La Misma Luna (Jack Frost x E...

By Polary_bear

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Jamás pensaron que su destino cambiaría, bajo los ojos del gran astro. En cada One-shot, se presenta a Elián... More

Información
One-shot N° 2: I
One-shot Nº2: II
One-shot N°3

One-shot N°1

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By Polary_bear

Una vez más, y no sería la última, en que sean tratados como monstruos o ignorados ante los ojos de los seres humanos. ¿Acaso será que la gente hoy en día odia el hielo y la nieve? ¿Solo por provocar resfriados en los niños, y causar accidentes con ello? Pues si tanto se quejaban, obtuvieron lo que querían. Y qué diferencia hay con ellos, también pueden tener emociones y sentimientos. Si tan solo le vieran el lado bueno.

Claro, es difícil lograr que un adulto se retracte de ese pensamiento, luego de la experiencia. Un día nevado no será un huevo cocido, pero a los niños les encanta vivirlo y probar ese elemento nuevo, que deja deditos y naricitas heladas.

"Jack Frost" era llamado como una expresión. No creen en él. Intentó de todo para lograr ser visto por al menos un niño, pero fracasaba.

Jack acababa de escapar de las sombras de Pitch, quien le hizo la tentadora propuesta de unirse a él, uniendo frío y oscuridad, y dominar el mundo con el miedo.

Bajó la vista, para ver su cuerpo reflejado en el agua.
Con su báculo en mano, volaba cruzando mares, donde no había rastro de humanos, su cabello blanco se mantenía agitado por la velocidad con que se traslada por un rumbo sin destino. Hasta que su conciencia no pudo más.

-¿Crees que no sé lo que se siente que te aíslen...?"

Una punzada en la cabeza del albino, provocó que se quejara.

-"¿...Qué nadie crea en ti?"

Frost soltó un grito de agonía, tocando su cabeza.

"Las palabras de Pitch y sus sombras alrededor lo aturdían"

- ¡Ya cállense! -apretó su vara, haciendo que lanzara un rayo de hielo al mar -¡No fue mi intención!

Pero él quería que la gente lo conociera, y Pitch era alguien con quien compartía la soledad, porque al menos lo escucha. Y si lo pensaba bien... podría ser capaz de sucumbir a las sombras con tal de ser visto por alguien.

Elián. Un ser que existía a lo lejos. Su magia no era bienvenida en Arendele, no era su culpa ser un inexperto al usar sus poderes únicos, era el miedo de los aldeanos que le transmiten que lo sofocaba hasta perder el control.
Pero ya no más, nadie más, ni su hermano le dirá que tenga que ocultarlo, no oirá protesta, su lugar siempre fue en los abrazos del viento, sin límites ni frontera.
Siendo uno mismo con la naturaleza, el invierno y la intemperie. Su poder florecerá, libre al fin, gran tormenta habrá.

- "El frío es parte también de mi" - dio media vuelta y cerró la enorme puerta de su balcón de hielo.

Ahora el castillo era grande y encantador, con una bella vista al atardecer, parecía que nada faltaba en su nuevo hogar en medio de la calma. Había un problema, pues esa calma era como el silencio. Había mucho espacio, demasiado. Aquello le hizo darse cuenta de cuán solo estaba ahora. Faltaba algo vital en su ser ¿Quién le daría lo que necesitaba? El rey de Arendelle, se asomó a una ventana ante la luna llena en el oscuro firmamento, con un resplandor contrastando en sus tristes ojos, como si de aquella esperanzaba alguna respuesta a lo que se preguntaba. Unos pequeños copos de nieve surgieron en su entorno empezando a dar vueltas en él, luego se extendían más y más, a la vez que la velocidad, dejándose llevar por sus emociones. Una brisa arrasó por el oeste, haciendo que algunos volaran fuera de la ventana en dirección a la gran luz del oscuro firmamento.
"Si alguna vez te sientes solo, mira la luna, alguien más lo está haciendo también".
Ese sentimiento que había deseado desde tanto tiempo, sin encontrarlo. Amor.

El viento sopló aún más fuerte, lo que hizo que Jack ajustara su capucha azul, a lo lejos comenzó a divisar una isla cubierta de nieve. Un reposo no le vendría mal y tomó más velocidad a su vuelo. Conforme se iba acercando, su entorno se transformó en una tormenta de nieve. Extendió su palma para evitar que siga retrocediendo, pero no dio resultado. Ya estaba dentro de la tormenta y perdido con solo nieve; aturdido por el fuerte viento, sin querer soltó el cayado y él cayó repentinamente, intentando atraparlo en el aire. Pero, terminó golpeándose contra la nieve antes que su arma sobre la falda una gran montaña, además que toda la tormenta no le permitía ver con claridad.

Jack pensó en ello, con el cuerpo tendido en el suelo, realizó un veloz movimiento con su báculo, alejó la tormenta, lejos de él, y de pronto todo desapareció. Todo quedó completamente en silencio y ahora cara a cara con la luna, como la primera vez cuando salió del lago congelado con un nuevo propósito de vida, del que no descubre aún.

-Estoy harto... no sé que estoy haciendo mal -se encogió levemente-. Nadie ha podido verme y... -pasó su dorso por sus ojos, en un suspiro quebrado- ...quisiera que pudieras decirme por qué estoy vivo.

Y la luna estaba quieta en lo alto.

Con ira y resentimiento, Jack flexionó los dedos, atrapando nieve en su mano, y lo lanzó hacia la luna, pero al cabo de unos segundos la nieve regresó, esparciéndose sobre su frente. No tenía caso.

Con el cuerpo adolorido, siguió su camino y halló una cueva, para adentrarse velozmente, estaba muy desmadejado, se sentó sobre la tierra en un rincón abrazando sus piernas, concentrándose en su propio calor corporal. Pensó en cómo los guardianes deben sentirse dichosos sabiendo que creen en ellos. Por unos segundos, Jack también estuvo feliz por los cuatro, la suerte que deben tener. Mientras él solo era un niño destinado a la juventud eterna. Seguiría pensando en ello si no fuera por un chillido en la cueva que lo alertó.

Miraba a distintos lados, hasta que se dio cuenta frente a él, se acercaba una pequeña comadreja albina saliendo de la oscuridad. El animalito lo miró con sus ojos negros, agitando sus bigotes.

-Al menos tú si me ves. ¿No es así? -dejó su báculo en el suelo, para extender su brazo y acariciar la cabecita del animal, que de pronto, entró en confianza a tal punto de subirse en su regazo, antes de dar unas vueltas y terminar durmiendo en su cálida sudadera-. Gracias por acompañarme, aquí -declaró en una sonrisa, y bostezó, recargando su cabeza en una esquina, hasta quedar en un sueño profundo.

Él estaba en su castillo, y la tormenta había acabado dentro de su hogar, la segunda que había provocado luego de expulsar a su hermano Andy junto a una chica rubia. El sol débil estaba saliendo, y era la hora de su desayuno.

Colocó en su espalda un saco de flechas, y en su mano un arco que él mismo aprendió a fabricar con su padre. Puso el pie en el exterior, buscando alguna presa para poder alimentarse.

Caminó por el bosque entre los árboles de ciruelo, cuidando cada paso que daba, sin hacer ruido con el pasto, hasta tuvo que dejar en casa su extensa capa de tela fina.

Bajo las flores rosáceas de los árboles, comía un ciervo hembra pasivamente, agitando las orejas. Elián recordó que todo cazador no debía matarlas, aunque lastimosamente no había presencia de ningún macho. En fin, se puso en posición, tomó una flecha, la colocó junto al arco estirándolo hacia atrás, entrecerró los ojos, a punto de lanzar el arma a lo lejos.

Y soltó la flecha, pero un golpe de hielo lo desvío.
El rey de Arendele, lo tomó por sorpresa, abriendo los ojos tan grande como el vacío de su corazón. ¿Es que él no era el único? Tal vez era una ilusión por el hambre.

Puso en posición otra flecha, la lanzó y pasó lo mismo. Ya fue suficiente, dejó su arco en una roca, y fue en la dirección en donde apareció ese rastro de magia.
Todo eso, mientras Jack lo observaba balanceando las piernas, sentado en la rama de un árbol, con la misma comadreja albina, escondida dentro de la capucha. Pudo ver a un joven de rubia cabellera, aproximándose bajo él. Pero algo no concordaba, su mirada se iba a diferentes lados, sin mirar arriba. Jack Frost, dedujo que no creía en él, entonces tampoco podía verlo. De eso, el peliblanco sacó provecho en molestarlo un poco.

-A ese ciervo no le gustaría ser comida. ¿no es así?

Su amiga, recorrió su brazo, hasta quedar en otra rama guiada por Jack, quien se acuclilló sobre la rama gruesa en la que él estaba.

Elián estaba tan cerca. El peliblanco reaccionó, que con las grandes energías de un niño, logró soplar un poco de nieve sobre la palma de su mano, obteniendo una bola de nieve. Lo lanzó en su cara, y rápidamente se escondió entre las hojas del árbol, mintiéndose así mismo de que podría verlo.

Cuando recibió el impacto, agitó la cabeza, y miró hacia arriba algo enojado.
En ese momento cruzaron sus miradas por segundos, sin que Elián supiera de ello. Él desde la tierra, y Jack desde el aire.

La comadreja chilló cerca a Jack.

-No seas tonta, claro que no sabe que estoy aquí -frotó su nariz con la de su amiga.

La bola de nieve al estallar, produjo que cayeran pequeños copos de nieves solo alrededor del rey de Arendelle. Él giró en su eje, contemplando el ambiente con la escarcha mágica cayendo, y luego puso cara de confusión, pues solo era en un pequeño espacio. Entonces Elián sonrió como si adivinara el nombre del autor de esto.

-¿Quién eres...? -quiso comprobar.

-¿Oíste eso, Loona? Ahora oye voces -le lanzó una mirada incrédula, al rubio.

El rey soltó una risilla -Y no estoy loco... puedo oírte...- levantó la cabeza.

La sonrisa de Jack se desvaneció de pronto.

Miró a los lados, para finalmente centrarse en los ojos de Loona, y la comadreja pareció sonreírle. El corazón se Jack se aceleró de alegría, abrazando al animalito.

-¡Pudo oírme, pudo oírme! -chilló en un susurro, dejándola en paz.

Elián se acomodaba el cabello, que también ya era libre de una corona. Hasta que un sonido de hojas llamó su atención, y fue cuando el muchacho de sudadera asomó solo la cabeza, seguido por la pequeña cabeza de su comadreja.

Las facciones de Elián se relajaron, y suspiró de conmoción.

-Jack Frost... -susurró en una sonrisa.

Vio como el muchacho salía de su escondite, sin apartarle la mirada con sus ojos curiosos. Era él, y real, oyó su leyenda de la mitología, recordaba que Andy siempre decía su nombre como expresión. Pero en el fondo, el actual rey siempre fue un risueño que creía en él. Un ser muy poderoso, capaz de revelar su verdadero poder con el fin de proteger a sus seres queridos... Aunque, al que tenía en frente, permanecía con las piernas flexionadas sobre la nieve, tímido y acompañado de una mascota.

-¡Dijiste mi nombre! -sonrío a penas.

Jack notó como asentía con sus órbices claros.

Los ojos azules del chico se le llenaron de fulgor, cambiando a una postura recta.

-Tú... ¡¿Puedes verme?!

Fue cuando, el rubio lo vió con más detenimiento.

Encontró a un joven de tez blanca, al igual que su cabello, con un báculo en los hombros, de hermosas cejas pobladas y una mirada fuerte, pero gentil.

-¡Jack...! -dijo bajo el cerezo-. Creo en ti.

En verdad, no podía creerlo había encontrado a su único creyente. El único... Jack no podía controlar su respiración agitada por la emoción, no le importó que fuera él nada más. Estaba feliz de haber conseguido un creyente en sus trecientos años en vida. Entonces supo que ya no estaría solo para siempre.

-¡Puedes verme...! -sus ojos temblaron, sosteniéndose del báculo, enterrándolo más en la nieve- Es como un sueño que alguien haya podido saber que existo.

Luego, su comadreja descendió de Jack, caminó sobre la nieve, para subir hasta los hombros del joven que acababa de conocer.

-Loona... -fue a donde ella estaba, y la tomó delicadamente entre sus manos.

-Soy tu creyente especial, ¿no es así? -intervino, Elián en voz baja.

Rapidamente, Jack usó su sudadera para secare los ojos -Sin nadie por mucho tiempo, no sabes lo solo que estaba- Inhaló profundo y cabizbajo, cuando el chico rubio se le acercó. Y este pasó el pulgar sobre su piel, limpiando su lágrima- ¿Qué haces?

-Amm... estoy ayudando, ¿n-no lo sabías?

-Gracias. Es que... nunca había sentido el contacto de nadie, antes -Jack, posó su palma sobre la mano de Elián para hacerla frotar de manera delicada sobre su pálido rostro- Tu mano se siente cálida -se encontraron en una mirada- ¿Cuál es tu nombre?

-Oh, lo lamento -llevó su propia mano, hasta la cabeza de Jack, y acluclillarse hasta su altura- Elián de Arendelle, soberano -apenas terminó la última palabra se golpeó la frente con la palma.

-¿Eres un rey? ¡Debe ser genial! ¿Y dónde está tu corona que no la veo?

-Desvió la mirada -Se me cayó al drenaje y una rata se lo comió.

-Renunciaste, ¿no es así?

-Tus pies están entumecidos -evitó el tema.

- Si, lo sé, estarán bien -dijo con despreocupación.

El estómago de Elían gruñó de hambre.

-No pensarás en comerte a Loona, ¿o sí? -dijo dolorosamente, por sus pies. Rendido, se sentó en su báculo flotante, mientras la comadreja se escondió en su bolsillo.

-¡No, no, es muy bonita como para hacerle daño! -su ojos se enfocaron en Jack al apoyar las manos en sus rodillas-. ¡Si! Por cierto, lo olvidé.

Le dio la espalda y comenzó a mover las manos frente a su vientre, saliendo brillos de sus dedos, y realizando la imagen mental.

-¿Qué haces? -dijo intrigado en su sitio, tratando de ver.

Elián volvió a verlo, con las manos en la espalda.

-Podrías tener una lesión, si no abrigas esos pies -ladeó la cabeza.

-Creo que... no me había lastimado antes.

-Mira, Jack.

Sacó de su espalda un par de botas hasta las pantorrillas, pero estaba cubierto de copos de nieve, entonces el Elián los tocó con el dedo índice, y los copos volaron e hicieron aparecer de un color celeste, de decoración de algodón blanco en la parte superior.

-¿Qué dices?

-¡Me lo quedo! -posó una mano en la nuca-. Ahora cada vez que pise tierra te lo agradeceré.

Los recibió gratamente. Al encajarlos con sus delgados pies le quedaron perfectos, se apoyó en su báculo para intentar volar.

Él, como el rayo, subió en línea recta.

-¡Woo! ¡¡Este bosque es enorme!! -miró su nuevo calzado, Loona asomó la cabeza, y del miedo mordió su ropa, dando tirones. Jack le rascó la cabeza, para que se calmara, hasta que notó un castillo de hielo a la distancia- ¡¿Elián, ese es tu hogar?! -exclamó lleno de euforia.

Elián se sonrojó.

-Si...

Tan rápido como respondió, Jack descendió a pedidos de su comadreja albina, esperando a que el rubio hablara más de él.

-Amm... Jack -juntó sus palmas-. Tengo que irme.

Y la sonrisa de Jack quedó de cabeza.

-No te vayas, puedo ir contigo. Elián...

-Debo ir a casa.

De inmediato, Jack agarró su báculo, y corrió para congelar parte del tronco de un árbol creando varias formas. Dominado por la angustia, tragó saliva, y dibujó un conejo con desesperación, ubicó las manos en su forma, y solo bastó un poco de fuerza para sacarlo de ahí. Ahora era tridimensional de color azul como el hielo.

-Ten, lo puedes ver porque crees en mí -dijo mientras el conejo saltó hacia las manos del rey-. Pero si dejas de creer, este esfumará y lo sabré.

Elián miró su rostro, su cuerpo temblaba un poco. Y él sabía que el miedo puede ser el peor enemigo.

-Voleveré, Jack.

Al día siguiente se vieron. Y así sucesivamente, Elián nunca quiso que las angustias de Jack llegaran. Pero él no podría estar tranquilo, Arendelle reclamaba que el invierno se fuera.

Pasaron unos días más, y el único anhelo de Jack era que Elían regresara. Que volviera al mismo punto y le contara sus historias de cortesanos. Y se desilusionaba cuando pedía estar solo por varias horas, aun así, él sabía que algo le pasaba al rey de Arendelle.

-Jack, creo que ya hablé mucho de mí, es tu turno -se acomodó en el tronco frente a él.

-No creo que sea importante -formó puños.

Elián se acercó y estrechó sus manos albinas con las de Frost, acto que lo avergonzó.

-Puedes contarme Jack, ahora es mi turno de escucharte -dijo con una voz que desarma.

Echó una bocanada de aire gélido, expulsando el vaho y a la vez rememorando todo. Contó su origen, de sus profundos deseos de que alguien pudiera creer en él. En el transcurso que contaba toda su historia, Elián prestaba su atención seriamente. Aunque había una minucia. Mínimo, del que ambos sabían y que no se atrevieron a mencionarlo para no crear tensión.

Sus manos nunca se separaron.

-No quiero que me dejes, Elián -apretó sus manos- eres todo lo que tengo... - ¡Por favor!

En eso, Loona muerde un dedo de Jack.

-Lo sé -dijo levantándola-. Pero no es lo mismo solo contigo -la acarició, mientras sus ojos se desviaron y se clavaron en la apariencia de Elián.

-Me quedaré aquí -al fin, habló el soberano.

La comadreja caminó hacia la capucha del chico para esconderse de la pequeña ventisca, conduciendo la nieve a los dos.

-Es increíble que siga siendo invierno aquí, en Arendelle -manipuló la nieve entre sus manos-. Si que este lugar es mágico como decías -dejó ir la nieve por el cielo. Y al mirar al frente, la mirada angustiada del rubio, resaltaba en él, se abrazaba a sí mismo, sin dejar del golpear su talón en la nieve.

Y fue que Jack lo miró con sospecha.

-¿Elián...? ¿Qué sucede...?

-Suceder qué, solo hace frío.

-Entonces quita la nieve -Jack le alzó una ceja.

-No... -repitió lo mismo en voz baja.

-Solo di que no sabes hacerlo.

-Estoy descubriendo la forma.

Jack se mordió el labio inferior.

-¿Puedo hacer algo?

-Hoy no, se hace tarde. Nos vemos mañana -resignado se levantó y camino a su castillo, dejando que Jack lo viese alejarse.

Y ese día llegó pronto.

El bramido del monstruo de nieve resonó por todo el castillo.

-¿Qué fue ese ruido? -exclamó el joven.

Elián se levantó y solo soltó una de sus manos para guiarlo por las escaleras, indicándole que se quede arriba, la criatura solo actuaba así con tal de defender a su creador. Luego se asomó por la puerta y vio a la princesa Hanna, luchando a punta y hoja de espada contra la bestia con un grupo de soldados. Solo vienen por él, sin importar lo que hagan. Elián volvió a entrar, sin saber que dos gemelas armadas con ballestas, fueron tras el rey.
Fue por los escalones de hielo lo más rápido. Mas no, las hermanas, lo lograron ver desde abajo.

-¡Arriba, rápido! -gritó una de ellas.

-¡Jack, debes irte! -entró apresurado, con la voz jadeante.

-¿Por qué? -se separó del suelo- Puedo hacer algo.

-¡No hay tiempo! -abrió la puerta del balcón- ¡Vete!

El otro salió, pero no a la distancia necesaria.

-¡Qué sentido tiene que me protejas, si no puedo madurar para que yo sea capaz de defenderte!

Elián solo cerró el ventanal, y giró en dirección de su par de atacantes.

- ¡Lo tenemos!

-No, váyanse -dijo con angustia.

Una disparó la flecha directo a su frente, y Elián sin pensarlo dos veces alcanzó a cubrirse el rostro.

Pero algo lo salvó. En su delante, el hielo se interpuso, la flecha lo traspasó quedando a unos centímetros de su rostro. Venían a asesinarlo.

-Rodéalo -gritó la otra.

Ahora las gemelas de cabello trenzado, estaban en diferentes lados del salón. Volvieron a atacar.

-¡No se acerquen! -creó otro monumento congelado.

Esquivó con un salto giratorio, mientras su hermana disparaba constantemente con la ballesta apoyada en su hombro para más precisión sin dejar de moverse, eran ágiles sin duda. No quería lastimar a nadie más, sin embargo se veía obligado a hacerlo, a fin de defenderse él mismo. Les advertía, y ellas hacían oídos sordos.
Seguía alzando las manos, cambiando de pose evitando que las flechas lo hieran. A tal punto en que las tenía en lados opuestos, sus brazos permanecían extendidos, vigilando a que alguna de ellas aplique un movimiento. Ante las cuatro paredes, testigos de todo.

A su derecha, lanzó unos carámbanos, que la obligaron a impactar contra la pared, amenazada con que una fina aguja de hielo le incruste en el cuello que le otorgará la muerte segura, a menos que intente algo.

A la segunda le lanzó un rayo de hielo a su mano, tirando el arma, la acorraló entre témpanos, que resbalando los evitó. Y para finalizar de una vez, formó un tercero más grande, que la llevó hacia la puerta.
El rey de Arendelle estaba seguro de sí, no lo vencerán con el miedo una vez más. Frunció el ceño. Acabaría con ellas y a los demás.

El ventanal logró romperse a quiebras, Elián continuaba estirando más el brazo guiando al tempano, a llevar a la chica al precipicio, y a su muerte.

Un fuerte sonido se presentó, cuando la princesa Hanna entró al salón, empuñando la espada y acompañada por otros, ahí estaba el soberano dando la espalda, y a una de las gemelas acorralada en picos congelados, apuntando con la ballesta.

-¡Rey Elián, ¿no es el monstruo que todos creen que es?!

Al oírla se detuvo, al igual que su respiración agitada, manteniendo su mirada en la princesa. Tal ves, arreglarían la situación de una mejor manera.
Un acto lo sacó de sus pensamientos, cuando Hanna corrió hacia la chica atrapada, y desvió la flecha que disparó y fue directo al chandelier, este terminó por desprenderse del techo.

Prontamente sus pupilas se contrajeron, Elián se inmutó. El gobernador de Arendelle, el sucesor de reyes había caído.

•------♤------•

No había rastro de vida en la zona, el balcón estaba destruido. Al pisar el suelo con sus botas, un pie después del otro, se aproximó al candelabro en el suelo hecho pedazos y pudo ver su rostro reflejado en los fragmentos ámbar. Una tragedia había ocurrido.

¿Dónde estaba? Desesperado por haber perdido al único ser que creyó en él en un momento de una acentuada soledad y pensar que en su inmortalidad sería inservible si no puede verlo más, que le había tenido compasión. Del mismo del que su corazón latía con fulgor.

-¿Elián?

Los caballos caminaban con sus jinetes alejándose del castillo de hielo, y la princesa Hanna llevaba la delantera, el rey de Arendelle estaba apaciguado en su hombro. El corcel levantó las patas delanteras y retrocedió unos pasos.

-Hey, ¿qué pasa? -La princesa tiró de la correa del caballo.

El animal seguía retrocediendo, mientras relinchaba al presentir algo en frente que obstruía su camino, al mantenerse agitando, ambos se desplomaron de él. Y los demás fueron en su auxilio.

-Tranquilo, haré que seas libre -Jack, acarició la cabeza del caballo, a tal punto juntar su frente con la de él-. Es tu hora, puedes irte.

Loona se asomó y como la misma magia de Arendelle le habló con chillidos al caballo.

Y el caballo, se marchó corriendo. Pues este al ser el líder de los demás, los otros caballos lo siguieron, con los guardias sobre ellos.

Hanna al abrir sus ojos, vio que nadie la acompañaba, sin contar al rey Elián. Era una ocasión para sacarlo de allí, Jack lo comenzó a levantar, pero era muy pesado, incluso más grande que él.

-¿Qué sucede? -Hanna reparó en Elián, al mismo tiempo que caminó hacia él y tomó de un brazo.

El peliblanco recargó su fiel arma, tirando un pequeño destello azul en la visión de ella, cuyos efectos serían temporales. Parpadeó unas cuantas veces y vio quien se llevaba al rey que necesitaba. Lo vio creyendo que era otro ser mágico, pero le restó la menor importancia. Su única intensión de tener al rey, no era solo para desvanecer el invierno; quería ser reina de Arendelle y convencerlo en contraer matrimonio por el dominio total del reino, y demostrarle a sus doce hermanas mayores que no era la subestimada de la familia.

-¡No sé quien seas, pero te ordeno que me lo entregues!

Jack alcanzó a robar a Elián aún dormitando echándose a un lado. El brutal impulso desequilibró a la princesa Hanna, quien cayó de rodillas.

Acto seguido Jack, apuntó el arma tomando vuelo ligero. Ella sacó su espada de la cintura brillando con la luz del sol por esconderse, y se puso gravemente en guardia.

- Tienes una última oportunidad de entregarlo muchacho.

El oyente, forzó el agarre de lo que usará. Dedicó una rápida reverencia ante la fémina.

-Loona, ve con el rey -le ordenó a su amiga.

Sobre la abundante nieve se daría la contienda, y mezclados en el frío que no se detendría.

Tal como Jack Frost esperaba, Hanna aceleró al instante contra él. El mayor rechazó la embestida con el cayado inclinado y ella aprovechó el movimiento para golpear a su contrincante con el codo.

-Podemos arreglar esto de una mejor manera -él sugirió.

La hoja de Hanna, incrustó en la madera, sin inmutarse cuando crujió. El otro se echó atrás, si el báculo se partía todo estaba perdido. Le propinó una patada a su adversaria que se fue de espaldas, aunque logró recuperarse.

-¡No sabes con quién te metes, niño! - le tiró un puñado de nieve, que lo distrajo dando un buen golpe en su cara, y luego metió un pie provocándole una caída.

Hanna rodeada de ira volvió a empujarlo, Jack mantuvo el cuerpo equilibrado, mientras la princesa giraba en torno a él, la ventisca aumentó agitando sus ropas. Entre eso ella le asestó un mandoble.
Él sostuvo el báculo con ambas manos para detener el ataque. Su fuerza había disminuido. A pesar de que una muchacha buscaba acabar con él, Jack siempre tuvo compasión por los humanos. Se alejó, pues su arma estaba en riesgo de quebrarse.

Pero un golpe de hielo y escarcha atacó a la princesa. A las espaldas de Jack, el viento azotaba los cabellos de Elián. Erguido con los pies firmes, los brazos extendidos. Su respiración era agitada y quebrada; y sus ojos centellaban sobre el chico que fue capaz de salvarlo. Hasta que se desplomó, y Jack a su rescate lo recargó sobre sus piernas.

-¿Elián puedes oírme? -acarició su albina mejilla.

Un resplandor lo envolvió y los cabellos le brillaron a la luz del sol en el atardecer.

-¿Elián? - dijo una vez más con súplica.

-¿Por qué te entrometes donde no debes? -abrió los párpados con una ligera sonrisa, al mismo tiempo del triunfador.

-Si solo tú me proteges ¿Quién te protegerá? -alzó la cabeza y no había rastro de la princesa.

Desde abajo tomó las mejillas pálidas de Jack, rozando con su rostro húmedo de algunas lágrimas. Un instinto surgió de su cabeza.

El de arriba se inclinó hacia él y lo besó con delicadeza. Emoción jadeó, cerró los ojos y se dejó llevar al igual que Elián. Un extraño hormigueo recorrió el pecho del soberano. Sus dulces y tibios labios se rozaron entre sí. Era como encontrar su mitad perdida entre los vientos. Al separarse sintieron la gran satisfacción.

Estaban si aliento, Jack tenía las rodillas flojas. Elián lo levantó de la nieve, al verlo nuevamente alargó los brazos hacia él. El peliblanco no titubeó, deleitándose al saber de lo que había hecho para volverlo a sentir.

-Lo lamento. Hay una cosa por hacer - se separó.

Pues finalmente y como nunca, había encontrado la solución para quitar el invierno en Arendelle. El más preciado amor. Extendió las manos, mientras las iba subiendo en dirección a la ciudad con movimientos de muñeca, atisbó a lo lejos la nieve desprenderse de los suelos y tejado de las casas. Su última tarea por hacer, para dejar las perturbaciones y reclamos del pueblo.
Sus vistas se dirigieron a la luna que empezaba a hacerse notar, llena de secretos y misterio. Cada vez que la vería, Jack Frost sabrá el verdadero destino que eligió para sus almas.
Ya no buscarían por más tiempo, no verán más al miedo y soledad como enemigo mortal. Lo que más hacía palpitar sus corazones, lo tenían en frente. Ahora se pertenecían el uno al otro.

"Lo que la luna unió, el hombre no lo separará".

Fin.

Super editado: 15/02/2021

Te agradezco por llegar hasta aquí. Si te gustó deja tu estrellita fugaz y comenta que me encantaría.

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