Capítulo 15: Entre sueños
Llevaba un vestido dorado, el cabello medio recogido y ondulado, estaba en el escenario, sosteniendo un Oscar en mis manos, la sensación de triunfo era infinitamente deliciosa, aunque algo no me dejaba disfrutarlo del todo: no sabía por cual personaje lo había ganado.
Busqué en el publico el rostro de mi madre, no podía distinguir ninguno de los rostros, parecían espectros siniestros, un escalofrío recorrió mi espalda, algo me observaba con malicia, le conocía, le vi aquella noche maldita, como había podido olvidara…era la muerte.
La vi extender su mano huesuda y señalar amenazante a una persona, un hombre, el único que no me miraba era Bernardo, ese no es su nombre, quería que lo atrapara, y pensé complacerla camine a través de las sombras, que estiraban las manos tratando de agarrarme, no me detuve, lo detendría, a como diera lugar.
Lo vi salir por una pequeña puerta, lo seguí hasta ella, la abrí y el miedo volvió a asaltarme, era un pasillo largo lleno de espejos, ya había estado allí antes, aquella noche maldita, ya no era capaz de ver a Bernardo, los espejos estaban llenos de recuerdos, estaban llenos de mí.
Al mirar dentro de uno, tenía cinco años bailaba sobre los pies de mi papá, llevaba un vestido de princesa, en otro estábamos Axel y yo sentados en una banca del parque que esta frente al colegio, acariciaba mi mejilla y nos besamos por primera vez.
Escuche la voz de mi madre decir mi nombre entre sollozos, la busque dentro de otro espejo, la vi sentada al borde de mi cama, abrazando mi oso de peluche, sus ojos estaban llenos de lagrimas, una llovizna suave empezó caer dentro la habitación, la lluvia me acariciaba mi piel, me senté al lado de mamá, la abracé y la llovizna se intensifico convirtiéndose en una tormenta provocada por nuestras lagrimas - te amo mamá – me despedí de ella con un beso en la frente.
Deje de mirar al interior de los espejos, era muy doloroso, entonces vi a Bernardo al final del pasillo, corrí tras él, entramos al apartamento que tenía en el centro lo vi admirando unos cuadros tétricos, estaba muy cerca de atraparlo, cuando mi Oscar comenzó a crecer, pesaba muchísimo, no podía caminar ni sostenerlo, creció hasta alcanzar mi altura, de nuevo perdí a Bernardo, entro en un cuadro, si quería seguirlo tenía que soltar mi Oscar, no fue fácil, era mi sueño más grande, pero ya no podía realizarlo, él se encargo de destruirlo, lo solté, y agaché la mirada, me sorprendí al ver que mi vestido había cambiado, ahora era rojo, odiaba ese vestido, el rojo es sexo… el sexo es muerte.
Alguien me había lastimado “ fue él” pensé enfadada, lo atraparía y le haría pagar por el daño que me había causado, no descansaría hasta tener su sangre en mis manos.
Observe los cuadros, ya los había visto antes, pero no les había puesto atención, en uno aparecía una hermosa y robusta pelirroja recostada en una charola de plata rodeada de uvas rojas, todos tenías imágenes relacionadas con la muerte y el sexo, entonces lo vi, era mi cuadro, estaba recostada en una cama de blanca y llevaba un vestido rojo, en mi pecho estaba clavada una rosa que terminaba convertida en un puñal, grité enloquecida, empecé a desgarrar el asqueroso vestido rojo, mis manos parecían garras, mi piel se cubrió de un fino pelaje amarillo, rápidamente me convertí en gato.
Seguí caminando en busca de Bernardo, salté dentro de un hoyo en el pisoo, la caída fue incomoda, mis garras rasgaron el hollín de las paredes, al tocar el suelo una nube de polvo y cenizas se levanto, estaba en la mansión de San Marcos, vi a la colegiala retorcerse de dolor sobre el suelo, me miro suplicante, pero no podía ayudarla, solo podía pensar en atrapar a Eduardo “ ese es su verdadero nombre”.
Una niña vestida de bailarina, que me miraba traviesa, la seguí hasta una ventana, por la cual asomo la cabeza, la imité, lo que vi me asusto muchísimo, en una diana gigante estaba atada Yesenia a quien atravesaban unas flechas, levanto la mirada implorándome ayuda, vi como Eduardo tensaba el arco y lanzaba una flecha dirigida al corazón, sin pensarlo dos veces salté para interponerme en su camino, caí en una cama estaba desnuda y la flecha se había transformado en un cuchillo de cocina, que se encajaba en mi estomago, saco una cámara antigua y comenzó a fotografiarme.
-Tengo mi propio cuarto oscuro…-se relamió los labios – tú has sido la mejor de todas…
El último flashazo fue demasiado luminoso, la luz intensa fue lo primero que vi al despertar dentro de una jaula, una mujer de unos cuarenta con una bata blanca me miro sonriente – despertaste pequeña, tu dueño te espera- pensé aterrada que Eduardo venía por mí, que me lastimaría de nuevo, la doctora abrió la jaula y me saco con cuidado, tenía un dolor intenso en todo mi cuerpo, sobre todo en mi pata trasera, no podía verla porque llevaba en el cuello una especie de embudo que me impedía girar la cabeza, era muy incomodo.
-¿Qué le pasó? – preguntó un hombre joven de unos treinta años, muy blanco de cabello negro, era muy guapo aunque tenía una mirada triste.
-Sufrió golpes en las costillas, tenía trozos de cristal enterrados en la piel, y le apuñalaron la pata trasera izquierda con un abre cartas, aún lo traía incrustado cuando la trajeron.
-Era la gata de mamá, desapareció hace como un mes justo después de su muerte, pensé que no la volvería a ver, es horrible lo que le hicieron.
-Espero no le moleste que la hayamos esterilizado, pero eso evitara que se escape seguido, debe cuidar mucho que no camine demasiado, necesitará reposo porque los nervios de su pata quedaron muy lastimados, casi pierde la pata, la siguiente que se la lastime la perderá.
El hombre me cargo y me saco de ahí, me llevo a su casa, quedaba cerca al apartamento en el centro de Eduardo, tal vez a unos 15 minutos, pero debía recuperarme, no quería perder la pata, comencé a pensar en la pobre alfil, y como estuve a punto de morir por segunda vez, debía ser más cuidadosa, aquel cuerpo no me pertenecía y yo no lo estaba cuidando.
Me dediqué a descansar los siguientes días, mientras planeaba mi siguiente movimiento para detener a Eduardo, en mi mente daban vueltas los sueños, sabía cuál era el arma que pensaba usar contra Yesenia, también lo que no lograba entender era que tenían que ver los cuadros, debía regresar a su apartamento para verlos de nuevo.
La próxima pelea con Eduardo sería la última, pero aún no estaba lista para ello, debía encontrar la manera de mantener a Yesenia lejos de su alcance, pero él tenía mucha ventaja para atraerla, era atractivo, y tenía una enorme facilidad de palabra, lo mejor sería conseguirle un novio, y aunque detestaba la idea sabía quién era el indicado…Axel.