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By SPACELATINOS

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Eleanor tiene que aprender muchas cosas pero sobre todo a como no morir por las tendencias suicidas de su sob... More

introduction
graphics
prologue
━━━ act i
1. Eleanor Rigby
ii. Pésimas bienvenidas
iii. El niño que sobrevivió
iv. Momentos incómodos
v. Despedidas
vi. El corazón del dragón
vii. Cediendo
viii. Inesperado
ix. El perro negro
x. Investigación
xi. Mentiras
xii. La verdad siempre sale a la luz
xiii. Peter Pettigrew
xiv. El aullido del lobo
━━━ act ii
xv. Libertad
xvi. Juntos de nuevo
xvii. Pesadillas
xviii. El caos Weasley
xix. El campeonato de quidditch
xx. La marca tenebrosa
xxii. Bella durmiente
xxiii. Bertha Jorkins
xxiv. Ansiedad
xxv. Sospechas
xxvi. Cuando las mariposas aparecieron
xxvii. Cenas incómodas
xxviii. El apoyo
xxix. Enfermedad
xxx. Traidor
xxxi. Preguntas
xxxii. La maldición Potter
xxxiii. Impostor
xxxiv. Ha vuelto
xxxv. Priori incantatem
xxxvi. La crueldad de un Crouch
xxxvii. Número 12 de Grimmauld Place
xxxviii. Primera reunión y la misión de Eleanor
xxxix. El buen gancho de Eleanor
xl. Los celos están en el aire
xli. Rojo y azul
xlii. Fragilidad
xliii. Feminidad
xliv. La cita
xlv. Shell Cottage
xlvi. Confrontaciones
xlvii. Agridulce

xxi. Alastor Moody

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By SPACELATINOS



CAPÍTULO VEINTIUNO;
ALASTOR MOODY



Eleanor Potter se despertó cuando sólo llevaba unas pocas horas durmiendo, estaba segura de que ni siquiera estaba aún la luz del día iluminando la carpa.

Comenzó a guardar sus cosas usando su magia, guardó lo de su hermano Sirius y por último: desmontó la tienda. Su mente estaba ocupada en cierto Auror mientras que su cuerpo respondía a todas las acciones.

Recordaba la noche anterior con una pequeña sonrisa, si bien no había sido del todo alegre por el suceso que abrumó el campamento, estar con Ares la hizo sentir menos preocupada. No había pasado nada entre ellos de sólo unos besos y caricias. Lo suficiente para que sus mejillas estuvieran decoradas de sangre al pensarlo. Luego, se tuvo que ir porque no quería que su sobrino no la encontrara o aún peor, que pensara que algo le había sucedido aunque gran parte de ella hubiera deseado quedarse más tiempo con él.

No sabía hasta donde llegarían las cosas con el Auror, incluso dudaba mucho de poder tener una relación en el futuro sin evitar problemas con Sirius, Remus o el mismo Harry. Aunque era su decisión; no quería hacer algo que incomodara a su familia porque eso eran los mejores amigos de su hermano: su familia.

Dejó el cámping tan pronto como pudo dándole una última mirada a la tienda de los Crouch.

Eleanor de verdad le gustaba Ares Crouch. Incluso cuando era una inexperta en todos los temas relacionados con el "amor", ella sabía lo que sentía por él cada vez que lo veía. Su corazón se aceleraba y sus manos temblaban. Y sin razón alguna, siempre buscaba la forma de que sus miradas se encontraran.

Era un nuevo sentimiento que estaba experimentando y le gustaba que fuera con él.

Ares le demostraba que realmente le interesaba ella. Aún cuando él era una persona de sentimientos muy cerrada. Él lo intentaba. Y eso sólo aumentaba sus sentimientos por el Auror.

Había decidido, más por ella, que irían despacio. Luego de la noche anterior creyó haber sobrepasado la situación. Pero Eleanor sólo culpaba a la calentura y al atractivo hombre por ello, aunque la verdad no se arrepentía de nada y él mucho menos.

La joven azabache camino rumbo a donde se encontraría con el grupo de pelirrojos pero antes de poder llegar se topó con su sobrino siendo acompañado del resto. Al parecer, iban en la búsqueda de la azabache al igual que ella.

—¡Ellie! —dijo Harry, acercándose hasta ella—. Creímos que te quedarías con nosotros.

Harry demostraba preocupación en sus facciones y eso la hizo sentir mal. Después del terror que sufrieron con el ataque y el problema de la Marca Tenebrosa, no debía asustarlo de esa forma.

—Regresé a nuestra tienda por las cosas y me quedé dormida. —dijo Eleanor, en voz baja. Notó que los hermanos mayores: Bill, Charlie y Percy no se encontraban entre ellos. Imaginaba que habían usado el método de la Aparición para llegar a La Madriguera—. Iba a buscarte para irnos a ver a Sirius.

Harry asintió.

—Bueno, nosotros nos vamos antes de que Molly comience a colapsar. Nos vemos después. Cuídense. —dijo el señor Weasley, sonriéndoles con la bondad que lo distinguía.

Cada uno se fue despidiendo de los azabaches hasta finalmente quedar solo Eleanor y Harry, viendo a la familia Weasley desaparecer rumbo al páramo donde estaría su traslador.

—¿Listo? —le preguntó Eleanor a su sobrino.

Harry hizo una mueca al saber que usarían La Aparición.

—No tengo opción, ¿verdad?

—Vas aprendiendo, cariño. —respondió Eleanor, guiñándole un ojo.

Y tras tomar a su tía de la mano, ambos Potter desaparecieron del campamento.



La última semana antes de que los chicos partieran a Hogwarts fue pasando muy rápido mientras convivían con los Weasley. La Madriguera era como su segundo hogar y a la familia de pelirrojos no parecía molestarles en absoluto. Disfrutaban la compañía de los azabaches.

Por otro lado, las cosas en el Ministerio de Magia no estaban del todo tranquilas. No paraban de llegar vociferadores que no tardaban nada en estallar, muchos se quejaban de la poca seguridad que hubo en el Mundial de Quidditch. Y las cosas no mejoraron cuando al señor Weasley se le salió decir (poco tiempo después de que la Marca apareció en el bosque) que nadie había resultado herido y negándose a decir algo más. Información que Rita Skeeter (periodista de El Profeta) usó a su conveniencia y agregó mentiras como el de: rumores sobre supuestos cadáveres que dejó el ataque. Todos falsos, por supuesto.

El señor Weasley había pasado la mayor parte de la semana yendo al Ministerio, aún cuando estaba de vacaciones, como un intento para enmendar su error. Cosa que puso muy nerviosa a la señora Weasley, ciertamente no paraba de decir que la última vez que su esposo iba a trabajar cuando no debía era en los tiempos donde estaba Lord Voldemort.

Luego en último lugar, estaba la incógnita de la desaparición de Bertha Jorkins quién aún no encontraban. Pero había un motivo aún mayor que sobrepasaba al Ministerio y eso era El Torneo de los Tres Magos, acto que se llevaría acabo ese año en Hogwarts.

—Cómo me hubiera gustado que en nuestros tiempos lo hubieran hecho. ¡Qué envidia! —dijo Charlie, una día antes del regreso de los chicos al castillo.

—Lo dices como si tuvieras la oportunidad de quedar seleccionado. —dijo Bill, con los brazos cruzados y una sonrisa amenazando con tirar de sus labios—. Por otra parte, en mi caso, yo sin dudas quedaba.

—¿Disculpa? —rió Charlie—. Yo convivo día a día con dragones. Tengo más oportunidad de quedar que tú.

—Limpiar su mierda no te hace valiente, Charlie.

Charlie lo miró ofendido.

—¿Y qué me dices tú? —replicó el pelirrojo menor—. ¿Lanzarle hechizos a unas bóvedas te es más valiente? Te aseguró que no. ¡Cuando ellas no se defienden!

Fue el turno de Bill hacerse el ofendido.

—¡En eso no se basa mi trabajo!

—¡Pues el mío tampoco se trata de limpiar mierda, William!

El rumbo de la conversación fue volviéndose cada vez más acalorada y Eleanor, que estaba en la sala de La Madriguera, sentada frente a ellos, miraba a cada uno murmurando un bajo «¡Hombres!».

—Mejor hay que preguntarle a Elle. —ofreció Charlie, con las mejillas rojas—. Ella lo decidirá.

—De acuerdo. —aceptó Bill, girando a verla—. ¿Quién es más valiente, Elle?

Ambos hermanos la estaban mirando expectantes. La mirada del dragonalista era la más intensa, en un claro mensaje: «más te vale que digas que soy yo, Dorea Potter». Mientras que la de William era más relajada y paciente, cómo si realmente dijera: «Ya sé que dirás que soy yo». En cualquier momento ella hubiera contestado algo como: «son unos idiotas» pero en ese momento y por sus miradas, raramente creía que hablaban muy en serio.

Eleanor no imaginó que una pequeña conversación terminara tan personal por algo tan estúpido.

—No, a mi no me metan en sus problemas. —dijo Eleanor, sintiéndose presionada por los dos hermanos.

Charlie bufó.

—Sólo debes contestar, Elle. No es como si nos enojáramos contigo por decir que Bill no es valiente...

¡Oye! —chilló Bill, desde su lugar—. Los dos sabemos que dirá El.

Eleanor sonrió al ver la expresión del pelirrojo. Tenía su ceño fruncido y a pesar de que intentaba lucir enojado, no lo lograba y en su lugar, se veía adorable por la forma en como arrugaba la nariz.

La suerte estuvo de su lado cuando se vieron interrumpidos al ver a  los chicos bajar de las escaleras, salvándola de la incómoda respuesta de su muy estúpida conversación.  

—Vamos a jugar a quidditch en el huerto. —propuso Ron—. Vamos, seremos ustedes tres contra nosotros. 

—¡Yo juego! —dijo Eleanor, levantándose de su asiente en un salto rápido. Alejándose del drama de sus dos amigos.

—Entonces, Fred, George, Harry y yo... contra ustedes —señaló Ron.

Los mayores se miraron entre ellos antes de asentir a excepción de la joven azabache.

–No veo justo que juguemos juntos los tres contra ustedes...

–¡Por supuesto que sí! –la contradijo Fred a Eleanor–. ¡Somos buenos bateadores y con Harry tenemos al mejor buscador!

–Eso no lo pongo en duda pero... ¿el mejor buscador? No lo creo. –dijo Charlie, con el ceño fruncido–. No tengo que recordarles quien fue el mejor buscador en sus tiempos en Hogwarts.

Elle rodó los ojos divertida.

–No le hagas caso, cariño. —le dijo Eleanor a Harry que miraba al dragonalista con vergüenza—. Charlie sólo está celoso porque ya no es el mejor.

–¡No es cierto!

—Sí, claro. —se burló Bill.

—¿Te parece apostar? —ofreció George, encogiéndose de hombros—. No tienes nada que perder, Charlie.

—Exacto. —le siguió Fred—. Sí eres el mejor lo demostrarás.

—¿Acaso no aprendieron nada sobre lo que les dije de las apuestas? —les preguntó Eleanor, cruzada de brazos.

Los gemelos la miraron con inocencia y ella suspiró dándose por vencida cuando escuchó decir a su mejor amigo:

—¡Acepto!

—Genial. —dijeron al unísono los gemelos.

El grupo salió de la sala rumbo al huerto para jugar.

—No dijiste quien era más valiente. —le susurró Bill, cuando estaban agarrando las escobas. Eleanor lo miró con su ceja enarcada—. ¿Tengo que empezar a decirle a Charlie que soy yo?

—Cuidado, Billy. Ese nuevo ego puede subir por los cielos.

Bill sonrió. Se estaba volviendo imposible no hacerlo cada que estaba cerca de ella.

—¿Entonces?

Eleanor lo miró fijamente admirando por un momento el azul océano de sus orbes. Trasmitiéndole la paz que tanto le daba, como siempre. A través de sus pestañas translúcidas, no se cansaba de mirarlo. Él tampoco parecía dispuesto a dejar de hacerlo. Era una cercanía que desconocía que existiera entre ellos. Recordó las palabras que le dijo Nymphadora Tonks, tres años atrás «Lo mirabas mucho cuando estaban en Hogwarts». ¿Lo hacía realmente? Sus recuerdos estaban nublados.

Antes de poder decir algo, Eleanor le sonrió cálidamente y él se la devolvió con la misma calidez.

Quizá. —tarareó ella—. Nunca lo sabrás.

Apretó su agarre sobre la escoba y salió volando sobre ella dejando que la ráfaga de viento que dejó su despegue, sacara al pelirrojo de su ensoñación.

Las esquinas de sus labios se alzaron formándose en una sonrisa grande que mostraba su perfecta y radiante dentadura.

Desde el otro extremo del huerto escucho la voz de Eleanor reír con su hermano Charlie. Y él solo pudo pensar en dos palabras que no sabía si algún día podría decirlas en voz alta mientras la miraba desde allá abajo junto a su escoba.



Creo que me odiará después de esto. —dijo Harry, cuando volvieron de La Madriguera. Era muy noche y los dos estaban cansados, la mañana siguiente él se marcharía a Hogwarts para comenzar su cuarto año—. No se veía muy feliz cuando le pagó a Fred y George.

Charlie Weasley como era lo esperado, perdió su apuesta. Harry le ganó en quidditch a pesar de que el equipo de su tía había hecho más puntuaciones, no duraron mucho cuando el pequeño azabache atrapó la snitch dejando en ridículo al dragonalista. Y como buen perdedor, Charlie aceptó su derrota, no sin antes hacerle prometer a Harry una futura revancha donde el mayor "ya tendría más práctica" porque esa era su excusa, haber dejado de jugar por mucho tiempo.

Después del pequeño partido que tuvieron en el huerto de los Weasley. Eleanor y Harry cenaron con la familia y se despidieron de ellos con la condición de que mañana todos se reunirían en la estación para despedir a los chicos.

Bill y Charlie irían también pero con la excepción de que después se iría cada uno a su respectivo lugar de trabajo. Las vacaciones habían terminado.

—Ignóralo. Lo superará. —respondió Eleanor, sonriente.

Entraron al departamento siendo recibidos por un alegre Sirius Black. Traía un mandil de flores que Eleanor jamás había visto en su departamento, además de que sostenía un pastel de chocolate en sus manos extendiéndolo a los recién llegados. 

Eleanor y Harry se miraron frunciendo el ceño para volver a ver al animago.

—¿Qué se supone que es esto? —preguntó la joven, confundida.

—Se los he preparado. —dijo Sirius, entregándole el pastel a su ahijado, que lo recibió entre divertido y extrañado—. ¿Pueden creerlo? He cocinado y no he quemado nada. —agregó tarareando. Tenía una sonrisa enorme grabada en su rostro. No lo había visto tan contento antes.

—Gracias, Sirius. —dijo Harry—. Pero acabamos de cenar y...

Las comisuras de Sirius se fue ablandando y finalmente apretó los labios en una sonrisa forzada.

—Sí, claro. Qué tonto. —dijo Sirius en un susurro—. No importa. Mañana puedes comer antes de ir a Hogwarts.

Harry quería decir algo pero su tía lo detuvo apretando su hombro.

—Ve a tu cuarto, cariño. —le dijo Eleanor—. Anda. Debes descansar.

El chico asintió algo indeciso pero finalmente dejó el pastel en la mesa y se fue a su habitación dejando a los dos solos.

En ese momento Eleanor desvió su mirada, la cálida sonrisa que le había dado a su sobrino desapareció y se cruzó de brazos con cansancio.

—¿Qué ha pasado? —preguntó ella, sin rodeos.

Sirius se sentó en el sofá de la pequeña sala.

La azabache siguió sus movimientos. Tan decaídos y carentes de la falsa emoción que demostró momentos antes. Sus atractivas facciones se veían más cansadas. Como si el hecho de haber dejado de ser un fugitivo no le importara y creyera que lo seguía siendo.

Eleanor se sentó a su lado y acercó su mano hasta la suya.

—Habla conmigo. —le pidió en un susurro—. No puedo seguir fingiendo que no estás mal. No puedo, Sirius. Tienes que decirme que sucede y yo haré hasta lo imposible por ayudarte...

Él la interrumpió.

—No creo que puedas despertar a Artemis. —dijo Sirius, con la voz rota. Parecía que le doliera el sólo nombrarla—. No puedo verla allí. Ella no lo merecía, Elle. Debí haberme quedado cuando me lo pidió... yo debí...

Cualquier palabra que dijera en ese momento no arreglaría nada y Artemis seguiría en ese profundo sueño que se mantiene desde hace trece años. Por eso mismo Eleanor hizo lo único que creyó era más importante. Se quedó allí a su lado. Sosteniéndolo mientras él se rompía bajo su agarre.

Recogiendo pedazo tras pedazo que dejó Artemis Black.


No pudo dormir.

Estuvo haciéndole compañía a el animago hasta que finalmente quedó dormido.

Eleanor se mantuvo sentada velando su sueño.

Al menos eso intentó.

Un potente haz de luz en forma de ave rapaz apareció en medio de la madrugada en la oscura habitación. Las palabras fueron concisas.

«Ayuda. Intruso. Ven.»

La voz icónica voz del ex Auror Alastor Moody salieron del patronus corpóreo.

Ella era de las pocas personas que aún creía en la paranoia de su mentor. Por eso, aún sin haber dormido nada, no dudo en cambiarse y salir de su departamento lo más rápido que pudo para hacer una Aparición.

Ojoloco vivía en un barrio muggle por lo que utilizar el método mágico de la aparición, aún siendo de madrugada, era peligroso. No quería que algún muggle la viera y el Ministerio agregara un problema más a la enrome lista de espera. Por lo que hizo su aparición a unos metros de la casa de su maestro en un callejón.

Encendió la punta de su varita mágica para alumbrar su caminó. Cuando llegó hasta su casa pudo notar que uno de los contenedores de basura estaba en llamas. Estaban explotando.

En ese instante un frío recorrió su columna y sus manos comenzaron a sudar. La sensación de estar siendo vigilada se volvía una paranoia continua.

Una mano se poso sobre su hombro y ella estaba a punto de gritar cuando otra más grande tapó su boca. El aroma a pergamino nuevo y menta lo delató. Por el rabillo del ojo notó a Ares Crouch haciéndole una seña con su otra mano para que callara. Lentamente retiro su mano de los labios de la chica y vió del otro lado a un mago que ingresaba a la casa del ex Auror.

Era Amos Diggory, un empleado en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, un mago de aspecto extraño, su cabeza se asimilaba a un huevo y barba escasa de color castaño.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Eleanor a Ares, quisquillosa. Sabía de la amistad que mantenía con el Auror pero nunca creyó que fuera tan estrecha, como la que tenía con Rufus Scrimgeour—. ¿También te llamó a ti?

—Creo que esa pregunta debería devolvértela. —dijo Ares, entrecerrando los ojos hacia ella—. ¿Qué haces aquí?

—Alastor me envió un mensaje con urgencia.

—¿Y crees en él? —preguntó.

—Es Alastor. Por supuesto que lo hago. —dijo Eleanor, sin dudarlo un segundo—. ¿Tú no?

—Lo único que pienso en este instante es en el problema que se meterá si atacó a alguien.

—Él no... —Eleanor pareció pensarlo y decidió callar. La paranoia de su mentor era muy grande por lo que tenía todas las de perder al defenderlo. Frunció el ceño—. Comenzará un nuevo empleo en Hogwarts y no será bueno si en el Ministerio se enteran...

—Amos Diggory llegó antes y revisó todo. —dijo Ares, ignorando lo anterior—. Al parecer fue una falsa alarma. Lo más seguro fue que era un roedor asustadizo que andaba en los contenedores y eso lo volvió paranoico. Lo importante ahora es que debemos arreglar su desastre. El Ministerio lo sabrá y...

—Creo que será adecuado pedirle ayuda al señor Weasley. —dijo Eleanor, rápidamente—. Alastor confía en él y conociendo al señor Weasley, lo ayudará.

—¿El mismo señor que metió en problemas al Ministerio? —inquirió Ares, burlón.

—Skeeter añadió cosas inciertas. —lo defendió.

—No creo que sea bueno que el futuro de Moody esté en manos de un fanático de los muggles.

—Haz lo que quieras. —dijo Eleanor, finalmente—. Yo iré por el señor Weasley y los dos arreglaremos esto.

—No seas terca, Potter.

—¿Quién es el idiota de los dos? ¡Estoy tratando de buscar una solución! —dijo Eleanor, mordaz. Su mirada chocolate destilaba fuego—. ¿Acaso tienes una mejor?

Una batalla de miradas entre ambos Aurores se desató. Eleanor no permitiría que insinuara que Arthur Weasley estaba loco, no cuando había hecho mucho por ella y por Harry. Y Ares, tampoco dejaría que alguien más se encargara del problema. No confiaba en nadie externo a él.

—Ojoloco está bien. —interrumpió Amos Diggory. Viendo a la pareja con ligera sospecha e incomodidad—. Le he hablado a Arthur para que ayude en la situación. Lo mejor será que su departamento resuelva este caos.

Eleanor miró triunfadora a Ares que solo rodó los ojos. Ella eliminó su rastro de burla para dirigirse al señor Diggory.

—¿Pero Alastor está bien? Me gustaría hablar con él...

—Él está bien pero sólo quiere descansar. —respondió el señor Diggory. Tenía cara de resignación—. Los del Uso Indebido de la Magia no tardarán en llegar e invadir el lugar y tendremos que alejar a Rita Skeeter sino tendremos más problemas en el Ministerio. Sólo fue una falsa alarma.

Eleanor arrugó su nariz. Algo no le encajaba, era como un presentimiento.

Pero...

Ares la interrumpió.

—Es Alastor. Siempre se las arregla para darnos sustos. —dijo el Auror—. Tranquila. Él irá a Hogwarts y todo estará bien. ¿No dijiste que Arthur Weasley lo arreglaría todo?

—Y lo mantengo. —dijo muy segura—. Es sólo que no lo entiendo. ¿No se te hace raro?

—¿Qué alguien se acercó al patio de su casa en medio de la noche? Me parece más probable que fuera el roedor o un gato. —dijo Ares. También parecía tener la misma cara de resignación del señor Diggory—. Él no atacó a nadie y eso es lo importante.

Ella no estaba segura de aquello pero asintió aún con el presentimiento de que algo más sucedió para provocar aquella reacción de su maestro.

Nota de autora:

Me costó una vida poder terminar este capítulo tal y como yo quería. No se imaginan. En serio.

Pero aquí tienen.

Por cierrrrrto: He recibido muchos mensajes de ustedes, además de los comentarios que dejan, sobre lo mucho que les gusta esta novela. Me han sacado más de una lagrimita y eso es porque soy bien sentimental.

Muchas gracias por su apoyo y su amor, desde el fondo de mi corazón.

¡No dejen de votar y comentar que les parece! ¡Necesito leer sus teorías!

Millones de besos,
Fer 🍯

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