𝐋𝐎𝐒𝐓 | DRACO MALFOY | PRI...

By ducksandchips

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Cuando Narcissa y Lucius le piden a Annie que ayude a Draco a encontrar el camino hacia el Señor Oscuro, ella... More

Prólogo.
1. Un reencuentro expreso.
2. Extrañas miradas.
3. Un Draco distinto.
4. Diferente a los demás.
5. Conversación pendiente.
6. Fuera de lugar.
7. Visita a Hogsmeade.
8. Cuestión de confianza.
9. Un toque de atención.
10. Sensación de calma.
11. El partido de Quidditch.
12. Palabras atravesadas.
13. Noche de Halloween.
14. Celos.
15. Una confesión comprometida.
16. Bajo la lluvia.
17. Vacaciones de Navidad.
18. Un duro castigo.
20. La verdad tras las palabras.
21. Sin ser reconocida. [+18]
22. La promesa.
Epílogo.
NOTA.

19. Ejército acorralado.

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By ducksandchips

"Se puede vivir sin alma, mientras sigan funcionando el cerebro y el corazón. Pero no se puede tener conciencia de uno mismo, ni memoria, ni nada." — Remus Lupin

"Oscuridad.

Mi alma alberga una oscuridad que sabía que existía, pero jamás pensé que saldría a la luz tan pronto. Y así junto a la agonía.

No dejo de pensar en lo que tienen preparado para mí y no busco manera alguna de poder salir. ¿Por qué existió un Draco en el pasado al que le llenaba de orgullo que lo convirtiesen como a su padre?

Yo no quiero ser mortífago. Ser mortífago significa tener lealtad hasta morir, y yo lo único que quiero es ser algo que no he sido en mi corta existencia: libre.

Quiero coger a Annie y escondernos en cualquier parte del mundo. Ir a un sitio lejos de Londres y poder esconderla de toda la maldad que está a punto de estallar.

No estoy preparado para lidiar una guerra y mucho menos contra las personas con las que tantos años he convivido. Profesores, alumnos y todos aquellos que odié en su momento y ahora el único sentimiento que tenía era que no quería hacer daño ni matar a nadie.

Sin embargo, el señor oscuro no tiene esos planes para mí. No me puedo marchar con Annie, no nos podemos esconder y no tengo más opción que convertirme en mortífago y seguir las órdenes del señor oscuro si no quería morir en mi intento de negación."

La pluma negra descansa después de unos momentos de tensión sobre el trozo de pergamino envuelto en cuero. Los dedos de Draco la han apretado tanto mientras intentaba expresar sus sentimientos que casi la quiebra, sin medir del todo la fuerza que estaba empleando al aplastar la pluma contra el pergamino.

Un suspiro sale de sus labios y sin mirar, sus dedos se encuentran con el cabello de Annie. Era sedoso y suave, de un color castaño y muy, muy bonito. Desprendía un aroma que seguramente podría salir en su amortentia, ya que le volvía completamente loco.

Los libros de pociones están por todos lados, la única razón por la que Annie se ha quedado dormida en el sofá junto a él era porque estaban estudiando para el primer examen de TIMO, y la chica estaba lo suficientemente nerviosa como para estudiar a solas en su habitación.

Por la mañana le había pedido ayuda debido a que era uno de los mejores alumnos de la clase de Snape y, por ende, prometió ayudarla. Él siempre ha pensado que Annie no necesita a nadie para estudiar, pues lejos de ser una Ravenclaw, la chica se parecía muchísimo a la sangre sucia de Hermione Granger. Inteligente, eficaz y muy testaruda.

¿Cómo se iba a negar a ayudarla y verla dormir?

Los primeros rayos de sol aparecían por los grandes ventanales verdosos de la sala común, fastidiando al rubio. Se había tirado toda la noche sin dormir, escribiendo en su diario las pocas palabras que ha podido plasmar hasta entonces y viendo –en la mayoría de tiempo- a Annie dormir.

La chica era capaz de robar toda su atención pese a que necesitaba sacar todas sus emociones y pensamientos de su cabeza para entender, al menos un poco, que estaba preparado para convertirse en mortífago. La angustia era capaz de colarse por todos los rincones inéditos de su ser, incomodando al rubio y quitándole el aire por completo.

No quería arrastrar a Annie a un futuro devastador y lleno de miedo. Pensaba una y otra vez que ella había sufrido por la pérdida de su madre y no podía hacerle lo mismo con él. No podía hacerle vivir una vida en la que un paso en falso, y su vida fuese arrebatada a un toque de varita.

Pero no se podía alejar de ella.

Desde que la besó por primera vez, supo con firmeza que no iba a ser capaz de alejarse de ella ni un minuto más. Quería estar con ella. Quería cogerla de la mano en público, besarla en cualquier rincón del mundo y que todo el mundo supiera que el corazón de Draco Malfoy había sido descongelado por Annie Hyde.

Que todos estaban equivocados en pensar que Draco no tenía corazón.

Annie se removió lentamente y abrió sus ojos claros poco a poco, divisando a Draco pensativo a su lado, mientras que sus largos dedos seguían en la cabeza de la chica acariciándola. Una sonrisa nació lentamente en sus labios y su corazón palpitó con fluidez, mientras que intentaba averiguar qué pasaba por la cabeza del rubio.

Ella lo conocía desde que era pequeña, pero cada vez que Draco se abría más y más a ella, se daba cuenta que lo desconocía como persona. Siempre había conocido una fachada y un Draco Malfoy que solo existía para todos aquellos que Draco no quería que se adentrasen en su interior. Por miedo, o por lo que fuera.

¿En qué piensas? —El susurro de Annie logra que los pensamientos de la mente de Draco se esfumen y le dedique su total atención.

Se queda callado por un momento sin saber qué contestar. Tenía tanto que pensar que no sabía por dónde empezar.

En nada importante. —Murmura él con la voz ahogada.

Annie sabe que miente, pero no dice absolutamente nada, sino que se queda en su posición mientras que Draco sigue escurriendo sus largos y finos dedos por su cabello. Ésta corta el acto tan relajante que está teniendo el rubio hacia ella para incorporarse y mirar al chico. Acomoda sus mechones castaños detrás de sus orejas y se acerca al chico, ahora siendo ella quien acomoda los mechones rubios que caían por su cara y entorpecían los ojos azules del chico.

Sabes que puedes contarme lo que sea. —Los ojos de Annie encuentran a los de Draco, que, tras un vaivén de pensamientos, logra asentir lentamente y quedarse en silencio.

El silencio se acomoda entre los dos, pero no es incómodo para ninguno. La mano de Draco que antes estaba acariciando el pelo de Annie ahora la coge de la cintura y la acerca a él, sentándola encima de sus piernas.

A la chica le sorprende tal acto, y puede jurar que, si no llega a ser por la poca luz que desprende la chimenea, se podría ver claramente cómo sus mejillas se sonrojaban.

Ahora no quiero hablar. —Murmura el rubio y se acerca a ella, hasta tal punto que siente el roce ligero de ambas narices chocando.

Tras un leve giro, los labios de Draco encajaron perfectamente con los labios de Annie, que no se esperaba en absoluto que tomase la iniciativa con tanta seguridad.

Sin embargo, no se quejó.

Annie deslizó sus brazos por sus hombros y hundió sus dedos en los mechones rubios de él, mientras que, con sus ojos cerrados, disfrutaba de un beso que lograba transmitir tantas emociones para ambos.

Los labios de Annie se entreabrieron un poco para tomar una bocanada de aire una vez se hubo separado del chico, pegando su frente contra la de él y mirándole de cerca. Había muchas cosas que Annie adoraba hacer, pero si podía elegir hacer una por el resto de su vida, sería quedarse junto a él.

¿Estás más tranquila? —La voz masculina del chico resuena, ronca y baja. Solo para que ella sea capaz de escucharla.

¿Por el examen de TIMO de Snape? —Annie suelta aquella pregunta con un toque de gracia. Se separa un poco más de Draco parar mirarlo con dedicación y suelta un suspiro. — Supongo que sí. Lo llevo bien, solo me aterra que Snape sea tan retorcido como siempre y nos la juegue.

Era cierto. Aunque para muchos de Slytherin el profesor Severus era alguien a quien no temer, Annie sí lo hacía. Y ahora más que le estaba vigilando las espaldas, que sabía que él había sido quien le había puesto las clases particulares con Draco para ayudarla y que tenía un par de ojos en el colegio.

Si la chica ya se sentía presionada de por sí con sus padres mandándole cartas desde su hogar, ahora muchísimo más cuando Snape siempre le dedicaba una mirada de advertencia y parecía saber todos sus movimientos. Tenía miedo de que se supiera pronto que ella iba a ser una mortífaga más, que era la única hija de los Brooke y que todo había sido una mentira.

Todo menos sus sentimientos.

Te saldrá bien, ya lo verás. Eres una de las brujas más inteligentes que he conocido en mi vida.—Menciona Draco, quitándole un mechón castaño de su cara.

Annie alza su ceja, asomando una leve sonrisa.

La otra bruja más inteligente que conoces es Hermione Granger, ¿Verdad? —Le pregunta ella, a pesar de que sabe que su reacción puede variar: O tomárselo bien y reírse, o tomárselo a pecho y que eso los lleve a enfadarse.

No obstante, la armonía que había en los ojos de Draco no parecía ser interrumpida ni por ese comentario. Simplemente se rió, negó lentamente y miró a la chica. Su chica.

Es cierto que es una sangre sucia, pero no niego que es muy inteligente. Una cosa no quita la otra.

Annie alza las cejas, no va a discutir sobre el tema de la sangre sucia. Era demasiado temprano y todavía no había desayunado, así que sonrió lentamente y se quedó con lo bueno. Se acercó al rubio y besó sus labios nuevamente, pero separándose casi al instante, dejando a Draco con ganas de más.

Eh, ¿A dónde te crees que vas? —Le pregunta él, cogiéndola de la cintura para así obligarla a que no se separase de su lado.

Voy a darme una ducha y bajar a desayunar. —Dice ella, pero Draco no parece tener la intención de cooperar y dejarla marchar. — Hurón, te recuerdo que tenemos un examen dentro de tres horas.

Los ojos de Draco se amplían. ¿Qué había dicho?

¿Cómo me acabas de llamar? —Le pregunta, con un tono de advertencia. Annie se queda un poco congelada, pero tras la sonrisa que comienza a nacer de los labios de Draco, ella se intenta escapar sin éxito.

Draco la coge entre sus brazos y baja sus dedos hacia sus costados, donde aprieta y comienza a escuchar la risa melodiosa de Annie.

¡Perdón, no, para! ¡Me haces muchas cosquillas! —Dice Annie entre carcajada y carcajada, obligando a que él ría también como quizá nunca ha hecho en la vida. — ¡Era una broma! ¡Vas a despertar a toda la sala común!

Annie se logra escapar de sus brazos, obligando a Draco a levantarse del sofá y tras unas dos zancadas, volver a tenerla entre sus brazos y girarla para mirar como sus ojos claros estaban achinados mientras reía. La comisura de sus labios era amplia, mientras que junto a la sonrisa mostraba la parte favorita de Draco en Annie: su sonrisa.

Pues que se despierte. —Murmura él, tragando saliva y regulando la respiración del momento. — Me da igual.

Annie no es capaz de articular palabra cuando Draco le roba un beso que le quita el aliento. Él coge la cara de la chica con sus dos manos y la arropa, le da un beso tan cálido como apasionado, ambos sienten ese toque de electricidad pasar por todas sus venas. Al separarse, los ojos de Draco visualizaron con éxito la reacción que quería provocar en Annie, alejándose un poco y sin dejar de mirarla.

Será mejor que me dé una ducha. —Murmura ella, arrancándole una pequeña risa a Draco.

Tras despedirse con otro beso más corto, ella desaparece del lugar y lo primero que se le viene a la cabeza a Draco es una simple cosa: Él también necesitaba una ducha fría.

(...)

La oscuridad comenzaba a adueñarse de Hogwarts. Annie notaba cómo cada vez eran menos los alumnos que paseaban por los pasillos y era todo por un simple motivo: Dolores Umbridge.

De tan solo pensar en los castigos que aquella malvada mujer había sido capaz de hacerle a Annie, su vello se ponía de punta y tenía que borrar esa sensación que todavía sentía en toda su piel. Esa pequeña aguja traspasando su piel e hiriendo cada parte hasta formar una oración. Así una y otra vez.

A Draco no se le había olvidado cómo había encontrado a Annie aquella noche. De hecho, cada día que pasaba sentía la rabia crecer en su interior por una venganza que iba a cumplir. Fuera como fuera, iba a obligar a Dolores Umbridge a arrepentirse por lo que le había hecho a su chica.

Ajena a las intenciones de Draco, Annie se marchó en su rato libre hacia la sala de los menesteres, encontrándose ahí casi con todos los miembros de dicho ejército. La clase estaba dividida, pero hoy parecía que había un tema en común: Los Patronus.

Era algo sumamente difícil de hacer, sin embargo, Harry ya había conjurado a tres en lo que llevaban de curso, así que confiaban en que todos serían capaces con la ayuda del azabache el conseguir que de su varita saliera aquel conjuro tan difícil.

Recordad —La voz de Harry resuena en aquella sala vacía pero tan llena de personas interesadas en lo que está a punto de enseñar. — El patronus es un gran escudo de energía positiva que será capaz de ahuyentar a fuerzas poderosas como lo son los dementores.

Él se pasea por la sala, viendo la cara de intriga de todos sus amigos, incluída Annie.

Solo tenéis que pensar en un recuerdo que os haga feliz, el más feliz que tengáis. —La sonrisa de Harry nace con eso, mirando esperanzado a sus amigos que con certeza sabía que iban a conseguirlo. — Cuando conjuréis el patronus y tengáis el recuerdo bonito, lo habréis conseguido.

Todos parecen entusiasmados, incluso Neville, que ha conseguido hasta hace unos minutos que el encantamiento expelliarmus le saliera a la perfección.

Los alumnos comienzan a centrarse en esos recuerdos tan felices y a la vez, diciendo el encantamiento con la voz clara para intentar conseguirlo. Algunos son capaces de que su varita desprenda una pequeña esfera de luz blanca, pero nada más.

Annie está lo suficientemente concentrada con sus recuerdos felices cuando ve a una liebre encantadora pasearse por toda la sala.

¡Excelente, Luna! ¡Lo has conseguido! —Felicita Harry a la rubia, que mira con orgullo a su patronus mientras revolotea por la sala.

La castaña mira al frente y vuelve a conjurar el encantamiento, pero solo un flujo de energía positiva de color blanco corre de su varita, escasa y corta. Harry se percata de que le está costando y decide acercarse a ella con decisión.

¿Te ayudo? —Le pregunta, lo que Annie sonríe lentamente.

Creo que estoy un poco entretenida o no lo estoy haciendo bien —Murmura ella y mira a Harry, que le dedica media sonrisa.

Al principio es difícil, pero hazme caso que no tanto. Mira. —Harry se pone atrás de Annie, que un poco incómoda deja que el brazo del chico pase por el de ella y su mano abrace la de la chica, mientras que apunta firmemente con la varita hacia un punto. — Si no tienes la varita fija y directa hacia donde quieres convocarlo, el patronus no llegará a salir del todo.

Annie asiente, y no se percata de una mirada cubierta de curiosidad celos en la otra habitación: Ginny Weasley. Ésta, tras acordarse de un recuerdo precioso que tuvo con su familia en Egipto, logró convocar su patronus y ver que era nada más ni nada menos que un precioso caballo.

Casi todos sus amigos se encontraron impresionados de ver a un patronus de ese tamaño cabalgando por la sala, ella se sentía orgullosa de haberlo conseguido. Sin embargo, se giró y vio que Harry seguía a lo lejos con Annie, intentando enseñarle cómo conjurar su patronus.

Estás lista, Annie. Conjúralo. —Murmura Harry a su oído.

Annie quiere olvidar por un momento el acercamiento que tiene con ella, y cierra sus ojos para intentar acordarse de esos momentos felices que piensa acordarse con su familia. Sin embargo, su mente se va quedando en blanco hasta que lo único que se acuerda es de su encuentro con Draco esta mañana en la sala común.

¡Expecto patronus! —Dice Annie claramente, mientras que de su varita sale un rayo fuerte de luz y un lobo de pelaje blanco sale de su varita, dejando mudos a todos sus compañeros.

Precioso, elegante y enorme se pasea por la sala, logrando asustar a Neville a su paso. Sin embargo, no hace nada a nadie, solo logra deslumbrar a Annie.

Impresionante. —Murmura Harry, alejándose un poco de ella.

Mientras la clase en la sala de los menesteres seguía, en otra parte del castillo toda aquella energía positiva había desaparecido. Draco caminaba por las partes más oscuras del pasillo mientras que escondía su libreta de cuero debajo de su túnica.

Había pensado varias veces si ir o no ir a ver a Umbridge, pero sabía que era el momento ahora que Annie estaba ocupada haciendo vete tú a saber qué. Draco vio que era la oportunidad perfecta para usar la gran influencia de su familia con el ministerio e incluso con el señor oscuro para amenazar a la profesora.

Unos gritos se escucharon antes de que Draco pudiese llegar al despacho de Umbridge. Su vello se erizó y por un momento reconoció los gritos, pero se dio cuenta que no era Annie. La profesora estaba volviendo a torturar a otra alumna.

A paso lento, Draco se adentra en la puerta y tras abrirla un poco, puede ver cómo Crabble y Goyle cogían a Cho Chang y Umbridge se acercaba a ella con una poción en sus manos.

¡Por favor! ¡Yo no sé nada! —Lloriquea la chica, mientras que intenta lugar con el agarre de ambas serpientes venenosas.

Draco aprieta la mandíbula y observa como la profesora, sonriente, termina de acercarse a ella para obligarla a tragar lo que parece ser veritaserum a la fuerza.

Es lo mejor para todos, niña. Para ti, para mí... ahora dime la verdad. —La voz irritante de Umbridge resuena, mirando a la chica que parece querer vomitar, pero opta por tragar la poción asquerosa que la han obligado a tragar. — ¿Qué está tramando Harry Potter?

La sangre de Draco se hiela, mientras que recuerda la confesión que le había dicho Annie hace unas semanas: Que estaba implicada con San Potter en unas clases clandestinas en la sala de los menesteres.

Rezando para que Cho Chang no se vaya de la lengua, sabe que es completamente imposible cuando el veritaserum comienza a hacer efecto y ella comienza a contarle todo a Umbridge y la Brigada Inquisitorial.

Los pies de Draco se giran rápidamente y con el corazón a mil, sabe que debe encontrar la puerta de la sala de los menesteres para avisar a Annie que Umbridge iba para allá. Comenzó a correr y pensar lo que quería, rogando que la puerta se le apareciera antes de que los demás llegasen y se buscasen problemas.

Vamos, maldita puerta... ¡Aparece! —Exclama Draco, mientras que su pecho sube y baja.

Toca las paredes, pero la puerta de la sala de los menesteres no se aparece ante él.

Vaya, señor Malfoy, qué alegría verlo por aquí. —Diversos pasos y la voz irritante de Umbridge suena a las espaldas del rubio, que se queda parado y cierra sus ojos para así suspirar mientras todavía le sigue dando la espalda.

¿Qué busca, profesora Umbridge? —Le pregunta él, mientras que ella, con cierta sonrisa malévola, mira al chico.

Esperaba que lo supieras tú, aunque bueno, no me extrañaría que siguieras en la misma línea necia que tu padre. —Los puños de Draco se convierten en dos bolas, dejando sus nudillos blancos y rezando porque la puerta no se le aparezca a Umbridge. No a ella. — ¿Dices que es aquí, niña? —Umbridge se gira para mirar a Cho, que asiente lentamente y con una gran sonrisa de triunfo, saca su varita.

Draco da un paso hacia atrás para observar cómo de los labios de Umbridge sale el encantamiento de bombarda máxima y logra reventar la pared que separa el pasillo con la sala de los menesteres.

Annie se ha tenido que cubrir cuando Harry ha gritado que todos lo hicieran, pues había visto por el pequeño agujero cómo Umbridge y la Brigada Inquisitorial estaban a punto de reventar los muros de la manera más feroz.

La cabeza de la castaña se levanta lentamente, tosiendo y preguntándose con confusión que qué había pasado. Su estómago se hace un nudo cuando diferencia de todo el vestido rosa palo de la profesora Umbridge y sabe perfectamente que está en problemas.

Oh, no.

Pero ese no es el mayor de sus problemas.

Draco siente un nudo cuando ve a Annie con los demás como una vez le había confesado, sabía que estaba en problemas y que por culpa del veritaserum en Cho Chang, todos habían sido descubiertos.

Cuando la mirada de Annie se encontró con los ojos azules de Draco que se mantenía al lado de la Brigada Inquisitorial, un agujero se formó en su estómago y abrió su boca lentamente, sintiéndose traicionada.

Una simple pregunta apareció en su cabeza, comenzando a atormentarla:

¿Cómo había sido capaz de hacerle eso?  

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