Ángel 234(I&II)

By Mariansosaaa

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Un caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colo... More

Nota.
Antes de comenzar a leer.
Protagonistas.
Sipnosis.
Capítulo 1: El principio de todo.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24: Ángel 234.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29: El final de un nuevo comienzo
Epílogo
/Segunda parte/ Ángel 234: Tiempos Oscuros.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2: Chica batido.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5: "Eres un problema"
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8: Rompo todo lo que toco.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11: Píntame.
Capítulo 12: ¿Quién era Hult Sullivan?
Capítulo 13.
Capítulo 14
Capítulo 15: Soy completamente de ti.
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18: Todo mi amor para ti, Gwen
Capítulo 19
Capítulo 20: Alma por otra alma
Capítulo 21
Capítulo 22: Quizás
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26: Capítulo Final
Epílogo
¡ATOM!
EXTRA

Capítulo 6.

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By Mariansosaaa

                          

Gwen Trainor.


Tenía miedo, tenía mucho miedo.

Una sombra me perseguía, la misma que me hacía sentir triste, como si me hubiese arrebatado algo que adoraba, pero no entendía qué era, o por qué me sentía de esta manera. Como si mis peores miedos se acumularan en una bola gigante de humo siguiéndome, lloraba y lloraba deseando que acabara la pesadilla ¿Era sólo una pesadilla? ¿O de verdad vivía este momento?

Un montón de voces me hablaban al mismo tiempo, unas gritaban con desesperación y otras susurraban que todo estaría bien. La voz que gritaba y la otra que susurraba era de una misma persona, pero en diferentes tonalidades, de pronto la escuchaba más cerca y otras veces se alejaba, parecía sufrir, sentía lo que esa persona le ocurría. Pero no comprendía qué quería de mí.

¿¡Qué es lo que quieres de mí!?

Traté de gritar, pero mi voz no se inmutaba a salir, era indefensa y aquella sombra se acercaba cada vez más. Es de gran magnitud, demasiado poderosa.


"Gwen, Gwen, Gwen, Gwen, Gwen, Gwen Gwen"


La misma persona de los gritos melancólicos decía mi nombre una y otra vez, como si me estuviese llamando. Era un eco que resonaba en cada parte de la habitación vacía en la que me encontraba.

"Lo siento Gwen"

"Lo siento"

"Lo siento"

"Lo siento"

Se disculpaba, repetidas veces. Parecía tener algún tipo de conexión fuerte con la voz proveniente de alguna parte, algo dolía dentro de mi corazón. A esa persona también le dolía.

De pronto la sombra se expandió tanto hasta dejarme sin respiración, me estaba ahogando. ¿Qué podía hacer? Estaba literalmente muriendo y no tenía el poder de mover ni un solo dedo de la mano para alejarlo. Oh dios mío, estoy muriendo.

¡Despierta Gwen!


Mis ojos se abrieron con gran impacto, desconcertada, apenas sabía dónde estaba. Me faltaba el aire, mi pecho subía y bajaba buscando algo de oxígeno. Miré a todas partes y me encontraba justo en mi habitación, todo había sido una pesadilla, pero aún tenía miedo, el mismo que sentí en el sueño. Palpé mis ojos y los sentí húmedos, al parecer había llorado.

Definitivamente no había tenido una pesadilla como ésta, fue algo horroroso, parecía muy real, pude sentir todo.

—¿Cariño estás bien?— mi mamá apareció por la puerta de mi habitación, me observaba como si tratase de comprender mi cara de horror.

—Si... Solo tuve una pesadilla.

—¿Volvieron?—indagó con un gesto alarmante. Cuando era pequeña mi mamá no podía despegarme el ojo al dormir, me levantaba exaltada gritando con mucho terror.

—Sí, pero no importa, tranquila —me esforcé en sacar una sonrisa, no quería que se preocupara por algo estúpido.

—Deberías arreglarte, un chico guapo llamado Hult te espera abajo — me guiñó el ojo.

Mierda, había olvidado por completo que Hult venía, instantáneamente tomé mi celular para chequear qué hora era.

Mierda, mierda, mierda. Mi celular marcaba once llamadas perdidas de él y ya era más de la hora de la cual acordamos

Hoy en el instituto me recordó cientos de veces que no olvidara que vendría en la tarde, debe estar detestándome. En un solo movimiento me deslicé fuera de mi cama directo a ducharme, daba asco. Hoy tenía tanto sueño que terminé durmiéndome al llegar de la secundaria.

—Bien, dile que no tardo —dije y mi mamá asintió antes de salir.

Había factores a considerar por los que me tendría que preocupar si tardaba demasiado en bajar. Mis padres detallaban extremadamente las personalidades de mis nuevos amigos, y Hult no era alguien adorable desde un principio. Y si en tal caso ocurría el milagro de que a mi papá le haya agradado, lo atosigaría sobre boxeo, ama todo tipo de deportes, era su tema favorito, podía durar horas aburriendo sobre ellos hasta que la persona lo interrumpiese inventado cualquier excusa para irse. Y mi mamá, mi mamá seguramente se encontraba abajo preguntándole millones de cosas sobre su vida, dónde vive, cuántos años tiene, cuánto tiempo llevaba siendo mi amigo, si le gustaba el Strudel, porque ella lo amaba hacer y en esta casa nadie lo comía, dependiendo de cual fuese su respuesta, si era afirmativa, se lo llevaría a la cocina para preparar uno juntos.

Espero que Hult no los insulte como a mí.

Al terminar me coloqué la ropa más cómoda que encontré en la silla inestable—la llamaba la silla inestable ya que, en ésta, colocaba ropa que no estaba tan sucia como para lavarla, ni tan limpia como para guardarla en el armario—unos jeans altos y un suéter de lana color rojo, me quedé en medias, de igual modo estaba en mi casa.

Abrí la puerta de mi habitación para salir, y una sonora melodía llegó a mis oídos. Eran risas, provenían de abajo, entre ellas la de Hult y mi padre, mientras bajaba las escaleras, más audible era de lo que hablaban.

Por supuesto mi papá le hablaba sobre boxeo, y los mejores campeonatos que ha visto y a su vez haciendo bromas sobre esto mismo. Me dirigí a la sala y ahí estaban los dos muy concentrados en la conversación, a Hult parecía interesarle, aunque he aprendido que sus expresiones nunca dicen realmente lo que sienten. En cambio, sus ojos, sus ojos eran el mejor medidor, y estos destellaban, esa electricidad que emanaba de ellos era casi eufórica.

Hult notó que me encontraba ahí viéndolos e instantáneamente me dedicó una amplia sonrisa, su sonrisa... Era como si estuviese acostumbrada a ella, como si ya la conociera, me causaba un sentimiento extraño, como... Felicidad ¿Pero por qué?

—Y Hult... Dime, ¿te gusta el Strudel de manzana?— mi mamá apareció desde la cocina con un par de vasos de jugo, una risita se escapó de mis labios y negué un par de veces con la cabeza. Ellos eran tan predecibles.

—Sí, realmente es delicioso, aunque debo admitir que solo lo he comido un par de veces —le respondió Hult. Mis instintos me decían que mi madre brincaba mentalmente de la alegría.

—¡Qué bien! Algún día prepararemos uno juntos, en esta casa a nadie le gusta —hizo una mueca de tristeza. Hult asintió con una sonrisa.

—Cuando usted quiera — espetó el chico, no esperaba que fuese tan dulce con ellos, ni tampoco que a mis padres les agradara. Carraspee mi garganta para que supieran que ya estaba ahí, mis padres me miraron y sonrieron.

—Bueno, no les quitamos más tiempo—dijo mi padre al levantarse. Hult hizo lo
mismo—Recuerda que en dos semanas es el boxeo nacional, no podemos perdérnoslo— le estrechó la mano y le dio unas cuantas palmadas en el hombro, esto solo lo hace cuando de verdad alguien le agrada. ¿Y lo había invitado al boxeo? ¿Cuánto tiempo habían esperado a que bajara? ¿Un año?

Le hice una señal con la mano a Hult para que viniera y poder subir a mi habitación a hacer "mi supuesta tarea en la que necesitaba ayuda".

—Lo siento por tardar, me había quedado dormida —me disculpé y este se encogió de hombros con una sonrisa.

—Me lo supuse, después de todo hoy no te dormiste en la clase de Freeman, así que debías dormir en alguna parte, ¿no?— bromeó, estiré mi brazo y le di un pequeño empujón logrando que se tropezara un poco con los escalones. Los dos reímos al unisonido, y creo que era la primera vez que lo hacíamos.

Llegamos a mi habitación y le indiqué que podía sentarse en la cama si lo deseaba, lo cual hizo. Fui en busca de mis libros de historia y los lancé todos en la cama, junto con algunos lápices y unas hojas de papel.

—¿Por qué tantos libros? — frunció el ceño tomando uno entre sus manos mientras lo ojeaba.

—Porque debo poner los filósofos más importantes, tenemos que buscar información variada.

—Ah.

Dejó su cuerpo caer sobre mi cama, de su bolsillo sacó su típica cajetilla de cigarros, y con agilidad sacó uno llevándoselo a los labios. ¿Acaso lo prendería en mi habitación? Me incliné hacia él y lo saqué de su boca rápidamente.

—Gwen, si quieres uno puedes pedírmelo, no arrebatármelo —me miró divertido.

—¿Qué sucede contigo? No fumaras en mi habitación.

—Puedo fumar donde yo quiera — se levantó un poco apoyándose con las manos por detrás de su espalda, quedándonos frente a frente, me miraba de forma retadora enarcando una ceja.

—Pero no en mi habitación —remarqué firmemente la última palabra.

—Aburrida —murmuró en un suspiro al desplomarse otra vez en la cama.

—¡Eres un niño! Te comportas como uno— lo acusé y este rodó los ojos.

—Cállate.

—No me callaré, "niño" —me crucé de brazos.

—¿Ah no?

—No.

La enorme mano de Hult rodeó por completo mi escuálido brazo, le dio un estirón haciendo que me cayera a su lado, se posicionó parcialmente encima de mí y comenzó hacerme cosquillas por todo el cuerpo. Era tan desesperante, no contenía mis carcajadas, trataba de quitármelo de mi, pero por supuesto a comparación de fuerzas, él me ganaba por completo.

—¡Ba... Basta por favor! —supliqué entre risas.

—¿Volverás a retarme? —cuestionó sin parar de torturarme.

—Hult... Po—Por favor — jadeé, mi barriga me comenzaba a doler por lo comprimida que estaba.

—¿Volverás a retarme? —repitió, hasta que no cediera no iba a parar.

—No... ¡Para!

—Es "no Hult no lo volveré hacer" —espetó el chico.

—No Hult... No lo volveré hacer —salió casi en un grito desesperado a través de la risa, enseguida dejó de hacerme cosquillas y se acostó a mi lado. Mi respiración seguía entrecortada con mi pecho subiendo y bajando por la agitación.

—¿Ves? No era tan difícil —ladeó su cabeza para mirarme, lo fulminé con la mirada y le di un golpe en el brazo.

—Te odio.

—¿Quieres que siga? Porque puedo hacer esto todo el día —me amenazó levantando una de sus manos, lo tomé para que no volviera hacerlo y negué desesperadamente con la cabeza. Noté que la manga de su suéter estaba completamente abajo, dejando finalmente visualizar el tatuaje que tanto ha querido ocultar, era una frase.


"El corazón de un Ángel no debe amar"


Me quedé hipnotizada contemplándola, la frase era del libro que mi abuela siempre me leía, era el subtítulo de la portada. Yo odiaba esta frase de pequeña y hasta el día de hoy me sigue llamando la atención. No podía creer que alguien como Hult se haya tatuado una frase así, y más aún que posiblemente sepa la existencia del libro. Como era de esperarse, bajó en cuestión de segundos la manga como si hubiera la posibilidad de que no la hubiese leído.

—¿Eso es lo que tanto me has querido ocultar? —indagué.

—Es un tatuaje muy estúpido —se encogió de hombros sin importancia

—¿Conoces el libro?

—No, ¿qué tal si nos ponemos a buscar los temas para el informe?—se notaba nervioso, tratando de evitar la conversación. Seguramente le causaba pena que supiera que le gustaba un cuento de fantasía. Pero a mí me causaba intriga, no había conocido ni una sola persona que conociera su existencia, y eso me recordaba a mi abuela.

—Mi abuela me leía ese libro las noches en que se quedaba. Bueno, realmente no importaba qué hora fueran para suplicarle que me lo leyera —una risita escapó de mi al recordarlo, Hult en vez de mostrarse obstinado por mi insistencia en seguir en el tema, sonrió de manera compasiva.

—¿Ya no está? —murmuró cuidadosamente como si no quisiera lastimarme con su pregunta. Negué para hacerle saber que no.

—De vez en cuando me siento sola, ella era la persona que más me comprendía en este mundo —confesé. No lo sé por qué, pero sentía que podía desahogarme con Hult sobre esto.

Mis ojos sin permiso humedecieron, traté de contener las lágrimas, pero fueron saliendo poco a poco. Hult parecía estar afectado por verme de tal modo. Acercó su mano a mí y limpió las lágrimas que recorrían por mis mejillas, apartó un mechón de cabello de mi cara y lo colocó detrás de mi oreja.

—"Y aunque yo me encuentre lejos de ti, mi corazón jamás podría abandonarte"—citó unas líneas del libro, sus labios delineaban una pequeña sonrisa. Logrando hacer que una también se plasmara en mí. Adoraba esa parte del libro porque fueron las últimas palabras que le dijo el Ángel a la niña —No estás sola Gwen, yo estoy aquí.

Era la primera vez que alguien hacía que dejara de sentirme sola, ni siquiera Wells lograba hacer eso a pesar de ser un amigo maravilloso. Algo me decía que confiara en él.

—Gracias por tratar de no decirme miserable —reí mientras me secaba las lágrimas con la manga de mi suéter.

—Lo dejé para "otra" ocasión, ¿hmm? — intentó recordarme lo que le había dicho ayer en clases, que dejara sus insultos para otra ocasión. Volví a carcajear con gran estruendo.

Vi que la mancha púrpura alrededor de su ojo se estaba disipando, aún deseaba saber qué fue lo que le había pasado.

—¿Mis padres te preguntaron sobre eso?— señalé el golpe.

—¿Por qué crees que tu padre me comenzó hablar sobre el boxeo?— indagó muy obvio, me cubrí la cara de manera graciosa

—¡No me digas que le dijiste que practicabas boxeo!

—Fue un "intento fallido de boxeo"— hizo comillas con sus dedos.

—¡Eres un mentiroso! — chillé muy divertida por su excusa.

—No quería darle una mala impresión, son muy agradables. Mucho más que tú —formé un círculo con mis labios, exagerando que estaba afectada por su confesión.

—Al parecer tú también les agradaste. Pensé que te iban atosigar.

—Todos los padres son así.

—No imagino cómo serás con tus padres — reí imaginando a Hult como un típico adolescente odiándolos.

—No paso mucho tiempo con ellos... Así que no podría decirte que tal son— mierda, por qué debía ser tan torpe y comentar ese tipo de cosas.

—Oh... ¿Por qué?

—Se la pasan el mayor tiempo trabajando, prácticamente vivo solo — mencionó y me sentí mal por eso, aunque no se mostraba afligido—Debe ser extraño pasar todo el tiempo sin ellos.

—Te acostumbras, es divertido —sonrió sin absoluta importancia.

Un celular empezó a vibrar, provenía del bolsillo de Hult. El chico lo sacó y al ver la pantalla frunció el ceño, tal vez disgustado por la persona que lo llamaba. Lo apagó y lo lanzó en la cama. Suspiró como si estuviese frustrado y se estrujó las manos por toda la cara, siempre llevaba esos anillos por todos sus dedos, en cada mano tenía dos, lo hacían resaltar.

—¿Qué tal si comenzamos hacer tu informe?—incitó algo obstinado, estos cambios de humor de él, para mi comenzaban a ser normales. Porque raro sería que estuviese en una sola emoción todo un día.

—¿Si te confieso algo, prometes no molestarte?

—Cualquier cosa que me digas me hace molestar, así que adelante —entreabrió los labios para dejar salir un suspiro.

—Realmente no necesitaba ayuda, solo fue una excusa.

El castaño cerró los ojos y comenzó a reír por lo bajo, ladeando de un lado a otro la cabeza.

—Eres una mentirosa.

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