Ángel 234(I&II)

By Mariansosaaa

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Un caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colo... More

Nota.
Antes de comenzar a leer.
Protagonistas.
Sipnosis.
Capítulo 1: El principio de todo.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24: Ángel 234.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29: El final de un nuevo comienzo
Epílogo
/Segunda parte/ Ángel 234: Tiempos Oscuros.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2: Chica batido.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5: "Eres un problema"
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8: Rompo todo lo que toco.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11: Píntame.
Capítulo 12: ¿Quién era Hult Sullivan?
Capítulo 13.
Capítulo 14
Capítulo 15: Soy completamente de ti.
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18: Todo mi amor para ti, Gwen
Capítulo 19
Capítulo 20: Alma por otra alma
Capítulo 21
Capítulo 22: Quizás
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26: Capítulo Final
Epílogo
¡ATOM!
EXTRA

Capítulo 13.

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By Mariansosaaa


                              

Gwen Trainor.


Seguía en la misma posición, con Hult abrazándome y yo aferrándome a él, ¿Ya estaría muerta? No me sentía muerta, ni siquiera golpeada, no me sentía mal. Levanté mi vista por donde debió haber colisionado el auto. A unos cuatro metros de nosotros se hallaba con la parte delantera aplastada y humo brotando del motor. Chocó de frente contra un poste de luz. El auto estaba en frente de nosotros, pero ni siquiera nos rozó, no nos tocó en lo absoluto. Simplemente nos traspasó. ¿Cómo era eso posible? Debíamos estar peor que ese poste doblado, en cambio seguíamos intactos.

Las personas comenzaron a salir del instituto alarmados, todos los estudiantes, profesores y la directora. No era una alucinación, era real porque todo el mundo lo veía, veían el auto. El profesor Freeman junto a Thomas, fueron hasta el lado del piloto para auxiliar a la persona del accidente.

Me separé de Hult y lo miré fijamente haciendo notar mi confusión, trataba de comprender lo sucedido, buscarle las variables. Pero por más que buscaba una excusa para entender cómo era posible que el carro no nos haya tocado, no había nada, eso era imposible. Mi cuerpo seguía temblando del miedo, en cambio Hult estaba neutro, tenía su atención fija a lo sucedido. Esto era muy extraño, más extraño que lo que sucedió la vez en mi casa.

—E—Esto es imposible —titubee. Él seguía concentrado en la escena.

—Veré si necesita ayuda —se iba a ir, pero yo lo detuve jalándole por su camisa.

—Ya la tiene— señalé con mi dedo al montón de personas prestando su ayuda —¿No estoy loca verdad? El auto no nos tocó.

—Genial, tuvimos suerte— se alzó de hombros sin darle nada de importancia ¿Era broma?

—¿Tuvimos suerte? Eso no es suerte Hult, el auto está enfrente de nosotros.

—Por eso mismo, tuvimos suerte de que no nos haya arrollado. ¿No crees? —soltó irritado ¿Estaba demente? ¿No le parecía tan extraño como a mí?

—¡Exacto! ¿Por qué no nos arrolló si venía hacia nosotros? ¿No te parece extraño?

—Tal vez nos rodeó —claro, nos rodeó y volvió a posicionarse en recta nuevamente.

Lo tomé de la cara para que me prestara toda la atención que fuese posible. No era un sueño, no eran ventanas rotas, era algo que todos presenciaron, incluso él. No dejaría pasar esto por alto —Escúchame, por favor—supliqué. El chico frunció el ceño y asintió —El auto no giró, el auto nos traspasó. Nos traspasó como si fuésemos fantasmas.

Hult agarró mis manos y las alejó de su cara. Relamió sus labios y dejó escapar un suspiro.

—Olvida lo que pasó— musitó.

—Olvidarlo y ya, ¿así de simple? — expulsé una risita de estrés, negando una y otra vez con la cabeza.

—Simple, tú misma lo has dicho. Hay cosas que es mejor no saber, Gwen.

—¿A qué te refieres?

—A esto— hizo un movimiento con su mano indicando la escena.

—¿No ves lo extraño que es? Lo mismo fue con mis ventanas, tampoco tiene explicación.

—Seguían intactas, el miedo te dominó.

—Intactas, así como nosotros ahora. ¿Cierto? — desafié, no iba aceptar que Hult le buscara una vuelta irrazonable a los hechos.

—Deja de estresarte y agradece que estás bien— gruñó.

—¡Me estresa el que no me creas! Haces como si trataras con una loca— subí el tono de mi voz.

Estaba al borde, no sabía quién jugaba con mi mente. Si yo misma o Hult lo trataba de hacer. Sus facciones se suavizaron.

—Por favor no me cuestiones, cuando no puedo darte la respuesta que deseas— pidió muy sutil. Y esa idea repentina tropezó conmigo. ¿Hult oculta algo? Ninguna persona en su sano juicio estaría tan relajada como él lo está.

—Lo único que deseo es que me creas.

—Lo hago, Gwen. Lo hago— y con eso respondió mi idea. Definitivamente había algo que no me quería decir.

—Hult te...— iba hablar, pero me interrumpió.

—Te prometeré explicarte si tú me prometes una cosa— su oferta era tentable. Puesto que, realmente quería esa explicación.

—Sea lo que sea, lo prometo— me encogí de hombros.

—Si te preguntan, solo di que casi te golpea. No digas lo que crees— ordenó. Tampoco esperaba hacerlo. ¿Quién creería que el auto, en vez de chocarnos nos traspasó? Todavía no lograba entender por qué no quería que lo mencionara.

—Per...

—Nada de preguntas, Gwen — espetó entre dientes. Sacó otro cigarrillo y lo encendió.

—¿Hablaremos de esto después de clases? — pregunté y él asintió.

—Tu novio viene para acá— ladeó una sonrisa burlona. Miré hacia donde Hult veía, se trataba de Graham, se notaba preocupado. No puede ser, ahora estaría con los dos en un mismo lugar, sería muy incómodo, es el mejor momento para que la tierra me trague y no me devuelva más nunca. Pero como si me hubiese leído la mente, Hult habló— Mejor me voy, no creo digerir ver lo rara que eres en frente de él— iba a responder que no era mi novio y tampoco soy rara, sin embargo, el chico se había marchado de mi lado.


(...)


Las horas transcurrían con lentitud, no dejé mi mente ni un segundo alejada de lo que ocurrió temprano. Le buscaba vueltas, pero terminaba en el mismo lugar, sin nada. Cuando pasó lo de mi casa, pensé que me había vuelto loca, o alucinaba. Que tal vez no estaba durmiendo bien, inclusive las pesadillas podían ser el detonante de la alucinación de las ventanas. Eso también pudo haber sido real, tan real como el choque. Tan real como el que no nos haya pasado nada. Hult sabía algo sobre esto, algo que no quería decirme, espero que cumpla su promesa y me explique.

Hult, Graham, el choque, las ventanas, todo se acumulaba en una bola gigante de incertidumbre.

El conductor era un estudiante de último año que al parecer se quedó dormido conduciendo. Lo bueno es que a él tampoco le pasó nada grave, solo un pequeño golpe en la cabeza y mucho dinero que invertir en su auto. Lo llevaron al hospital para revisar si le sucedió algo más. Una grúa retiró el auto y en estos momentos acomodan el poste de luz. La clase de Warren fue cancelada, y la de artes que era luego de esa. Mi clase de las diez había culminado hace unos minutos. Nos tocaba educación física, pero el entrenador también retrasó su horario con el equipo, gracias al choque. Así que dedicará la última hora para ellos.

Graham, junto a Wells y los demás han pasado parte de la mañana junto a mí en la cafetería. He tenido que evadir lo mejor posible las constantes preguntas de Graham sobre si de verdad estaba bien, o si quería ir a la enfermería de la secundaria a que me revisaran. Tal como me pidió Hult, les aseguré a los chicos que el auto casi me toca si no hubiera sido por Hult que me jaló hacia él, por supuesto me creyeron. La única que no me creía era yo misma. Hoy era mi día especial para mentir, aparentemente me empezaba a especializar en eso.

—Wells, llamando a tierra. ¿Hay alguien ahí?— mi amigo agitó las palmas en mi cara llamando mi atención, por un minuto dejé de prestar atención a la conversación. Había estado ensimismada en mis pensamientos.

—¡La señal está un poco mala!— bromeé. Pero Wells no le causó gracia mi mal chiste. Ninguno de los chicos en la mesa parecía estar de buen humor hoy.

—Estás en otra parte cada vez que te decimos algo— reclamó Graham.

—Vamos Gwen, dinos que te sucede. Ni siquiera has querido tocar tus papas— Wells señaló con el dedo a mi plato de papas y una hamburguesa intacto.

Wells me conocía, sabía que las papas eran lo más sagrado para mí. Y el que no quiera comerlas, es realmente preocupante. Pero no me sentía mal, no mentía en cuanto a eso, perdí el apetito, eso era todo.

—Están siendo muy exagerados—rodé los ojos. Graham llevó su mano hasta mi mejilla acariciándola con su pulgar. Podía sentir las miradas puestas en nosotros, de las personas a nuestro alrededor. No estaba acostumbrada a esto, ni siquiera de la de Graham. Verdaderamente incómodo, a decir verdad.

En el instituto cada semana había un nuevo chisme del cual hablar. En cambio, hoy habían dos: el choque y "Graham Crawford y Gwen Trainor están saliendo". Por cada pasillo en el que caminaba, lo único que oía eran los susurros diciendo cosas sobre mí. Hasta escuché que una chica dijo que pensó que yo era lesbiana porque siempre andaba con chicos. ¡Me llamó lesbiana! Quién se creía ella para llamarme así, no digo que es malo serlo, pero ni siquiera me conocía. Y que me la pasara con los chicos, no tenía nada que ver. El instituto se convertía en un dolor de cabeza cuando las personas se daban cuenta de tu existencia.

—¿Te asustaste por lo de hoy? — me preguntó Graham. Siendo sincera, me aterré al ver venir el carro hacia nosotros. El pánico siempre termina dominándome y esta vez no fue la excepción. En cambio, cuando Hult me rodeó con sus brazos, me sentí protegida, una sensación muy rara, como si fuese él, el que me salvó. Pero por supuesto, una vez más en este día. Mentí.

—Para nada, apenas me di cuenta del auto cuando ya había chocado— forcé una sonrisa en mis labios.

—Tuve ese presentimiento de querer quedarme contigo, debí haberlo hecho— hizo una mueca de lado. No quería que Graham se sintiera culpable por eso. Me incliné un tanto a él y deposité un pequeño beso en la comisura de sus labios. La Gwen de hace una semana se sentiría bailando en el cielo con la canción de Dua Lipa Don't Start Now de fondo. La Gwen de hoy, no sintió nada al besarlo.

"Es algo que sientes y ya"

¿Esto era de lo que hablaba mi papá? ¿Con esto tenía la respuesta?

—No te culpes por eso, además, estoy bien. ¿Eso es lo que cuenta no?— aseguré. Él sonrió y me devolvió otro beso.

—¡No coman en frente de los pobres! — Thomas se quejó viéndonos con cara de repugnación. Solté una risita y volví a mi postura anterior.

—Gracias a Sullivan— respondió. Mi corazón dio un vuelco al nombrarlo.

Tomé una papa y la metí a mi boca —Sí, menos mal que Hult estaba ahí.

—Quiero que ya sea el partido — espetó Graham cambiando el tema. Le emocionaba la última temporada de fútbol americano que tendría aquí.

Junté mis manos y aplaudí frenéticamente—¡Será genial, ya verás!

—Lo anhelo, hemos estado practicando como bestias.

—Apuesto que serán los primeros en anotar— le di ánimos y este sonrió.

—Si tú estás ahí apoyándome, es lo más seguro —halagó con dulzura. No tardé en sonrojarme. Acomodé mi cabello para tratar de disimular.

—Claro que lo estaré. No he faltado a uno y menos a este.

—¿Irás a nuestra práctica de hoy Gwen?— cuestionó Thomas uniéndose a la conversación.

—Tampoco falta a las prácticas— Wells subía y bajaba las cejas insinuadoramente. Arrugué la nariz y le saqué la lengua.

—Si ir... —me detuve al recordar que saldría con Hult.

—¿Qué pasa?— preguntó Graham confundido.

—Yo... Creo que no podré ir esta vez — espeté con un hilo de voz muy inocente.

—¿Y eso? ¿Te vienen a buscar temprano?

—Acordé con Hult para salir—confesé.

—Oh—fue lo único que dijo. A Graham parecía no agradarle el que faltara —¿A dónde irán?

¿A dónde iremos? Bueno no lo sé, no me ha dicho. Lo más probable es que me secuestré y me asesiné para luego dejar mi cuerpo tirado en medio del bosque. Si lo sé, fue una exagerada respuesta mental. No tenía idea a dónde Hult me llevaría esta vez.

—Iremos a... McDonald's —volvía a mentir. Dios mío, tendré la nariz como pinocho.

—Genial, deberían traernos algo de allá — alegó Wells, que al parecer lo único que hacía era escuchar mi conversación con Graham.

—¿Querrías unas treinta hamburguesas?—me burlé y este asintió varias veces con una sonrisa de oreja a oreja.

—Mejor treinta y uno.

Levanté mi vista encima de Wells y me encontré con los esmeralda orbes de Hult, dando pasos a nuestra mesa. Destellaban burla, sus ojos se movían de un lado a otro, fijándose en mí y luego en Graham sucesivamente. Tragué saliva.

—Hey— Hult saludó a los chicos, quienes le correspondieron con esos saludos de mano que los hombres usualmente hacen.

—¿Qué tal estás amigo? —inquirió Thomas chocando manos.

—Genial— afirmó con su mirada puesta en Graham y en mí.

—Hoy fue un día de locos, Gwen tuvo suerte de que hayas estado ahí —Graham espetó de manera agradecida.

—Me imagino— el castaño se encogió de hombros. Antes de que el momento se tornara más incómodo de lo que era. Con movimientos torpes me paré de mi asiento, haciendo casi caer el batido proteico de Graham, lancé unas cuantas maldiciones entre dientes. Me puse el bolso encima de mis hombros para irnos de una vez.

—Los adoro chicos, no vemos mañana— me despedí con la mano de todos.

—Que les vaya bien en McDonald's —agregó Thomas.

Hult enarcó una ceja sin comprender— ¿McDonald's?

—Sí, McDonald's Hult— lo fulminé con la mirada tratando que me siguiera la corriente. El chico lanzó una risita disimulada.

—Claro, McDonald's—entrecerró los ojos asintiendo.

Antes de que pudiera irme, Graham se levantó tomándome de la cintura. Oh no, no, no, no. No estaría por hacer lo que pensaba que estaba por hacer.

—Te escribo cuando termine la práctica, amor— ¿Amor? ¿Me dijo amor? Tuve la intención de mirar de reojo a Hult, este solo nos miraba divertido. Graham viajó hasta mis labios dejándome un corto beso.

—Está bien— fue lo único que pude responder al soltarme de su agarre. Hult se dio media vuelta cuando ya estaba a su lado y comenzó a caminar.

Vergüenza. Vergüenza era la definición perfecta de cómo me sentía. Se volvió incómodo que Graham me besara en frente de Hult, y mucho más que me llamara amor. En todo el trayecto hasta el auto del chico, no habíamos dicho ni una sola palabra. Esta vez no sabía cómo sacarle conversación, y él tampoco tenía interés en decirme algo a mí. Apreciaba mucho de que no se esté burlando ni haciendo sus típicos comentarios desagradables, sin embargo, cuando los hace parece acabar con el hielo que se forma entre nosotros de vez en cuando. No podía deducir que estuviese molesto, o irritado puesto que sus expresiones eran neutras y relajadas como esta mañana.

Hizo sonar el seguro de su auto, y como la primera vez fue abrirme la puerta para que pudiese entrar. Con una sonrisa le di las gracias pasando mi cuerpo dentro del auto. Hult tomó el asiento del conductor y encendió el motor. Él arrancó y me pregunté a dónde me llevaba. No había dicho ni una sola palabra. Aseguraba que no era otra vez a un bosque, ya que se dirigía al centro de la ciudad.

—Olvidaste mencionar que ya eras novia de Graham —cortó el silencio con el primer tema que sabía que sacaría.

—No lo hice, porque no somos novios — inflé mis mejillas al tiempo en que dejé caer mi cabeza en el cabezal del asiento.

—No imagino a alguien como Graham, con alguien como tú — definitivo, él era mi dolor de cabeza.

Entrecerré los ojos disgustada por su comentario—Si bueno, a alguien como él— hice énfasis en "él"—, le gusta alguien como yo.

—Eres toda una niñita soñadora— se rio bajo.

—Amas hacerme enojar, esta vez no caeré en tu juego— escupí—Me odias.

—Pensé que tú me odiabas a mí— se apuntó con su índice.

—Ahora lo hago.

—Hmm.

—¿Y tú cuándo me ibas a mencionar que tienes novia? —le pregunté de la misma manera en que él lo hizo.

Formó una sonrisa maliciosa en sus labios carmesí y me miró unos segundos—¿Cuándo me admitirás que sientes celos de ella?— maldito Hult sullivan, lo odiaba.

—Quisieras tú eso —me crucé de brazos. Desvíe mi mirada hacia la ventana de mi puerta para solo concentrarme en el camino.

—Así que... Leíste mis mensajes —sacó. Olvidé por completo nuestra pequeña discusión antes que ocurriera el accidente.

—¡No los leí! El celular se encendió y lo miré accidentalmente —me defendí.

—Hmm si, accidentalmente — susurró como si se lo hubiera dicho a él mismo.

—¿A dónde iremos?— me di cuenta que conducía entre una residencia de edificios.

—A mi casa— espetó. Abrí los ojos como dos bolas de béisbol.

—¿A tu—tu casa? —inquirí nerviosa. Me miró de reojo y sonrió. Estar en la casa de Hult no parecía una grandiosa idea, y menos solos.

—Me gusta a donde viaja tu mente— musitó muy despacio —Tranquila, no haré algo que no quieras.

—Es que pensé que iríamos, no lo sé... A otro lugar, menos a tu casa.

—Tampoco era mi plan, ¿querías hablar, no?—Hult si tenía intenciones de explicarme lo de hoy.

—Por supuesto que sí.

Hult detuvo su auto enfrente de un edificio de color beige, muy moderno. Bajamos del auto y me dirigió hasta la entrada, donde condujimos por un pasillo largo de cerámica blanca hasta una sala sin salida con dos ascensores en ella. Entramos en uno y el chico marcó el piso número ocho. El ascensor tocaba una melodía muy relajante. Tenía un tablero con veinte números, el edificio era bastante grande. Me causaba ímpetu la idea de estar en la casa de Hult. Quizás luego de explicarme lo del accidente, me asesinará y me llevará al bosque. Siempre había casos así en Investigation Discovery. O tal vez me descuartice y me bote por el bajante de la basura del edificio. Oh por dios Gwen relájate.

Las puertas del ascensor se abrieron con otro sonido. Este ascensor tenía más canciones que la propia lista de música de mi teléfono. Seguí a Hult hasta el fondo del pasillo, deteniéndonos en una puerta de madera blanca, llevaba el numero 23-4. Introdujo la llave en la cerradura y con una vuelta empujó la puerta haciéndola abrir, una ráfaga de ese aroma a menta salió de la casa. Era exquisito.

—Estás en tu casa —Hult abrió paso y con un movimiento de brazos me indicó que entrara. Cuando lo hice, lo primero que pude detallar fueron las gigantes pinturas plasmadas en cuadros. Muy hermosas, una de ellas las reconocí de inmediato. Era la obra más conocida de Van Gogh "La noche estrellada". Había una pared repleta de pinturas, me recordaba a un museo de arte que fui con mis padres hace unos años. Todo el apartamento era de color blanco, en la sala solo había un sofá de cuero blanco acompañado de una mesa de cristal en el centro. Y un par de poofs a un costado de ésta. Enfrente del sofá, había un gigante televisor. Era una decoración muy sencilla, pero elegante. Mis pies me dirigieron a cada pintura, observándolas una por una muy detalladamente.

—Esto es increíble— murmuré ensimismada viendo una en específico. En la parte superior de la pintura hasta el medio había Ángeles ocultos entre las nubes, y en la parte inferior, unas mujeres danzando.

—Retrata a los 200 Grigori vigilando a las hijas de hombre. Realmente no las vigilaban, las estaban admirando —mencionó Hult a un lado de mí. Observaba también la pintura.

—Es injusto que le hayan quitado el derecho de amar.

—Los ángeles no fueron creados para amar, ni siquiera sentirlo—dejó escapar un suspiro. Lo miré y fruncí el ceño.

—Tenían tanto derecho como nosotros— declaré.

—Derecho permitido solo al ser humano, cada uno figura un puesto en la vida. Son reglas, como las reglas en la vida cotidiana —explicó —Sin reglas que rijan una sociedad, todo se convertiría en una guerra. Como pasó con la guerra de los Ángeles contra los Nephilim.

—¿Nephilim?— indagué.

El chico respiró hondo y rodó los ojos —La creación antinatural entre una mujer y un Ángel —lo miraba con incredulidad por lo que prosiguió explicando —...A causa de Los Grigori...— Hult me observaba esperando a que supiera de lo que hablaba —¿En serio no sabes esa parte de la historia?

—Creo que no...— confesé muy inocente.

—No puede ser —exclamó masajeando sus sienes —Seguramente lo único que sabes son las partes lindas de amor.

—¡Era una niña cuando me lo contaron! ¡No me iban a decir que una mujer y un Ángel tuvieron sexo! —chillé con enojo. Hult solo se limitó a carcajear en mi cara.

—En ti suena extraño que digas sexo — declaró burlón.

Lo miré fulminante y volví a dirigirme a la pintura —Sexo — repetí.

—Basta Gwen, harás que muera aquí mismo —el chico parecía divertirse y yo tampoco pude reprimir la risa. Estallando al unisonido. Era una maravillosa melodía entre la risa contagiosa de Hult y la mía, pero más por él. Respiré hondo para poder hablar. Pero Hult lo hizo primero quitándome las palabras de la boca.—Me gusta estos pequeños momentos entre nosotros —confesó a través de una sonrisa. Quedé sin aliento, literalmente. Había dejado de respirar en el momento justo en que lo dijo. Mi corazón latía tan fuerte que podía sentir los latidos en mi garganta y oídos

—A mi igual— susurré. Casi audible, no estaba segura que me haya escuchado. Hult desvió su mirada de mí, ahora se concentraba en la pintura. Opté por volver hacer lo mismo. Estábamos ahí parados, en total silencio, sin decir una palabra más ni una menos. Posiblemente lo único que se oía eran los latidos de mi corazón. La manera en que lo dijo, la manera en que lo dijo casi me asesina de un infarto. Pude ver ese destello que normalmente había en sus ojos. Apreté fuertemente los labios, solo para que una sonrisa sin permiso saliera.

—Dime algo— Hult rompía el silencio otra vez creado. Sin apartar su vista de la pintura.

—¿Qué quieres que te diga?

—¿Sentiste celos por Camille?— no entiendo porque seguía insistiendo a que respondiera eso.

Respiré hondo antes de contestar —¿Por qué tienes tanto interés en saberlo?

No hubo una respuesta instantánea de parte del pálido chico. Su mirada seguía fija en el cuadro. Tal vez transcurrieron unos dos minutos para que hablara.

—Tal vez me gustaría escuchar la respuesta—¿A qué se refería con eso?

—¿Para burlarte de mí? — arqueé una ceja. Él giró la cabeza sobre su hombro, ahora viéndome. Fijo e intenso.

—No en ese sentido.

—¿Entonces para qué?

—Podría decirte tantas cosas... Pero si observas cómo te miro, ya deberías saberlo todo. 

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