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By SPACELATINOS

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Eleanor tiene que aprender muchas cosas pero sobre todo a como no morir por las tendencias suicidas de su sob... More

introduction
graphics
prologue
━━━ act i
1. Eleanor Rigby
ii. Pésimas bienvenidas
iii. El niño que sobrevivió
iv. Momentos incómodos
v. Despedidas
vi. El corazón del dragón
vii. Cediendo
viii. Inesperado
ix. El perro negro
x. Investigación
xi. Mentiras
xii. La verdad siempre sale a la luz
xiv. El aullido del lobo
━━━ act ii
xv. Libertad
xvi. Juntos de nuevo
xvii. Pesadillas
xviii. El caos Weasley
xix. El campeonato de quidditch
xx. La marca tenebrosa
xxi. Alastor Moody
xxii. Bella durmiente
xxiii. Bertha Jorkins
xxiv. Ansiedad
xxv. Sospechas
xxvi. Cuando las mariposas aparecieron
xxvii. Cenas incómodas
xxviii. El apoyo
xxix. Enfermedad
xxx. Traidor
xxxi. Preguntas
xxxii. La maldición Potter
xxxiii. Impostor
xxxiv. Ha vuelto
xxxv. Priori incantatem
xxxvi. La crueldad de un Crouch
xxxvii. Número 12 de Grimmauld Place
xxxviii. Primera reunión y la misión de Eleanor
xxxix. El buen gancho de Eleanor
xl. Los celos están en el aire
xli. Rojo y azul
xlii. Fragilidad
xliii. Feminidad
xliv. La cita
xlv. Shell Cottage
xlvi. Confrontaciones
xlvii. Agridulce

xiii. Peter Pettigrew

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By SPACELATINOS


CAPÍTULO TRECE;
PETER PETTIGREW




Nunca se había sentido tan sola desde que sus padres murieron a causa de viruela de dragón. No tenía muchos recuerdos de sus padres, había convivido tan sólo seis años de su vida con ellos, mucho menos que su hermano mayor, pero James siempre se encargó de mantener la imagen de sus padres intacta después de sus muertes.

Euphemia y Fleamont Potter amaron a sus hijos incondicionalmente, y por lo que Remus le contaba, ella era la viva imagen de su madre con el espíritu de su padre y eso no la hizo sentirse tan alejada de ambos. Quizá las cosas hubieran sido muy diferentes si ellos aún vivieran, quizá y con mucha suerte, su hermana nunca hubiera muerto también.

Molly Weasley y Andromeda Tonks fueron lo más cercano a un amor maternal que había dejado de sentir desde la falta de su propia madre. Y eso, también, la hizo sentir mejor.

Pensar en el odio de su sobrino y en la falta que le hizo en las fiestas navideñas, le sentó terrible.

Estaba sentada sola en el Caldero Chorreante con una rebanada de tarta de zanahoria y un chocolate caliente frente a ella, habían muy pocas personas en el lugar. Tom, el cantinero, había sentido una punzada al ver a la joven allí sola, parecía estar tan vulnerable rodeada de un ambiente tan poco familiar. Sin embargo, la miseria de Eleanor no comenzaba allí en aquella noche de navidad.

Después de terminar sus alimentos, salió del lugar para hacer una Aparición en el sitio que menos se imaginó ir en una noche como aquella.

El frío era de todo menos cálido, el abrigo que llevaba apenas la lograba calentar, su vestimenta no era la mejor para ese lugar, la helada noche atravesaba las medias negras que llevaba debajo de su falda.

Apuntó su varita a la altura de su hombro y en la punta salía una potente luz blanca que iluminaba su camino.

Los villancicos se escuchaban (para ella) a lo lejos mientras se adentraba en las penumbras, la vieja iglesia a un lado tenía sus luces encendidas y la sensación de volver a ser vigilada la embargó, parpadeó un poco mirando a sus lados en busca de algún extraño pero no había nadie además de la gente que vivía a unos metros y celebraban sus fiestas.

Al volver su mirada al camino sintió como si algo muy pesado estuviera oprimiendo su pecho, la misma sensación que había sentido hace doce años volvió, una afición que pesaba sobre su corazón y sus pulmones.

Eleanor no necesitó agacharse para poder leer las palabras talladas en un fino mármol blanco.

JAMES POTTER LILY POTTER

NACIDO EL 27 DE MARZO DE 1960 NACIDA EL 30 DE ENERO DE 1960
MURIÓ EL 31 DE OCTUBRE DE 1981 MURIÓ EL 31 DE OCTUBRE DE 1981

El último enemigo que debe ser destruido es la muerte.

Leyó cada palabra lentamente.

«Tan absurdo. Ellos ya no viven. Ya no están más.» pensó, miserable.

Las palabras vacías no podían disfrazar el hecho de que los restos de su hermano y cuñada estuvieran allí, descansando debajo de la nieve y la piedra, indiferentes, desconocidos. Y las lágrimas se le escaparon antes de que pudiera contenerlas, calientes al principio y congelándose en su rostro después, ¿había razones para limpiárselas, o de pretender más fortaleza? Las dejó caer, sus labios oprimidos fuertemente uno contra el otro, con la mirada baja hacia la espesa nieve escondiendo de su vista donde finalmente descansaban James y Lily, en sus huesos ahora, o convertidos en polvo, no sabiendo ni importándoles que Eleanor estuviera allí, sufriendo por su ausencia, viva, con el corazón acelerado y latiendo, gracias al sacrificio que ambos hicieron por mantenerlos vivos a ella y a Harry, un hijo que jamás llegó a disfrutarlos en su totalidad.

Allí en ese frío y solo lugar, lloró por todo lo que contenía, el desprecio en la mirada de su sobrino, la decepción que ocasionó conocer quién era Ares Crouch, la muerte de sus padres y la falta que le hacía tener a James a su lado. Lloró tanto que se acabaron sus lagrimas y sólo se quedó allí sin importarle que se congelara, hasta que amaneció horas después. Frente a su hermano y su esposa, deseando tenerlos un minuto más o decirle cuanta falta le hacían a su hijo... a ella.

Esa navidad en el Valle de Godric había sido la más triste que pudo haber vivido.


Los meses después de la navidad pasaron y sin noticias de Harry, sólo de su hermano Remus diciendo que su sobrino pudo hacer su primer patronus. Y otra carta que llegó casi una semana más tarde del partido de quidditch donde su sobrino y el equipo de Gryffindor habían ganado la copa desde que Charlie y ella dejaron Hogwarts, Eleanor se sintió feliz por Harry, aunque deseó que él le escribiera y le contara con sus propias palabras como se sentía, no lo hizo. El pergamino era de Remus diciendo que quizá estuvo equivocado todo ese tiempo y que debió haberla escuchado, por supuesto que no entendía a que se refería y él no tuvo la molestia de explicarse... hasta esa noche.

Acababa de llegar de sus clases en el ministerio totalmente cansada y con ganas de invernar toda una temporada cuando una luz atravesó su departamento, era un patronus en forma de un enorme lobo:

Casa de los gritos. Es importante. Ve ahora.

Eleanor no entendía que porque Alastor y Remus no eran mas concisos, nunca decían que era lo que sucedía. Solo le daban ordenes.

Cansada y muy preocupada dejó sus pertenencias para después tomar su varita y hacer una Aparición en Hogsmeade. El hombre lobo le había dicho que la casa, supuestamente embrujada, estaba conectada con el sauce boxeador que habitaba en Hogwarts.

No tenía un buen presentimiento pero Remus la necesitaba y no iba a abandonarlo.

¡Lumos! –susurró Eleanor, caminando hasta la entrada de la casa. La puerta no estaba cerrada por lo que al abrirla después de mirar a su alrededor y asegurar que nadie más la seguía, se adentro a la oscura habitación, estaba desierta, pero a la derecha había una puerta abierta que daba a un vestíbulo en sombras.
Observó las ventanas abiertas.

Posó la mirada en una silla de madera que estaba cerca suyo. La habían arrancado varios trozos y una pata.

En ese momento oyó un crujido y voces conocidas en lo alto. Tan en silencio como pudo, entró al vestíbulo y subió por la escalera, que se estaba desmoronando. Todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo, salvo el suelo, donde algo arrastrado escaleras arriba había una estela ancha y brillante.

Llegó hasta el oscuro descansillo.

¡Nox! –susurró y apagó la luz de su varita.

Solamente había una puerta abierta. Al dirigirse despacio hacia ella escuchó la voz que menos deseaba escuchar.

–¡Cállate imbécil! –gritó Severus Snape, descompuesto–. ¡No hables de lo que no comprendes! –escuchó unas chispas de lo que imaginó era su varita–. La venganza es muy dulce. –murmuró satisfecho–. ¡Habría dado un brazo por ser yo quien te capturara!

–Eres tú quien no comprende, Severus –dijo Sirius Black, gruñendo–. Mientras este muchacho meta su rata en el castillo, entraré en él sigilosamente.

–¿En el castillo? –preguntó Snape, con voz melosa–. No creo que tengamos que ir tan lejos. Lo único que tengo que hacer es llamar a los dementores en cuanto salgamos del sauce. Estarán encantados de verte, Black... Tanto que te darán un besito, me atrevería a decir...

–Tienes que escucharme. –dijo la voz, ahora, aterroriza de Black–. La rata, mira la rata...

–Vamos todos. –ordenó Snape. Unas cuerdas siendo arrastradas se escucharon–. Arrastraré al licántropo. Puede que los dementores lo besen a él también.

«No. A Lunático no.» pensó Eleanor, preocupada.

–El profesor Lupin ha tenido cientos de oportunidades de matarme a mí en este curso. ¡Incluso a mi tía! –explicó Harry–. Hemos estado a solas con él un montón de veces. Si es cómplice de Black, ¿por qué no nos mató?

–No me pidas que desentrañe la mente de un licántropo. –susurró Snape–. Quítate Potter.

–¡Da usted pena! –gritó su sobrino, iracundo–. ¡Se niega a escuchar sólo porque se burlaron de usted en el colegio!

–¡Silencio! ¡No permitiré que me hables así! –chilló Snape, más furioso que nunca–. ¡De tal palo tan astilla, Potter! ¡Acabo de salvarte el pellejo, tendrías que agradecérmelo de rodillas! ¡Te estaría bien empleado si te hubiera matado! Habrías muerto como tu padre, demasiado arrogante para desconfiar de Black. Ahora quítate de en medio o te quitaré yo. ¡Apártate, Potter!

Eleanor abrió la puerta de una sola patada y con su varita en alto, apuntando al profesor de pociones, habló:

¡Desmaius! –gritó Eleanor, aturdiendo al profesor.

Pero la suya no fue la única voz, Cassiopeia, Harry, Hermione y Ron habían gritado al mismo tiempo «¡Expelliarmus!» desarmándolo. Una ráfaga de aire lo empujó. Snape fue alzado en el aire y empujado contra la pared. Luego resbaló hasta el suelo, con un hilo de sangre que le brotaba de la cabeza. Estaba inconsciente.

–No tienen idea de cuanto había deseado hacer eso desde los once años. –murmuró Eleanor, con mucha satisfacción antes de mirar al hombre frente a ella. Tenía un aspecto sucio y demacrado, pero debajo de todo eso allí estaba el hombre atractivo que siempre fue. No dudo en lanzarse a sus brazos con la completa emoción de volver a recuperar a su hermano adoptivo. Sirius la correspondió de inmediato besando su coronilla–. Siempre mantuve la esperanza de que volveríamos a encontrarnos.

–Perdón por haberte aturdido. –dijo Black, tomando de las mejillas a la joven con cariño–. Estás tan preciosa y más grande desde la última vez.

–No te has perdido de mucho, ahora que estás aquí podemos recuperar el tiempo.

–¿Qué haces aquí? –preguntó Harry, sacando a su tía y padrino de su pequeño reencuentro–. ¿Cómo?

–Yo la llamé, Harry. –dijo Remus, cuando su ahijada terminó de ayudarlo a quitar las cuerdas con las que Snape lo había hechizado. Se había reincorporado con la ayuda de ella y Eleanor–. Por un momento creí que no llegarías a tiempo.

–¿Cuando te he fallado, Lunático?

–Aún no creo en ustedes, no sé como Eleanor lo hace. –confesó el azabache, dudoso.

–Entonces es hora de que ofrezcamos una prueba. –dijo Black, alejándose de la joven y acercándose al pelirrojo–. Muchacho, entrégame a Peter. Ya.

¿Peter? ¿Pettigrew? –preguntó Eleanor, confundida. Él supuestamente había muerto.

Larga historia. –le susurró Remus.

Ron apretó a Scabbers aún más fuertemente contra el pecho.

–Venga. –respondió débilmente–. ¿Quiere que me crea que escapó usted de Azkaban solo para atrapar a Scabbers? Quiero decir... –miró a Harry y a sus dos amigas en busca de apoyo–. De acuerdo, supongamos que Pettigrew pueda transformarse en rata... Hay millones de ratas. ¿Cómo sabía, estando en Akzaban, cuál era la que buscaba?

–¿Sabes, Sirius? Ésa es buena pregunta. –observó Lupin, volviéndose hacia Black y frunciendo ligeramente el entrecejo–. ¿Cómo supiste donde estaba?

Black metió dentro de la túnica una mano que parecía una garra y sacó una página arrugada de periódico, la alisó y se la enseñó a todos. Era la foto de Ron y su familia que había aparecido en el diario El Profeta el verano anterior. Sobre el hombro de Ron se encontraba Scabbers.

–¿Cómo lo conseguiste? –preguntó Eleanor a Sirius, estupefacta.

–Fudge. –explicó Black–. Cuando fue a inspeccionar Azkaban el año pasado, me dio el periódico. Y ahí estaba Peter, en primera plana... en el hombro de este chico. Lo reconocí enseguida. Cuántas veces lo vi transformarse. Y el pie de foto decía que el muchacho volvería a Hogwarts, donde estaba Harry...

–¡Dios mío! –dijo Lupin, en voz baja, mirando a Scabbers, luego la foto y otra vez a la rata–. Su pata delantera...

–No puede ser... –susurró Eleanor, con ambos ojos abiertos de par en par.

–¿Qué le ocurre? –preguntó Ron, poniéndose rojo.

–Le falta un dedo. –explicó Black.

–Claro. –dijo Lupin–. Sencillo... e ingenioso. ¿Se lo cortó él?

Maldito traidor. –dijo Eleanor, seria y colérica. Sirius y Remus tuvieron que sostenerla de los hombros para que no se abalanzara encima de Ron que ahora estaba más rojo, la ira de la tía de Harry le asustó–. ¡Nos traicionó y te culpó a ti! –chilló molesta con los dos hombres por no dejarla ir hasta él–. ¡Lo voy a matar!

–No, Eleanor. Harry necesita saber todo.

–Que sea rápido. –musitó retrocediendo sin quitarle la mirada a la rata que ahora temblaba en bajo el agarre del pelirrojo.

–Poco antes de transformarse. –siguió Sirius con la explicación mirando de vez en cuando a la azabache para que no lo matara antes que él pudiera hacerlo–. Cuando lo arrinconé, gritó para que toda la calle oyera que yo había traicionado a Lily y a James. Luego, para que no pudiera echarle ninguna maldición, abrió la calle con la varita en su espalda, mató a todos los que se encontraban a siete metros a la redonda y se metió a toda velocidad por la alcantarilla, con las demás ratas...

–¿Nunca lo has oído, Ron? –le preguntó Remus–. El mayor trozo que encontraron de Peter fue el dedo.

–Mire, seguramente Scabbers tuvo una pelea con otra rata, o algo así. Ha estado con mi familia desde siempre.

–Doce años exactamente ¿No te has preguntado nunca por qué vive tanto?

–Bueno, la hemos cuidado muy bien. –dijo Ron.

–Pero ahora no tiene muy buen aspecto, ¿verdad? –observó Lupin–. Apostaría que su salud empeoró cuando supo que Sirius se había escapado.

–¡La ha asustado ese gato loco! ¡Y Eleanor no deja de mirarlo de esa manera! –repuso Ron, señalando con la cabeza a Crookshansk, que seguía ronroneando en la cama y a Eleanor que apretaba su varita mágica con mucha fuerza.

«Pero no había sido así» pensó Harry inmediata mente. Scabbers ya tenía mal aspecto antes de encontrar a Crookshanks. Desde que Ron volvió de Egipto. Desde que Black escapó...

–Y más vale que me tenga miedo porque no tiene idea de lo que le haré tan solo lo sueltes. –amenazó la joven azabache con mirada asesina y Ron tragó saliva.

Black sonrió orgullosamente a la Potter antes de mirar nuevamente a Ron. –Este gato no está loco –dijo con voz ronca. Alargó una mano huesuda y acarició la cabeza mullida de Crookshanks–. Es el más inteligente que he visto en mi vida. Reconoció a Peter inmediatamente. Y cuando me encontró supo que yo no era un perro de verdad. Pasó un tiempo antes de que confiara en mí. Finalmente, me las arreglé para hacerle entender qué era lo que pretendía, y me ha estado ayudando...

–¿Qué quiere decir? –preguntó Hermione en voz baja.

–Intentó que Peter se me acercara, pero no pudo... Así que se apoderó de las contraseñas para entrar en la torre de Gryffindor. Según creo, las cogió de la mesilla de un muchacho...

–¡Ja! ¡Les dije que Neville no habría sido tan descuidado con eso! –dijo rápidamente Cassiopeia Black, luciendo orgullosa de su amigo.

Una sonrisa pequeña se formó en los labios de su padre al escucharla.

–Sin embargo, Peter se olió lo que ocurría y huyó. Este gato, ¿dicen que se llama Crookshanks?, me dijo que Peter había dejado sangre en las sábanas. Supongo que se mordió... Simular su propia muerte ya había resultado en otra ocasión.

–Un completo cobarde. –murmuró Eleanor, asqueada.

Estas palabras impresionaron a Harry y lo sacaron de su ensimismamiento.

–¿Y por qué fingió su muerte? –preguntó furioso– Porque sabía que usted lo quería matar; como mató a mis padres.

–No, Harry. –dijo Lupin.

–Y ahora ha venido para acabar con él.

–¡No seas ciego, Harry! ¡Mi papá te está explicando todo! –dijo Cassiopeia, tercamente.

–No Cassie, es verdad lo que dice Harry. –dijo Black, dirigiendo a Scabbers una mirada diabólica.

–Entonces yo tendría que haber permitido que Snape lo entregara. –gritó Harry.

–Harry –dijo Lupin, apresuradamente–, ¿No te das cuenta? Durante todo este tiempo todos hemos pensado que Sirius había traicionado a tus padres y que Peter lo había perseguido. Pero fue al revés, ¿no te das cuenta? Peter fue quien traicionó a tus padres. Sirius le siguió la pista y...

–¡Eso no es cierto! –gritó Harry–. ¡Era su guardián secreto! ¡Lo reconoció antes de que usted y Eleanor aparecieran! ¡Admitió que los mató!

Señalaba a Black, que negaba lentamente con la cabeza. Sus ojos hundidos brillaron de repente.

–Harry..., la verdad es que fue como si los hubiera matado yo –gruñó–. Persuadí a Lily y a James en el último momento de que utilizaran a Peter. Los persuadí de que lo utilizaran a él como guardián secreto y no a mí. Yo tengo la culpa, lo sé. La noche que murieron, Artemis mi esposa, sabía que algo malo pasaría, ella no me quiso decir que era porque no podía cambiar el destino. Ella era una vidente. Me rogó para que no acudiera esa noche a la casa de tus padres, yo presentía que algo iba a pasar. No podía vivir en un mundo sin tu padre, era mi mejor amigo y Eleanor, bueno, ella es una hermana pequeña. Nunca los hubiera abandonado y a pesar de las insistencias de mi esposa. Me fui. Me puse inmediatamente en camino hacia la casa de tus padres. Y cuando la vi destruida, a Eleanor llorando y sus cuerpos... me di cuenta de lo que Peter había hecho. Y de lo que había hecho yo. –su voz se quebró y miró a su hija con lagrimas en los ojos. Cassiopeia había contenido la respiración–. Fui a buscarlos porque tenía miedo de que ustedes fueran los siguientes... yo llegué muy tarde. La casa estaba igual que la de los padres de Harry. Artemis aún respiraba cuando la encontré... y-yo... fue mi culpa que ustedes crecieran sin nosotros. Lo lamento tanto, hija.

Eleanor quería decir en aquel momento, al escuchar el dolor de su hermano adoptivo, que su esposa estaba en San Mungo pero temía que aquello se saliera de control. Por lo que, con todo su dolor se calló una vez más ante la atenta mirada sospechosa del hombre lobo sobre ella.

–Es suficiente. –dijo Lupin, con una nota de acero en la voz que Harry no le había oído nunca–. Hay un medio infalible de demostrar lo que verdaderamente sucedió. Ron, entrégame la rata.

–¿Qué va a hacer con ella si se la doy? –preguntó Ron, con nerviosismo.

–Obligarla a transformarse. –respondió Lupin–. Si de verdad es sólo una rata, no sufrirá ningún daño.

Ron dudó.

–Haz lo que dice mi padrino, Ronald. –le ordenó Cassiopeia, con el rostro rojo.

Finalmente puso a Scanners en las manos del profesor Lupin. Scanners se puso a chillar sin parar; retorciéndose y agitandose. Sus ojos diminutos y negros parecían salirse de las órbitas.

–¿Preparados? –les preguntó Lupin a Eleanor y Sirius.

Black ya había recuperado la varita de Snape, que había caído en la cama. Los dos hermanos se aproximaron al hombre lobo y a la rata. Sus ojos húmedos parecían arder.

–¿Juntos? –preguntó Eleanor, en voz baja.

–Juntos. –respondió Remus, sujetando a Scabbers con una mano y la varita con la otra–. A la de tres. ¡Una, dos y... tres!

Un destello de luz azul y blanca salió de las tres varitas. Durante un momento Scabbers se quedó petrificada en el aire, torcida, en posición extraña. Ron gritó. La rata golpeó el suelo al caer. Hubo otro destello cegador y entonces...

Fue como ver la película acelerada del crecimiento de un árbol. Una cabeza brotó del suelo. Surgieron las piernas y los brazos. Al cabo de un instante, en el lugar de Scabbers se hallaba un hombre, encogido y retorciéndose las manos. Crookshanks bufaba y gruñía en la cama, con el pelo erizado.

Era un hombre muy bajito, apenas un poco más alto que Harry y Hermione. Tenía el pelo ralo y descolorido, con calva en la coronilla. Parecía encogido, como un gordo que hubiera adelgazado rápidamente. Su piel parecía roñosa, casi como la de Scabbers, y le quedaba algo de su anterior condición roedora en lo puntiagudo de la nariz y en los ojos pequeños y húmedos. Los miró a todos, respirando rápida y superficialmente.

Harry vio que sus ojos iban rápidamente hacia la puerta que Eleanor bloqueo enseguida.

–Hola, Peter –dijo Lupin, con voz amable, como si fuera normal que las ratas se convirtieran en antiguos compañeros de estudios–. Cuánto tiempo sin verte.

–Si...Sirius. Re...Remus –incluso la voz de Pettigrew era como de rata. Volvió a mirar a la puerta–. Amigos, queridos amigos...

Black levantó el brazo de la varita, pero Eleanor lo sujetó por la muñeca y le echó una mirada advertencia. Entonces se volvió a Pettigrew con voz ligera y despreocupada.

–Acabamos de tener una pequeña charla, Peter, sobre lo que sucedió la noche en que murieron Lily y James. Quizás te hayas perdido alguno de los detalles más interesantes mientras chillabas en la cama.

–Remus –dijo Pettigrew con voz entrecorta, y Eleanor vio gotas de sudor en su pálido rostro–, no lo creerás, ¿verdad? Intentó matarme a mí...

–Eso es lo que hemos oído –dijo Lupin, fríamente–. Me gustaría aclarar contigo un par de puntos, Peter; si fueran tan...

–¡Ha venido porque otra vez quiere matarme! –chilló Pettigrew, señalando a Black, y Eleanor vio que utilizaba el dedo corazón porque le faltaba el índice–. ¡Mató a Lily y a James, y ahora quiere matarme a mí...! ¡Tienes que protegerme, Remus!

El rostro de Black semejaba más que nunca una calavera, mientras miraba a Peter Pettigrew con sus ojos insondables.

–Nadie intentará matarte antes de que aclaremos algunos puntos.

–¿Aclarar puntos? –chilló Pettigrew, mirando una vez más a su alrededor; hacia las ventanas cegadas y hacia la única puerta–. ¡Sabía que me perseguiría! ¡Sabía que volvería a buscarme! ¡He temido este momento durante doce años!

–¿Sabías que Sirius se escaparía de Azkaban cuando nadie lo había conseguido hasta ahora? –preguntó Lupin, frunciendo el entrecejo.

–¡Tiene poderes oscuros con los que los demás solo podemos soñar! –chilló Pettigrew, con voz aguda–. ¿Cómo, si no, iba a salir de allí? Supongo que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado le enseñó algunos trucos.

Black comenzó a sacudirse con una risa triste y horrible que llenó la habitación.

–¿Qué Voldemort me enseñó trucos? –dijo y Peter Pettigrew retrocedió como si Black acabara de blandir un látigo en su dirección–. ¿Qué te ocurre? ¿Te asustas al oír el nombre de tu antiguo amor? –preguntó Black–. No te culpo, Peter. Sus secuaces no están muy contentos de ti, ¿verdad?

–No sé... qué quieres decir, Sirius –murmuró Pettigrew, respirando más aprisa aún. Todo su rostro brillaba de sudor.

–No te has estado ocultando durante doce años de mí –dijo Sirius–. Te has estado ocultando de los viejos seguidores de Voldemort. En Azkaban oí cosas. Todos piensan que si no estás muerto, deberías aclararles algunas dudas. Les he oído gritar en sueños todo tipo de cosas. Cosas como que el traidor les había traicionado. Voldemort acudió a la casa de los Potter por indicación tuya y allí conoció la derrota. Y no todos los seguidores de Voldemort han terminado en Azkaban, ¿verdad? Aún quedan muchos libres, esperando su oportunidad, fingiendo arrepentimiento... Si supieran que sigues vivo...

–No entiendo de qué hablas... –dijo de nuevo Pettigrew, con voz más chillona que nunca. Se secó la cara con la manga y miró a Lupin–. No creerás nada de eso, de esa locura...

–Tengo que admitir; Peter, que me cuesta comprender por qué un hombre inocente se pasa doce años convertidos en rata.

–¡Inocente, pero asustado! Si los seguidores de Voldemort me persiguen es porque yo metí en Azkaban a uno de sus mejores hombres: el espía Sirius Black.

El rostro de Black se contorsionó.

–¿Cómo te atreves? –gruñó, y su voz se asemejó de repente a la del perro enorme que había sido–. ¿Yo, espía de Voldemort? ¿Cuándo he husmeado yo a los que eran más fuertes y poderosos? Pero tú, Peter... no entiendo cómo no comprendí desde el primer momento que eras tú el espía. Siempre te gustó tener amigos corpulentos para que te protegieran, ¿verdad? Ese papel lo hicimos nosotros: Remus y yo... y James...

Pettigrew volvió a secarse el rostro; le faltaba el aire.

–¿Yo, espía...? Estás loco. No sé como puedes decir...

–Lily y James te nombraron guardián secreto sólo porque yo se lo recomendé. – susurró Black, con tanto odio que Pettigrew retrocedió–. Pensé que era una idea perfecta... una trampa. Voldemort iría tras de mí, nunca pensaría que los Potter utilizarían a alguien débil y mediocre como tú... Sin duda fue el mejor momento de tu miserable vida, cuando le dijiste a Voldemort que podías entregarle a los Potter.

Pettigrew murmuraba cosas, aturdido. Eleanor captó palabras como «inverosímil» y «locura», pero no podía dejar de fijarse sobre todo en el color ceniciento de la cara de Pettigrew y en la forma en seguía mirando las ventanas y la puerta.

–¿Profesor Lupin? –dijo Hermione, tímidamente–. ¿Puedo decir algo?

–Por supuesto, Hermione. –dijo Lupin, cortésmente.

–Pues bien, Scabbers..., quiero decir este... este hombre... ha estado durmiendo en el dormitorio de Harry durante tres años. Si trabaja para Quien-Usted-Sabe, ¿cómo es que nunca ha intentado hacerle daño?

–Eso es –dijo Pettigrew, con voz aguda, señalando a Hermione con la mano lisiada–. Gracias. ¿Lo ves, Remus? ¡Nunca le he hecho a Harry el más leve daño! ¿Por qué no se lo he hecho?

–Yo te diré por qué –dijo Black–. Porque no harías nada por nadie si no te reporta un beneficio. Voldemort lleva doce años escondido, dicen que está medio muerto. Tú no cometerías un asesinato delante de Albus Dumbledore por servir a una piltrafa de brujo que ha perdido todo su poder; ¿a que no? Tendrías que estar seguro de que es el más fuerte en el juego antes de volver a ponerte de su parte. ¿Para qué, si no, te alojaste en una familia de magos? Para poder estar informado, ¿verdad, Peter? Sólo por si tu viejo protector recuperaba las fuerzas y volvía a ser conveniente estar con él.

Pettigrew abrió y cerró la boca varias veces. Se había quedado sin habla.

–Eh... ¿Señor Black... Sirius? –preguntó tímidamente Hermione. A Black le sorprendió que lo interpelaran de esta manera, y miró a Hermione fijamente, como si nadie se hubiera dirigido a él con tal respeto en los últimos años–. Si no le importa que le pregunte, ¿cómo escapó usted de Azkaban? Si no empleó magia negra...

–¡Gracias! –dijo Pettigrew, asintiendo con la cabeza–. ¡Exacto! ¡Eso es precisamente lo que yo...!

Pero Lupin lo silenció con una mirada. Black fruncía ligeramente el entrecejo con los ojos puestos en Hermione, pero no como si estuviera enfadado con ella: más bien parecía meditar la respuesta.

–No sé cómo lo hice. –respondió–. Creo que la única razón por la que nunca perdí la cabeza era que pasaría con mis hijos y porque sabía que era inocente. No eran pensamientos agradables, así que los dementores no me lo podían absorber... Gracias a eso conservé la cordura y no olvidé quién era... Gracias a eso conservé mis poderes... así que cuando ya no pude aguantar más me convertí en perro. Los dementores son ciegos, como saben. –tragó saliva–. Se dirigen hacia la gente porque perciben sus emociones... Al convertirme en perro, notaron que mis sentimientos eran menos humanos, menos complejos, pero pensaron, claro, que estaba perdiendo la cabeza, como todo el mundo, así que no se preocuparon. Pero yo me encontraba débil, muy débil, y no tenía esperanza de alejarlos sin una varita. Entonces vi a Peter en aquella foto... comprendí que estaba en Hogwarts, con Harry... en una situación perfecta para actuar si oía decir que el Señor Tenebroso recuperaba fuerzas... –Pettigrew negó con la cabeza y movió la boca sin emitir sonido alguno, mirando a Black como hipnotizado–... Estaba dispuesto a hacerlo en cuanto estuviera seguro de sus aliados..., estaba dispuesto a entregarles a los dos últimos de los Potter. Si les entregaba a Harry, ¿quién se atrevería a pensar que había traicionado a Lord Voldemort? Lo recibirían con honores... Así que ya ven, tenía que hacer algo. Yo era el único que sabía que Peter estaba vivo...

Eleanor recordó la conversación con el señor Weasley: «los guardianes dicen que hacía tiempo que Black hablaba en sueños. Siempre decía las mismas palabras: "Está en Hogwarts."»

–Era como si alguien hubiera prendido una llama en mi cabeza, y los detentores no podían apagarla. No era un pensamiento agradable..., era una obsesión... pero me daba fuerzas, me aclaraba la mente. Por eso, una noche, cuando abrieron la puerta para dejarme la comida, salí entre ellos, en forma de perro. Les resulta tan difícil percibir las emociones animales que se confundieron. Estaba delgado, muy delgado... Lo bastante delgado para pasar a través de los barrotes. Nadé como un perro. Viajé hacia el norte... –miró a la joven azabache y sonrió nostálgico–. Escuché una vez a Fudge hablando con Scrimgeour de ti, que eras una excelente aprendiz en el departamento de Aurores, por lo que me arriesgué a esperar a que salieras del ministerio, te vi a lo lejos pero necesitaba hablar contigo por eso te vigilé esa noche hasta que llegaras al departamento... te seguí y como la característica Potter que eres, me querias dar un hogar... volver a verte fue un golpe duro. Tan idéntica a tu madre... –suspiró entonces–. Cuando escuché que venían, tuve que escapar antes de que sospecharan de mi... por eso te tuve que aturdir. No quería que entrarás en pánico. Me fui antes de que los Aurores llegaran y viaje hacia el norte y me metí en Hogwarts con la forma de perro... He vivido en el bosque desde entonces... menos cuando iba a ver el partido de quidditch, claro... Vuelas tan bien como tu padre, Harry... –miró al muchacho, que esta vez no apartó la vista–. Créeme –añadió Black–. Créeme. Nunca traicioné a James y a Lily. Antes habría muerto.

Y Harry lo creyó. Asintió con la cabeza, con un nudo en la garganta.

–¡No!

Pettigrew se había arrodillado, como si el gesto de asentimiento de Harry hubiera sido su propia sentencia de muerte. Fue arrastrandose de rodillas, humillándose, con las manos unidas en actitud de rezo.

–Sirius, soy yo, soy Peter... tu amigo. No..., tú no...

Black amagó un puntapié y Pettigrew retrocedió.

–Ya hay bastante suciedad en mi túnica sin que tú la toques.

–¡Remus! –chilló Pettigrew volviéndose hacia Lupin, retorciéndose ante él, implorante–, Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el plan?

–No si creía que el espía era yo, Peter. –dijo Lupin–, Supongo que por eso no me lo contaste, Sirius –dijo despreocupadamente, mirándolo por encima de Pettigrew.

–Perdóname, Remus.

–No hay por qué, Canuto, viejo amigo –respondió Lupin, subiéndose las mangas–. Y a cambio, ¿querrás perdonar que yo te creyera culpable?

–Por supuesto. –respondió Black, y un asomo de sonrisa apareció en su demacrado rostro. También empezó a remangarse–. ¿Lo matamos juntos?

–Creo que será lo mejor. –dijo Lupin, con tristeza.

–No lo harán, no serían capaces... –dijo Peter. Y se volvió hacia Ron, arrastrándose–. Ron, ¿no he sido un buen amigo?, ¿una buena mascota? No dejes que me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿a que só?

Pero Ron miraba a Pettigrew con repugnancia.

–¡Te dejé dormir en mi cama! –dijo.

–Buen muchacho... buen amo... –Pettigrew siguió arrastrándose hacia el pelirrojo–. No lo consentirás... yo era tu rata... fui una buena mascota...

–Si eras mejor como rata que como hombre, no tienes mucho de lo que alardear. –dijo Eleanor, con voz asqueada.

Ron, palideciendo aún más a causa del dolor; alejó su pierna rota de Pettigrew. Pettigrew giró sobre sus rodillas, se echó hacia adelante y asió el borde de la túnica de Hermione.

–Dulce criatura... inteligente muchacha... no lo consentirás... ayúdame...

Hermione tiró de la túnica para soltarla de la presa de Pettigrew y retrocedió horrorizada.

Miró a Cassiopeia que estaba sumamente concentrada en lanzarle las millones de maldiciones que había leído.

–Bondadosa niña... Me defendiste siempre... Cassie...

Harry tomó de la muñeca a su mejor amiga y la jaló detrás suyo para que ese hombre no la tocara y fue entonces cuando, Peter que temblaba sin control, se volvió lentamente la cabeza hacia Harry.

–Harry, Harry... qué parecido eres a tu padre... igual que él...

–¡No te acerques a mi sobrino! ¡¿Cómo tienes el descaro de hacerlo siquiera?! –gritó Eleanor, poniéndose en medio de ambos, alejando al azabache del horrible hombre.

–Ellie... –susurró Pettigrew, arrastrándose hacia ella con las manos extendidas–, Ellie, Harry, James no habría consentido que me mataran... James habría comprendido, Ellie, Harry... Habría sido clemente conmigo...

–¡No te atrevas a llamarla así! ¡No tienes derecho de hablarles! –gritó Black, furioso–. ¿Cómo te atreves a mirarlos a la cara? ¿cómo te atreves a mencionar a James delante suyos?

Tanto Black como Lupin se dirigieron hacia él con paso firme, lo cogieron por los hombros y lo tiraron de espaldas al suelo. Allí quedó, temblando de terror; mirándolos fijamente.

–Vendiste a Lily y a James a Lord Voldemort. –dijo Black, que también temblaba–. ¿Lo niegas?

Pettigrew rompió a llorar. Era lamentable verlo: parecía un niño grande y calvo que se encogía de miedo en el suelo.

–Sirius, Sirius, ¿qué otra cosa podía hacer? El señor Tenebroso... no tienes ni idea... Tiene armas que no puedes imaginar... Estaba aterrado, Sirius. Yo nunca fui valiente como tú, como Remus y como James. Nunca quise que sucediera... El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado me obligó.

–¡No mientas! –bramó Black–. ¡Le habías estado pasando información durante un año antes de la muerte de Lily y de James! ¡Eras su espía!

–¡Estaba tomando el poder en todas partes! –dijo Pettigrew, entrecortadamente–. ¿Qué se ganaba enfrentandose a él?

–¿Qué se ganaba enfrentándose al brujo más malvado de la Historia? –preguntó Black, furioso–. ¡Sólo vidas inocentes, Peter!

–¡No lo comprendes! –gimió Pettigrew–. Me habría matado, Sirius.

–¡Entonces deberías haber muerto! –bramó Black–. ¡Mejor morir que traicionar a tus amigos! ¡Todo habríamos preferido la muerte a traicionarte a ti!

Black, Eleanor y Lupin se mantuvieron a lado del otro, con las varitas levantadas.

–Tendrías que haberte dado cuenta. –dijo Lupin, en voz baja–. de que si Voldemort no te mataba lo haríamos nosotros. Adiós, Peter.

Cassiopeia y Hermione se cubrieron el rostro con las manos y se volvieron hacia la pared.

–¡No! –gritó Harry, tomando el brazo de Eleanor donde sostenía su varita. Se adelantó corriendo y se puso entre Pettigrew y las varitas–. ¡No pueden matarlo! –dijo sin aliento–. No pueden.

Los tres se quedaron como piedra.

–Mató a mi hermano. No me puedes pedir que le tenga piedad. –susurró Eleanor, con odio grabado en su voz.

–Harry, esta alimaña es la causa de que no tengas padres –siguió Black, gruñendo–. Este ser repugnante te habría visto morir a ti y a Eleanor también sin mover ni un dedo. Ya lo has oído. Su propia piel maloliente significaba más para él que toda tu familia.

–Lo sé. –jadeó Harry–. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los dementores. Puede ir a Azkaban. Pero no lo maten.

–¡Harry! –exclamó Pettigrew entrecortadamente, y rodeó las rodillas del azabache con los brazos–. Tú... gracias. Es más de lo que merezco. Gracias.

–Suéltame. –dijo Harry, apartando las manos de Pettigrew con asco–. No lo hago por ti. Lo hago porque creo que mi padre no habría deseado que su hermana y sus mejores amigos se convirtieran en asesinos por culpa tuya.

Nadie se movió ni dijo nada, salvo Pettigrew, que jadeaba con la mano crispada en el pecho. Black y Lupin se miraron y bajaron las varitas. Eleanor miró a su sobrino que le rogaba con la mirada, aquello fue todo para que también cediera y bajara su varita. Lo haría por su sobrino. Sólo por él.

–Tú eres la única persona que tiene derecho a decidir, cariño. –dijo Eleanor–. Pero piensa, piensa en lo que hizo.

–Que vaya a Azkaban. –repitió Harry–. Si alguien merece ese lugar; es él.

Pettigrew seguía jadeante detrás de él.

–De acuerdo. –dijo Lupin–. Hazte a un lado, Harry. –Harry dudó–. Voy a atarlo –añadió el hombre lobo–. Nada más, te lo juro.

Harry se quitó de en medio. Esta vez fue de la varita de Lupin de la que salieron disparadas las cuerdas, y al cabo de un instante Pettigrew se retorcía en el suelo, atado y amordazado.

–Pero si te transformas, Peter –gruñó Black, apuntando a Pettigrew con su varita–, te mataremos. ¿Estás de acuerdo, Harry?

Él bajó la vista para observar la lastimosa figura, y asintió de forma que lo viera Peter.

–De acuerdo. –dijo de repente Eleanor, como cerrando un trato–. Ron, puedo arreglarte ese hueso pero después te llevaremos con Poppy, creo que es lo más adecuado que te entablillemos la pierna hasta que llegues a la enfermería. ¿De acuerdo?

Se acercó a Ron aprisa, se inclinó, le golpeó en la pierna con la varita y murmuró:

¡Férula!

Unas vendas rodearon la pierna de Ron y se la ataron a una tablilla. Entre Lupin y Eleanor lo ayudaron a ponerse en pie. Ron se apoyó con cuidado en la pierna y no hizo ningún gesto de dolor.

–Mucho mejor. –murmuró sonrojado por la cercanía de la azabache–. Gracias, Elle.

Eleanor le guiñó un ojo.

–¿Y qué hacemos con el profesor Snape? –preguntó Hermione, en voz baja, mirando a Snape postrado en el suelo.

Una sonrisa casi malévola se formó en los labios de Eleanor.

–Déjenmelo a mí que yo me encargaré de él.


Nota de autora:

Bueno, oficialmente este es el capítulo más largo hasta ahora...

Ya se acerca el final del primer acto... ustedes ya se saben quien viene en el segundo *guiño* *guiño*.

¡Espero que lo disfruten!

No olviden votar y comentar porque me ánima a seguir y Bah! ¡me encanta leerlas!

Besos enormes,
Fer 🍯

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