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By SPACELATINOS

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Eleanor tiene que aprender muchas cosas pero sobre todo a como no morir por las tendencias suicidas de su sob... More

introduction
graphics
prologue
━━━ act i
1. Eleanor Rigby
ii. Pésimas bienvenidas
iii. El niño que sobrevivió
iv. Momentos incómodos
v. Despedidas
vi. El corazón del dragón
vii. Cediendo
viii. Inesperado
ix. El perro negro
x. Investigación
xi. Mentiras
xii. La verdad siempre sale a la luz
xiii. Peter Pettigrew
━━━ act ii
xv. Libertad
xvi. Juntos de nuevo
xvii. Pesadillas
xviii. El caos Weasley
xix. El campeonato de quidditch
xx. La marca tenebrosa
xxi. Alastor Moody
xxii. Bella durmiente
xxiii. Bertha Jorkins
xxiv. Ansiedad
xxv. Sospechas
xxvi. Cuando las mariposas aparecieron
xxvii. Cenas incómodas
xxviii. El apoyo
xxix. Enfermedad
xxx. Traidor
xxxi. Preguntas
xxxii. La maldición Potter
xxxiii. Impostor
xxxiv. Ha vuelto
xxxv. Priori incantatem
xxxvi. La crueldad de un Crouch
xxxvii. Número 12 de Grimmauld Place
xxxviii. Primera reunión y la misión de Eleanor
xxxix. El buen gancho de Eleanor
xl. Los celos están en el aire
xli. Rojo y azul
xlii. Fragilidad
xliii. Feminidad
xliv. La cita
xlv. Shell Cottage
xlvi. Confrontaciones
xlvii. Agridulce

xiv. El aullido del lobo

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By SPACELATINOS


CAPÍTULO CATORCE;
EL AULLIDO DEL LOBO



—Luces decepcionada, ¿por qué? —le preguntó Remus a la azabache.

—¿Te parece poco esto? —respondió Eleanor, señalando al inconsciente profesor de pociones—. Harry es muy noble. Yo habría optado por perderlo en el bosque prohibido...

Eleanor nunca había formado parte de un grupo tan extraño. Crookshanks bajaba las escaleras en cabeza de la comitiva. Lupin, Pettigrew y Ron lo seguían, como si participaran en una carrera. Detrás iba el profesor Snape, flotando de manera fantasmal, tocando cada peldaño con los dedos de los pies y sostenido en el aire por la propia varita de Eleanor, con la que ella lo iba apuntando, Hermione la acompañaba alumbrando el camino para que no golpeara al profesor contra el estrecho pasillo que conducía al sauce boxeador, aunque por supuesto, no servía de nada porque sin absoluto cuidado, la joven Potter se encargaba de golpearlo con fuerza cada que podía contra el mismo pero la castaña se hacía la que no miraba. Cassiopeia, Harry y Sirius cerraban la marcha. Fue difícil entrar en el túnel. Lupin, Pettigrew y Ron tuvieron que ladearse para conseguirlo.

Lupin seguía apuntando a Pettigrew con su varita. Harry los veía avanzar de lado, poco a poco, en hilera. Crookshanks seguía en cabeza. Harry iba inmediatamente detrás de Sirius, que miraba con diversión como Eleanor golpeaba al profesor de pociones. Y Éste, de vez en cuando, ayudaba a la joven a golpear su cabeza en el techo, con la propia varita del jefe de la casa Slytherin.

–¿Saben lo que significa entregar a Pettigrew? –le dijo Sirius a su hija y a Harry, bruscamente mientras avanzaban por el túnel.

–Que tú quedarás libre. –respondió Harry.

–Sí... –dijo Sirius–. No sé si te lo ha dicho alguien, pero yo también soy tu padrino.

–Sí, ya lo sabía. –dijo Harry mientras miraba a su tía fijamente.

–Bueno, tus padres me nombraron tutor tuyo –dijo Sirius, solemnemente–, por si les sucedía algo a ellos... –Eleanor escuchó con el corazón latiendo rápidamente. Imaginaba lo que le diría a su sobrino–. Por supuesto –prosiguió Black–, comprendo que prefieras seguir con tus tíos o Eleanor. Pero... medítalo. Cuando mi nombre quede limpio... si quisieras cambiar de casa.

A Eleanor se le encogió el estómago.

–¿Qué? ¿Vivir contigo? –preguntó, golpeándose accidentalmente la cabeza con una piedra que sobresalía del techo–. ¿Abandonar a los Dursley?

–Conmigo y con mis hijos, por supuesto. –dijo Sirius, sonriéndole a su hija que lo miraba con amor–. Sólo si quieres... claro...

–Pero ¿qué dices? –exclamó Harry; con voz tan chirriante como la de Sirius–. ¡Por supuesto que quiero abandonar a los Dursley! ¿Tienes casa? ¿Cuándo me puedo mudar?

Sirius se volvió hacia él. La cabeza de Snape rascó el techo, Eleanor ahora estaba también mirando a su sobrino con sus ilusiones rotas mientras que en el rostro demacrado de Sirius se dibujó la primera sonrisa auténtica que Harry había visto en él. La diferencia era asombrosa, como si una persona diez años más joven se perfilase bajo la máscara del consumido. Durante un momento se pudo reconocer en él al hombre que sonreía en la boda de los padres de Harry.

No volvieron a hablar hasta que llegaron al final del túnel y Cassiopeia notó como Eleanor ni siquiera se divertía golpeando a Snape, fue cuando supo que le sucedía. Crookshanks salió el primero, disparado. Evidentemente había apretado con la zarpa el nudo del tronco, porque Lupin, Pettigrew y Ron salieron si que se produjera ningún rumor de ramas enfurecidas.

Eleanor hizo salir a Snape por el agujero y luego se detuvo para cederles el paso a Hermione, Cassiopeia, Harry y a Sirius. No quedó nadie dentro. Los terrenos estaban muy oscuros. La única luz venía de las ventanas distantes del castillo. Sin decir una palabra, emprendieron el camino. Pettigrew seguía jadeando y gimiendo de vez en cuando. A Eleanor le dolía el cuerpo de tan solo pensar que Harry prefería vivir con Sirius antes que regresar con ella, ¿aún la odiaba por mentirle? no parecía estar molesto con Lupin ni con Black... ¿pero y ella? no le dirigía la palabra y la miraba muy poco. ¿Por qué?

–Un paso en falso, Peter; y... –dijo Lupin delante de ellos, amenazador; apuntando con la varita al pecho de Pettigrew.

Atravesaron los terrenos del colegio en silencio, con pesadez. Las luces del castillo se dilataban poco a poco. Snape seguía inconsciente, fantasmalmente transportado por Eleanor, la barbilla rebotándole en el pecho. Y entonces...

Una nube se desplazó. De repente, aparecieron en el suelo unas sombras oscuras. La luz de la luna caía sobre el grupo.

Snape tropezó con Lupin, Pettigrew y Ron, que se habían detenido de repente. Sirius se quedó inmóvil. Con un brazo les indicó al resto que no avanzaran.

Eleanor vio la silueta de Lupin. Se puso rígido y empezó a temblar.

–¡Dios mío! –dijo Hermione, con voz entrecortada–. ¡No se ha tomado la poción esta noche! ¡Es peligroso!

–Corran. –gritó Sirius–. ¡Corran! ¡Ya!

Eleanor empujó a su sobrino contra Hermione y Cassiopeia para que corriera mientras intentaba safar a Ron de la cadena que lo ataba al profesor Lupin. Sirius saltó hacia delante al mismo tiempo que el hombre lobo, lo agarró por el pecho y lo echó hacia atrás.

–Déjenmelo a mí. ¡Corran!

Oyeron un terrible gruñido. La cabeza de Lupin se alargaba, igual que su cuerpo. Los hombros le sobresalían. El pelo le brotaba en el rostro y las manos, que se retorcían hasta convertirse en garras. A Crookshanks se le volvió a erizar el pelo. Retrocedió.

Mientras el licantropo retrocedía, abriendo y cerrando las fauces, Sirius desapareció de lado de Eleanor. Se había transformado. El perro grande como un oso saltó hacia delante. Cuando el licántropo se liberó de las esposas que lo sujetaban, el perro lo atrapó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Eleanor, Ron y de Pettigrew. Estaba enzarzados, mandíbula con mandíbula, rasgándose el uno al otro con las zarpas.

Eleanor que se estaba quedando hipnotizada reaccionó a tiempo para empujar a Ron contra el resto de sus amigos y sobrino para apuntar su varita al traidor Pettigrew:

¡Desmaius! ¡Petrificus Totallus! –gritó rápidamente y lo hechizó a tiempo para evitar su escape. La joven miró al grupo de niños para ordenarles que se fueran. El cuerpo de Pettigrew cayó como un saco de papas y cerca de la entrada del sauce boxeador–. ¡Corran al castillo! ¡Ahora!

Harry abrió los ojos horrorizado a lo que pasaba frente suyo.

–¡Eleanor! ¡Cuidado!

La azabache giró justo en el momento que Lupin se acercaba detrás de ella. Y como si fuera una especie de salvación, una ráfaga de aire la empujó lejos haciendo que sólo las garras del hombre lobo la rasguñaran la parte de enfrente tomándola por sorpresa. Finalmente, fue lanzada contra el sauce boxeador chocando fuertemente contra él.

Sirius sangraba. Tenía heridas en el hocico y en la espalda, pero al oír los gritos de horror de su ahijado y amigos, giro a ver la escena, temeroso, se lanzó una vez más encima de Lupin provocando que los dos cayeran lejos del grupo.

El cuerpo de Eleanor Potter se desplomó justo a un lado de donde se encontraba Ron Weasley, que tenía los ojos entornados, la boca abierta. Estaba vivo. Oían su respiración. Pero no parecía reconocerlos.

Cassiopeia y Hermione se acercaron aprisa, detrás del niño que sobrevivió, temblaba mientras sostenía el rostro inconsciente de su tía, a los dos Potter.

–Ellie... –lloró Harry.

–Estará bien, ella sigue respirando, Harry. Pero está débil. –dijo rápidamente Hermione, tomándole el pulso a la joven.

–¿Ella será...?

–Su herida no es profunda. –lo cortó Hermione, antes de que siguiera pudiera terminar la frase–. Será mejor que la llevemos al castillo y le digamos a alguien de inmediato.

Harry miró desesperado a su alrededor sin soltar a su tía, viendo que Ron y Snape también estaban inconscientes. Hermione pudo haberle dicho que aún respiraba pero sentía su piel fría y no iba a arriesgarse a perderla. No a ella.

Oyeron un aullido que venía de la oscuridad: un perro dolorido.

–Sirius –murmuraron Harry y Cassie, mirando hacia la negrura.

Tuvo un momento de indecisión, no podía hacer nada por Eleanor en aquel momento, y a juzgar por sus gemidos, Black se hallaba en apuros.

–¡Vayan! –les gritó Hermione a sus mejores amigos–. Yo cuidaré de Eleanor y Ron. ¡Corran!

Harry echó a correr; seguido de Cassiopeia. Los dos directos al bosque.







El dolor de cabeza era insoportable. Estaba acostada, con los ojos cerrados. Completamente aturdida. Las palabras que oía parecían viajar muy despacio hasta su cerebro, de forma que le costaba un gran esfuerzo entenderlas. Sentía los miembros como si fueran de plomo. Sus párpados eran demasiado pesados para levantarlos. Quería quedarse allí acostada, en aquella cómoda cama, para siempre...

Abrió los ojos lentamente para acostumbrarse a la luz, todo estaba borroso al principio, hasta que después pudo notar con claridad que se hallaba en la oscura enfermería. Al final de la sala podía vislumbrar a la señora Pomfrey inclinada sobre una cama y dándole la espalda. Bajo el brazo de la señor Pomfrey, distinguió el pelo rojo de Ron.

Eleanor volvió la cabeza hacia el otro lado. En la cama de la derecha se hallaba Cassiopeia. La luz de la luna caía sobre su cama. También tenía los ojos abiertos. Parecía estar descansado solamente, a su lado se encontraba Hermione en la misma posición con los brazos cruzados. Y finalmente a su izquierda, sentado y con las manos escondiendo su rostro estaba Harry, que parecía meditar todo lo sucedido. Lucía pálido casi fantasmal.

Eleanor le sonrió tiernamente.

–¿Por qué tienes esa cara tan larga? –preguntó, en voz baja llamando su atención.

El color natural parecía volver a él al escuchar su voz, levantó la cabeza tan rápido que Eleanor pensó que se lastimaría, sus ojos verdes brillaban, estaban rojos como si hubiera estado llorando. A su derecha, escuchó el suspiro de alivio de las dos chicas.

–¡Oh, Ellie! –jadeó Harry, lanzándose con cuidado sobre ella, abrazándola. Besó su cabeza repetidas veces y terminó tomando nuevamente su rostro para mirarla de cerca, maravillado de verla despierta–. ¡Fui tan estúpido! ¡Jamás debí tratarte tan mal y menos gritarte, no lo merecías! ¡Creí... Pensé que te perdía! ¡Perdóname por todo lo que te dije!

–No tengo nada de que perdonarte, Jamie. En todo caso perdóname tu a mí. No debí ocultarte nada, ni aunque me hubieran obligado. –le aseguró Eleanor, poniendo su mano sobre las suya–. Estoy bien, cariño. Estoy bien.

Las lágrimas estaban allí en sus ojos verdes y las liberó sin importarle que sus mejores amigos estuvieran viéndolo. Estaba tan aliviado de volver a verla abrir sus ojos.

La señora Pomfrey llegó entonces caminando enérgicamente por la oscura sala hasta la cama de Eleanor. Se volvió para mirarla. Al hacerlo, un ardor en su pecho la hizo quejarse.

–¡Con cuidado, Eleanor! –dijo con voz preocupada. Se acercó a la mesilla a su lado entregándole una taza humeante a la joven que tomó agradecida–. Es una poción para el golpe en tu cabeza, me tenía muy preocupada. Pero no morirás. Tendrás más rato para soportar las rabietas de tu sobrino. –Eleanor ocultó su sonrisa bebiendo la pócima, cuando Harry la miró indignado–. Lupin, milagrosamente, sólo alcanzó a hacerte un rasguño en tu torso. Desaparecerá, te estoy preparando un ungüento especial. Necesitas permanecer aquí hasta que yo esté bien segura de que no hay ningún dolor. ¿Entendido, Potter?

–Gracias, Poppy. –dijo Eleanor.

–Al menos tú no escupiste la poción. –dijo con dulzura la señora Pomfrey–. Los niños aquí son muy delicados.

Harry la miró mal pero la señora Pomfrey lo ignoró llevándose la taza.

Las principales preocupaciones de la joven Potter, parecieron llegarle como ráfagas. Se giró a ver a su sobrino y amigas para preguntar, con ansiedad:

–¿Y Sirius? ¿Qué paso con Pettigrew? ¿Remus está bien?

Cassiopeia, Hermione y Harry compartieron una mirada cómplice.

–Gracias a que reaccionaste a tiempo, Peter Pettigrew fue atrapado y ahora mismo está arriba en espera a que se lo lleven a Azkaban. –dijo Hermione–. El profesor Lupin sigue en el bosque... no ha sido su mejor día después de todo.

–¿Y Sirius? –volvió a preguntar Eleanor, ansiosa–. ¿Dónde está?

Antes de que pudiera contestarle, entraron a la enfermería Cornelius Fudge, Ares, Dumbledore y Snape.

–Oh, querida Eleanor –habló Fudge, con aspecto agitado–. Por fin has despertado... ¿Cómo te sientes?

–¿Sinceramente? Muy confundida y con muchas preguntas, señor ministro.

Fudge movió la cabeza sonriendo ligeramente.

–Han vivido una terrible experiencia. Es razonable, ahora gracias a usted y al profesor Snape. Está todo bajo control.

Eleanor frunció su entrecejo, confusa. –¿Snape? –inquirió, sorprendida. El profesor de pociones la miraba con completo odio y una enorme satisfacción creció en el pecho de la joven al ver una pequeña venda en su frente donde había sangrado–. Lo lamento, no estoy comprendiendo... –evitó la mirada de Ares y se dirigió hasta Dumbledore, que sonrió ladino al verla–. ¿Y Sirius?

–Él está ahora mismo arriba, en mi oficina, por supuesto. Hemos tenido una charla y ahora, gracias a que usted atrapó al verdadero traidor.

Una sonrisa llena de alivio salió de sus labios pero se borró al ver el semblante de los menores. ¿Por qué no estaban felices?

–¿Lo liberarán? –preguntó Eleanor, temiendo la respuesta.

–Me temo que ahora mismo eso no será posible, Eleanor. –dijo Fudge, tranquilamente–. Si bien, el señor Black no es el asesino, ha escapado de Azkaban y tiene muchas cosas que aclarar. Lo que te puedo asegurar que esta vez si tendrá un juicio justo.

–¿Cómo la última vez, señor ministro? –preguntó con burla, Eleanor. Se levantó de la camilla sin importarle que Harry la intentara detener o que sus heridas ardieran, se acercó hasta los cuatro hombres–. ¡Sirius no es ningún asesino! ¡Él ya estuvo encerrado doce años injustamente!

La señora Pomfrey tuvo que interponerse entre ella y los hombres, sosteniéndola con cuidado y con ayuda de Harry.

–¡Eleanor, por favor! –le pidió la señora Pomfrey y miró al director en busca de apoyo–. ¡Por Dios santo! ¿Es esto una enfermería o qué? No pueden alterarla, no es bueno para ella en este momento. Señor director; he de insistir en que...

–¡No, Poppy!–dijo Eleanor, furiosa–. ¡Sólo necesito que me escuchen como no lo hicieron el verano pasado! ¡Les dije que Sirius era inocente y no me creyeron! ¡Ahora él no necesita pasar por todo ese terrible trámite, no lo merece!

–Eleanor. –dijo Dumbledore, mirándola fijamente–. Sabemos que Sirius no es un asesino, sólo será un juicio. Yo estaré allí presente. No será como la última vez. Ahora que tenemos al verdadero traidor, el señor Black estará bien.

La mirada era relajada en el director y tan pacifica pero al mismo tiempo sin dejar de ser segura, como si estuviera leyéndola a través de sus ojos azules cristalinos. Asintió. Entre la señora Pomfrey y Harry la ayudaron a devolverla a la camilla.

Los hombres no duraron mucho tiempo dentro de la enfermería, tras verificar que los niños y Eleanor Potter se encontraban bien, salieron de la habitación para dejarlos descansar.






En la mañana del mismo día, la sensación de volver a ser vigilada la embargó pero al abrir los ojos volvió a reencontrarse con una mirada familiar. No lo esperaba. Ella nunca se imaginó verlo allí nuevamente.

–Transmite mucha paz, solo cuando duerme por supuesto. Despierta es usted un torbellino de emociones.

–¿Qué hace aquí? –preguntó Eleanor, sin rodeos–. ¿No le quedó claro, la última vez que hablamos?

Ares suspiró.

–Tenía razón.

–¿Cómo?

–Soy una mala persona, Potter. –dijo Ares, con una mueca cansada. Ahora que lo tenía cerca podía notar que habían grandes bolsas debajo de sus ojos, como si no hubiera dormido bien en último tiempo–. No tenía ningún problema en demostrarlo. Ser un hombre carente sentimientos, no demostrarlos con facilidad. No me molestaba. Por alguna razón el que usted me lo hubiera remarcado, me molestó. –su ceño se frunció–. Tenía razón con lo de Sirius y ahora puedo perder a mis sobrinos... Cassiopeia me odia por haberle ocultado por tantos años la existencia de su padre, y bueno, Alphard no estoy realmente en que postura esté pero él seguirá sin pensarlo a su hermana. He sido una terrible persona y ahora estoy perdiendo todo lo que me importa. Incluso a usted con toda su explosión y su inexistente filtro al decir las cosas que piensa, me odia igual que ellos. –Eleanor tragó saliva al verlo acercarse más y tomar su mano con delicadeza entre la suya–. Fue muy valiente al defender a los niños. Se enfrentó a un hombre lobo sin dudarlo con tal de protegerlos.

–Usted hubiera hecho lo mismo...

–Cállate, Potter. Estoy halagándola y... agradeciéndola, por favor, no me interrumpa. –dijo Ares, sonriendo sinceramente por primera vez desde que llegó–. Y no creo poder hacer lo mismo. No tengo la valentía que caracteriza a un Gryffindor, como usted. Le debo recordar que fui un orgulloso Ravenclaw. –Eleanor miró sus manos ocultando su irritable sonrojo–. No importa lo que haga para arreglar la situación, usted me seguirá odiando y mi sobrina también. Sólo debía agradecerle por lo que hizo. Y le prometo que no me acercaré a usted, la evitaré todo lo que pueda. Por más difícil que se me haga. Lo haré.

Ares Crouch se inclinó más cerca suyo, rozando su nariz con la ajena. El sonrojo que tenía la azabache le encantó al hombre pero nada comparado a que aún no lo había rechazado. Miraron sus labios y antes de que uno de los dos pudiera arrepentirse, los unieron en un dulce beso primer beso.

Antes de que lo pudiera analizar, él ya se había alejado de ella dejándola con una sensación diferente en su estomago.

Eleanor miró por donde había salido tocando sus labios sintiendo el suave toque de hace unos instantes.

Era el segundo beso que había dado en toda su vida. Y el que lo hubiera dado el Auror... le gustó.

¿Qué haría ahora con sus sentimientos?

Fin del primer acto

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