Crown | Hiccup Haddock ¹

Galing kay newtmas-

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[LIBRO UNO] Historia ganadora a los Premios Wattys 2021. C| ❝No vengo a quitarte tu trono, vengo a ponerte e... Higit pa

𝕮𝐑𝐎𝐖𝐍
CONCURSOS
|1| Gráficos
|2| Gráficos
Volumen uno | Amistad prohibida
━━00: Introducción
━━01: Adaptación
━━02: La isla Berk
━━03: Hipo Horrendo
━━04: La decisión de Hipo
━━05: Entrenamiento contra dragones
━━06: Libro de Dragones
━━07: Viejas historias de Kain
━━08: Interacciones con Chimuelo
━━09: La llegada del Rey
━━10: Entre verdades y desastres
Volumen dos | Danza de Dragones
━━11: Nymeria
━━12: Acuerdos con Kain
━━13: El Consejo Real
━━14: Isla Fair
━━15: Una constelación
━━16: Hablando sobre el pasado
━━18: La Orilla del Dragón
━━19: Migración Alacambiante
━━20: Nordvind
━━21: ¿Confías en mí?
━━22: Sobre ti y sobre mí
━━23: Tormenta de Nieve
━━24: Snoggletog
━━25: Meses después
━━26: Cazadores
━━27: Danza de Dragones
━━28: La luz hacia el Valhalla
━━29: Amo de Dragones
━━30: La Corona
Datos generales + Agradecimientos
Anexo I | Furia Espectral
Anexo II | Pesadilla Cambiante
Anexo III | Kain

━━17: Volemos lejos

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CAPÍTULO XVII

❛Solo volando era libre. ❜

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       Los rayos de la luz del sol infiltrándose a su habitación fue lo que le impidió a Sigrid continuar metida entre las sábanas; con un ligero gruñido se despertó, despeinando más de lo habitual su cabello ondulado que caía detrás de su espalda, al tratar de peinarlo con sus dedos en vano. No pasó ni medio segundo cuando se dejó caer de vuelta en la cama, sin ánimos de querer levantarse.

—¿Por qué esa cara? —preguntó Said una hora después dándole un sorbo a su bebida, mientras veía a Sigrid llegar con un vestido abrigado color azul con los bordes blancos.

En cuanto llegó fue a sentarse enfrente de él donde el desayuno estaba ya servido. Sentía los ojos pesarle, con el sueño ganándole, pues había pasado la noche anterior hablando con Hipo mientras jugaban con Chimuelo y aunque apenas se hubiesen reencontrado el día anterior, Sigrid sentía que debía permanecer el mayor tiempo posible con él, como si de esa manera se fuesen a recuperar los casi cinco años perdidos durante todo ese tiempo. Por ello no le había dicho nada durante la noche mientras el sueño le pedía a gritos volver a la cama, no fue hasta que Hipo se percató de aquello que la dejó en la puerta de sus aposentos, antes de retirarse a una de las habitaciones de invitados que el rey les había ofrecido a él y a sus amigos.

—Por eso Lyanna es mi favorita. —Sigrid tomó un pan de la mesa, antes de ponerse a comer y Said la miró indignado, llevándose una mano al pecho.

No todos sabían de los hermanos de Said, era un completo misterio. Cuando lo conocían todos pensaban que era el hijo único al no mencionarlos para nada, la razón de que fuese así era lo mucho que se preocupaba por ellos. No todos los lugares a los que tenía que ir eran buenos, no todas las personas que conocía eran de fiar y para el kainiano, ellos tres eran su principal debilidad como para hacer mención de ellos. Aunque claro, cada uno tenía su carácter y Said sabía que podían defenderse por sí mismos, pero al ser el mayor prefería evitar pasar por preocupaciones y centrarse en lo suyo.

Sigrid se enteró poco después de su regreso a Kain, cuando la amistad entre él y ella comenzó a forjarse. Said era el hermano mayor de entre cuatro, posterior a él seguía Daven quien tenía la misma edad que ella y a quién no trataba tanto debido a sus obligaciones en el reino, el tercero se trataba de Brynden, tres años menor que ella, un chico encantador en comparación con Said, era muy servicial en el reino y por eso le conocía un poco más, pues seguido mientras ella se iba a estudiar sobre las leyes del reino se lo encontraba y le ayudaba, para su edad también era muy inteligente. La última se trataba de la pequeña Lyanna, quien desde que Sigrid había regresado a Kain la había tomado como su modelo a seguir, todo el tiempo estaba con ella.

A Sigrid realmente le agradaba compartir tiempo con la menor de los Warren, Lyanna tenía un temperamento y carácter que lograba que no se metieran con ella. Para ser la menor, tenía controlados a sus tres hermanos y la obedecían sin rechistar. Poseía una inteligencia así como una habilidad para ayudarle a resolver los mínimos problemas y debido a ello había decidido a convertirla en una de sus damas de la corte.

En todo ese tiempo no había tenido damas porque no había estado presente y cuando regresó había perdido todo el conocimiento que alguna vez tuvo sobre vivir en el reino. Sin embargo, tras varias semanas en las que su padre estuvo insistiendo sobre qué ya era tiempo que tuviese sus propias famas, Sigrid no dudo en elegir a Lyanna como una de ellas, mientras pensaba en quienes podrían ser sus demás compañeras.

—Tomaré eso como traición —comentó Said—. No le digas que dije eso —añadió por lo bajo, mirando hacia los lados por si aparecía su pequeña hermana.

Sigrid rio ligeramente, poniéndose a comer. Negó al verlo en pánico.

—No le diré nada porque necesito vivo a mi amigo.

—Awww, te preocupas por mí —continuó Said, mirándola con una de sus habituales sonrisas, la cual quitó en cuanto vio la mirada de la kainiana.

—Dios, no sé qué hice para recibir un amigo así —comentó Sigrid siendo melodramática, antes de soltar un suspiro.

—Tampoco te vas a librar de mí tan fácil —replicó orgulloso el castaño, poniéndose de pie en cuánto terminó su desayuno—. Yo sé que así me quieres.

—Sí, Said, sí. —Sigrid suspiró viéndolo marchar, para después enfocarse en su desayuno frente a ella.

No pudo continuar comiendo cuando una figura atravesó el comedor hasta sentarse frente a ella, ocupando el antiguo lugar de Said. Sigrid alzó la mirada para encontrarse los ojos grises, frívolos y escalofriantes de su tío lejano, Tiberio. El cuerpo de ella se tensó desde su asiento, sus manos se pegaron a la mesa sosteniendo el cubierto, bajando su hasta la comida, ya que no se atrevía a alzar los ojos para verlo.

—Es una falta de respeto que mi sobrina mantenga los brazos sobre la mesa —bisbiseó con lentitud el hombre, tratando de parecer casual, mientras acomodaba sus cubiertos adecuadamente.

Sigrid inspiró profundo, antes de bajar los brazos con lentitud, se abstuvo de apretar los puños, alzando lentamente la mirada hasta que sus ojos mieles chocaron con los grises característicos de un Whiterkler. Sus ojos entonces sostuvieron la mirada burlesca que su tío le dedicaba, la analizaba, como si supiese lo que estaba pasando por su mente en aquellos instantes, pero Sigrid se sentía impotente; de repente el hambre se le había pasado.

—No necesito que me dé lecciones —contestó en cambio, retirando la mirada de él.

—No te estoy dando lecciones, te estoy diciendo como te debes comportar —comentó, con una increíble calma, el medio hermano de su abuelo ahora fallecido—. Y, dime, sobrina, ¿así quieres formar parte del Consejo?

Sigrid se puso de pie, tomando entre sus manos su plato, antes de dirigirle una última vez la palabra a su tío.

—Buen día, señor, espero que no se atragante con la pera del desayuno. —Se limitó a responder, quería decirle muchas cosas más, a pesar del miedo que le daba dirigirle la palabra—. Y quizás no necesite ser parte del consejo, puedo ser más que ello.

Tomó una profunda bocanada de aire antes de abandonar el lugar luego de haber dejado el plato en su lugar correspondiente, su tío le echó una última mirada antes de comer, satisfecho de lo que había logrado. A Sigrid, en cambio, se le habían pasado las ganas de todo, lo único que la mantenía cuerda y sin ánimos de querer desquitarse con alguien era que Hipo aún estaba en Kain, era su último día y ella se había propuesto no enojarse para nada. Con un suspiro, salió del vestíbulo en dirección al pueblo.

Compartir tiempo con Hipo como tan solo años atrás la hacía sentir bien consigo misma, la hacía sentir libre, sin las presiones que desde siempre había sufrido en Kain, sin tener que estar pensando todo el tiempo en sus problemas. De alguna manera él la liberaba de todos esos problemas, le retiraba las cadenas que desde siempre la habían mantenido atadas al reino, a sus obligaciones, a su vida.

Desde siempre había anhelado sentirse viva, sentirse completa sin seguir las órdenes de alguien, sin esconderse entre los muros por las amenazas constantes, sin sentir el miedo que la mantenía presa en un mismo lugar, recorriendo las paredes echando un vistazo hacia atrás para corroborar que no fuese seguida. Únicamente quería sentirse libre de todo, ¿acaso era pedir demasiado? Y, desgraciadamente, para una persona como ella, no era un lujo que podía permitirse. Ella estaba atada al reino, estaba atada al pueblo, a velar por su seguridad, a encargarse de solucionar los problemas, a prepararse para convertirse en lo que por años le habían inculcado.

Sigrid sabía que era muy simple tomar a Nymeria y marcharse volando, ¿pero era lo correcto? No, sabía que no lo era. No cuando se había dado el lujo de conocer a las personas de su pueblo, a atender a sus necesidades, a velar por su seguridad días y noches en el castillo. Quizás de no haberlo hecho, se habría marchado de Kain desde cuándo, pero ahora que los conocía, simplemente no podía. No podía abandonarlos, aunque algunos siguiesen sin confiar en ella por su pasado, aunque algunos mantuviesen su postura apoyando a los lores. No podía hacerlo porque, ¿en qué clase de persona se convertiría de hacerlo?

—¿Entonces con esto gano? —preguntó Hipo, sacándola de su ensimismamiento.

Luego del desafortunado encuentro con su tío, Sigrid se había ido a despedir de los Kerr y de Dhalia a quiénes agradeció que hubiesen asistido a su cumpleaños. Después de ello se había encontrado a Hipo y a los demás jinetes de dragones a quienes saludó por primera vez en mucho tiempo.

Brutilda por única ocasión no soltó nada burlesco, al contrario, la saludó animada antes de irse con Patán y Brutacio a quienes Sigrid ya había saludado. Los tres entonces se fueron con Said para enseñarles las armas y practicar un poco. En cambio, Astrid y Patapez se terminaron yendo con Kristoff, la rubia principalmente por querer escapar de Said y porque Kristoff era demasiado amable, así que al poco tiempo los dejaron solos en el jardín jugando ajedrez.

Sigrid bajó la mirada echándole un vistazo al tablero de ajedrez frente a ellos, el caballo de Hipo había atacado a su reina.

—Ganas si te logras deshacer del rey —explicó, analizando las piezas situadas alrededor de la mesa—, pero muchas gracias, me has dado vía libre —comentó alegre, al darse cuenta de que con eso había dejado descuidado a su rey oponente, sin escapatoria.

Antes de que pudiese pronunciar las palabras vencedoras, Maléfico se subió a la mesa donde estaba el tablero y tiró las piezas de Sigrid de lado; Hipo alzó los hombros esbozando una sonrisa mientras ella analizaba lo que había hecho el gallo. Poco después, señaló acusatoriamente al gallo que, en su lugar, soltó un cacareo como si fuese inocente.

—Parece que ya no has ganado —comentó pensativamente Hipo, aunque en realidad aquello le divertía—. Yo no le dije nada a Maléfico —añadió, alzando los brazos y Sigrid entrecerró los ojos.

—Bien, ya he perdido —respondió, negando con una sonrisa—. ¿Ves? Por eso te dije que tú debes quedártelo, él está más apegado a ti ahora, yo no puedo quitártelo.

Hipo suspiró, le había costado convencerla la noche anterior de que Maléfico debía permanecer con ella, pero se dio cuenta de lo testaruda que era y sería difícil convencerla de nuevo.

—Pero es tuyo, yo solo hice lo que cualquiera hubiera hecho, lo cuidé —contestó, tratando de sonar convincente, Sigrid lo miró con los ojos entrecerrados nuevamente.

—¿Entonces no quieres a Maléfico? —preguntó Sigrid en tono dramático, Hipo rápidamente se inclinó sobre la mesa para responder.

—No, no, no... ¡Sí lo quiero! —contestó—. Lo quiero mucho, Siri, más no puedo apartarlo más tiempo de ti, es tuyo.

—También es tuyo —replicó en un murmullo Sigrid, analizando el apodo que Hipo le había dado, pues sonaba lindo—. Así que no me lo puedo quedar yo —continuó, siendo testaruda.

Hipo bufó, en la Orilla del Dragón no podía lidiar con Astrid de lo terca que era y siempre terminaban haciendo lo que ella pedía; no obstante, Sigrid era todavía peor, al principio parecía ceder para después volver a su misma postura. Al ver que no había manera de contradecirla, Hipo finalmente suspiró rendido.

—Bueno, es de los dos —concluyó el vikingo—. Así que si es de los dos no me lo puedo quedar yo solo... ¡Está bien! Si puedo —contestó al verla rápidamente—, pero seguro querrás verlo cada cierto tiempo, ¿no?

Sigrid posó su mirada en Maléfico, no se creía capaz de no verlo de nuevo. La realidad era que había tenido que apartarlo no solo porque Maléfico parecía feliz estando con Hipo y con Chimuelo, sino que Nymeria aún tenía ciertos problemas de conducta y temía que se lo pudiese comer. Asintió entonces, con un suspiro.

—Tú te lo vas a llevar primero. —Se limitó a decir, Hipo asintió sabiendo que no había manera de discutir contra ella—. Y no me vayas a decir que no lo quieres, porque he visto que sí.

Hipo negó con una sonrisa antes de incorporarse de su asiento, Sigrid se puso de pie entonces, seguida de él, quien bajó a Maléfico al suelo para que no siguiera picando las piezas de ajedrez. Ambos caminaron en dirección al pueblo.

—¿Qué es lo que más te gusta de Kain? —preguntó Hipo intrigado, caminando entre las calles a los lados de las casas perfectamente alineadas las unas con las otras.

La pregunta tomó desprevenida a Sigrid, quien se tomó su tiempo antes de responder, había muchas cosas que le gustara del lugar en general. Las personas, el pueblo, los lugares dentro de la isla...

—Me gusta conocer a las personas del pueblo —respondió luego de unos minutos, porque no importaba que poco confiasen en ella o si ellos no sentían lo mismo, Sigrid siempre iba a velar por su bienestar y su seguridad—. Quiero ayudarles —añadió con un suspiro, que pronto pasó a ser una mueca—. Es la única razón por la que sigo aquí.

Hipo la miró entonces desde su posición, bajando un poco la mirada para verla y soltó un suspiro también. Él no estaba listo para tomar el mando de jefe en Berk y no lo estaría aún, pero ella, aunque no lo viese de esa forma, lo estaba. Porque a pesar de que quisiese huir no lo hacía, tenía a Nymeria para hacerlo y, aun así, se detenía. Sabía que podía hacerlo cualquier día a cualquier hora, ¿qué tan difícil era? Pero para ella eso era un lujo que no podía permitirse, entendió en parte porque se había alejado de él, para comenzar a comprender lo que rodeaba su mundo. Y él habría sido egoísta si se hubiese enojado por ello.

—¿Qué pasa? —preguntó entonces el berkiano al ver su reacción, antes de añadir—. Escucha, no tienes que esforzarte por tratar de agradarles, con el tiempo estoy seguro de que se darán cuenta de lo grandiosa que eres.

—Pero...

—Pero nada, a ellos les ha costado confiar en alguien que no sean en esos hombres —comentó haciendo referencia a los lores—, debes darles la oportunidad de que vean quién eres, ven.

Hipo inhaló profundo antes de tomar su muñeca, la cual estaba cubierta con las mangas de su vestido azul. Ambos se abrieron paso en el pueblo y caminaron encontrando personas de un lado a otro caminando a sus alrededores, trabajando o niños simplemente jugando. En medio de ello, Hipo se percató en que él nunca había hecho en Berk lo que estaba haciendo ahí en Kain, estar con el pueblo. No estaba listo, pero quería ayudar a Sigrid.

No podían mentir, ambos estaban quizás tan aterrados por el hecho de interactuar con ellos, tratar de ser empáticos, ofrecer ayuda, apoyo... Pero conforme fueron integrándose lentamente entre la sociedad kainiana, se relajaron. Vieron a los niños jugar y correr entre las calles, cubiertos por los abrigos para el frío. Las horas se pasaron sin darse cuenta, horas en las que jugaron con algunos niños y sus pequeñas figuras de lobos o dragones tallados, también ayudaron a personas mayores con aquellos favores que no podían realizar, hablaron con señores y prontamente, aquel miedo a acercarse a ellos se fue pasando. Sigrid incluso se sintió tan feliz como nunca había estado.

Al medio día, ambos decidieron alejarse luego de despedirse para recorrer otros lugares.

—¿Qué hay más allá? —preguntó Hipo cuando se alejaron del pueblo, señalando del otro lado del castillo contrario al bosque.

—El mar —respondió Sigrid—. Podemos ir ahí —sugirió, viendo frente a ella el camino de árboles hasta que muy en el fondo se divisaban las olas danzando suavemente sobre la arena.

Hipo asintió viendo el mar a lo lejos, la isla era demasiado extensa que no llegarían a pie pronto.

—¿Vamos en los dragones? —sugirió el vikingo.

El rostro de Sigrid se iluminó al instante en cuanto pronunció aquello. Tenía meses sin montar a Nymeria, en Kain muy rara vez podía al ser vigilada, o reprendida cada que quería ir con su dragona. Asintió entonces con un brillo en sus ojos, que Hipo no pasó desapercibido así que, al verla en ese estado, se atrevió a preguntar.

—¿T-te gustaría ir a volar conmigo, Siri?

Sigrid no pudo negarse a aquello, aunque le hubiesen prohibido meses atrás. Tan solo un día anterior había sido su cumpleaños, debían dejarla disfrutar por lo menos una vez, así que asintió y lo guio de vuelta al castillo para ir hacia el bosque, donde se estaban quedando los dragones.

No tardaron en encontrarles, debido a los rugidos presentes, preocupados corrieron hasta su encuentro para notar como Nymeria les rugía a los demás dragones. No era que la híbrida fuese antisocial, pero debido a todo lo que había sufrido no podía confiar en los dragones tampoco, había tardado semanas a acostumbrarse a la presencia de Vhagar sin que ambos terminasen incendiando el bosque.

Encontraron a los demás jinetes tratando de calmar a sus dragones, mientras Kristoff hacía lo posible por mantener quieta a la híbrida, alzando los brazos para que se centrase en él.

—Tranquila, niña —murmuró suavemente, mirándola.

Nymeria estaba alzada, sujeta con sus patas traseras y las alas extendidas hacia los lados, los ojos estaban de un tono trébol, por lo que claramente no estaba nada tranquila. Kristoff, sin embargo, permaneció quieto hasta que ella bajó la mirada para verlo y fue como se tranquilizó, un poco. Hipo y Sigrid finalmente llegaron junto a los demás que jadeaban debido al cansancio, el primero se apresuró hasta Chimuelo que parecía alejado de los demás.

—¡Gracias a Thor están aquí! —exclamó Patapez, al ser el primero al verlos acercarse—. Temíamos que Chimuelo y Nymeria acabaran en duelo.

—Cara de Pez tiene razón. —Said pasó su antebrazo por su frente quitando los rastros de sudor. Se le había quedado el apodo que Patán le tenía al jinete de dragón, por lo que ahora no se inmutaba en aparentarlo. Aunque no lo decía en burla como el contrario—. Por suerte Vhagar no tiene tiempo para estas cosas.

—¿Qué pasó? —preguntaron ambos al unísono, acercándose hasta sus dragones respectivamente.

—Gracias, Ed —dijo Sigrid en cuanto estuvo cercas, el rubio asintió dándole un apretón en el hombro antes de avanzar hasta los demás dragones para ayudarles a tranquilizarlos.

Nymeria no tardó en sentarse sobre sus cuartos traseros mientras Sigrid veía que no estuviese herida o asustada. Pasó sus vistas hasta los demás, todos los dragones tenían las pupilas en una fina línea oscura que mostraba su nerviosismo y su enojo, el único que no estaba así era Colmillo y Vhagar no contaba, pues no estaba en esos momentos en el bosque. Patán por lo mismo se mantenía tranquilo, recostado sobre su dragón con los brazos cruzados detrás de su espalda, como si estuviese disfrutando de aquello.

—¿Por qué tu dragón no está como los demás? —preguntó entonces Hipo al notarlo de igual manera.

—Creo que tiene que ver porque ella está emparentada con los Pesadilla Monstruosas —respondió Astrid, acariciando a Tormenta quien ya estaba un poco más tranquila.

—Es que Nymeria conoce lo que es bueno —continuó Patán, mirándose las uñas—. ¿Ves, Sigrid? Otra cosa que nos conecta.

La mencionada frunció el ceño sin entender que de hablaba, Brutacio en cuestión de segundos llegó hasta la kainiana y le cubrió las orejas con las manos.

—No escuches a este merluzo, Sig —comentó Brutacio echando una mala mirada a Patán, quien se ganó un golpe por parte de Brutilda—. Bien, ya puedes seguir oyendo.

Retiró sus manos y se fue directo hasta el Cremallerus, tomando a Gallina en brazos.

—¿Qué más pasó? —inquirió Sigrid confundida por lo ocurrido con anterioridad—. ¿Lastimó a sus dragones?

—No —respondió Patapez al instante—. Llegamos a tiempo, solo con Chimuelo trató de pelear.

—Lo siento, no sé qué le pasa —murmuró Sigrid asustada, sosteniendo a Nymeria por si de pronto se le daba por querer pelear más con los otros dragones—. No está acostumbrada a los dragones, le dan miedo los desconocidos —explicó rápidamente, no esperó que los demás respondiesen algo, por lo que añadió—. Será mejor que la lleve a otro lugar, espero que Chimuelo esté bien.

La acarició entonces del cuello para que se pusiese de pie y en seguida tomó una de sus antenas con suavidad mientras avanzaba, con la híbrida detrás de ella, que al pasar les gruñó a los demás dragones. Sigrid estaba desanimada, si Nymeria había tratado de pelear con Chimuelo sería imposible que fuesen a volar, pero no estaba enojada, con seguridad sabía que su dragona había pasado por mucho, inclusive desde antes de conocerla.

Terminaron de paso al jardín, por lo que Nymeria ya se había vuelto invisible, ella sabía también en que lugares era mejor mantenerse en su forma invisible. Sigrid se dejó caer junto a la dragona sobre el césped, mientras se recostaba en ella, esperando que los demás no estuviesen enojados por lo ocurrido.

—Nymeria está bien, no pasa nada —murmuró, refiriéndose a su forma invisible—. Yo te voy a cuidar —agregó con un suspiro, mientras la figura de Nymeria se hacía visible.

No pasó ni media hora cuando Said llegó hasta ella con una de sus habituales sonrisas, Sigrid se dio la vuelta para no verlo, temiendo que fuese a molestarla.

—Será mejor que alces esos brazos de fideo, tomes a tu bestia y te pongas de pie —comentó en cuanto llegó, Nymeria al escucharlo estiró una garra con la cual logró tumbarlo sobre el césped, haciendo que el castaño se quejase—. Hipo personalmente quería venir a pedirte que fuesen a volar, pero ya me le he adelantado.

—¿Y a qué se debe la amabilidad?

—¿No puedo ser amable con mi mejor amiga? —preguntó indignado Said, con una mano en el pecho mientras Nymeria mordía sus zapatos—. ¡Hey, ya!

Sigrid rio al ver a la híbrida recuperar su humor habitual, el kainiano logró incorporarse y terminó sentado frente a la morena que le miraba sin creerle, Nymeria no tardó en ir y comenzar a peinarle con sus garras el cabello castaño.

—Bueno, es que hice enojar a Astrid —explicó como si nada, Sigrid suspiró, esperando algo así.

No le dio tiempo de responder cuando Hipo apareció junto a Chimuelo que caminaba cargando a Maléfico en su espalda mientras procuraba guardar la distancia entre él y Nymeria. Said permaneció serio viéndolo llegar, seguramente esperando el momento correcto para prepararse y decir algo digno de él, más no pudo quedarse cuando Sigrid le dedicó una mirada y se fue indignado, guiándole un ojo a Hipo al pasar junto a él.

—¿Quisieras volar conmigo? —preguntó Hipo aproximándose a ambas.

—No lo sé —murmuró apenada, mirando a Nymeria—. Es decir, si quiero, pero Nym... No creo que sea bueno, es peligroso.

—Hace un tiempo a una amiga le pasó lo mismo con su dragón al no poder trabajar en equipo con nosotros —explicó Hipo con un suspiro, mirando a la híbrida—. Creo saber cómo poder ayudar a Nymeria, si me lo permites.

» A Chimuelo le gustaría que vengas a volar con nosotros —añadió.

Sigrid echó una mirada al Furia Nocturna que ya estaba sentado y esbozaba una sonrisa, mostrando parte de sus encías rosadas. Al ver sus ojos y esa sonrisa, no pudo negarse.

—Está bien, Hipo, a mí también me gustaría ir a volar con ustedes —respondió con una pequeña sonrisa.

Minutos después de haber dejado a Maléfico a cuidado de Kristoff, habían intentado primero cada uno volar a su propio dragón esperando que Nymeria pudiese acoplarse a la compañía de Chimuelo estando en el aire, pero habían terminado peleando en el aire. No fue muy agradable de ver, pues no esperaban que se llevasen mal en un principio. Claramente la necesidad de proteger a Sigrid de todo también incluía a dragones para Nymeria, había sufrido tanto la pobre dragona que temía de criaturas de su misma especie como humanos por igual.

—Tranquilos los dos —habló Hipo, haciendo un movimiento con sus manos mientras veía a Nymeria—. No pasa nada, Nym, somos amigos.

La híbrida soltó un gruñido en respuesta, causando que Chimuelo le imitase enseñando sus dientes. Sigrid se aferró a las riendas de la montura procurando acariciar a Nymeria para que se tranquilizara.

—Nymeria. —Comenzó la kainiana, pero antes de que pudiese continuar, la híbrida ya había volado en dirección a Chimuelo para atacar, causando que Sigrid rodase los ojos—. ¡Nym, ya basta!

Fue demasiado tarde, una voluta de plasma pasó rozando por poco a la Pesadilla Cambiante, quien se alzó comenzando a echar ráfagas de viento con el movimiento de sus alas. Aquella acción desequilibró por completo a Sigrid debido a la gran fuerza utilizada, haciéndola resbalar de la montura y, por consiguiente, caer.

El pánico en cuestión de segundos le atravesó la mente y el cuerpo, su respiración se comenzó a agitar mientras caía y es que nunca le había pasado aquello. Si volar para ella era algo que aún no lograba asimilar, que estuviese cayendo, sentía que era lo peor y se le venía el mundo encima. Sentía que el aire en sus pulmones la había abandonado mientras descendía en el aire, el corazón le latía tan fuerte que temió que parase en esos momentos. No obstante, antes de que pasara más tiempo, Chimuelo ya se había aproximado y la había sujetado con sus patas delanteras, bajando la mirada para enseñarle una sonrisa que Sigrid correspondió aliviada.

—¿Estás bien? —preguntó desde arriba un Hipo preocupado, bajando la mirada también para verla.

—Sí —asintió, tras recuperar el aire del susto que le había pegado aquello—. ¡No me veas más que entro en pánico!

Hipo río ligeramente por aquello antes de volver a alzarse, recuperando su antigua postura. Las garras de Chimuelo la sujetaron de la cintura sin lastimarla, alzándose en vuelo para llegar a Nymeria que se aproximaba a toda velocidad hasta ellos angustiada. El Furia Nocturna finalmente llegó y se alzó ligeramente de manera que quedó con las alas extendidas de forma vertical para que Nymeria pudiese ver a Sigrid.

—Está bien, puedes confiar —comentó suavemente Sigrid a su dragona, cuando los ojos de ella se posaron sobre los suyos buscando aprobación, después alzó la vista para ver a Hipo que también asintió y fue así como sus pupilas se dilataron, mientras movía sus alas para permanecer a la altura de Chimuelo—. Ellos son buenos —añadió—. Estamos a salvo, Nym.

En un rápido movimiento, Chimuelo ya había dejado a Sigrid sobre el lomo de la híbrida, quien poco después fue hasta él para ronronear y restregar su rostro contra el suyo, completamente agradecida. Hipo y Sigrid compartieron miradas, aliviados de ver que había funcionado su casi muerte para usarla en su favor.

—¿Y bien? —dijo un Hipo aliviado, mirándolas a ambas—. ¿Nos harían el honor de volar junto a Chimuelo y conmigo?

—Volemos lejos, Hipo.

No hizo falta decir más cuando Nymeria se adelantó y extendió sus alas al cielo teñido de azul con tonalidades rosas como moradas, en medio de muchas nubes blanquecinas a sus alrededores. Volaron entonces por tanto tiempo que los minutos se sentían como si fuesen simples segundos, permitieron que el viento les guiara hacia las islas alrededores de Kain sobre las nubes y se sintieron libres en el camino, tan libres como para bajar por el mar y tocar el agua para después subir e infiltrarse entre las nubes, tan libres como para dejarse llevar por su compañía y permitir que sus dragones les guiasen.

Aquello era lo único que importaba mientras llegaba el ocaso, transformando el cielo naranja cuyo color se reflejaba en el agua debajo de ellos. Se sentían libres, la clase de libertad a la que Sigrid no podía darse el lujo de tener y aun así ahí estaba, porque por primera vez, quería saber cómo se sentía.

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