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By SPACELATINOS

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Eleanor tiene que aprender muchas cosas pero sobre todo a como no morir por las tendencias suicidas de su sob... More

introduction
graphics
prologue
━━━ act i
1. Eleanor Rigby
ii. Pésimas bienvenidas
iii. El niño que sobrevivió
iv. Momentos incómodos
v. Despedidas
vi. El corazón del dragón
vii. Cediendo
viii. Inesperado
ix. El perro negro
x. Investigación
xi. Mentiras
xii. La verdad siempre sale a la luz
xiii. Peter Pettigrew
xiv. El aullido del lobo
━━━ act ii
xv. Libertad
xvi. Juntos de nuevo
xvii. Pesadillas
xviii. El caos Weasley
xix. El campeonato de quidditch
xx. La marca tenebrosa
xxi. Alastor Moody
xxii. Bella durmiente
xxiii. Bertha Jorkins
xxiv. Ansiedad
xxv. Sospechas
xxvii. Cenas incómodas
xxviii. El apoyo
xxix. Enfermedad
xxx. Traidor
xxxi. Preguntas
xxxii. La maldición Potter
xxxiii. Impostor
xxxiv. Ha vuelto
xxxv. Priori incantatem
xxxvi. La crueldad de un Crouch
xxxvii. Número 12 de Grimmauld Place
xxxviii. Primera reunión y la misión de Eleanor
xxxix. El buen gancho de Eleanor
xl. Los celos están en el aire
xli. Rojo y azul
xlii. Fragilidad
xliii. Feminidad
xliv. La cita
xlv. Shell Cottage
xlvi. Confrontaciones
xlvii. Agridulce

xxvi. Cuando las mariposas aparecieron

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By SPACELATINOS



CAPÍTULO VEINTISEIS;
CUANDO LAS MARIPOSAS APARECIERON




La Navidad siempre era la mejor época del año, al menos para Sirius Black, que no dejaba de derrochar su dinero en regalos para todos y uno incluso aún mayor de lo que Eleanor espero.

—¡No hagas trampa! —la regañó Sirius.

—¡Esto no es justo! ¡No puedo ver! —replicó Eleanor, regresando sus manos a sus costados mientras se dejaba guiar por su hermano adoptivo. Tenía los ojos vendados por lo que no podía ver y el hecho de que alguien tan inmaduro como Sirius Black la guiara, le causaba mucha ansiedad, sin embargo, ella siguió su voz—. ¿No me puedes mostrar esa sorpresa sin exponer mi vida?

—No seas exagerada y cállate.

Eleanor rodeo los ojos por debajo de la venda que los cubría. Caminar a ciegas con la nieve debajo de ella era más complicado de lo que creyó pero pudo desempeñarse bien sin tener que pasar por una dolorosa caída. Tras unos minutos más que Eleanor sintió como una eternidad, finalmente se detuvieron.

—¿Ya? —preguntó ansiosa por quitarse la venda y poder ver.

—¡A la cuenta de tres! —dijo Sirius, con tono emocionado.

Uno.

Dos.

Tres.

La delgada tela roja que cubría sus ojos cayó lentamente cuando la desató con cuidado y Eleanor apenas pudo sostenerla cuando estaba intentando acostumbrarse a la brillante luz del día. Parpadeó y lentamente, al abrir los ojos, pudo apreciar lo que estaba frente suyo. Su mandíbula cayó entonces.

Se trataba de una cabaña de dos niveles. Y al entrar las cosas solo mejoraron, el olor a pino estaba presente pero no solo eso, toda la cabaña se encontraba decorada y ya amueblada. ¿Cómo?, ¿en qué momento?, no lo supo, no se había dado cuenta de todo lo que hacía Sirius en su tiempo libre, solo creía que pasaba tiempo en San Mungo junto a Artemis pero al ver el lugar, no lo parecía.

—¿Esta es tu manera de decir que te mudarás del departamento? —preguntó Eleanor con una sonrisita, sin dejar de admirar la decoración tan hogareña y navideña.

—¿Crees que sólo por eso lo haría de emoción? —Sirius negó— Me gusta ser dramático pero no hice todo esto solo para enseñarte que compré una cabaña. Al contrario, la compré con una sola idea. B-Bueno... Si es que tu quieres...

—¿Qué? —preguntó al ver que estaba nervioso.

—Es una cabaña grande y bueno, desde que salí de Azkaban y todo lo que ha pasado con la situación de Artemis... —dijo Sirius con nostalgia—, No quiero perder más tiempo de lo que ya lo hice todos estos años con mis hijos, Harry y contigo, es por eso que me gustaría que ustedes también vivieran con nosotros.

—¿Hablas en serio? —preguntó Eleanor, incrédula—. Sirius esto es totalmente genial y lo aprecio pero...

La cortó antes de que comenzara a divagar.

—Solo piénsalo, Eleanor. Es una casa grande y nunca más me volverá a agradar la idea de estar solo. Quiero compartirlo todo esto con mis hijos y con ustedes, mi familia.

No estaba muy segura de como tomar la oferta del animago, aún no olvidaba la forma tan cruel en la que la miró Cassiopeia y tampoco la frialdad que caracterizaba a su hermano Alphard, aunque no sabía con seguridad como tomaría aquello el hijo de Sirius, que era el que más le preocupaba. Aún no lo perdonaba y no parecía tener intenciones de hacerlo, al menos eso demostraba con su distanciamiento. Y por otro lado estaba Harry, él estaría muy contento de vivir con su padrino pero... ¿Y si eso provocaba problemas con Alphard? Sirius tenía cierta preferencia con el ojiverde por el parecido que tenía a su difunto mejor amigo y aunque no lo aceptara, ella lo sabía muy bien.

—¿Qué dices? —presionó Sirius, impaciente. Parecía nervioso por la respuesta de la azabache e incluso ella lo estaba, no era tan sencillo, quizá él por la emoción lo veía así pero estaba muy lejos de serlo.

Eleanor tomó una bocanada de aire antes de responderle.

—Primero necesito saber que Alphard y Cassiopeia están de acuerdo con esto, tan pronto como ellos nos lo confirmen, entonces... Creo que a Harry y a mí nos gustaría mudarnos.

La sonrisa que tenía en el rostro Sirius aumentó (más si era posible) y la rodeó en un fuerte abrazo, que ella recibió gustosa. Cuando la soltó tomó sus hombros y la sacudió ligeramente para no lastimarla, sin que la emoción desapareciera.

—Hay que celebrarlo entonces, Elle. Es mi primera Navidad como hombre libre y quiero hacer algo, además como los chicos no vendrán, pienso que podemos invitar a los Tonks, a Remus y por supuesto a los Weasley. Podríamos hacerlo aquí, para inaugurar la cabaña. ¿Qué opinas? —le preguntó Sirius, hablando de prisa. Lo que le costó un poco entenderlo.

Eleanor sonrió contagiándose de su emoción y asintió.

—Me parece una idea increíble.

—¡Yo enviaré las lechuzas! —gritó Sirius comenzando a correr por toda la cabaña en busca de pergamino y tinta.

Eleanor se quedó un momento más allí, de pie, mirando el lugar con añoranza. Si todo salía bien, serían una familia y eso era lo que más anhelaba.



Los Tonks llegaron temprano para la cena de Navidad. Remus y los Weasley llegarían un poco después ya que estaban algo demorados, lo bueno era que la chimenea estaba conectada y podrían viajar a través de los polvos flu, justo como los demás.

—¡Estás preciosa, Eleanor! —dijo Andrómeda Tonks, cuando terminó de abrazarla. Era una mujer pulcra, de cabellos rizados castaños y ojos del mismo color—. ¡Pero mira cuánto has crecido!

El tono maternal que siempre ocupaba Andrómeda con Eleanor le traía un poco el recuerdo de como era Molly Weasley con Harry y con ella, justo como imaginaron que eran las madres que ambos Potter no pudieron tener. Luego, a su lado también estaba Ted Tonks, el padre de Nymphadora, un hombre grande rubio y con una barriga ligeramente abultada por los años. Tenía la voz suave y sumamente agradable con aires de paternidad que ella tanto admiraba.

—Ya no son unas niñas, Drómeda. —le recordó Ted, con voz suave—. Las pequeñas Dora y Elle, ya no lo son más. Ambas son unas preciosas señoritas.

Nymphadora que se encontraba del otro lado de su madre se sonrojó lo suficiente para cambiar su cabello a un tono más chillón del rosa que traía. La azabache le sonrió agradecida al padre de su mejor amiga. Sirius ya se encontraba abrazando a Tonks y a su prima favorita; Andrómeda. La Navidad lo ponía feliz, eso era lo que sospechaba Eleanor al verlo repartir tanto amor a sus invitados, incluso repartía gorros de papá Noel (A Eleanor tuvo que colocárselo más de una vez porque ella siempre se lo quitaba). No falto mucho para que Remus Lupin llegara, robándose toda la atención pero más aún la de la metamorfomaga que pareció brillar al verlo.

—¿Quién es él? —preguntó Tonks sin apartar su mirada de él.

Eleanor miró a Remus antes de devolver su vista a su mejor amiga y abrir los ojos con sorpresa.

—¡¿Hablas en serio, Nymph?! —chilló Eleanor, en voz baja para no atraer la atención del resto—. ¡Él es Remus! ¡Mi tutor!

La pelirosa abrió la boca ligeramente pero la volvió a cerrar mientras se levantaba para abrazarlo como si fueran grandes amigos de toda la vida. La Potter sabía perfectamente las intenciones de su amiga pero en lugar de molestarse por ello estaba sorprendida, no esperaba que encontrara "atractivo" a Remus, pero no podía decirle nada, más que tratar de persuadir a su hermano. Antes de que pudiera saludar a Remus (si es que Nymphadora lo soltaba) la chimenea se incendió en llamas verdes avisando que llegaron los últimos invitados.

Se levantó para recibirlos, la señora Weasley fue la primera en aparecer y en rodear a la azabache en afectuoso y caluroso abrazo.

—¡Mi bella niña! —chilló la señora Weasley emocionada, tomó con cuidado de las mejillas a Eleanor para verificar que estuviera bien—. ¡Oh, mi cielo! ¡Esas ojeras no me gustan! ¿Te estás alimentando bien?

—Sí, señora Weas... —le dedicó una mirada que decía: «¡Ya te he dicho que no me digas así!», Eleanor sonrió ligeramente—. Estoy comiendo bien, Molly.

La señora Weasley la miró sin creerle mucho pero en seguida apareció el señor Weasley, interrumpiendo cualquier charla que fuera a darle su esposa, con esa sonrisa bondadosa tan distintiva de él, estrechó la mano de Sirius que ya estaba junto a ellos para llevarlos a donde se encontraban el resto.

Tan pronto y como se giró para seguirlos escuchó el sonido de las llamas incendiándose, cuando volteó a ver de quien se trataba una enorme sonrisa deslumbrante apareció iluminándola. No esperó a que dijera nada cuando él se acercó y la apretó a su cuerpo en el abrazo que más disfruto de la noche, el aroma a colonia era algo nuevo pero el humo de siempre seguía allí, no queriendo separarse del otro, Eleanor susurró en su oído.

—No sabía que vendrías...

—¿Sorpresa? —dijo igual en voz baja.

El tono ronco de su voz y la forma en que lo dijo mando vibraciones a través dd sus venas como pequeñas descargas eléctricas. Oh, cómo lo extrañaba.

—¿Cuando dejarás de darme sorpresas y me comenzarás a avisar, William? ¿No aprendiste a hacer un patronus o atar una carta en una lechuza, eh?

De mala gana ambos sabían que era momento de separarse, lo hicieron despacio y guardando el aroma del otro como un recuerdo permanente.

—Me gustan más las sorpresas y si te avisara, no sería lo mismo como el ver tu expresión cuando me ves llegar. —dijo Bill, con una sonrisa.

—¿Y cuál es esa? —Eleanor se cruzo de brazos— ¿En shock?

Él negó sin despegar su mirada de la chocolate.

—Como si finalmente estuviera en mi hogar.

El sonrojo se apoderó de ella pero ese color no fue suficiente para en el momento en que la mirada turquesa del pelirrojo la recorrió de pies a cabeza, tan despacio que era una deliciosa muerte lenta. Eleanor nunca había sido de vestidos pero por todas las insistencias de Sirius por querer una velada diferente accedió al regalo que él le dió: un vestido rojo, justamente el color favorito de Eleanor y ahora, el de Bill. No era exactamente corto pero gracias a la estatura que poseía le quedaba cuatro dedos arriba de la rodilla, era ligeramente pegado pero sin llegar a ser incómodo, era poco escotado y sin mangas pero para más libertad, Eleanor se había encargado de darle su propio toque al acompañarlo de unas medias negras y con unas botas de tacón negras donde tenía resguardaba su varita, como siempre.

Y a pesar de no poseer la belleza de una veela o las curvas de una mujer esbelta, a los ojos de Bill Weasley, Eleanor Potter no pudo evitar parecerle la mujer más bella que sus ojos habían visto.

Él no se quedaba atrás, estaba tan guapo y radiante como solo el podía, su largo cabello estaba atado en una coleta y su arete de dragón permanecía allí en su oreja, mientras usaba un traje de gala nuevo y de color negro. Cualquiera que los viera podría imaginar que los dos serían la pareja perfecta del otro, u al menos los invitados que los observaban desde el otro lado de la habitación no podían contener las sonrisas de oreja a oreja, sobre todo Tonks y la señora Weasley que no paraban ocultar su gusto por los dos.

—Estás aún más hermosa de lo que ya eres, Eleanor. —dijo Bill sin despegar su mirada de sus ojos.

—¿Disfrutas verme sonrojada? —susurró Eleanor, bajando la mirada.

—Un poco. —admitió él, sonriente—. La verdad es que sí. Y mucho.

En un arranque del valor Gryffindor que poseía, y deseando no ser la única roja, habló:

—Tu también estás muy guapo, Bill. Aún más de lo que ya lo eres.

Los papeles se invirtieron cuando las mejillas del joven se incendiaron ante las palabras de la azabache.

Las palabras de Charlie y los gemelos, las insinuaciones de Nymphadora comenzaban a tener sentido de pronto. «¿Sería posible?» pensaba Eleanor, «¿Bill gustaría de mí?». Pero no tenía razón, él era muy guapo y el hermano mayor de su mejor amigo, ¿por qué se fijaría en alguien como ella?, no podía ser, Bill le habría dicho entonces... ¿Verdad?

—Creí que estarías trabajando en Egipto. —Eleanor cambió de tema, queriendo regresar a su tono pálido de siempre.

—Este año los chicos no estarían en casa por el Baile de Navidad y creí que lo mejor sería hacerles compañía a mis papás. —explicó Bill—. No esperaba que Sirius los invitara a cenar.

—Es la primera Navidad de Sirius, fuera de Azkaban y como un hombre libre. Él quería hacer algo especial, algo diferente.

—Sí, me imagino. ¿Tú cómo estás?

—¿Sinceramente? —preguntó Eleanor, con una mueca.

—Sinceramente. —Bill asintió, dispuesto a escucharla.

Se encogió de hombros antes acercarse a la pequeña barra de bebidas que Sirius se encargó de llenar para su provecho y el de los invitados. Eleanor tomó asiento encima de la barra mientras balanceaba sus pies en su lugar y dejaba que el pelirrojo le sirviera un poco de whisky de fuego.

—Cansada, estresada y muy preocupada... —dijo Eleanor, aceptando el vaso que él le ofreció—. Creo que en otra vida fui alguien malvada porque ahora lo estoy pagando muy caro. ¡Ese Torneo me va a matar! Intenté hacer entrar en razón a Dumbledore pero... Bueno, ya te imaginarás como terminó. Harry está allí, exponiendo una vez más su vida pero a niveles extremos. ¡Sólo tiene catorce años! ¿Cómo se supone que deba pasar todo eso solo? Yo... Yo a veces quisiera encerrarlo y mantenerlo seguro para que nada malo le sucediera. Es muy estresante querer proteger tanto a alguien y no poder hacer nada más que observar a lo lejos... —inspiró profundamente antes de cerrar los ojos y volver a exhalar, abrió un poco su ojo derecho dándose cuenta que él la seguía mirando. Eleanor suspiró—. Perdón, Bill. No tienes que escucharme hablar sobre todo lo malo que me pasa, debe ser molesto escucharme cuando a ti posiblemente también te sucedan más problemas importantes y no algo tan irrelevante como a mí. Soy una egoísta...

¡Elle, tranquila! —dijo Bill, deteniéndola. Al hacerlo, ella lo miró de cerca mientras el pelirrojo le dedicaba una sonrisa cálida—. No me molesta escucharte, todo lo contrario, me gusta que lo hagas. —le aseguró divertido—. Me trae muchos recuerdos de cuando íbamos en el tren de camino a Hogwarts y nos contabas cómo había sido tu día junto a Harry en cada cumpleaños con él. También, cuando comenzabas a narrarnos cada detalle de tu amor por las varitas de regaliz o cómo el pastel de chocolate de las cocinas era el mejor que habías probado, ¿recuerdas?, podías pasar horas metida allí con los elfos comiendo de su pastel sin sentirte culpable después por el dolor de estómago. O la vez que peleaste con el capitán del equipo de Slytherin por haberle tirado una bludger a Charlie y comenzaste a exponer frente a todos cada falta que ellos habían cometido, desde el golpe que le provocaron a mi hermano hasta el cómo se creían unos machitos al no permitir que las mujeres entraran a su equipo.

Mientras él hablaba Eleanor no podía dejar de sentir su corazón acelerarse un poco más. Era una nueva sensación distinta a cualquiera que antes había experimentado. ¿Tanto la conocía?, sí, ellos eran amigos pero, los amigos no siempre recordaban cada detalle en específico de lo que hacían cada uno, Eleanor incluso podía recordar como Tonks dormía en su hombro mientras ella hablaba y el cómo Charlie mordía su rana de chocolate asintiendo con la cabeza como si la estuviera escuchando cuando era obvio que no lo hacía... ¿pero Bill?, ella no reparó en todos esos años en los que él le había prestado atención. ¿Él la veía? Oh, Merlín. Su mente iba a estallar de tanto pensar.

—¿Lo recuerdas? —susurró Eleanor sin aire. Estaba muy anonadada por los recuerdos que él mantenía tan presentes que apenas podía respirar con regularidad.

—Es difícil olvidar algo de lo que dices. —le confesó Bill.

De repente no supo si había sido el haber bebido el vaso de whisky de fuego lo que le dió el valor o la forma en que los labios del pelirrojo se movían, pero ella no pudo contenerse más cuando se inclinó hacia a él, rompiendo toda la distancia que existía entre ellos, rompiendo cada barrera que la detuvo de haberlo hecho antes, olvidando todo lo que le decía que estaba mal hacerlo, olvidando que sus familias estaban a unos metros de ellos, chocando sus labios contra los suyos, en miles de experiencias, Eleanor lo besó.

Y con ese beso sintió todo aquello que sentía que le hizo falta al ser besada antes. Un tornado de mariposas estaban revoloteando en la boca de su estomago, se sentía tan ligera que dudaba de estar tocando el piso de no ser sostenida por el pelirrojo frente a ella. El tocado que sostenía su peinado cayó, liberando los caireles azabaches de la joven y ella no supo con claridad si era por culpa de Bill que estaba atrapando su cabello entre sus manos o de la misma gravedad, pero eso no tenía sentido, nada parecía tenerlo en ese momento, más que en ese beso sintiendo todas las mariposas que nunca creía que existirían.

Se sentía correcto. Algo bien. Muy real.

Eso y el sonido de un vaso quebrándose junto al grito de Remus y Sirius.

Pero no importó más que Bill Weasley correspondiéndole el beso.

NOTA DE AUTORA:

Dejaré esto aquí y me iré lentamente...

¡Comenten y voten!

Las ama a mil,
Fer🍯

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