Entre espinas, tú [Finalizado]

By Arekusa92

26.8K 4.3K 2.3K

"Ellos dicen que buscar amor, es como buscarse a uno mismo. Cuando logras encontrarte, encuentras amor. Por... More

Capítulo 1: Primer amor
Capitulo 2: Amor platónico.
Capitulo 3: Amor negado
Capitulo 4: Amor toxico
Capitulo 5: Esto no es amor
Capitulo 6: Amor no correspondido
Capitulo 8: Diferente al amor
Capitulo 9: Amor perfecto
Epilogo

Capitulo 7: Amor desinteresado

2K 433 390
By Arekusa92


Ochako me espero en la estación de Tokio. La reconocí aun con el cabello largo, sus mejillas redondas de manzanas eran inconfundibles. Había alguien más con ella, un pequeñín sostenía su mano y me miraba bastante feo.

Era su hijo, Kota. Tenía cinco años, su padre era aquel hombre maduro con el que salía en la universidad y con quien el único nexo que mantenía ahora, era la pensión que le depositaba por el niño. El hombre era casado, Ochako fue la amante hasta que la verdad le cayó a los dos meses de embarazo, cuando se enteraron y él le pidió que lo perdiera.

Ochako venia de un hogar en extremo católico y, aunque anhelaba libertad, tenía ciertos valores muy arraigados dentro. Así no quisiera un hijo a los veintiún años, no podía abortarlo. Era como se le había criado. Por lo que tuvo que decirle adiós a su prometedora carrera de medicina.

Su apartamento estaba en una zona bonita y era bastante amplio, aunque debí compartir habitación con su pequeño demonio. Mi labor en el tiempo que buscaba empleo, era cuidar de él, pero me hacia la vida imposible. Me gritaba y nunca le gustaba nada de lo que cocinaba.

Sin embargo, todo dio un giro inesperado cuando nos cruzamos a la esposa de su expareja y quiso atacarla. Me interpuse, defendiéndola. Luego supe que el sujeto, no había tenido mejor idea que comprarle ese apartamento a solo cuadras de donde vivía con su esposa. No era la primera vez ambas se cruzaban en la calle y la mujer le atacaba.

A partir de ahí, mi relación con Kota mejoró al punto de que cuando conseguí empleo en un estudio no muy lejos de casa, él quería ir conmigo a verme "pintar pieles". Era una lindura cuando lo conocías bien.

En el estudio, los chicos pensaban que Kota era mi hijo, que lo tuve en un lapsus de heterosexualidad. Sabían que era gay, con Touya aprendí a no ocultarlo. Pronto aclaré el mal entendido, mas no logré convencerlos. Al final continuaron pensando lo mismo y constantemente bromeaban, de que Ochako era una chica lo suficientemente hermosa como para hacerme cambiar de gustos. No voy a negar eso, en el pasado había intentado realmente salir con ella, no funcionó y continuamos juntos solo como pantalla a lo que en verdad hacíamos.

Incluso ahora lo sentía un poco así. Mientras yo me quedaba con Kota, ella salía con algunos "amigos". No me era molestia cuidar a su hijo, Ochako tenía derecho a rehacer su vida; pero esto hacía que se reavivara en mi esa envidia de antaño hacia ella.

Sobre todo, la afectiva.

A diferencia suya, yo no buscaba un encuentro de una noche, quería algo duradero. Había venido a Tokio a empezar de cero y aquello incluía ese aspecto también. Con la diferencia de que ahora, era fácil notar que me había enamorado de puras malas elecciones. Ya no quería ningún amor así en mi vida. Nada de Hitoshis, Touyas, ni mucho menos Tomuras. En esta nueva oportunidad que me estaba dando, quería hacerlo enteramente con la cabeza y no más con el corazón.

Si me enamoraba ahora, sería de alguien tan bueno como Shouto.

Él era mi estándar.

La mala noticia era que no por tanto buscar encontraría alguien así. Seguía siendo una persona poco sociable, mis amigos se limitaban a Shouto, Ochako y los chicos del estudio. Salir a conocer personas a bares o discotecas estaba tachado de mi lista. Usé algunos aplicativos, conocí algunos hombres, salí con varios de ellos, con ninguno funcionó. Todos buscaban sexo, algo de una noche, mientras yo sí esperaba algo duradero en el tiempo.

No me resignaba.

Viendo a Ochako vivir tan plenamente, me llevaba a encapricharme en que quería volver a enamorarme, pues para mí en ese entonces, era como una meta encontrar a alguien con quien tener este amor perfecto. Para ello, esa persona debía serlo también.

Entonces, mis suplicas fueron escuchadas y apareciste en mi vida.

Kirishima Eijiro.

Hasta el cómo nos conocimos parecía sacado de un manga romántico absurdo.

Había salido a beber con los chicos del estudio. Llevaba tiempo sin hacerlo, quería mantener mi abstinencia, pero era el cumpleaños de uno de ellos y accedí a condición de que solo sería una cerveza. Me cayó fatal, al poco tiempo avise que me iría a casa. La ventisca otoñal de la calle empeoró mi estado y terminé vomitando ahí mismo, sosteniéndome a duras penas de un muro.

En algún momento de esa noche, apareciste en el camino. Me ayudaste a caminar. Era incapaz de hilar una oración, por lo que hiciste de manera natural, lo que absolutamente nadie haría: Me llevaste a tu casa.

¿Cómo podías meter a un completo extraño a tu hogar?

Eiji, eras muy bueno o muy bobo.

Desperté a la mañana siguiente con todo dándome vueltas y vestido con ropa en extremo grande que, obviamente, no era mía. Ingresaste al rato a la habitación, traías puesto solo un pantalón de pijama.

Mis ojos no tardaron en recorrerte.

Eras bastante imponente. Medias cerca de dos metros, con una musculación perfecta y maciza. El cabello teñido de rojo caía sobre tu rostro como lava.

Touya me impresionó una vez con su cuerpo, pero tú me dejaste sin palabras.

Sonreíste hermoso y me extendiste un vaso de agua junto a medicina para la resaca. Te presentaste mientras bebía. Eras entrenador personal de muchos deportistas profesionales y también trabajabas medio tiempo en un gimnasio; la noche anterior, salías de un ahí cuando me encontraste.

–Lucias muy mal, no podía dejarte en medio de la calle. Eres muy bonito para andar solo.

Y ya.

Me enamoré.

Aunque no por eso me dejaría llevar. Luego del fiasco con Shouto, había empezado a tener cautela con las personas y las acciones que tenían que yo podría confundir. Tú solo habías tenido un gesto amable, seguido de un halago.

No había nada más.

Así que yo devolví el gesto. Noté que tenías un tatuaje bastante desastroso en el omoplato izquierdo, comentaste que te lo hiciste a los quince por una apuesta con un amigo. Yo me ofrecí a corregirlo en agradecimiento.

Eiji, contrario a tu apariencia ruda, eras todo un llorón.

El diseño que hice debía terminarse en dos sesiones. Contigo pasamos a las cinco, ya que no soportabas el picor de la aguja.

–No puedo imaginar lo que has soportado en todos esos tatuajes.

Cómo explicarte que el dolor de los tatuajes ha sido lo de menos en mi vida.

Al término de la quinta sesión, me invitaste a comer en agradecimiento a mi paciencia. Bromeé diciendo que aquello era una especie de circulo vicioso de agradecimientos.

No lo haría si no estuviera interesado en ti.

Listo.

Ahí tenía la respuesta que necesitaba.

Fuimos a cenar a tu casa y lo último que hicimos fue eso.

Con el paso de los días, me enamoraba más y más de ti. No me había equivocado esta vez, eras un sueño hecho realidad. Pasabas por mí en las mañanas a dejar a Kota en la escuela, luego desayunábamos en tu casa, en medio de besos, abrazos y jugueteos. Me acompañabas al estudio y partías a tu trabajo. Pasabas por mí nuevamente en la noche.

Teníamos citas regularmente, cosa que nunca había tenido antes. Íbamos a cenar, al cine o algún evento deportivo que quisieras ver. A veces me quedaba a dormir en tu casa y, en un corto plazo, termine mudándome a tu apartamento.

Shouto tenía razón, no podía esperar menos de lo que merecía y tú eras eso. Me llenabas de amor a diario, todas las mañanas despertaba con el desayuno sobre la cama, otras, amanecía con los arreglos florales más hermosos que hubiera visto. Eiji, te podías pasar el día entero diciendo lo mucho que me querías, dándome mimos y halagando uno a uno mis defectos, mientras veíamos alguna competencia deportiva acostados en el sofá.

Tu estilo de vida era totalmente diferente al mío. Comías sano, cinco veces al día, batidos, proteínas y ejerció de alto impacto. Nada de alcohol, ni pensar en cigarros. Nunca llegabas más de las diez a casa, pues tu rutina de ejercicios empezaba a las seis de la mañana y eras en extremo disciplinado. Tanto así, que me sentí motivado a seguirte. Comencé una dieta menos estricta que la tuya, despertaba a tus horas y ejercitábamos juntos. Te burlabas de mi estado físico, eso me llevó a disminuir considerablemente mi habito de fumar. En poco tiempo, ya iba al gimnasio contigo, gracias a eso aumenté mi masa muscular y mi autoestima se sentía renovada al ver los resultados en el espejo.

Me ordenaste la vida.

Eiji, eras perfecto.

Tanto, que empecé a buscarte fallas.

Comencé por ver mal a tus amigos del gimnasio. Ocasionalmente te mostraban fotos de mujeres. Eiji, tu no eras gay, eras bisexual. Decías que no querías ver, pero cuando lo hacías, yo notaba la sonrisa y ese brillo de deseo en tus ojos. Sin embargo, eso no era todo lo que me molestaba; yo iba a ese gimnasio, ya que tú trabajabas ahí medio tiempo; por lo que tenías a personas a las que entrenabas.

Eras el preferido de las mujeres. Chicas bonitas y despampanantes.

Todo detonó el día en que una de ellas metió su mano bajo tu camiseta. Parecía tener mucha confianza contigo, ya que tú solo la apartaste entre risas. Dejé las mancuernas de lado, caminé hacia ti y te propine una bofetada que dejó a todos en silencio.

Ya en casa, hiciste lo que yo debía hacer, me pediste perdón. Efectivamente, entrenabas a aquella chica de hacía muchos años atrás y jamás la habías visto de otra forma. Me prometiste que no volvería a suceder.

Acepté tus disculpas y fingí creerte. Por dentro, era un manojo de inseguridades.

Pusiste distancia con tus alumnas en el gimnasio, aunque yo suponía que eso era solo durante las horas en las que yo iba. Tus compañeros me miraban mal, hacían de todo por mantenerme lejos de ti en el tiempo que estaba ahí. Te fastidiaban con algunas alumnas y eran bastante escandalosos esperando molestarme.

Lo lograron.

Uno de esos días me descolocaron lo suficiente, no dudé en encarar a una de esas mujeres con la que ellos estaban molestándote. Ahora me doy cuenta que fui bastante grosero y por poco agresivo. No llegó a mayores, porque tú me sujetaste a tiempo.

Pero me prohibieron el ingreso nuevamente.

Esto solo aumentó mis inseguridades y terminamos por caer en una vorágine de violencia y pasión tal cual lo hice con Touya. Veía cosas donde no las había, te buscaba discusiones sin sentido. Cuando tu respuesta no era me satisfacía, me ponía agresivo. Eras como de pierda, soportabas todos mis golpes, jamás me devolviste uno, solo intentabas controlarme. Luego de esta escena de violencia y gritos, llegaba el sexo.

Intenso y descontrolado.

Entrabamos en esa luna de miel en la que nuestra relación retomaba la perfección del inicio.

No duraba mucho, al poco tiempo retornaban mis celos.

¿Has pensado en ir al psicólogo? – inquiriste de pronto después de una discusión.

Me sentí totalmente ofendido con la pregunta. Yo no necesitaba un psicólogo, porque estaba seguro que mis dudas eran fundamentadas. Lo único que necesitaba, era la prueba definitiva a tus infidelidades y para eso revisaba tu teléfono, tu computadora, los correos que te llegaban.

Nunca me di cuenta que era especialista viendo cosas donde no las había.

Caí en mi nefasta realidad, la tarde en la que dejé esa fea cicatriz cerca a tu ojo. Finalmente encontré las pruebas que tanto buscaba. Tenías fotos de una mujer en ropa interior. Me puse como loco, arrojé miles de cosas sobre ti; una de ellas fue a parar en tu rostro, ocasionando un corte a la altura de tu ojo derecho.

Eiji, todo este tiempo lo habías mantenido oculto para no generar mayor fricción conmigo. Eras entrenador personal, tus alumnos te enviaban fotos de sus avances. Era algo normal.

Acepté la propuesta de visitar un psicólogo, más por ti que por mí. Conseguiste una cita en una institución donde te recomendaron a uno. Dijiste que era joven, pero que había sido de mucha ayuda a un primo tuyo.

Acudí diligentemente a mi cita. Cuando llegué al counter, me percaté que nunca me habías dado el nombre del doctor. La secretaria buscó por el mío para poder ubicarme.

Tercer piso, consultorio 303. El doctor Shinso lo llamará en breve.

Tarde en reaccionar. Preferí no hacerme de ideas, cualquiera podía tener el mismo apellido. Tomé el papelito en donde había escrito el número de consultorio. Subí a paso lento, esperando que no fuera él.

¿Cuántas opciones tenía de volver a ver a alguien luego de más de diez años?

Era imposible.

¿Izuku? –Quizás no tanto.

Hitoshi estaba de pie en medio del consultorio. Él tampoco lo creía.

Me di la vuelta, salí de ahí. 

Era increíble que aun a estas alturas, tuvieran más resentimiento por él que por Touya. Bajé las escaleras prácticamente saltándolas, Hitoshi venia tras mío llamándome, pidiendo que me detenga, que necesitábamos hablar.

Ya llegando al último escalón, logró atrapar mi brazo. Yo no era más el niñito que toleraba todo, forcejeé y grité que me soltara, originando un escándalo como había aprendido de Toga.

¡Lo siento, fui un idiota! –se apresuró en hablar cuando los de seguridad ingresaban. Finalmente liberó mi brazo –tuve miedo y solo vi por mí, perdón.

Salí de ahí, agitado, alterado y con la rabia que hacía temblar mis manos. Di vueltas en el estacionamiento. Sabia que pasarías por mí al final de la consulta, no podía simplemente irme. Se supone que estaba poniendo de mi parte yendo a terapia.

Y que mejor terapia que dejar salir todo con el ex que me negó.

Regresé al edificio ante la vista atenta de las personas en recepción. Entré al consultorio y dejé salir todo lo que me había guardado por más de una década. Grité, insulté, le culpé por el desastre que era mi vida, tiré cosas al suelo.

Caí rendido en el diván, llorando como un bebé.

Hitoshi se apoyó en el escritorio, guardó silencio unos segundos, luego empezó a contarme su vida. Se había arrepentido durante mucho tiempo de lo que hizo, intentó disculparse conmigo en aquel entonces, mas el miedo de ser humillado por el resto de alumnos había podido más. Poco después, contó sobre su orientación sexual a sus padres y ellos, pensando que yo había influenciado en él, le cambiaron de escuela. Durante los años siguientes, sus padres negaron el hecho de que fuera gay, al punto de él mismo creerlo. 

Salió con chicas durante un tiempo.

Con ninguna duró mucho.

También sintió ese vacío interior crecer dentro suyo. El verse ajeno a lo que la sociedad normalizaba. Estudió psicología como una manera de entenderse él mismo. A mediados de la carrera, habló nuevamente con sus padres; sin tantos "creo" y más firmeza. Pasó un largo tiempo hasta que lo asimilaran y finalmente pudiera presentarles al hombre con quien salía. Llevaba con él ocho años, una relación bastante estable.

–Las relaciones marcan tú vida, pero Izuku, no fui yo el problema más grande en la tuya.

Nuestras sesiones empezaron dos veces por semana y al ser el último turno, solía extenderse una poco más. A veces incluso, íbamos a la cafetería de enfrente a continuar conversando.

Entendí porqué te lo habían recomendado, Hitoshi era verdaderamente bueno en lo que hacía. Parecía entrar en tu mente y hacer que respondieras  a sus preguntas sin objeciones. Poco a poco empecé a comprender más cosas sobre mí, cómo de dónde venían mis inseguridades, mi poco amor propio, el tolerarle todo a las personas. Mis celos enfermizos fueron decreciendo, aunque no porque ya no estuvieran ahí; sino porque aprendí a controlarme. Ahora era capaz de pensar en todas las diferentes variantes que podrían haber sucedido en aquello que originaba mi inseguridad, que no implicara necesariamente una infidelidad.

Hitoshi me hizo ver, que más allá de mis problemas, también estaban los tuyos. Eiji, tú idealizabas mucho el amor. Te apegaste a lo que teníamos y permitiste que casi te destruya únicamente por ese ideal. Aunque más estable que yo, en el fondo éramos lo mismo. Tú forma de ver el amor, era como un cuento romántico en el que me sacabas del pozo en el que me había metido, para tener nuestro vivieron felices por siempre.

Estabas más enamorado del sentimiento mismo, que de mí.

–¿Por qué crees que necesitas a alguien a tu lado? –Hitoshi siempre salía con esas preguntas mientras tomábamos café.

Resultaba algo profunda la respuesta, pero ya con una mejor visión de mí mismo gracias a las terapias, no me era difícil responder. Necesitaba de alguien para no estar solo. Odiaba la soledad, porque me forzaba a encontrarme, a darme cuenta que había un gran vacío en mí que iba creciendo y dolía tanto que era insoportable. Aquel vacío lo llenaba con personas, las relaciones con ellos me anestesiaban, me proveían de placeres pasajeros, felicidad efímera y una falsa creencia de que todo estaría bien mientras permaneciéramos juntos.

Me hacían sentir completo, seguro, y no debía ser así.

No digo que no te enamores, pero las personas vienen y van, no puedes poner tu estabilidad emocional en ellas. La única constante en tu vida, siempre serás tú mismo, Izuku. Aprende a amarte por sobre todas las cosas y encontraras el equilibrio que tanto buscas.

El mensaje estaba claro para mí.

Terminamos una semana después, un viernes por la noche a tu llegada del trabajo. Eiji, eras una persona genial, sabía que tú de entre todos, podías darme esa felicidad y estabilidad que tanto anhelaba. Tú no me ibas a lastimar, pero no por eso estaba bien. Porque cuando nuestra historia llegara a su fin, volvería a buscar a otro desesperadamente y nada me aseguraba que esa persona, no fuera otro Touya.

Tú lo entendiste rápido. Nos abrazamos, dijimos lo mucho que nos queríamos, lloramos hasta quedarnos sin lágrimas y, sin embargo, no me pediste que permaneciera a tu lado.

No hubo ruegos ni suplicas.

Por el amor no se lucha Izuku, si tienes que hacerlo, entonces ahí no es. –fueron tus palabras finales.

Perdón por pensar que eras un bobo, cuando entendías todo mejor que yo.

Eiji, nuestra historia nunca terminó, solo mutó en algo más bonito y duradero.

Amistad.

...

Nota de la autora:

Había llegado el momento en que alguien quisiera desinteresadamente a Izuku (dentro de una relación). Así como también, que Izuku sacara a flote los traumas de sus relaciones pasadas. Eijiro idealizaba el amor y no importaba si este se daba con Izuku o alguien más.

Agradecida siempre con los votos y sus comentarios, que me hacen ver que voy por el camino que quería con esta historia.

Continue Reading

You'll Also Like

181K 12.7K 85
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
173K 9.3K 71
Alexandra Weasley, la primera hija mujer de los Weasley empieza su aventura en Hogwarts sorprendiendo a toda su familia. Siempre pensó que el amor er...
264K 41.8K 23
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraño. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...
40.8K 7.6K 34
nacido en una familia llena de talentos aparece un miembro sin mucho que destacar siendo olvidado sin saber que ese niño puede elegir entre salvar o...