Pretending || rivamika

By CerJin

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Ambos mantienen su vida totalmente aislada del contrario, pero gracias a una infortunada coincidencia, Levi y... More

Pretending

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Cuando todo simula ir de maravilla en tu monótona y, aparentemente, pacifica vida, de súbito pueden ocurrir sucesos que te distorsionan por completo el rumbo.

Así se sentía Mikasa con Eren gritándole frente a ella.

Ella había creído que todo marchaba bien, sospechosamente bien, esa mañana; se levantó muy temprano como era su arraigada costumbre, fue a correr al parque de la zona, realizó su rutina diaria de ejercicios y abdominales, para finalmente volver con toda la calma del mundo hasta el piso que compartía con sus hermanos; de igual manera, se duchó, desayunó, cuando de pronto recibió un mensaje de parte de su jefe inmediato indicándole que no sería necesaria su presencia hasta pasado el mediodía.

Eso no se lo esperaba, al parecer, tendría un espacio libre antes de iniciar sus labores de ese miércoles.

Mikasa estaba tan acostumbrada a la rutina diaria, que no supo exactamente qué hacer a continuación. Quizá podría adelantar parte de su proyecto de trabajo, leer un libro, ver televisión, o, simplemente, volver a la cama como un ser humano normal haría; incluso irse a dar una vuelta por el Mall, de compras, no sonaba nada mal. Sin embargo, y de la nada, a su mente se le ocurrió algo más "productivo" como para matar el tiempo.

Productivo porque les prepararía y llevaría el almuerzo a dos de sus personas más preciadas, al mismo tiempo, pensó que sería una experiencia "innovadora", algo que alguien como ella no estaba acostumbrada a hacer. Tan diferente fue el sentimiento que la embargó, que hasta soltó una sonrisita de lo divertido que le pareció, y en ese instante no imaginó que fuera mala idea arribar de sorpresa al nuevo trabajo de Eren y Armin.

Todo avanzó de acuerdo al plan hasta llegado ese punto en su presente.

Se había presentado en recepción preguntando por Eren Jaeger, sin embargo, no fue necesario indagar demasiado en su paradero, cuando de reojo vislumbró su cabellera castaña saliendo por un pasillo de la derecha.

Sonrió de la emoción al instante por haberlo encontrado sin tanto ajetreo, pero después de salir corriendo y llegar emocionadamente hacia él, la reacción de este no fue la que ella esperaba, considerando el enorme ánimo que se cargaba en esos momentos.

¿¡Qué demonios haces aquí, Mikasa!?

Mikasa había estado tan orgullosa de su minuciosa labor culinaria hasta aquel patético instante. Tomarse su tiempo, esfuerzo y dedicación en preparar comida especialmente para un chico le brindaba una sensación femenina que no sentía en mucho tiempo. Era estúpido, pero eso le ayudaba a inflar un milímetro su pobre ego de mujer, por lo que al escuchar el cruel y crudo recibimiento, se quedó paralizada.

Te traje... el almuerzo —apenas masculló, con la cabeza gacha, empujando los coloridos recipientes de bento hacia él.

Entonces, su pequeño infierno personal se desató.

—"¿Es que tengo tres años? ¿Acaso yo te lo pedí? ¡No Mikasa, no, y claramente NO te lo pedí! ¡No trates de comportarte como mi madre, porque, oh, sorpresa, NO lo eres, ni tampoco tienes por qué preocuparte por mi alimentación! No quiero eso, llévatelo."

Cuando acabó prácticamente de destrozarla frente a parte del personal con su cruel palabrería, Mikasa se sentía pisoteada como la más mísera, sucia y asquerosa basura, (literal solo faltó que le dijera que la odiaba, pero creo que el concepto queda bastante claro).

Sin duda alguna el castaño se encontraba malhumorado, muy, muy malhumorado, y a la defensiva. Quizá previamente algo o alguien lo hubiera hecho enfadar, pero Mikasa no tenía la culpa de su coraje ni tendría por qué excusarlo o entenderlo. Eren sabía perfectamente que no debía desquitarse con ella por conflictos internos o de índole laboral y que no la inmiscuían, sin embargo, la mayoría de veces no podía evitarlo.

Además de que la actitud excesivamente sobreprotectora de la asiática era un detalle en su día a día que genuinamente lo molestaba, y esporádicamente le provocaba reacciones así.

Pero esta vez se había pasado de la raya.

Armin, quien se había acercado al percatarse del alboroto, lo sabía perfectamente.

Todos los mirones curiosos que se habían reunido a su alrededor, lo sabían.

Incluso Levi, un gerente de sección muy temido y respetado en la empresa quien casualmente pasaba por ahí al momento de pleno griterío, lo sabía, (y que de igual manera se quedó a observar). Él también había sido testigo de toda la escena con un rostro totalmente desencajado.

Mikasa lloraba.

Él estaba furioso.

—¿¡qué demonios significa esta escenita, Jaeger!? —no pudo contenerse ni un segundo más, ni consentiría que esa escoria novata continuara humillándola—. Vuelve a tus actividades inmediatamente si no quieres que te patee el culo. Lo mismo para el resto de ustedes, no se les paga por estar parados como pendejos —exclamó asustando a toda la bola de gente aglomerada que, al escuchar aquella endemoniada voz, comenzaron a dispersarse—. Y tú vienes conmigo, Mikasa.

Casi sin percatarse de sus repentinas acciones, Levi tomó a la susodicha del codo con fuerza dejando con la boca abierta a más de un empleado —los que aún no se iban por completo—, principalmente al castaño de ojos verdes.

Este no pudo hacer más que mirar asombradamente como su estricto, admirable y obsesivo jefe caminaba hacia el elevador con su hermana a rastras, posiblemente en dirección al piso más alto, donde se ubicaba su oficina privada.

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...

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Levi aún la mantenía sujeta por el codo, habían avanzado el tramo desde donde estaban con Eren hasta el elevador.

Dentro del estrecho habitáculo se había formado una densa atmosfera silenciosa que se mantuvo así hasta llegar a su oficina. Ya estando dentro, el pelinegro rápidamente depositó con delicadeza a su acompañante en uno de los cuatro sofás de cuero posicionados en una esquina, para después prácticamente correr a prepararle un té.

Esto serviría para bajarle la tensión, según él.

Mikasa, inmutable, no se rehusó. Tampoco le pareció extraño cuando él le extendía la humeante bebida, siendo Levi un fan acérrimo de dicho producto, era obvio que tendría su propio almacén personal muy a la mano para no depender de otro individuo que posiblemente no cubriría las expectativas de una preparación decente.

Su amor al té era una de las pocas cosas que conocía acerca del hombre ahora sentado a su lado.

—Mikasa, ¿me puedes explicar qué haces aquí? —pronunció suavemente, pues las mejillas de la bella asiática aún se hallaban mojadas por las anteriores lágrimas que aquel imbécil le había hecho derramar—. ¿Y quién diablos se cree ese tipo que te gritaba como loco en el vestíbulo? —esto último lo murmuró más para sí mismo, fracasando en mantener su máscara de condescendencia, ya que al recordar la escena sentía su sangre hervir y su mandíbula apretarse.

Mikasa seguía un tanto en shock, no sabía que responder, la situación era confusa, irónica, y una mierda; ella solamente había ido a llevar una sorpresa, esperando quedar bien, sin embargo, iba y sucedía todo lo contrario, quedando humillada, mal parada, y para acabarla de joder, atrapada en una situación bastante incómoda con su amante.

Jo-der.

—Podría decir lo mismo —respondió repensándolo unos segundos después, a la defensiva.

Porque, ¿qué más podría decir? ¿Cómo defenderse de él? La persona que más quería en estos momentos.

Cómo mentir, que excusa dar sin quedar como una amante loca que no conoce su lugar en la vida de lo que al parecer era un hombre exitoso en su quehacer profesional.

Así es, Mikasa no sabía con exactitud acerca de la vida de este, pues se reducían solo a acostarse.

Mikasa conoció a Levi en un bar del centro de la ciudad hace unos seis meses atrás. No hablaron mucho, coquetearon sí, bastó con sus nombres de pila para aceptar estar con el otro y, milagrosamente, lograron congeniar bastante bien en la cama. Era suficiente para ambos; para ella, al menos los primeros meses. Conforme pasaba el tiempo Mikasa empezó a sentir algo más. A veces se encontraba a sí misma deseando pasar más tiempo íntimo con él, ya que él únicamente le texteaba para pasarle la dirección del hotel donde se encontrarían. Sin embargo, ella ansiaba tanto tocarlo de otra manera, anhelaba que se quedara toda la noche a su lado después del extenuante sexo desenfrenado.

Añoraba conversar, besarse lentamente, como en las novelas, abrazarse... Pero sabía que no estaba en posición de pedir más, así que se conformaba con tenerlo a medias.

Con tal de que permaneciera el mayor tiempo posible, era capaz de soportar mantener sus sentimientos en secreto.

—Sí..., pero lo que no entiendes, es que estás en mi empresa —dijo con voz cautelosa, oscura, baja, recalcando la palabra mi.

Mikasa se sobresaltó con su grave voz, poniéndose aún más nerviosa, aunque no lo demostró. Le acababa de confirmar lo que había pensado: él era un hombre acaudalado, hecho y derecho, con poder adquisitivo mayor a lo que ella valía. Seguramente ya no querría estar con una chiquilla como lo era ella, y menos ahora que había llegado a invadir su círculo social más cercano, su privacidad. En ese momento era una intrusa.

–Fuiste la que apareció de improviso —continuó, remojándose los labios con actitud nerviosa.

—No apropósito.

—Bien.

Lo vio levantarse de golpe para seguramente servirse otra taza de té. ¿Debería dar la conversación por zanjada? Mikasa estaba confusa, no se había sentido tan malditamente insegura en toda su vida, que hasta olvidó la discusión anterior con Eren. Eso ya no tenía relevancia, lo verdaderamente importante aquí era su relación con Levi, ¿tendría salvación? ¿qué haría él a continuación? Lo cierto es que el asunto Levi causaba desastrosos estragos en su imperturbable actitud.

Se removió inquieta en el lustroso sofá de dos plazas que hizo un rechinido de lo impecable que estaba, y con cuidado dejó la taza en la otomana que tenía enfrente. Depositando parte de su peso en el reposabrazos, aún nerviosa, dio un vistazo rápido pero analítico a su sofisticado entorno ¿así que este era el lugar de trabajo de Levi? Era tan elegante como él.

Por su parte, Levi estaba igual o más desesperado que ella. En consecuencia, casi deja caer la cuchara y una de sus tazas favoritas. «Estúpido sé más cuidadoso con tus movimientos, o ella lo notará...»

Y es que simplemente no sabía cómo debía proceder, que movimiento realizar, a qué virtuoso santo debía rezar para que la belleza sentada en el rincón no huyera de su lado. Porque, no era tonto, a kilómetros se le notaba la incomodidad plasmada en la cara, y lo ansiosa que estaba por salir corriendo de ahí.

De seguro ahora que había quedado al descubierto, querría acabar con todo sin discusión.

Porque no tenía sentido continuar con lo que ambos tenían, si sabían de más el uno del otro.

Al menos eso creían.

Desde que empezaron sus encuentros casuales con Mikasa, no, desde el primer instante que la conoció, ella se mostró reacia a compartir información. Situación que respetó, por supuesto, a él no le incumbían los asuntos personales de una mocosa que simplemente se tiraba cuando tenía ganas. Sin embargo, esto gradualmente fue cambiando —no supo cómo diablos— transformándose en la misteriosa sensación que sentía al verla marchar cada noche después de hacerle el amor.

No obstante, podía apostar que para ella no era así, ella no debía sentirlo de ese modo. Una chica joven y vigorosa como Mikasa solo se empeñaba en disfrutar, en sentir, en follar, todo sin la necesidad de preocuparse por un estúpido compromiso.

Compromiso que él estaba más que dispuesto a ofrecer, pero tenía que fingir que no.

«Quien lo hubiera adivinado...»

Sin embargo, era consciente de que por nada del mundo debía ni siquiera pasarle por la cabeza el proponerse tan espontáneamente. Hecho que lo frustraba, porque era obvio que la perdería. Lo rechazaría dado que no era suficiente. Ella no estaba en la obligación, no estaría lista y lo entendía, pues por su edad, seguramente Mikasa esperaba conocer más chicos con los cuales experimentar. Él se sentiría un idiota por osar arrebatarle ese derecho.

Demasiadas inquietudes asolaban a un viejo como él, que venía debatiendo internamente desde hace varias semanas, sobre todo cuando una vez quiso abrazarla, cuando se deleitó con el adorable arrebol de sus mejillas y su frente perlada por el sudor, sus largas pestañas, su sedoso cabello color ébano; cuando admiró su núbil y perfecto cuerpo esbelto posterior al extenuante encuentro.

No había notado lo preciosa que es.

Levi sabía que esto había ascendido a más que solo deseo. Él ya había brincando a la segunda etapa del querer. En el fondo, soñaba con incluso alcanzar la tercer etapa del amar, pero evidentemente el ser capaz de amarla solamente el tiempo lo diría. Y para eso debía poner cartas en el asunto, de inmediato, no podía consentir seguir siendo así de frívolo con ella.

Primero debía conocerla.

Y darse a conocer.

Resoplando con solemnidad, Levi acababa de tomar una decisión apresurada. Pero si no era ahora, no sería nunca.

Con un andar parsimonioso pero firme, regresó a donde ella, esta vez tomando asiento en el sofá de una plaza, quedando cara a cara.

«A fin de cuentas, no tenía nada que perder...»

—Mi nombre es Levi Ackerman —estaba dispuesto a quedar corazón a corazón—, como ya te había mencionado anteriormente, tengo 34 años —se detuvo un segundo, sopesando un siguiente dato que resultara óptimo—. Mi cumpleaños es el 25 de diciembre, no acostumbro celebrarlo.

»Estudié en la Universidad Central de Rose, en el distrito de Karanese, junto con Erwin Smith, el Director Ejecutivo de Survey Corps Company; además de ser mi mejor amigo, se desempeña como un excelente líder.

Una fina curvatura se dibujó en sus labios recordando al solemne rubio.

—Me describiría a mí mismo como un hombre sobrio, complicado, reservado; con personalidad obsesiva e irritante, especialmente por la limpieza, el orden y la pulcritud. Acostumbro la sana lectura, el buen ejercicio y tomar el té.

A medida que Levi avanzaba en su discurso, el rostro de la asiática iba adquiriendo distintos matices. «Y misterioso, muy bueno en la cama...» añadió para sus adentros. Se ruborizo tenuemente con lo último, pero él no lo notó. Seguía firme en su discurso.

»Tengo dos hermanos, sus nombres son Isabel y Farlan, y son la única familia viva que me queda.

Al terminar, Levi sintió como si le arrebataran un enorme peso de encima. Sentía el cuerpo más liviano, más relajado, cerró los ojos un momento y como por décima vez en el día soltó un tendido y profundo suspiro, esta vez no de frustración, sino de calmante alivio.

Había sido difícil, mas no imposible, se aplaudió mentalmente por su valía, ahora solo faltaba conocer su reacción. Apretó sus labios. Cuando se atrevió a abrir sus ojos nuevamente, estos se enfrentaron con la imagen atónita de ella.

Con la boca ligeramente entreabierta y sus pupilas extendidas a más no poder, Mikasa trataba de procesar el impacto de lo que Levi acababa de hacer. ¿Estaba sincerándose con ella? ¿por qué? ¿qué pretendía con tal acción, con tal discurso?

Como un rayo, recordó las últimas ocasiones que se había acostado con él, habían iniciado una especie de juego tácito donde manejaban breves preguntas con una breve respuesta, radicando únicamente en el sí o no, básicamente, por lo que a veces no resultaba muy fructífero en recabar conocimiento. Claro que después solían volver a la frialdad habitual, el típico desplante de ambos, él o ella se iban, se giraban, se volvían, haciéndose cada vez más y más daño, sin que el otro siquiera se diera cuenta.

Pero era algo tan inofensivo, tan satisfactorio, que decidieron continuar buscando algún resultado a largo plazo, no era nada que los pudiera perjudicar o poner en evidencia, sino, no lo harían, ninguno de los dos se arriesgaría a perderse; Levi era especialmente parco, esta era la primera vez que lo hacía con esa excedencia.

¿Debía de hacer lo mismo? «Ya entiendo». Mikasa finalmente espabiló, acabando de comprender el objetivo oculto de Levi y su confesión.

—Me llamo Mikasa... Mikasa Jaeger —iría con cuidado—, ya sabías que tengo 22 años. Viví la mayor parte de mi infancia en el distrito Shinganshina, pero estudié la Universidad aquí mismo, en Trost, en estos momentos estoy llevando a cabo mis prácticas en Wall Surface Construction Co, no muy lejos de aquí.

Era increíble que lo estuviera diciendo.

—Tengo dos hermanos: Eren y Armin, con quienes comparto un apartamento. Por lo que veo, ya conoces a uno de ellos.

Levi se tensó levemente, apretó un puño, pero no duró mucho, pues Mikasa continuó hablando.

—Lo cierto es que no son mis hermanos consanguíneos, fui adoptada a los diez años por los papás de Eren cuando mis padres murieron, larga historia. Armin es tan buen amigo que el cariño que le tengo es como el de un hermano.

Una radiante sonrisa se extendió por el pálido rostro al rememorar su amistad de años con el rubio, lo que provocó que Levi aguantara la respiración. Es que era tan hermosa.

Ese gesto lo hipnotizó por un escaso momento.

—No tengo muchos hobbies, me gusta leer, la música rock, no suelo salir mucho, salvo a correr todas las mañanas y a veces voy al gimnasio, ahí me ejercito y hago un poco de sparring. Ah y también me agradan las artes marciales.

«Oh, parece que omití que las labores culinarias no son lo mío...», su expresión se tornó sutilmente alicaída.

Levi lo notó.

—Hm... no lo creo, que sales, mocosa.

—Sí...—ella lo repensó, gesticulando una mueca de desagrado—, y al parecer solo soy una molestia.

Levi chasqueó la lengua; temeroso, y descruzó los brazos poniéndose alerta. Mierda, ¿la habría cagado ya? Él solo había querido aligerar el ambiente con una pequeña broma en referencia a sus semanales "escapadas nocturnas" con él, pero solo había hecho que recordara el feo incidente con su hermano.

Hermano...

Bingo.

—Nunca se me hubiera pasado por la cabeza que Eren Jaeger fuera familiar tuyo, tch, precisamente tuyo, bajo mis órdenes —apretó los dientes posando su mano en la frente, aparentaba estar disgustado, pero no con ella, sino con la irónica situación.

—Ya sé, el destino es una mierda que se regocija jugando con nosotros —contestó como ida.

—Estoy de acuerdo.

Olvidando el sinsentido de su comentario anterior, Levi volvió a asumir una pose relajada, confiada, ya que Mikasa había correspondido bien hasta ahora. Eso significaba que estaba de acuerdo, ¿no?

¿Y ahora qué? Se cuestionaron mentalmente, al mismo tiempo, estaban tan cerca, y a la vez tan lejos. O eso suponía Mikasa con la mirada baja. ¿Quizá sería la despedida? No, ella jamás tomaría la iniciativa para algo así. Debía mantener un resquicio de fe. De igual manera, aquello le generaba un alivio exorbitante, por primera vez en esos ajetreados meses se sintió liberada, ligeramente restaurada, pues el hecho de reprimirse y de mantener en secreto sus sentimientos le comenzaba a pesar en el corazón.

Pero eso ya había terminado, se sentía bien ahora.

—Gracias.

Al parecer, el hombre frente a ella pretendía seguir tomándola por sorpresa.

—¿Por qué?

Levi apartó la mirada, inseguro de la locura que estaba por cometer.

Vamos, aguanta, eres fuerte.

Mikasa, honestamente estoy harto de fingir, cansado de fantasear, estoy cansado de preguntarme si algún día... serás solo mía.

El corazón de ella se aceleró a mil al escucharlo emitir aquellas inesperadas palabras. Estuvo a punto de replicar, y es que lo que acababa de pronunciar podía resultar muy ambiguo, sin embargo, lo que siguió a continuación no dejó espacio a error.

—Hay otra cosa que no te he contado... —se enderezó adoptando una de sus posiciones ejecutivas, como estando a punto de cerrar un buen contrato, pero lo cierto es que los nervios lo sacudían—, y es que me gustas Mikasa. Más allá del deseo carnal que puedo llegar a experimentar por ti, por tu delicioso cuerpo de mocosa, es necesario que seas consiente de las emociones que me provocas. Quiero conocerte, cortejarte, y si me lo permites, mantener una relación contigo. Por favor.

Y algo más. Estuvo a punto de rematar, pero lo dejaría para más adelante, si ella aceptaba, tendrían un futuro feliz esperando por ellos.

—Me duele no habértelo comunicado antes, pero... —agachó la cabeza, apenado, ella sintió que se le encogía el estómago—, tenía miedo. Miedo de que salieras huyendo, miedo de que me dejaras, de que no sintieras lo mismo, ya que por nuestra diferencia de edad y la clandestinidad de la relación...

Mikasa repentinamente comenzó a derramar lágrimas, él se calló de golpe al percatarse. Frunció el cejo.

—Tsk, ¿y ahora por qué lloras, mocosa? Lo sabía, sabía que te haría daño.

—No, idiota, mi llanto no es por eso.

—¿Entonces?

La pelinegra sorbió por la nariz. La realidad es que se encontraba delirante, pero no podía asimilarlo, ¿Levi acababa de confesarse por algo que ella también sentía? Casi que no podía creerlo, era un sueño. Un sueño hecho realidad.

Tanto tiempo acallando, aguardando por una caricia, un abrazo, una muestra de cariño.

—Dime que no es una jodida broma.

—Te aseguro que no lo es. Te quiero.

Más optimista que nunca, Levi se levantó a sentarse a su lado, no estaba muy convencido —porque lidiar con el llanto o con mujeres no era lo suyo, menos estas dos variables combinadas—, pero sospechaba que requería de la calidez de su cercanía.

No obstante, Mikasa lo recibió más sorprendida que nunca, con los brazos abiertos.

—Sea lo que sea ¿estamos bien? No quiero que me odies —Levi le sujetó la barbilla con delicadeza, observándola compungido con aquellos preciosos ojos azul zafiro que ella tanto adoraba. Ahora que se daba cuenta, la había tratado mal, durante sus encuentros actuaba muy seco, todo con la egoísta intención de protegerse a sí mismo.

Casi gruñó al recordar el pésimo trato.

Si bien, los dos eran conscientes de cómo se habían mostrado el uno con el otro a lo largo de la «relación», y aunque no deberían culparse por un instinto que era meramente natural, que no generaba más que autoprotección, no pudieron evitar sentirse mal.

Mikasa particularmente, por lo que se decidió a que quizá era hora de derribar sus propios muros, así como él se había atrevido. Se lo debía.

—Yo también te vengo queriendo desde hace tiempo, Levi. Así que no sientas pena, ni recelo, no me has hecho daño, yo entiendo y espero tampoco habértelo hecho a ti, con mis actitudes después de... ya sabes.

—Disculpa las mías también, si lo hubiera sabido... carajo, pero soy tan malo cuando se trata de cursilerías.

—Lo he notado.

—Tch.

«Se enfurruña como un niño pequeño, qué dulce...» pensó Mikasa, ya más estable, contemplando sus infantiles gestos ante su declaración sobre el romance, cosa que la enterneció, haciéndola reír inevitablemente. Y su risa era música para oídos de Levi, quien afianzó más el contacto con sus hombros.

—Soy un estúpido por callarte lo que siento por tanto tiempo —volvió a hablar después de un minuto de silencio, mientras le acariciaba suavemente la sonrosada mejilla con la mano izquierda. Mikasa cubrió la suya con la propia, y lo miró entornando los ojos.

—No hables así de ti por favor, en ese caso, yo soy igualmente estúpida por mantener la distancia contigo, pero es que mi personalidad es así... tímida.

—Yo no creo que seas tímida —ronroneó sensual, acercándose peligrosamente a su oreja.

—Entonces introvertida.

—Mmm...

Al volver la cabeza, Mikasa hizo que sus miradas se encontraran de golpe. De un momento a otro el ambiente, de por sí ya extraño, cambió súbitamente; ambos azabaches se quedaron prendados por un largo y acalorado rato, hasta que el magnetismo fue demasiado fuerte y por fin se decantaron en unir sus labios en un beso que en principio fue dulce, para posteriormente tornarse profundo y apasionado, y cargado de sentimientos inabarcables y emociones que por tanto tiempo habían aguardado por expresar.

Tal vez declararse mutuamente en la oficina fue una acción pequeña, intrascendente, un mínimo paso —comparado a los muchos otros por obstaculizar—, pero igual de imprescindible para lo que sería su convivencia a partir de hoy.

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(—Extra—)

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Empezaron las caricias, aumentó el calor, el deseo, aumentaron los besos hasta volverse dolorosamente desenfrenados.

Levi tenía a Mikasa prácticamente acorralada con el peso de su cuerpo en una esquina del espacioso material de cuero, cuando sintieron que sus pulmones ardían, fue que atinaron a separarse, jadeando sonoramente por la necesidad inherente de oxígeno.

Levi la observaba desde su posición dominante en el sofá, con sus manos a cada extremo de ella: sus labios carnosos estaban rojos por la presión de los suyos, sus mejillas totalmente abochornadas con un potente color escarlata cubriéndolas, los ojos como dos pozos grises nublados por el deseo; la visión le era muy apetecible y erótica, tierna, divina, perfecta. No se contuvo a su próxima acción.

—¡Ah! —Mikasa dejó escapar un chillido entre dientes cuando las grandes manos de su acompañante la agarraron sorpresivamente por la cintura, posicionándola con una pierna a cada lado de las suyas—. ¿qu-que haces?

—¿Tu qué crees?

—¿P-pero, vamos-s a ha-hacerlo aquí? ¡ah! —apenas podía articular. El azabache no le daba tregua, pues apenas la hubo acomodado a su antojo, comenzó de nuevo con sus insistentes caricias por su mandíbula, cuello y más abajo, mientras con la amplitud de sus palmas le profesaba especial atención a su cintura y caderas femeninas.

—¿Por qué no? el sexo de oficina me parece una práctica interesante...¿quieres probar? —continuó con voz ronca, dedicándole esa penetrante mirada de lobo que lograba desarmarla—, además, nadie nos molestará —dio un travieso apretón a su trasero.

Un chorro de humedad escurrió entre las piernas de ella ante la pervertida propuesta, y Mikasa no esperó a mucho más, ya que sus palabras hicieron que una fuerza oscura se apoderaba de su cuerpo.

Rápidamente, volvió a estampar su boca contra la del pelinegro, envolviendo así sus brazos alrededor de su cuello y rozando con sus uñas los cabellos cuidadosamente recortados de su nuca. Ella amaba acariciarlo ahí, era un detalle físico muy característico en Levi, al igual que sus brazos con venas resaltadas, su complexión delgada, pero musculosa, a ella le fascinaba que no llegara a ser tosca; también, su altura, detalle que no le importaba mucho, pues a pesar de su metro sesenta y cinco, Levi era igualmente un hombre extremadamente viril y generoso con otro tipo de centímetros.

Su excitación se incrementó de golpe al volverse sus caricias más atrevidas, e inconscientemente ambos restregaron sus sexos en un lento y desquiciante vaivén.

Levi seguía tocando cuánto pudiera por sobre la ropa, subió a sus clavículas y pasó por sus pechos, manoseándolos, siguió derecho hasta sus caderas y muslos. Mikasa poseía un par de muslos carnosos y firmes, Levi adoraba acariciarlos, palparlos, morderlos, por el momento resultaba una tarea imposible dado la tela del pantalón de oficina que ella vestía, quiso arrebatarlo de un tirón, pero al reseguir la costura del tiro que llevaba al botón, descubrió que este en especial al parecer contaba con tres, uno más escondido que los demás.

—Tsk.

Se distanció breves centímetros tratando de desabrochar, mas el esfuerzo resultaba infructífero.

—Levi, basta —rio de manera juguetona aún montada a horcajadas—, lo romperás y en menos de dos horas tengo que presentarme en mi oficina. No tengo tiempo de regresar a casa a cambiarme de ropa.

Levi bufó, mirándola de nuevo, ella tomó su cara entre sus manos elevándola un poco para poder plasmar besos de mariposa por la comisura de su boca, nariz y su ceño, ambos pulgares trazaban movimientos circulares en su barbilla, destensando la piel de ahí.

—Permíteme —sonrió sensual, cuando Levi pensó que la llama se había apaciguado y el encuentro quedaría cancelado, Mikasa se levantó de su regazo con la intención de liberarse de la cintura para abajo.

Casi se apresura en impedirlo —pues consideraba aquello una tarea que le correspondía a él ejecutar—, pero no pudo realizar movimiento alguno. La visión de Mikasa lo había dejado sin respiración.

—Que sexy te ves en ese traje negro, desnudándote así para mi.

Mikasa se sonrojó aún más, pausando lo que estaba haciendo. Levi al final le dio chance de enderezarse a su lado.

—No es la primera vez que me desnudo para ti —su mirada era baja, un tanto avergonzada, pues si bien era cierto, el contexto siempre había sido apresurado, carnal, salvaje, no como ahora, con Levi ayudándola en el proceso y mirándola directamente con una intensidad más agradable, como si se la quisiera comer.

—Tal vez, pero si lo consideras, nunca te había visto vestir más que un jean y remera.

Eso también era cierto, si procuraba no exponer nada de su vida, mucho menos dar alguna pista de su empleo. Por eso usaba ropa casual en todos sus encuentros. Por el contrario, Levi siempre llevaba traje de chaqueta, tal como lo había conocido.

—No dejas de ser hermosa —plantó un ligero beso en su sien—, estaré encantado de cumplir este y cuanto rol más se nos ocurra —murmuró alzando las cejas insidiosamente, un gesto impropio. Mikasa pensó que esta era una de las facetas pervertidas de Levi más raras que conocería.

«A fin de cuentas no deja de ser hombre, no sé cómo una vez me atreví siquiera a señalarlo como el más frío del universo».

Realmente, Levi contenía mucha pasión dentro de sí, mucho amor, cariño y respeto dirigido hacia Mikasa. Mas en ese preciso instante no era aquello lo que imperaba. Él quería poseerla, después de haberse confesado y ser correspondido, era una necesidad sobrehumana que golpeaba su ser como un vendaval.

El azabache terminó de sacar la estorbosa pieza de ropa por completo, dejándola solo con la parte de arriba. Siendo ahora el turno de Mikasa de devolverle el favor, comenzó a desabotonar su chaqueta y posteriormente su camisa, otorgando suaves y delicadas caricias por toda la piel que quedaba al descubierto, todo esto sin separar la húmeda unión entre sus bocas. Levi hizo lo propio, pero solo logró arrancarle la chaqueta de punto y unos cuantos botones, exponiendo el sujetador de encaje rojo.

Fue suficiente para el hombre.

Tomándola por las caderas, la alzó hasta enredar sus piernas en su cintura para continuar con esa danza de sexos que los volvía locos. Ella se dejó hacer, sentía como el nudo en su estómago crecía, la excitación se apoderaba de la parte baja de su vientre y sus piernas las sentía como de gelatina.

Depositándola en su escritorio, Levi entonces tiró de un manotazo los objetos que había sobre este, no le importó tener que ordenar después, era excitante, y valdría cada maldito minuto con tal de disfrutar de una nueva experiencia junto a la mocosa. Su mocosa.

Recordó que ahora podría decir con total confianza que era suya.

—Levi... Levi... —gemía constantemente.

Con esta idea regocijando su cerebro, Levi continuó besando, tocando y adorando cada parte de su hermoso cuerpo de mujer, mientras ella se le restregaba descaradamente, pidiendo más, su miembro ansiaba ser liberado, pero aún no, se dijo. Removió por completo la chaqueta que había quedado colgando, y todos los botones de la camisa, y bajó los tirantes exponiendo asimismo sus dulces senos, llenos y perfectos. Mikasa soltó un gritito cuando atrapó un rosado pezón entre los dientes.

—Levi... ya no aguanto... por favor.

—Solo un minuto, preciosa.

Ella mordía su labio inferior con anticipación ante las sensaciones que él le provocaba con solo su voz, las descargas de deseo que la recorría de pies a cabeza eran inabarcables, estaba a punto, pero sabía que lo mejor apenas estaba por venir.

Desatendiendo sus senos, Levi pasó a retirar también las bragas rozando con sus dedos su delicado botón, deleitándose con su reacción, comprobó que estuviera lista para recibirlo y, al él mismo no poder soportarlo más, retiró sus propios pantalones llevándose los boxers de paso.

La penetró de una sola estocada, ambos gimieron de alivio y excitación al mismo tiempo, moviéndose al mismo ritmo, Levi la tomaba de las caderas mientras enterraba la cabeza en su fragante cabellera que le hacía cosquillas cada vez que entraba y salía de ella, su olor era embriagante; el que ella le encajara las uñas en la espalda era otro poderoso aliciente que le impulsaba a aumentar la velocidad, sin duda una sensación exquisita.

Las embestidas eran suaves y profundas, a veces se volvían salvajes, otras delicadas y juguetonas, tan potentes que Mikasa sentía que su interior estaba a punto de explotar.

—Sí, sí, sí ¡más, más rápido Levi! ¡ah!

Con unas últimas embestidas y un gruñido de placer, Levi se dejó ir dentro de ella.

Fue poderosamente intenso y delicioso llegar al orgasmo juntos, asimismo, los invadió una sensación diferente, totalmente arrolladora, apaciguadora, sentían sus almas más conectadas que nunca.

Duraron minutos en la misma posición, abrazados al contrario tratando de recuperar el aliento y reponer las energías perdidas. Cuando la estancia quedó en pleno silencio, Levi volvió la cabeza dispuesto a robarle un tierno beso, sin embargo, un ruido de golpes en la puerta los interrumpió, rompiendo la mágica burbuja en la que se veían envueltos.

—No dijiste que no nos molestarían —se burló fingidamente, enseñándole la lengua.

Levi rodó los ojos, y comenzó a vestirse a regañadientes.

—Sea quien sea, lo mandaré a volar.

Antes de abrir una de las puertas de doble hoja, se aseguró que su chica estuviera cubierta, aunque de todos modos solo descorrió un poco la puerta para que solamente su rostro fuera visible para quien estuviera fuera. Sorprendentemente, se topó con quien menos esperaba, la cara torpe de Eren Jaeger lo veía esquivo del otro lado, con una expresión insegura adornando sus aniñadas facciones.

—Yo, eh, ¡señor!, Jefe Levi... —balbuceó. Y parecía un tonto, según Levi—, disculpe por subir sin su consentir... pero ¿por qué arrastró consigo a Mikasa? es mi hermana, le-le ruego no sea duro con ella por venir a verme sin avisar, yo... ella no sabe lo que...

Pero no pudo terminar con su perorata repleta de ademanes innecesarios, pues Levi le cerró la puerta en las narices, sin más.

—Tch, no molestes —pese a la molestia inicial, Levi largó una sutil carcajada, sin tragarse del todo que tendría que empezar a tratar a ese inútil con problemas de ira como cuñado.

Ya se acostumbraría.

Por otro lado, Eren no tenía ni idea de lo que se había promulgado ahí dentro, y seguramente daría el grito en el cielo cuando se enterara de la relación que mantenían su hermana y su tan apreciado jefe.

.

.

.

N/A: en primera, no se hacer portadas. En segunda, no saben cuántas versiones hubo, esta fue la que más me gustó. En tercera, hace tanto que no narraba un lemon. Cuarto, la canción Pretending de Glee, vino a mi cuando ya llevaba medio capítulo escrito, me pareció que la letra encajaba, así que no me basé en ella, sino que sirvió como inspiración para terminar, y aparte darle un título. De igual forma, si pueden escúchenla, es hermosa. Quinto, en lo que sí quise basarme fue en unas imágenes oficiales que salieron de ellos el año pasado, (o creo que eran figuras a tamaño real), da igual, son las que salen en la portada. Utilicé un poco de la información de allí, solo un poco, porque lo fui modificando y al final hice lo que quise.

Por último, pretendo que esta sea la última historia que escriba teniendo a Eren con el papel de villano, como ya había comentado, es el turno de tirarle kk a Jean. Sorry caballo.

disculpen si encuentran algún error, prometo editar.

Gracias por leer.

Editado el lunes 6 de diciembre del 2021, 21:03 hora de México.

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