Ángel 234(I&II)

By Mariansosaaa

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Un caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colo... More

Nota.
Antes de comenzar a leer.
Protagonistas.
Sipnosis.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24: Ángel 234.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29: El final de un nuevo comienzo
Epílogo
/Segunda parte/ Ángel 234: Tiempos Oscuros.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2: Chica batido.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5: "Eres un problema"
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8: Rompo todo lo que toco.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11: Píntame.
Capítulo 12: ¿Quién era Hult Sullivan?
Capítulo 13.
Capítulo 14
Capítulo 15: Soy completamente de ti.
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18: Todo mi amor para ti, Gwen
Capítulo 19
Capítulo 20: Alma por otra alma
Capítulo 21
Capítulo 22: Quizás
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26: Capítulo Final
Epílogo
¡ATOM!
EXTRA

Capítulo 1: El principio de todo.

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By Mariansosaaa



 Gwen Trainor                   


Ya era un poco habitual mi estadía en la sala de la dirección, cualquiera que no me conociera diría que soy una rebelde, una cualquier mala conducta, al contrario. Si no fuera por mi torpeza de hacer que me manden aquí tres veces a la semana, estuviera en el cuadro de honor.

Y de nuevo me encontraba arrastrando mis pies a donde Freeman, el profesor de historia, decía que era mi lugar favorito.

¿Qué tiene de malo dormirse unos cuantos minutos en clases? No me aburría con sus historias, sólo que por alguna razón me sentía cansada, sin darme cuenta podía llegar a ser muy despistada. Siempre llegando dos minutos antes de que cierren las puertas de la secundaria, con la ropa mal puesta y el cabello desordenado. Sin embargo, nada de eso irrumpía en que yo fuera una muy buena estudiante, jamás faltaba a ni una sola clase, no dejaba de hacer los trabajos y siempre era la mejor nota en cualquier examen.

Con el aire entre mis pulmones, toqué la puerta un par de veces. Estaba preparada para la típica charla de la directora, podría estar acostumbrada pero cada vez que me hallaba aquí, me sentía nerviosa.

—¿Otra vez aquí Gwen?—Anna la secretaria, me miraba divertida desde su escritorio, rodé los ojos y solté una risita entre dientes. Aquella mujer de melena roja era muy agradable, nadie la odiaba o siquiera la detestaba, posiblemente era su cálida forma de tratar.

Dejé mi cuerpo pasar a través de la abertura de la puerta y me senté en la típica silla de espera al frente de Anna, que se encontraba a unos dos metros de mí separada por un estante al estilo de barra, en esta sala siempre tenía que esperar a que la directora me llamara. La sala era tan silenciosa que lo único que resonaba en ella eran los dedos de Anna golpeteando las teclas de la computadora.

—¿Crees que tarde mucho? —le pregunté refiriéndome a la directora, ella dejó de teclear y ahora me daba toda su atención.

—Es lo más probable, está en una junta en estos momentos —espetó ladeando una sonrisa, para volver a continuar lo que sea que estuviera escribiendo.

Al parecer no solo me había perdido la clase de Freeman, si no también estaría por perderme la clase de la señora Warren, estaba totalmente segura que me detestaba. Ella hacía lo que fuera para sacarme de quicio, cualquier persona en su sano juicio podía notar eso. Siempre me hacía preguntas sobre temas que aún no nos ha dado y si no respondía bien, me calificaba con un cinco, a la única persona de la clase que le hacía ese tipo de preguntas era a mí.

Perder su clase después de todo no iba a ser tan malo. Estar o no estar presente era lo mismo, cualquier de las dos opciones daban el mismo resultado.

Lo más probable era que Wells me asesinara antes que la señora Warren, mi mejor amigo que ha hecho que la secundaria no fuera tan mala. Wells era un tanto sobreprotector, tal vez más como una niñera que siempre me cuidaba las espaldas. Hasta en clases, y me regañaba las veces en que me dormía, sabía que estaba en problemas cuando tenía la mano de Wells en mi hombro sacudiéndolo una y otra vez para despertarme. Al abrir los ojos, entre Freeman y Wells, la cara más furiosa era la de mi amigo.

El ruido de la manija abriéndose me disparó fuera de mis pensamientos, una ráfaga de frío cortante atravesó mi cuerpo como si éste fueran cuchillas invisibles y ligeramente dolorosas, me sentí en total desconcerto. Como si simplemente me hubieran desconectado de una máquina respiratoria, o hubiera sufrido parálisis en todo mi cuerpo.

Pude notar una mano mucho más grande que la mía, un tanto pálida y con varios anillos en los dedos, estaba tomando el pomo de ésta dejándose pasar. Podría estar sorprendida por su altura, por supuesto que al lado de mi era un gigante, el chico era bastante alto como de 1.84m, vestía jeans ajustados de un tono gris muy oscuro, como si estuviesen desteñidos. Su grueso suéter azul marino resaltaba el verde eléctrico en sus ojos, eran suaves, tenía su atención hacia Anna. Sus finos labios color carmesí estaban fruncidos, algo muy serios. Sentí envidia por su color natural, cualquier chica desearía unos labios así. La manga del suéter de su mano en la que sostenía la manija se había alzado unos centímetros por su brazo, dejando ver un tatuaje. Era una frase, pero no podía llegar a leerla completa, sólo el final, la tinta negra resaltaba el color de su piel.

Tenía tanta curiosidad que acerqué mi cabeza lo más cercano posible de su brazo, ladeé y leí lo último que decía.


"No debe amar"


Tal vez era la letra de una canción, todos los chicos se tatúan letras o frases de canciones.

Mi cuerpo se quebró tal como un vidrio al escuchar el carraspeo proveniente del chico, débilmente alcé mi vista hacia la suya que ahora se dirigía a mí. Habría podido sentir alivio al ver que este me miraba desinteresado, tal vez le causaba gracia mi notable curiosidad. Mis labios formaron una pequeña sonrisa apenada, mis mejillas estaban ardiendo.

Oh bien, ahora podía completar mi apariencia de estúpida.

Lo más probable es que haya sido una cuestión de segundos, pero fueron eternos minutos donde él seguía observándome. Sus ojos color esmeralda atraparon los míos, era tan extraño, porque sólo quería desviar mi atención de él, pero alguna fuerza no me lo permitía.

Me desplomé de alivio al oír la voz de Anna, cortando por completo tal incómodo momento.

—¿Tú también?—preguntó Anna en un suspiro, el pálido chico ladeó una sonrisa y asintió levemente, dejó pasar su cuerpo a la sala cerrando detrás de él, la puerta. Dio unos cuantos pasos y se sentó a dos puestos de donde yo me encontraba, hubo otra ráfaga, pero ésta de un aroma dulce, y refrescante como a menta, la cual entró por mis fosas nasales.

—Juro que ni siquiera terminé de fumar el cigarrillo —espetó el chico alzando las palmas de sus manos en forma de inocencia, parecía muy dulce, pero había algo sombrío en él, algo que no podía detallar. Posiblemente era su estilo, o tal vez su voz, su voz podía parecer un tanto cálida, pero era ronca y muy profunda.

Anna lo miró y negó unas cuantas veces con su cabeza.

—Sabes que no está permitido fumar en el instituto, y menos en clases—aclaró la mujer. El chico estiró sus largas piernas, llevando al mismo tiempo sus brazos por detrás de su cuello, adoptando una postura muy cómoda.

—El profesor no estaba, solo nos dejó ahí viendo un ridículo documental —mencionó sin importancia. Alzó su vista al techo y cerró los ojos como si estuviese descansando, él era muy lindo. Aunque no me llamaban la atención para nada los chicos como él.

Sus ojos y su cabello eran lo que más probable, le daban un toque dulce. Era castaño, pero un castaño muy claro, tirando a un rubio oscuro. Lo tenía desalborotado y sobre su frente caían varios mechones. Lo tenía corto a los lados y un poco más largo por arriba, no era completamente lacio, pero tenía ondas en las puntas.

—¿Quieres dejar de mirarme de esa forma? Me asustas —sus palabras resonaron en lo profundo de mi ser, dejándome sin aliento nuevamente, había hecho el ridículo enfrente de él otra vez.

Estaba en la misma posición que antes, había abierto un ojo para mirarme mientras el otro seguía cerrado.

—Oh... lo siento... Yo no...— intenté decir con palabras forzadas, pero fui interrumpida.

—¿Con quién tienen clases ahora?— Inquirió Anna.

La señora Warren

Respondimos el chico y yo al unisonido, me limité a volver a mirarlo para no quedar otra vez como rara. Me parecía extraño que estuviéramos en una misma clase y no lo haya visto antes, realmente nunca le presto atención a las personas con las que estoy en clases.

—Empezó su clase hace diez minutos, tienen tiempo de entrar. Váyanse antes de que llegue la directora, les juro que solo por hoy los voy a salvar —dijo Anna muy seria. Debería inundarme de felicidad por eso, pero verdaderamente odiaba las clases de Warren. Con esfuerzo le regalé una sonrisa de agradecimiento a Anna, y antes de salir me recordó que dejara de dormirme en clases.

Por lo menos esta vez no tenía que escuchar otro discurso de veinte minutos de la directora.

El pálido chico se adelantó y comenzó a caminar lejos de mí, moví los pies apresuradamente hasta alcanzarlo. Ni siquiera se inmutaba a prestarle atención a que ya estaba a su lado, me causaba intriga cómo se llamaba. Su postura era relajada, con una mano sostenía la mochila que colgaba de su hombro y la otra la tenía adentro del bolsillo de sus jeans.

—¿Eres nuevo? —le pregunté sin pensarlo, pero el chico no respondió. Tal vez no me había escuchado o simplemente estaba ignorándome. Alcanzar su paso era cansador, mi pequeña estatura no ayudaba en nada.

Dejé pasar el hecho de que no me había respondido y volví a hablar.

—No te había visto antes en la clase de Warren, seguramente porque no le he prestado atención a algo que tenga que ver con su clase—comenté entre sonrisas, la cual se fue debilitando poco a poco al no escuchar respuesta alguna por su parte ¿Acaso no le agradaba? ¿O tal vez no le gustaba hablar?

Tuve la valentía de volverlo a mirar, pero ni siquiera me veía, sus ojos solo se concentraban en lo lejano del pasillo. Como si el chico estuviese caminando solo.

—Mierda —exclamó el castaño al notar algo, no sabía que era. Hasta que me di cuenta que habíamos llegado a la puerta del aula de Warren, la cual ya estaba cerrada. Eso significaba que ya no teníamos oportunidad de entrar.

Levanté mi cuerpo en puntillas y me asomé por la ventanilla de la puerta, a lo lejos pude ver a Wells escribiendo en su cuaderno, y a su lado, mi puesto el cual se encontraba vacío. Estaba tan segura que se molestaría conmigo.

—Podemos volver a la dirección y decirle a Anna que no...— giré en mis talones para encontrar la "grata" sorpresa de que el chico ya no estaba ahí ¿A dónde había ido?

Caminé en la misma dirección por donde vinimos, y vi al castaño a lo lejos del último pasillo para ir al campus. Mis pies comenzaron a dirigirse a él, no entendía por qué lo seguía, pero lo hacía.

—¡Hey!— traté de llamar su atención, y como en anterioridad, fue en vano. Parecía que me ignoraba.

Otra vez me encontraba corriendo para alcanzarlo, él era tan grosero por hacer como si no existiera. Levanté mi brazo y tomé la manga de su suéter, volteó de inmediato a verme, por fin teniendo toda su atención en mÍ. Pero no de la mejor manera, parecía furioso por tal acto, miraba con desdén su manga sostenida por mi pequeña mano.

—¿Qué quieres?— cuestionó neutro, con un movimiento soltó su brazo de mi agarre.

—¿Adónde vas?

—No es de tu interés, niña —atacó, y me hizo sentir mal. Nadie me había tratado de esa forma ¿Qué era lo que estaba mal conmigo? No entendía por qué seguía insistiendo en seguirlo.

—Eres muy grosero —le informé, el pálido chico entrecerró los ojos y apretó los labios chasqueando la lengua entre ellos.

—Y tú eres irritante, haces muchas preguntas —dijo, me crucé de brazos y lo miré desafiante.

—¿Ves mi puño?— levanté mi mano prensada. La miró con atención—Tengo cinco nudillos que quedarán marcados en tu cara si vuelves a contestarme así—pero él sólo se limitó a ladear una sonrisa, y en un instante estaba dándome la espalda y marchándose.

No tenía algo mejor que hacer, pero tampoco iba aceptar que alguien me tratara de esa forma.

—Imbécil —susurré entre dientes, lo cual sorprendentemente el chico escuchó. Se detuvo y volvió a dirigirse a mí.

—Eres muy grosera —repitió lo mismo que le había dicho en anterioridad, sin permiso una risita escapó de mis labios.

—¿Adónde vas?—volví a inquirir. Llevó los dedos hacia sus sienes masajeándolas suavemente.

—No lo sé, a alguna parte. Donde pueda relajarme, algo que aparentemente no podré hacer —respondió de mala manera, aún con su mirada fija en mí. 

—¿Podría acompañarte? Es que... La clase de Warren termina en dos horas, y no quiero quedarme sola — mi voz salió como casi una súplica, y no sabía si sentirme estúpida por eso, o por seguir insistiéndole a alguien que no quería mi presencia.

—Como quieras —se alzó de hombros con fastidio. De su bolsillo izquierdo sacó una cajetilla de cigarros, de la cual tomó uno y se lo llevó directo a la boca. Agarró el encendedor y lo encendió hasta que la punta se tornó de un rojo anaranjado, creando humo tal como si fuese una chimenea. De sus labios expulsó una bola gigante de humo que nos envolvió por completo.

Agité mis manos para disiparlo hasta que desapareció. Sin darme cuenta, el chico se volvía alejar de mí, con pasos rápidos logré alcanzarlo, por tercera vez en este día.

Al parecer estábamos caminando sin rumbo alguno, al castaño parecía no importarle fumar dentro del instituto, sin miedo de que lo vieran. Parecía muy desconsiderado. Por supuesto era algo que no estaba permitido ni en los más grandiosos sueños.

—¿Por qué fumas?

—Porque me gusta.

—Ah.

—¿Tú fumas? — me cayó de sorpresa que ahora estuviera él preguntándome a mí, me miraba de la misma forma fija que desde hace rato, mientras llevaba una y otra vez el cigarrillo a sus labios.

—No le veo la ciencia —me encogí de hombros y él arqueó una ceja.

—Qué aburrida eres — confesó, fruncí el ceño y me crucé de brazos.

—¿Aburrida por no gustarme fumar?— sonrió divertido, como si hacerme molestar le hacía gracia. Su sonrisa era tan contagiosa que una se formó también en mis labios, ahora me encontraba burlándome de mí misma.

—Eres fácil de conocer, ¿no?—él levantó una ceja—Eres aburrida, irritante y aparte impertinente —mencionó contando con los dedos de su mano. ¿Yo era la irritante? Él ha sido el irritante todo este tiempo.

—Bien, no creo que "conocer" —me detuve haciendo énfasis en esta palabra —,sea tu mejor fuerte —respondí ante su burla, el chico se detuvo y lanzó el cigarrillo al suelo apagándolo con su zapato.

—¡Claro! —dijo en casi un aullido, llevando una mano a su pecho —Casi se me olvidaba, también eres una mala conducta.

—¡No soy una mala conducta! ¡No es mi culpa vivir siempre con sueño! — chillé y este echó la cabeza atrás para carcajear, era la primera vez que escuchaba su risa, y es igual de contagiosa que su sonrisa. El chico se volteó y empezó andar, apresuré mis pies para no quedarme atrás, ya me estaba cansando.

—También eres fácil de molestar, niña.— Soltó al aire.

—¿Podríamos sentarnos solo unos minutos?—pregunté apoyando mis manos en mis rodillas, realmente había quedado exhausta.

El chico me lanzó una última mirada de impaciencia, y asintió.

—Está bien —lanzó su bolso al césped y dejó caer su cuerpo al suelo apoyando su cabeza en el bolso. Yo hice lo mismo, cruzando mis piernas para sentarme.

La brisa azotaba su cabello despeinado, era muy apuesto, o tal vez el día y el clima lo ayudaban a verse tan bien. Aunque no era tan agradable, no parecía mala persona, pero no le quitaba que para mí seguía siendo misterioso. Ni siquiera sabía su nombre aún.

—No me has dicho tu nombre— le recordé, sus ojos buscaron los míos y este plasmó una sonrisa en sus labios.

—Tú eres la fanática de hacer preguntas y conseguir respuestas, averígualo —musitó, su tono ya no era duro.

Empecé a recordar cada nombre que he escuchado en la clase de Warren, cada apellido por el que se ha quejado, pero recordaba esas personas ya que las expulsaba de su clase al reprenderlas. Y yo no era tan buena para recordar.

—¿Te llamas Jeremy? —pregunté y este hizo un mohín.

—¿Tengo cara de Jeremy?

—Creo que no...— respondí dudativa y seguí buscando entre nombres que me parecían conocidos.

—¿En serio estás adivinando cómo me llamo? —preguntó divertido aún sin apartar su atención de mí. Asentí de manera penosa, me hacía sentir intimidada. Su mirada intimida. 

—Entonces, adivina tú cuál es mi nombre— lo reté, apartó sus ojos de mí y comenzó a mirar el azulado cielo, como si estuviese pensando antes de hablar.

—Gwen.      

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