"La felicidad se puede encontrar hasta en los más oscuros momentos, si somos capaces de usar bien la luz." —Albus Dumbledore
Aquel día de sábado, los alumnos se levantaron revolucionados porque el último partido de Quidditch se celebraría hoy. Sobre todo los de Slytherin estaban emocionados al no haber perdido ningún partido y tener una racha impresionante de puntos, así que después de haber ganado a Gryffindor, no temían que enfrentarse a Hufflepuff fuese un problema.
Los ánimos estaban por los aires y se notaba bastante, ya que cuando un Slytherin estaba de mal humor, optaba por meterse con las demás casas de una forma no muy agradable. Ahora estaban demasiado concentrados en animar a todos los jugadores para que hicieran un buen partido y se fueran con dos victorias a casa para celebrar la Navidad.
Aquel día Annie se levantó un poco más tarde que los demás. Cuando abrió los ojos se dio cuenta de que no estaba ninguna de sus compañeras dormidas como habituaban a estar cuando ella despertaba, pero no le importó.
Habían pasado tres días desde que Draco y ella tuvieron un encuentro en la biblioteca y no se habían vuelto a dirigir la palabra. Annie tenía la terrible sensación de que el rubio ya hubiese tomado una decisión y fuera la que no quería: Alejarse de ella.
Como dos idiotas enamorados, ninguno se decía lo que su corazón les pedía que gritasen, que se querían y que querían estar juntos. Eran demasiado tontos y cobardes como para asumir tal responsabilidad.
Draco se levantó aquella mañana uno de los primeros y como él pensó, era tan solo un día más. El partido de Quidditch no lo emocionó ni un poco y eso que había estado esperando la victoria desde que se motivó cuando derrotaron a Gryffindor.
Las palabras de Annie seguían en su cabeza, y como buen cobarde, no le había vuelto a hablar. Por miedo o por lo que fuera, solamente se dedicaba a mirarla cuando ella estaba distraída y sin ser capaz de afrontar sus propios sentimientos.
Annie, por otro lado, sentía el miedo indagar su cuerpo cuando llegó a la conclusión de que había sido una muy mala idea contarle a Draco el secreto que tenía con Harry. Si era un secreto, no tenía que ir por ahí contándolo a pesar que ese día sintió la necesidad de no mentirle más al rubio.
¿Y si se lo decía a Umbridge por plena venganza hacia Harry?
No solamente él salía perjudicado, sino que todos sus amigos e incluida ella que también participaba en dichas clases particulares en la sala de los menesteres.
Todo comenzaba a apretar en la vida de Annie. El hecho de haber mentido hasta a sus propios profesores comenzaba a dolerle, por el simple hecho de que comenzaba a encontrar la amistad en personas que jamás creyó hacerlo. Estaba empezando a querer de una forma sana y real, y el pensamiento de que todo se echaría a perder cuando supieran quién era y de dónde provenía... la hundía.
Hoy Annie no estaba del todo bien anímicamente. Por eso le costó salir de la cama, cosa que hizo por hambre y porque Blaise le había pedido que asistiera al partido de Quidditch como la otra vez. Ella no se negó, pues le gustaba verlos jugar y hoy no era la excepción.
No se iba a amargar por las decisiones que tomase Draco.
Al fin y al cabo, el objetivo que tenía ella con él no era enamorarlo -ni enamorarse-. Era hacerse su amiga y guiarle hacia el camino del Señor Oscuro.
El día que hacía era de perros, nada favorable para hacer un partido de Quidditch ni nada menos. Había una gran tormenta, de esas que las gotas de agua pican sobre tu piel y los truenos que se oyen parecen las mismas trompetas del apocalipsis.
Annie tragó saliva cuando vio desde su ventana la gran tormenta y que por desgracia, no tenía pinta de mejorar. Y así fue. Tras el paso del día el cielo se puso todavía más oscuro y cuando llegó la hora en que los chicos se tuvieron que preparar para jugar a Quidditch, el cielo había llegado a su punto más negro y la tormenta caía con fuerza.
La castaña no pudo evitar sentirse preocupada por Blaise y Draco, a pesar de que no se hablaba con este último, no esperaba que le pasase nada malo en absoluto. Al revés, se le hacía un nudo en el estómago de tan solo pensar que se podría caer de su escoba o que la Bludger se cargase su escoba y lo hiciera volar por los aires.
Draco no se sentía asustado por la gran tormenta que había, no cuando recordaba el segundo partido que tuvo en su segundo año en Hogwarts. La tormenta fue todavía peor y aunque perdieron, hicieron un partido excelente.
Las gradas comenzaron a llenarse de alumnos que ni con el paraguas se protegían de la lluvia. Algunos llevaban chubasquero y las que tenían el pelo largo, corrían la mala suerte de que acabasen empapadas y con los pelos enredados.
Sin embargo, los gritos no cesaron cuando todos salieron con sus escobas hacia el campo. Annie veía a los chicos desde la misma posición que el primer partido, y soltó un pequeño grito para animar al equipo como todos hacían.
Draco tuvo que entrecerrar un poco los ojos porque las pequeñas gotas picaban en su cara y dolía. Dolía bastante. Pero no se detuvo, sino que siguió a su equipo hasta llegar al campo y bajar de su escoba para ponerse equipo frente a frente.
La profesora Hooch caminó con un poco de dificultad con el maletín donde estaban las pelotas, y cuando estuvo en medio de los dos equipos que se miraban con fiereza, comenzó a darle unas pequeñas instrucciones. Los de las gradas fueron incapaces de escucharla, debido al viento, la lluvia y los truenos.
Annie miraba al cielo, rogando que se portase bien con los chicos y que no les pusiera problemas. Pero se sentía una estúpida cuando sabía que no iba a cesar, que iba a seguir igual o peor.
La Bludger fue liberada y se alzó por los aires, casi invisible entre toda la niebla que recaía en el gran campo de Quidditch.
¿Cómo iban a marcar si los aros casi no se veían? Era una de las preguntas que se hacía Annie.
Con la Quaffle bajo el brazo, se movió hacia la mitad de ambos equipos que ya se habían montado en sus escobas y una vez a casi cinco metros de altura, la profesora Hooch alzó con fuerza la pelota, que para la mala suerte de Slytherin, se deslizó hacia el capitán del equipo de Hufflepuff debido al viento.
Zacharias Smith, actual capitán y cazador de Hufflepuff, agarró la Quaffle con fuerza mientras esquivaba a todos aquellos Slytherin que se ponían delante de él y tras unos pases con su otro cazador, Tamsin Applebee, lograron marcar el primer punto del partido.
— ¡ZACHARIAS MARCA, DIEZ PUNTOS PARA HUFFLEPUFF! —Las gradas parecen que se van a caer, y Annie aplaude mientras sigue animando a su equipo.
Blaise es ahora quien tiene la Quaffle, y como si fuera su tesoro más preciado, se dirige a gran velocidad rodeando a sus oponentes. No se lo ponen nada fácil, pero es cuando hace una buena jugada y tras unos pases con Cassius Warrington, marca el primer punto de Slytherin.
— ¡NO HA SIDO NADA FÁCIL, PERO LO HA CONSEGUIDO! ¡DIEZ PUNTOS PARA SLYTHERIN!
Ambos equipos juegan con la dificultad que hasta sus propias túnicas les molesta, el viento a veces está en contra y las escobas vuelan por los aires, ya son varios que caen y no se pueden volver a levantar.
Annie está con un nudo en el estómago de tan solo pensar que el próximo podría ser Draco o Blaise, pero intenta mantener la calma y celebra todos los puntos que su equipo está consiguiendo.
Draco se mueve por el campo y siente como el viento va a su contra, pero su Nimbus 2001 consigue ser más rápida y hacer sonoros ruidos a la velocidad a la que va. No es fácil para ninguno de los dos buscadores encontrar la Snitch con este temporal, pero Draco no se rinde.
Su escoba vuela por encima de todas las gradas, ignorando que en algunas haya burlas y en la otra gritos de admiración. No podía negar que varias veces había pasado por la grada de Slytherin para asegurarse de que Annie estuviese bien, a pesar que con el tiempo que hacía había preferido que no viniese.
La cabeza de Draco hace un leve clic y se niega a distraerse con Annie esta vez. No ahora. Por eso mismo surca el punto más alto del campo, buscando la pequeña Snitch Dorada que le daría la victoria y acabaría el partido.
Blaise, por otra parte, se encargaba junto al demás equipo de ganar a Hufflepuff por treinta puntos, haciendo un gran partido.
Unos gritos de sorpresa y horror salieron de la boca de todos los alumnos de la grada cuando Goyle empujó a un oponente de Hufflepuff y éste se escurrió de la escoba. Para Maxine O'Flaherty no fue nada fácil sujetarse en su escurridiza escoba, pero de un empujón consiguió volver a subir, obligando a que todas las gradas gritaran de alegría.
Annie se había asustado demasiado porque no deseaba ver a nadie caer. Y el partido se le estaba comenzando a hacer largo cuando tras cuarenta y cinco largos minutos, ninguno de los dos buscadores había encontrado la Snitch dorada.
— ¡ADRIAN PUCCEY SE LA PASA A BLAISE ZADINI, BLAISE ZADINI COGE LA QUAFFLE Y CON FUERZA... DIEZ PUNTOS PARA SLYTHERIN!
El marcador ya marcaba 90-60 para beneficio a Slytherin, fue entonces cuando un destello dorado apareció en un punto del campo y Draco salió volando hacia dicho punto.
No tuvo impedimentos con que el otro buscador fuese detrás de él, ya que hacía tan mal tiempo que siquiera se veían a sí mismos. Pero Draco no se detuvo y a pesar de estar a punto de chocarse con dos golpeadores de Hufflepuff, localizó la Snitch Dorada.
Cuando el buscador de Hufflepuff se fue a dar cuenta de que Draco iba detrás de la Snitch él ya había cogido la Snitch delante de las gradas de Slytherin, dando por finalizado el partido.
Annie gritó junto a los demás de la alegría de ver a Draco encima de la escoba alzando la Snitch dorada y con una sonrisa de victoria en los labios. Había sido un verdadero triunfo el conseguir verla con este temporal, pero lo peor había acabado así que todos los jugadores bajaron hacia el campo y el peligro se redujo a cero.
Los alumnos que animaban desde las gradas a los jugadores bajaron rápidamente y comenzaron a halagarlos, Draco sintió como un pequeño flashback como el día que ganó a Gryffindor, pero ahora se sentía igual o mejor.
No había sido fácil, por eso los jugadores estaban muy contentos de haber ganado el partido sin ninguna lesión o desgracia.
Annie ya se había acercado al montón de gente que cantaba, gritaba y celebraba alrededor del equipo de Slytherin. Estaba muy contenta y la euforia que sentía después de todos los nervios era imparable, por lo que cuando divisó a Blaise que se acercó a ella, lo abrazó y él la alzó por los aires.
— ¡Ha sido impresionante! —Grita Annie, debido a la lluvia que todavía cae como una gruesa capa que empapa a todo el que está debajo de ella.
— ¡Ha sido genial! ¿Me has visto? ¡Parecía imposible, pero ha sido un chute enorme de adrenalina! —Blaise tiene una sonrisa grande en los labios, contagiándosela a Annie.
Ambos se vuelven a abrazar de nuevo y cuando se separan, Annie busca con su mirada a Pansy y Daphne, pero no las encuentra. Es entonces cuando se encuentra con la mirada de Draco y el flashback del abrazo aparece en su cabeza.
Siente un inmenso nudo en el estómago por todo lo que ha pasado entre ellos, pero no por eso duda en acercarse lentamente y felicitarlo como amigos que eran.
Draco, que no duda ni un segundo en acercarse a ella haciéndose paso entre la gente, siente su corazón palpitar contra su pecho con rapidez debido a la adrenalina que ha vivido durante todo el partido.
Las emociones están a flor de piel, y el rubio no sabía qué es lo que le iba a decir a Annie cuando lo tuviera delante. Por eso decidió simplemente no decirle nada.
Cuando ambos estuvieron lo suficientemente cerca para hablar bajo la tormenta que todavía caía, Draco se acercó a la chica lo suficiente como para sentir sus frentes rozar. Los alientos de ambos se mezclan, agitados, calientes y entrecortados.
— ¿Qué haces, Draco? —Murmura ella, sintiendo ciento de mariposas revolotear por su estómago.
Draco dirige sus ojos hacia los de la castaña y con la mano que tiene libre, cubre la mejilla de la chica para así relamer sus labios y contestar:
— Lo que debí de haber hecho hace mucho tiempo.
Annie no puede pensar esa frase cuando Draco corta la distancia que hay entre los dos y junta sus labios con los de ella. El corazón de ambos parece reactivarse y comenzar a latir con más rapidez que nunca, mientras los labios suaves de Draco están sobre los de Annie y la besa con tanta dulzura y delicadeza.
Draco se encarga de sostener a Annie por el fuerte viento poniendo una mano detrás de su nuca y otra en su cintura, un agarre tan seguro y fuerte que eriza a Annie. Ésta enreda las manos en su pelo, sintiendo los labios de Draco moverse encima de los de ella.
No sabía qué se sentía cuando los probase, hasta ahora.
Cuando la falta de aliento se hizo presente en los dos, se separaron y pegaron sus frentes para así sonreír. No les importaba que estuvieran rodeados de alumnos, de Slytherin o de quien fuera. Ambos sentían como si los gritos de alrededor hubieran cesado y solamente estuvieran ellos dos en ese mismo momento.
Dándose su primer beso bajo la lluvia.