High School Pyrex ✓

By OdysseyRamirez

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Saga #School 1 High School Pyrex. Instituto para varones. Un reformatorio. ¿Entonces que hace una chica ahí m... More

High School Pyrex
Advertencia
1. Decisiones precipitadas
3. Nueva estudiante
4. Tratos propuestos
5. Viejos deseos
6. Desastrosa escapada
7. Fumador nocturno
8. Paradas silenciosas
9. Peculiar reconciliación
10. Curiosa preferencia
11. Cumpliendo deseos
12. Noches playeras
13. Típica realidad
14. Preparatoria Orange
15. Cruda verdad
Ares
16. Exasperante desigualdad
17. Amor juvenil
18. Tormentosa interrupción
19. Regreso Bailey
20. Tinta negra
21. Deformada A
22. Halloween colorido
23. Obra interminable
24. Touchdown problemático
25. Extraña soledad
Ares
26. Esa constelación
27. Libreta materna
28. Intensa competitividad
29. ¿Te quedarías?
Agradecimientos

2. Instituto Pyrex

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By OdysseyRamirez





Tres horas en carretera.

Hizo un calor de perros pero luego de unas tres paradas para el baño y comer alguna chuchería llegamos al aclamado Instituto.

No fue triste la despedida pues iba a regresar cuatro meses después. Max, por otro lado, sí se puso sentimental diciendo que le trajera al menos una camisa con lo del Instituto. En respuesta le pregunté que si había investigado sobre el instituto y me dijo que se le había olvidado pero lo haría tan pronto me hubiese ido.

La entrada es un portón gigante de color negro y con la letra «P» como logo en el centro del mismo hecha de un color dorado reluciente. El portón está rodeado de una inquebrantable e inmensa barrera de muros de piedra que no muestran el instituto desde afuera.

En cuanto papá dice quién es por el comunicador de la entrada el portón se abre y un camino de tierra largo se presenta frente a nosotros. A los lejos se ve el gran castillo y la idea de verlo de cerca me pone los vellos de punta. Como papá dijo es una extensión de hectáreas verdes con árboles.

Papá arranca el auto y observo desde lejos una cancha de tenis, fútbol americano, de voleibol y hasta béisbol. Mientras más nos acercamos más grande se ve el castillo con sus árboles en la entrada haciendo una sombra. Las canchas y zonas de juego son inmensas, increíbles. El estacionamiento está un poco lejos del castillo, sin embargo, alberga una que otra camioneta, automóvil y autobús con la misma «P» del portón.

Papá estaciona junto una Ranger Rover.

— ¿Y...?

—No lo digas —pido con voz monótona.

—Ni siquiera quisiste que te hablara de esto en la casa.

—No me apetecía —digo suavemente mirándolo de soslayo.

Papá suelta un suspiro y después sale del auto siendo sorpresivamente atendido por una monja —que salió de quién sabe dónde—, dos hombres en trajes perfectos se unen unos instantes después y otro señor que seguramente va a coger las maletas de la cajuela se acerca detrás de ellos.

Por mi parte me quedo en el auto cruzando de brazos y con el celular en el regazo. Mi mente está únicamente en que no hay vuelta atrás sabiendo que ahora estamos en el reformatorio —aunque papá insista que no es un reformatorio— y mis posibilidades de librarme de esta son nulas.

Bufo, echándome el flequillo para atrás.

Escucho poco como papá habla con la monja y los dos hombres, presentándose, siendo agradable. La mujer entonces, muy alegre le pide que deje ver quién es el nuevo integrante de la institución y yo, aterrada por lo que sea que vaya a encontrarme veo sobre mi hombro el vidrio de atrás encontrando a papá haciéndome una seña desde donde está con los demás dejando en claro que me baje del auto y deje lo ermitaña.

Me tomo mi tiempo abriendo la puerta. Mi celular timbra demasiado con el tono específico que le tengo a Max y eso me deja algo confundida por tanta insistencia.

Me dijo que investigaría el lugar pero no me ha dicho nada desde esta mañana.

Ignoro el celular saliendo del auto, camino unos pasos después de cerrar la puerta del carro. Y entonces, quedo frente a la mujer, los tres hombres y papá. El silencio reina. Lo que más me sorprende son las caras de los hombres y la monja quienes están desconcertados y sorprendidos.

El señor que agarró mi maleta la suelta mirándome igual que los demás al percatarse de mi existencia.

La monja se persigna diciendo algo en voz baja.

Arrugo las cejas.

—Pensé que era un... Chico —quien habla de los dos hombres frente a mí es el que tiene la barba.

Siento mi celular vibrar en mi bolsillo con más insistencia, ruedo los ojos sacándolo del bolsillo de mi jean. Confundida con lo que dijo el hombre frente a mí alzo el celular observando el último mensaje de Max:

«Max»
«¡Es una puta institución para varones!»

Algo en mí se quiebra.

"Es un buen momento para; gritar."

Me miro con papá. Al igual que yo sigue confundido por la mención del hombre con respecto a lo de un chico y yo he perdido el aliento con el mensaje de Max.

—Papá —digo muy lento, para aligerar la tensión. Parece que mi progenitor no está enterado que me metió en un reformatorio para varones.

Toda yo está temblando de impotencia, quiero echarme a llorar pero la idea de que me voy a tener que ir de aquí por ser una chica me alegra lo suficiente como para quitarme las ganas de llorar.

—Ava...

—Me has inscrito en una escuela para chicos —es impresionante lo emocionada que suena mi voz cuando concibo la idea de que me iré de aquí más rápido de lo que pensé.

Papá se ríe entonces.

No entiendo porqué al principio. Él aún no cree lo que acabo de decirle y me señala como si estuviera mal de la cabeza.

"Ay, papá."

—Señor... —le habla la monja —... Señor Parker, ¿u-usted leyó la información que brinda la página de la escuela? —por el tono de voz de la monja sé que está preocupada y desesperada.

¿De qué me he perdido? ¡Si me voy a ir ya! ¡Qué emoción!

— ¿Qué? —el desconcierto de papá me toma desprevenida hasta a mí —Pues leí por encima, la página no cargó lo suficiente. Luego los llamé y ya.

"Hija de tu padre debías ser."

—Ay, virgencita —susurra la monja volviendo persignarse.

—Señor Parker —habla el trajeado sin barba —, High School Pyrex es una escuela para varones —a diferencia del que tiene barba la voz de él es más gruesa y pesada, como si se tratara de años de profesionalidad —. Debió verificar e indagar más sobre la escuela, no solo por haber leído que se instruyen y disciplinan chicos ya sabía todo...

Y el hombre sigue regañando a papá.

Me apoyo en la cajuela abierta del carro. Siento cada hueso liviano, voy a caerme y desmayarme aquí mismo pero de la emoción. Si esta es una institución de varones yo no pinto aquí y podré irme ya.

Aunque si me carcome que papá sea un poco —mucho— despistado.

Vuelvo la vista a los trajeados y a la monja que hablan con papá respecto a lo que harán conmigo... ¿Espera qué ha dicho la...?

Por una parte me gusta la situación pues volveré a casa; por otra me duele el dinero que papá gastó en esta escuela dado que se ve carísima.

"Shh... Quiero escuchar a los adultos."

—Ava, ven —me pide papá cuando termina su conversación con los demás. Es entonces cuando nos vamos en dirección del castillo.

Hay dos hombres que custodian la entrada, su uniforme es negro y rojo con la inicial de la institución en el pecho de lado derecho. Ellos abren la puerta dejándonos pasar a todos.

A mi alrededor todo es un castillo de la edad media con pinturas estilo victoriano, mesas con lámparas o floreros u otras cosas. Y el pasillo por dónde vamos tiene una alfombra también estilo victoriano. El castillo tiene un aspecto medieval y moderno —más medieval que lo otro.

Cabe destacar que es todo grande, inconmensurable. Pues castillo es castillo. Subimos unas escaleras en espiral por el ala este del castillo; mis oídos no tardan en escuchar los sonidos de teléfonos inalámbricos sonando, teclas de las computadoras, gente hablando, trabajo de oficina escuchándose muy claramente.

En la segunda planta que pisamos después de esas escaleras está un área administrativa con personas de aquí para allá todos vestidos acorde a la institución, y cuando ven pasar a los hombres con nosotros casi que jadean del miedo o respeto que le tienen. No obstante los hombros y la monja siguen de largo hasta otra sala, ahí se encuentran unas mujeres, hombres, una que otra monja tomando café en una salita muy bonita y hablando de quién-sabe-qué-cosa mientras nosotros vamos por otro pasillo lleno de ventanales, varias de las personas que están allí me ven estupefactos.

Al fin llegamos a un punto de todos esos pasillos y área administrativa en dónde mi papá, los hombres, y la monja se van a encerrar en una oficina dejándome a mí en la sala de estar fuera de ella con el señor sujetando mi maleta todavía.

Me escribo con Max y Phoebe. Aprovechando les cuento la situación y en respuesta me mandan tantos mensajes posibles.

—A su padre no le van a dar un reembolso —dice junto a mí el señor distrayendo mi acción de responderle a los demás.

— ¿Disculpe?

—Los pagos de las mensualidades en Pyrex son tanto para los empleados como para la caridad —arrugo el ceño ante el comentario —. Es bastante lamentable la situación, joven.

—Lo sé —murmuro metiéndome el celular en el bolsillo de mi pantalón — ¿Cómo se llama?

—Diego, joven.

—Un gusto, Diego.

Al rato salen los adultos de esa oficina. Me he quedado hablando con Diego sobre la escuela y me ha contado que Pyrex se fundó en 1980 cuando uno de los hijos del fundador chocó el automóvil de su padre y este último buscando disciplinar el comportamiento rebelde del joven muchacho fundó High School Pyrex.

Dijo que lo iba a llamar Academy Pyrex pero decidió hacerlo de otra manera.

Hoy en día. En 2019. el Instituto para chicos malcriados es un éxito total. Lo suficiente como para tener ya más de cinco estrellas dando honor al arduo y eficaz trabajo de cada profesor, cada maestro y cada tutor.

Sin embargo, hace dos años que el señor Pyrex murió y dejó el control total de High School Pyrex a manos de sus dos hijos: Ed Pyrex y Lucas Pyrex. La escuela prospera, está en su máximo esplendor como el mejor reformatorio en el continente americano.

Sin embargo nunca se les había presentado un acontecimiento como este: tener a una niña en la escuela para varones.

Me levanto del sofá junto a Diego al ver a mi papá salir de la oficina después de largo rato ahí metido.

—¿Qué pasó? —inquiero sujetándome las manos con nerviosismo.

"Di que nos vamos. Di que nos vamos. Di que nos vamos."

Papá encoge los hombros.

—Se quedará, señorita. Bajo un programa más estricto de reglas por supuesto.

Arrugo las cejas en dirección a Ed —el de la barba—, que salió de la oficina respondiendo mi pregunta, la que tanto temía que dijera. Luego miro a su hermano —el que chocó el carro de su difunto padre— y así paso a la monja.

Ella comprende mi mirada que exige más detalles y continúa:

—Dada la situación de que el dinero ya fue enviado a caridad y no podemos compensarlo su padre ha decidido dejarla aquí los últimos cuatro meses como pagó anteriormente. Y, así como dijo el señor Ed su estadía en esta institución será con reglas exclusivamente estrictas para usted las cuales me tomaré el tiempo de anotarlas y dárselas, señorita.

— ¿O sea que en serio me voy a quedar? —sueno decepcionada. ¡Yo iba a volver a casa y me dicen esto! —Oh, pero que problema.

—Los meses pasarán rápidamente, Ava.

— ¡Papá!

—Te prometo que vas a pasártela bien aquí —ruedo los ojos al cielo hasta terminar mirando a la monja que desaprueba mi gesto irrespetuoso hacia papá.

Lamo mis labios.

—Bien —respondo de mala gana.

—Perfecto —masculla la monja con alivio y papá se me acerca dándome un pequeño abrazo —. Le prometo señorita Parker que su estadía aquí será muy placentera —doy un asentimiento nada convencido —, por favor, Diego, llama al joven Costner, es momento de llenar esa habitación con la señorita Parker —el hombre con quien estuve hablando da un asentimiento educado y se encamina al pasillo por donde se entra a esta sala acatando la orden —. En cuanto a ustedes —se dirige hacia mí y papá, —les daremos toda la información de High School Pyrex.

La monja junto los hermanos Pyrex nos acompañan a ambos para un pequeño recorrido y también mención de muchas reglas que impone el instituto.

☀ ☀ ☀

Hay más de doscientas habitaciones en el castillo. Los cuartos se conforman por cuatro personas. En la mañana es obligatorio ir a correr para estirar los músculos y el desayuno se sirve luego de ir a correr.

Las actividades son libres después de las horas de disciplina y los estudios. Me van a otorgar un uniforme para el trabajo físico y el trabajo mental. En conclusión es, sí, como una escuela solo que hay más chicos que chicas... Que va soy la única chica aquí. Ayuda.

La monja que nos atendió es la madre superiora Margareth, pero mejor decirle Sor Margareth porque ya es la costumbre de cuando era una simple monja.

Papá ha aceptado cada término de la lista que Sor Margareth me hizo personalmente al igual que yo. Tampoco era que tenía opción de negarme.

Las reglas van así:

* No teléfonos.

* No bebidas alcohólicas.

* No sustancias estupefacientes.

* No deambular por Pyrex después de que se apagan las luces.

* No faltar a clases.

* No ser irrespetuosa (en el ámbito tanto carnal como amistoso) con los jóvenes.

* Mantenerme alejada de los chicos si hay intenciones carnales.

* Cumplir las normas e indicaciones de la escuela...”

Hay unas cuantas más pero esas son ya de las normativas originales y no las que me hicieron exclusivamente a mí por ser... Una chica.

Me entregaron mis dos uniformes —los más pequeños que pudieron conseguir— y, luego de más indicaciones y restricciones adicionales papá y yo estamos despidiéndonos en el estacionamiento.

—Pórtate bien —de todo me dice eso. Asiento contra su pecho —. Haré lo que pueda para comunicarme contigo.

—Ok...

Me abraza tan fuerte que siento el dolor en mi espalda. Promete nuevamente que me llamará cada que pueda y yo seré notificada únicamente por Sor Margareth. Le doy mi celular apagado a la monja que espera pacientemente detrás de mí y le pido a papá que les diga a Max y Phoebe los mucho que los voy a extrañar.

Así pues, papá se va de la escuela tocando tres veces el claxon como siempre hacía cuando yo iba al jardín de niños.

Lamo mis labios.

Sor Margareth me pone una mano en el hombro.

— ¿Preparada para su estadía aquí, señorita Parker?

—Sor Margareth, dígame Ava —pido con una sonrisa volteando hacia ella. La monja también me sonríe y asiente alejando su mano con delicadeza de mi hombro derecho.

—Sor Margareth —hablan a nuestras espaldas. Giro a ver quién es como la madre superiora hace y encontramos a Diego seguido de un chico —, el joven Costner.

El chico se acerca pasando del que seguramente es uno de los conserjes o botones —realmente no lo sé —del lugar, y distingo que viene con el ceño fruncido y las manos metidas en sus jeans azul oscuro.

Es guapo. Tiene el cabello rapado de los lados y una mata rubia, de tono miel y castaño claro se presenta sobre esos lados rapados de dos niveles. El corte es juvenil, de la época. Tiene estilo.

Su cara es cuadrada cosa que acentúa la mandíbula y los pómulos. Tiene una nariz respingada y ojos rodeados de pestañas cortas pero bonitas. Y ni hablar de sus labios que con un tono rosa pálido destacan el color avellana intenso de sus irises.

Sus cejas definidas y con dos cortes hechos voluntariamente en el final de la ceja derecha se encuentran fruncidas por el desconcierto.

— ¿Qué hace una chica aquí? —para rematar tiene un acento español que me mueve el piso de una vez. Me señala cuando se cruza de brazos.

" ¿Por qué siento que cosas muy malas van a pasar si me quedo más de dos días en este lugar?"

—Joven Costner —empieza Sor Margareth con un tono de voz firme e irónico ¿Le cae mal el chico frente nosotras? —, ella es la joven Parker. Nueva en High School Pyrex, necesito que le muestres su habitación y le des tu horario para que se ponga al día con las tareas. Ava, se te será otorgada una mochila y útiles escolares —doy un asentimiento —. Costner, trata bien a Ava, ¿entendido?

—Transparente.

"¿Me voy a quedar con él?" Pienso; mas no pregunto.

—Excelente —celebra la monja —. Diego ya debió de haber llevado tu maleta a tu nueva habitación, Ava —Diego asiente ante la suposició de la monja y ella nos da un vistazo al chico y a mí junto con una sonrisa afable en su religioso semblante dos segundos después diciendo —: sin más preámbulos me retiro —Sor Margareth se va seguida de Diego entonces y yo quedo con una pregunta en la boca:

¿Me van a dejar sola con él? ¿Que no debo yo decidir eso también?

Entonces, soy hiper consciente de que estoy sola con el joven Costner.

Muerdo mi labio inferior, avergonzada.

¿Por qué cuando hay un chico lindo frente a nosotras nos ponemos tan idiotas?

— ¿Si sabes que es un instituto de chicos? —no tiene que repetírmelo ni pregúntarmelo, lo sé con creces. Doy un asentimiento —, ¿entonces qué haces aquí?

—Mi papá no leyó bien la página —explico, él comprende inmediato pues asiente y hace un ademán con su cabeza para que lo siga.

Le ofrezco el papel que me dio Sor Margareth con el número de la habitación que me han asignado.

Su rostro dice más que mil palabras cuando lo lee.

—Oh, vale. Vamos allá.

Lo sigo.

— ¿Cuánto llevas en Pyrex? —inquiero posicionándome a su lado ya cuando estamos caminando hacia el castillo.

—Bastante. Puedes obtener tu título de bachiller aquí. Sin embargo no es recomendable —me responde cuando estamos dentro del castillo y caminamos por uno de los pasillos.

— ¿Y eso por qué? —él se gira en mi dirección con sus labios apretados.

—Por el simple hecho de que aquí no prosperas como en una preparatoria normal. Ves menos materias, pero más deportes y lo que más destaca es la disciplina, el como nos hacen ser unos chicos mejor ¿Entiendes? —doy un asentimiento pese a querer preguntar porque tanto ácido al decir «chicos mejor» — ¿Margareth te dio alguna lista de reglas estrictas? A nosotros nos dan una cuando nos inscriben aquí. Supongo que porque eres una chica, tú...

—Sí —lo interrumpo —. Aunque dudo que sea igual —rebusco en los bolsillos de mi pantalón hasta encontrar el papel que me dio Sor Margareth. Él lo coge entre sus dedos con uno que otro anillo plateado y desdoblando el papel lee detenidamente.

Esboza una fantasmal sonrisa.

—Lo supuse —dice, devolviéndome el papelito —. Venga, nos esperan allá.

— ¿Esperan? —inquiero pero no llega a responderme.

En el interior del castillo me hace sentir como una princesa atrapada, mas, la comodidad se me va cuando veo a varios chicos entrar por una puerta grande y de cristal con uniformes de fútbol americano.

La comodidad se vuelve deleite he de admitir.

Todos están guapísimos.

El chico con el que me dejaron me dice que no me quede atrás pues nos queda por recorrer. Pero yo observo a los que tienen el uniforme ese puesto.

— ¡Hey! Apresúrate, no pienso esperarte.

Casi corro hasta ponerme a su lado de nuevo.

—Me voy a perder en este lugar —bromeo, sin siquiera sacarle una risa.

—Ya te acostumbrarás.

Continuamos caminando y subiendo una que otra escalera. Por el momento estamos en las partes principales del castillo, luego, cogemos un pasillo con una alfombra marrón y cuadros en sus paredes. La iluminación es perfecta, me encanta el lugar de inmediato.

Hay puertas con números y pizarras, varias diciendo cosas tontas, nombres y hasta tienen dibujados penes por la inmadurez de muchos chicos aquí que se las dan de chistosos.

"Cabe destacar que aquí hay hombres, eh." Sisea la vocecilla en mi cabeza, hasta me la llego a imaginar rodando los ojos. Eso me da risa.

El chico se detiene de pronto y choco contra su espalda cuando eso sucede. Me sobo la nariz mirando que gira viéndome sobre su hombro.

—Tienes dos de tres compañeros aquí —arqueo la ceja derecha. Gira el pomo de la puerta haciéndose a un lado para dejarme entrar primero que él.

Entonces, cuando estoy dentro escucho un chillido aterrizado y me pongo rígida en mi lugar. Un castaño desde la parte de arriba de una litera me observa espantado con un libro en sus manos.

— ¡¿Qué hace una chica aquí, idiota?! —le grita al muchacho detrás de mí — ¡¿Quieres que nos expulsen?!

—Cierra la boca —gruñe el que me ha acompañado desde la entrada —. Es nueva, tal vez nos notifiquen de esto a todos en la institución y si no es así ten la decencia de aceptar que hay una chica aquí.

— ¿Te has vuelto loco? ¿Cómo has aceptado que esté en nuestro cuarto?

— ¿Su cuarto? —esgrimo preocupada.

"Me lleva."

—No es mi decisión, ¿vale?, Fue Sor Margareth quien la puso aquí o los Pyrex. —me ignoran épicamente.

El castaño rueda los ojos llevándose el libro a la cara cubriendo la misma.

—En fin —rompo el silencio uniendo mis manos en clara señal de incomodidad —. No esperaba más de esta bienvenida —sonrío de manera tensa y el castaño de la litera se quita el libro de la cara antes de decir:

— ¡Bienvenida a Pyrex! El Instituto donde ser un chico problema es cliché, la comida apesta, las pollas sobran y ser disciplinado es la ley. Claro, yo tengo otros métodos de disciplina si quieres, nena —el castaño sobre la litera de mi nuevo cuarto me hace esbozar una mueca desagradable.

Más cuando me guiña el ojo.

El chico que me trajo hasta acá suelta un bufido y lanza mi maleta sobre la cama de abajo de la otra litera desocupada. Mas, un quejido proveniente de la sábana se hace oír desde su interior captando toda y mi absoluta atención.

—Por un demonio —suelta la sábana — ¿Quién tiene el puto atrevimiento de levantarme luego de hacer todas esas horas de labor social? —la sábana se remueve lo bastante como para descubrir a un pelinegro con un piercing en el labio inferior y el ceño fruncido, es lindo. Igual de atractivo que el chico que me trajo a la habitación. Sus ojos de un tono marrón oscuro recaen en mí, sus cejas de color negro espesas se fruncen ligeramente —. ¿Si ven que hay una chica aquí verdad? ¿O sigo dormido? —no duda en señalarme con su dedo índice adornado por un anillo de plata.

—Es nueva. —recalca el rubio que me trajo acá.

—Es una chica —recalca el pelinegro —. Es. Una. Chica. Una jodida chica.

—Que buenos que te des cuenta de eso, Conan.

—Ya no podemos andar en pelotas en la habitación —advierte el castaño de antes en su litera —. Ya se nos jodió la comodidad.

— ¿Se andan en pelotas? —susurro con disgusto más para mí que para ellos.

—Hasta hacemos ejercicio en pelotas, baby girl —masculla Conan, pasando sus brazos hacia atrás de su espalda para apoyar su peso. El tono de su voz eriza los vellos de mi cuerpo. Sin embargo al analizar bien lo que dijo me repugno de inmediato.

—Eso no sonó bonito —objeto, apretando mis labios.

Conan se da cuenta y asiente con los labios igual de apretados como yo.

—No, no sonó bonito. Soné como un puto extraño.

El castaño se carcajea y el que me trajo aquí le lanza una almohada a la cara a Conan.

—Tu cama es la de allá abajo —señala él la cama debajo de la del castaño. Lo veo subirse a la suya y empezar a leer un libro que había en la cama, o, al parecer su cama —. Advertencia para ti de una vez, Robin, nada de manos sueltas.

¿Qué ha dicho? Miro al de la litera.

El castaño rueda sus ojos al cielo volviendo a sumergirse en su lectura. Me dejo caer luego sobre el colchón de mi nueva cama sintiendo los resortes sobresalientes pero quedos en la colcha. Alzo la mirada encontrándome con los ojos de Conan.

— ¿Qué? —inquiero con las manos sobre las rodillas.

—No vas a durar ni dos días aquí —promete, me repugna su promesa.

Claro que puedo durar más de dos días aquí. ¿Por qué me subestima tan pronto?

—Déjala ya, Conan. Tampoco le hagas caso... —el rubio que me trajo hasta acá deja de leer para mirarme. Busca, por supuesto, recordar mi nombre por medio de las facciones de mi cara.

—Ava —respondo.

—Yo soy Robin, muñeca —la cabeza del castaño se asoma por el borde de la litera, doy un ligero respingo pero me rio por su acción espontánea —. Ese que ves allá todo gruñón y sexy es Conan y por último pero no menos importante nuestra "cabeza" o "líder" del cuarto al igual que malhumorado es: Ares.

El rubio hace un ademán con la mano. Conan no hace nada más que acostarse y arroparse y bueno, me queda es Robin sobre mi cabeza.

—Es un gusto —susurro pesadamente. Lo que no sé es si lo digo con gusto o con disgusto.

Creo que, prefiero ir a un reformatorio de verdad.

☀ ☀ ☀

La cama es incómoda.

La sábana raspa.

El frío es insoportable.

Y los ronquidos de Robin también.

—Joder, ponle una almohada en la cara y no se la quites hasta que se calle —escucho susurrar a Ares desde su litera con su impecable acento español.

—En parte eso sería homicidio —concluye Conan con la almohada sobre la cabeza pero no en la cara.

—Es la cuarta vez en la semana —reprocha Ares.

—Deja de quejarte y duérmete.

— ¿Me vas a decir que tú soportas a la motocicleta que tenemos como compañero de cuarto? —responde sarcástico.

Entorno los ojos en dirección de Conan. El azabache en respuesta bufa girándose hasta quedar de costado. Sus ojos encuentran los míos y la pesadez de sus párpados los aislan de mi mirada.

Tienen tanto sueño...

Me atrevo a subir la mirada para encontrarme con Ares sentado sobre su litera mirando la ventana alta de la habitación. La luz gris de la luna proyectando su rostro y parte de su cuello y clavículas lo hace ver estoico. Entiendo el porqué de su incomodidad, hasta yo no puedo dormir con los ronquidos de Robin como lo hace ver Conan tan fácil.

Tampoco me deja dormir la realidad de que es la primera noche que paso tan lejos de casa. Es un sentimiento que se alberga a la boca de mi estómago apretándose con fuerza y sin pudor alguno.

Se siente diferente.

Es que no hay nada como la cama de uno.

No puedo —quiero— decirle algo a Ares. Me mantengo firme hasta que él regresa a su posición en la cama dándome la espalda. Ahora soy yo quien ve la ventana de la habitación.

Los ronquidos de Robin inundan el cuarto en su máximo esplendor y junto a estos el sonar de los grillos. La habitación está sumergida en oscuridad absoluta exceptuando esos sitios indeterminados de la luz de la luna proyectando su luz gris en el suelo y paredes.

Me envuelvo en la sábana rasposa buscando calor. He de destacar lo sorprendida que me he sentido al ver a Robin dormir sin camisa, mañana en la mañana le preguntaría cómo aguantó el frío infernal de esta noche por fines de conveniencia.

Robin se mueve sobre la cama causando que las bisagras y las maderas crujan bajo su peso. En cuestión de segundos cierro los ojos dejándome llevar por el sueño.

Muy a mi pesar, cuando estoy conciliando el sueño, algo apestoso llega a la punta de mi nariz, y patea mis fosas nasales.

Reconozco el olor casi de inmediato, por lo que, no puedo callarme cuando chillo:

— ¡Robin, eres repugnante!

Y él, quién decía estar dormido suelta una carcajada.

☀️

No sé qué hora es cuando amanece pero me obligo a quedarme en la cama arropada hasta el cuello y hecha un ovillo. Al fin encontré el punto de calor que necesitaba desde ayer en la noche.

—No creo que le hayan dicho que levantarse temprano es primordial en esta escuela.

Escucho entre susurros a alguien.

—Que sea una chica no niega el hecho de que debe ignorar las reglas. Debe levantarse, Robin.

Reconozco ese acento español.

— ¿Y si la sancionan?

—Por un demonio —es lo último que escucho como la voz de Conan.

Luego, se hace el silencio y de un momento a otro estoy cayendo al suelo llevándome un gran golpe en la cabeza.

Gimoteo de dolor antes de arrastrarme por el suelo saliendo de debajo del colchón y la sábana.

—Si esta es una escuela para reformar varones, ¿no tendrían la decencia de tratar a una dama como se merece? —manifiesto molesta, y apoyándome sobre mis antebrazos.

Robin es quien me ayuda a levantarme por medio de debajo de mis axilas y me sorprende su fuerza porque me alza como si nada. Ya de pie me dispongo a verlos a los tres convirtiendo mi expresión serena en una dubitativa al ver que ya tienen sus uniformes de educación física puestos, también los cabellos alborotados y unas ojeras terribles.

Muy a mi pesar todos ellos se ven salidos de alguna revista, de alguna sesión fotográfica aún cuando parecen haber pasado una mala noche...

—Aún no acaba nuestro proceso de reformación, Ava —escucho a Ares. Va a una parte del cuarto tan solo a traerme mi uniforme —. Cámbiate.

¿Qué?murmuro con Robin ayudándome a levantar y poner el colchón de mi cama donde va.

— ¿No entiendes? —espeta ofensivo Conan. Se encuentra cruzado de brazos apoyando uno de sus hombros en la litera que le pertenece a él y a Ares.

— ¿Cambiarme con ustedes aquí? —susurro como si fuera lo más insensato en el mundo.

— ¿Ves un armario grande acá? Los únicos vestidores están en las duchas y esos están al otro lado del castillo —es Robin quien habla. Es él quién más lindo me ha tratado.

— ¿Me están tomando el pelo, verdad? —la voz me sale asustada.

—Cámbiate y ya, todos aquí ya hemos visto a una chica desnuda.

— ¡Pero sería por su voluntad propia yo no quiero que me vean!

Ares rueda los ojos al cielo.

—Hazlo, no queremos que Sor Margareth venga a regañarnos por ti y tu ética decencia —Conan se acuesta en su cama.

— ¡¿Qué diablos hago?! —me dirijo a Robin quien ha estado detrás de mí en todo momento.

—Quítate la camisa, y el pantalón y te vistes. Ya, listo.

— ¿Y no debo darme una ducha antes?

—Las duchas se toman luego del desayuno para empezar con las clases —explica la cabeza del grupo.

— ¿En dónde me vino a meter mi papá? —sueno consternada.

La puerta suena con tres toques bastante armónicos.

— ¡Rápido, muchachos, Sor Elizabeth está pasando lista! —espeta otra voz masculina.

Aquello que les dice algún chico detrás de la puerta de vuelve como el detonante necesarios para que los tres chicos que son mis compañeros de habitación se muevan a mucha velocidad. Conan me agarra los brazos alzándome hasta que mis pies no tocan el suelo y mientras Robin junto a Ares me quitan el pantalón de pijama. Les suplico que se detengan, que yo puedo hacerlo sola pero es cuestión de tiempo cuando me visten de una manera tan antinatural. Y sin embargo estoy perfectamente vestida.

Conan me suelta finalmente haciendo una coleta en mi cabello con experticia. Robin me pasa mis zapatos y Conan sentándome en su cama se dispone con Ares a ponerme las vans negras con línea blanca que son inseparables para mí.

Es entonces cuando estoy lista; peinada, vestida y hasta acalorada por los chicos. Estoy por decirle algo a Ares cuando Conan me baja la mano —que alcé para señalarlo con acusación —diciendo:

—Luego te quejas, hay que salir.

Y, en ese momento que vamos a salir la puerta se abre a manos de Sor Margareth sujetando una de esas tablas con sujetador para hojas en la mano.

—Me alegra que no hayan salido todavía —replica con su voz teñida de alivio —. Joven Costner, por ser el responsable de su grupo le exijo absoluto control con la joven Parker. Imagino que ya impuso los límites con sus compañeros —Ares da un asentimiento corto —. Perfecto. Joven Parker, espero que cumpla las reglas que le escribí en la hoja, ya sabe la rutina mañanera de Pyrex por lo tanto no hay que repetirla — ¿Rutina mañanera? Me lo dice como si acabara de leer un documento donde especifican eso, y no he leído nada aún. Quizás supone que los chicos me lo dijeron pero tampoco me han informado nada, debo ponerme las pilas en esta institución. En tanto me encuentro en mis pensamientos Sor Margareth continúa hablando —: En cuanto a los demás alumnos mantengan un sumo distanciamiento, nada de muestras afectuosas. También va para sus compañeros de cuarto.

—Entendido —respondo con claridad.

—Sé que es un poco insólito tener a una señorita entre estas paredes pero esperamos que lo entiendan y lo acepten. Fue un despiste del señor Parker y como todo ser humano se equivocó. Sin más preámbulos, muchachos, pueden salir.

Los tres llegan a empujarme ligeramente para que camine dado que estoy adelante de ellos, mas, no llego a moverme hasta que veo a la madre superiora con una duda en mi cabeza, lengua, alma y vida:

— ¿Nadie sabe que estudio aquí? —pregunto.

—Los señores Pyrex luego harán una asamblea para eso, mientras... —la mirada azulada de la mujer se pasea por el cuarto hasta que con una de sus manos coge una gorra que se encuentra sobre la cómoda junto la puerta y así se la da a Conan. El azabache toma mi cola de caballo y me coloca la gorra escondiendo perfectamente mi cabello dentro de ella —Por el momento más nada.

— ¿Y si notan que soy una chica? —pregunto, pero la mujer niega como si fuera algún pecado.

—Manténgase tranquila, joven Parker. Por favor, joven Bailey, busque algún suéter que cubra la protuberancia de su busto —Conan no sé inmuta y se mueve rápido por el cuarto rebuscando en una pila de ropa sobre una silla del único escritorio en la habitación. No pasa mucho tiempo cuando me están obligando él y Robin a ponerme una sudadera azul que huele a hombre, no evito inhalar cunado la tengo puesta. Huele de maravilla. La monja se le acerca a Ares ignorando que estoy oliendo con fuerza la sudadera —. Que nadie sepa que es una señorita, Ares, esto es para los cuatro, ¿entendido?

—Sí, Sor Margareth —responden al unísono los tres.

La monja suspira y sonríe como si nada pasara antes de darnos vía libre para que salgamos de la habitación. Afuera me reúno entre las hileras de chicos que se encuentran en el pasillo caminando en la misma dirección que nosotros y cada uno de ellos vestidos con su uniforme deportivo se dirigen automáticamente a alguna parte del castillo. Varios hablan, otros no. Pocos bromean y se ríen. Muchos de ellos son guapísimos mientras otros son comunes y varios tienen ese aire de cerebritos.

De repente una mano se instala en la parte baja de mi espalda haciéndome caminar por la hilera de chicos como si fuera otro de ellos.

Más que todo después de pasar el pasillo lleno de las habitaciones empezamos a bajar escaleras y cruzar puertas hasta llegar a un espacioso salón de puertas abiertas que al  pasar estamos afuera del castillo en el patio trasero de muchas hectáreas verdes que gracias a muros de piedra gigantes todo el recinto está aislado. La mano en mi espalda me empuja nuevamente con suavidad hacia el patio y mis zapatos tocan el césped verde. Se ve tan hermoso todo, cuando llegué con papá ayer no había visto tanta belleza hasta ahora.

Por desgracia un silbato suena estridente desde la lejanía y con él un hombre vistiendo pantaloncillos rojos, camiseta blanca y chaqueta del mismo color que sus pantalones se abre paso entre la multitud soltando su silbato que cuelga de su cuello, tiene una gorra con el logo de Pyrex y una expresión que demuestra lo imperturbable que llega a ser.

—Buenos días —saluda con una voz gruesa y la misma tabla que tenía Sor Margareth en su mano —. La lista está completa, no hacen falta los conocidos protocolos por lo tanto empiecen a caminar, calienten un momento y luego a trotar.

Sopla el silbato con un solo movimiento y Robin —quien siempre está detrás de mí— me obliga a caminar con Conan a un lado mío y Ares frente a mí.

Los chicos... Las hileras de chicos estiran sus brazos y piernas mientras caminan. Puedo ver luego como a Conan se le asoma un tatuaje por la manga de la camisa, a diferencia de Ares —que tiene tatuajes en los antebrazos.

— ¡Prepárense, muchachos! Hoy serán cincuenta minutos.

Suelto un jadeo estrangulado. Conan se gira a verme.

— ¡¿Cincuenta minutos?!

—Bienvenida a Pyrex —es lo único que dice antes de que el silbato suene con todo su esplendor. Todos los chicos empiezan a correr detrás de mí, no sé cómo les sigo el paso pero me he quedado junto a Robin dejando a Conan y a Ares traspasarme en ese trote.

— ¿Siempre son cincuenta minutos? —mascullo después de botar aire por la boca. Robin me ve.

—No hables. Te vas a cansar más rápido y te va a doler el estómago —doy un asentimiento siguiéndole el paso.

Robin a diferencia de todos los demás se toma su tiempo, va lento y seguro mientras otros parecen correr. Desde ahora he perdido de vista a Ares y a Conan pero no es algo que me importe en este momento.

Subo la mirada hasta el cielo encontrándome con el clima frío de la mañana y el sol un poco apagado.

No sé si aguante cincuenta minutos.

☀ ☀ ☀

Definitivamente soy un asco para las actividades físicas.

Doy pena.

Perdí la dignidad frente a chicos que no conozco.

Robin tuvo que ayudarme muchas veces a no caerme y cuando eso pasaba escuchaba las risas de varios chicos. Idiotas. Cuando pasaron treinta minutos ya estaba deseando acostarme en la cama o en el suelo si podía. Cuando el coach anunció los cuarenta y cinco minutos estaba al borde de desmayarme y, cuando finalmente los cincuenta minutos pasaron el silbato sonó tan fuerte que lo vi como un coro de ángeles.

Caí al suelo. Y ahí me quedé sobre mis manos y rodillas.

—Ayúdenlo a levantarse —es el coach quien habla poniéndome los vellos de punta. No tardan en ayudarme y por suerte es mi grupo quien lo hace. Los ojos verdes del hombre frente a mí escudriñan mi cara y no sé si es porque estoy sudada o la gorra cubre bastante pero él no hace más que mirar a quien me levantó —. Jamás había visto algo tan decepcionante, joven...

Parker... —digo sin aliento con la voz jadeante distrayendo mi voz femenina.

—Ares, como mi recomendación personal quiero que lo pongas a trotar para que agarre costumbre.

—Sí, coach.

—En cuanto a usted, Parker, póngase las pilas. En Pyrex duramos una hora o dos corriendo si no es que los pongo a correr cinco kilómetros alrededor de la propiedad.

— ¡Por favor! —suelto llevando mi voz una octava más alta.

—Y dejese de gritos, parece una niña —se gira encaminándose a donde lo espera otro grupo de alumnos.

En ese momento que el coach nos deja Ares está colocándose frente a mí y mirándome.

— ¿Estás bien? Parece que vas a desmayarte.

—Cuerpo... No... Siento... Extremidades... Muertas —me dejo caer en quien me sujeta.

—Está bien, hay que llevarla por algo de comer.

—Comida... Fuerzas... Ay... —siento dos pequeñas palmadas en mis mejillas. Robin me ayuda a levantarme de Conan pasando un brazo por mi cintura y dejando uno de los míos en sus hombros.

—No vas a durar —dice Conan —. Vas a verlo pronto.

Decido ignorarlo porque sus comentarios negativos y mi cuerpo agotado no coaccionan con mi cerebro.

☀️

El camino a la cafetería de Pyrex es corto por suerte; sin embargo, no todo es color rosa. La comida, como dijo Robin ayer; apesta. Me han dejado en una bandeja alguna extraña masa grumosa verde que por mucho que a Robin no le importe devorarse a mí me crea un revoltijo en el estómago.

— ¿A qué sapo verde le sacaron la piel? —indago picando con mi tenedor lo que parece puré o no lo sé, en serio no sé qué sea. Junto a él hay una pequeña taza con granola en nueces y pasas y de beber hay jugo de tomate.

—Oh, eso es asqueroso —a nuestra mesa llega de repente un chico con facciones coreanas. Hasta se le marca el acento.

— ¿Cómo estás, mi chino? —Pregunta Robin engullendo una cucharada de granola.

—Que no soy chino, soy coleano. —Me obligo a no reír. La escena es cómica pero también denigrante y hasta dan ganas de darle un sopetón a Robin en la cabeza. Me doy cuenta que la bulla de las otras mesas es un tanto molesta pero soportable.

—Él es Justin —dice Robin —. Mi chino —agrega después.

¡Coleano!

—Ay, chino...

—Justin, este es el nuevo —añade Ares.

—Un gusto —dice.

—El mío —mascullo picando el puré.

—Son gigantes molidos. Bastante buenos si tienes el paladal muelto.

Esbozo una sonrisa en dirección de Justin. Es raro escucharlo confundir la R con la L.

—Sí bueno... Se me ha quitado el hambre.

—Pásalos, a mí sí me gustan. —ni siquiera me da tiempo de responder pues Robin toma mi bandeja y empieza a engullir la comida que hay en ella.

—Ves, lo que te dije. Robin tiene el paladal muelto.

Sin querer rio.

—Buenos días a todos los alumnos de High School Pyrex. Por favor, luego de que el timbre de después del desayuno suene deberán dirigirse al auditorio.

Miro a Ares luego del comunicado a través de las bocinas de la cafetería.

—Lo entenderán —masculla la cabeza del grupo.

—No. La comerán viva —asegura Conan tomando del jugo de tomate —. Sabes que va a ser así.

—No mates los pocos nervios que le quedan, Conan —esgrima Robin señalándolo con su tenedor —. Tú tranquila que nada malo va a pasar.

—Lo más posible es que digan que eres una chica y bueno, deberán mantener su distancia contigo. Ya será de tí mandarlos a la mierda si se sobrepasan.

—Sí... —susurro picando el puré de guisantes con el tenedor. Robin me ve mal —Creo que quiero ir al cuarto.

—Da la cara, no seas cobarde —Robin hace el intento de subir mis ánimos. El intento.

Y yo no digo más que un: "gracias."

☀️

Espero te haya gustado el primer capítulo de High School Pyrex 🥺

¡Nos leemos la próxima actualización!

💛

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