❪░⃟♯⃢🌨 ❛ Cómo decir «te...

MagLovesYou tarafından

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🌨───────────────────────────🌨 Diferentes situaciones donde, el peculiar grupo de amigos, te mues... Daha Fazla

。。。 antes de las doce campanadas ❜ ┇🌨┇ OO1

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shipp:   mikellino (mike x trolli).
situación:   versiones totalmente humanizadas de las skins; ambientadas en Madrid, España.
¿relacionado a otros capitulos anteriores?:   no

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Una tarde de invierno (31 de diciembre, para ser específicos) en España, el ambiente, ligeramente frío, se percibía festivo. Esa misma noche festejaría año viejo, despidiéndose de 365 días ya transcurridos, marcando el inicio de otro año más.

Javier, un chico alto, de abundante cabellera azabache y ojos tan brillantes y bonitos como el mismo zafiro, caminaba por las frescas calles de Chamberí, Madrid, escondiendo sus manos en las bolsas de aquella chamarra naranja. Un suspiró emanó de sus labios, a la par que esquivaba a la gente que camina presurosa y ansiosa por el inicio de la festividad.

Y no es que él no tuviese compromisos, al contrario, tenía bastantes con sus amigos; pero se hallaba sumergido en sus propios pensamientos, lo que le impedía seguir el ritmo presuroso de la de más gente.

Un sonido muy conocido para él le alertó. Se detuvo un momento en un lugar donde no obstruyera el paso y sacó su teléfono escondido en su chamarra, atendiendo a la llamada.

—Epaaa, Jav —se escuchó una voz bastante animada al otro lado de la línea—. Oye, ¿ya vienes? Miguel anda ansioso, quiere vernos a nosotros tres antes de que los demás lleguen. Ni idea de lo que quiera, pero como no nos lié, todo bien.

El ojiazul sonrió.

—Vale, no tardo. Paso por un par de bebidas y llego —afirmó.

Y tal como dijo, sólo se detuvo a una licorería para comprar un par de bebidas, guardándolas cuidadosamente en la mochila negra que portaba. Después de ello, se encaminó a la casa de su amigo castaño, puesto que ya estaba realmente cerca.

Una vez frente a aquella casa bañada en pintura blanca pura, tocó la puerta de metal, sintiéndose tonto al descubrir (o más bien, recordar) un timbre cerca de la entrada.

—¡Javier! —le recibió con un abrazo emocionado el anfitrión de la casa. Abrazo que, por supuesto, Javier aceptó—. Llegaste a tiempo, ven, pasa, pasa.

El más alto se adentró con familiaridad al hogar, colgando su chamarra en el perchero y quedando sólamente con su polera. Sonrió cuando notó a su amigo de cabellos turquesas, quien le había marcado anteriormente, sentado en el comedor.

—Si preguntáis porqué os pedí que llegaran antes, pues. . . —hizo una pausa dramática, la cual provocó que el azabache girara los ojos con una sonrisa—. Necesito vuestra ayuda para mi "amigo especial" —murmuró ligeramente apenado el castaño de sudadera amarilla.

—¿Qué? —exclamó el recién llegado.

Ellos, junto a sus otros amigos, habían organizado un intercambio de regalos. El cual se había acordado hace bastante tiempo. En realidad lo hacían cada que podían reunirse.

Todos se conocieron en secundaria, y aunque algunos se separaron en preparatoria o universidad, seguían siendo amigos muy cercanos hasta el momento.

—Miguel, no podemos saber quién es tu amigo especial, tonto —le regañó Javier.

—¡No vais a saberlo! —se excusó—. Ya tengo el regalo, pero, eeeh, es complicado. Necesito que me ayudéis a elegir envoltorio y qué es escribir en la carta.

—¿Carta? —preguntó nuevamente con extrañeza.

Miguel pareció ponerse nervioso, no sabiendo cómo seguir con su relato. Javier alzó una ceja, temeroso de que su amigo planease otra de su jugarretas. Rubén decidió intervenir.

—¿No te lo dijimos? —habló el de ojos grisáceos, dirigiéndose especialmente al amante del café—. Decidimos, a parte del regalo inicial, incluir una carta.

—No, no me lo dijisteis —aseguró—. En ese caso, también debo escribir una.

Miguel pareció emocionarse nuevamente.

—Yo también lo había olvidado, hasta hoy —se excusó.

—Hagamos esto —propuso el peliturquesa, tomando la mochila negra que su amigo había dejado sobre una de las sillas—, yo peto este sitio, lo pongo molón y tal; mientras vosotros os ayudáis a escribir las cartas en el cuarto de Mike.

Trolli dudó un poco, pero al final aceptó. De todas formas, no tenía ningún sentido negarse.

Subieron a la habitación del dueño de la casa. El amante del chocolate se dejó caer en la blandita cama, mientras el azabache tomaba asiento en el escritorio.

—Pondré música —advirtió el más alto. Solían reunirse seguido, por ello, sabían la rutina. Poner música, apreciarla un rato, y finalmente iniciar con su trabajo.

Mike se quedó unos segundos tirado boca arriba en su cama, escuchando las canciones antiguas de su país, tales como las reconocidas de "Jarabe de Palo". Javier sabía que a Miguel le gustaban.

El azabache se dedicó a mirarle fijamente, apreciando cada detalle de su rostro. Tales como sus ojos ambarinos, o su piel que parecía suave al tacto, o su cabello castaño esponjoso que incitaba a acariciarlo, o sus lindas mejillas, o sus atractivas cejas pobladas, o---

Antes se había convencido de que realmente no tenía razones para quejarse sobre estar a solas con él, pero para ser sinceros, Javier sí tenía problemas con ello. Y el principal era que no podía evitar ajenarse en la aura que desprendía en contrario.

Sabía que estaba zafado, que veía cosas donde no las había, pero podría jurar que la simple presencia de Miguel le pedía a gritos enfocar su atención en él. Y claro que él, tan pringado como siempre, lo hacía.

Unos ojos amarillentos se toparon con los propios azules, entrando en cuenta que había estado observando fijamente al contrario durante toda una canción.

Miguel le sonrió, y él no pudo hacer más exaltarse y simular una sonrisa tranquila.

—Bien, ya estamos inspirados —aseguró el mayor con una sonrisa determinada—. A escribir las mejores cartas se ha dicho.

Y así, Javier en el escritorio y Miguel acostado boca abajo en la cama, comenzaron a escribir. Bueno, en realidad decoraban la hoja, puesto que las palabras no les salían.

—Ugh, no tengo nada —admitió el castaño, estampando su cara contra el suave colchón.

—Yo tampoco. Es complicado.

—¿Y si me dices quién te tocó? Igual puedo--

—No.

—Vaaale.

—. . .

—. . .

—¿Al menos una pista?

De los suaves labios de Javier emanó una leve carcajada, relajándose excesivamente. Miguel terminó por contagiarse de la risa.

—No podemos saberlo, los demás se molestarían —aseguró el ojiazul, mirando a su acompañante.

—Estoy seguro de que Victor ya le dijo a May, el muy ratón. . . —murmuró el mayor, cruzando sus brazos.

—O Andrés a Raptor y Flex —rodó lo ojos—. Es distinto, ellos no participan, Miguel. Es más, apuesto que hasta tú ya le dijiste a Gonzalo.

El mencionado rió con nervios. —Si supieras. . .

—¿Lo vez? Es distinto —dijo, dando por terminado aquel debate.

Después de un rato, el más bajo propuso algo: darían su punto de vista y lo que le dirían a todos los participantes del intercambio, dándose así una idea más clara; incluso ayudándose mutuamente sin descubrir la identidad del destinatario.

Javier dudó un poco, puesto que aquello no le ayudaba demasiado, sin embargo terminó aceptando.

—Bien, iniciemos con Rubén —habló el ojiámbar—. Es guay, le tengo mucho aprecio. Sin él, la vida no sería igual de divertida. Si pudiese decirle algo sería: gracias por tu amistad, tronco. Eres de las mejores cosas que me han pasado, espero sigamos juntos mucho tiempo más".

—¿Tronco? —interrogó el azabache, sonriendo con burla—. ¿Quién dice hoy en día "tronco"?

—Yo y muchas personas más —respondió con molestia falsa—. Ya, anda, es tu turno.

—Bien. . . Rubén es un gran amigo, bastante gracioso y su compañía es chula. Es muy especial para mí. Si tuviese que decirle algo le diría: "Gracias por todo, perdón por tan poco. Alejate de Miguel que te pega lo boomer" ¡Hey, auch!

El mencionado había golpeando el brazo ajeno con su puño, ocasionando risas en el más alto.

—Pesao' —se quejó.

Y así siguieron, pasando por todos sus demás amigos, terminando así en Ramón. Javier soltó un suspiro, esperando hacer ayudado a su acompañante, porque a él no le sirvió de nada.

—Bien, es nuestro turno —Javier miró con duda al contrario, este sonrió—. Venga, que no me voy a quedar con las ganas de decirle algo a mi mejor amigo, ¿no?

—¿Y qué hago yo? ¿Opino de mí mismo?  —interrogó, intentando olvidar aquel latido en su pecho al escucharle.

Miguel negó. —No, subnormal. Tú hablarás de mí.

—Oh. Está bien, creo.

—¡Yo inicio! —entusiasmado, habló—: Eres un gran amigo y apoyo, siempre estás para ayudarme y corregirme. No sé cómo sobreviví sin ti antes. Es como "no sabía que te necesitaba hasta que te conocí", profundo, ¿no? —una risita nerviosa emanó de él—. Si tuviese que decirte algo sería: "gracias por permanecer aquí aunque soy un desastre, gracias por motivarme siempre. Perdón por no poder corresponder todo lo que me das tú. Te aprecio mogollón".

Javier calló por unos segundos, procesando todo aquello. Una sonrisa boba surcó de su labios, a la par que entrecerraba un poco sus ojos. Le enternecía bastante.

—Oh, Mike, que chulo. Gracias —atinó a decir, intentándo ocultar su sonrojo con una risa.

—¿Te gusta? —interrogó con un brillo en sus ojos ámbar.

—Me encanta. Que hasta me he emocionado y todo —bromeó, desviando la mirada con sus mejillas ligeramente carmín.

—Bien, es tu turno. Soy todo oídos.

Trolli no pudo evitar soltar una risa, de nuevo. Suspiró y comenzó a hablar.

—Eres genial. Me ánimas aunque no sepas que estoy mal, y me haces reír en los momentos que más lo necesito. Eres la persona en quién más confio, y jamás me arrepiento de haberte conocido. De hecho, si pudiera repetir el tiempo, volvería a conocerte —desvió su mirada a cualquier punto de la habitación, sintiéndose muy incómodo con la mirada constante de Mike—. "Gracias por todo lo que me has dado, no tengo cómo agradecerte", uhm. . . "espero seguir a tu lado siempre, si no te aburres de mí, claro. También te aprecio montones"; es lo que te diría.

Javier no notó como las mejillas de Miguel adquirían un bonito y ligero tono carmín, puesto que, rápidamente, se giró hacía el escritorio y enterró su cabeza en el papel y pluma delante suya.

—Listo. Gracias, me ayudó bastante —murmuró.

Un par de segundos de pleno silencio reinaron. Segundos donde Javier se dedicó a escribir aquella carta, sabiendo qué expresar en ella. Era fácil, después de todo, era para alguien de quien sabía lo que quería escuchar.

En cambio, Miguel, simplemente se dedicó a mirar su papel en blanco, mientras mordía su labio. Dudaba mucho sobre si preguntar lo que tenía en mente o no. Porque, por dios, él ya tenía 25 años, y Javier 24; eran prácticamente adultos.

—Hey, ¿y si mi carta va dirigida hacía alguien que me atrae? —interrogó, desviando su rostro lo más que pudo para evitar ser visto.

Y fue tan sólo en ese momento que Javier giró la silla totalmente para donde Mike, bastante sorprendido.

—¿Te gusta alguien de nuestros amigos? —interrogó, frunciendo su entrecejo con extrañeza.

—. . . no.

—Miguel. . .

—¿Tal vez?

La voz del castaño se notaba insegura, nerviosa. El ojiazul lo notó, y no tuvo otra opción más que sentarse a su lado con delicadeza. Miguel al estar boca abajo y con el rostro apuntando al otro lado de donde se hallaba él, Javier no tuvo otra opción más que colocar su mano en la espalda alta ajena, en un intento de llamar su atención.

El amante del chocolate se exaltó un poco, encogiendo sus hombros. Su mejor amigo, nuevamente, lo notó. Acarició un poco, dando palmadas y suaves vaivenes, demostrando su apoyo y paciencia.

Porque, si Miguel estaba enamorado de otra persona, él lo apoyaría. Dejaría de lado su enamoramiento y le brindaría sus consejos.

Javier conocía la orientación sexual de Miguel, de hecho, todos los hacían. El castaño descubrió ser gay cuando se dio cuenta de que el hermano de su primer novia le parecía mucho más lindo que ella. Y, hasta el día de hoy, puede asegurar que nunca sintió atracción por ninguna chica en particular.

En cambio Trolli, se descubrió como bisexual. Le atrajeron tanto todas sus anteriores novias, como aquellos crushes que nunca pudo desenvolver; como aquel enamoramiento con Miguel, que no ha podido olvidar por más de un año, incluso más, ugh.

—Sí —habló finalmente el castaño, escondiendo su rostro esta vez en el colchón.

—No tienes que decirme quién es ahora si no quieres, pero para ayudarte necesito saber algunas cosas, ¿vale? —animó Javier, palmeando esta vez la cabellera esponjosa de su mejor amigo.

—Está bien. . . —se limitó a decir, aún escondiendo su rostro en la cama. Supuso Javier que era por la vergüenza.

—¿Piensas declararte hoy? —Miguel asintió—. Uhm, ya veo. ¿Estás consciente de que puede no resultar como quieres? —está vez tardó un poco más en asentir—. En ese caso, creo que debes ser sincero en tu carta y hablar con él al momento de entregarla.

El de ojos ambarinos por fin se animó a alzar su rostro, mostrando sus mejillas rojas y ojos llenos de inseguridad.

Javier, aunque se mantenía sereno, debía admitir que, internamente, se sentía dolido. Le dolía el hecho de que a Miguel le gustase alguien más. Y no sólo eso, sino que le gustaba uno de sus amigos en común. Quería sentirse feliz por él si llegase a salir con alguno de ellos, pero lo cierto es que si iniciaban un noviazgo, no se creía capaz de soportarlo.

—¿Estás seguro? —interrogó de nuevo Miguel, sentándose a su lado y mirándolo fijamente a los ojos.

—Sí, totalmente —normalmente Trolli se hubiese dejado llevar, observando esos ojitos amarillos que tanto le gustaban, pero justo ahora no. Los miró con neutralidad, escondiendo sus verdaderos sentimientos.

El castaño bajó la mirada y, algo dubitativo, volvió a hablar: —Javie, yo. . .

Sin embargo, una voz y la puerta de la habitación abriéndose les interrumpió. Era Ruben acompañado de Andrés, quien se adentró a la habitación como Juan por su casa.

—Eh, Andrés ya llegó —dijo el peliturquesa con un sonrisa divertida—. ¿Habéis acabado?

—Lo noté —murmuró Miguel, levantándose para quitarle de las manos al joven castaño la bolsa de regalo que tenía en un esquina del cuarto.

—Sí, terminamos —aclaró Javier, tomando su hoja del escritorio y doblandola estratégicamente para crear una carta a base de papiroflexia.

—Genial, porque Victor y Ramón llegan en un par de minutos —aseguró el menor de todos, revisando su celular.

—Entonces vayamos abajo para recibirlos —el de cabellos turquesa guiñó un ojo al de ojos marrones, quien entendió la indirecta y asintió con una sonrisa burlesca.

—¡Pero yo pido lanzar el agua! —exclamó, saliendo de la habitación con calma, pero un toque maligno.

Rubén le siguió de cerca. Dejando así al par de mejores amigos solos de nuevo.

—¿Terminaste la carta? —interrogó el azabache, notando como el contrario escondía la hoja.

—Uhm, sí. Me ayudó lo que dijiste al final, gracias —murmuró el mayor, evitando que sus ojos se juntasen de nuevo con los ajenos.

—Bien —Javier suspiró—, vamos con esos dos, no me fío de ninguno.

Miguel asintió, sonriendo divertidamente. Sonrisa que el contrario devolvió.

Javier intervino en que Andrés no mojara con una cubeta a Victor o Rius, pero no pudo evitar que les lanzará con una pequeña manguera de riego. Bastó con quitarse las chamarras y abrigos mojados, pero sin duda valió la pena.

El resto del rato conversaron animadamente en la sala, con las noticias de fondo para estar atentos a la hora.

Charlaban de todo un poco, de cómo les había ido ese año, qué esperaban para el siguiente, recordando anécdotas graciosas o emotivas juntos. ¡Incluso llamaron a May, Carlos y Gonzalo! Quienes se notaban emocionados y declaraban que para el próximo año ahora sí irían a verlos.

A un punto estratégico de la noche, comenzaron a cenar, degustando la deliciosa comida que un día antes y ese mismo día se habían encargado de preparar. Miguel y Rubén recibieron un gran halago por su cochinito al horno. Andrés presumió sus dotes con los turrones que había preparado junto a su padre; mientras Victor y Rius reclamaban haber hecho ensaladas y acompañamientos deliciosos también. Javier sólo presentó el vino y alcohol de buena marca que había traído.

La hora del intercambió llegó, a tan sólo media hora de que las doce campanadas comenzarán a sonar.

—Insisto, no nos dará tiempo —murmuró con nervios Javier.

—¡Que sí, hombreeee! —se quejó Victor.

—Si decimos lo que hay escrito en las cartas no —añadió, frunciendo su entrecejo.

—Bien, bien, si insistes, hagamos algo —propuso el amante de los cactus con una sonrisa ladeada—: solamente el último dirá lo que tiene escrito.

—Me parece bien —asintió Miguel, sonriendo con emoción.

—Cuando quieres usas ese cerebro —bromeó el ojigris. El castaño de ojos verde olivo asintió, concordando.

—¡Uhm, sí! Me parece genial —exclamó Rius.

—Okey. . . —Javier no estaba del todo convencido aún, pero todos estaban de acuerdo, y negarse sólo lo retrasaría más.

—Inicia tú, Javier.

—¿Yo?

Todos centraron su mirada en el azabache, quien maldijo en voz baja a su amigo de ojos grisáceos. Se levantó a paso lento y tranquilo hasta el más joven de la habitación.

—Hey, felicidades, creo —murmuró, extendiendo la bolsita de regalo fundada de un bonito amarillo pálido. Andrés sonrió y él no dudó en contagiarse.

—¡Gracias, chaval! —exclamó el joven adulto, abriendo dicho presente. Sus ojos se iluminaron al notar el pequeño paraíso dentro—. ¿Esto es lo que creo que es?

—Es falso, no te ilusiones —recriminó—. Haz matado a veinte antes, así que te doy un cactus falso.

Andrés frunció su entrecejo con molestia, molestia que se esfumó nada más notó el colgante, anillo, y otras cositas decorativas de dicha planta. Agradeció al mayor con una sonrisa grande.

—Mi turno —se levantó el castaño del suelo, dirigiéndose hasta el sillón donde se hallaba Victor—. ¡Espero te guste, mamadísimo!

El ojiolivo soltó una carcajada, recibiendo el regalo, gustoso.

—Como sea una foto de pesas con vestidos nuevamente. . . —le recriminó, tomando el regaló entre sus manos y abriendo ligeramente la bolsa. Andrés sonrió con orgullo cuando el más alto pareció emocionarse—. ¡Oh, oh! ¡Dos entradas para la nueva película de Star Wars! Anda, ¿vamos a ir juntos?

Andrés negó. —May vendrá a visitarte y saldréis a verla juntos —los ojos olivos del castaño se iluminaron aún más al escuchar ello.

—¿Conseguiste que venga desde México? Joder, sin duda esto compensa el terrible regalo del año pasado —y dicho esto, procedió a abrazar a su amigo con energía.

Javier miró el reloj. No es que le molestase ver a sus amigos conversando, pero en verdad tenía pánico de no terminar a tiempo.

—Mi turno —exclamó el castaño, dirigiéndose hasta donde Rius, quien le sonrió—. Eeeeh, nunca sé qué decir cuando entregas un regalo, ¿feliz año nuevo? —rió nervioso.

El albino de mechas rojas tomó la cajita de regalo que le era entregada, destapándola y descubriendo en ella una bufanda, un gorro y un par de guantes tejidos a mano. Sonrió con burla, pero en realidad agradecía el detalle.

—También viene un paquete de semillas, ya sabes, para cuando tengas hambre —añadió, riendo burlonamente.

El más bajo inspeccionó para cerciorarse y. . . en efecto, habían semillas. Le miró con los ojos entrecerrados y una ceja arqueada.

—Que chistosillo, eh.

—Sabes que te amo —añadió burlón Victor, volviendo a su sitio.

El menor se levantó del sofá y se dirigió hasta el de cabellos turquesas con una sonrisa nerviosa. Extendió la cajita bien cuidada y se la entregó.

—Eh, ¿feliz noche vieja? —murmuró, desviando su mirada.

Timba no pudo evitar soltar una risa divertida ante el actuar ajeno. Tomó la caja y le sonrió con cariño al chico.

—Gracias, Ramón —y, ni lento ni perezoso, se dispuso a abrir el obsequio. Se sorprendió bastante al descubrir un pequeño despertador color rojo. Alzó su mirada y le miró con odio fingido—. ¿En serio?

El albino no pudo evitar soltar una risa, ahora era él quien se divertía gracias al actuar del otro. Asintió y apuntó a la caja.

—Tiene escondido algo —afirmó junto a guiño de su ojo rojizo, para posteriormente volver a su sitio.

Andrés, quién estaba sentado en el suelo a su lado, asomó su cabeza, descubriendo un par de entradas para feria. Rubén sonrió tiernamente, recordando que antes le había comentado querer ir con alguien allí. El castaño meneó sus cejas, molestando al mayor, quien le dio un leve golpe en su rostro antes de levantarse y dirigirse hasta el otro castaño.

Miguel observó a la persona frente suya con nervios, bastantes nervios. Rubén, en cambio, le entregó una sonrisa ladeada y llena de confianza.

—Hey, Mike, mi viejo amigo —comenzó, soltando una risa—. Es para ti, tío.

El ojiámar aceptó la bolsa y la abrió de inmediato, emocionado. Sacó de su interior una figurilla de su personaje favorito de las caricaturas, junto a otro más grande en forma de diamante. Todos sabían lo mucho que el castaño amaba coleccionar productos de este estilo, incluso podía competir contra Gonzalo, quien estaba lleno de posters o figuras de anime.

Observó con una sonrisa emocionada al de cabellos turquesas y le abrazó, golpeando su espalda amistosamente.

—Gracias, lindo detalle —alegó.

Se separaron y miraron fijamente un par de segundos. Sus cuencas chocaban y se comunicaban sin palabras. Todos los miraban estupefactos y deseosos por una continuación.

Sin embargo, el primero en desviar su mirada fue el azabache. Se había empeñado fuertemente en olvidar lo que ocurriría cuando su mejor amigo se encontrara con la persona que le gusta. Ahora mismo sentía su estómago revolverse al saber que, muy pronto, Miguel se plantaría frente a la persona que le gusta, declarando su amor escondido.

Miró el reloj. A tan sólo un para de minutos de que las doce campanas comenzaran. Por dios, Miguel haz de una vez por todas los que tengas que hac-

Espera.

ESPERAAAAAA.

¿Por qué Miguel se dirigía a él?

¿POR QUÉ ESTÁ PARADO FRENTE SUYA CON UNA SONRISA APENADA?

Observa a todos sus amigos, pidiendo una explicación, pero nadie respondió. Sonrisas ladeadas y risas aguantadas eran su única respuesta.

Miguel aclaró la garganta, captando nuevamente el centro de sus orbes azules. Su corazón palpita con fuerza cuando ve como el de ojos ámbar le extiende la bolsa bien decorada y gentilmente amarrada con un moño. Sus nervios se dispararon cuando escucha voz masculina emanar de entre sus labios, diciendo:

—Feliz noche buena, Javie —murmura en un tono ansioso.

El azabache tarda en entender y asimilar lo que estaba sucediendo. Sin saber qué más hacer, sólo recibe la bolsa que le era entregada, percibiendo un sonrojo cuando descubre una pequeña nota que decía:

De: Tu mejor amigo por siempre.

Para: La mejor persona del mundo.

¿Quién iba a imaginar que Miguel sería tan cursi? Él no, jamás. Es decir, que sí, que le ha visto ser meloso con sus parejas y tal. . . PERO ES QUE VIVIRLO EN CARNE PROPIA ES DISTINTO, JODER.

La mirada de todos se centraron en el castaño de hebras esponjosas, incitándolo a leer la carta que llevaba, en realidad, varios días ya escrita. La "ayuda" que obtuvo antes fue meramente una distracción y un pilar para motivarse.

—Uhm, ¿Trolli? —llamó, volviendo a captar la mirada zafiro de su colega. Notó aquel sonrojo y eso le dio una ligera esperanza de que estaba yendo por buen camino—. "Eres el mejor amigo que he tenido y seguramente tendré" —citó—. "No estoy seguro de cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí, pues siempre estabas allí cuando te necesitaba, incluso si eso te perjudicaba a ti. Al mismo tiempo, te pido perdón por no poder corresponder como se debe aquellos gestos tuyos, aquellos lindos detalles o aquellas alentadoras palabras. Prometo mejorar para poder ser una mejor persona para ti, porque te mereces mucho más de lo que soy. Verdaderamente no quiero separarme de ti, aunque sé que tú deberías estar con otro mejor amigo que pueda y sepa darte todo lo que yo no puedo. Y puede que sea egoísta, de hecho lo es y estoy consciente de ello; pero no puedo evitar pensar así, porque. . ."

Su narración se detuvo de pronto, sintiendo como sus manos temblaban. Sus ambarinos ojos se despegaron del papel, para después enfocarse en sus demás amigos, los cuales se mantengan callados, pacientes. Excepto Andrés, él mantenía un celular en alto, grabando; probablemente ese vídeo estaría en manos de Gonzalo, Carlos y May.

Posteriormente su atención se centró en el chico culpable de su enamoramiento. Aún le miraba con los ojos abiertos, llenos de sorpresa e incredulidad, pero, al mismo tiempo, estos destellaban con esperanza y. . . ¿felicidad? Miguel se permitió perderse en ese destello azul un poquito.

—Porque estoy enamorado de ti, Trolli —murmuró ya sin siquiera leer el papel decorado en sus manos, perdido en aquellas orbes que, desde el primer puñetero momento en que los vio, le parecieron preciosos, incluso si aún no se sentía atraído amorosamente por su amigo.





Una de las manos del amante del café se dirigió hasta sus labios, mientras la otra aprisionaba el obsequio antes dado contra su pecho.

Estaba conciente del ambiente, de la declaración, de todo; sin embargo, no lograba concentrarse para dar una respuesta concreta.

Es que, ¿qué decir, cuando hace unos instantes estabas resignándote totalmente a la persona que te gusta, para horas después recibir una confesión tan bonita y llenas de sentimientos? Es que era mucho para él, no lo resistía.

Miguel entendió todos los sentimientos en huracán de su amigo, por lo que, con una risa enternecida, entrelazó ambas manos ante la mirada atontada del ajeno, sonriéndole cariñosamente.

—Javier, me gustas, ¿yo te gusto? —interrogó, arrodillándose contra el suelo para quedar más o menos a la altura del rostro del azabache, quien se mantenía sentado.

Y allí las mejillas del ojiazul explotaron en un tono carmín intenso. . . no literalmente.

—Dios, Miguel, joder. No puedo. Es que tú-- haces unas horas dijiste-- yo creí que-- —los nervios eran delatados por su voz, así que cubrió su rostro rojo con su mano libre, intentando no verse tan estúpido.

El mencionado volvió a reír, verdaderamente enternecido por la reacción ajena. Ante la mirada de todos, tomó la mano que escondía el lindo rostro del contrario, entrelazandola también. Acercó su rostro a centímetros del ajeno, incluso si ello le costaba volverse a poner de pie y recargar una rodilla en el asiento del sillón para estar a su altura.

—Quedan sesenta segundos para el inicio de las campanadas —aclaró el castaño, besando la mejilla izquierda ajena—, por favor respóndeme. No sé si lo sepas, pero mi meta es formalizar con la persona que me encanta antes de las doce campanadas.

Javier no sabía si el amante del chocolate siempre fue tan excesivamente coqueto, O JUSTO AHORA LO SENTÍA ASÍ, PORQUE SUS MEJILLAS NO PARABAN DE ESTAR ROJAS, ALTO.

El más alto observó, de nuevo, el bonito rostro de su amigo, perdiéndose en cada detalle, pues nunca lo vio tan de cerca, al menos que recordada. Suspiró aún SIN PODER DECIR NADA, ES QUE REACCIONA DE UNA VEZ.

—Me gustas tanto que, justo ahora, estoy reaccionando como un niño en su primer amor, joder —murmuró el ojiszafiro, cerrando sus ojos y recargando su frente contra la contraria. Se sentía aliviado de poder decir algo, pero desmotivado de que no fuera tan bonito como lo que había dicho Miguel.

El mayor sonrió dulzunamente, procediendo a acercar sus labios a los ajenos y formular un beso, sin embargo Javier le detuvo, colocando su dedo incide entre ambas cavidades.

—Aún no suenan las campanadas —aclaró, con una sonrisa zancarrona.

Miguel le miró con extrañeza, sin embargo no logró protestar nada, puesto que Javier ya se colocaba de pie, haciendo notar la verdadera diferencia de alturas. El castaño formuló una mueca; antes, cuando se sentía más alto, sentía que verdaderamente podía mofarse.

El ojiazul echó una mirada a su amigos, quienes les habían dejado solos desde hace un rato y ya se habían dirigido a la cocina, yendo a por las uvas.

—Oh, ¿habéis terminado? —interrogó el de cabellos azules y jeans rotos.

—¿Eso creo? —dudó, mirando a su. . . eh. . . a Javier.

—¡Shhh, van a comenzar las campanadas! —exclamó el albino, apenas alcanzando a entregarles las copas de vidrio que portaban uvas al azabache y el ojiámbar.

El de cabellos carbón observó la copa decorada por unos segundos, tomando una dulce bolita verde. Su deseo era besar al mayor justo después de la doceava campanada, pero no estaba seguro de cómo hacerlo. Se sentía nervioso, y aún estaba dudoso de qué era real y qué no.

La televisión, que permaneció encendida en todo momento, comenzó con la primer campanada. Todos comieron su primer fruta, siguiendo con la tradición.

Javier estaba por hacerlo, sin embargo, fue detenido. Miguel, previamente, depositó su copa de uvas en el sillón, ahora mismo aprisionaba el rostro ajeno con ambas manos, atrayéndolo así hasta el suyo propio, provocando que sus labios chocasen en un suave y corto beso.

El de cabellos oscuros no tuvo tiempo de reaccionar siquiera al primer contacto, puesto que, casi de inmediato, sus labios se volvieron a unir. De fondo pudo escuchar la segunda campanada. Entonces entendió el juego que realizaba el mayor.

Al separarse, el más alto optó por agacharse un poco, evitando que Miguel se estiráse de más, después colocó su mano libre en la barbilla del castaño, comenzando así el tercer beso acompañado de la tercer campanada.

En la cuarta campanada, Miguel ya descansan sus manos en los hombros ajenos, permitiéndose disfrutar del cuarto beso.

En la quinta campanada también sucedió.

Y en la sexta.

Y en la séptima.

En la octava.

La decima.

La onceava.

Y, por último, en la doceava.

El último beso fue más prolongado, más dulce, más suyo. Ya no duró un mísero segundo, duró lo que ellos quisieran que durara.

Miguel colocó una mano en la espalda baja de Javier, atrayéndolo hasta él para profundizar el contacto, mientras la otra rodeaba su nuca y acariciaba sus cabellos. El azabache, en cambio, mantenía su mano derecha en rostro ajeno, acariciando a veces sus mejillas, otras su barbilla, incluso bajaba a su cuello por breves segundos, la otra sostenía aún su copa llena de uvas.

Mientras los demás los ignoraban olímpicamente, abrazándose unos a otros, felicitándose, deseando que sus metas se cumplan, etc., etc., etc.

No fue hasta que el menor del grupo soltó un quejido, que Miguel se separó de Javier con una sonrisa divertida.

El azabache aún se hallaba en el séptimo cielo. Tocó sus labios, repasando todo lo que había sucedido el día anterior, aún sin poder creerse totalmente todo.

—¿Eso significa que funcionó? —interrogó el de ojos olivo.

Entonces la burbuja de Trolli se rompió.

—¿Funcionó? —repitió, frunciendo el ceño—. ¿Cómo qué "funcionó"? ¿Vosotros los sabíais?

Todos miraron al castaño oscuro con molestia, quien sólo rió nerviosamente y pidió disculpas.

—No importa. Ya sucedió así que no sirve de nada guardar el secreto —aseguró Miguel, tomando la mano del más alto, entrelazando sus dedos—. Les pedí ayuda para esto a todos. Incluso tuve que negociar cambiar el papelito con Andrés.

—Es un mal negociante, pero al menos tengo cien euros —sonrió el menor, orgulloso.

Las iris azules claro del amante del café inspeccionaron todo el lugar con una ceja arqueada. Posteriormente, una pequeña risa emanó de sus labios, estrechando más la mano que se mantenía entrelazada a la suya.

—Dios, ¿no pensasteis una forma más simple? Casi me como lo de que te gustaba alguien más —le recriminó a modo de juego al ojiámbar, negando con su cabeza divertidamente.

El castaño sólo sonrió, alegando que, en su defensa, estaba demasiado nervioso.

Rubén se acercó a ambos y les regaló un abrazo enorme a cada uno, deseándoles un lindo año. Los demás les siguieron, pues eran los únicos que faltaban por ser mimados.

Una vez terminado eso, le insistieron a Javier que abriera el regalo que le fue brindado, puesto que no había tenido oportunidad antes de hacerlo.

Cuando sacó de la bolsa su obsequio, no pudo evitar emocionarse de más. Una bonita taza decorada con una foto de ambos amigos, ahora probablemente pareja, llena de chocolates, galletas y dulces de café. Por más tonto que pareciera, siempre quiso un regalo así, en especial de parte de Miguel.

Hasta ahora había sido una noche vieja muy buena. . . Aún quedaba algo de fiesta y celebración, pero sin duda alguna esta sería su parte favorita. O bueno, no, la favorita es cuando Miguel se le declaró. Uhm. . . en realidad, los besos no habían sido tan malos. . .

O justo ahora, que se hallaba en el sillón individual, con Miguel sentado en uno de los descansos de brazos.

—¿Me das un chocolate? —pidió el amante de estos a su mejor amigo.

—. . . no.

—¡Pero---!

Un chocolate en sus labios le cayó. Javier le sonreía de forma ladeada y burlona, y, antes de que el castaño dijese nada, ya estaba volviendo a besar aquellos labios.

—Han pasado sólo dos minutos y ya me estoy arrepintiendo —la voz del ojigris reflejaba asco, aunque lo cierto era que sólo fingía, estaba feliz por sus dos más allegados amigos.

—Eso dices ahora —murmuró Andrés, divertido—. ¿A quién invitarás a la feria?

—Uhm, no lo sé. Lo más probable es que vaya solo y regale la otra entrada a una pobre niña triste —respondió, sabiendo por dónde iba aquello.

Andrés rió y palmeó la espalda del mayor. —Sí, tío, por supuesto. Te creo y todo.

Y dicho aquello, se dirigió hasta el par de tórtolos, ofreciendo más de sus turrones para que "siguieran jugando". Javier se sonrojó abruptamente, mientras que el ojiámbar aceptó aquello con una sonrisa burlona y pícara. Andrés y Miguel rieron como idiotas, mientras el azabache golpeaba su frente con la palma de su mano.

Sí, una excelente celebración para todos.

5 573 palabras. Estoy----

Lamento que sea tan largo,
aaAa. Sé que es tedioso, lo
sé perfectamente. Pero mi
mano simplemente no deja–
ba de escribir la muy csm.

¿Les gusta este libro?
Lo utilizaré para mis ideas
randoms, como justo esta.

El dibujo mostrado es mío,
ahre. Pueden pasarse por tw
y seguirme, subo puras
joterías de estos 👉👈.
Está en mi muro, amixes🙁

Alsoooo, ¿qué shipp les
gustaría que fuese el sig? 👀

Riumba (desarrollados
en este mismo "universo"(?).

Spartor .

Mayictor.

Otro.

Yo le entro machín a los
shipps cracks, ahre.

Igual un RaptorxTrolli,
ahq.

Es todo. Espero sea de su
agrado u.u
Se aceptan críticas de todo
tipo o sugerencias, sísí.

¡Nos leemos pronto!

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