La verdad es que trajo más problemas de los que esperaban. Gianna era muy tranquila y razonable, por lo que le parecía bastante exagerada la escena que sus padres estaban montando, sobre todo por algo que su mismo hermano había provocado. Para Evan era diferente, pues él era más problemático, según su padre, y estaba dispuesto a guardar silencio.
Ned Stark estaba furioso. Llevaba horas buscando a su hija más pequeña y los soldados la habían llevado ante el rey sin su consentimiento. Por supuesto que era muy lógica esa reacción.
— Lo lamento, Ned. No quise asustar a la niña. —dijo Robert con sinceridad— Pero tenemos que acabar rápido con este asunto.
— Tu hija y el hijo del carnicero atacaron a mi hijo. —contó Cersei— Ese animal suyo intentó arrancarle el brazo.
— ¡No es verdad! —interrumpió Arya— Sólo lo mordió un poco. Le hacía daño a Micah.
— Joffrey ya nos ha contado lo qué pasó. Tú y el hijo del carnicero le pegaron con palos, luego pasó lo del lobo.
— Eso no es cierto.
Todos se sorprendieron al escuchar a la princesa saltar a la defensa de la pequeña Stark. La pesada mirada de la reina cayó sobre ella, y enseguida se arrepintió de hablar tan descuidadamente. Decepcionar a sus padres o causarles un disgusto era a lo que más le tenía.
— Claro que lo es. —alegó Joffrey— Me atacaron y ella tiró mi espada al río. Será mejor que te calles, Gianna, si lo que vas a decir no aporta nada.
Evan no pudo ocultar su enojo por más tiempo.
— Y si tú no piensas decir la verdad, será mejor que cierres la boca, Joffrey.
— ¡Cállate!
— ¡Ya basta! —ordenó el Rey— Él dice una cosa, ella dice otra. ¿Quién diablos dice la verdad? ¿En dónde está tu otra hija, Ned?
— Esta durmiendo.
— No, no es así. —corrigió Cersei— Sansa, querida. Ven aquí.
La norteña fue escoltada hasta donde se llevaba a cabo la discusión. Su padre estaba sorprendido de verla ahí sólo por petición de Cersei.
— Muy bien, niña. Dime qué ha pasado. —pidió amablemente el Rey— Cuéntalo todo y di la verdad. Es un crimen mentirle a un rey.
Sansa miró a su padre y enseguida a Joffrey. Seguramente estaba aterrada al encontrarse bajo tanta presión, estaba entre la espada y la pared. No podía darle la espalda a su familia pero tampoco podía traicionar a su prometido.
— No sé, no lo recuerdo. Todo pasó muy rápido y...
— ¡Mentirosa! —Arya saltó sobre ella jalando con fuerza su cabello.
Y así continuo hasta que su padre tuvo que intervenir para separarlas.
— Es tan salvaje como ese animal. Quiero que se le castigue.
Gianna siempre admiró a su madre. Desde que era pequeña, siempre deseo ser igual a ella. Pero la forma en la que estaba actuando realmente la decepcionaba.
— ¿Y qué quieres que haga? ¿Qué la azoten en las calles? —ironizó Robert— ¡Maldición, son niños! ¡Siempre pelean! Se acabo.
— Joffrey estará marcado de por vida.
Robert bufó, y miró a su hijo con reproche.
— ¿Dejaste que esa niña te desarmara?
Joffrey no respondió, pues era algo que no podía negar. Pero sabía muy bien que su padre estaba muy decepcionado de él. No sólo por dejar que una niña pequeña lo venciera, también por mostrarse como cobarde.
— Ned, procura disciplinar a la niña. Yo haré lo mismo con mi hijo.
Pero las palabras del rey se verían opacadas con la insinuación de su esposa.
— ¿Qué hay del lobo? —exigió saber la leona.
Robert maldijo por lo bajo. No tenía intención de entrar en una discusión con su amigo, pero tampoco podía hacer como si nada hubiera pasado.
— No encontramos rastros del lobo, majestad. —informó uno de sus soldados, y por unos segundos, se dio por concluido el problema.
— Hay otro lobo. —señaló Cersei, y todo lo que siguió, se volvió un caos.
En todo el tiempo que les tomó llegar a la capital, no se volvió a mencionar nada al respecto de esa noche. Sansa lloró desconsoladamente por al menos una semana luego de que su loba fuera sacrificada. Arya no le dirigía la palabra, a menos que fuera para seguir insultándola.
Esa mañana, la reina tomaba el desayuno tranquilamente en su habitación junto a su hija mayor, como era costumbre en ciertas ocasiones mientras Myrcella se encontraba tomando sus lecciones y sus hijos se ocupaban de ciertas tareas, que, según su padre, les correspondían por ser hombres.
Gianna no podía olvidar las palabras y el tono que su madre usó la noche en que la loba de Sansa Stark tuvo que ser sacrificada. Nunca antes había visto a su madre actuar de esa forma, mucho menos cuando frente a ella siempre se mostró como una mujer gentil.
¿Quién era en realidad Cersei Lannister? Era algo que no dejaba de preguntarse, y qué a la vez se reprendía por tener esos pensamientos de su progenitora.
— ¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó la Reina— Desde hace días te noto algo distraída.
Claramente no podía confesarle sus verdaderos pensamientos, pero su madre la conocía muy bien y su no inventaba algo muy bueno, entonces terminaría confesando todo.
— Creo que no deberías defender tanto a Joffrey. —dijo la princesa— Mucho menos cuando ambas sabemos cómo es en realidad.
— Joffrey es tu hermano.
— Eso no quiere decir que apruebe su comportamiento. —replicó— Sabías muy bien que estaba mintiendo esa noche. Arya Stark no lo atacó, él inició todo. Yo estuve ahí.
Cersei suspiro.
Su hija no se le parecía en nada en ese aspecto. Gianna siempre fue una dulzura desde que nació, en cuando la tuvo en sus brazos supo que su pequeña sería todo lo contrario a ella; sería buena, pura y gentil. Cualidades que ella no poseía. Por eso mismo se juro a sí misma hacer de ella una mujer fuerte, astuta y calculadora, así nadie podría hacerle daño. Pero siempre fue una tarea difícil.
— Gianna, cariño. Este mundo no es como tú crees. —dijo— Es un infierno, y si no aprender a sobrevivir en el, entonces serás una presa fácil. Cuando estás rodeada de enemigos lo único con lo que podrás contar es con tu familia. Joffrey es tu hermano, no importa cómo sea.
— Pero los Stark no son enemigos.
— Cualquiera que no sea nosotros, es un enemigo. —declaró. Y esa sería una de las primeras lecciones que Gianna aprendería.
Las palabras se atoraron en su garganta cuando la puerta de la habitación se abrió de repente chocando con la pared con brusquedad. Ambas mujeres se pusieron de pie en parte por el susto, y en parte por los fuertes gritos que ahora inundaban la habitación.
Las fuertes pisadas de Evan demostraban lo furioso que estaba. Robert continuaba gritando en su cara lo irresponsable y desconsiderado que era.
— ¿Me llamas a mi irresponsable? —inquirió el joven rubio— ¡No soy yo quien se la pasa bebiendo y rodeado de prostitutas todo el maldito día!
— ¡Ten cuidado con lo que dices! —vociferó el rey estallando en rabia— No solamente soy tu padre, sino que también el rey. Y me debes respeto, muchacho.
— Tendrás mi respeto el día que realmente actúes como un padre.
Gianna cerró los ojos esperando el comento en que su padre lo golpeara, porque eso era algo común cada vez que discutían. Pero eso no ocurrió esta ocasión.
El pecho de su padre subía y bajaba, al mismo tiempo que cerraba sus manos en puños.
— Eres mi primogénito, lo que significa que un día serás rey. ¡Te vas a casar con Margaery Tyrell y esa es mi última palabra!
El corazón de Gianna dolió, y le dolía más no poder demostrarlo.
— ¡No lo haré porque no seré rey! —exclamó Evan— Me uniré a la Guardia Real, padre.