XXXV. BLUE ROSES
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LOS ENCUENTROS SECRETOS DE JAMES Y AEGEA LLEVABAN YA UNA SEMANA. Nadie sospechaba nada y de hecho sus amigos sentían la necesidad de querer darles un sopapo tanto a Potter como a la diosa.
Lily, Adelaide y Aegea se dirigían a Herbología, materia que solo Aegea tomaba opcionalmente puesto que no era necesaria en la aplicación de su futura profesión. Sin embargo, le había gustado tanto la materia que tenía la escogió como su segunda opción de trabajo.
Una vez llegaron al invernadero notaron como no había nadie en el lugar todavía, el lugar estaba limpio y ordenado. Mientras cada una buscaba su material, Evans notó una rosa azul puesta en la mesa con una nota al lado.
—Gea, te dejaron algo. —Habló Lily moviendo las cejas de abajo hacia arriba. —Parece que tienes un admirador.
—¿Qué? Estás bromeando, a ver que dice la nota. —Aegea se acercó a la pelirroja, tomó entre sus manos el pequeño trozo de papel y lo leyó en voz alta: —'Y cuando creí que mi vida estaba ya perfecta, llegaste tú y empecé a cuestionarme todo.'
—Que linda frase, por Godric. —Habló Lily. —Y la rosa azul, ¿de dónde sacó una puta rosa azul? ¿Qué significa eso?
—Las rosas azules representan lo extraordinario, maravilloso e imposible. Aunque también algunos poetas muggles las utilizaban para expresar un amor pasional o imposible. —Citó Adelaide.
—Pero bueno, que cerebrito. —Halagó Lily.
Adelaide y Lily continuaron hablando sobre el detalle, pero Aegea se encontraba confundida y a la vez emocionada. Era obvio que la primera persona que llegó a la mente de las tres era aquel Gryffindor cuatro ojos, animago y un tanto desastroso.
Y el hecho de que la personalidad y actitud de James irradiaran desorden y destrucción, pero aún así se tomó el tiempo y la delicadeza de elaborar ese obsequio, hacía que Aegea se derritiera.
—Es obvio que fue James, ¿no? —Preguntó Adelaide.
—Pues claro. —Contestó Lily y luego las miradas de la rubia y la pelirroja se enfocaron en la diosa.
—Yo realmente espero que haya sido James. —Confesó Aegea.
Un pensamiento rondaba por la mente de la griega, ¿era eso una señal de que James buscaba oficializar lo que sea que tenían ellos? No. Si ni siquiera podían hablar bien de sus sentimientos desde que se besaron y cada encuentro era más intercambio de saliva que plática.
Se miraban tan necesitados el uno del otro que era más acción y poco intercambio de palabras. Y aunque eso no le desagradaba a la diosa, le daba miedo de que James olvidara su amistad y la quisiera como a una de sus chicas más.
—Mira, Gea, todos, literalmente todos, sabemos que James Fleamont Potter está loquito por ti. —La
consoló Lily al ver la cara de aflicción de la griega.
—Sí, ¿además quien más se molestaría en hacer esto? Tal vez James lo hizo para que se reconcilien, tienen demasiado tiempo sin hablar y ya es raro. —Continuó Adelaide.
—¿Creen que deba preguntarle? —Aegea jugó con su cabello nerviosa.
—Mmm... —La italiana lo meditó unos segundos. —Creo que es mejor que siga dejando regalos a ver que tanto se delata. No le preguntes aún.
—Ademas no pierdes nada, seguirás recibiendo cosas lindas. —Siguió Lily.
—Lo que sí creemos es que deberían hablar y ser amigos de nuevo. —La rubia sugirió y Evans estuvo de acuerdo.
—No, gracias, que él me hable primero. —Contestó la diosa rápidamente.
—Aegea Macaria, te juro que... —Adelaide se acercó peligrosamente a la griega haciendo muecas de que iba a ahorcarla.
—Señorita D'Angelo, yo de usted paro ahí y mejor demos inicio a la clase. —La profesora entró junto a otro grupo de alumnos.
—Sí, profesora Sprout. —Contestó la rubia de mala gana.
. . .
EL CLIMA FRESCO DE OTOÑO ERA EL FAVORITO DE LA DIOSA, MÁS SI DISFRUTABA LA BRISA POR EL BALCON DE LA TORRE DE ASTRONOMÍA. Aegea cerró sus ojos y respiró profundamente, se sentía en paz en ese lugar, sin ruido y lejos de todos.
Unas manos más grandes que las de ella rodearon su cintura causando que la griega se sobresaltara, pero al reconocer a la persona se tranquilizó. Traía la capa de invisibilidad colgada sobre su hombro derecho, pero la dejó caer cuando la diosa se giró para verlo directamente a los ojos.
—Es una travesía salir de mi sala común sin que se den cuenta porque todos son lo más chismoso que puede haber pero vale la pena. —Confesó James viendo a la chica y haciéndola reír.
—Gusto en verte también, Potter. —Aegea sonrió y se libró también del agarre de Potter que le causaba tantas mariposas en el estómago.
James se acercó a ella para darle un beso delicado y lindo, o al menos eso fue al principio...
Quince minutos después, el ambiente había cambiado y claramente los besos también. De no ser porque la diosa recordó la plática que tuvo con sus amigas temprano, hubieran seguido haciendo lo anterior.
—James, espera. —Aegea se separó del chico y esta vez a una distancia considerable para evitar su tacto.
—¿Qué? ¿Pasa algo? ¿Te sientes bien? —James la miró confundido.
—Sí, es solo que... —Aegea suspiró. —¿Qué significa todo esto, James?
—¿Uh? ¿A qué te refieres?
—Esto. —La diosa se señaló a rola primero y luego al mago. —¿Solo son nuestras hormonas alborotadas o hay algo más en esto? Te pregunto porque últimamente ya no hablamos como lo hacíamos antes aunque nos queremos engañar creyendo que sí. Y tengo miedo de que solo sean las hormonas y realmente tú...
—¡Ah! ¡Los encontramos! —La voz escandalosa de Sirius los asustó.
Black llegó emocionado, seguido de Peter, Remus, Lily y Adelaide en pijamas y bostezando.
—Sirius... ¿en serio me llegas a despertar a medianoche solo para venir a chismosear en algo que no nos incumbe? —Adelaide reclamó enfurecida.
—Obvio. —Contestó Sirius completamente serio.
—Te podría mandar un crucio ahora mismo, pero amo mucho mi libertad. —Se quejó la rubia.
—¿Ya nos podemos ir? —Preguntó Peter en medio de bostezos. —Traje mi almohada por cualquier cosa pero ahora no sé donde carajos la puse.
—Luego te ayudo a buscarla, solo regresemos a la sala común. —Dijo Lily.
Los cuatro que iban en pijamas se giraron dispuestos a irse, pero luego regresaron a traer a Sirius tal cual padres buscando a su hijo en la guardería.
—Sirius Orion Black, ¡no es tu asunto! ¡No seas chismoso! —Refunfuñó Adelaide.
—¡Auch! Pero suéltame la oreja, puedo caminar solo.
La italiana soltó la oreja del pelinegro y espero a que este caminara primero antes de ella moverse.
—Una última cosita... —Habló Sirius. —Cornamenta, en el mapa te mirabas un poquitín cerca de Aegea, es decir, dejándola sin espacio personal, ¿algo que quieras agregar al reportaje?
Adelaide abrió sus ojos a más no poder mientras James y Aegea palidecían.
—Es que... —James casi tartamudeó. —Aegea tenía frío y le ofrecí mi capa para cubrirnos a ambos.
—Claaaro, como Aegea no tiene puesta una gran bufanda y un gorro que la abrigan perfectamente. Que te crea Filch.
—Sirius, camina, déjalos. —Interfirió Adelaide en beneficio de la privacidad su amiga.
—Ugh, bueno, me largo. ¡Pero orgulloso de mi trabajo como detective!
Todos se largaron dejando solos a Potter y a la diosa. Pensando en si deberían o no continuar con la conversación que había terminado siendo interrumpida. James abrió su boca para decir algo pero en ese instante Aegea dijo:
—¿Te parece si continuamos mañana la conversación?
—Uh... claro, de hecho eso iba a sugerir.
Ambos asintieron y un silencio incómodo se formó. No sabían ahora como despedirse, ¿qué se suponía que iban a hacer? ¿Un abrazo? ¿Un apretón de manos? ¿Un beso?
James carraspeó y Aegea se animó a hablar.
—Bueno, te veo mañana, James.
—Sí, claro, hasta mañana. —Ambos se despidieron con un ademán con la mano y se fueron por distintos lados.
hola, perdonen la inactividad, pero andaba fuera de mi ciudad y sin comodidad para escribir.
no saben lo ansiosa que me pongo sabiendo que llevo mucho sin actualizar y el miedo de perder lectores es fatal.
los leo,
nelly.