capítulo veinte: la noche tiene mil ojos
El canturreo recorrió su espinal dorsal como la más fría de las melodías produciendo un escalofrío que le sería difícil de olvidar, la sensación pronto la llenó de otras emociones, entre ellas se resaltó el temor. Un vació ocupó su estomago para cuando sus ojos se abrieron por completo. Un manto de lobreguez era lo que la rodeaba, siendo ella alumbrada por una luz tenue que no tenía ni la menor idea de donde podía provenir.
Tragó grueso tan pronto el tarareo hizo más presencia.
—Alexandría Morganson —escuchó una voz entre las sombras. Alexandra, con más curiosidad de que miedo comenzó a dar pasos hacía donde había salido la voz —¿Te importaría ser mi mensajera? —cuestionó. Alexandra mantenía su rostro contraído levemente. Aquellas palabras no le habían gustado para nada porque no parecían ser un buen augurio.
—¿Quién eres? —se dirigió a las sombras. Con la mirada trató de ubicar al dueño de la voz, pero todo lo que veía era sombras, ninguna figura en concreto —¿Por qué me atormentas? —interrogó siendo esa la verdadera pregunta que tenía en su mente. Alexandra había caído en el mundo de las pesadillas durante las últimas semanas, todo lo acuñaba al estrés de no dormir por el hecho de que Arthemisa había estado jugando con su estado emocional.
Pero ahora algo le decía que Arthemisa no era la única que lo había estado haciendo.
—Oh, querida. Me conocerás muy pronto... —la seguridad en las palabras de la voz le provocaron nuevos escalofríos a la joven Alfa —...Todos me conocerán muy pronto, pero primero, necesito que des un mensaje de mi parte —agregó. Alexandra aún seguía buscando entre las tinieblas la figura que le diera una pista de quien se trataba, sin embargo, muy dentro de ella sabía con quien estaba tratando —. Vengo por lo que me pertenece por derecho, una promesa hecha es una deuda a pagar. Diles que nada podrá detenerme —pronto el rostro de una mujer de tez blanca, y cabello más oscuro que noche misma se hizo visible, una sonrisa torcida la acompañaba —. Durante la noche más larga, la oscuridad vendrá a cubrir su hogar. El ascenso de la oscuridad, nadie lo detiene.
El canturreo escuchó una vez más.
Con desesperación, Alexandra se sentó en la cama mientras que sentía como su corazón latía a mil por hora, busco el aire que le faltaba a medida de que trataba de enfocarse en lo que había sucedido por lo que apresuró en voltearse a tomar el celular, pero cuando lo hizo sus ojos ubicaron sobre el aparato una flor de pétalos negros.
La misma de hacía unas noches atrás.
Alexandra temió, puesto que sí sus sospechas eran reales, el diablo estaba por tocar sus puertas.
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—Claramente esto es una ofensiva.
Niklaus lanzó la flor sobre la mesa caoba con molestia. Después de la pesadilla que Alexandra logró manejar lo mejor posible, decidió dirigirse al complejo con inmediatez para dar aviso a lo que sucedía. Ser la mensajera. Como la voz se lo había pedido. No obstante, el recinto ya se encontraba en alerta debido a que más temprano esa mañana, en un paseo de Jackson y Hayley junto a Hope, Dahlia logró aparecerse usando a los humanos e inclusive a Jackson como sus ojos. Alexandra bajó la mirada, se sentía vulnerada, y no era para menos. Dahlia había logrado meterse en su cabeza, quizás hasta el punto de poder ver lo que ella sabía. De poder ver a Hope.
Eso le dio más temor.
—Sabemos que es una ofensiva, creo que eso quedó claro cuando Dahlia poseyó a Jack esta mañana. —protestó Hayley. La tía de los Mikaelson estaba dando una evidente señal para que entendieran que ella no se daría por vencida. Ella vendría por su hija.
—Quizás eso no hubiese sucedido si permanecieran en la fortaleza que se a creado para ustedes. —expresó con clara molestia e irritación. Las personas a su alrededor no dejaban de cometer errores que arriesgaban a su pequeña, él no lo permitiría —¿Ese no es el punto de ella? ¿Protegerlos mientras permanecen dentro? —resaltó con ironía. Hayley lo miró de mala gana, se sentía avergonzada pero a la vez quería reclamarle por el hecho de que no era su culpa que una enemiga de mil años estuviera amenazando la vida de su hija.
—¡Okey! —alzó su voz —. Ya entendimos, ahora solo debemos descubrir que demonios haremos. —quería que aquel sermoneo terminara. No estaba de ánimos para el.
—Lo que me gustaría hacer es tomar una cadena...
—Niños, por favor —la voz de Elijah fue la que intervino aquella discusión sin punto. Ellos tenían que concentrarse en su próximo paso, no en reclamos sin sentidos. —. Niklaus, tu ira esta justificada. Sin embargo, Hayley tiene razón, necesitamos encontrar una nueva estrategia —señaló para cuando dirigió la mirada a su hermana mayor la cual estaba sobre uno de los carros rodantes de metal preparando un té —. Freya, ¿por favor? —le invitó a que hablara. La bruja lo miró para asentir la cabeza con suavidad.
—El hechizo que describieron... —tomó un suspiro —. Dahlia lo llama «kenning» usa a personas o animales para observar a sus enemigos desde lo lejos —explicó con brevedad, recordaba a la perfección cuando la mujer que la crio lo usaba para espiarla. Klaus, por su parte, no estaba del todo convencido de las palabras de Freya, no obstante, su curiosidad no dejo de manifestarse —. Pero nunca lo había visto en esta escala.
—Impresionante —arrastró con frustración —. Así que, básicamente, cada turista en Bourbon Street es un espía potencial. —declaró luego de un suspiro. Si eso era así, que el complejo estuviera bajo la protección no sería suficiente, pero de nuevo, nada lo sería. No mientras Dahlia viviera.
—Las buenas noticias —llamó la atención de todos cuando alzó la bandeja donde yacían algunas tazas rellenas de un líquido poco llamativo —. Es que se un poco de como su magia funciona —dejó la bandeja sobre la mesa permitiéndoles a todos verlas. La oscuridad en el mismo no provocaba ningún ánimo en beber el liquido —. Esta tónico al menos impedirá que use a cualquiera de nosotros. —explicó. Rebekah junto a Freya fueron las primeras en tomar una taza mientras los demás las veían a excepción de Alexandra la cual tenía la mirada clavada sobre la mesa.
Se sentía ultrajada, habían estado en su mente, una vez más. Ese sentimiento no se iría con rapidez.
—Alexandra... —llamó Elijah cuando le ofreció la taza de cerámica. La joven Alfa se acomodó en la silla cuando levantó la mirada hacía él tomando finalmente la vasija, sin embargo, Elijah conocía muy bien esa mirada que la mujer portaba. Finalmente suspiró para luego extender la taza restante hacía su hermano menor, Klaus se había apartado un poco de ellos, pero no dejó de mirar las acciones de cada uno —¿Niklaus, hay algo en lo que quieras contribuir? —lo miró con irritación. El híbrido se estaba comportando de la menor manera posible, a pesar de sus muchas palabras de intentar aceptar a Freya, claramente todo era una apariencia.
Encogió sus hombros acompañado de una mueca. —Prefiero bizcochos con mi té.
—Por supuesto. —Elijah, claramente irritado, decidió dejar la taza sobre la mesa nuevamente con una inhalación de por medio.
—Además, nuestras mentes son demasiado fuertes para ser invadidas por hechizos de kenning —recalcó lo que para él era obvio, puesto que, ellos eran las criaturas más poderosas jamás creadas. Sus mentes habían sido evolucionadas, no serían presas de ningún hechizo. Los ojos de Elijah pronto se pusieron en blanco ante las palabras ofrecidas por su hermano, cuando él quería llevar la contraría, podía llegar a ser muy molesto —. No, lo que experimentamos fue una prueba, Dahlia está observando para ver cómo respondemos a la agresión. Se está preparando para la batalla. Supongo que es más pronto que tarde.
—Bueno, si nos estuviera observando, sabrá que tenemos nuestro propio ejército. —puntualizó Hayley. Ella se sentía intimidada, de aquello no cabía ninguna duda, pero lo que no haría jamás sería exteriorizarlo.
—Ella también sabe dónde estamos. Y, dada la inmensa naturaleza de su poder, simplemente no sabemos qué esperar de ella —declaró Elijah lo que sabían gracias a Freya, ellos no podían darse el lujo a arriesgarse, sentar y esperar a que la bruja de mil años decidiera atacar —. Lo que necesitamos es crear una nueva fortaleza. Algo de lo que Dahlia no sabe nada. Un santuario de cualquier brujería.
—Esa es una buena estrategia —halagó Freya para cuando Elijah dio un asentimiento de cabeza, por lo menos era algo que podía hacerse realidad —. Ofrezco una mejor, podemos usar a Jackson para rastrear su magia hasta su fuente. Averiguar exactamente dónde está. —aquellas palabras llevaron a que Alexandra alzará la mirada hacía la mayor de los Mikaelson, pronto, su semblante se frunció con levedad. Dudaba del hecho de que había escuchado mal lo que había propuesto Freya, sin embargo, había sido así. Había ofrecido usar a Jackson como rastreo.
—¿Sabes lo peligroso que puede ser eso? —la voz de Alexandra resonó en los oídos de todos, después de un largo silencio en el que cual ella misma se había inducido, ahora se hacía presente en la conversación —. Dahlia puede usarlo para rastrearnos devuelta, para usarlo a él como espía. Sin contar lo malo que puede ser para él mismo.
Niklaus quiso sonreír por lo bajo, puesto que, ahora no era el único que dudaba de las intenciones de Freya. No obstante, el híbrido se contuvo en hacerlo para cuando las miradas de los presentes se fueron hacía Hayley quien sin duda lo consideraba. Klaus levantó las cejas en su dirección mientras que Alexandra la miró, le era inconcebible creer que su hermana de verdad estaba si quiera pensando en la posibilidad de acceder a aquella locura.
—Bien, hazlo. —permitió a regañadientes. Alexandra tensó la mandíbula con la seguridad de que su hermana oficialmente había perdido la cabeza.
—¡Bien! —habló un animado Niklaus alejándose de la cabecera de la silla mientras los miraba a todos —. Entonces está arreglado. ¡Vayan a sus respectivas tareas! —indicó con un movimiento de manos — ¿A mí? Siempre he opinado que la mejor defensa es una buena ofensiva —sonrió de manera oscura —. Así que voy a encontrar una manera de asesinar a esa bruja abandonada por Dios.
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Los sonidos provenientes de Hope eran lo único que la alejaban de los pensamientos que surcaban su mente, los cuales eran lo suficientemente terribles como para decirlos en voz alta. Miles de situaciones en como podía salir eso no tardaron en hacer aparición, no obstante, Hope la distraía de todo ello cuando reía de forma risueña al momento en que jugaba con ella. Las veces que el miedo cubrió a Alexandra fueron pocas y es momento era una de ellas. Después de lo que pasaron para salir victoriosos de Esther y Arthemisa, una nueva amenaza se sobrevenía sobre ellos, los problemas nunca parecían terminar.
—No sabes cuanto lamento todo lo que has tenido que pasar a tan corta edad —se dirigió a la pequeña que estaba concentrada en la pequeña escultura de madera que yacía en sus manos. Alexandra sintió como los ojos se le calentaron —. Es tan injusto, tú no has hecho nada para merecer todos estos enemigos. —acarició la cabeza de su sobrina con suavidad. Pronto una lágrima derramó, pensó que sería la primera de muchas. Después de todo, se había encargado de reprimir sus sentimientos durante mucho tiempo.
La puerta del dormitorio de su hermana se abrió llevándola a limpiar las pocas lágrimas que salieron para después aclarar su garganta, le sonreía a su sobrina cuando levantó la mirada hacía Jackson, el cual al verla frunció con levedad su ceño.
—¿Sucede algo, Jackson? —indagó con una inhalación de por medio. Jackson pudo ver que la joven Alfa no estaba del todo bien, y era entendible, él solo había experimentado a Dahlia por unos segundos y ni siquiera estaba cociente de ello. No se podía imaginar lo que podía sentir Alexandra la cual había tenido a la mujer en su mente.
—¿Podemos hablar? —la cuestionante fue suficiente para que Alexandra lo mirara con el entrecejo fruncido, puesto que, en la voz de Jackson se escuchaba algo diferente. La joven Alfa miró a la bebé antes de alejarse de la cuna para acompañar al lobo, quien pronto se dirigió a los adentros del dormitorio en donde Hayley se hallaba observando a la ciudad por la ventana.
Alexandra no entendía de que iba aquello. —¿Qué pasa? —últimamente el silencio junto a las reuniones inadvertidas, se habían convertido en los sucesos menos favoritos de la Alfa. Hayley se volteó hacía su hermana para cuando Jackson se aseguraba de que nadie estuviese lo suficiente cerca como para escucharlos, se veían sospechosos cosa que menos le gusto a Alexandra.
—Estuvimos hablando —tanteó las palabras a decir debido a que nada de ello era fácil de plantear. Aún todavía no creía que estaban dispuestos a cometer aquella locura; pronto Jackson se halló a un costado de Hayley para cuando ella lo miró antes de seguir con el habla —. Debemos irnos al Bayou.
Pronto el suelo bajo Alexandra desapareció. El aire sintió como le faltaba.
—¿Qué dices? —creyó haber escuchado mal, su mente últimamente no era algo en que ella confiará al cien por ciento por lo que creyó que esta le estaría dando una mala pasada. Hayley miró a Jackson nerviosa, sabía que su hermana no reaccionaría bien ante esa propuesta.
—Alex, no podemos seguir aquí. Dahlia viene por Hope, tú misma lo dijiste, ella no se detendrá hasta obtener lo que según le pertenece —expuso Jackson, a pesar de que la idea había salido de Hayley, al lobo no le pareció ninguna locura. Mucho menos después de todo lo que habían tenido que pasar últimamente —. Conozco el Bayou como la palma de mi mano, ahí no seremos la presa, seremos el depredador.
Las palabras de Jackson sonaban a locura extrema, pero en el rostro de ambos lobos había convicción absoluta, más Alexandra no se sentía así. Ella percibió una parte del poder que poseía Dahlia, cada segundo de la melodía de la bruja la recordaba a la perfección, como en el mundo de los sueños la hizo sentir perdida, sin esperanza alguna, con temor. Si eso era en los sueños, en la realidad podía ser mucho peor.
—¿Huir? —los miró a los dos como si estuvieran locos, puesto que para Alexandra, lo estaban —. No podemos hacer eso. ¿Qué pasará con Rebekah, con Elijah... con el mismo Klaus? —sus preguntas estaban a lugar, la joven Alfa no se quería ni imaginar como reaccionaría el híbrido a tal propuesta. La tensión entre ellos abriría una brecha si llegará a tomar la decisión de aceptar la proposición de Jackson Kenner —. Él jamás dejará que nos vayamos —miró a Hayley —. Dahlia es una bruja de mil años, lo viste con Arthemisa. La única forma de vencerla, es que sigamos con ellos.
—Arthemisa la vencimos, sí. —otorgó la razón —¿Pero por cuanto tiempo? —aquella cuestionante hizo que Alexandra frunciera el entrecejo, la sola pregunta le hizo recordar las palabras de su doppelgänger: algún día vendrás a mi.
—¿Qué quieres decir con eso?
Hayley tomó una inhalación. —No puedo arriesgarme a que Dahlia se las arregle para llevarse a mi hija —puntualizó. Alexandra negó mientras bajaba la cabeza, era una locura —. Por primera vez, vi en el rostro de Elijah y Klaus algo que jamás pensé ver —Alexandra la miró —. Miedo. —tan pronto la palabra fue pronunciada la escena del día anterior con el híbrido Original pronto se instauró en su mente ya que en aquel momento pensó ver en sus ojos lo mismo pero finalmente se tachó de demente, más ahora con las palabras de su hermana; si los Mikaelson, los vampiros más fuertes jamás conocidos, temían de esta mujer que podían esperar ellas, esa fue la pregunta que cayó por su propio peso.
Pero pronto la vibración del celular de Alexandra impidió la continuación de la conversación, al sacarlo de la pantalla salió una notificación emergente.
Preciso de tu ayuda.
—Elijah Mikaelson
Hace 1 min
Alexandra tomó aire antes de volver la mirada sobre Jackson y Hayley, quienes la miraban expectante ante la respuesta que podía tener para ellos. Sin embargo, la forma en que su hermana la cuestionó fueron respuestas suficientes para que la híbrido supiera que su hermana no estaba ni estaría de acuerdo con esa idea.
—Aunque no lo quieras, ellos son la familia de Hope —argumentó cuando guardó su celular —. Recuerdo un tiempo que dijiste que agradecías que ella no tendría solo una parte de esa familia, ahora te pido que pienses esto bien, porque si elijes irte. Dahlia no será la única que los persiga hasta el último rincón. —finalizó dándose la vuelta para salir del dormitorio. Hayley la vio irse para cuando su mirada se fue hacía la de Jackson, quien tenía la mirada sobre la puerta donde había salido la Alfa.
Quizás ellos estarían errados, pero ese quizás no era lo que no podían darse el lujo de pasar por alto.
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Del otro lado del Mississippi se hallaba un local que parecía abandonado, siendo esa la intención que se intentaba dar, debido a que en la información provista por Elijah, este le indicó que ese viejo club de jazz sería ahora la nueva carta bajo la manga, la fortaleza que necesitaban para solidificar aquella nueva estrategia. Al adentrarse el olor a humedad pronto sintió, junto a otro par de olores que no llegó a identificar, pero no tenía sentido hacerlo; eran evidentes cuales eran, después de todo, aquel lugar había sido abandonado hacía muchos años ya.
Algunos muebles despedazados junto a otros retazos de lo que parecía una sabana que en algún punto fue blanca, fue lo que se atravesaron en su camino hasta llegar al espacio abierto en donde visualizó todo. Las ventanas dañadas por el descuido, las maderas del suelo e incluso algunas partes que componían al techo. El lugar estaba hecho pedazos, a lo que Alexandra no comprendió como aquel lugar sería un refugio para esta amenaza que enfrentaban.
Pronto el campo de visión de Alexandra se concentró en las dos personas que se hallaban discutiendo lo que la hizo extrañarse, ya que como bien conocía, Josephine LaRue no hablaba con vampiros —siendo Elijah y Gia la excepción a la regla— sin embargo, la regente de los Nueve Aquelarres se hallaba en una conversación con Marcel Gerard. Eso era para sorprender a cualquiera.
—¿Dónde está Elijah? —la voz de Alexandra fue la que los hizo voltearse a encararla. La señora LaRue pronto le regaló una suave sonrisa que le dio un poco de escalofrío a la joven Alfa, Marcel se dio la vuelta hacía ella con los brazos cruzados sobre su pecho.
—Después de que dijo que venías, se fue. —explicó Marcel lo que hizo que Alexandra frunciera el ceño, puesto que, el vampiro Original le había pedido ayuda pero ahora él no se hallaba ahí. Aquello no tenía ningún sentido.
—Supongo que deberé ir en su búsqueda entonces. —Alexandra miró a su alrededor antes de disponerse a abandonar aquel local, del cual, quería escapar lo más pronto que podía. No le parecía nada cálido a lo que llamarían refugio.
—No, no. Señorita Morganson —llamó Josephine atrayendo la atención de la Alfa la cual la miró con confusión —. El señor Mikaelson la llamó porque a si se lo he pedido —aquello solo la confundió aún más —. Elijah Mikaelson quiere que este lugar sirva como un lugar libre de cualquier magia, un terreno neutral —informó la idea expuesta por Elijah lo cual Alexandra se asombró, ya que de todas las ideas, quizás esa era la menos esperada —. Para ello le pedí que usted fuera traída hasta mi.
Las palabras solo desconcertaban más a Alexandra. —¿A qué se refiere? —la señora LaRue se aproximó hasta ella para quedar solo a unos centímetros de lejanía, eso puso un poco nerviosa a la Alfa.
—Es un lobo sí. Pero también es una bruja —argumentó —. Un gen no opaca al otro, hace muchos años existió una como usted. Vivianne Lescheres —nombró asombrando a la joven, puesto que, para las palabras de Irhina. Jamás había existido una de su especie, siendo ella, la primera —. Sin embargo, ella jamás activó su gen lobuno porque se creía que no iba a poder sobrevivir la magia a ello —esa explicación era entendible —. Pero usted, usted, era la portadora de un poder que no se había visto desde hacía siglos —Hope rápidamente vino a su mente debido a que, ahora su sobrina era la portadora de aquella magia —. Cuando activó el gen, poseía este poder —Alexandra ciertamente no quería oír lo siguiente —. Usted, es la primera híbrido. Bruja y lobo.
La magia, eso era algo que había acompañado a Alexandra toda su vida, siendo lo que la había hecho objetivo de todo aquel complot que su doppelgänger había formado desde el lado de los Ancestros. Lo que la obligó a huir apenas logró la edad de catorce años. Sintió como la respiración le faltó por unos segundos, Marcel lo vio por lo que se acercó lo suficiente a Alexandra como para sostenerle.
—Pero Irhina... —tan pronto pudo pronunciar palabra la joven Alfa lo hizo. La mirada la tenía desviada hacía un punto del local —. Arthemisa... —ninguna palabra coherente salía. Josephine LaRue inhaló con fuerza. Era mucho que asimilar en poco tiempo, sí. Pero no había tiempo que perder.
—Irhina Morganson, eso es un tema que desarrollaremos luego —aseguró. Algo en su voz le hizo sentir a Alexandra que madame LaRue tenía mucho que decir y opinar al respecto de la abuela Morganson —. Ahora necesito su ayuda, el poder que corre por sus venas es algo único. Y necesitaremos toda la fuerza —la miró para pronto acercarse tomando sus manos con fuerza. Aquella mirada le dio escalofríos a la joven Alfa —. Porque la oscuridad esta pronta a cernirse sobre la ciudad.
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