CIMIENTOS

Por edemirekly

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"- Les devuelves su alma...- Dijo Emily repentinamente- Es increíble lo que haces...- Añadió con una sonrisa... Más

Capítulo 1. La niña fantasma
Capítulo 3. Niños
Capítulo 4. Chopin
Capítulo 5. Desayuno de chicas
Capítulo 6. Rosas

Capítulo 2. Whitman

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Por edemirekly

Hotch los había convocado al día siguiente a primera hora, para una reunión de coordinación. Cuando Morgan llegó, todos estaban enfrascados ya alrededor de la mesa. Se disculpó brevemente y se sentó entre Rossi y J.J. Le dirigió una mirada fugaz a Emily que le devolvió una sonrisa comprensiva y rápidamente abrió la carpeta que tenía delante. En realidad, no se había perdido mucho teniendo en cuenta lo tarde que se había levantado. Había regresado de madrugada a su apartamento, sin haber podido apartar de su cabeza el enigma en que se había convertido aquella casa. Había barajado la opción de pedirle ayuda a García. Estaba seguro de que tardaría minutos en averiguar la identidad de los antiguos propietarios, pero de algún modo sentía que con ello perdería toda la magia que rodeaba el misterio.

Unos veinte minutos después, Hotch dio por concluida la sesión. Por fortuna en esta ocasión no se había extendido demasiado, y además no había ningún caso a la vista, lo que le daba algo de margen para comenzar con las obras. El estómago le dio un vuelco cuando pensó en ello. De algún modo, después de su experiencia en el desván, se había sentido tentado a no deshacerse de la casa. Era la primera vez que le ocurría algo así y no podía entender cómo le había afectado tanto leer los diarios de aquella niña fantasma.

-Oye, ¿Estás bien?

Morgan alzó la vista en dirección a la voz. Todos se habían marchado ya, y sólo quedaba él, aún sentado en la silla, y Emily, que lo miraba con cierta inquietud desde la puerta.

Se apresuró a incorporarse y se acercó a ella.

- Lo siento... Creo que realmente necesito un descanso...- Se disculpó cuando la tuvo frente a él.

Emily deslizó su mano sobre su hombro, en un gesto de comprensión.

- ¿Qué te ocurre?- Insistió ella. Lo conocía lo suficiente como para ser capaz de ver más allá de sus palabras- Sabes que puedes contármelo.

Morgan sonrió para sí mismo. Normalmente era él el que le recordaba que podía confiar en él. No dejaba de resultar irónico que ahora fuera ella quien pareciera genuinamente preocupada.

- No es nada... Sólo ese asunto de la casa que estoy restaurando... He estado pensando en quedarme con ella...- Confesó finalmente. Amplió su sonrisa cuando Emily dilató sus pupilas conteniendo la respiración. Estaba claro que no lo creía capaz de comprometerse ni siquiera con una casa.

- Oh...- Balbuceó ella en un vano intento de parecer natural- Debe ser un lugar increíble...

Derek se echó a reír. Su torpe modo de tratar de parecer comprensiva, no le estaba funcionando bien.

- Sí... Lo es...- Le aseguró él recuperando el habitual tono distendido de sus conversaciones- Tiene mucho carácter debajo de todo aquel polvo...Las habitaciones son amplias, las maderas son de calidad y tiene un gran jardín...- Continuó, divagando sobre los aspectos menos comprometidos de sus pesquisas- Tendré que deshacerme de algunas cosas, pero la mayoría de los muebles que quedan los podré restaurar... Tengo dudas con un piano... No sé si será recuperable.... En realidad no tengo ni idea de música, así que tendré que llamar a alguien que sepa del tema...

Emily lo escuchó atentamente, mientras en su mente imaginaba aquel lugar a través de los detalles que describía. Se detuvo en cuanto Morgan comenzó a hablar del piano.

- Tal vez pueda ayudarte con eso...- Se ofreció.

Derek estrechó sus ojos sobre ella.

- ¿Sabes afinar pianos?- Preguntó con diversión.

Ella hizo un gesto de negación y se encogió de hombros.

- No... Pero sé lo suficiente como para decirte si vale la pena afinarlo... - Respondió un poco ofendida por sus dudas. Lo vio cavilar como si no terminara de creérselo- ¿Olvidas de quien soy hija? Mi madre consideraba que "toda señorita debe aprender a tocar el piano...."- Añadió en una imitación perfecta de la embajadora.

Ahora el que estaba atónito era Derek. No podía imaginársela cediendo ante los deseos de su madre.

- ¿Y qué tal te fue?- Preguntó con verdadera curiosidad.

Ella entornó los ojos y resopló.

- La noche de mi "estreno" ante la alta sociedad, fue la última noche que me permitió tocar en público....Según dijo, no cumplí adecuadamente con sus expectativas... - Confesó con malicia.

De nuevo Morgan se echó a reír. No. Definitivamente la embajadora Prentiss no había conseguido que su rebelde hija acatara sus órdenes, lo que lo volvía a hacer dudar de su capacidad para verificar el estado del piano en cuestión.

Sin embargo, la idea de estar con ella a solas, alejados del ambiente laboral, no era una idea que le disgustara.

- Está bien. Esta tarde tengo que comprar algo de material para comenzar la obra ¿Qué te parece si te recojo después y le echas un vistazo?...

- ¿Estás seguro de que te fías de mi criterio?- Preguntó con sorna.

Morgan le pasó el brazo por encima de los hombros y la guió hacia la salida.

- No... Pero aceptaré cualquier excusa que me permita disfrutar de tu compañía...- Bromeó, ganándose un pequeño empujón de Emily.

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Tal y como había prometido, unas horas más tarde, Morgan la recogió en su apartamento. Emily se había cambiado de ropa y sustituido sus prendas habituales de trabajo por unos vaqueros, una blusa blanca de algodón y unas deportivas. El cabello recogido en una sencilla coleta, completaban su atuendo. Sin embargo, de todo el conjunto, Morgan se quedó con su expresión relajada y alegre.

La acompañó hasta el exterior del edificio de apartamentos, donde había dejado su camioneta. En un gesto exageradamente galante, le abrió la puerta. Entre risas, Emily se sentó en el asiento del copiloto y juntos se dirigieron hacia la casa.

Morgan se preocupó de mantener una conversación distendida durante el trayecto, de modo que en cuanto abandonaron el centro de la ciudad, Emily dejó de prestar atención a la carretera.

- Me pregunto...- Dijo repentinamente Morgan. Habían estado hablando de la casa, y de los planes que Derek tenía para ella, salpicado todo ello con las dudas sobre su venta- ¿Por qué te sorprendió tanto que esté pensando en quedarme con la casa...? ¿Crees que no soy capaz de comprometerme?

Emily parpadeó tratando de asimilar el alcance de sus palabras.

- Supongo que no te refieres sólo a la casa.... – Balbuceó un poco perpleja. ¿A qué había venido aquello? En lugar de responder, Morgan le dirigió una significativa mirada antes de volver sus ojos de nuevo hacia la carretera - ¿Por qué te interesa mi opinión?- Lo cuestionó con extrañeza.

Por primera vez Emily fijó sus ojos en la dirección que Morgan estaba tomando. Habían pasado un par de cruces sin que ella siquiera se percatara conscientemente, pero ahora el lugar comenzaba a resultarle más familiar de lo que hubiera deseado. Sin embargo, en ese momento sentía más curiosidad por las motivaciones de Derek que por el lugar hacia donde se dirigían.

- ¿Por qué me contestas con otra pregunta?- Bromeó él- Es el truco más viejo del mundo para evadir una respuesta....

Emily le dirigió una sonrisa autosuficiente.

- Yo podría acusarte de lo mismo.- Señaló ella alzando una ceja.

Morgan se mordió el labio, mirándola de reojo. Tenía que admitir que no era fácil vencerla en el terreno de la dialéctica.

- No me gustaría que te llevaras una idea errónea de mí...- Expuso Morgan en contestación a su pregunta- Sé que durante muchos años tuve esa fama de mujeriego... Pero esperaba que te dieras cuenta de que ya no soy así... - Continuó. Se dio cuenta de cómo Emily se enderezaba en su asiento, como si se sintiera incómoda. En ese momento Morgan se debatió entre hacer alguna broma que sirviera para que todo volviera a su zona de confort, o ir un poco más allá para comprobar su reacción- Lo que me lleva de nuevo a mi pregunta inicial... ¿Crees que no soy capaz de comprometerme?...- Concluyó optando por la segunda opción.

Emily carraspeó, en un intento de ganar tiempo. Sin embargo, el tiempo no transcurrió tan rápido como para que pudiera eludir el tema.

- No creo que no seas capaz de comprometerte...- Señaló en voz baja. Se obligó a mantener la mirada cuando Morgan se volvió de nuevo hacia ella por un par de segundos- En realidad lo que creo es que eres muy exigente con lo que buscas...- Añadió en un ejercicio de sinceridad- Pero estoy segura de que cuando tengas a la mujer adecuada delante de ti, lo sabrás....

Tan pronto tomó consciencia de la interpretación literal de sus palabras, apartó la vista hacia sus manos, regañándose a sí misma por su inoportuno comentario que la acababa de dejar en evidencia.

Morgan se mantuvo en silencio, lo que empeoró la situación. De reojo la observó. Las normalmente inmaculadas y pálidas mejillas de Emily ahora lucían un tono sonrosado que lo hizo sonreír. Sabía que ella no había tenido intención de realizar aquella insinuación, pero las palabras estaban dichas y nada podía cambiarlas.

- Ya estamos llegando...- Le advirtió él señalando hacia adelante.

Emily levantó entonces la vista y tan pronto lo hizo, su corazón comenzó a latir cada vez más rápido. Reconoció de inmediato aquella calle en concreto por la que ahora circulaban. Y se quedó congelada en su asiento, cuando Morgan aparcó delante de la casa de la que habían estado hablando durante todo aquel tiempo.

La casa que estaba restaurando.

La casa que estaba pensando en quedarse.

La casa donde ella se había criado de niña.

Sí, tal vez había viajado durante toda su infancia de un país a otro, especialmente a partir de su adolescencia; pero aquel lugar había sido el punto de partida. El primer hogar que recordaba. El lugar a donde siempre regresaban. El último lugar donde había convivido con su padre. El lugar que su madre decidió vender cuando se mudaron a Italia al cumplir Emily los catorce años.

- ¿Qué ocurre? ¿Tan horrible te parece?

Se volvió hacia Morgan, tratando de controlar su propia conmoción. ¿Qué debía hacer? ¿Decirle la verdad? ¿Confesarle que ni siquiera era capaz de explicar lo que había sentido al ver de nuevo aquella casa después de tantos años? ¿Entendería él que se pudiera sentir nostalgia y al mismo tiempo rechazo por el que había sido lo más parecido a un hogar que había tenido nunca? No había sido infeliz allí, pero tampoco había sido feliz. Cuando contemplaba su fachada, ahora deteriorada por el paso de los años, pero tan imponente y fría como siempre, sólo sentía desasosiego.

- No... Es espléndida, Derek... Has hecho una buena compra...- Acertó a decir. Sus palabras salieron con tal naturalidad, que casi estuvo a punto de creérselo ella misma.

- Bueno...- Sonrió él no demasiado convencido- Entonces, vamos allá.

Una vez estacionaron la camioneta en la entrada, pasada la reja exterior, Morgan la guió hasta la puerta. Emily lo siguió en medio de una sensación de irrealidad. ¿De verdad estaba ocurriendo aquello o estaba soñando?

Sus dudas se despejaron en cuanto entró en el gran salón y vio el piano de cola que lo presidía, semioculto bajo la sábana. Aquel piano con el que tocó en público por primera y última vez "Nocturno" de Chopin.

- ¿Qué te parece? ¿Me das tu opinión de experta?- Se burló Morgan, tirando de la sábana para dejar al descubierto el motivo de la presencia de Emily en la casa.

Ella le devolvió su mejor sonrisa forzada.

- Mi opinión de experta es que a primera vista necesita una buena limpieza...- Bromeó sin atreverse a acercarse a aquel piano frente al cual había pasado tantas horas.

Morgan se echó a reír y señaló hacia arriba.

- ¿Quieres ver antes el resto de la casa?

No quería hacerlo, pero al mismo tiempo no había otra cosa que deseara más en ese momento.

- Sí, claro...- Aceptó encaminándose directamente hacia la escalera de la segunda planta. En realidad, todo lo que le interesaba estaba allí.

Guiada innecesariamente por Morgan, subió los escalones. Incoherentemente, a medida que ascendía, sentía que se hundía más. No era algo físico, por supuesto, era un vacío en el corazón que no podía describir.

Una a una le mostró las habitaciones. Ni siquiera se atrevió a entrar en el que había sido el dormitorio de sus padres. Siguió a Morgan hasta la segunda. Él no lo sabía, pero aquella había sido la habitación de invitados. Por fin llegaron a su antigua habitación. Aún conservaba parte del papel rosa y blanco que había escogido su madre y que tanto detestaba. Nunca se había sentido cómoda allí. Todo allí lo había elegido su madre, hasta el más mínimo detalle. Por supuesto ahora no quedaba nada, pero por un momento, para Emily fue como si el pasado y el presente se mezclaran en una perfecta armonía.

Inevitablemente sus ojos se desviaron hacia la tabla del suelo que le había servido como escondite secreto. Seguía allí, inalterable a pesar del paso de los años. ¿Continuaría aún bajo ella, la llave del desván? Se volvió en aquella dirección, y dio un paso hacia las escaleras que llevaban hasta él, ignorando que Morgan aún se encontraba en el interior de la habitación hablando sobre sus planes para cada estancia.

- Ahí arriba hay un desván- Dijo éste a sus espaldas.

Su voz la devolvió a la realidad. No era extraño el desconcierto con el que la observaba. Él era el que debía guiarla por la casa en lugar de pasearse por ella como una sombra.

- Lo he supuesto...- Dijo Emily con una sonrisa- ¿Has subido?

Lo vio vacilar. ¿Qué le ocurría?. ¿Por qué de repente parecía tan incómodo?

- Sí...

Su voz insegura la hizo dudar.

- ¿Viste algún fantasma allá arriba?- Bromeó Emily, lo que no dejaba de ser una ironía, teniendo en cuenta que ella era la más indicada para contestar a aquella pregunta. Sin embargo, no tenía intención alguna de que Morgan se diera cuenta de lo afectada que estaba.

- No... Pero es un sitio extraño- Contestó de forma ambigua.

Emily frunció el ceño. No entendía absolutamente nada. Hasta donde podía asumir, no debía quedar nada de su antigua vida en aquel lugar.

Morgan dio un paso hacia ella, y fue lo que necesitó para terminar de subir las escaleras. La puerta estaba entrecerrada, y la llave en la cerradura. Alguien la había encontrado en algún momento.

Respiró hondo, empujó la puerta y abrió.

Se quedó sin aliento. ¿Cómo era posible que todo continuara en su lugar? ¿Es que nadie se había atrevido a tocar nada de lo que había allí?

Dio unos pasos hacia el interior, y se detuvo frente a la pared donde colgaban sus dibujos infantiles, tal y como había hecho Morgan el día anterior. Recordaba la mayor parte de ellos, aunque ahora los miraba con los ojos no sólo de una adulta sino de una criminóloga. Obligó a su mente a disociarse para poder mantenerse allí, de pie, entre sus viejos recuerdos. Estaba segura de que si no lo hacía, sus emociones la delatarían.

Morgan, por su parte, se mantuvo junto a la puerta, observándola con curiosidad mientras recorría la estancia. Se preguntó si todo aquello la perturbaría del mismo modo que a él. Trató de leer su expresión, pero le resultó indescifrable. Emily se movía con una insólita naturalidad, rozando con sus dedos los bordes de cada objeto frente al que se detenía. Su atención se centró entonces en la librería, de donde extrajo uno de los polvorientos libros y lo abrió. Morgan no supo de cuál se trataba hasta que la oyó recitar en voz alta.

-"Me miraste a los ojos, penetrando, en lo más profundo de mi alma. El cristal azul de tus pupilas, me mostraba, mi imagen reflejada"

- ¿Te gusta Whitman?- Preguntó Morgan con curiosidad. Estaba seguro de que a aquellas alturas Emily había llegado a las mismas conclusiones que él respecto a la dueña de aquellos libros. Se acercó a ella, que aún mantenía sus ojos en la página que acababa de leer, y se colocó a su lado.

Emily le devolvió una mirada enigmática.

- Era uno de los autores preferidos de mi padre... - Confesó, omitiendo deliberadamente que la mayor parte de los libros que había allí procedían de la biblioteca de su padre. Leer los libros de su padre era el único consuelo que había encontrado cuando él decidió abandonar a su familia. Apenas tenía once años y aunque era bastante más madura que la mayoría de las niñas de su edad, su mente racional no alcanzaba a comprender cómo alguien a quien idolatraba, había sido capaz de olvidarse tan fácilmente de ella.

Morgan la contempló. Bajo toda aquella fachada aparentemente imperturbable, podía percibir la tristeza que trataba de ocultar. Se preguntó si había sido buena idea permitirle subir hasta allí arriba. De repente parecía haberse apagado.

Volvió a dejar el libro en su lugar y se acercó a la ventana. Por supuesto, ya no quedaba rastro de las rosas que Fred, el jardinero, había cultivado con tanto amor. A veces se quedaba embelesada contemplándolas desde la ventana. Por un momento se vio a sí misma sentada allí, en la mecedora, tratando de protegerse de un mundo donde no encajaba. Por un momento, sintió lo mismo que sentía cuando era niña. Por un momento, las líneas del pasado y el presente se difuminaron fundiéndose en una.

- Creo que debería plantar rosas en el jardín...- Susurró Morgan a sus espaldas, recordando los versos que su niña misteriosa había escrito.

Y aquellas palabras fueron suficientes para que los muros de Emily se derrumbaran. Jadeó suavemente y cerró los ojos con fuerza, invadida por un sentimiento de profunda soledad imposible de soportar.

Abrió los ojos al sentir la mano de Morgan en su hombro, y apoyó la cabeza sobre ella.

- Emily.... – La llamó en voz baja por su nombre. Emily se volvió hacia él, en silencio. Tenía un nudo en el estómago que le impedía pronunciar una sola palabra. Suavemente, Morgan acarició su mejilla con sus dedos. Estaban tan cerca que podía sentir su aliento sobre su rostro- Estás llorando...

¿Lo estaba? Ni siquiera se había dado cuenta. Emily odiaba dar muestras de debilidad, y sin embargo en aquel momento, sentirse vulnerable era lo que único que le proporcionaba algo de paz.

- Emily...- Repitió de nuevo Morgan, cada vez más inquieto. ¿Tal vez había sido mala idea dejarla subir allí arriba? ¿Tal vez de algún modo se había identificado con la niña que aún parecía susurrar entre las paredes de aquel desván abandonado?

Ella dejó descansar sus manos sobre el pecho de Morgan, y lo miró a los ojos. Su voz y su tacto fueron un bálsamo cálido para su corazón. Su sola presencia la reconfortaba, la alejaba del dolor y de los malos recuerdos. Su sola presencia la devolvía a la vida, la hacía sentir segura y protegida, como si Morgan fuera un refugio que necesitara desesperadamente para escapar de aquella sensación de vacío.

- Bésame, Derek...

Él abrió los ojos, sorprendido. Era evidente que no esperaba una petición semejante. Y ella sabía que no era justo, que ni siquiera era adecuado ponerlo en aquel compromiso. Pero lejos de arrepentirse, volvió a insistir.

- Sé que quieres hacerlo desde hace tiempo...- Su voz se quebraba cada vez más a medida que hablaba- Los dos lo sabemos... Bésame, por favor....

Morgan profundizó en su mirada. Leyó en ella la desesperación, el dolor y al mismo tiempo el anhelo. En el fondo sabía que aquella no era la mejor idea, pero sus lágrimas eran más de lo que podía soportar, así que simplemente terminó de cerrar la distancia entre ellos con un beso mezcla de deseo y de consuelo.

Emily sintió que su corazón, detenido en el pasado, comenzaba de nuevo a latir y quiso más. Necesitaba más. Le dio acceso a su boca, y se exploraron mutuamente. Sus manos se abrieron paso a través de la camiseta de Derek, como si quisiera que sus cuerpos se fundieran en uno. Ya no importaba nada. Ni las normas, ni sus trabajos, ni siquiera importaba su amistad.

Y entonces Morgan la apartó.

Y la magia se rompió.

- No podemos hacer esto ahora, Emily...- Sus palabras fueron una disculpa a oídos de Emily, que jadeó con expresión frustrada. Sin embargo, no trato de insistir, sólo bajó la vista al suelo. A Derek no le costó advertir que se sentía avergonzada por su rechazo. Dio de nuevo un paso hacia ella- No puedo hacer esto aquí...- Le aclaró. Ella por fin levantó los ojos hacia él, sin terminar de comprender sus dudas. Derek señaló a su alrededor- Siento que este lugar pertenece aún a la niña que pasó tantas horas aquí... Sé que es absurdo... Pero me siento como si estuviera invadiendo su privacidad... Como si deshonrara su memoria...

Emily no sabía si llorar o si reír.

- Me estás rechazando por respeto a la niña del desván...- Concretó ella. No pudo evitar esbozar una sonrisa, a pesar de que sus ojos aún seguían brillantes. La paradoja de la situación resultaba tan enternecedora e inocente que fue incapaz de enfadarse con él.

No era la reacción que Morgan había esperado. Emily parecía más impresionada que ofendida.

- ¿No estás molesta?- Preguntó con preocupación. Tal vez no habían hecho el amor, pero era evidente que las cosas entre ellos habían cambiado de algún modo. Definitivamente habían cruzado la línea y eso tendría consecuencias.

- No Derek...- Emily dio un paso hacia él y rozó su antebrazo con suavidad- No estoy molesta...- Le aseguró sinceramente.

Pero él seguía sin estar convencido. Había visto el cambio en ella. Podía notar que a ella también la había afectado aquel pequeño espacio. Y creía tener una teoría sobre el motivo.

- Tú lo sentiste también... ¿Verdad?...Este lugar... Sus cosas...- Señaló hacia los libros- Creo que de algún modo te identificaste con ella...

Emily le dirigió una sonrisa condescendiente. ¿Se podía ser más dulce? Sintió una punzada de culpa por no sincerarse con él, pero Derek parecía tan fascinado con todo aquello que no se atrevió a revelarle una verdad que en realidad tampoco estaba preparada para afrontar.

- Anda... - Le instó mientras se dirigía hacia la puerta- Será mejor que volvamos a casa... Tengo un amigo que sabrá afinar ese piano...

- ¿Cómo sabes que puede arreglarse?- La cuestionó Morgan- Ni siquiera llegaste a tocarlo...

Emily se detuvo justo en el umbral y se volvió hacia él.

- Nunca necesité tocarlo para saberlo, Morgan...- Respondió de forma ambigua. Obvió decir que conocía perfectamente la calidad de aquel piano, regalo de boda de sus abuelos paternos a sus padres. Estaba completamente segura de que sólo necesitaba una puesta a punto- Venga... Regresemos antes de que anochezca...

Así lo hicieron. La vuelta a casa transcurrió en un silencio sosegado. Morgan dejó a Emily frente al edificio de apartamentos donde pocas horas antes la había recogido, y continuó hasta su propia casa.

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