma física, como sería en el caso de Ember.

Pero a otros no les tocaba ser parte de la minoría, a esa parte les tocaba averiguar por su cuenta lo que pueden o no hacer, como usarlo para su beneficio y como vivir de ahora en más con eso. Por desgracia en aquel lugar no existían escuelas que te lo enseñaran, ahí debes aprender por tu cuenta a base de prueba y error, conseguir un territorio propio, y defenderte por tu cuenta o aliarte con alguien más fuerte para sobrevivir.

La ley en prisión, como dirían algunos.

De todo eso, tomando de referencia lo anteriormente dicho, cabía la posibilidad de que Daniel fuera parte de esa minoría, solo que no había nada que afirmara esa posibilidad, dado el hecho de que no había atacado a nadie o había tenido otra explosión de su núcleo como había ocurrido cuando se encontró con Skulker.

Prácticamente era un fantasma pacífico que no recordaba nada y por consiguiente no tenía, o no poseía, una obsesión a la que aferrarse. Y ciertamente no sabría decir si eso era bueno o malo.


... Realmente... ¿No lo sé?...


Finalmente el pequeño azabache levantó la cabeza dirigiendo una mirada cargada de pánico al de cabellos platinados, algo que pareció desconcertar al viejo halfa, quien no tenía idea de la razón del pesar en la mirada del joven fantasma.

–... – Fueron segundos, que se sintieron horas, los que pasaron para que el jovencito hablara. – Tengo miedo. Miedo de mí mismo. – Dijo con una voz temblorosa y quebrada, como si estuviera a punto de llorar, algo que sentía imposible a este nivel de su no-vida.

Y aunque no lo hubiera demostrado en su momento, cuando todo el tema de la vindicta había ocurrido hace apenas unas horas, él si había sentido miedo, una clase de terror abrumante causado por sus propios pensamientos homicidas llenos de sangre y venganza. Necesitaba ayuda. Y eso era algo que no todo fantasma aceptaba, se podría decir que Daniel era el primero de todos en la Zona Fantasma en ser parte de esa minoría.

Parte de los que habían "nacido" con una habilidad.

Parte de los que habían recordado su pasado.

Parte de los que, indudablemente, eran considerados los más poderosos de la zona.

... Parte de los que buscaban ayuda con su obsesión.

Algo que Vlad ya sabía, pero que no pudo evitar por mucho que amara a Daniel. La obsesión de Vlad siempre fue buscar que lo amaran, que alguien (específicamente Danny) le dirigiera ese amor sincero a su persona, mientras que la obsesión de Danny era la venganza en contra de aquel chico Baxter.

Sorprendentemente, Vlad no sabía el porqué de esto, conociendo a Danny (Al Danny antes de su muerte) no había razón lógica para guardarle rencor a alguien, él no era así. Pero el adolescente ya no era el mismo, ya no pensaba con claridad, ya no poseía esas barreras que lo hacían ser el jovencito amoroso que todos amaban, ese chico ya no existía.

Y si él ya no estaba, ¿Qué quedaba entonces?

Solo quedaban recuerdos y sentimientos que el pequeño Fenton no podía ubicar. Cada uno de una vida pasada llena de sueños, esperanzas y promesas, muchas de ellas sin cumplir, muchas de ellas que jamás se podrán ejecutar, y todas ligadas a sus seres queridos, entre ellos el halfa delante de él. Por qué, aunque el azabache no lo recordaba, él había vivido más de un momento con el halfa mayor, cada uno estando grabado en su mente a fuego y que con su repentina muerte estos parecían haber desaparecido.

El que los recuperara, o al menos la mayoría, fue un incentivo para Vlad de intentar algo con el muchacho, y aunque no lo logró, nunca se dio por vencido.

Aun cuando el fantasma menor lo había alejado meses antes.


... Entonces no hay necesidad de saberlo...


El halfa de piel azulada estaba confundido, su mirada lo dejaba claro.

– No lo entiendo. – Fue lo que dijo ante la declaración de un enfurecido Daniel.

– Creo haber sido bien claro, Plasmius. – Respondió con una mirada fría perdida en un brillo escarlata.

Pensar que hace solo unos instantes el halfa había ido con el azabache con la intención de simplemente pasar el rato y, con suerte, lograr restablecer su vínculo. En cambio, fue recibido con hostilidad y una extraña aura que merodeaba el ambiente, disparando todas las alarmas del mayor quien no dudó en ponerse alerta, sorprendiéndose al encontrarse con un adolescente aparentemente resentido con él y con una obvia sed de sangre, aunque no lograba aclararse si era por su culpa o por algún recuerdo que había llegado a su mente.

Todo lo que obtuvo fue una seca respuesta y una pose defensiva.

– Pero ¿Por qué? – Preguntó queriendo parecer firme, aunque la tensión fuera demasiada para soportar.

– Porque yo lo digo, ahora vete. – Vociferó el adolescente apretando los puños envueltos en cólera.

– Daniel, estas siendo irracional. – Concluyó el adulto acercándose con precaución, como si tratara con un animal enjaulado. – Hablemos de esto, no es necesario pelear.

– ¿¡Quien dice!?

El aura que envolvía al joven fantasma se había intensificado causando en consecuencia que la tensión de antes fuera lo suficientemente estresante como ver una pelota a la orilla de un edificio a nada de caer, causando que los nervios del halfa se intensificaran.

Era confuso hasta cierto punto. ¿Por qué simplemente no lo enfrentaba?

Por favor, era Vlad Masters, el segundo hombre multimillonario del mundo y uno de los halfas más poderosos de la Zona Fantasma. ¿Cómo era posible que no pudiera enfrentarse a un crio fantasma que apenas estaba despertando sus poderes por un mísero ataque de cólera?

Para Vlad era fácil deshacerse de quien sea que lo fastidiara, solo era necesario un chasquido de sus dedos para que eso sucediera, pan comido.

Podía enfrentarse a lo que sea.

Pero no podía con Danny. Él era el único ser en todo el mundo al que no podía enfrentar, no contra su niño, no contra su Daniel.

No podía hacer esto. Si Danny no lo quería cerca, entonces él no iba a objetar en contra de su decisión, ya después podría arrepentirse de dejarlo ir. De nuevo.

Con la cabeza baja, y la nostalgia reflejada en sus ojos, se fue del lugar, dejando solo a un colérico adolescente que parecía estar a nada de romperse, como si la partida del medio fantasma le desgarrara por dentro, pero el escarlata de sus ojos impedía notarlo. Aquel brillo que imponía temor en quien lo mirara ocultaba a la perfección aquellas lágrimas traicioneras que el joven fantasma deseaba retener.

Tal vez en el fondo no deseaba que Vlad se fuera, pero eso ni él lo sabía, solo entendía que estaba molesto con alguien y que debía hacerlo pagar por lo que hizo. Porque su núcleo lo decía, porque sus recuerdos se lo imponían, porque cada fibra de su ser anhelaba la venganza del culpable tras su muerte.

Anhelaba la muerte de Dash Baxter.


(...)


– ¿Por qué no hay necesidad? – Preguntó el azabache mientras miraba el escenario verde y morado de aquel lúgubre lugar.

– Por qué no pensarás tanto en eso, lo cual te sugiero hacer. – Respondió el halfa admirando el mismo escenario sentado en aquella isla. – Si pensaras en eso cada segundo de tu vida podrías enloquecer, y nadie quiere ver a un fantasma enloquecido por su muerte.

– ¿Hay fantasmas que pasaron por eso? – Preguntó desviando su pálida mirada hacia el halfa a su lado.

– En efecto, muchos pasaron por eso, solo para terminar peor de cómo habían llegado. – Dijo recordando a todos esos jóvenes fantasmas que solo atormentaban a causa de lo acontecido durante su muerte. – Tómalo como un consejo, Daniel.

Volteo a mirarlo con una expresión de seriedad que, si veías fijamente en ella, desbordaba preocupación y nostalgia, siendo lo último extraño para el joven azabache.

Él no lo sabía, pero Vlad temía que recordara su muerte durante su reflexión sobre la misma, conocía a los fantasmas que la recordaban y terminaban haciendo locuras, muchos terminando en un lugar peor que la Zona Fantasma, todo con tal de recuperar aquella vida que les fue injustamente arrebatada. A veces no terminaban así, y simplemente terminaban con una enorme depresión.

Vlad no quería eso para Daniel, y quería evitarlo a toda costa sin saber que eso solo avivaría la curiosidad del aspirante a astronauta.

– Confía en mi Daniel, es mejor ser ignorante de ello. – Finalizó volviendo su mirada al paisaje sin notar la mirada reflexiva de su contrario.

Quien, por segundos, se le notaba un brillo azulado en sus ojos.


... Sin importar lo que pase, prométeme que aprenderás de tus errores y seguirás adelante...


(...)


Durante todo el relato, nadie nunca se preguntó, ¿Por qué Dash no estaba asustado en un principio?

Misteriosamente, el rubio había sido el único que no había llorado tanto cuando esa ráfaga de tristeza golpeó a los presentes, quienes si lloraron con ganas, fueran por penas pasadas o por culpas injustificadas. Sin embargo, el futbolista jamás se doblegó ante Daniel, nunca lo hizo y no parecía tener la intención de hacerlo, ya que él sabía que ese sería su destino, por muy aterrador que pareciera. Cuando matas a alguien algo dentro de ti se quiebra, se pudre hasta no dejar rastro, obligando al individuo a romperse o a quebrarse, y aunque no lo crean, esas dos palabras no tienen el mismo significado. Dash no solo actuaba sospechoso, él tenía todas las de perder en esto.

Pero solo había una persona que sabía del todo el porqué.

Bueno... Ni siquiera era una... Ni dos...

Todo iniciaba en una tarde nublada de miércoles a la hora de la salida en Casper High, donde todos los alumnos y maestros que terminaban jornada se iban sin problemas a sus hogares o a hacer planes con amigos y familiares. Cada uno teniendo una tarde normal sin ningún problema o desquite de cualquier tipo. Todos menos uno.

Y no se sabía bien el porqué de esto.

Por otro lado, un azabache de lentes y gorra de la NASA caminaba tranquilamente por la ciudad de camino a ver a alguien, llevaba unos audífonos puestos y un bolso en su espalda, presumiblemente lleno de útiles escolares, sin estar realmente atento a su alrededor, se le veía relajado, feliz incluso, con sus ojos posados en el suelo y un andar tranquilo, sin ápices de querer apresurarse, honestamente no llevaba prisa. Hoy parecía ser un día común para él, aunque era extraño verlo sin sus amigos a su alrededor, pero fuera de ese detalle todo parecía normal, un chico simple que parecía caminar a su hogar después de una larga jornada escolar.

No había razón para sospechar que algo fuera a ocurrir.

Ni se te ocurra gritar. – Esas palabras enviaron un escalofrió por su espina dorsal obligándolo a voltear con entera confusión y miedo. Solo para acabar con una mirada aterrada ante lo que veía. – Camina. – Tras esa orden el joven amante del espacio no dudó en caminar con el sujeto pegado a su espalda, casi como queriendo intimidarlo, y lo estaba logrando por desgracia.

La música que transmitían los audífonos pasó a segundo plano mientras otro sujeto se colocaba al lado del chico más pequeño, evitando cualquier intento de escape. A diferencia del anterior, este se veía más inquieto, como si se sintiera observado.

Bien dicen que hay alguien que todo lo ve, más nada dicta que ese alguien tenga permitido intervenir. Como dicen muchos: El destino se abre sus rutas. El destino está presente y se escabulle, siempre encontrará el camino para que lleguemos a él, en pocas palabras, no importa que tanto intentes luchar en su contra, o cuanto intentes evitarlo, el destino es como el mar en medio de la tormenta, aun cuando trates de mantenerte a flote al final acabarás en lo más profundo de sus aguas, sellando así el final de tu existencia.

No todo debería acabar en tragedia, pero por desgracia así es como acaba la historia de muchas personas.

Y aquel ser quepasivamente observaba, no tenía permitido objetar.

En consecuencia, nada evitaría lo que iba a suceder en aquel lugar alejado de la civilización, a donde cierto chico azabache era arrastrado sin opción en contra de su voluntad, con un sujeto a sus espaldas, que apretaba los puños con fuerza, y otro a su derecha, quien parecía menos tenso que hace unas horas. Anochecía, y las hojas de aquellos arboles no dejaban ver con claridad lo que había al frente de ellos, provocando que las alarmas del chico de lentes se dispararan inevitablemente, todo esto sin ser notado por los otros que lo escoltaban. O tal vez solo no les importaba.

Estando bajo presión y con el nerviosismo al tope, el amante de las estrellas dio un vistazo a su entorno analizándolo con mayor atención, dándose cuenta de que estaban en el bosque que conectaba con Amity Park a las afueras de este, que estaban en un lugar desconocido del mismo, y que el sujeto a sus espaldas lo estaba guiando con una mano en su hombro que no había notado con anterioridad, esto último lo descolocó por completo.

Alrededor el silencio parecía imperturbable, solo notándose el crepitar de las hojas que se movían con el viento y los estruendosos golpes que se escuchaban en las lejanías, donde un pequeño muchacho yacía en el suelo, despojado de sus pertenencias con tan solo su atrofiada visión como guía en la borrosa oscuridad. Atrás de él, dos figuras se alzaban ante él con claras intenciones de no dejarlo ir, el más bajo acercándose y tomándolo por los brazos evitando que se moviera mientras el más alto, el que había iniciado todo, se sentaba en su regazo y fijaba su cabeza tomándola de ambos lados y clavándola contra el suelo, todo con tal de ver su expresión llena de terror, queriendo deleitarse con sus suplicas y su patético llanto. Sin embargo, el pequeño no se inmutaba.

Suplica porque te libere. – Ordenó la figura envuelta en oscuridad, dejando relucir sus ojos a causa de la luz lunar del ambiente. – ¡Vamos! ¡Suplica por ello!

A pesar del miedo y las inminentes lagrimas que desea dejar salir, el azabache no dejó que las viera, apretando sus dientes con fuerza formando una mueca determinada mientras miraba a su captor a los ojos, sin demostrar ni un ápice de sumisión, no le iba a dar el privilegio de verlo así.

Jamás. – Dijo con un brillo de valentía en sus ojos despojados de todo lente que le permitiera reconocer a su atacante en medio de la oscuridad.

La situación y la adrenalina del momento no le dejaban recordar quien lo tenía inmovilizado, pero estaba claro que, fuera quien fuera, no le daría nada de lo que pedía, saldría de esta con dignidad, o dejaba de llamarse Daniel Fenton.

Desafortunadamente no saldría de esta, al menos no con vida.

Sus captores no lo dejarían ir tan fácilmente, uno estaba con excelsos deseos de desquitarse y el otro estaba sediento de fantasías de poder, ambos acordaron hacer esto, el tomar las riendas del destino de alguien por el simple deseo egoísta que envenenaba sus mentes, ambos con deseos de venganza, ambos con fantasías de superioridad insatisfechas, y solo una manera en que sus retorcidos deseos serian saciados. Pese a que uno estaba dudoso de esto, las palabras de su compañero fueron claras aquella vez: Nadie se dará cuenta.

Lo siguiente que recuerda el aspirante a astronauta es haber sentido como los huesos de sus manos tronaban de manera estridente en el tenso silencio del lugar, sintiendo sus manos entumecerse y como sus músculos se desgarraban por completo en un silencioso crujir por debajo de su piel. El alarido que estallo desde lo más profundo de su garganta resonó por las cercanías, alertando a los animales cercanos y a aquellos de oídos sensibles que captaron dicho pedido de ayuda.

Empezó a removerse del pánico y el penetrante dolor que carcomía su circulación solo impulsaba sus deseos, los alaridos continuaron mientras intentaba liberarse de sus captores con las manos que ya no parecían responderle, las cuales, cabe aclarar, se estaban tiñendo de un alarmante tono rojizo que ninguno de los tres pareció notar por razones diferentes.

Los otros dos sujetos, asustados de haber alertado a alguien no dudaron en cubrir su boca con la desesperada certeza de que así dejaría de gritar, mientras aquel que le había roto las muñecas lo tomaba de los antebrazos tratando que dejara de moverse. El pánico y el peso de sus actos parecían haberles caído encima, como un balde de agua fría que por el repentino giro de acontecimientos provocó que se desparramara sobre ellos haciendo que los nervios salieran disparados. Los bruscos movimientos del pequeño no se detenían, y sus magulladas muñecas ya estaban en peores condiciones que antes.

Esto no debía pasar. Realmente no.

Un relámpago a la lejanía ilumino la escena que se llevaba a cabo mientras la lluvia caía sobre los tres protagonistas de la misma, dificultando las cosas para los perpetradores que seguían intentando acallar al muchacho sin éxito alguno. Desesperados, cegados de ira, aturdidos. Solo podían pensar en una cosa.

Silencio.

El primer golpe callo en la cara del pequeño acallando sus alaridos abruptamente, los siguientes golpes al pecho los reanudaron, solo que estos eran toscos, sin aire y con menos intensidad que antes. A ellos no les importó y continuaron, uno reteniéndolo presa del pánico mientras su compañero magullaba a golpes la apariencia del jovencito a sus pies, quien se manchaba de barro a causa de la lluvia la cual hacia parecer que estaba llorando, y tal vez así era, pero eso ninguno lo sabía.

Por cada golpe que le era proporcionado el dolor se intensificaba con creces dándole menos intenciones de seguir gritando, ya que sus gritos le quemaban la garganta y los pulmones a causa del exceso y la falta de aire que estaba sufriendo. Su pecho ardía, haciendo que le fuera imposible moverlo, sus manos ya no le respondían, manchadas de un rojo violáceo mientras se hinchaban, su cara se sentía de piedra, le pesaba moverse, le pesaba respirar, y todo lo que deseaba era que se detuvieran. Desea no haberse ido solo a casa, deseaba haberse quedado con sus amigos.

Deseaba saber... Que había hecho mal.

Pero sobre todo, deseaba saber quién le estaba causando tanto sufrimiento. Quien era aquel capaz de hacerlo sufrir de esa manera, quien había sido tan egoísta como para hacer algo así.

Afortunada o desafortunadamente, él no se iría sin saberlo.

– ¡Dash basta! ¡Detente! – Grito aquel que lo retenía intentando por todos los medios detener a su amigo, soltando sus brazos en el proceso.

El rubio no respondió, en cambio forcejeo con su amigo asiático mientras inevitablemente se alejaban del lastimado cuerpo del chico nerd que apenas podía moverse a causa de los golpes. Sin embargo, pese a lo anteriormente dicho, el azabache pudo notar a leguas el cómo ambos futbolistas se alejaban de él mientras discutían, algo que aprovechó para voltearse con las pocas fuerzas que tenía y arrastrarse lo más lejos posible de ellos, pese a lo lastimadas que estaban sus muñecas y a lo pesado que sentía su cuerpo él continuó arrastrándose, usando sus brazos como apoyo para moverse y sus piernas para empujarse hacia algún lado, donde fuera menos con ellos.

Pese a sus esfuerzos, el final de todo esto ya estaba sellado.

Los dos futbolistas notaron el intento de huida del joven Fenton, distrayendo por unos momentos al asiático, el rubio, aprovechando esto, apartó a su amigo de encima y corrió hacia el azabache tomándolo del suéter acercándolo a su rostro mientras lo suspendía por sobre el suelo. Este, a su vez, empezó a forcejear con su atacante tratando de patearlo y empujándolo con sus brazos, todo con tal de alejarlo y que lo dejara en paz. El rubio, ni se inmutó.

Y en un ataque de cólera, impulsada por la adrenalina y el ejercicio de hace rato, tomó impulso con el brazo tirando hacia el suelo a Daniel haciendo que se golpeara la espalda y la cabeza contra el suelo. En consecuencia, el azabache empezó a sentir sus oídos vibrar ante un ruido sordo que le impedía escuchar la tormenta que se arremolinaba a su alrededor, y no se refería a la lluvia.

Baxter, ignorando o siendo incapaz de notarlo, tomó al chico de la cabeza, quien apenas podía enfocar la vista, y acercó su rostro hacia su persona manteniendo el contacto visual con él.

Con voz ronca, y tensa por la situación, le dijo casi en un susurro: – Dilo. – Estremeciendo al pobre muchacho que apenas pudo captar las órdenes de quien lo estaba sometiendo.

A pesar de las desventajas, el dolor y la falta de conciencia que sentía, él mantuvo como pudo la miraba sobre su atacante, como retándolo, con una expresión seria (apenas notable) y una chispa de valentía que aún se mantenía viva en su ser.

Jamás. – Dijo con una voz magullada pero cargada de un brebaje que lo estaba consumiendo por dentro y que pese a todo lo mantenía enfocado en su objetivo. Como bien dijo antes, él no se doblegaría, o dejaba de llamarse Daniel Fenton.

Y en el crepitar de aquella lluviosa noche, una supernova se apagó bajo la premisa de un solitario relámpago que había camuflado el final de aquel astro indomable.

La sangre se mezclaba con la tierra encharcada, mientras la lluvia se diluía dejando atrás una grotesca escena digna de un filme de terror psicológico, con los antagonistas respirando ruidosamente mientras el cuerpo de aquella estrella se apagaba bajo la sangre que brotaba de su cabeza, opacando sus ojos y aclarando su rostro, a una mueca que solo podía comparársele a la de un ser vacío, sin propósito, sin sentimientos.

Sin vida.

Ambos responsables no hablaron, pese a que había mucho que decir al respecto. En cambio, tomaron el cuerpo por ambos lados y lo llevaron hacia un enorme árbol de entre muchos en aquel extenso bosque en donde dejaron el cuerpo entre las raíces y con extrema rigidez lo cubrieron con materiales que estaban en los alrededores, hojas y ramas para ser específicos.

Y sin mirar atrás, tomaron sus cosas, junto a las pertenencias del azabache, y se marcharon a sus casas. Sin hablar, sin verdadera prisa de llegar, solo existiendo mientras recapitulaban lo anteriormente ocurrido. Uno de ellos completamente incapaz de aceptarlo, mientras su contraparte, aquel rubio quien había dado la idea, simplemente se mantenía indiferente, como si no le hubiera arrebatado la vida a una persona hace unos minutos.

Las pertenencias las mantuvo como recuerdo, como si fueran un trofeo de caza, sin estar realmente al tanto de lo que eso implicaba.

Aquella fatídica noche de Abril, en un bosque a las afueras de la ciudad, Daniel Fenton de 14 años, hijo de Maddie y Jack Fenton, y hermano de Jasmine Fenton. Murió de un traumatismo en la cabeza a manos de su compañero, Dash Baxter.

Quien, aunque no lo supiera, había perdido algo que él no parecía extrañar. Algo se había quebrado en su interior, pudriendo su corazón y enfriando sus pensamientos. Había perdido su empatía, aquello que lo catalogaba como humano, e irremediablemente eso no lo podría recuperar jamás.

¿Todo tenía una explicación? ¿Había una razón para que aquellos chicos decidieran arrebatarle la vida a un ser que nunca les hizo daño?

Si les preguntaras, ellos te mirarían a los ojos y dirían: Porque podíamos.

Eso era lo que escucharían los familiares y amigos de la víctima cuando descubrieran la verdad, que ese chico había muerto en sus manos solo porque ellos... Podían.

Él no pudo hacer nada, pero no era necesario.

El karma existía por una razón, y aunque nadie pudiera verlo, ellos pagarían las consecuencias de sus actos, ya sea porque una se rompiera o porque alguien los delatara. Cual fuera el medio ellos pagarían por sus actos. Porque el dolor de un alma en pena se escucha desde el más haya.

A eso se le conocía como Dolor de Ultratumba.


"...Te harás responsable de tus actos, sean buenos o malos..."


(...)

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