El Puente ||Daryl Dixon

De Marvelera2001

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U.T.E.E.F.D.M -Segunda Parte- Temporada 09- 10 Mais

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33

Capítulo 18

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De Marvelera2001


||En La Piel de los Muertos; Un Guerrero Caído||

La noche no tardó en llegar más tenebrosa que nunca con la puesta de Sol. Oscura, muy oscura. La proximidad de la tormenta, cada vez más cerca, provocó el descenso de temperaturas y el viento favoreció aquello al mecer los árboles paulatinamente a mayor violencia; los relámpagos resonaban sin ser demasiados invasivos, y podía verse su resplandor coloreado por un azul eléctrico y brillante, que desaparecía en cuestión de segundos.

El grupo dirigido por el experto cazador, siguiendo huellas e indicios persistentemente, logró hallar un granero en el cual desembocaban aquellos rastros.

Con sus linternas y armas, se aproximaron en frente del edificio.

—Adelante muchacho, ve a buscarlo.— ordenó Daryl; Perro no tardó en obedecer a su amo, adentrándose al granero, donde olfateó hasta llegar a una montaña de heno. Gemidos leves salieron de su hocico, advirtiendo inteligentemente a su amo y Daryl no tardó en felicitar a su mascota por el hallazgo. —Buen perro.—

Eduardo removió el heno con sus pies y tanteó la superficie una vez fue despejada.

—Aquí. —indicó y Aaron se acercó esta vez.

—Eugene, ¿estás ahí dentro? —

—A-afirmativo.— respondió  una voz ahogada y temblorosa; y, sin esperar más, Aaron y Jesús se encargaron de despejar el resto del pasto seco para posteriormente deslizar una tabla hacia arriba, encontrando al científico adentro de un pequeño cubículo.

—Dame la mano.— pidió Aaron, siendo obedecido en pocos segundos.

—Eugene, ¿estás bien?— cuestionó Eduardo, preocupado, mientras que Aaron atendía al susodicho al verlo débil y tembloroso.

—Caí mal y me disloque la rodilla.—explicó. —Teníamos una Horda tras nuestro y Rosita se vió obligada a dejarme aquí. —

—Si está dislocada podemos volver a colocártela.—sugirió Daryl, vigilando el exterior del granero.

—No.—negó con su cabeza.—Debemos salir de aquí. La Horda que nos persiguió, está a punto se regresar. —

—Vimos sus huellas, se fueron. — Eduardo intentó aliviarlo.

—No. Ya pasaron dos veces por aquí, me están buscando. — aseguró, preocupándolos.

—¿Qué?— instó Eduardo.

—Tenemos que largarnos antes de que vuelvan. —repitió desesperado. —No era una Horda normal. —

—¿Qué quieres decir?— insistió Aaron; a lo que, al borde del llanto, Eugene explicó:

—Cuando estaban pasado... los oímos... ellos... se susurraban cosas. —

—Quieres decir...¿Que hablaban? —teorizó Aaron, sorprendido.

—Si. Sé cómo suena. Pero Rosita también los escuchó. Ella puede corroborarlo. —

—Tenemos que llevarlo.— demandó Daryl. Al momento en que Aaron y Jesús ayudaron al científico a incorporarse, el ladrido del can les advirtió de la amenzana próxima al granero.

—No puede ser la misma horda. —dijo Daryl, fastidiado.

—Nos encerraron.— advirtió Aaron.

—Podemos dar marcha atrás y regresar, la ruta 28 no está lejos. —sugirió el cazador. — Es el camino más directo a los caballos. —

—Te seguimos. —

[•••]

—¡Vamos! ¡vamos! —exclamaron a modo de aliento, ya que, con el científico herido, Aaron y Jesús demoraban el paso a causa de estar llevándolo.

—No tiene sentido, están siguiendonos directamente a nosotros.—acotó Jesús. —No debían retroceder así y mucho menos seguirnos desde el granero. —

—Tengo una teoría que proponer.—avisó Eugene, en medio de la conversación,generando una incertidumbre tremenda. — Los caminantes están evolucionando. —

—Mentira.— se negó el cazador al instante, ya estaba lo suficientemente alterado como para ahora tener que creer en esa teoría absurda.

—Están muertos, no pueden evolucionar. —agregó Jesús.

—Pero estar muertos no les impiden deambular ad infinitum ¿no es así? —retrucó.— No están muertos de un modo que sea lógico. Para detenerlos, les asestamos un golpe en el cráneo, o sea que el cerebro está vivo.
Estará degradado, pero ,si vive, puede cambiar. Y, tal vez, habrían empezado a recordar cosas. Por ejemplo ¡a hablar! —exclamó histérico.

—¿Qué? — Daryl lo miró, incrédulo.

—No es más absurdo que los muertos esten vivos, para empezar.—acotó Jesús. —Si están vivos, tal vez podrían comenzar a usar estrategias y a cazar. —

—Nos están pisando los talones, carajo. —maldijo Aaron, mirando sobre su hombro. — Debemos llegar rápido a los caballos. —

—Tienen que dejarme atrás...—sugirió Eugene. —Los estoy demorando y cansando. Cada vez que paramos, los muertos se acercan. —

—No. — se negó Jesús, indignado.—Vinimos hasta aquí a buscarte y no nos iremos a casa sin tí. —

—No tienen alternativa. —contraatacó.

—No es tu decisión. —le respondió.—Los números nos ayudan. Podemos dividirnos. Ustedes llévenlo hacia los caballos. Yo desviaré a la horda hacia el otro sentido. —

—No voy a dejarte hacer eso—interrumpió Aaron.

—Luego los dejaré y los veré en Hilltop. —agregó, seguro de sí mismo para la misión.

—Juntos somos más fuertes.— le recordó Eugene.

—Eso no nos ayuda. Nuestra única posiblidad es evitar la confrontación.—insistió el de cabello largo y lacio.

—No, si alguien se queda, seré yo. —aseguró Daryl. —No hay tiempo, ¡váyanse!— dijo, antes de tomar un camino diferente junto a su mascota.

[•••]

El cazador se situó sobre el tejado de una caseta mientras el perro se mantuvo abajo a la espera de las órdenes de su apreciado dueño.

Bajo el manto de espesa niebla, por la carretera, avistó la Horda, yendo en dirección por donde Aaron y los demás circulaban.

Su misión era desviarlos y eso es lo que haría. Tomó de su mochila un petardo y encendió la mecha con la ayuda de un encendedor. Al comenzar a chispear, arrojó el explosivo y, pasado unos segundos, sucesivas y ruidosas explosiones junto a los ladridos de Perro captaron la atención de los muertos.

—Buen chico, sigue atrayéndolos .— ordenó Daryl, viendo que su plan resultaba. Pero de pronto todo cambió cuando los caminantes simplemente decidieron ignorarlo, retomando el camino original. —Sh, sh... —siseó, calmando a su perro. Si la Horda seguía por ese rumbo, no tardaría en llegar a sus amigos.

Mientras tanto, Eduardo guió a sus Jesús y Aaron, quienes sostenían a Eugene de cada lado para ayudarlo a caminar.

El azabache sostenía su linterna e iluminaba con ella el camino viciado de niebla que invadía los suelos y el aire, a la vez que trataba de alejarse, a ciegas, de los gruñidos provenientes desde puntos inexactos para sus sentidos.

—Vamos —alentó Aaron ante los quejidos que Eugene soltaba de vez en cuando por el dolor en su pierna.

—No se alejan.—comentó Jesús al momento de parar unos segundos, nervioso por el solitario cazador y la situación en sí. — Tenemos que irnos, vamos. —ordenó y otra vez retomaron el camino, yendo en paralelo a un muro desgastado de ladrillos grises y gruesos, rodeado de árboles secos, sin verde alguno.

—Aquí.— indicó Eduardo, al divisar un hueco con el espacio suficiente para pasar de a uno a la vez hacia el otro lado del muro. — Podemos utilizar esto como cuello de botella, los perderemos aquí. —

Sin perder tiempo y estando de acuerdo, Aaron fue el primero en atravesarlo y Jesús ayudó posteriormente a Eugene mientras que su pareja lo recibía desde el otro lado. El practicante de Artes marciales fue el siguiente y Eduardo pasó al final, a centímetros de ser capturados por los caminantes, los cuales se atascaron al intentar cruzar.

—Sigan el muro.—ordenó Aaron, volviendo ayudar a Eugene. —Tiene que haber una puerta por aquí. — 

Tras recorrer algunos metros, Jesús fue quien descubrió una puerta de valla, pero tras varios intentos que hizo incluso con la ayuda de Eduardo, esta no cedió y decidieron desistir de ello. Tratando de buscar el lado B del asunto, Eduardo dio un salto al muro, comprobando su altura y determinando que era suficiente para salir de allí.

—Podemos subirlo.— indicó al bajarse. Sin detenerse a discutir, los tres impulsaron las piernas del científico para que este pudiera sobrepasar el obstáculo;no obstante, Eugene estaba tan débil que sus brazos no pudieron cooperar y acabó en el suelo nuevamente.

—Ya no hay tiempo.— sentenció  Aaron tomando su cuchillo así como Jesús su espada y Eduardo, su hacha.

Fue entonces en que los tres se fundieron en la batalla contra los muertos; maniobrando de una manera en que podían protegerse a sí mismos, como a su vez complementarse el uno al otro para ayudarse.

Los caminantes, sin embargo, llegaban desde todos lados. Y la niebla hacia incierta la cantidad que se hallaba presente a su alrededor.

Eugene remató a unos pocos con su cuchillo hasta que una voz muy conocida para él, resonó tras su espalda.

—Eugene. — susurró Michonne, aferrándose a los barrotes de la puerta del lado exterior.

—Michonne. —corrió hacia ella, agradeciéndole a quienquiera la llegada de la morena y el cazador. —Santo cielo. Que alegría verte. La erosión obstruyó la puerta, no podemos salir.—

—Necesito que empujes.— ordenó. De inmediato, Eugene accedió, tomando con fuerza los barrotes. Pareció una tarea aun imposible,pero dejó de ser así cuando Magna y Yumiko corrieron y junto a la morena, tiraron del metal para ayudar.

—¿Qué diablos hacen aquí?— preguntó el científico, aun forcejeando.

—Nos ganamos el pan.— respondió Magna justo cuando la puerta cedió finalmente y Eugene cruzó desesperado.

—Sáquenlo de aquí, yo me encargo. —ordenó Eduardo, afirmando el hacha sobre su mano.

—Pero... —

—¡Ve! —interrumpió a Jesús. A regañadientes, el castaño cedió ante la orden y corrió hacia la salida. Eduardo avanzó decidido cortando la primera cabeza de manera horizontal, provocando que la sangre podrida lo salpicara. Repitió sus patrones con sagacidad. Vertical. Horizontal. Vertical. Horizontal. Su técnica era impecable; su agilidad, absoluta . Los muertos caían más que inertes a sus pies, formando un camino de putrefacción. Dos caminantes llegaron hacia él en paralelo y fue ahí cuando se encargó fácilmente del primero, pero al llegar al segundo, simplemente se vio impactado ante la sorpresa que le produjo que su ataque fuera esquivado rápidamente, algo impropio en la naturaleza muerta, provocando que lo siguiente se viera casi en cámara lenta.

—¡No! —exclamaron Aaron y Jesús, cuando el mismo cuerpo que lo esquivó se posó tras el azabache y atravesó por completo con una daga su espalda hasta llegar al corazón.

Ante la impotencia de una nueva pérdida, los hombres y las mujeres volvieron a atacar con tanta furia y frenesí que el lugar fue despejado en cuestión de minutos.

En el silencio, los relámpagos de fondo sonaron con más libertad, así como el viento comenzó a tornarse violento.

Jesús se inclinó frente al fallecido Eduardo impidiendo la cruel conversión, sintiendo sus ojos aguarse por la pérdida de un gran amigo y valiente guerrero.

Daryl, mientras tanto, revisó al caminantes que había atacado al azabache minutos atrás. Así fue que encontró unos curiosos hilos recorriendo la parte trasera de la cabeza. No tardó en cortarlos con el filo de su cuchillo, descubriendo ni más ni menos a una persona en la piel de un muerto.

Los relámpagos estallaron más fuertes.

Pero lo peor, vino después...

Los susurros.

Están atrapados. —

—No los dejen escapar. —

—Rodénnlos.—

—Mátenlos juntos. —

—Ahora morirán. —

—¡Debemos irnos!—exclamó Eugene, espabilándolos ante la sorpresa que él ya tuvo la desgracia de vivir.

Reaccionando, Jesús y Aaron cargaron el cuerpo de Eduardo, cruzando primero por la salida. Magna, Eugene y Yumiko les siguieron; y, Daryl y Michonne los cubrieron hasta el final.

El cazador disparó una flecha, encontrando a otra persona viva bajo la mascara, la cual gimió ante el dolor en su pierna, siendo devorada a los pocos segundos por los caminantes que captaron sus sonidos.

—Váyanse, yo los cubriré.— ordenó la morena, extendiendo firmemente la katana frente a su cuerpo, lista y a la espera.

—¡Vamos! —exclamó Daryl en el exterior.

Morirán... —

Michonne rebanó cabezas tiñendo los suelos con la sangre podrida. No le temía a nada, pues algo extraño sucedía con su mente. Algo involuntario y difícil de manejar; adicción. La sed de sangre la convertía en una máquina de matar.

Los sesos caían en fila al suelo, pero otro de aquellos infiltrados se dispuso a atacarla. Antes de poder si quiera tocar una rasta, una flecha se incrustó de lleno en su cráneo acabando con su vida y conversión.

Michonne vio sobre su hombro, descubriendo a Yumiko con el arco entre sus manos.

La había salvado.

—¡Vamos! ¡Rápido! — exclamó Daryl y la morena no tardó en llegar hacia él, escapando finalmente.

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