Sus pies corrían a una velocidad inigualable, las gotas de lluvia mojaban su ropa haciendo el proceso mucho más pesado, más difícil.
Su visión se entorpecía, se nublaba además de que sus ojos ardían; no sabía si era por aquellas gotas frías que caían del cielo nocturno o eran las gotas saladas que caían de sus ojos.
Intentó calmar inútilmente su respiración acelerada pero su cuerpo tembloroso le hacía saber que en ese preciso momento era algo imposible.
Sentía como su cabeza daba vueltas y sus ojos bailaban de un lado a otro, en sus oídos se escuchaba como de su boca salía aire, y como otro pasos la seguían.
¡La desesperación la estaba consumiendo en vida!
Sin esperarlo chocó con un pecho fuerte, sus manos inmediatamente la atraparon por la cintura. Sus ojos a través de un pasamontañas expresaban malicia y libidinosidad. De repente sus risas comenzaron hacer ecos en sus delicados oídos.
Dos hombres vestidos completamente de negros le taparon la boca antes de gritar por ayuda.
-Tu padre se arrepentirá toda la vida – escuchó ella la carcajada amarga de uno de los tipos.
¿Qué ocurría? ¿Por qué no la soltaban?
-Dile a tu padre que aunque se esconda, lo encontraremos...y esto es una de las consecuencias – posó su mano en su falda ceñida a sus caderas. De repente se escuchó la voz de otro.
-¿Creés necesario esto?
-¡Tu calla y aprende, hermano!
Al momento uno de los tipos la tumbó en el suelo, mientras el otro miraba como en súbito movimiento su hermano le quitaba la falda; sus gritos se repetían una y otra vez.
Había abusado de ella, le había quitado su inocencia, su pureza.
Pero algo salió mal. No todo fue como ellos esperaban, puesto que mientras ella forcejeaba para librarse de aquel acto cruel y despiadado, logró quitar el pasamontañas del abusador sin escrúpulos.
Ese rostro quedó tatuado en su mente para la eternidad, no sería tan fácil borrar unos rasgos tan jóvenes como aquellos.
¡Algún día tendría el placer de vengarse!