Aquello que no te he dicho [A...

By NeekoChanuwu

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[AU][Angst][Drama][¿Fluff?][Lil toxic] Una madrugada cualquiera, Aphelios hacía su habitual recorrido de cuan... More

🌕 Antes de leer 🌕
✯ Son sólo palabras ✯
❅ La distancia entre nosotros❅
✦ The moon n the sheep ✦
➳ Don't you remember ➳
❅ El mismo error ❅
✯ You let me fall ✯
☾ Rolling in the deep: Parte I ☽
You let me fall - Parte II

✾ La fine ✾

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By NeekoChanuwu


El torrentoso sonido de las gotas golpeando contra la ventana inundaban todas y cada una de las habitaciones del departamento, ayudando a los presentes a atravesar la barrera de los recuerdos y sumergirlos en sus propios pensamientos y emociones, aún si fuesen horribles y capaz de devorarlos. Por su parte, Sett permanecía estático viendo sin ver todos los puntitos de agua que se formaban en la ventana; había abierto la persiana solo para contemplarlas, mas de inmediato se había perdido en un lugar muy lejano más allá de todos los edificios que podían verse desde la altura. 

Aphelios se echó contra las cerámicas de la pared de la cocina y se dejó arrastrar por la gravedad hasta el piso. Se había puesto un pijama holgado, lo primero que encontró, para nada adecuado con el frío que hacía, ese que se pegaba a él desde la pared y le calaba hasta los huesos. ¿O era algo más?  No descartaba la idea, no sería la primera vez que le bajaba el pulso cuando tenía que afrontar cosas que lo superaban. Odiaba eso. Es como si su cuerpo se rindiera antes que él, instándolo a la derrota y no actuar ante nada; ante lo más mínimo que ocurría su corazón se escondía, bajaba los pulsos, la presión bajaba y lo que quedaba de él no eran ni rastros de la persona que solía ser. Ahora, era su primera vez completamente a solas desde que había recogido a Sett; sí, antes lo había visto dormir, pero lo veía. Ahí en la cocina sólo estaba él y la tetera que recién había colocado al fuego. Observó sus manos tiritar, sin saber si era por la temperatura o los nervios y algo desagradable captó su atención. Su piel era de un pálido casi enfermizo y sus largos y elegantes dedos ahora se veían mermados, huesudos y carcomidos. Apretó sus puños y tapó sus oídos. Odiaba el incesante sonido de la lluvia, cada uno de los golpeteos le generaba una ansiedad incomprensible que lo agobiaba. 

Tenía que levantarse e ir a chequearlo, no podía dejarlo tanto tiempo solo fue lo que pensó, y el darse cuenta de sus pensamientos lo turbó un poco. ¿Cuándo había sido la última vez que había encontrado fuerzas para levantarse estando así? Además, ¿por su mejor amigo que lo había abandonado y fugado de la justicia? Una parte de sí sabía que esos calificativos eran mero rencor, mas no estaba a tiempo para hacer auto-análisis reflexivos y juzgar las connotaciones de sus pensamientos. Mientras hiciera "lo correcto" bastaría por ahora. Ahí se quedo, hecho un ovillo en la cocina contemplando el tiempo pasar mientras hervía el agua. No quería pensar ya en nada; conseguía un poco de tiempo para sí mismo y en lugar de poder poner en orden sus pensamientos e idear un plan o monólogo para atender a Sett, todos sus traumas y negatividades llenaban su cabeza y se desesperaba dentro de la misma caída que le proporcionaban sus pensamientos. Sería mejor desaparecer de una vez por todas, sería más fácil, más práctico. Cerró los ojos con fuerza.

No lo entendía. 

Sí, le habían diagnosticado depresión hace unos años, y aunque sus días estaban vacíos y monótonos al menos se las arreglaba para llenar el mismo con acciones rutinarias, caminatas, libros, series, incluso dormir todo el día. Había tenido una semana peor que otras, sí, ¿pero como para que todas sus crisis lo abofetearan y escupieran de nuevo a la cara? Lo único que había cambiado... era él. Enterró sus dedos en su brazo dejando unas pequeñas marcas rojas debido a la fuerza. Tantos años, aparecer así de la nada, tantos problemas, tantas cosas que hablar, el debate de lo correcto y lo incorrecto, tantas, ¡tantas cosas! Si lo hubiera encontrado en una situación totalmente distinta, es muy probable que se hubiera acongojado, que ni siquiera hubiese podido atinar a llamar su atención o escribirle un mensaje. Fueron las circunstancias... las circunstancias malditas las que lo obligaron a actuar; actuar con fuerza y valentía, rastros de lo que alguna vez fue. Pero ya no quedaba nada de ese chico, ¿por qué su cuerpo lo había metido en semejante situación entonces? No podía lidiar con esto. Iba más allá de sí. 

Pero Sett estaba peor. 

¿Y qué? pensó. 

¿Qué si estaba peor? ¿tenía alguna obligación para con él? ¿le debía algo acaso? No, por supuesto que no. Si hubiera podido dejarlo allí... no estaría sufriendo tanto... su corazón no hubiera recordado cómo palpitar, sus brazos no hubieran recordado el calor de rodear a alguien, su estómago no hubiera revivido para gritar su vuelta a través de las nauseas que le provocaba todo. Parecía que todo su cuerpo gritara por una última oportunidad; pero su mente, oh... 

El pitido de la tetera lo sacó de su ensimismamiento y un gemido ahogado se perdió en la cueva fúnebre que era su garganta. Se levantó de mala gana y apagó el fuego de la cocina. Había huido producto de su propia rabia de la habitación y ni tuvo tiempo de preguntar qué quería a su... invitado. 

Bueno, tampoco la atmósfera era tan enternecedora como para tener una maravillosa cena con un amigo que no veía hace tiempo. Todo lo contrario, la comida fue un tópico único de necesidad. Abrió la despensa y observó: té, leche, azúcar; no había mucho donde escoger. Quizás fuera la lluvia, quizás era el recuerdo de las quedadas en su casa de hace muchos años, al final Aphelios optó por chocolate caliente, bastante cliché para los días de lluvia. Tomó una bandeja de madera algo vieja que seguía en buen estado. Dos platos blancos simples y su taza; se le había regalado Alune hace bastante tiempo. Era blanca con un gato gris recostado sobre la luna, según la chica "le recordaba a él". Fue entonces cuando se percató que no tenía ningún tipo de losa para visitar debido a que nunca recibía a nadie, cuando Alune se hacía presente solía traer sus propias cosas, además era con suerte una vez al año estos días. Sacó entonces lo que él llamada "losa de repuesto". Era losa antigua que generalmente usaba cuando se quebraba algo o le daba pereza limpiar los trastes. Ahí, tenía una taza blanca común y corriente, el mango estaba algo trizado y las marcas de agua de uso se hacían evidentes si mirabas dentro. Con eso tendría que bastar. Una vez preparadas las cosas como a él le gustaba, colocó cuidadosamente todo en la bandeja y emprendió rumbo a su habitación, no sin antes robarse un paquetillo de galletas que tenía encima de la despensa. 

Sett seguía absorto en sus pensamientos, Aphelios había llegado hace unos minutos y dejó la bandeja con todas las cosas en el velador a un lado de la cama. ¿Lo estaba ignorando o realmente estaba tan ido? Si volvía a perderlo sería bastante problemático. 

«¿Estás?»

Una sola palabra escrita, le puso el cuadernillo frente a los ojos ante lo cual Sett no tuvo más opción que reaccionar.

—Perdón —se apresuró a disculparse—, supongo que no estaba.

Esta última palabra, ¿había usado un tono distinto en ella? No es que fuera malo, era... bueno que recuperara en sentido del humor, ¿mas no era raro? 

«Será mejor que tomes y comas algo, asumo que no lo has hecho en días.»

Antes de que pudiera preguntar cuál era su tazón, el joven pelinegro tomó entre sus manos la taza más deteriorada y la acercó a sus labios para calentarse. Por supuesto que la otra era su taza, el pelirrojo agradeció el gesto de algún modo dentro de su cabeza; se sentía tan ajeno estando allí y que los modales de su ex-amigo afloraran en cosas tan mínimas le hacía sentir de una extraña manera que no sabría explicar. Imitando al menor, tomó el tazón entre sus manos. Estaba bastante caliente. Si mal no recordaba Phel siempre había sido más sensible, ¿no se había quemado? Se notaba que el agua acababa de hervir. Mas Aphelios no dijo nada. O bueno, tampoco es que pudiera decir nada. Sett no se había topado nunca con alguien que fuera "mudo" y la falta de comunicación lo inquietaba un poco. Inhaló con pesadez, mas a medida que llenaba sus pulmones y el olor del chocolate caliente lo inundaba, sonrió un poco por inercia. Olía a casa, a familia. Por más tonto que suene, se fijó entonces por primera vez en lo que le habían ofrecido y se percató que incluso habían pequeños malvaviscos en su tazón. Se quedó perplejo ante tal detalle. Aphelios podría no poder decir nada, mas cosas pequeñas como esas... se sentía de alguna forma querido, o al menos, recibido con el decoro necesario, como si fuera una visita más que no llegaba a incomodar. 

«¿Cómo dirías que te encuentras ahora?»

Dejó la taza en el platillo para poder volver a escribir.

«Necesito que seas sincero. Te ves mejor, mas desde que llegamos dos veces has reaccionado de la misma forma olvidándote de la anterior. »

Sett sabía que había sido bastante irresponsable, pero ni él mismo llegó a pensar que habría un "después" de entregarse a los suburbios y la nada. Lo único que había esperado era ser despedazado y exterminado de ese mundo tan cruel e injusto donde sólo había dolor para él. Después de cerrar los ojos esa noche y dar el primer golpe, jamás llegó a pensar un final alternativo a su tragedia, casi como si fuera salvado por un ángel... jamás había considerado despertar de nuevo después de sumergirse. 

—Por supuesto que estoy lejos de estar bien, así que lamento decepcionarte si es lo que querías oír —bromeó con un tono ácido escondiendo la tristeza por detrás de recordar los hechos que lo habían arrinconado a ese estado—. Pero "estoy" —continuó—, tampoco sé qué responder si no tengo muy claro a lo que te refieres, Phel. 


«Lo de antes... ya habías pedido perdón una vez. O algo así.»


Ah, la había cagado. Tenía la sensación de que se había disculpado dos veces, mas la primera vez ocurrió inmediatamente después de que forcejearon entre toqueteos y discusiones absurdas. Sí, ahí creyó que estaba un poco mejor porque había reaccionado y lo había reconocido, pero por supuesto que no iba a comparar su estado ahí con el actual. Negó con la cabeza y arrancó la hoja, haciéndola una bolita y lanzándola lejos. 

«Olvídalo, me confundí.»

«Entonces... estás mej... Estás.»

«Eso es bueno.»

—Sí... 

Las palabras no volvieron a salir por ninguna de las dos partes. Pasados unos minutos, Aphelios dejó su cuaderno de lado y volvió a tomar su taza procurando en ningún momento mirar a Sett. El pelirrojo no sabía cómo reaccionar. No entendía del todo por qué estaba allí. O sea, entendía que Aphelios lo había salvado del apuro, muy probablemente en honor a su antigua amistad, ¿pero por qué no lo echaba? Claramente no quería hablar y se notaba incómodo, no lo culpaba para nada, mas querer seguir con ese ambiente era algo que iba más allá de su comprensión. No sólo por sus intenciones... sino por la atmósfera misma. La incomodidad era palpable, la tensión, la ansiedad de ambos. Sett sentía que en cualquier momento el recuerdo de su madre lo haría volver a explotar en lágrimas y, si no podía, que terminaría en alguna pelea de mala muerte otra vez. También podía percibir que Aphelios estaba a punto de romperse, aunque las razones le seguían siendo muy ajenas y desconocidas, así como él. No sabría dar motivos, pero aquel hombre frente a él no se sentía para nada como la persona que recordaba como su mejor amigo. En alguno de sus gestos y formas vivía el fantasma del Aphelios que conoció, pero una barrera muy grande los separaba ahora. Y sin embargo, aunque se sintiera así; aunque se sintieran así, aquellos segundos que pasaban eludiendo la presencia del otro se hacían atemporales nuevamente y el dolor parecía incapaz de alcanzarlos. Sett estaba a punto de arrojarse a otra pelea en busca de respuestas que jamás alcanzaría; Aphelios al borde de un colapso mental y una crisis de ansiedad que se aguantaba desde la cocina, pero no llegaban. El tiempo se detenía y aunque podían sentir toda la carga emocional y pensamientos negativos aplastándolos podían estar allí: sentados observando la lluvia caer y disfrutando de un chocolate caliente. 

Aphelios abrió los labios como queriendo decir algo, un reflejo que no lo traicionaba hace años desde que tenía su condición. Se cubrió la boca con una mano de inmediato y contuvo las lágrimas del dolor tan repentino que le trajo el recuerdo en piel viva. ¿Cuándo había sido la última vez que había intentado hablar? ¿por qué su cuerpo lo traicionaba tantas veces hoy? Sett tardó en procesarlo, aún esperaba que las palabras del menor llegaran a sus oídos. Cuando entendió lo que había pasado al ver la tristeza oprimida en el rostro de Aphelios, algo se rompió en su pecho e instintivamente alzó una mano para alcanzarlo. Ambos se quedaron congelados cuando se escuchó un trueno. 

 —Qué inusual —murmuró Sett para sí sacado del ambiente. Cuando volvió a observar a Aphelios su cuerpo se movió por su cuenta antes de que pudiera relacionar su reacción. Cogió la taza que tenía entre sus manos y la dejó a un lado. Acto seguido lo jaló hacia él y lo abrazó con fuerza. 

—¿Estás bien Phel? —susurró, otro trueno. Las uñas del menor se enterraron en su espalda. —Estoy aquí... estás aquí conmigo, Phel. Estamos en tu cuarto de... tu departamento, Phel. Asiente si me escuchas. 

Quería morir. No podía más. 

El agarre del pelirrojo se hizo aún más fuerte al no recibir respuesta. 

Aquel chico débil y raro débil de unos cursos más abajo... había sorprendido a unos niños molestándolo durante una tormenta y al pobre chico en shock. Lo llevó a enfermería del colegio ese día y al siguiente obtuvo las gracias de su mejor amiga y compañera de clases, Alune. Le explicó que su hermano recién se estaba reintegrando al colegio y que si no fuera porque lo ayudó el día anterior no sabría qué hubiera sido de él. 

 —Sabes, mi hermano no sólo le tiene fobia a las tormentas —le confesó estando a solas de camino a casa—. ¿Recuerdas la tragedia familiar que te comenté? ¿la masacre religiosa? Bueno... a diferencia de mí él sí estaba en casa cuando todo ocurrió —vaciló unos segundos—, escondido en un cajón en su pieza. Ese día la luna hizo más que llorar por nosotros, los truenos sonaron toda la noche. Más que una fobia, nunca me lo ha confirmado, pero yo tengo la teoría de que escucharlos lo transporta de vuelta en sus recuerdos... 

Lo apretó con aún más fuerza. Sus padres, su madre. ¿Acaso estaban ligados por algún destino tragicómico que se reía de ellos para encontrarse ese día? Sett quería llorar de nuevo al recordar el rostro amable de su progenitora; el calor y la necesidad de Aphelios se lo impidió. 

—Phel, ¿me escuchas? —suplicó. 

No quería quedarse solo.

Tras unos minutos después del último relámpago y las insistentes llamadas del pelirrojo, la cabeza contraria asintió con dificultad, como si toda la vida se le fuera en aquel pequeño movimiento. 

—Phel... —suspiró agradecido, sin soltar su agarre. 

Aphelios, quien se encontraba aún acurrucado en el pecho de Sett y aferrado a su cuerpo con sus uñas, susurró con los ojos cerrados palabras que sabía que jamás llegarían a los oídos contrarios. 



«Aún me gustas» 

musitó a la nada 




«si ibas a sujetarme así»








«¿para qué me dejaste en primer lugar?»

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