Ángel 234(I&II)

By Mariansosaaa

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Un caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colo... More

Nota.
Antes de comenzar a leer.
Protagonistas.
Sipnosis.
Capítulo 1: El principio de todo.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29: El final de un nuevo comienzo
Epílogo
/Segunda parte/ Ángel 234: Tiempos Oscuros.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2: Chica batido.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5: "Eres un problema"
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8: Rompo todo lo que toco.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11: Píntame.
Capítulo 12: ¿Quién era Hult Sullivan?
Capítulo 13.
Capítulo 14
Capítulo 15: Soy completamente de ti.
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18: Todo mi amor para ti, Gwen
Capítulo 19
Capítulo 20: Alma por otra alma
Capítulo 21
Capítulo 22: Quizás
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26: Capítulo Final
Epílogo
¡ATOM!
EXTRA

Capítulo 24: Ángel 234.

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By Mariansosaaa

   Nota: Capítulo largo porque es uno de los más importantes. Recomiendo que escuchen In My Body de SYML. Sin la canción el capítulo no tiene vida🎶❣️

                              

Gwen Trainor.


Crecer. Crecer es la parte más dura de la vida.

Dicen que entre más sabes, menos eres feliz. Desde pequeños nos incitamos a nosotros mismos a crecer lo más rápido que se pueda. Tan ingenuos pensando que al crecer sería una maravilla. Cuando te das cuenta que creciste como solías añorarlo, ya no parece divertido como te lo imaginabas. Ahora sabes un montón de cosas que no quisieras saber. Cuestionando el porqué de todo. Cuando creces te das cuenta que tus elecciones son por ti mismo, y que cada elección que tomes no podrás revertirla. Ya está hecho. Es terrible crecer, porque ya no son fáciles las cosas.

Realmente opino que es el ciclo por donde cualquiera pasa. Es lamentable. Pero si creces y te quedas estancado toda tu vida en un mismo sitio, no estás creciendo, solo te retraes. La vida da miedo, pero desde pequeños nos enseñan a no temerle a esos monstruos que aparecen en nuestra habitación desde las sombras. Cuando te paras y los enfrentas, con mucho valor, te das cuenta que era un montón de ropa encima de tu silla y que realmente era fácil. Solo había que tener valor.

Dicen que el amor es dolor. Dicen que si el amor duele no es amor. ¿A quién le crees? Escuchas lo que quieres escuchar. El amor duele en todas sus formas, de la manera en que venga. Si quieres a alguien, siempre hará que esos monstruos del fondo de tu habitación resurjan hasta en el día. Y si es la persona correcta, hará desaparecerlos. De eso se trata el amor, enfrentar los monstruos. Si el amor no doliera, si el amor no te duele, ¿realmente amas? ¿realmente te aman? Y con esto no quiero decir que tienes que sufrir constantemente en el amor, o que sufran por ti. De vez en cuando es inevitable. Pero una vez enfrentado esos monstruos aseguro que siempre, cada día, cada hora, minuto y segundo será maravilloso.

Sin embargo, no niego que algunos problemas parecen interminables.

Primero eran las 12am, luego las 2am, mi alarma sonó a las 6:30am. Y yo todavía seguía sin dormir. No sentía sueño siquiera, o cansancio. En clases no me dormí, tampoco les dejé de prestar atención. Ni siquiera me sentía ida. Era muy extraño, y sin darme cuenta las horas se fueron en un transcurso de dos minutos. Hult estuvo llamándome parte de la tarde y la noche de ayer, tuve veinte llamadas perdidas de él y trece mensajes sin leer. No lo ha hecho este día. Hoy faltó a la clase de Warren, no vino al instituto, y la verdad es que no tenía ganas de estar con él en el mismo lugar por dos horas.

Le creía cuando me dijo que Camille fue quien lo besó. El problema es que detesto las mentiras. A pesar de que le pregunté cómo fue su fin de semana, donde tuvo la oportunidad de decirme, no lo hizo. Y ese mismo día, me dijo cosas horribles. Cosas que no merecía que me dijera. No lo odiaba, no podía atreverme por algo tan estúpido. Era algo estúpido como para odiarlo, pero para mí en lo personal si me afectaba. Era la primera vez que lo veía llorar. Hult parece ese tipo de persona que nada le importa, desinteresado. Y el verlo de esa forma ayer, mostró ese lado suave que tiene oculto.

—Ya no sé si irme a California —confesó Wells mientras nos dirigíamos a la puerta de mi casa. Había pasado la tarde aquí y debía irse antes de que oscureciera porque a su mamá no le gustaba que anduviera con el auto de noche.

Lo vi extrañada y levanté una ceja—¿Qué dices? Es donde siempre has querido estudiar.

—Si... Lo quería. Pero pensándolo mejor, tengo a todos mis amigos aquí. Puedo inscribirme en la universidad de aquí junto contigo y Thomas —explicó. Pero sabía que no decía toda la verdad.

—Sabes que sigo indecisa sobre lo que quiero —todavía no elegía mi carrera correctamente. Me gustaban las artes, y mucho. Pero no estaba tan segura si en realidad era lo que quería. Me aceptaron para Artes en la Hyden University of Colorado, queda a tan solo dos horas de mi casa. Viviría en los dormitorios de la universidad.

—Tú y yo sabemos que terminarás eligiendo Artes— me miró con obviedad y yo reí.

—Tú y yo sabemos que esa no es la razón completa de por qué ya no quieres ir a California—me crucé de brazos con los ojos entrecerrados. Abrí la puerta y nos quedamos parados debajo del marco.

—Bueno, bueno. Lo admito —se alzó de brazos vencido —Estaré por allá solo, con personas que ni conozco y... Camille y yo hemos tenido días hablando...—ladeó una mueca.

Yo expandí los ojos como platos y llevé mis palmas hacia mis mejillas con sorpresa—¡Están saliendo!—chillé.

—Dijo que le parecía lindo y muy amable, así que la invité a salir este fin de semana, ella es una de las razones por las que estoy pensando en quedarme—declaró. No pude evitar sonreír. Pero mi sonrisa desvaneció al recordar que ella había besado a Hult en estos días. Wells lo sabía, se lo conté bañada en llanto luego de terminar de hablar con Hult ayer.

—Eso es muy genial Wells —intenté darle mi mejor sonrisa forzada.

—No me engañes, sé que no te agrada la idea —habló con recelo.

—No tengo nada en contra de ella, me gusta que estés feliz. Pero no negaré que sigo resentida porque ella fue el detonante de mi pelea con Hult —me encogí de hombros levemente.

—Lo sé —se rascó la nuca —Hay que esperar que las cosas se asienten—lo miré una última vez antes de acercarme y darle un abrazo el cual me respondió.

—Te apoyaré en cualquier decisión que tomes —dije mientras me separaba.

—Eres la mejor amiga del mundo Trainor— afirmó con una sonrisa. Son pocas las veces que Wells me llama por mi nombre, se acostumbró a decirme Trainor. Cuando me dice Gwen es porque está enojado conmigo o preocupado.

—Gracias, sé que lo soy —alardeé y este colocó los ojos en blanco —Anda, vete ya antes que se haga de noche —apunté al cielo que se tornaba a un azul más oscuro con degradados morados y un tanto rosados.

—Nos vemos mañana a primera hora con álgebra — guiñó el ojo con burla. Los dos odiábamos álgebra. Le saqué el dedo del medio y este carcajeó antes de subirse a su auto y arrancar. Apenas su auto desapareció de mi vista, cerré la puerta.

Suspiré al ver la casa totalmente vacía y en silencio. Lo único que sonaba eran las burbujas de oxígeno de la gigante pecera de mi padre a una esquina de la sala. Los dos se habían ido a una reunión de amigos hace una hora más o menos. No regresarían hasta la madrugada, seguro. Tuve que haberle dicho a Wells que se quedara a dormir, no me gustaba estar sola aquí. Mi casa no era gigantesca, pero sentía que no podía con tanto. ¿Y si volvía a suceder lo de las ventanas a quién llamaría? Estaba aquí expuesta a que algún asesino viniera y me secuestrara o me matara o las dos cosas. Lo sé, veo muchos casos de investigaciones. Me encantan.

Fui a la cocina y me preparé lo más rápido que pude para cenar e irme a mi habitación. Dos sándwiches tostados con mermelada de durazno. Acabé y dejé la cocina tal cual como estaba. Algo que le molestara a mi mamá era encontrar la cocina con platos sucios o la mesa sin limpiar. Toda la casa podía estar patas arriba, menos su cocina. Era su santuario sagrado y teníamos que respetarlo si mi papá y yo no queríamos que nos corriera.

Apagué todas las luces, menos la de la sala y subí directo a mi habitación. Mi habitación estaba muy fría, dejé toda la tarde el aire acondicionado encendido con la puerta cerrada y se concentró el clima. Me desvestí y me coloqué esa camisa gigante de mi padre que me terminó regalando tiempo atrás porque era mi favorita, me llegaba hasta los muslos, perfecta como pijama. Cualquier persona tiene pijamas normales, pero yo utilizo cualquier cosa que sea cómoda. Mis pijamas eran camisas viejas que he dejado de usar con shorts de pijama, o esta camisa gigante. Me puse un par de medias azules, que raramente tenían par y me lancé a mi cama acurrucándome con mis sábanas y almohadas. Espero que hoy si pueda dormir.

—Maldición la luz —dije entre dientes con mis ojos ya cerrados. Pero tenía tanto sueño que me daba fastidio levantarme y apagarla. Ojalá fuera de esas luces que se encienden y se apagan con un aplauso.

A pesar de la luz, me quedé dormida.


(...)


Unos golpes comenzaron a sonar. Aunque no distinguía de dónde provenían porque estaba entre dormida y despierta. Luego nuevamente, una y otra vez. Abrí los ojos de golpe, y mis manos no tardaron en sudar. ¿Sería lo mismo de la otra vez? Me levanté quedándome sentada en la cama, tratando de no hacer ruido para volver a escuchar de dónde provenía. Esta vez el timbre de la puerta sonó varias veces. Alguien estaba tocando. ¿A mis padres se les habrá olvidado las llaves? Pero recuerdo claramente cuando mi mamá las agarró del tablero. Tomé mi celular y vi la hora, era de madrugada, la una.

De nuevo el timbré sonó y me alarmé. ¿Quién podría estar tocando a esta hora? ¿Algún vecino? Mis padres siempre me dijeron que no le abriera la puerta a nadie cuando estuviese sola en la casa. Tenía miedo de hacerlo, pero era muy insistente. Silenciosamente me levanté de la cama. ¿Y si era algún asesino que haría? Busqué algo entre mis cosas que me sirviera para poder defenderme. Lo único útil que encontré, fue un pequeño trofeo de ciencias que gané en un proyecto hace dos años. Igual lo tomé. Con valor y muy cautelosa fui bajando las escaleras una por una. El timbré sonó insistentemente por unos diez segundos seguidos. Pegué mi oído contra la puerta por si podía escuchar algo, y una voz que se me hacía conocida tarareaba débilmente una canción.

Respiré hondo y hablé—¿Quién es?—pregunté, pero la persona no respondió. Seguía escuchando como tarareaba. Cerré los ojos y solté un suspiro. Tomé el pomo frío entre mi mano y lo giré lentamente hasta dejar que la puerta se abriera. Me llevé la gran sorpresa al ver quién era.

Hult estaba a un metro de mi puerta, de espaldas, sentado en el suelo con las piernas recogidas hasta su pecho y sus brazos apoyados sobre sus rodillas. Apenas escuchó el crujido de la puerta al abrirse se giró y con movimientos torpes se levantó. Enseguida noté que no se encontraba bien.

—Pensé.... Que ya t—te ha—habías dormido —habló con palabras enredadas. Caminó hacia mí, tambaleándose, y uno de sus pies chocó con el otro, su cuerpo iba a caer, pero lo detuve rodeándolo con mi brazo a su costado derecho. Apoyó casi todo su peso en mi agarre y tuve que hacer toda la fuerza posible para no caerme con él o que se cayera encima de mí y me aplastara. Pesaba demasiado.

—¿Qué haces aquí?— indagué confundida. El chico apestaba a licor, todo su cuerpo, su ropa y hasta su cabello olía a alcohol.

—Yo vine a verte ac...acaso no lo ves — murmuró con debilidad. Miré al frente y su auto estaba aparcado en la calle en frente de mi casa.

—¿Viniste en este estado, conduciendo Hult?—pregunté alarmada mientras con esfuerzo lo llevaba dentro de la casa. Esto fue un completo suicidio. ¿Cómo mierda pudo conducir así, hasta acá? Pudo haber chocado o algo por el estilo. Con un pie cerré la puerta tras nosotros. Caminé hasta el sofá más cercano, con poco equilibrio porque Hult me hacía tambalear. Y con cuidado lo hice sentarse. El chico se tumbó y recostó su espalda contra el respaldar del mueble. Dejé en la mesa de café el trofeo.

—Quería verte —repitió. Su mirada era perdida, estaba muy ebrio. Y por su frente recorrían varias gotas de sudor.

—¡Eso fue muy peligroso Hult! ¡Pudiste hacerte daño!—reproché. Él trató de buscar mis ojos hasta que sostuvo mi mirada con los suyos. Sus ojos no destellaban en lo absoluto, el color era opaco y débil. Encorvó los labios hacia abajo.

—Necesitaba hablar contigo. Yo—yo—yo — tartamudeó—Tenía que hacerlo... Debía—completó la frase. Hizo un intento de levantarse, pero volvió a caer sobre el sofá. No me gustaba verlo en este estado. Y mis padres no tardarían en llegar, tal vez en un par de horas. Sin embargo, no dejaría que se fuera así, ellos entenderían. Ni siquiera el que estuviera todavía enojada con él, haría que se fuera. Hult llevaba una camisa blanca y encima de ella traía puesta una chaqueta azul oscuro de poliéster. Me incliné a él y le ayudé a quitársela. Deslizando las mangas por sus brazos hasta dejar que se cayera por detrás de su espalda.

—¿Hace cuánto haz estado bebiendo?

—No lo sé —se alzó de hombros —Seis... O doce horas, tal vez el día completo —rió por lo bajo—Ya no recuerdo —relamió su labio superior y pasó una mano entre su cabello despeinado.

—¿Por eso no fuiste a la preparatoria hoy? — había una línea recta en sus labios. No apartaba su vista de mí. Asintió con un movimiento de cabeza. Cerré los ojos y suspiré.

—¿Estás molesta? —susurró como un niño que acaba de cometer una travesura.

—Aparte de eso, preocupada. No puedo ni siquiera imaginarme cómo fue que condujiste Hult —me crucé de brazos. Desvió su mirada al suelo y comenzó a jugar con los anillos de sus dedos.

—Lo siento... Por todo —murmuró. Sentí un piquete en el corazón. Hult debilitaba ese campo de enojo alrededor de mí, era inevitable y me disgustaba como lo podía hacer tan fácil. Deshice mi cruce de brazos y vencida me senté junto a él. Ladeó su cabeza para mirarme de reojo.

—No vuelvas hacer eso por favor, no quiero que te suceda algo malo —declaré con un hilo de voz. Deslicé mi mano hacia la suya y ésta estaba helada. Como si hubiese agarrado un cubo de hielo por unos segundos. Tomé una manta que había encima del respaldar y se la pasé encima de los hombros, sin embargo, el chico se la quitó de encima.

—Te llamé muchas veces, pero no contestaste, por eso vine.

—¿Por qué tomaste tanto?—inquirí. Tenía la impresión que sabía la respuesta.

—Me sentía mal... Quiero hablar contigo—espetó tratando de ponerse firme. Pero por más que lo intentara ni siquiera su espalda podía permanecer recta por tanto tiempo.

—Si es lo de ayer, olvidemos es...

Hult me interrumpió negando con su cabeza—No... No vine hablarte de eso.

Fruncí levemente el ceño—¿Entonces qué?

Hult miró nervioso hacia sus pies y dejó escapar aire por sus labios parecía pensar en lo que iba a decir.

—Yo... Te lo iba a confesar en el parque... Pero ahora no sé cómo hacerlo, aunque el alcohol me haga no darle importancia— explicó con dificultad. Sin embargo, su cara tomaba color otra vez y parecía menos ebrio que antes.

—¿De qué trata?

—No sabría por dónde empezar — murmuró—Ni siquiera sé si me creerás — levantó su cabeza firmemente y giró su cuerpo para estar totalmente en frente de mí. Me estremecí cuando me miró de esa forma en la que suele hacerlo. Muy intenso, a pesar de que sus ojos parecían estar dentro de un profundo abismo.

—Puedes hablar cuando tú quieras —aseguré sutilmente. Posé mi mano sobre su brazo y la deslicé con un suave tacto hasta su muñeca. Con tan solo ver a una persona a los ojos los puedes hacer sentir seguros. Noté como la garganta de Hult hizo un movimiento, tragó saliva. Suspiró.

—Recuerdo la primera vez que te vi Gwen...

—En clase de Warren ¿no? —sonreí. Él me miró neutro, y negó.

—4 de agosto en el 2000. Hospital Hope, eras tan pequeña. Apenas del tamaño de mi antebrazo—comenzó a decir. Fruncí el ceño sin comprender lo que decía.

—¿De qué estás hablando? —indagué.

—Pesaste tan solo dos kilos y quinientos gramos. Y tus pequeños ojos, eran tan azules como lo son ahora —los ojos del chico se cristalizaron. Lo miraba atónita, como si un loco me estuviese hablando. ¿Cómo pudo averiguar eso?

—Hult, no entiendo nada —dije muy despacio.

—Te amé desde el primer momento en que te vi, aunque no supiera cómo se sentía amar. Lo sentí en lo más profundo. Sentí esa ternura envolverme a penas te cargué unos segundos —no sé si se había drogado, o era el afecto del alcohol o el chico alucinaba. Mis ojos se movían por todo su rostro, confundidos. Toqué su frente, pero su temperatura era estable, él cogió mi mano con la suya y la bajó hasta entrelazarlas.—Te temí, le temí a un ser tan pequeño porque causabas vulnerabilidad en mi— él seguía hablando sin explicarme nada. Yo solo me limitaba a escucharlo, aunque no entendiera—¿Te has preguntado la razón de tus sueños Gwen?

Él cuestionó y esa sensación extraña recorrió mi cuerpo.

—¿Cómo sabes de mis sueños? —indagué ensimismada mirándolo.

—Porque esa historia que tu abuela solía contarte, es real —declaró. Fruncí el ceño y agité mi cabeza en negación.

—¿Estás drogado?

—No. No estoy drogado.

—¡Explícame de qué estás hablando!—insistí con desesperación. Él suspiró y una lágrima viajó hasta su mentón.

—Algunas de tus pesadillas son recuerdos Gwen, recuerdos de tu niñez. Memorias que olvidaste —explicó lo mismo que me dijo mi abuela en su carta.

—¿Recuerdos de qué?—pregunté. Mis dedos temblaban. Porque sabía que no hablaba con un loco. Dijo lo mismo que mi abuela y las cosas que han sucedido son testigos de que hay algo extraño oculto.

—De mí—respondió —Soy ese ángel que desterraron por querer... Por quererte a ti— declaró con firmeza. No pude evitar soltar una risa, pero Hult no reía. Lo decía muy en serio, no me contaba un chiste.

—Esto es muy estúpido Hult yo...—intenté levantarme, pero el chico me detuvo.

—¿No me crees verdad?

—¿Cómo quieres que te crea? —reí—Eso es un libro para niños, Hult.

Me miró unos segundos antes de levantarse con esfuerzo. Tomó la parte inferior de su camisa y se la deslizó fuera de su cuerpo. Dejándome ver un tatuaje gigante por su abdomen. Era un árbol sin hojas, con largas ramas y algunas hojas cayendo de estas. Aparentaba estar seco, y un sombreado en negro lo rellenaba. Se dio la vuelta y mi boca quedó entreabierta al admirar lo que tenía detrás. Entre sus omóplatos. Tenía un numero marcado, pero no era un tatuaje. Era una quemada, algo profunda, tal vez traspasó su piel tres centímetros. Alrededor y por toda su espalda tenía marcas poco visibles que al parecer no terminaron de sanar.

234 —susurré al leer el número. Y debajo de este número, había dos cortes en línea recta en cada lado de su espalda. Esto era algo imposible. ¿Los ángeles existían? ¿Hult era ese Ángel de la historia? ¿Hult era el Ángel 234? Cada músculo me comenzó a temblar y mi corazón dio un vuelco. Me paré lentamente y pasé un dedo por su espalda, trazando el número con mi dedo. Esta quemada era muy real. Y su corte... Su corte era... —¿Alas?—musité.

—Cortadas —respondió.

—¿Có—Cómo esto puede ser posible?— titubeé. Sumida en el trazo de mi dedo sobre la marca. El chico se volvió a girar quedándonos frente a frente.

—¿Sabes quién es el verdadero autor del libro, Gwen? —inquirió. Asentí levemente como un zombie.

Karl Hudrov.

—Él ayudó a una persona que conoces muy bien, a plasmar la historia —mencionó— Jenna Hawks.

Levanté una ceja y pasé mis dedos entre mis cejas. Sabía el nombre de mi abuela. Tenía el número marcado en su espalda y esas dos cortadas en toda ésta. Esto era real. Esto era muy real. Un dolor de cabeza me comenzó levemente.

—¿Por qué lo escribió? ¿Sabía de ti?— indagué. Los pies del chico buscaron estabilidad y lo sostuve rápidamente de su torso. Dejando nuestros cuerpos caer sobre el mueble

—Para hacerte recordar. Lo que ella quería era que recordaras por tu cuenta. Fui asignado a tu abuela primero. Pero ella... supo de mí. Uno de los pocos casos extraños donde un humano puede ver el tipo de energía diferente que emana un ángel. Así como los médium. Ella podía verme, así me ocultara. Siempre supo que las extrañas figuras que veía en algunas "personas" por la calle, no eran parte de su mente. Y tuvo que prometer no decirle nada a nadie. Pagaría si lo hacía —terminó de explicar. Me quedé en la misma posición que antes. Sin comprender. Hult era ese Ángel. El Ángel 234, él era mi ángel y yo era esa niña. Esa historia por la cual se aferraba mi abuela nada más y nada menos era real.

Estrujé mis manos sobre mi cara con ansiedad —¿La conociste? ¿Fuiste su ángel?

—La conocía desde que nació Gwen, igual que a ti —dios mío, esto parecía irreal. Este chico... Esa extraña conexión que tuve con él desde un principio, tenía algo que ver con todo esto. Y quería recordar, me esforzaba por recordar algo, pero nada me venía a la mente. Solo esa voz de mis sueños... Con la cual tenía también una conexión, sintiendo su dolor...

—¿Tú eres la voz de mis pesadillas?— pregunté y como supuse. Asintió.

—Intento hacerte despertar cada vez que tienes una —confesó sin dejar de mirarme.

—¿Cómo sabes cuando las tengo?

—Las siento... Siento cuando estás en peligro, o cuando algo te asusta. Mi mente está temporalmente conectada con la tuya—llevó una mano a mi cabeza, y la deslizó hasta mi mejilla. La electricidad me hizo vibrar por su tacto —Los ángeles guardianes somos llamados Los Vigilantes, así como Los Grigori. Puedo estar lejos de ti, pero una parte de mí, está contigo a donde vayas, protegiéndote... Vigilándote.

Suspiré y tomé una de sus manos—Dime que no estás mintiendo por favor —rogué. Inclinó su cuerpo a mí unos centímetros.

—No lo hago—aseguró. Dejé caer mi cuerpo en el respaldar del asiento. Y esos pequeños detalles inundaron mi mente. Era él de quien hablaba mi abuela, todos los extraños sucesos comenzaron a suceder después de que conocí a Hult. Y como aseguró, su llegada, fue mi felicidad hasta ahora. Por eso sus palabras fueron como un acertijo. Ella no podía decir nada.

—¿Por qué me lo confiesas ahora? ¿De verdad te desterraron por quererme?

—Al principio solo te quería, eras una niña y me encariñé de ti. Me delataron, y me castigaron—relamió sus labios para hidratarlos.

—Te castigaron cruelmente...—terminé por él. Recordando esa parte de la historia que dice que golpearon al Ángel 200 veces. Y me causó mucha tristeza. De pequeña no me gustaba por esa parte, era horrible. Y ahora que es real, es más horrible aún. Esas eran las marcas que tenía por toda su espalda.

Él le dio un apretón a nuestras manos que seguían entrelazadas—Creciste, y algo nuevo surgió en mí. Te empecé a querer de una forma distinta, algo más fuerte. Ya no te veía igual. Supe que me gustabas, y todo se hizo más difícil. Porque deseaba acercarme a ti y solo decirte un "hola". Por eso me inscribí en la misma preparatoria que tú, quería estar más cerca de ti. Pero eso solo traería consecuencias —explicaba con la mirada llena de dolor. Y ese hombre... Ese hombre que vimos en el parque por el cual Hult parecía enojado, vino a mi mente. Luego vinieron Atom y Callum... Ellos dos... Ellos debían ser los ángeles que lo acompañaron. Por eso Atom miró furioso a Hult aquel día en el campus. Por eso mismo me dijo que me alejara de Hult.

—¿Por qué creo saber cuáles han sido varias de las consecuencias? —indagué. Él me miró sabiendo de lo que hablaba —Tú me salvaste de ese auto, pero no creo que ese chico haya tenido la culpa. ¿Verdad?

—Nos llaman los Ángeles Rebeldes no solo por seguir el amor. Aparte de nosotros desterraron también a los que estuvieron en desacuerdo con la regla que podía volver cuando cumplieras los dieciocho. Y ellos se marcharon del lado del jefe de la legión. Fueron desleales —declaró—Uno de ellos intentó hacerte daño ese día, solo para querer hacerme daño a mí.

—¿Evan? —le pregunté y asintió.

—El mismo causante de lo de las ventanas... Lo siento por haberte hecho parecer que tú eres la que estaba equivocada —se disculpó. Fruncí el ceño y negué.

—Se supone que no debería saber nada — ahora todo parecía encajar. Atom no me odiaba, solo estaba preocupado por Hult. Por eso el castaño enfureció en el parque. Por eso intentó alejarse de mi varias veces. Mis sueños, mis pesadillas... Hasta... Hasta... Hasta mi casillero, recordando que lleva el número 234. El tatuaje de Hult, absolutamente todo tomaba sentido—Hult...

—¿Hmm?

—Se supone que no debería saber nada— volví a repetir—¿Eso puede afectarte? No te permitirán volver si me quieres... Si estamos juntos...—la tristeza me invadió junto con la incertidumbre. De esto lo protegía Atom... De mí.

—Puedo volver y seguir amándote. Nadie tiene un medidor para medir amor. El problema dejó de ser eso —expuso. Inclinó su cuerpo y sus labios plantaron un beso en los míos. Se separó con nuestras bocas a centímetros. Su aliento olía a alcohol. Si ayer hubiese sabido todo esto, toda la verdad, no me hubiera molestado en la forma que lo hice. Fui la razón de que bebiera de esta manera.

—¿Es Evan el problema verdad?

—Eso ya no importa Gwen—musitó con un toque de dureza. Llevó sus labios hasta mi frente y dejó un suave beso antes de separarse y volver a su posición anterior.

—No quiero que te hagan daño otra vez por mi —dije.

Él soltó un suspiro estrepitoso—Pensé esto dos veces, cuando eras una niña. Y ahora. Te elegí en ambas, Gwen. Quiero estar contigo, no me importa si me terminan de desterrar. Quiero estar contigo —recalcó con sus labios esto último.

—Esto parece tan irreal Hult... Te creo, pero... Hasta hace unos minutos solo eran historias.

—No puedes decirle nada a nadie Gwen — espetó firme.

—¿Me creería alguien si le digo que los ángeles existen? —levanté una ceja y sonrió. Pude contemplar esos hoyuelos que tanto me gustaban.

—Dirían que estás drogada, como hace rato me dijiste —soltó una risita divertida y no tardé en reír también.

—Deseo tanto recordarte. ¿No puedes devolverme mis recuerdos de ti? —pedí, pero el ladeó una mueca.

—Yo no puedo hacer eso. Eso solo lo puede hacer ángeles como Evan, Evan puede jugar con la mente. Así como hizo con la tuya, las ventanas en realidad no se rompieron, te indujo a que lo creyeras. Así como hizo con tu abuela —su última confesión me cayó de sorpresa

—¿Qué hizo? —le cuestioné, pero no respondió. Agité su brazo para que me prestara atención—¿Qué hizo?—volví a preguntar.

—Tu abuela empezó a ver sombras, quería asustarla porque ya Evan sabía de la existencia del libro —esas sombras eran las que me decía ella. Las que nos decía a mí y a mis padres. Y no le creíamos porque pensábamos que era parte de su enfermedad. Un nudo comprimió mi estómago, y sentí náuseas en el momento.

—Ella me dejó una carta— susurré. Hult levantó una ceja. En un movimiento me paré del mueble y le extendí la mano a Hult para ayudarlo a pararse. Claramente si le servía como agarre, me le terminaría yendo encima. Con esfuerzos se levantó solo. Aún seguía ebrio, le indiqué a seguirme hasta mi habitación lo cual fue todo un desafío, pero pudimos lograrlo. Hult se recostó de mi cama y yo fui en busca de la carta de mi abuela que seguía dentro del libro. Encontré el papel y me acerqué hasta Hult para entregárselo. Él la abrió y sus ojos recorrieron todas las líneas. Tardó al menos dos minutos en decir algo.

—La posibilidad es sólo un porcentaje que diferencia a los que se quedan en el imposible, los que llegan sólo al improbable y los que hacen realidad su sueño —susurró leyendo la frase escrita en la hoja —Yo se lo dije, lo leí una vez —confesó mediante una sonrisa de lado.

Me senté a costado de él—¿En serio? —sonreí.

—Cuando cumpliste los dieciséis fue cuando me empezaste a gustar. Tu abuela fue parte de mi vida, así como de la tuya. Fue a la primera persona que le confesé que me gustabas. Ni siquiera a Atom ni a Callum.

—¿Y ella qué te dijo?—cuestioné con curiosidad.

—Siempre me aconsejaba. Era extraño... Un humano aconsejando a un Ángel, pero por ella dejé de temerle a lo que sentía y me liberé de eso. Unos meses antes de que muriera, le dije eso. Dándole a entender que lo había aceptado... Algo difícil. ¿Sabes?— musitó.

El chico me jaló por la cintura y me guio a que me subiera sobre él. Posicionándome sobre su torso. Olvidó ponerse su camisa, y su abdomen seguía desnudo. Me sumergí entre mis pensamientos. Su cuerpo era realmente hermoso... Pero ese tatuaje que cubría parte de su abdomen era muy sombrío. Con mi dedo comencé a trazarlo como si lo estuviese dibujando. Dejó sus brazos alrededor de mi cintura. Su piel desnuda ardía. Quizás era por el alcohol.

—Cuando yo cumpla los dieciocho años...—comencé a decir con mi concentración puesta en mi dedo en movimiento por todo su abdomen descubierto —¿Tú te irás?—mi voz salió como un hilo. Solo faltaban tres meses para cumplir año.

Con un movimiento veloz, Hult me tomó y me colocó debajo de él, quedando a toda su disposición —Dejemos de hablar de esto por hoy. Y sigue pensando que soy ese chico irritante —susurró contra mis labios. Una sonrisa tímida se asomó por mis labios. Impactó sus labios contra mi mejilla y fueron viajando hasta tocar los míos profundizando un beso. Deslizó su mano hasta mi muslo y lo levantó hasta el nivel de su cadera. Sentí su lengua con la mía en una serie de movimientos iguales. Mis manos encontraron un lugar en su cabello y acaricié los rizos mientras buscaba más la sensación increíble que me estaba haciendo sentir.

Pero Hult estaba perdiendo su ritmo, sus labios gradualmente se volvieron inactivos. Y en menos de un minuto, tenía su cabeza apoyada en mi pecho y el peso de su cuerpo echado sobre el mío. Se había quedado dormido. Por su estado deduje que no permanecería despierto durante mucho tiempo.

Me empujé hacia afuera, con cuidado de no despertarlo. Deslicé una almohada debajo de su cabeza antes de alejarme de la cama. Le observé mientras millones de preguntas nublaban mi cabeza como una tormenta. Quería hacerle millones de preguntas, pero el chico por ahora estaba sumido en un sueño. La cara de Hult estaba ardiendo, y esas gotas de sudor bajaban por su frente. Se le veía incómodo a pesar de que estaba profundamente dormido. Tanto alcohol este día lo llevó a esto. No pude evitar ir a la cocina en busca de un paño húmedo. Antes de subir fui a la sala para recoger su chaqueta y su camisa. No quería que mis padres malinterpretaran las cosas.

Volví a la habitación y me senté junto a él. Empujé el pelo húmedo de Hult hacia atrás y me sonrojé por lo guapo que era, incluso en este estado desaliñado.

Le puse el paño sobre la frente, con esperanzas que pudiera reducir el calor en su piel. Lo pasé por sus mejillas y nariz, antes de trasladarme a su cuello. Todo el tiempo ahí, pensaba en la verdad que estuvo oculta por muchos años. Hult desafió las reglas de la legión por mí. ¿Qué tenía en especial yo?

Separé los anillos de sus dedos y se los quité. Los puse en la mesa de noche. Llevé nuevamente el paño a su cuello. Le limpié a lo largo de su pecho y terminé sobre su frente. Le di un beso allí.

Me sorprendí a mí misma por los sentimientos que ahora sentía por él. 

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