Greenwood II SAGA COMPLETA

By GeorgiaMoon

2.3M 146K 23.7K

NOVELA FINALISTA DE LA PRIMERA EDICIÓN DEL PREMIO OZ DE NOVELA JUVENIL YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS, publicado... More

¡GREENWOOD VUELVE A WATTPAD!
«Greenwood»
Prefacio
Uno
Dos
Tres
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
«La maldición de la princesa»
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Epílogo
Nota final

Cuatro

27.3K 2.5K 294
By GeorgiaMoon

Efectivamente, mi madre me castigó en cuanto puse un pie en casa. De hecho, me estaba esperando en el comedor, con el teléfono en la mano, y ni siquiera me dio un sermón. Directamente me dijo que estaba castigada y que me fuese a mi habitación. Tampoco quise insistir, había llegado a las cinco y cuarto de la madrugada, y entonces fue cuando me di cuenta de que Harry y yo habíamos estado andando tres cuartos de hora por el bosque desde que salimos de la cueva, pero me pareció mucho menos.

Desde la ventana de mi habitación vi la luz encendida de la casa de Harry, en lo que supuse que era su cuarto porque una figura femenina parecía estar riñéndole. Me puse el pijama, me metí en la cama y, a los pocos segundos, caí rendida en los brazos de Morfeo. En mis sueños aparecía un chico de ojos verdes en medio del bosque y búhos que me miraban desde las copas de los árboles.

A la mañana siguiente, prácticamente no me atreví a salir de mi habitación. Eran pocas las veces que mi madre me castigaba, pero tenía que someterme a hacer todo lo que ella dijese y sin rechistar. Eso significaba tener que limpiar los lavabos, hacer la compra, podar el jardín y hacerle masajes dobles en los pies cada noche. Thomas se estuvo riendo de mí durante horas, hasta que ella le dijo que se callara si no quería acompañarme en mis dulces tareas del hogar, y aunque ella siempre estuviese de parte de él, le di mucho crédito por decir aquello. Además, y como si aquello no fuese suficiente, me había dejado el paquete que fui a buscar a casa del abuelo Rick, así que tenía que volver de nuevo. No tenía ningunas ganas, pero aprovecharía que mi madre quería que fuera al supermercado local para escaparme un momento a casa del abuelo.

—¡Buenos días, Esme! —dijo una voz conocida cuando entré en el establecimiento.

Me percaté de que la persona que me había saludado era Nora, que llevaba un delantal de color negro y una camisa de color verde oscuro.

—Hola, Nora —saludé con timidez—. Eh, ¿trabajas aquí?

—Digamos que me obligan. Mis padres son los dueños de todo esto —sonrió alzando el dedo índice, señalando a su alrededor—. ¿Puedo ayudarte en algo?

Le dije a Nora cuáles eran los ingredientes que necesitaba y ella me fue indicando dónde se encontraban. Cuando tuve lo que necesitaba, se lo llevé a la caja.

—Oye, ¿quieres venir con Minerva y conmigo de compras a Portland esta tarde? Minerva mencionó que tenía que comprar unas cartas para el cumpleaños de su madre o algo así.

La oferta de Nora sería una excelente oportunidad para entablar una amistad, pero recordé que estaba castigada por haber llegado a las cinco de la madrugada la noche anterior.

—No sé si mi madre me va a dar permiso —intenté excusarme.

Me daba vergüenza decirle que estaba castigada. Además, sabía que preguntaría por qué y entonces acabaría soltando que pasé la noche con Harry en una cueva misteriosa en medio del bosque.

—Por eso no te preocupes. ¿Qué tal si me envías un mensaje cuando sepas si puedes venir o no

Nora cogió un papel que había en el mostrador y escribió su número de teléfono. Era zurda.

—De acuerdo. ¿Sabes a qué hora iríamos y cuándo volveríamos?

Si tenía la información necesaria y ponía mi mejor cara de gato atropellado en medio de una carretera desierta, quizá mi madre me dejaría ir con ellas.

—A las cuatro te pasaríamos a buscar y estaríamos de vuelta en Greenwood hacia las ocho, aproximadamente. Mi madre no quiere que esté tanto tiempo fuera, y mucho menos ahora que las horas de sol son escasas. Iremos en el coche de Minerva.

—Está bien —respondí mientras le tendía el dinero—. Muchas gracias por invitarme.

Nora sonrió y comenzó a repiquetear las uñas contra el metal después de darme el cambio.

—¿Y qué hiciste ayer por la tarde? Minerva y yo esperábamos verte en la biblioteca estudiando para el examen de Matemáticas del martes. No vamos al mismo grupo, pero los exámenes suelen ser todos el mismo día.

Nora levantó una ceja.

¿Teníamos examen?

—Oh, eh... Fui a hacer un recado para mi madre y estuve toda la tarde ocupada con ello. Pero no sabía que teníamos examen. ¿Puedes decirme qué entra, por favor?

Evité de nuevo mencionar a Harry. No quería que nadie lo supiese, aunque supuse que algún día todo se descubriría. Ahora que él era más simpático conmigo, no iba a ignorarme en el colegio, ¿verdad? No quería que Nora y Minerva me bombardearan a preguntas, ni tampoco quería sentirme como si fuese el último chisme del pueblo, aunque posiblemente fuese así; era la nueva.

—Oh, claro, esta tarde te ponemos al día —contestó Nora entre risas, y presentí que iba a cambiar de tema—. Oye, ¿eres la vecina de Harry, verdad?

—Sí, su casa está enfrente de la mía. —Reí nerviosa, aunque no sabía muy bien por qué.

Nora se irguió de golpe en su asiento y ancló ambas palmas de las manos contra el mostrador, agachando un poco la cabeza y mirándome por encima de sus gafas.

—Dime que tu habitación no es la que da a su casa, la de la fachada principal.

—Lo es —respondí.

—¡Dios, Esme! ¿Te das cuenta de lo afortunada que eres? ¡Ese chico es la perfección hecha persona! —exclamó Nora mirando al techo.

«Ya no me gusta, Minerva», recordé sus palabras y reí internamente. Sí que le gustaba y mucho.

—Bueno, no es para tanto.

—Eso lo dices porque no ha intentado explicarte la fórmula de las ecuaciones de segundo grado.

«No me ha explicado la fórmula de las ecuaciones de segundo grado, pero sí me ha hablado del bosque, de por qué le gustan tanto las Matemáticas y me ha dicho cuál es su animal favorito.»

Si le hubiera dicho aquello, Nora se habría muerto de la envidia. Cuando me iba a despedir de ella, vi una fotografía en la pared que me llamó la atención, justo detrás de Nora.

—¿Esa es Melissa? —pregunté, señalando el cartel.

Ya sabía la respuesta, pero ella no sabía que había ido a la tienda de Jane y que la había visto.

Melissa Skins, 17 años.

Desaparecida el 15 de septiembre de 2014 en Greenwood.

—Sí —afirmó Nora suspirando, dándose la vuelta para mirar a la muchacha—. Dentro de poco hará dos meses de todo y ya prácticamente están cerrando el caso. Recuerdo el día de su des- aparición, fue caótico. Nunca había visto tantos policías juntos. El padre de Melissa estaba desesperado. Que la hija del jefe de policía desaparezca debe de ser duro.

—¿El padre de Melissa es el sheriff de Greenwood?

—Sí —respondió ella, y me quedé pensando durante unos segundos.

—Pero siendo su padre policía, ¿por qué iban a cerrar el caso? Solo han pasado dos meses.

No tenía sentido. Cuando mi padre desapareció, estuvieron buscándole durante un año y medio.

—Melissa no es la primera ni la última persona que desaparece en el bosque de Greenwood. Nunca han encontrado a alguien allí dentro, ni vivo ni muerto. Así que creo que es mejor aceptar lo inaceptable y resignarse a su pérdida. —La voz de Nora reflejó dolor, incluso pena.

«Los guardabosques y la policía son inútiles», fue la respuesta de Harry cuando le propuse esperar a que nos viniesen a buscar a la cueva, en vez de salir solos de nuevo al bosque. ¿Se refería Harry a aquello? Es decir, el propio padre de Melissa había tirado la toalla y dado a su hija por muerta. ¿Sería ese el motivo por el que Harry estaba trabajando en lo mapas? Pero había algo que no encajaba. Cuando lo oí hablar con el abuelo Rick en su casa, lo que más parecía interesarle eran las coordenadas del bosque y, que yo supiese, los bosques no se movían de lugar.

—Es extraño... —pensé en voz alta.

—Siempre ha sido un misterio, aunque supongo que Melissa ya sabía lo que le esperaba al entrar allí. Jamás se me ocurriría entrar sola en el bosque. —Nora se encogió de hombros y dio una palmada—. Cambiando de tema, avísame cuando sepas si puedes venir con Minerva y conmigo esta tarde a Portland, por favor.

Asentí y después me despedí con una tímida sonrisa. Fui a casa a dejar las bolsas de la compra y después, caminé a casa del abuelo. Tenía que recuperar el coche como fuese.

Algo extraño había en el caso de la desaparición de Melissa Skins, y es que Harry parecía estar especialmente afectado por ello, no solo porque fuese su mejor amiga. Nora había dicho que ella no era la primera ni la última en desaparecer en el bosque de Greenwood, y me pregunté quién más había desaparecido entre aquellos árboles tenebrosos y misteriosos. Puede que Harry tuviese otra razón para adentrarse en el corazón del bosque de Greenwood.


El trayecto no fue muy largo. Intenté pensar en otras cosas para distraerme, como en que las botas se me hundían en la tierra húmeda del camino, y más de una vez tuve que colocarme bien
el gorro de lana, que prácticamente me tapaba los ojos. Estando entre los árboles pensé en qué podría haber llevado a Melissa Skins a entrar en el bosque. ¿Había perdido algo dentro quizá? Si Harry era su mejor amigo, ¿por qué no se lo había dicho? ¿Y si habían entrado juntos y solo él había conseguido escapar?

Suspiré aliviada al ver la casa del abuelo Rick, y ya no me sorprendió tanto escuchar el ladrido de un perro cuando me acerqué al jardín. Hunter estaba allí. Y eso significaba que Harry también.

La puerta de la casa estaba abierta.

—Hola a todos —saludé al abrir la puerta.

—Hola, Esmeralda —respondieron los dos a la vez.

—Está en la cocina —añadió el abuelo sin más.

Le di las gracias y me marché del comedor donde, igual que el día anterior, la mesa estaba repleta de planos y lápices, una funda de gafas y el libro La niebla de Greenwood.

—Esta mañana la niebla ha despuntado por el Puente Negro —dijo el abuelo, pero pareció que Harry no estaba atendiendo mucho a lo que le decía, porque continuaba con la cabeza agachada y apuntando cosas en una libreta.

—Rick, ayer por la noche estuve en la coordenada cuarenta y dos grados, veintitrés minutos y cincuenta y seis segundos al norte, y ochenta y ocho grados, cuarenta y cinco minutos y treinta y cuatro segundos al oeste, o al menos eso marcaba la brújula a las nueve y cincuenta y dos de la tarde, en la Cueva del Búho.

¿Una brújula? ¿Cuándo sacó la brújula? Yo no había visto ninguna.

—¿Qué hacías tú a esa hora en el bosque, muchacho? —respondió mi abuelo con brusquedad.

—Es una larga historia. —Harry le quitó importancia—. Pero eso da igual, Rick. Lo más extraño de todo es que una vez dentro de la niebla, la brújula se volvió loca. Como si fuera la brújula del capitán Jack Sparrow.

No quería escuchar nada de lo que decían porque Harry me había pedido que no investigara sobre Melissa ni le hablara de ella. Harry me parecía una persona agradable y, si no quería que hablásemos de aquello, tendría que hacer un esfuerzo para no darme razones para hacerlo.

Hunter me estuvo siguiendo por toda la casa. No quise que pensaran que estaba prestando atención, pero el cambio repentino del tono de voz del abuelo Rick hizo que todos mis planes se fueran al garete.

—¿Te adentraste en la niebla?

—Quería comprobar que...

—Tu amiga desapareció por temeraria y por necia. No te aconsejo merodear por allí. Acepté hacer esto contigo, ayudarte a encontrarla, ¡pero no para que tú también desaparezcas! Ciertamente, solo una persona ha salido de allí dentro, y se perdió por eso mismo, por ser un temerario y un necio.

—Pero estoy vivo, Rick. Y he descubierto que la niebla pasa por delante de la Cueva del Búho, pero nunca entra en ella.

—Aun así, me parece una decisión estúpida. Podrías haber esperado a que fuera de día.

«Tu amiga desapareció por temeraria y por necia».

Era evidente que hablaba de Melissa. Pero aquellas palabras no concordaban mucho con la descripción que me habían dado Minerva y Nora el primer día de clase. Ellas me dijeron que era demasiado lista. Harry estaba haciendo todo aquello para encontrar a Melissa, ¿por qué no se me había ocurrido antes?

Me deshice de aquellos pensamientos y me di cuenta de que me había quedado quieta delante de la encimera de la cocina. Vi el paquete que me olvidé el día anterior. Salí de allí y me aclaré la garganta para llamar la atención de ambos.

—Yo ya me voy —dije en un hilo de voz.

—Está bien —respondió el abuelo Rick.

No esperé más y me encaminé hacia la puerta.

—De hecho, yo también tengo que irme —murmuró Harry mientras recogía sus cosas y guardaba las gafas en la caja—. ¡Adiós, Rick! Vamos, Hunter.

Cuando estaba saliendo, Hunter me adelantó. Entonces vi que Harry estaba detrás de mí, aguantando la puerta con la mano. Le di las gracias y me encaminé hasta mi coche, suspirando al pensar que tendría que volver de nuevo.

—¿Has venido en coche? —preguntó Harry.

—No, lo dejé aquí. ¿Recuerdas?

—Veo que te ha gustado esto de pasear por el bosque —dijo con cierta diversión en su voz.

Solté una carcajada irónica y Harry me ayudó a empujar el coche para salir del bache en el que estaba metido. Al menos no se había pinchado ninguna rueda.

—Gracias por ayudarme.

—De nada.

Harry sonrió con timidez y pareció sonrojarse mientras miraba al suelo.

—Supongo que nos veremos en el instituto.

—Sí, claro. Adiós. —Asentí y me subí al coche. Pero justo cuando arranqué, Harry golpeó la ventanilla con los nudillos—. Mmm, Esme, ¿puedo ir contigo?

Se metió las manos en los bolsillos del anorak, el mismo con el que me resguardé la noche anterior. Frunció los labios y bajó la vista al suelo, visiblemente avergonzado.

—¿No te gustaba pasear por el bosque?

—En realidad es que me he escapado. En veinte minutos mi madre volverá de la tienda y si no me ve en casa...

—Vaya, vaya. Así que desobedeciendo, ¿eh? —Harry se ruborizó y clavó todavía más la mirada en el suelo—. Claro que puedes venir. Anda, sube.

Aparté el paquete del asiento del copiloto y dejé espacio para que Harry se sentara en él. Hunter se colocó en los asientos traseros del coche y, rápidamente, comenzamos nuestro camino hacia el pueblo.

—¿Tienes música? —preguntó Harry después de unos minutos en silencio.

—Pon la radio, a ver qué suena. —Me encogí de hombros.

Harry hizo lo que dije y comenzó a tararear la canción que estaba sonando en ese momento.

—Me gusta mucho esta canción —dijo con una sonrisa, contemplando el paisaje por la ventana. Hunter lo imitaba—. ¿Te ha castigado tu madre también?

—Sí —susurré, y agarré con más fuerza el volante.

—Oh... ¿Y harás algo esta tarde?

—Si mi madre es compasiva. He quedado con Minerva y Nora para ir a Portland. ¿Por qué? ¿Querías que hiciésemos algo juntos? —Lo miré durante un segundo y aguanté su mirada, pero pronto desvió los ojos.

—Bueno, ya que estamos ambos en las mismas condiciones, había pensado que podríamos hacernos compañía el uno al otro y jugar al ajedrez, o algo por el estilo. Estoy seguro de que tu madre no pondría ningún inconveniente. Por lo que dice la mía, me adora. —Soltó una leve carcajada, sin dejar de rascar a Hunter.

—¿Te gusta el ajedrez?

Harry cada vez me sorprendía más, aunque tampoco era tan extraño que le gustasen aquel tipo de juegos. Yo no sabía jugar. Thomas había intentado enseñarme una vez, pero terminé con un dolor de cabeza impresionante y me puse de bastante mal humor.

—Me gusta observar al oponente y preparar el próximo movimiento.

—Como hacen los búhos.

Sonreí al recordar su animal favorito.

—Exacto.

Entre el mar de árboles que formaba el bosque, el pueblo de Greenwood se dejaba ver tímido, como pinceladas de acuarelas. Harry continuó tarareando la canción que ponían en la radio.
—¿Cantas? —pregunté para romper el hielo.

—Solo en la ducha —sonrió algo vergonzoso.

Nos volvimos a quedar en silencio. Sin embargo, ese nuevo silencio ya no fue incómodo como las otras veces. Escuchar a Harry tararear la canción me hizo sentir como si ese fuese mi lugar. No sabía muy bien cómo descifrar el verdadero significado de aquella nueva sensación, pero si algo tenía claro era que no era una mala sensación. Me gustaba hablar con él. A lo mejor podía acostumbrarme a esta nueva vida, muy diferente a la de una ciudad como Charleston.

—Esme, ¿puedo hacerte una pregunta?

Harry llamó mi atención y desvié los ojos de la carretera durante una fracción de segundo.

—Sí, por supuesto.

—¿Alguna vez te has... enamorado?

La pregunta me dejó un tanto desconcertada, pero Harry estaba absolutamente serio. Parecía algo aprensivo, aun siendo él mismo quien había hecho la pregunta.

—No, ¿y tú?

Quizá estaba enamorado de Melissa y por eso quería encontrarla. Harry continuó callado y miró por la ventana. Habló tan flojito que prácticamente no lo oía.

—Una vez, tenía doce años. En realidad no sé si aquello era amor o no, pero sí que me gustaba de verdad.

—Seguro que lo era, Harry.

Otro silencio se instaló entre nosotros, pero pronto él lo rompió cuando abrió la puerta y liberó a Hunter de aquel suplicio.

—Gracias por dejarme venir contigo. Nos vemos pronto. Pásatelo bien con Nora y... Minerva. Son buenas chicas —murmuró él, tragando saliva con fuerza antes de pronunciar el último nombre.

¿Por qué le había costado tanto decir el nombre de Minerva?

—No hay de qué, Harry. Ya nos veremos.

—Adiós

Me quedé allí sentada observando, cómo cruzaba la calle, con Hunter pisándole los talones. Sacó las llaves del bolsillo del pantalón. Salí del coche mientras sacudía la cabeza, agarré el paquete del abuelo y me pregunté qué demonios había allí dentro. Entré en casa para dejarlo en la cocina y empecé a prepararme psicológicamente para pedir a mi madre que me dejase ir a Portland con Minerva y Nora.

Thomas estaba sentado en la mesa de la cocina tomándose un vaso de leche con cereales de miel. Eché un vistazo rápido a la ventana y vi como Harry se sentaba en el marco de la suya con un libro entre las manos. Aunque no distinguía cuál era, sabía que era La niebla de Greenwood. Aquello me llevó a pensar en lo que había dicho en el coche y en todo lo que me había contado sobre él.

Su animal favorito era el búho. Le gustaban las estrategias y los juegos de observación, al igual que las Matemáticas. Minerva y él habían sido buenos amigos durante la infancia, pero por alguna razón todavía desconocida, ya no lo eran. Y se había enamorado cuando tenía doce años.

Mi madre me dio permiso para ir a Portland con Minerva y Nora. Lo más probable es que estuviera realmente emocionada por ver que tenía amigas. Ella sabía bien que las personas con las que salía en Charleston no eran mis amigas de verdad.

—Pronto será el cumpleaños de mi primo Charlie y debería comprarle algo, ¿no crees? —comentó Nora en el coche.

—¿Tu primo canadiense? —respondió Minerva mientras cambiaba la marcha. Nora asintió—. Sí, pasaste el verano pasado en su casa de Ottawa. Es lo menos que puedes hacer.

—Podría comprarle una manta con estampado de renos. De hecho, a veces se ven algunos desde su casa.

Yo estaba sentada en el asiento trasero del coche de Minerva, escuchando su conversación. Pero no podía participar porque mi mente volaba hacia el chico de ojos verdes que vivía delante de mi casa. ¿Qué estaría haciendo? Recordé su mirada ilusionada cuando me preguntó si tenía algo que hacer esa misma tarde y su desilusión cuando le dije que había quedado con Nora y Minerva.

Al pensar en Harry, fue inevitable recordar el momento en que me dijo que se había enamorado una vez, cuando tenía doce años. ¿Se refería a Melissa? Se conocían desde pequeños, eran muy amigos y él todavía la buscaba en el bosque. El sheriff, el padre de Melissa, había abandonado la búsqueda tan solo dos meses después de su desaparición. ¿Y si Harry la buscaba porque estaba enamorado de ella? Aunque también podría estar enamorado de Minerva. Según me dijo, habían sido buenos amigos. Sin embargo, ya no se hablaban por algún extraño motivo.

—Esme, ¿dónde prefieres que comamos, en una pizzería o en un puesto de comida rápida? —Minerva me sacó de mi ensimismamiento.

—Basura es el término correcto, Minnie.

—No me llames así —dijo en un tono muy serio—. Y a mí me gusta esa comida. ¿Qué hay de malo en ir de vez en cuando?

—No lo sé, chicas, donde digáis vosotras me parecerá bien. Pero tengo que estar en casa a las ocho.

Ellas asintieron. Al ver un cartel, me di cuenta de que habíamos llegado a Portland. Para ser absolutamente honesta, me esperaba un trayecto algo más largo. Al bajar del coche, sentí el aire traicionero y frío de noviembre golpearme el rostro. Nora se colocó su bonita bufanda de color crema y me fijé en que ya no llevaba las uñas pintadas del mismo color que aquella mañana. Ahora las tenía plateadas. Minerva, por otro lado, tapó sus rizos con un bonito gorro morado que resaltaba con el color mostaza de su abrigo.

Aunque me sentí un poco fuera de lugar, pensé que podría acostumbrarme a ello. Llevaba tres días en Oregón, en Greenwood, y ya había conocido a gente. Minerva, la chica con el colgante del búho y el nombre peculiar; la primera persona en hablar conmigo en el instituto. Nora, una chica discreta, enamoradiza y que cambiaba rápido el color de sus uñas. Y Harry, un chico tímido y confuso, que me había hecho sentir algo completamente inesperado.

Entramos en una tienda que daba miedo. Era oscura y lúgubre, como todo lo que rodeaba a Greenwood. Estaba pintada de colores como el morado, el rojo sangre y el naranja, dándole un toque extraño aunque exótico a la vez.

—Repítelo de nuevo. ¿Qué tienes que comprar aquí exactamente? —preguntó Nora, con la vista puesta en un jarrón con una rana disecada dentro. Esperaba que fuera de mentira.

—Unas cartas —respondió ella, y se encogió de hombros.

Mientras Nora y yo contemplábamos aquellos objetos realmente extraños, Minerva se acercó al dependiente.

—Esta tienda me da mal rollo —susurró Nora.

Los pasillos estaban cubiertos de extraños objetos como campanas con calaveras o cajitas de cristal que contenían uñas de águila. ¿Quién demonios en su sano juicio querría las garras
de un águila?

Perdí a Nora de vista y me quedé sola en el pasillo. Empecé a sentir claustrofobia, como cuando estaba en del bosque de Greenwood con Harry. Era como si todos aquellos objetos me susurrasen al oído y me pidieran que me acercara a ellos. Me sorprendí al coger un libro con el dibujo de una conocida rapaz.

Un búho.

La niebla de Greenwood, se titulaba el libro. La autora era una tal Shellie Baxton y lo había escrito en mil novecientos cuarenta y dos. Era el mismo libro que Harry siempre llevaba consigo. Lo abrí y descubrí que las páginas estaban amarillentas y muy usadas. De hecho, debía de ser muy viejo, y en la página del índice vi unas iniciales tachadas con lápiz, aunque las primeras estaban escritas con bolígrafo: W. S. Y justo debajo, con un tipo de caligrafía algo distinta, M. S.

Incluso parecía haber una dedicatoria.

«El búho observa, el búho revolotea y vuelve al nido; cada noche al mismo sitio. Encuéntralo y descubrirás el secreto que esconde el bosque.»

No entendía nada de lo que aquella persona había escrito, pero decidí seguir ojeándolo y me maravillé con lo que encontré allí dentro. La tipografía de imprenta era antigua. El libro estaba repleto de mapas trazados a bolígrafo y con trazo seguro, y coordenadas.

Greenwood
P. N: 42o 36' 56'' N – 88o 13' 5'' O
Á. B: 42o 15' 6'' N – 88o 2' 6'' O
C. D. B: 42o 23' 34'' N – 88o 10' 3'' O

—¿Esme? —dijo Minerva.

Cerré el libro y lo cogí con fuerza. Me llamaba mucho la atención y algo me decía que aquellas siglas significaban mucho más de lo que parecía a primera vista. Además, quería saber quiénes eran W. S. y M. S.

—¡Ya voy! —respondí y me acerqué apresuradamente al mostrador.

Necesitaba comprarlo.

—De acuerdo, te esperamos en la calle —contestó ella.

En cuanto salí de la tienda, Nora me pregunto con curiosidad:
—¿Qué has comprado?

—Un cuaderno. Ya sabes, para escribir cosas.
Nora pareció conformarse con ello, y mientras andábamos hasta el coche, pensé por qué un libro como ese se encontraría allí. Se me ocurrió decirle a Harry que había encontrado un libro igual que el suyo, pero me había dejado claro que no quería que me metiera en sus asuntos.

Necesitaba saber quiénes eran W. S. y M. S. y hablar con ellos. Necesitaba descifrar aquellas coordenadas, saber qué interés tenían en el bosque de Greenwood y por qué el libro había acabado en una tienda esotérica de Portland.

Continue Reading

You'll Also Like

1.5M 71.8K 66
La asesinaron un 23 de octubre, y desde entonces todos se preguntan: ¿Qué le pasó a Elizabeth Parker? Venus, la protagonista, tras el reciente asesi...
2.3K 708 36
La historia del Sexy banquero Xiao Zhan, graduado de banca internacional, quien vuelve a casa para tomar el puesto de Gerente General del Banco de cr...
459K 43.8K 105
Thalia Becker es una chica normal, con una vida completamente normal, sin complicaciones y una buena vida. Todo era perfecto hasta que ambos de sus p...
175K 12K 56
Él es esclavo de las más sanguinarias y pervertidas fantasías de un psicópata, estando allí entre abusos y maltratos inhumanos, descubrirá el límite...