Al borde del abismo

By GraineHesse

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León Nikolai era una gota más de las aguas del río que se dejaba arrastrar por la corriente. Adela Lynnette e... More

Al borde del abismo
Capítulo 1: De tantos otros
Capítulo 2: Como el viento
Capítulo 3: Y nada más
Capítulo 4: Tal vez nadie
Capítulo 5: Quizás, si
Capítulo 6: Mas bien, Patagonia

Capítulo 7: Adiós, Otoño

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By GraineHesse

9 de Julio del segundo año.


No podía pensar en nada, no era como si él quisiese hacerlo tampoco. Esa sensación de ingravidez había vuelto a apoderarse de su cuerpo, de su mente y sus sentidos. Era apenas algo más parecido a un espectro con algunas huellas de color, opaco como solo un papel podría serlo.

La ciudad bajo sus pies se había levantado minutos atrás, Lily se había despertado con el ruido de los autos, León ni si quiera se había percatado de ello, su vista se mantenía fija hacia el frente pero sin ver nada en realidad. La golondrina desteñida se acercó lentamente hacia donde estaba, sacó una mano de la manga de su bata color miel y la puso sobre los hombros de su hermano pequeño.


—¿Niko? —soltó suavemente—¿Niko? —, volvió a insistir sin respuesta a pesar de la temperatura de su mano.

Tuvo que agitar su hombro para que su hermano volviera en sí.

—¿Lil? —dijo al fin, volteando su rostro hacia ella— lo siento, Lil, ¿estás mejor?

—Lo estoy —respondió. —Niko, estoy para ti. No tienes que ocultar lo que sientes conmigo.


Lily se le quedó mirando, León asintió involuntariamente, tenía los ojos perdidos en alguna parte que ninguno de los hermanos conocía. Lily sin poder soportarlo más lo abrazó, lo hizo lo más fuerte que pudo pero no tuvo respuesta. Las lágrimas querían desbordarse de sus ojos ante la impotencia de no poder hacer realmente nada por él pero se dijo a si misma que al menos esta vez tenía que ser fuerte y ser su hombro.

Parpadeó, soltó un suspiro y por fin pudo sentir que salía de ese letargo. Aún después de haber leído el sobre del hospital, León no podía llorar. Y quería hacerlo. Tenía una nueva fuerza extraña, difusa en el pecho que poco a poco había trepado por su garganta hasta sus amígdalas y había apresado su voz, hasta hace unos instantes.

Segundos después del calor que había recibido de la golondrina, el malestar parecía retroceder de su lengua hasta su pecho de nuevo; Lily se levantó del suelo y disimuladamente secó sus párpados inferiores con sus mangas.

León se levantó del piso sosteniéndose de los muros y poco a poco volvió a sentir el frío bajo sus pies descalzos, no recordaba cómo había terminado en el balcón, lo último en su memoria era él acostado junto a su golondrina toda la madrugada sin lograr deshacerse si quiera por unos instantes de esa molesta sensación.

Lily se dirigió a la cocina con la intención de encender la estufa para desayunar.


—Toma una ducha rápida, tenemos que ir al entierro —dijo. —Ni me contradigas, ya te dije ayer que iré con o sin tu consentimiento.


Sin tener opción a responder, ni fuerzas en su mente para encontrar una razón convincente, León obedeció a su hermana mayor. No tenía ganas de contradecirla y aunque no se lo dijera, necesitaba a la antigua Lily hoy.

Quería pensar en qué haría con Lily, el hospital, su enfermedad... Pero los recuerdos del funeral continuaban deslizándose en su mente. Adela dentro de una caja, una color acacia. Adela sobre almohadas blancas. Adela con las manos sobre el pecho. Adela detrás de una placa de cristal.

Adela había tomado su lugar; ella lo había salvado, eso se hacía creer. Pero lo que realmente le atormentaba era que Adela se había ido creyendo que él la culpaba, que la odiaba cuando en realidad esas ideas estaban mucho más lejos de la verdad que él podía admitirse a sí mismo.

Golpeó un puño contra las baldosas, salpicando algunas gotas de agua a los ojos. Podía ver en los chorros de agua que dejaba correr, todo el tiempo que había dejado escapar voluntariamente, sin si quiera oponerse o tratar de detenerlo. Tampoco es que hubiera podido hacerlo.

Y era cuando pensaba en el tiempo cuando podía volver a enfocarse en Lily. No había podido hacer las paces con Adela, no le había dicho lo siento, no habían hecho todas esas cosas que pensaron mientras estaban trepados en la rama de un árbol; pero podía... Tenía... No dejaría que Lily se fuera tan fácilmente; era su tercer encuentro con la muerte, tal vez su última oportunidad.

Antes de salir, Lily le había obligado a tomar un vaso de leche tibia, luego de eso no habían cruzado más palabras. Se pusieron los abrigos y se los abotonaron ni bien salieron a la calle. A pesar que el invierno había empezado días atrás, recién ahora hacía sentir su presencia. Adiós, otoño, Lily pensó. Su estación predilecta del año se había marchado una vez más.

Lily le dio indicaciones al conductor del taxi que los había estado esperando; después de eso una insana inquietud pellizcaba su corazón. León Nikolai permanecía impávido cubierto por un velo de escarcha impenetrable, ante ese cuadro Lily no sabía si era prudente volver a hablar; quería decirle que aunque no conocía a aquella extraña chica, conocía el dolor. Que si a ella le cortaran, también sangraría color escarlata tanto como él.


—Estoy aquí, no lo olvides —dijo y apretó su mano, apenas asomando algo parecido a una sonrisa.


Lily lo dejó en la entrada y fue a comprar flores en la cabaña del estacionamiento. El olor a eucaliptos embargaba todo; cuando su nariz podía sentirlo sus pies volvían a posarse sobre el suelo. Desde el día ayer había sido así, huir por ratos de la realidad para luego ser forzado a volver por lo mundano que estaba a su alrededor.


—¿Por qué...?

—León...


Cuando al fin lograba desentumecer sus cuerdas vocales, ella lo había interrumpido con su molesta aguda voz; aunque seguramente no había sido su intención y había entonado lo más sutil que le había sido posible, le había arruinado su llegada al mundo físico.


—León, cuánto lo siento —dijo sin esperar a que él se volteará o dijera algo y por fin en silencio lo abrazó.


Conociéndola, solo la abrazó en un intento de que tal vez se fuera y lo dejara estar solo.

La chica de gabardina color berenjena, no lo haría; León se había escondido de ella, de todos en realidad, el día del funeral. Para él, pocas personas entendían el dolor que tenía, esta chica no era una de ellas. Nunca entendió del todo aquel enredo que acabó con dos personas que a León le importaba.

Nadia lo había visto desde que había llegado al lugar, con las manos dentro del abrigo, el cabello desordenado y mucho más jorobado de lo que acostumbraba.

Había intentado darle el pésame el día de ayer, pensaba que era algo tonto porque los dos habían roto hace un tiempo pero para ella, tanto León como Adela se mantuvieron leales el uno a otro desde sus guaridas.


—Oh, Dios... Las flores —dijo cuando se separó de él, tratando de estirar los pétalos de crisantemos con las yemas de los dedos.


Ella se había acercado porque para ella eran ese tipo de momentos cuando más necesitaban estar juntos, aunque él no se diera cuenta que tenían una amistad sincera.


—Siento mucho por tu pérdida, Nadia —Lily dijo cuando volvió de la tienda


Nadia solo asintió. Si león hubiera tenidos los pies sobre la hierba, hubiera refunfuñado para sus adentros por las palabras de su hermana.

León no escuchaba nada de lo que las dos jóvenes decían, pero sí el crujir del césped mientras caminaba, algunos grillos susurrando y el viento agitando las hojas de los eucaliptos que lo traían parcialmente de vuelta a la tierra.

Cuando se acercaban al lugar, León se dio cuenta que había más gente de la que León esperaba, tal como había sucedido en el funeral. Algunos los conocía, compañeros y profesores de la universidad; personas cubiertas de vestimentas oscuras pero ninguna negra, como ella hubiera querido. Unos pasos antes de llegar, Lily volvió a tomar su mano, se acercó a su oído y susurró.


—Estoy contigo. No lo olvides, estamos juntos, siempre.


Sin embargo no le dijo que aquellas palabras no tenían intención que fueran una promesa duradera.

No podía asegurarle que un día, eventualmente, también podrían llevársela. Nadie podía hacer una promesa como esa.

León ya tenía certeza en la verdad de esos pensamientos que no se dijeron, pero cuando la oía quería engañarse y creer que sería así.

A mitad de la ceremonia unos niños con ropas decoloradas y zurcidas en algunas partes se acercaban al grupo de gente; llevaban en sus manos unas flores extrañas bastante deterioradas por la falta de agua.


—¿Quiénes son? —Lily apenas murmuró.

—Niños del proyecto de voluntarios en el que estaba Adela, creo. Ayer no les dejaron pasar al velatorio —Nadia respondió.


Algunos de esos niños tan solo unos años mayores levantaron sobre sus hombros a los más pequeños para que pudiesen ver. De rato en rato les recordaban que debían guardar silencio. Algunos del grupo de adultos volteaban a verlos con una expresión indescifrable en el rostro.

Cuando el responso terminó, uno por uno se acercaron a dejar rosas sobre el ataúd. Incluso aquello niños se acercaron a dejar sus flores muertas.


—Qué pena que solo nosotros y esos niños hayamos traído crisantemos —dijo Nadia subiendo los hombros cuando se acercaban a la fila.


Lily giró a su hermano frente a su vista y con la mano intentó arreglar el desastre de su caballera.


—Al menos, tienes que lucir compuesto frente a ella ¿no crees? —dijo para después posar una de sus manos sobre su mejilla.


Respiró, mirándole realmente a los ojos por primera vez desde hace días y contestó.


—Sí, tienes razón.


Cuando se acercó el ataúd, ya estaba cerrado pero él podía recordarla exactamente descansando en él y no era la mejor memoria que tenía de ella. No podía despedirse para siempre con un recuerdo tan ordinario. La vida de Adela siempre había sido burbujeante, todo lo contrario a sencilla y tenía en ella tantos momentos de los que escoger.

Por qué tuviste que huir así, pensaba. Volvió a lanzar otro de los tantos suspiros que tendría ese día y guardó para sí el momento con el que decidiría despedirla.

Las personas seguían pasando en la fila mientras él había permanecido rezagado a un lado, vacilando aún con los crisantemos en las manos.

Los ojos llorosos del hermano menor de Adela posaban sus ojos sobre León, eso hizo que la madre de la chica que solía ser una cúpula de cristal pusiera atención en él.

Hacía bastante tiempo desde que lo había visto pero sabía que por él era que el hospital había llamado a casa trayéndole no tan inesperadas noticias.

No solo el hermano y la madre de Adela habían puesto la mirada en León, los extraños niños desde un rincón algo alejado ponían atención en él también como si quisieran recordar si lo conocían o no.

Sus miradas pusieron incómoda a Lily, León ni si quiera parecía notarlo.

Cuando todos terminaron de despedirse de Adela, León se tomó por fin un momento a solas, sin todos esos pares de ojos expectantes.

Se quedó mirando la tierra, la hierba, las flores.

¿De verdad no voy a volverte a ver? pensó. La ingravidez que había llenado su ser y cuidado su mente de toda esa angustia desaparecía poco a poco cuando se daba cuenta que nunca más sabría el sabor de sus labios, escucharía su voz o sentiría su respiración al dormir.

La muerte era muy extraña.

Nadie la comprende. Esa fuerza que golpea, no es la muerte. Podremos llamarlo dolor, ausencia, tristeza... Pero tan solo serán los efectos que hacen en aquellos que aún permanecen en este mundo. No se tiene forma de definirla sin separarla de nuestro existir.

León no la comprendería esta vez ni en mucho tiempo después, tal vez nunca.


—Adiós, Adela Lynette —dijo y una varita de crisantemos descendió rápidamente sobre el colchón de flores.


Ni una lágrima se coló por los ojos, ni si quiera los tenía húmedos. Aunque él lo hubiera querido.

Lily se acercó y lo tomó del brazo para retirarse pero fueron sorprendidos cuando esos niños corrieron hacia ellos, interceptándolos en medio del camino.


—¿Oye, Oye? ¿eres León? —dijo con una voz demasiado aguda.


Le habían descolocado. El entumecimiento parecía ceder.


—¡Sí, sí, lo es! —respondió otro, rompiendo el espacio personal de León.

—Lo soy —les dijo, sorprendiéndose a sí mismo por responder.

—¡Tom, Basil! —reprendió uno de los grandes. —No estén molestando a estas personas.

—¡No te das cuenta, Gabo! ¡Es León!

—¿Cómo conocen a mi hermano? —preguntó Lily inmediatamente.

—Adela dijo que algún día, te conoceríamos —dijo Basil, el más pequeño.

—Siiii, tenía razón, no mintió — continuó el otro.

—Vinimos a despedirnos de Adela —dijo el mayor al ver los extrañados rostros de León y Lily.

—Siii, queríamos que se fuera con sus flores.

—Las plantó con nosotros, son del refugio, dijo que una vez tú venías.


Los dos hermanos seguían escuchando extrañados a ese grupo de niños.


—Nos vamos ya, hasta luego —dijo Gabo, el mayor al no observar respuesta alguna.

—Tú vendrás, ¿sí? —preguntó Basil a León.

—Basil, ven ya —terminó el mayor, llevándoselos mientras todos seguían mirándolos, haciéndoles sentir incómodos.

—¿Qué fue eso? —dijo Lily, al fin.

—Vámonos.


Una vez León lo dijo, Lily tan solo lo siguió a la salida.


—León


Alguien más volvía a interrumpir en su camino.


—Disculpa, ¿nos darías unos momentos a solas? —dijo la mujer, refiriéndose a su hermana.

—No sabía si ibas a venir —continuó— pero lo traje por si acaso.


En sus manos tenía una caja de botas forrada con papel craft y retazos de encaje en las orillas.


—No hay otra persona a la que pueda darle estas costas. Mi hija... Ella vivía muy a su manera, claro que lo sabes. No sé por qué terminaron, me enteré bastante tarde.


León apenas podía prestar atención a las palabras de la madre de Adela, se esforzaba mucho en escucharla y en sostener la caja que había puesto en sus manos.


—Si hubiera sabido, yo... Yo hubiera intentado hablar con ella, en fin. A pesar de las cosas que hayan tenido, sé que fue muy feliz mientras estuvieron juntos. Yo... Te agradezco por eso...


Aquella lozana mujer parecía a punto de deshacerse


—Lo siento mucho, señora...

—¿Mami? —el hermano pequeño de Adela se acercaba preocupado. La madre de Adela se limpió los ojos rápido.

—Ve con papá, Octavio. Ahora vuelvo.

—Muchas gracias —atinó a decir.


La mujer asintió y se marchó tan silenciosamente como apareció, dejando en las manos de León Nikolai lo que tal vez era una caja de pandora.


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Saludos a los pocos que aún se pasan por aquí. A quién engaño xD Saludos fiel beta reader que me lees :v Ha transcurrido dos años desde la última vez que actualicé, lo sé, me pasé xD Aunque dije que tenía el bosquejo de los capítulos, entré en una etapa de mi vida con muchos cambios en la que emocionalmente me era difícil conectar con la historia para poder escribirla. Incluso empezada la cuarentena me era difícil porque todas mis ilusiones andan concentradas en el worldbuilding de una vieja historia que estoy reescribiendo.

No escribo cuando me siento obligada a hacerlo, siento que eso se trasmite y terminas odiando lo que escribes, pero me he propuesto ser más disciplinada y alcanzar de otro modo menos desgastante la sensación que necesito para entrar en el mood de esta historia.

Agradezo a todas las personitas que han preguntado por la actualización de esta historia y por supuesto, gracias por comprender. Espero que lo hayan disfrutado :)

Graine Hesse.

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