Odio Profundo |BL| ©

By Mila_Darkness

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Dominik Evans es un joven introvertido, preso entre las paredes de su propio hogar. Maltratado por la persona... More

• Introducción
• Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Laguna Inestable

Capítulo 36

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By Mila_Darkness

Rose Lirio es una tumba impenetrable.

Llevamos algunos minutos caminando en silencio y, más allá de su timidez, he deducido que simplemente prefiere aislarse. Simpatizo con ello, la situación tampoco se presta para agradables conversaciones, pero algo me resulta extraño. Tal vez solo sea mi paranoia inherente haciéndose presente, todavía continúo pensando en lo ocurrido con Fred.

No recibió ningún golpe.

Mentí porque temía que Aaron le hiciera daño, acto esperable considerando quién atacó primero. Mi sorpresa fue enorme cuando él, descartando su naturaleza agresiva, se marchó sin voltear atrás. Nada de comentarios maliciosos, contuvo cualquier sentimiento negativo y abandonó el pasillo. Tiene que haber un truco, es evidente. Obtuvo muchos moretones, apenas lograba abrir los ojos al día siguiente, esa reacción fue demasiado benevolente. Podrá ser más amable conmigo, pero está lejos de significar que lo será con otros.

Sin mencionar su mirada dolida.

¿Cómo debería interpretarlo? ¿Estaba herido porque defendí a mi amigo? Si no me pareciera tan absurdo, diría que se siente menospreciado. Son celos, claro está. Le cuesta entender que hay una gran diferencia entre ellos: Fred es importante, negarlo sería tonto, pero lo quiero como a Takara. Incluso estaría exagerando, a ella directamente la amo.

Son afectos distintos, no pueden compararse.

Tengo que darle créditos al pelirrojo, sus reproches superan los de Kara. No aprendí nada en literatura, el señorito decidió aprovechar nuestra clase para sermonearme. Alegaba que agradecía la acción, pero mi seguridad era más valiosa. Me resultó dolorosamente exasperante, y a su vez entrañable.

—Esto terminará mal —habla Rose, inquieta.

Nos encontramos fuera del instituto, yendo hacia alguna parte que desconozco. Vuelvo a concentrarme en ella, notando la severa expresión sobre su rostro. Se mantiene cabizbaja, sin buscar contacto visual, mientras ambos brazos le cubren el torso. He visto ese comportamiento antes, normalmente cuando miro mi reflejo.

—Te ha lastimado, ¿cierto? —pregunto con delicadeza, temiendo sonar condescendiente.

—¿Qué? —Frunce el ceño, vacilante.

¿Me habré equivocado? Muchas personas actúan retraídas y no significa que hayan sufrido abusos.

—Le tienes miedo —argumento.

—Tengo miedo de lo que pueda hacerte —confiesa suspirando—. Liam no es malo, jamás me haría daño, pero tú eres un extraño para él... Saldrás perjudicado.

—¿A qué te refieres? —Camino lento, siguiéndole el ritmo.

—Nuestros padres eran fanáticos religiosos, tanto así que nos veíamos obligados a memorizar cada versículo del Nuevo Testamento. —Su mano me detiene cuando estoy por cruzar la calle sin mirar, un automóvil pasa demasiado cerca—. Mi hermano consiguió independizarse cuando tenía veinte, llevándome con él. Apenas era una niña de ocho años, sin embargo la justicia determinó que ellos no eran aptos para cuidarme. —La luz se pone verde, permitiéndonos avanzar—. Liam ha pasado por mucho, sus vivencias le dejaron secuelas graves.

Ahora comprendo.

—Es muy complejo abandonar los dogmas impuestos desde la infancia —digo pensativo.

Al menos Patrick nunca creyó en ninguna religión porque se venera solo a sí mismo. Lo último que me faltaba era crecer bajo regímenes sectarios.

—Hablas como mi profesor de historia. —Levanta la cabeza, sonriendo ligeramente.

—Gracias —le respondo.

No hay prácticamente transeúntes, con suerte algunos adolescentes deambulan por esta zona, entrando y saliendo del instituto. Llegamos hasta la otra acera, donde un hombre se apoya contra su automóvil negro. Nos observa mientras fuma sin preocupaciones, exhalando el humo intenso. Utiliza vestimenta formal, compuesta por ese traje azul (aparentemente costoso) junto a una corbata gris, pero luce desaliñado. Rose palidece y traga saliva, confirmándome que aquel sujeto es el nefasto Liam Lirio.

—Sé sobre tu trato con Takara, ella me convenció de aceptarlo, pero insisto: terminará mal —advierte entre susurros—. Esto no te concierne, es un asunto familiar.

—Dejó de ser familiar cuando Lirio la amenazó, ahora es personal —espeto dirigiéndome hacia el bastardo.

Su rostro posee varias cicatrices que contrastan con aquella piel bronceada, haciéndolo ver intimidante. Si hago cálculos, reuniendo los datos de la pelirroja, debe tener veintiocho años. Él aparenta más edad, no es como Patrick: aunque esté rozando los cuarenta, parece extremadamente joven.

—¿Quién eres? —inquiere acercándose, mostrando su imponente altura.

—Dominik Evans. —Enderezo mi postura, manteniéndome recto e imperturbable. Internamente quiero maldecirlo, pero necesito controlar cualquier torpe impulso.

La mención del apellido Evans fue intencional, actuaré el papel que me corresponde para conseguir lo esperado: una disculpa. También obtendré su permiso si juego bien mis cartas, Takara y Rose no tendrán que ocultarse más.

—Qué honor conocer al hijo mediocre del empresario más famoso en todo Bittersweet. —Se inclina levemente, burlesco. Entrecierra sus ojos marrones, mirándome con petulancia—. ¿A qué debo tal placer?

—No será ningún placer para ti, Lirio. —Aprieto ambos puños, frustrado.

Le da igual quién es mi padre, estoy acabado y ni siquiera hemos comenzado.

—Golpear niños me resulta aburrido, Evans —hay cinismo en su voz—. Dime qué buscas, tal vez te deje ir sin un hueso roto.

—Estás yendo por el camino incorrecto, amenazarme te traerá problemas. —Doy varios pasos hacia delante, reduciendo nuestra escasa distancia—. Con solo unas llamadas puedo averiguar todo sobre ti: dónde trabajas, cuál es tu maldito tipo de sangre, qué enfermedades venéreas has tenido. —Él arruga la nariz aguileña—. No me subestimes.

—¿Quieres jugar a los mafiosos, niño? —Truena su cuello, molesto—. Rose, entra al auto.

—Dominik es el mejor amigo de Takara, solo quiere ayudarla. —Ella se queda estática, negándose a obedecerlo—. No le hagas nada.

—Entra. —Liam le echa una mirada desagradable. Esta vez cumple la orden, dejándonos solos. El imbécil cierra su puerta con seguro, impidiendo que salga—. ¿Todo este teatrito fue por ella? —Aquellos ojos lóbregos prometen sufrimiento—. Mi hermana es normal, no permitiré que los sentimientos antinaturales de ese fenómeno la contaminen.

Mis manos tiemblan, anhelando impactarse contra su rostro nauseabundo. Inhalo lenta y profundamente. Necesito mantenerme calmado, atacarlo no dará buenos resultados.

—Eres incapaz de comprender el amor. —Renuncio al plan inicial, fingir ser la copia de Patrick Evans es ineficaz—. Tus padres te inculcaron ideas retrógradas y lo entiendo, tampoco crecí en el mejor ambiente familiar, pero no es razón para joder a los demás.

—¿Amor? No, es una vulgar enfermedad. —Tira su cigarrillo, aplastándolo con la suela del zapato—. Deberían exterminarlos, merecen tortura y muerte, son parásitos inútiles que incumplen la ley divina...

Me rindo ante esta furia sofocante, dejando que domine cada emoción. Mi puño le revienta el pómulo izquierdo, Lirio se tambalea debido al estupor. Aprovecho su falta de reacción para otorgarle otro golpe que aterriza justo en esa nariz grande y poco atractiva, volviéndola menos agraciada.

—¡¿Por qué te afecta la felicidad ajena?! —Lo acorralo contra el automóvil, Rose intenta salir inútilmente—. ¡No tienes problemas con los homosexuales, tienes problemas contigo mismo! ¡Estás tan ahogado en tu propia miseria que necesitas hacer infeliz a dos chicas inocentes!

Mientras más gritos abandonan mis labios, más sé que las oraciones iracundas no son para él. Van dirigidas al niño despiadado que, con toda intención, humillaba a su compañero de clase. Lo expuso por haber nacido diferente, le hizo desear ocultarse; causó mil inseguridades, incineró sueños y anhelos, haciéndole creer que era anormal.

Merecías un lugar seguro, Aaron.

Yo solo te ofrecí miedo.

Soy empujado brutalmente, cayendo sobre el frío suelo. Observo hacia arriba, sintiéndome confundido y desorientado. No logro asimilar por qué un arma de fuego apunta en mi dirección, ni la sensación extraña que me paraliza.

—Firmaste tu sentencia, niño estúpido. —Lirio se lame la comisura de su labio sangrante—. Podría dispararte sin tener repercusiones legales, bastaría con decir que fue en legítima defensa.

Las palabras se niegan a deslizarse por mi garganta, permaneciendo atascadas. Hay inverosimilitudes sobre aquel argumento: cometer asesinato en defensa propia es válido cuando existe un riesgo significativo para la víctima, no es el caso. Si bien lo agredí primero, su vida nunca corrió peligro. Pero, aunque mi instinto de supervivencia suele fallar espectacularmente, no me atrevo a cuestionarlo.

Aún poseo sentido común.

Lirio luce furioso e inestable, cualquier movimiento que haga será letal. Estoy consternado, apenas percibo el viento helado que nos atraviesa. ¿Moriré así? ¿Entre calles frías, vacías y lúgubres? ¿Ya no despertaré junto al rubio obstinado que confunde mis días, ni oiré la risa estridente de Takara o sus extrañas desventuras?

Cada pensamiento se torna más oscuro que el anterior, ahogándome cruelmente. Cuando una sombra empieza a cernirse sobre mí, sé con dolorosa aceptación que no habrá escapatoria. Levanto la cabeza, listo para enfrentar el tormentoso destino. Pierdo toda valentía al descubrir que Lirio sigue en su misma posición, no ha movido ni un solo músculo.

Aaron Miller es quien se interpone entre nosotros, cubriéndome.

—Mantente alejado de él —ordena con voz temblorosa.

Noto cuán agitado está, aunque su espalda sea lo único visible desde aquí. Nuevos conflictos internos surgen: la preocupación lucha por tomar el dominio, pero me encuentro totalmente incrédulo y desconcertado. Mi corazón late a ritmos alarmantes, el sudor impregna los pliegues del abrigo.

—Si quisiera lastimarlo, ¿crees que lograrías evitarlo? —Avanza hacia nosotros, esa maldita cosa aún continúa en su mano. Aaron aprieta los puños, siento cómo la impotencia emana de él—. Evans deberá pagar por haberme golpeado, pero tú todavía puedes largarte.

—No me iré sin Dominik —increpa.

La declaración golpea mi pecho con fuerza, respirar se vuelve una hazaña compleja.

¿Escuché correctamente? Suena irreal, cual bellos sueños imposibles de alcanzar. El chico, cuyo rencor parecía infinito y sofocante, ahora está defendiéndome.

Arriesga su vida para proteger la mía.

—Era tan obvio. —Lirio me observa con repudio, ofreciéndole una perfecta distracción al rubio. Este no lo aprovecha, permanece inmóvil—. Hablaste a favor de Jones porque eres igual que ella: otro trastornado más. —Sujeta la empuñadura hasta que los nudillos se le ponen blancos, apretando ligeramente el gatillo—. Tu novio se verá bien cuando mi bala atraviese su cráneo.

La amenaza quiebra el delicado hilo de cordura que conservo, haciéndolo caer en un abismo profundo y desgarrador. Olvido dónde me hallo, la ira ardiente se encarga de someter el raciocinio. Mis piernas entumecidas oscilan cuando son obligadas a sostenerme, moviéndose con dificultad. Quiero patearle los malditos huevos al bastardo, pero Aaron evita que actúe impulsivamente: su mano rígida me toma del brazo. El contacto no es suficiente para apaciguar este sentimiento oscuro, sin embargo logra retenerme.

—¡Liam! —Golpes violentos, junto a una voz amortiguada por vidrios gruesos, atraviesan el silencio que se había generado. Rose Lirio, encerrada en aquel automóvil, está gritando mientras forcejea con la puerta—. ¡¿Sabes qué es antinatural? ¡Azotar a tu hija y llamarla prostituta por haber cometido el terrible pecado de utilizar maquillaje! ¡Hacerla pasar horas en la cocina, hasta que sus dedos tenían ampollas, cuando ella deseaba salir a jugar! —le cuesta hablar, los sollozos opacan las palabras—. ¡Es antinatural que un padre abuse de su propio hijo!

Lirio palidece, aquella postura intimidante titubea notoriamente. La mirada dura es reemplazada por una menos hostil, incluso suave. Baja el arma, sacando al mismo tiempo algunas llaves del bolsillo. Presiona un botón que destranca la puerta, Rose enseguida abandona el vehículo y lo mira con sus ojos hinchados.

—¿Me amas? —Lirio asiente sin dudarlo—. Entonces acéptame como soy.

—Yo... —percibo la gran indecisión que desprende.

—No pretendo cambiar tu forma de pensar, pero es doloroso cuando te comportas así. —Se muerde el labio, reprimiendo otro sollozo—. ¿En serio crees que deberían exterminarnos?

—Vayamos a casa. —Voltea la cabeza con renuencia, no parece listo para responderle.

—Sí, hermano. —La decepción ensombrece su rostro, ni siquiera intenta ocultarlo.

Ninguno voltea hacia nosotros, solo caminan al automóvil y entran callados. Apenas tardan cinco segundos en prenderlo, alejándose como si nada hubiese sucedido. No poseo la energía necesaria que requiere analizar este nuevo acontecimiento, mi mente ha decidido tomarse un merecido descanso. Algo me sacude repentinamente, todo se torna negro y confuso. Cuando el miedo surge, latidos acelerados empiezan a resonar contra mi pecho, mas no me pertenecen: son de Aaron, él está abrazándome. Le correspondo más rápido de lo que es humanamente posible, apreciando su calidez tan reconfortante.

—Te busqué durante veinticuatro minutos, Wilson nos estaba esperando. —Ambos brazos me rodean con fuerza, aferrándose—. Tú pudiste... —El nerviosismo no le permite hablar—. ¡Maldita sea, pudiste morir! ¡¿Eres consciente de la gravedad?!

Aaron Miller ha sido reemplazado por un doppelgänger.

Eso explicaría su comportamiento inusual, por no decir esquizofrénico. Aunque los dos hayamos resuelto el malentendido, desvelado nuestras inseguridades y compartido una noche llena de afecto, no significa que ahora será mi defensor. Tal vez yo reaccionaría igual o peor si la situación fuese al revés, pero... Dios, estoy siendo hipócrita. ¿Cómo me atrevo a cuestionar su actuar cuando casi salto sobre Lirio por haberlo amedrentado?

Mis propias emociones son caóticas, es absurdo pretender comprender las suyas.

—Gracias —susurro apartándome ligeramente, sin deshacer el abrazo. Mi nariz le roza la mejilla helada, no resisto el impulso de besarla.

—¡¿Por qué agradeces?! —Tiembla demasiado, algo anda mal—. ¡Me quedé inmóvil, fui tan cobarde y débil! —Lo observo atónito, incapaz de asimilar cuánto se menosprecia.

—Fuiste inteligente: supiste cómo enfrentarlo, nos mantuviste seguros. —Le acaricio el rostro con ambas manos. Tiene la mirada perdida, luce nervioso—. Si no hubieses llegado, ahora estaría muerto. —Pego nuestras frentes tibias, dejando que la emoción fluya. Mis extremidades pierden el entumecimiento, aquel dulce calor se desliza por ellas—. Me salvaste.

Aaron no dice nada, permanece absorto entre pensamientos difusos, pero su cuerpo abandona la tensión lentamente.

—¿Qué demonios hacías aquí? —cuestiona un poco más relajado.

—El hermano de Rose ha estado metiéndose con Takara, la detesta por ser lesbiana —resumo siendo conciso.

—Y tú siempre tienes que defender a los inocentes, ¿no? —espeta con molestia e incomodidad.

—Es mi mejor amiga —intervengo—. Si conocieras las peculiaridades y defectos que embellecen su persona, cómo se le ilumina el semblante cuando está feliz, matarías al bastardo que amenazara con quitarle la sonrisa.

—Pareces enamorado de Jones —masculla todavía sosteniéndome, aumentando cada vez más el agarre febril.

—¿Qué? —Abro la boca, horrorizado—. Es una hermana para mí.

Además solo me atraen los hombres, principalmente tú.

—No sonabas muy fraternal —objeta irritado, rompiendo nuestro contacto visual.

—Ay, por favor. —Disimulo la risita que comienza a liberarse, sus celos me resultan entrañables—. También haría lo mismo por ti.

—¿Eh? —Aaron se aleja al instante, sin percatarse del rubor que le cubre las mejillas.

Aquel rechazo repentino me provoca un dolor en el pecho, debo tomar varios segundos para procesar esta situación. Entonces las palabras que estúpidamente solté se repiten en mi corteza cerebral, dejándome analizarlas.

¿Acabo de confesar que mataría por él?

Es demasiado vergonzoso, necesito distraerlo.

—Siempre protegeré a las personas que amo —vuelvo al tema inicial, intentando suavizar el ambiente.

—Y yo evitaré que lo hagas si proteger significa arriesgar tu vida. —Observa mis nudillos magullados, el disgusto se manifiesta en su rostro—. Es la última vez que te expones así, Dominik.

Cuando estoy preparado para soltar una extensa perorata sobre el individualismo, combinado con la buena dosis de haré lo que me salga del escroto, aquella mirada entristecida detiene cualquier arrebato.

—Tú también fuiste imprudente —refunfuño utilizando la poca dignidad que conservo, Aaron sonríe apenas perceptiblemente.

—Porque no se te ocurrió nada mejor que golpear al hombre cuya apariencia rivalizaba con la de un narcotraficante o mafioso promedio —suspira pasándose ambas manos por el cuello—. Era obvio que intervendría.

—Tal vez para ti —murmuro sintiendo cómo mi corazón palpita, los latidos acelerados me inquietan—. Yo no lo esperaba.

—Estás acostumbrado a luchar solo, pero eso terminará pronto. —Él acorta la pequeña distancia entre nosotros—. Somos dos ahora.

—¿Qué? —Mi cuerpo se paraliza, preso del inmenso estupor.

—Dos personas que conviven juntas —balbucea enseguida, rojo cual sangre coagulada—. No me refería a... Tú sabes, es ridículo. —Ríe con torpeza, tragando saliva—. ¿Deberíamos llamar a la policía? Te recuerdo que acaban de apuntarnos con un arma.

Aunque deseo molestarlo por su tierno nerviosismo, es cierto que necesitamos resolver el problema principal.

—Sería inútil —respondo estudiando cada posibilidad, ninguna agradable—. Si lo denunciara, Patrick se enteraría inevitablemente: soy menor, alguien le informaría como dicta el protocolo en casos similares.

—¿Temes que no quiera ayudarte? —cuestiona.

Incluso luego de verlo maltratarme, aún desconoce cuán terrible es su odio.

—Me culpará, Aaron. —Escalofríos recorren mi espalda, poniéndome rígido—. Siempre lo hace.

Él guarda silencio, poseyendo la expresión facial que he recibido incontables veces durante años. Distingo, con horrorosa facilidad, esa vacía lástima. Un absurdo sentimiento que nunca logró cambiar algo, solo trae esperanzas temporales.

—¿Entonces prefieres que yo denuncie? —ofrece—. Podría decirle a mamá, ella no dirá nada.

—Rebeca me detesta. —Muevo el pie derecho rítmicamente, ansioso.

—No es tu mayor fan, pero jamás te dañaría. —Sus dedos rozan mi barbilla, enviando corrientes eléctricas por toda la zona—. Sabe que eres relevante para mí.

—¿Lo soy? —murmuro enternecido, inclinándome hacia el maravilloso tacto.

—Sí, Dominik. —Me acaricia con delicadeza—. Tú no imaginas... —Se detiene, la respiración agitada le dificulta el habla—. Estaba tan aterrado, no soportaría perderte.

Lo beso tontamente, siguiendo estos impulsos suicidas. Aaron jadea ante la sorpresa, en consecuencia mis labios vibran un poco. Ninguno trata de intensificarlo, es casto y simple, pero hermoso. 

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