Princesa de las Tinieblas (He...

By EugeniaVillareal

491K 37.5K 2.2K

Cada persona tiene su oscuridad interior, pero... ¿Qué pasaría si fuera más literal? Cassie Valverde ha pasad... More

Princesa de las Tinieblas
Prefacio
Capítulo 1: Está aquí
Capítulo 2: Ayuda
Capítulo 3: Vin
Capítulo 4: Espejismos
Capítulo 5: Huida
Capítulo 6: Cambios
Capítulo 7: La cabaña
Capítulo 8: Bestias
Capítulo 9: Carter
Capítulo 10: La Guarida de los Cazadores
Capítulo 11: Reunión de Líderes
Capítulo 12: Confesiones y confrontaciones
Capítulo 13: La Cárcel de las Bestias
Capítulo 14: Kali
Capítulo 15: Revelans
Capítulo 16: Tortura
Capítulo 17: Desconfianza
Capítulo 18: Conjuro
Capítulo 20: ¿Quién es él?
Capítulo 21: Escape
Capítulo 22: Nuevos lugares
Capítulo 23: La Casa del Infierno
Capítulo 24: Jan y Tara
Capítulo 25: Entrenamiento
Capítulo 26: El Libro de los Infiernos
Capítulo 27: El juicio
Capítulo 28: La Marca de Lucifer
Capítulo 29: La Llamarada de Lucifer
Capítulo 30: El Río de la Muerte
Capítulo 31: Las Lexies
Capítulo 32: Culpable
Capítulo 33: Revelaciones
Capítulo 34: Rituales de sangre
Capítulo 35: Princesa de las Tinieblas
Epílogo
Nota de la autora

Capítulo 19: Respuestas incorrectas

9.9K 805 55
By EugeniaVillareal

Después de ese día, he estado visitando a Vin dos veces al día para llevarle alimento durante dos semanas. Me hubiera gustado pasarme más seguido, pero resultaría sospechoso tantas visitas al sótano, además de que incluso con pocas visitas tenía que cubrir mi rostro para pasar desapercibida. Al pasar el tercer día, Kali se largó de la habitación y no volví a verla por ahí, incluso a Lyla no la veía tan seguido.

            Por sugerencia de Vin, decidimos—más bien, decidí— que sería mejor trasladarlo a otro sitio donde los cazadores no se molestarían en buscar. Así que después de varias horas de idea, Lyla sugirió el cuarto de alimento de las bestias. Está a unos metros de La Cárcel y es un sitio poco concurrido para los cazadores, ya que no piensan que sea realmente necesario alimentar a los demonios.

            Por eso ahora, estoy sentada sobre una caja fuerte de metal, observando cómo Vin come una barra de pan sentado sobre una sábana en el suelo y recargando su espalda, cada vez más sana, en la pared despintada.

            Hace ya catorce días que seguimos en la misma situación, Vin recostado en las mantas, comiendo la mitad de mi comida, y yo esperando a que terminara su rutina, para luego volver a mi cuarto y recostarme a dormir porque no tengo nada que hacer.

            No sé qué espero, quizá un milagro en el que milagrosamente despertara de mi cama sin ninguna bruja dentro de mi cuerpo, y así poder salir de una buena vez de este lugar sofocante. Pero sé que no es verdad y que seguramente no pasará nunca. Menos si no he logrado ningún avance con los cazadores. Vin me había dicho que ellos me ayudarían a sacar la entidad de mi cuerpo, pero desde que llegué no he notado ningún logro.

            Al parecer se han concentrado más en incriminarme que en auxiliarme con mi problema, como si de alguna forma yo tuviera la culpa de todos  sus inconvenientes. Por lo cual me siento ofendida, ya que no recorrí en auto durante un día entero para que después terminaran ejecutándome sin respuesta.

            —¿Qué estás pensando? —inquiere Vin al terminar de masticar y tragar un bocado de pan.

            Me relamo los labios, pensativa.

            —En por qué sigo aquí a pesar de no haber logrado nada. —Vin me estudia con atención—¿Es que no te das cuenta? Llevo aquí la mitad de un mes y todavía sigo con una dentro. Peor aún, esos sicópatas vestidos con armas piensan que voy a matarlos en cualquier segundo y de por sí te han tratado de asesinar.

            —Muy normal entre los cazadores.

        —No me siento cómoda aquí. Es como si algo en mí se rehusara a cooperar y me obligara a hacer todo mal. Anoche sufrí de pesadillas de nuevo, esta vez tan intensas que tuve que levantarme a vomitar.

        A Vin le cambia la mirada y aprieta los labios.

        —¿Otra vez?

        —Sí, aunque ayer vomité…sangre. Creo que está mal pero no será seguro avisarle a nadie más. Lyla seguro me mete una de esas orinas de animal que lleva siempre y no he visto a Kali hace más de una semana. De todos modos si la viera, no le contaría nada.

        —¿Y Carter? —cuestiona el chico, retomando sus mordidas al pan blanco.

        —Oh, él. Tampoco lo he visto desde hace mucho. Tal vez ya se haya largado de aquí sin decir nada.

        —No lo creo—comenta Vin.

        —Como sea, no tengo a muchos a los que contarles mis inseguridades.

        —Excepto yo.

        Excepto él, claro. Aunque no sabe que no le he contado todo. Antes de que empezara a vomitar por las noches, hubo varias ocasiones  en las que me levantaba en otro lugar fuera de la cama. Incluso una vez amanecí debajo de ésta. Además, no sé si sea imaginación mía, pero me pareció ver en las paredes del baño personal las mismas marcas que estaban impregnadas en las paredes de la cabaña.

        Lo único bueno es que no sufrí más posesiones repentinas por parte de la bruja durante las semanas, creo que por las bebidas que Lyla me daba, que según ella retenían todo lo malo dentro. De todos modos, agradecí ese silencio tranquilo. Pero eso no detuvo a Sademira de hablarme mentalmente. Las primeras veces la ignoraba, pero al pasar la cuarta, puse un poco más de atención a lo que me decía. Algo acerca de su pasado y su herencia, pero cuando le pregunté a que era a lo que se refería, se quedó callada.

        Aún tengo dudas acerca de ella, sé que es una bruja, pero todavía no descubro nada más. Creo que lo principal que debo saber es por qué está dentro de mí, cómo es que entró y qué es lo que debe de hacer. Lamentablemente, no he encontrado nada que me acerque a la verdad, menos a alguien que sepa decírmelo todo.

        Siento que estoy pasando algo por alto, alguna pista que ha estado en mi recorrido a La Guarida que todavía no he descifrado, pero aun no sé qué es. Lo peor es que presiento que no me estoy esforzando lo suficiente para llegar a algo.

        —De nuevo estás así—resopla Vin delante de mí.

        Sacudo la cabeza y lo miro ceñuda. Se ha terminado su pan y come el pedazo pequeño de milanesa que le he dejado en el plato.

        —¿Cómo?

        —Distraída, con la mirada perdida y muy lejos de aquí. —Hace un movimiento con su brazo para señalar al horizonte, dándole un aspecto más dramático a lo que dice.

        —No es cierto—le espeto.

        —Claro que sí, y ahora te molestas porque sabes que es verdad pero no te gusta admitirlo.

        —No me conoces.

        —Dos semanas son suficientes para conocer a alguien tan fácil de leer como tú—dice con una sonrisa despreocupada. A pesar de que me molesta, me agrada verlo más sonriente que hace catorce días cuando lo único que podía hacer era lloriquear.

        —No sabía que lo fuera—repongo.

        —Oh sí, me es fácil leer a las personas. Eres lista, pero un poco indecisa con tus decisiones. También te preocupas por las personas, pero tienes tus momentos egoístas en los que prefieres pensar en ti. Te es difícil confiar en las personas, y sueles tener un presentimiento cuando sospechas de algo o de alguien. También sé que cuando desconfías de alguien acostumbras mostrarte indiferente, también bajas un poco la cabeza y hablas más bajo.

        >>Pero cuando confías te muestras como eres, una niña insegura con problemas reales y difíciles. Te cuesta entender a la gente, pero curiosamente la gente te entiende mejor. Cuando tu cabeza está en otra parte, miras tus zapatos como si fueran lo más curioso del mundo, y pones tus manos sobre tus rodillas, además de que haces un movimiento raro con tus labios, como si la idea que tienes te molestase. Y cuando…

        —Hey, espera. ¿Cómo es que te has dado cuenta de todo eso—lo interrumpo.

        Vin me sonríe.

        —Sólo con observarte.

        —Me siento acosada. No es normal que un tipo loco te estudie de esa manera, es escalofriante.

        —Tal vez.

        No pensé que Vin se fijara en esas pequeñeces, me lo imaginaba un poco más distraído. Lo más que se puede tener en un cazador. Pensé mal. Me pregunto si también me equivoco con otras en él.

        Me levanto de la caja y recojo el plato desechable casi vacío que está a un lado de Vin. Dejo que se quede con el vaso de plástico con agua. No me gustaría que se muriera de sed. Me encamino hasta la puerta y la abro lo suficiente para revisar que no hay ningún cazador a los alrededor, y finalmente miro a Vin. Me devuelve la mirada.

        —Es hora de irme. Volveré mañana a la una.

        —Bien—se limita a decir.

        Me vuelvo a la salida y cierro la puerta con candado detrás de mí. No me imagino vivir durante días enteros  en una habitación tan pequeña, con sólo dos porciones pequeñas de comida al día. Aunque Vin no lo muestre, sé que se está desesperando y yo también. Si no logro nada con los cazadores, tendré que pensar en un plan para salir de aquí.

        Cubro mi cabeza con el saco y recorro los pasillos que llevan a las habitaciones centrales de la Guarida. Al igual que hace días, todo está demasiado tranquilo y solitario. Tal vez los cazadores están en una reunión, aunque no creo que sea así a todas horas.

        Cuando llego a dos habitaciones de la mía, noto que una figura encapuchada entra en ésta sin dificultad, abriendo el cerrojo con un puñado de llaves. Espero a que pasen unos minutos hasta decidirme entrar, y lo hago con sutileza y sin apartar la mirada del suelo.

        Cuando cierro la puerta con fuerza, la figura da un brinco y me deja ver su cara al girarse. Carter. No me sorprende.

        —¿Qué haces aquí? —le pregunto.

        Se muerde el labio antes de contestar:

        —Tengo un anuncio que darte.

        —Dispara.

        Mira de reojo mi cama, sus ojos negros moviéndose veloces por todos lados antes de caer en mí.

        —Quieren interrogarte.

        —¿Quiénes?

        —Los líderes.

        Suelto una risotada.

        —¿Otra vez? Supongo que tendré que prepararme para Kali, no me gustaría terminar como la última vez.

        —No será Kali quien te interrogue, sino los mismos líderes—dice apremiante.

        Hago una mueca.

        —Entonces no terminará nada bien.

        —Supongo que no.

        Aparto de un empujón a Carter de mi camino, y de debajo de la almohada saco una camisa blanca que Lyla me había prestado días atrás. Me quito el abrigo y tomo mi blusa lila por la costura antes de a asesinar a Carter con la mirada.

        —¿Qué?

        —¿Podrías girarte? Voy a quitarme la blusa.

        Justo cuando Carter se da la vuelta, me saco la blusa por la cabeza y tomo la camisa blanca para ponérmela.

        —¿Por qué te cambias? —dice Carter con fastidio.

        —No me gustaría tener que lidiar con otra blusa bonita llena de sangre—respondo. Termino de ponerme la prenda. Me queda bien.

        —Eres tan optimista.

        —Cállate.

        Salgo de la habitación con Carter a mis espaldas. Con un cazador a un lado, no tengo por qué ocultarme con un abrigo rojo. Aunque me gusta que no me reconozcan. El rubio me guía por la sede, pero no es tan necesario ahora que me he adaptado bien.

        —Sé que has mantenido a Vin escondido—dice de repente. No lo miro, pero él sí lo hace.

        —¿Qué te hace pensar algo así? —digo, haciéndome la inocente.

        —No lo sé, tal vez sea que te visto salir con comida dos veces al día, y siempre regresas con las manos vacías. Además también está que los otros cazadores no han encontrado el cuerpo sin vida de Vin. —Mierda. Me ha pillado—. No eres muy coherente con eso de ocultar, ¿sabes?

        —Si te has dado cuenta, otros también lo habrán hecho.

        —Nah, todos están metidos en asuntos más importantes como para fijarse en una niña tonta creyéndose Caperucita Roja.

        Le doy un manotazo en la nuca. Me grita perra a modo de respuesta. Muy original.

        —Sabías que a Vin lo estaban matando—afirmo, negándome a mirarlo—, y aun así no hiciste nada para impedirlo. Eres igual que Kali, sólo piensan en sí mismos sin preocuparse por los demás.

        —No conoces nada de lo que en realidad pasó, Cassie. Mientras dormitabas plácidamente en tu cama endemoniada, nosotros estábamos tratando con un problema difícil de resolver. Tienes que entender que aquí no estamos para relaciones personales, si haces algo mal, tienes que soportarlo sin ayuda.

        —No me gusta.

        —No tiene por qué gustarte, es la verdad.

        No digo nada más y Carter tampoco lo hace. Para cuando llegamos a la puerta de la sala principal de los líderes estamos lo suficientemente separados el uno del otro que es fácil pensar que venimos cada uno por su camino. No es que me importe, claro. No tengo tanto aprecio por Carter.

        Un cazador corpulento, de unos cuarenta años sale por la puerta y nos inspecciona a ambos de pies a cabeza. Lleva un arma grande y pesada y con esa toca los bolsillos de mi pantalón y parte de mi pecho. No sé por qué se negó a tocarme, pero lo agradezco.

        Finalmente nos concede el paso a la habitación y espera a que entremos para cerrar la puerta. La sala es la misma de hace varios días, rectangular y de un color pastoso, pero la diferencia es que la mesa larga que había antes ha sido reemplazada por una silla grande con correas y cadenas.

        Hay pocos hombres en la sala, unos siete quizá, menos de los que hubo la vez pasada. Lith, el tipo desagradable que estuvo agresivo el primer día que llegué, me espera justo delante de la silla, con los brazos alzados.

        —¡Cassandra Valverde! Que gusto verte de nuevo—dice con una sonrisa fingida. Está vestido de negro y lleva de nuevo su cabello oscuro recogido en una coleta.

        Alum también está ahí, con un poco de pelo de más en su pelo casi rapado. Me reconforta que esté ahí, quizá porque parece ser el más tranquilo y racional de todos. A los demás cazadores no los reconozco, aunque sí que los he visto antes.

        Carter me toma del brazo y me acerca más a los líderes.

        —Ya está aquí, ¿ahora qué?

        Lith lo mira con disgusto.

        —Ahora vete. Ya no te necesito.

        Carter tarda varios segundos, pero finalmente sale de la habitación a paso apresurado. De nuevo me deja a merced de los sanguinarios…

        —Queremos hacerte algunas preguntas, si no te molesta—pide con “amabilidad” Lith. Me señala la silla encadenada con el brazo y una sonrisa. Que bastardo.

        —Sí, pero, ¿no podría contestar de pie? Es que estoy cansada de estar sentada—digo.

        A Lith se le endurece la mirada y flanquea en su sonrisa.

        —Lo siento, pero es parte del protocolo que permanezcas sentada. —Y amarrada, quise decir.

        Hago lo que me pide y un cazador con pinta de pordiosero pasa las cadenas y correas por mis muñecas y tobillos. Permanezco quieta pero aun así me incomoda. Después de verme bien sujetada, Lith prosigue:

        —Empezaremos con preguntas simples, Cassandra. Yo pregunto, tu contestas, ¿de acuerdo?

        —Sí. —No estoy idiota.

        —¿Tu nombre completo?

        —Kenia Cassandra Valverde Muñoz.

        —¿Padres?

        —Roberto Valverde y Miriam Muñoz.

        —¿Cuántos años tienes?

        —Quince años.

        Luego empieza con unas más difíciles de responder

        —¿Persona en la que más confías?

        —Mi padre.

        —¿En quién menos confías?

        —Tú.

        Hace una mueca y tarda unos segundos en proseguir.

        —Si tuvieras que matar a alguien, ¿con qué armas lo harías?

        —Una pistola.

        —¿Por qué?

        —Porque no hay sufrimiento.

        —¿Matar o morir?

        —Morir.

        Un cazador aprieta un poco más las cadenas que me apresan.

        —¿Crees que existen los demonios?

        Estoy empezando a comprender a donde lleva esto.

        —Sí.

—¿Piensas que pueden vivir dentro de nosotros?

        —Sí.

        —¿Por qué?

        —Porque tengo una bruja viviendo en mí desde hace años—digo con rudeza.

        Mi respuesta lo satisface. Imbécil.

        —¿Te comunicas con la criatura, Cassie?

        Decido no mentir.

        —No mucho.

        Lith alza una ceja.

        —¿Se ha comunicado contigo?

        —Muy pocas veces—contesto. Le sostengo la mirada.

        —¿Has confraternizado con la bestia? —Me doy cuenta que mi respuesta les interesa, así que no me detengo en contestar:

        —No.

        Lith intercambia varias miradas con los otros cazadores, y finalmente me mira serio. Los otros líderes también lo hacen, expectantes.

        —Una última pregunta, para Sademira: ¿Qué es lo que intentas lograr?

        Me mira directamente a los ojos cuando pregunta, y una parte de mí siente un revoltijo, las entrañas se me contraen y aprieto los dientes cuando empiezo a temblar. Siento que voy a transformarme, pero trato de pararlo y sujeto con fuerza el reposabrazos de la silla. Ésta también tiembla.

        Justo cuando siento que voy a perderme una voz en mi cabeza dice con fuerza:

        Lo que tú nunca lograrás.

        Y aparto la mirada de los ojos de Lith.

        No sé si se escuchó en toda la sala, y si sólo yo lo oí, pero el resultado fue el mismo. Lentamente, Alum desata las correas que me sostienen y las deja caer en el suelo frío. Ni Lith ni los demás vuelven a mirarme, tampoco me dirigen la palabra. Salvo Alum, que lo único que dice es:

        —Hemos terminado.

        Un cazador desconocido me acompaña hasta la puerta, donde Carter me espera, y ambos salimos por ésta cabizbajos.

        Aunque no hubo sangre ni gritos durante la interrogación, por alguna razón siento que me ha ido mal. Con todo.

        Sólo espero no arruinar más las cosas.

Continue Reading

You'll Also Like

7.5K 921 51
Mi vida era normal y perfecta como usuario agua en el mundo de los humanos hasta que llegó una carta del colegio Elements. Todo a lo Harry Potter, pe...
1.5K 937 25
«Incluso las rosas blancas tienen una sombra oscura y Rosalyne Black, no era una excepción» Rosalyne Black, lo tenía todo, fama, dinero, un novio pop...
76.8K 2.7K 39
autora : Mailen Arias ☪️#17 - novela juvenil 😍❤️ 100% mía, no copiar
95.3K 2.8K 31
Una pequeña tímida, más pálida que lo blanco, y más hermosa que todas las demás. Un tipo mujeriego, más fuerte que la madre naturaleza, y con el cora...