El zumbido del viento despertó a Alicia de su pesadilla, su frente y espalda estaban empapadas de sudor, sus manos temblaban, ciertos fragmentos se repetían en su mente, alguien la había perseguido en un bosque, la tomo del cuello y repetía palabras sin cesar, antes de morir, Alicia volvió a la realidad. Después de respirar y pretender que nada sucedió, dedico su ocio a arreglar todas las cosas de la mudanza, ropa, libros, unas cuantas cremas, más ropa y por ultimo los montones de dulces que había escondido entre varias prendas, para ahora ocultarlos en lugares estratégicos de su nueva habitación.
—¡Alicia! — gritó desde las escaleras la madre de la mencionada. Alicia contestó algo cómo "ya voy" con su boca llena de galletas, 5 segundos después apareció Rosmerta en la habitación.
— Hola mamá, ¿qué haces? — pasó el ultimo trozo de galleta.
— Vamos a desayunar amor, quiero que me acompañes a la iglesia — Alicia abrió sus grandes ojos color miel — no me mires así, solo será un momento, tú padre dice que tan solo dura media hora la predica — no esperó respuesta y continuó entusiasmada — vamos, ya las muchachas volvieron de la otra ciudad con muchos víveres, y de seguro cocinaron algo delicioso — la puerta cerró de golpe y Alicia solo se hundió en sus pensamientos.
...
—Mujer, es una cultura diferente, tal vez aquí educan a sus hijos sin televisión, lo que estaría bien para ciertos malcriados —dirigió su mirada a Nate que estaba cubierto de papilla mirando videos en el celular de su madre y su hija que no prestaba atención, recorría su plato sin ganas mientras escuchaba música con sus airpods, este comentario debido a la reciente experiencia de Rosmerta antes de mandar a las criadas por comida e intentar comprarla ella misma, encontrándose con una mujer muda y unos niños que no parecían tener felicidad— no debimos haber solucionado el problema de la luz, mucho menos poner internet — susurró Jonathan para sí mismo.
A eso de las 11 am, el gran comedor, antes repleto de comida ahora se encontraba en completo silencio debido a que todos los integrantes de la familia se encontraban extasiados por el manjar ya devorado.
—Que exquisitez —dijo en cada bocado Jonathan.
—Hija, es hora de irnos— Rosmerta trago el bocado que tenía en la boca y se dirigió a la muchacha.
—Creo que no me siento bien madre, mejor ve tú—la muchacha observó cómo el entusiasmo de su madre desaparecía lentamente —está bien, está bien, iré, pero estaré a fuera, no me gusta el ambiente de ese lugar —su madre sonrió.
—Iremos entonces — Rosmerta se levantó rápidamente y de forma ágil sacó a su hijo de la silla-comedor y lo entregó a su padre — cuídalo, no quiero que vuelva a comer brillantina por favor —su esposo asintió con algo de temor. La mujer subió rápidamente las escaleras y bajó de nuevo, con un abrigo negro largo y unos grandes tacones lila —vamos hija —Alicia se levantó, acomodo su suéter blanco, se puso sus guantes, gorro negro y botas de nieve en la entrada.
Pasaron varios minutos de silencio, bueno, esto por parte de la muchacha, pues su madre no paraba de opinar sobre cómo ella ordenaría el pueblo, las ideas que tenía acerca de la próxima decoración de navidad (pues terminaría su curso de diseño para ese momento) y diversas alusiones al clima que se tornaba oscuro.
—Aquí es hija. Lo positivo es que tan solo dura media hora, puedes dar un paseo en lo que salgo; por favor no te quites el suéter, sabes que te persigue la rinitis —segundos después las puertas se abrieron y Rosmerta abrió la boca —¡mira hija! —señaló a las extrañas con vendas en su cara — ¡que hermosos vestidos!, si tengo tiempo, preguntare dónde los compraron — la de la boca abierta era Alicia al ver la extraña emoción de su madre —nos vemos aquí afuera —y se dirigió a la iglesia con un escalofrió recorriendo su espalda.
La nieve caía más lento de lo normal mientras la muchacha de labios rojos daba vuelta a la manzana perdida en un mar de pensamientos y diversas imágenes de su madre siendo descuartizada en ese horrible lugar, de pronto, llamó su atención una sombra justo en la pared de una casa de piedra, asomándose, no sabía de dónde provenía pues su interés se lo llevó lo rápido que crecía en el muro la sombra, se hacía más y más grande, casi alcanzando el techo de esta. Dio leves pasos hacia atrás, y su mirada se dirigió al cielo, no pudo divisar el sol, ¿cómo podría haber una silueta sin sol?, cerró sus ojos, era su mente todo estaba allí, al abrirlos efectivamente, ya no había nada allí.
—¿Qué sigue?, ¿un asesino? — preguntó ofendida a su mente en voz alta.
—tal vez...
La voz hizo que el corazón de la chica se detuviera, cerró fuertemente sus ojos esperando que la muerte se la llevara rápidamente y sin dolor, después de largos segundos abrió los ojos y dirigió su mirada al lugar donde se encontraba la sombra, ahora era nítida, y provenía de un hombre recostado en una pared de una vieja casa; había algo familiar en aquella sombra.
—Tranquila querida, no soy un asesino—dijo aquella sombra que avanzaba lentamente para dejar que la luz tenue del día iluminará su rostro.
—Creo que eso me hace pensar aún más que si lo es... Señor... —dijo esto último dudosa, pues aún no podía ver con claridad.
—¿señor? —rio cínicamente, dando lentos pasos hacía la luz, haciendo que cada vez mejorarse la visión de Alicia— bueno, depende de cómo percibas la edad — sus pesados pasos hacían crujir la nieve — soy Gabriel — dijo un hombre hermoso, de cabellos largos y rubios atados en parte baja de su nuca. Con una mirada mal disimulada la joven analizó aquel hombre, de aproximadamente 22 años, con una piel caliza y unos ojos profundos azul ópalo, vestía camisa blanca con una corbata negra, chaleco gris oscuro de botones, pantalones del mismo color, unos zapatos elegantes cafés y un gabán largo de color negro. Había algo aún más curioso en ese hombre, a pesar de lo bien vestido que iba, sus mangas estaban recogidas lo que permitió a Alicia ver un tatuaje de lirios en su antebrazo derecho.
—Es curioso —tragó saliva la chica ocultando su creciente miedo, pues aquel tipo no paraba de acercarse— que haya un lugar donde tatuarse y no una peluquería.
—Oh querida, si supieras que esto no es un tatuaje, es una marca de nacimiento — Alicia en medio de la tensión soltó una pequeña carcajada, mientras Gabriel sonrió tenebroso con su mirada fija en rostro de la chica expectante a una respuesta.
— Lo lamento, pero es la marca más nítida que he visto, es imposible ... ¿o no? — recordó que hablaba con un desconocido con potencial de asesino y su mente la reprendió por haberse tomado la conversación tan normal.
—Es más una cicatriz, verás, mi padre es... muy organizado y cada hijo tiene una función, cada marca representa esa función, mi marca bueno se explica sola... adivina que flor es la que más se utiliza en los funerales — de nuevo esa sonrisa espeluznante apareció, pero no hizo que Alicia temblara de hecho aclaro su voz para refutar a Gabriel, su padre le había enseñado que ante una situación riesgosa lo mejor es simular que no tienes miedo y apoderarte del territorio. Se obligo a enderezarse y poner firmes sus pies en el suelo.
—Es verdad, los lirios son aquellos que adornan un funeral, pero no simbolizan la muerte o algo así, simbolizan fortaleza y esperanza — aunque mantenía su mirada fija a los ojos de Gabriel, sus piernas empezaban a temblar — fortaleza para poder superar el duelo y la esperanza de reencontrarte con aquella persona que perdiste, mi padre me lo dijo hace un tiempo cuan...— paró de golpe cuando vio que Gabriel había tensado su mano en un puño, se notaba la fuerza con la cual apretaba, pues sus nudillos estaban a punto de saltar de su mano. Alicia repaso sus opciones, no podía correr, Gabriel era más alto, y un niño de 5 años era más atlético que Alicia, golpearlo y gritar, si él se acercaba rápidamente, tendría la opción de golpear su nariz y patear sus pantorrillas, ya en el suelo lo podría golpear de nuevo y luego correría mientras gritaba, la iglesia estaba a la vuelta de la esquina no tardaría tanto, lo único malo en su plan era si acaso ella tendría la fuerza suficiente para dar el primer golpe, o la velocidad para llegar a salvo.
— ¿no quieres huir? — Alicia se había hundido tanto en sus pensamientos que ignoro el hecho de que Gabriel estaba a un metro de distancia. Sus ideas comenzaban a explotar, necesita distraerlo, dar un golpe sorpresa, gritar, algo; Gabriel corto la distancia de un paso ahora estaba tan cerca de Alicia que pudo percibir el olor que emanaba, olía a madera mojada.
—¿H-huir?, ¿de qué? — contuvo su respiración al notar el frío tacto de aquel hombre en su mejilla y se recostó totalmente contra un muro, ¿ese muro siempre había estado allí?, organizó sus ideas, ya no tenía espacio para correr o lanzar un puño.
—De quién —corrigió y pasó su pulgar por los delicados labios de la chica, que seguía aguantando su respiración, sintiendo que con un movimiento en falso él la mataría, luego notó que al tenerlo tan cerca solo era necesario un rodillazo en los genitales, tomó aire e inició su cuenta regresiva desde 3 para tomar valor: 3, 2 y ... el canto de un herrerillo se llevó la atención tanto de la joven cómo de Gabriel.
— Es una lástima, debo irme—quito su mano del rostro de la pálida joven y cogió la mano de esta, y la beso, los labios fríos de aquel extraño hicieron que un escalofrío le subiera por la espalda.
La soltó, y dio vuelta hacia el lugar del que vino, con paso firme y sin volver la mirada, dejando a la pobre muchachita sin respiración, aunque al tiempo agradeciendo a Dios por haber enviado a aquella pequeña ave a su rescate. Después de recuperar el ritmo normal de su respiración, inició una rápida caminata decidida a volver con su madre y hablarle de aquel hostigador.