Solo de los dos, Christhoper...

By guillermobossia

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Nicolás Arnez se encuentra muy seguro de algo: debe ocultarle a su familia que le gustan los chicos. Es amant... More

PRÓLOGO
Personajes
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Epílogo

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By guillermobossia


Después de casi una hora, termimo de leer lo poco que faltaba del libro y camino hacia mi librero para dejarlo junto a los demás que conforman mi colección. Regreso hasta mi mesita de noche y tomo el móvil para consultar la hora: faltan diez minutos para la medianoche. 

Antes de acostarme decido darle la última revisada a mis redes sociales y al bajar la barra de notificaciones, observo que tengo un nuevo mensaje, recibido hace dos horas.


Christhoperwood: ¿Qué haces?


Bloqueo la pantalla del dispositivo para luego dejarlo sobre la mesita de noche. Gracias al mundo literario, había omitido a este chico en mis pensamientos, pero ahora, luego de nuestro breve diálogo de hace unas horas, no me apetece responderle. Además, siento que no es importante contarle —a prácticamente un extraño— todo lo que hago y no hago. No debe ser mi prioridad contestarle y mucho menos informarle sobre mis acciones. Desde luego que no.

Apago los datos del móvil para que no lleguen más mensajes y me meto debajo de las sábanas luego de ponerme el pijama. Solo la luz de la lámpara alumbra mi habitación y trato de conciliar el sueño, brindándole al techo toda mi atención, pero como si mi mente quisiera hacerme una mala jugada, los pensamientos me ganan y empiezo a recordar lo sucedido en la terraza. En pocas palabras me agarra «La pensadora».

Créanme que esto es lo peor que le puede suceder a alguien que intenta dormir. Personas normales se acuestan, cierran los ojos y ya están soñando con muchas cosas que habitan en su subconsciente, pero yo no. Yo tengo que darle una pasada a mis ideas para poder dormir tranquilo. Y eso es si a mi mente no se le antoja aplazarlo para la mitad de la madrugada.

«Y vaya que ha sido un día cargado de emociones», me digo mientras suelto un silencioso suspiro. No quiero suprimir mi tranquilidad, pensando en qué habría pasado si hubiese caído desde la terraza.

Decido no darle más vueltas al tema y me acuesto de costado para poder conciliar el sueño, mirando hacia la lámpara e intentando sensibilizar mis ojos con la luz que irradia esta, así podré quedarme dormido en poco tiempo. Afortunadamente, lo logro y dentro de unos minutos, con los ojos adormilados, me incorporo para buscar el botón y apagarla.

A la mañana siguiente despierto posicionado boca abajo y con la cara estampada contra la almohada. La espalda me duele al incorporarme y no puedo evitar dar un quejido de frustración por seguir con este hábito de mala postura al dormir. 

Hace unos años me empujaron en clase de educación física en la escuela y caí sobre mi propio cuerpo, lo que me generó problemas en la columna. Así que, a partir de ese entonces, el médico me prohibió este tipo de posiciones para dormir, pero al parecer mi cuerpo me traiciona constantemente mientras descanso.

Repito la misma rutina de aseo de todas las mañanas y al terminar voy hacia mi clóset para escoger mi ropa del día: un short gris, una polera azul y zapatillas Nike negras.

Antes de bajar a desayunar cojo mi móvil y activo los datos para que carguen los mensajes. No tengo mensajes nuevos, solo el que Christhoper envió ayer y que aún no he respondido. Así que me dispongo a escribirle para no extender más el tiempo y para que no piense que lo estoy ignorando, aunque sí, lo estoy haciendo.


Nicolasarnez: Lo siento por no responder ayer. Me quedé dormido.


Vale, sé que dije que no tenía por qué darle explicaciones de lo que hago y no hago. Pero hasta cierto punto no quiero que se sienta ignorado si no le respondí anoche. Y sí, todos tenemos derecho a no responder si nos apetece o si la estamos pasando mal. Sin embargo, pienso que cuando el emisor está iniciando un diálogo de manera amable, es algo descortés por parte del receptor no contestarle, a pesar de que ya recibió el mensaje y se mantiene «en línea».

«Tengo que dejar de preocuparme por algo tan mínimo».

—Buenos días a todos —saludo cuando llego a la mesa del comedor. Sigrid y Estefano me devuelven el saludo con un movimiento de mano. 

Tomo asiento al lado de mi hermano mientras espero a que Sigrid traiga mi ensalada de frutas y tostadas francesas. Disfruto de cada bocado que me llevo a la boca mientras observo las noticias en el televisor que tenemos en la cocina. Mi hermano termina su desayuno y se retira de inmediato porque ha quedado con Marco para que jueguen un partido de tenis en el club.

Cuando acabo mi desayuno, agradezco antes de retirarme hacia mi habitación. Llego en el momento preciso en el que mi móvil está sonando sobre la cama, anunciando una llamada entrante de Paul.

—Hola —contesto, aclarando un poco mi voz.

—Hola, Nicolás —me nombra del otro lado de la línea—. Perdón que te moleste tan temprano, pero necesito que me ayudes hoy, por favor. Verás, tengo que salir un momento y no tengo quién me cuide el refugio, ya que vendrán a dejar las bolsas de comida. ¿Crees que puedas darte una pasada?

Sé que tenía otros planes para hoy, pero no me puedo negar a echarle una mano, así que sin dudarlo digo:

—Claro, voy en un momento.

Lo oigo suspirar, aliviado.

—Vale, gracias. Entonces, te espero. —Cuelga.

Antes de salir, paso por la cocina para avisarle a Sigrid que regresaré en unas horas. Esta vez sí le pido a Peter que me lleve en la camioneta de papá para no perder tiempo en la parada del autobús. Obviamente, no voy a negar que, durante todo el camino, soy presa de mis nervios como Mrs. Bennet en Orgullo y Prejuicio y es que el tráfico a estas horas es algo molesto. Estoy tardando un poco más de lo previsto en llegar.

Media hora más tarde, Peter está estacionando en el patio delantero del refugio de animales. Paul abre la puerta y me invita a pasar con una encantadora sonrisa que a cualquier persona le inspira confianza. Es por eso que decidí ayudar en este refugio, porque sé que Paul es alguien que tiene un enorme corazón, iniciativa de ayuda y lo más importante: liderazgo. Para mí una persona con liderazgo y las anteriores características que mencioné, es muy digna de admirar e imitar.

—Voy a dejar unos documentos a una empresa que va a hacer una donación para el refugio. Es por eso que necesito que alguien esté aquí y reciba las bolsas de comida que van a traer —explica desde el otro lado del mostrador de la recepción.

Por un momento me invade la curiosidad y no puedo evitar preguntar por Claudia, la secretaria del lugar. Y es que pensé que ella estaría aquí, pero me doy cuenta de que no, porque al llamarme para quedarme, quiere decir que no ha venido, ni vendrá.

—Hoy es su día libre y me da pena molestarla porque sé que aprovecha el tiempo para estar con su hijo —comenta con suavidad.

—Oh, entiendo —musito mientras tomo asiento en el sofá que tengo al lado.

—Puedes quedarte aquí o si gustas ve al patio con los perros, aunque te recomiendo lo primero porque a veces no se suele escuchar el timbre desde allá afuera por los ladridos. 

—Eso haré, gracias.

—Me escribes cualquier problema o duda que haya —sugiere con afabilidad. Toma su abrigo del colgador que está en la pared y busca sus llaves en el bolsillo para luego marcharse.

Me siento afortunado de haber traído un libro nuevo para poder vencer el aburrimiento en la espera del repartidor de comida. Y es que, como dice Sigrid: «No hay mejor compañero, que un buen libro». Lo confirmo. Además, gracias a ella adquirí un hábito de lectura. Cuando era pequeño, Sigrid me compraba cuentos y fábulas para que pudiera distraerme y no caer en las garras del PlayStation como mi hermano.

Una hora después de que Paul se marcha, tocan el timbre del lugar. Dejo mi libro, poniendo el separador de página para no perder mi avance y camino hacia la entrada para abrir la puerta.

—Hola, vengo a entregar unas bolsas de comida —explica un chico como de mi misma edad al otro lado del umbral. Abro por completo la puerta, haciéndome a un lado para dejarlo pasar.

—Sí, las deja aquí, por favor. —Señalo un espacio considerable que hay al lado de la puerta y él asiente como respuesta.

Son tres bolsas grandes de comida para gatos y perros las que baja de un pequeño camión repartidor blanco y las coloca donde le indico. Me aseguro de que todas estén en buen estado y regreso con él hasta el patio, donde se encuentra el camión.

Me hace una señal con la mano para que me acerque y firme su lista donde está estructurado cada pedido que debe repartir. Le doy las gracias y me encamino de nuevo al interior del local. Retomo mi lectura, hundiéndome en el cómodo sofá, hasta que de pronto, mi móvil vibra y lo deslizo en el bolsillo de mi pantalón para revisar aquella notificación que ha llegado. Hay un mensaje de Christhoper y de Estefano.


Christhoperwood: Descuida. No tienes por qué darme explicaciones.


«Creo que me leyó el pensamiento», me digo, volviendo a releer el mensaje que la verdad, me ha desconcertado un poco. Ahora no entiendo el motivo para que reaccione así tan cortante.

Ante la poca incomodidad que me genera su seca respuesta, decido dejarlo en «visto» y salgo del chat. Antes de bloquear la pantalla del móvil le respondo a Estefano que me ha confirmado los planes para la tarde de hoy: ir por unas hamburguesas a McDonald's.

Por la tarde tomo el autobús para ir al encuentro de mi hermano al McDonald's más cercano del centro de la ciudad. Estefano me dijo que ese sería nuestro punto de encuentro y que él llegaría lo más pronto posible, ya que el tráfico a estas horas es terrible y lo puedo confirmar cuando el bus se detiene cada medio minuto y hace que empiece a desesperarme porque quizá mi hermano ya está esperándome y no me gusta hacer esperar a las personas. La puntualidad para mí sí es importante.

Para disipar un poco mi aburrimiento, decido revisar el móvil. Hay actualizaciones de las historias de Christhoper, las cuales me animo a abrir y río al ver cada una de sus selfies graciosas que ha subido. Aprovecho para poner en mi historia una foto de la calle que capturo a través de la ventana del bus y al instante, él me responde. Entonces recuerdo que lo había dejado en «visto» desde la mañana.


Chisthoperwood: ¿A dónde vas?


Frunzo el ceño, interrogándome por su mensaje. ¿Acaso no había dicho que no quería que le diera explicaciones? Siendo así, ¿por qué debería decirle a dónde voy? No tiene sentido y tampoco soy un malcriado para responderle con un «¿qué te importa?», aunque las ganas de hacerlo me sobran.

Por el momento, solo escribo:


Nicolasarnez: Salgo un momento con mi hermano.


En fin, guardo mi móvil dentro de mi polera y me pongo de pie para caminar hacia la puerta de bajada cuando el bus llega a la parada que me corresponde. Al salir, camino con dirección al McDonald's que está a un par de cuadras de la parada. Las tiendas que se encuentran en esta calle iluminan mi paso con sus carteles electrónicos y pantallas de publicidad que tienen a su alrededor.

Al pasar por el umbral de la puerta principal del McDonald's, busco a mi hermano entre las mesas para saber dónde se ha ubicado, porque él ha llegado antes que yo. Me levanta la mano para hacerse notar. Se encuentra en una mesa que está al lado del ventanal que da hacia la calle.

—¡Hasta que por fin llegas, hombre! —exclama con divertida frustración. Alzo las cejas mientras me siento enfrente de él y le explico que el autobús se había atrasado por el tráfico que hay en el centro de la ciudad. Al menos sé que a él sí le puedo dar explicaciones de manera libre—. ¿Qué vas a pedir, hermanito? 

Le da un vistazo a su móvil y yo giro en mi asiento para observar el menú que está en la pared.

—Se me antoja una hamburguesa. —Entorno los ojos para alcanzar a leer las letras pequeñas que se vislumbran por la distancia. Cada día estoy más convencido de que necesito anteojos—. Luego... pediré un café afuera porque no me gusta tomar cosas heladas de noche y aquí solo hay gaseosa.

Estefano asiente.

—Creo que ordenaré lo mismo. —Se pone de pie—. Yo iré a pedir, ¿vale?

Sin dejarme responder, se encamina hacia la ventanilla donde está la chica que saca los pedidos y noto que la fila es considerable. Así que, saco mi móvil del bolsillo de mi polera y reviso el chat mientras espero a que regrese con la comida. Al desbloquear la pantalla no me sorprende ver un reciente mensaje de Christhoper.


Christhoperwood: Ah, ya.


Miro hacia las demás mesas que están a mí alrededor para distraerme un poco y pensar en un nuevo tema para continuar la conversación con él, porque un «Ah, ya» es una clara señal de que la conversación tiene un rumbo incierto. 

A veces el «visto» es una gran opción, pero no quiero usarlo. No obstante, y cuando vuelvo a observar al frente, mi atención es captada por una preciosa chica de piel canela y cabello ondulado.

«Vaya, vaya... Miren nomás con qué belleza nos encontramos aquí».

Quito mis ojos de ella cuando levanta la mirada. No me ha pillado viéndola, pero tampoco busco incomodarla con mi atención. Soy consciente de que hay personas que se sienten intimidadas y es por eso que trato de ser empático en estos casos. A mí no me gustaría que lo hiciesen conmigo. Porque sé que tampoco me gustaría que un extraño me viera con suma atención.

—¡Aquí está! —dice Estefano, llegando con los pedidos en una bandeja roja y provocándome un respingo del susto. Se me queda mirando como si hubiese visto a un extraterrestre recién llegado de Venus y yo solo me dedico a regresarle la mirada con desconcierto—. ¿Te encuentras bien? Te has puesto pálido.

Tras notar su expresión preocupada, le hago una señal para que se siente rápido. Tomo una larga bocanada de aire y me acerco a él para crear un círculo confidencial, como si de un operativo policial se tratase.

—Sí. Estoy bien. Solo que, hay una chica guapísima unas mesas más allá —inicio diciendo.

—Uy, tengo que verla —expresa con los ojos abiertos de una manera graciosa.

—Estefano, ni se te ocurra voltear de manera tan... —No termino de completar la oración y él ya está volteando la cabeza como la niña de la película El exorcista para mirar detrás de él—. ¡Estefano! 

Regresa mirada de inmediato cuando escucha mi chillido.

—¿Es la chica de cabello ondulado? —pregunta, confundido y asiento tapándome la cara de vergüenza por su acción—. Ya perdón, no te avergüences, ¿vale?

—Es que no entiendes. No quiero que se intimide.

—No creo que se intimide —contesta él con un mohín.

—Pues, si un loco la queda mirando fijamente, sí —indico.

—No si la mira un loco guapo como yo. —Muestra una sonrisa victoriosa y ruedo los ojos ante su ignorancia—. Mejor empecemos a comer que las hamburguesas se enfrían. 

—Me parece bien. Así desviamos nuestra atención lejos de ella.

Estefano enarca una ceja.

—Tengo una pregunta —manifiesta a la vez que le da el primer bocado a su hamburguesa.

—Lánzala.

—¿Por qué las chicas con cabello ondulado son la debilidad de los hombres Arnez?

Entrecierro los ojos y dejo de masticar.

—Es una muy buena pregunta. —Asiento antes de pasar lo que tengo en la boca—. Un claro ejemplo de eso es que, todas tus novias han tenido el cabello ondulado. Incluyendo a Narel, claro.

—Narel no es mi novia —recalca, dándome una mirada gélida.

—Pero te gusta.

—Pero no es mi novia, Nicolás —Se encoge de hombros y mira hacia otro lado. Al parecer, entre estos dos ha sucedido algo, mi mejor amiga también se comporta de manera extraña cuando le pregunto por Estefano. Y obviamente, tengo que averiguarlo—. Y sí, mis gustos se inclinan más por las chicas de cabello ondulado. Son preciosas.

No puedo decir lo mismo de mi parte. A pesar de que me atraen las chicas con cabello ondulado, no he tenido una relación con ninguna. Mi única relación fue la que tuve en séptimo grado, con una compañera de la escuela. Solo duró una semana, ya que luego ella me dejó para irse con el chico popular del salón. Eso me llevó a ser blanco de burlas por parte de los demás compañeros.

Sí, así de triste es mi vida.

—Sin embargo, creo que papá es la excepción entre nosotros dos —contesto, quitándole su Coca-Cola para darle un sorbo porque de pronto tengo sed. Él intenta protestar, pero guarda silencio y en lugar de eso, me quita una papa frita de mi cajita—. Como te seguía diciendo, mamá no era ondulada, pero papá sí. Quizá nuestro gusto haya sido heredado de ella.

—Tienes razón —responde—. ¿Te imaginas que hayamos tenido una hermana? A ella le hubiesen gustado los chicos con el cabello ondulado o con ondas, como Christhoper.

No sé por qué, pero al oír ese nombre, me atraganto con la hamburguesa y empiezo a toser con impaciencia para lograr pasar lo que se me ha obstruido en la garganta. Mi mayor miedo que tengo a la hora de comer se está haciendo presente y lo que más me preocupa en estos momentos, es morir asfixiado delante de muchas personas que quizá me deben estar mirando con preocupación. 

Estefano me ayuda, dándome unas cuantas palmadas en la espalda y eso parece funcionar porque al fin siento que puedo respirar.

—Vamos. Levanta los brazos, Nico —recomienda mi hermano y yo niego con la cabeza. No quiero obtener toda la atención de los comensales.

—Estoy bien. Ya pasó —le aseguro, inhalando y exhalando con fuerza para retomar mi ritmo respiratorio.

Al paso de unos minutos logro recuperar el apetito que perdí a causa del miedo. Cuando terminamos de comer, espero a que Estefano vaya a los servicios higiénicos y regrese para poder retirarnos. Mientras tanto, saco mi móvil y reviso los mensajes para recrear la mente y superar el incómodo momento que he vivido hace unos minutos. 

Ingreso al chat y carga un nuevo mensaje de Christhoper, en el cual me manda la foto de una pizza con la descripción: Yo también salí con una amiga.

No dudo en responderle, pues trato de buscar distracción en la conversación con él.


Nicolasarnez: Qué bueno que te hayas divertido.


Guardo mi móvil y me pongo de pie para caminar hacia la salida y esperar a mi hermano ahí. Estefano me busca con la mirada cuando regresa y al igual que él, le levanto la mano para que note mi presencia. Salimos del restaurante y me pide que lo acompañe a una tienda de Marvel que está a un par de cuadras de aquí. 

Ya en la tienda, Estefano comienza a buscar comics en la sección de Spiderman mientras yo observo unos muñecos del Capitán América, mi Avenger favorito. Claro que también me agrada Iron Man. No obstante, el Capitán América es uno de los personajes de Marvel con el que más he llegado a conectar, tanto en su historia, como en su personalidad. Es por eso que siempre será mi favorito.

—¿Te gusta? —pregunta mi hermano, poniéndose a la par mía. Asiento sin pensarlo y él me ofrece una sonrisa satisfecha antes de tomar una caja del estante—. Te lo regalo entonces.

—¿Qué? ¡No! ¡Estefano! —Trato de detenerlo.

—No voy a aceptar un no por respuesta, Nicolás —anuncia luego de haberle entregado la caja del muñeco a la chica que está atendiendo—. Eres mi hermano, déjame regalártelo.

—En serio, no es necesario —respondo, dándole una mirada rápida a la chica para que no concrete la compra.

—Voy a comprarlo —le confirma mi hermano, dándole el visto bueno para que pase el láser por el código de barras de la caja y finalice la operación. Luego, se encoge de hombros y añade—: Y si no lo quieres, me lo quedo yo.

Protestar no me sirve de nada. La cajera le entrega el pedido en una bolsa con motivos de Marvel y Estefano me la extiende con una sonrisa de boca cerrada. Ruedo los ojos y le regalo una sonrisa de boca cerrada como primer agradecimiento por su obsequio. Se me hace raro que me regalen algo sin que sea mi cumpleaños o Navidad.

—Gracias.

—Espero te guste, hermanito —contesta antes de pellizcarme una de mis mejillas, aún sabiendo que no me agrada que lo hagan. Mi piel es muy sensible.

Me sobo la mejilla con un gesto de dolor. 

—Joder. Sabía que esto no era gratis.

—Ay, tampoco exageres que lo he hecho suave —se defiende a la vez que revisa su móvil porque le acaba de llegar una notificación—. Marco y Christhoper vendrán a casa, hay que darnos prisa. Se quedarán en la mansión. Será una noche de chicos. ¿Quieres unirte? 

—No, gracias. —Niego con la cabeza. Aunque sé que no tengo planes esta noche, no deseo compartir con los amigos de Estefano y menos con Marco, que es el que poco o nada me cae.

Por otro lado, he recordado que tengo pendiente un maratón de Harry Potter. Así que, en realidad sí tengo planes esta noche. Nada mejor que una noche de películas, acompañado de la oscuridad de mi habitación y de una bolsa de snacks.

«Pues, prepárate, Nicolás, porque hoy te espera una larga noche», me anticipo.


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¡Hola a todos! ¿Cómo han estado? Quería comentarles que no había podido actualizar esta historia desde inicios de octubre, ya que también estuve actualizando «Arián» para darle un poco de progreso y promoción. Pero ahora sí quiero enfocarme en terminar de reeditar «Solo de los Dos» para que puedan disfrutar completa esta nueva versión.

De igual manera, les deseo que pasen una bonita Navidad con su familia. Y gracias por darle la oportunidad a esta historia. 




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