capítulo once: reina de corazones
El día comenzó con lentitud, pese a los nuevos problemas que comenzaban a acomodarse dentro del recinto, tenían que admitir que tampoco había mucho que ellos pudieran hacer. Solo podían hacer una cosa: esperar. La acción menos favorita de Niklaus, pero que sin duda, era el único movimiento que parecía quedarles.
Después de que el plan contra Esther parecía salir a la perfección, a su arribada al recinto se toparon con el hecho de que Finn Mikaelson había escapado, lo cual provocaba una reacción en cadena. No solo ahora Hope se encontraba en peligro, Camille O'Connel también lo estaba por el hecho de haber engañado a Finn durante los planes para hacerlo caer, por lo que Niklaus decidió que lo más sabio que podía hacer era intercambiar a Hayley por Camille, lo cual también serviría para que su hermano hablara un poco del calvario que le había hecho pasar su madre a sabiendas de que jamás lo hablaría con él.
Pero pronto eso acabaría, con la petición de las hermanas Labonair en reunir a los vampiros y lobos en el recinto para acordar un nuevo tratado de paz, la victoria se podía visualizar en el horizonte. Desde la baranda del pasillo pudo apreciar la llegada de los vampiros liderada por Marcel, mientras que por otro lado se hallaban los lobos observando como el lugar comenzaba a llenarse de sus enemigos naturales. Alexandra tragó grueso mientras apretó un poco más el barandal, oficialmente era su primera presentación como Alfa de la manada, a pesar que había estado conviviendo con los lobos durante las últimas semanas, ahora era un asunto político.
Llevó su mirada hacía su mano derecha donde se hallaba su celular, revisando una vez más que no había ninguna llamada proveniente de Rebekah. Tomó una inhalación, toda aquella situación más el hecho de que la Original aún no se había reportado le estaba causando ansiedad.
—Ya estamos todos, llegó el momento. —la voz de Jackson Kenner fue la que se adentró en sus oídos. La mujer no lo miró, sus ojos escanearon a ambos grupos antes de asentir repetitivamente. Guardó el celular en la cazadora oscura que portaba ese día antes de dirigirse hacía su Alfa, él la miró con una sonrisa antes de seguirla escaleras abajo. Los lobos, en su mayoría, la miraron descender pero los murmullos no se apaciguaron, solo aumentaron.
Marcel, con decisión, se aproximó hasta ellos con una sonrisa de seguridad absoluta. Alexandra le devolvió la sonrisa con un asentimiento de cabeza antes de que Hayley se les sumara. Los líderes encararon a sus grupos, Marcel miró a Alexandra antes de volver a mirar a la gente.
—Debo comenzar diciendo que agradezco el esfuerzo de todos de estar aquí, se que no es fácil. Siempre hemos sido enemigos, pero por eso nos encontramos hoy aquí. Para negociar sobre esto. —introdujo el vampiro. De ambos grupos se escucharon murmullos sin parar. Marcel miró a Alexandra a lo que ella aclaró su garganta llevando a que esos murmullos comenzarán a bajar de tono.
—Muchos recordarán el trato que Elijah Mikaelson una vez nos extendió —rememoró —. A pesar de que en ese momento no se cumplió no significa que hubiese algún error. Por lo que este acuerdo de paz no es más que una re afirmación a ese tratado. El cual luego pensamos extender a todos los presentes.
—¿Y cómo sabremos que lo cumplirán esta vez? —la voz de una mujer se escuchó en el fondo —. Hemos escuchado de esto siempre, como los líderes quieren una paz que no puede existir. —afirmó. Aquellas últimas palabras provocaron una mayor cantidad de murmullos. Alexandra miró a su manada.
—Porque seamos de diferentes especies no significa que no podamos coexistir en la misma ciudad, esta tierra es nuestra —contraatacó. El silencio reinó cuando con temple Alexandra habló —. No les estoy pidiendo que sean mejores amigos, pero si les pido, como su líder, que podamos todos vivir bajo esta nueva paz.
—¿Y cómo se daría esta nueva paz? —habló otro de los miembros presentes. Alexandra intentó ubicarlo con la mirada pero sabia que esa era tarea imposible.
—Lo haremos a la antigua —aseguró con presteza —. Así como una vez lo hicieron nuestros Ancestros, bajo las reglas de una de la tradiciones. Una ceremonia de boda. Una Labonair y un Kenner se unirán en matrimonio honrando la promesa de nuestros Alfas predecesores —explicó. Los murmullos, una vez más, inundaron el lugar. Jackson miró a Alexandra notando como esta analizaba a los presentes, nadie dijo que iba a ser fácil aquel acuerdo, pero no podían dejar de intentar.
—Nathaniel Labonair habló de esa ceremonia lunas atrás, cuando nos prometió la llegada de nuestra reina —expuso uno de los Crescents. Era Edwin Young, uno de los más antiguos de la manada —. Si Nathaniel pudo cumplir con esa promesa, no veo porque no podemos creer que esta suceda de la misma manera. Los Labonair siempre nos han guiado bien. —aseguró. Alexandra asintió, sin embargo, el recuerdo de Nathaniel la hizo sentir la espina en su estomago. Jackson notó la pronta inseguridad que cubrió a la Alfa.
—Es cierto, lo que Nathaniel dijo. Mediante el ritual de Unificación, Hayley podrá extendernos su poder. —su voz ronca fue la que apaciguo las voces. Alexandra lo miró para luego asentir.
—¿Cómo es eso posible? —preguntó Aiden. Ambos Alfas lo miraron, estaba en las primeras filas —. Ella no es un licántropo, y no soy fanático de la idea de ser un híbrido. —aclaró. Alexandra le dio una mala mirada de inmediato, a pesar de que la interacción con Aiden había sido poca, sabía que él no era uno de los a favor a que su hermana siga siendo una Crescent.
—¿Qué tanto les agradaría iniciar su metamorfosis a su antojo? —interrogó con arrogancia. Hayley alzó su mano derecha para que luego de unos segundos esta comenzara a transformarse, el pelaje lobuno empezó a hacerse visible al igual que la garras, siendo sus ojos lo más llamativo cuando los mismos cambiaron al color ámbar. El sonido de las voces sorprendidas se escuchó aún más alto que antes, realmente los lobos que quedaban por ser convencidos pudieron convencerse con esa actuación. Alexandra le sonrió a Hayley para cuando el eco de unos aplausos detenidos se escucharon en el fondo.
—Una tregua...—alegó con burla. Finn Mikaelson se encontraba saliendo de la parte de abajo, a un costado de ellos —. Entre bestias y parásitos. —continuó. Por el tono de su voz aquello le parecía inaudito, sin embargo, los líderes de las facciones estaban atentos ante cualquier movimiento del brujo.
—¿Y cuánto tiempo creen que va a durar este absurdo acuerdo? —interrogó prosiguiendo con su intervención. Sus palabras eran en burla, pero en su rostro se podía ver una ira creciente. No siendo él único el cual experimentaba aquel sentimiento —¿Un mes? ¿Una semana? ¿Un día? Lo que aún no parecen entender es que lo único que puede existir entre tus dos especies degeneradas es el odio, la guerra y la muerte. —aseguró duramente — ¿Qué crees tú, Arthemisa? —interrogó. Aquel nombre hizo que los vellos del cuerpo de Alexandra se erizarán, la mujer rubia se encontraba al otro lado del patio para cuando la percataron. El Ancestro sonreía juguetonamente, jamás se imaginaron que aquello podría suceder.
—Oh, Finn. Nunca estuve tan de acuerdo contigo.
En un pestañeo aquel lugar se vino abajo. Jackson, Hayley y Marcel fueron enviados de golpe contra la pared contraria a ellos gracias a Finn Mikaelson mientras que Arthemisa Morganson se dirigía hacía Alexandra la cual no pudo resistirse sin saber exactamente cual era la razón, con velocidad la arrastró con ella hasta la entrada en donde Finn la esperaba, el moreno tomó la mano de la joven Alfa hasta abrir su palma a la mitad, seguido de eso los gritos se empezaron a escuchar sin piedad en el recinto hasta que un viento los arropó a todos. Tan pronto terminaron de murmurar las palabras soltaron al Alfa en el suelo, Alexandra podía sentir como todo su ser se hallaba debilitado.
De inmediato los vampiros salieron del sol al sentir como sus pieles se quemaban, el primero en reaccionar fue Marcel por lo que se aproximó a Gia y a Josh con rapidez para ver que era lo que sucedía.
—Pero, me imagino, dado un poco de tiempo confinado juntos, llegarás a ver las cosas como yo. —finalizó observando a Alexandra con burla antes de darse la vuelta junto con su Ancestro. Arthemisa le dio una última mirada antes de irse con satisfacción. Una ira incontenible comenzó a sentir Alexandra antes de que dos de los hermanos Mikaelson arribarán al patio. Niklaus miró la escena, Kol miró a la joven Alfa con su mano sangrante.
—Oh, demonios.
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La canalización fue la parte obvia de aquel conjuro, sin embargo, la parte que aún no podían descubrir era como deshacerlo, tan pronto despegó el celular de su oreja pudo asumir que el asunto con Rebekah estaba sobrepasando lo normal, sin embargo, el dolor en la palma de su mano era lo que le impedía perderse en una espiral de ansiedad absoluta. La sangre traspasaba de manera obvia lo que en algún punto había sido una venda blanca, aquel sentimiento que intentaba apartar floreció en aquel momento para cuando lanzó el celular contra la cama con enojo latente. Cerró sus ojos con fuerza mientras pasó su mano entre sus hebras de cabello.
—En este momento, comparto el sentimiento —expuso el híbrido tan pronto dejó que el Alfa expresara un poco de aquella ira contenida —. Finn y Arthemisa confabularon en nuestra contra, y no sabemos que es lo que se traen entre manos. Así que comparto como te sientes en este momento. —aseguró. En ese momento quiso que la mujer lobo compartiera la carga que parecía llevar, pero por la falta de reacción a sus palabras, Alexandra ya había decidido llevarla ella sola.
—¿No te preocupa que pueda suceder con...? —se detuvo. No la podía nombrar, no quería ni hacerlo. Sabía exactamente que Arthemisa portaba la cara de su amiga, con eso podía llegar a acceder a las personas adecuadas para dar con su sobrina. Aquel pensamiento se instauró tan pronto como vio a su Ancestro alejarse por el pasillo del recinto.
—Me preocupa, por eso he llamado a Elijah. Le dije que estuviera alerta, y lo tendré al tanto de la decisión. No debemos entrar en pánico, estoy seguro que Davina y Kol nos sacarán de aquí pronto, la brujita hará lo que sea por su amado. —aseguró. Niklaus no dudaba de ello, contaba con ello tan pronto como Kol la llamó. Alexandra negó, para cuando se cruzó de brazos. Miles de pensamientos negativos pasaron rápidamente por su cabeza.
—Esto es mi culpa, si no le hubiese confiado a otra persona la seguridad de Hope, nada de esto hubiese pasado. —alegó con molestia. Nunca en su vida había sentido tanta rabia y vergüenza como en aquel momento, ni si quiera podía mirar al híbrido a los ojos.
—Hubiese pasado de igual forma, Arthemisa hubiese hecho lo posible para llegar hasta ti. Si hay alguien al que debemos culpar es a mi, como dijo Elijah una vez, este es el mundo que yo creé. —aseguró con cierta rabia en su voz. Por primera vez se arrepentía de haber formado enemigos, ahora ellos venían por lo que él más quería.
Sin embargo, la interrupción de la vibración del celular del híbrido puso en espera aquella conversación. Niklaus tomó una inhalación profunda antes de ver el nombre en la pantalla del aparato, sin dudarlo lo tomó.
—¿Qué ha sucedido? ¿Rebekah arribó? —interrogó. Las ansías de que su hija y su hermana salieran de la la casa de seguridad nacieron tan pronto como vio el nombre de su hermano iluminando la pantalla.
—Rebekah no esta... físicamente. —expuso luego de un largo silencio. El híbrido inmediato frunció su ceño lo que llevó a que Alexandra se alertara con inmediatez.
—¿A qué te refieres con eso?
—Acabo de recibir una llamada de la señorita Angelica Baker, quien sigue siendo ella misma. —aseguró. Niklaus cerró los ojos tan pronto esas palabras salieron de los labios de su hermano, en ese momento la sed de matar a los que lo amenazaban era latente.
—Quédate donde estás —aseguró con voz fría. Debía ser así como debía pensar en ese momento —. Yo resolveré esto. —finalmente colgó la llamada guardando el aparato en su cazadora gris.
—¿Qué sucede? —interrogó una Alexandra en ascuas. Klaus resopló.
—Rebekah no apareció en la casa de seguridad, por supuesto, no me parece coincidencia. —alegó para luego darse la vuelta saliendo del dormitorio seguido por Alexandra la cual quería salir a matar a su Ancestro en aquel momento, sin embargo, se toparon con una persona muy diferente de camino. Kol Mikaelson buscaba a su hermano, lo que no esperaba era toparse con la doppelgänger finalmente.
—¿Esta todo bien? —interrogó el más salvaje de los Mikaelson mientras analizaba la expresión de ambos, sin embargo, su mirada se quedó en la doble. Era tan increíble como su madre lo contó, era algo simplemente sublime.
—Lo estará. —aseguró. Por supuesto, Niklaus no confiaba en su hermano menor para nada en el mundo —¿Han podido encontrar una forma de sacarnos de este encierro? —cuestionó, aunque tan pronto esas palabras fueron mencionadas, el rostro de Kol palideció.
—Sí... —tomó una inhalación —. Solo quiero recordarte que no mates al mensajero —pidió. Por el rostro de su hermano, Kol supo que no eran momento de juegos debido a que su hermano no estaba para nada en el humor —. Nuestro querido hermano loco y su asistente, no solo nos atraparon aquí canalizando a la doble —expuso —. Ellos la enlazaron con el hechizo que se encuentra sobre el recinto.
—¿Y qué necesitas para deshacer el hechizo? —interrogó el híbrido viendo la solución obvia a la molestia traba de su hermano y su ex-amante —¿Un poco de sangre? —cuestionó. Alexandra suspiró hondo al entender lo que sucedía, Niklaus miró a la joven cuando su expresión se tornó en confusión, seguido vio a su hermano —¿Alguien me puede decir que es lo que sucede?
—Klaus, él no se refiere a que enlazaron mi sangre —hizo una pausa la cual le pareció una eternidad al híbrido —. Ellos me enlazaron al recinto. —reafirmó. Por el rostro del híbrido parecía no entender, pero algo dentro de él sabía la oración consiguiente más no quería creerlo.
—En orden para salir de aquí —Kol tragó grueso. Lo próximo a decir no era nada fácil de decir, pero no era por simpatía a su hermano o a la doble, era por el miedo de que Niklaus lo matara en ese momento —. En orden para salir de aquí, Alexandra debe morir.
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