Aquello que no te he dicho [A...

By NeekoChanuwu

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[AU][Angst][Drama][¿Fluff?][Lil toxic] Una madrugada cualquiera, Aphelios hacía su habitual recorrido de cuan... More

🌕 Antes de leer 🌕
✯ Son sólo palabras ✯
❅ La distancia entre nosotros❅
✦ The moon n the sheep ✦
➳ Don't you remember ➳
✾ La fine ✾
✯ You let me fall ✯
☾ Rolling in the deep: Parte I ☽
You let me fall - Parte II

❅ El mismo error ❅

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By NeekoChanuwu


Sett había despertado hace ya un par de horas. Era un nuevo día, la luz del sol se inmiscuía sigilosa por entre los espacios abiertos de la persiana y reinaba una calma alegre al cantar de los pequeños pajaritos y el ruido suburbano de fondo. De vez en cuando, se escuchaba pasar uno que otro auto a la distancia, algunos pasos apresurados por la escalera del edificio: todo el resto era suma calma y tranquilidad. Pero era esta misma calma quien exponía la profunda amargura y desapego a la felicidad de nuestros dos pobres muchachos. 

Cuando Sett despertó, Aphelios no estuvo para presenciarlo, sin embargo, en sus ojos se manifestaba la confusión de la mezcladura de recuerdos sumado a encontrarse en una habitación que desconocía. Por supuesto, esto estaba lejos de ser algo malo. Era la primera pizca y probada de realidad consciente que tenía en días. Aún no podía poner en orden todo lo que le aquejaba debido al severo shock emocional que sufrió, incluso le costó varios minutos poder procesar dónde se encontraba. Al final había hallado su respuesta durmiendo junto a él. A un lado de la cama, sentado en una silla con una pequeña cobija demasiado delgada para los fríos de la época, el joven pelinegro dormía recogido entre sus hombros con un rostro algo perturbado. Al verlo ahí, tan cerca, a lo único que atinó fue a rozar su rostro con su mano. Era suave, tibio, aunque no tanto como recordaba. Daba igual, sobretodo había una cosa que destacaba: era real. 

La, en otra situación, enternecedora reunión con el pelinegro, le llenó el pecho de felicida; instantáneamente seguida por una profunda melancolía que sumergía en lo más hondo de los oscuros lugares a su ofuscado corazón. El mundo se le desplomaba una vez más encima. 

—Ma, Phel... —musitó con un hilo de voz para luego posar sus ojos en sus propias manos. Estaban vendadas, no sólo eso... todas sus heridas estaban tratadas. No había que pensar mucho para adivinar obra de quién era. Su corazón volvió a encogerse y pasaron a través de su cabeza imágenes que lo helaron y lo dejaron aterrorizado. Miró al chico que dormía inocente a su lado y de improviso se sintió la persona más miserable y repugnante sobre la tierra. 


                                                                ...


Apenas despertó, pudo sentir la presión ineludible de un par de ojos posados sobre él. Tragó saliva antes de poder siquiera bostezar o desperezarse a gusto, ¡incluso antes de poder poner su mente en marcha! Aphelios levantó la mirada y encontró aquellos ojos ámbar fijos en él. No, no eran los mismos de hace un par de horas atrás; lo atraparon y se lo llevaron consigo a una escena atemporal, ajena a cualquier paso inexorable del tiempo. Desentendidos de cualquier culpa o depravación de la madurez, ambos se encontraron tal cual dos muchachos apremiados por la juventud, por el jubilo del colegio y la benevolencia de la amistad. Aphelios vio en ellos el amigo al cual tantas noches lloró y extrañó y creyó perdido para siempre. Sett, por su parte, a su pequeño protegido que acudiría todos los días a él con temas tan fascinantes como excéntrico era él mismo, con sus intervenciones algo disparatadas y una introversión incesante sin la presencia de su hermana. Alune, la recordó a ella también, una amiga que ha día de hoy se veía tan lejana; le había encargado protegerlo en su ausencia. ¿Y él qué había hecho?   Se deshizo de él ante la mínima intromisión en sus planes. Lo había traicionado eludiendo cualquier lazo o relación que pudieran haber tenido. ¿Cómo podía siquiera tener el derecho de observarlo así? Tan cercano, tan indiferente a todo lo que había acontecido. Ninguno de los dos se sintió merecedor de ese momento y la magia se rompió tan pronto como llegó, con ambos rehuyendo la mirada en direcciones opuestas. 

Así pasaron segundos, minutos y horas en que ninguno de los dos pudo pronunciar palabra. La incomodidad era palpable, había demasiado de qué hablar y a la vez tan pocas las cosas que se podían adjuntar.  De todas las preguntas que Aphelios tenía para él, la más importante la había respondido a solas mientras el mayor dormía: no era un asesino temerario como tal, la persona a la que había asesinado al parecer tenía cargos de la clase más baja de ser humano que podía existir, entre abusos y otros temas de irrefutable ilegalidad que prefería no recordar. Había mucha gente que estaba en contra de su captura, mas también estaban los que alegaban que justicia era justicia. Era clara la posición que había tomado el joven pelinegro. Sin embargo, un detalle importante, es que esta pregunta era la que más temía Sett que le hiciera y no sabía explicar su caso. Bajo su punto de vista, él era un asesino sin más del cual el menor debería temer. Sin esta pregunta clave en el aire, era muy difícil avanzar entre lo que correspondía a la relación entre los dos. 

—Lo siento —una voz seca, fue lo primero que interrumpió el silencio captando la atención de Aphelios. Sett había tomado la iniciativa debido a la profunda culpa que sentía hasta en lo más recóndito de su ser, consumiéndolo por completo. ¿A qué se refería? Por suerte para él, no fue necesario preguntar, el pelirrojo continuó sin más dando a entender que sería un monólogo desde el principio. Solo necesitó una pequeña pausa para buscar las palabras adecuadas y recaudar la poca bravía que quedaba en sí. 

—Lo siento —continuó, sentándose de golpe en la cama y escondiendo su rostro entre sus nudillos—. Puedo jurar... de verdad, que no fue mi intención. Agradezco mucho que hayas curado mis heridas, mas creo que por la comodidad de los dos lo mejor será que me marche ahora mismo. Y... de verdad, no tengo excusas —hizo una pausa—, puedes odiarme si quieres. Está bien si no quieres creerme, de todas formas quiero que sepas... que no fue mi intención. Es difícil explicar, no diría que estaba fuera de mí... o quizás sí, no, no consumí ninguna droga, es solo... 

Cuando el primer perdón llegó a sus oídos, el corazón de Aphelios se regocijó en una emoción que creía perdida hace muchos años. Sus latidos se aceleraron y, si no fuera porque estaba cabizbajo, hasta podría decirse que sus mejillas se iluminaron un poco... solo un poco. ¿Iba a pedirle perdón por dejarlo? ¡Debía de estar furioso! ¿Por qué sus emociones lo traicionaban así ahora? Había pasado por tantas etapas de rencor, ira, tristeza y un montón de otras emociones a lo largo de todos estos años y había llegado a la conclusión única de que definitivamente no podía perdonar lo que le había hecho. ¿Toda su convicción iba a ser arrebatada de forma tan sencilla? Tenía que espabilar, reunir fuerzas, no podía darle la victoria, la satisfacción de poder hacer lo que quisiera y tenerlo allí esperando... Si no fuera por la sarta de cosas extrañas que empezó a soltar Sett después, lo más probable es que Aphelios sí lo hubiese terminado perdonando. Sin embargo, esa no era la situación ahora. Después del sentir inicial y embobarlo con su voz, había empezado a disculparse de una forma extraña, ¿a qué se refería? Sí, fue feo lo que hizo, mas, ¿una excusa de esa magnitud? No podía tomarle tanto explicarse. 

El pelinegro negó un par de veces con la cabeza, no podía hacer conexión entre la mortífera disculpa del pelirrojo. Lo detuvo en mitad de su discurso y ladeó la cabeza, dando a entender que no tenía ni idea del punto al que quería llegar. Sett suspiró.

—No tienes por qué actuar así, Phel. Fue horrible, hacer algo como eso, aprovecharme así... Maldición, ¡me refiero a cuando me trajiste aquí! Mis recuerdos son borrosos, pero sé que te hice cosas horribles Phel, no tienes por qué ocultarlo. 

El foco dentro de la cabeza de Phel encendía a pequeños chispazos hasta que un "click" se hizo presente al tiempo en que sus mejillas se encendían y llegó a toser de la sorpresa. Sett desvió la mirada sintiéndose infinitamente culpable mientras Aphelios trataba de volver en sí. ¡¡No se estaba disculpando por abandonarlo ni mucho menos!! (por alguna razón, esto hirió un poco su ego y lo ayudó a volver a reunir un poco de rencor contra el mayor). Se estaba disculpando por... por eso.  A ver, sí había sido por iniciativa de Sett y fue un encuentro bastante "peculiar" por decirlo de alguna forma tras encontrarse después de años. Pero, para empezar, al final del día no había pasado nada y bueno, si Aphelios realmente se hubiera sentido tan asqueado como Sett presumía para semejante actuación lo hubiera apartado en ese momento de encima. 

Pidió desesperado un tiempo con la palma de su mano y el pelirrojo se preguntaba por qué tardaba tanto en mandarlo al demonio. Aphelios se levantó deprisa, yendo a buscar su cuaderno de notas y el lápiz que habían terminado cerca de la puerta. Cuando volvió de su recorrido, se cercioró de que la vergüenza en su rostro no se notase demasiado. Para empezar, no era un hombre muy expresivo, así que cuando algo lo pillaba de sorpresa y de corazón no podía controlarlo, a la gente le llamaba demasiado la atención. Para su suerte, Sett de momento no se estaba fijando en ese tipo de detalles.  

«En realidad no pasó nada. Creo que hay mejores cosas por las que deberías disculparte. Motivos no me hubieran faltado para patearte el trasero de ser el caso, así que por favor detén el discurso.»

Sett pestañeó un par de veces y luego de unos segundos soltó una risilla melancólica, cargada de sentimientos. Ah, la clásica pasivo-agresividad. Aphelios siempre se ponía así cuando algo de verdad lo sacaba de sus casillas, mas su enfado tan infantil era tan revitalizador como hirientes los recuerdos que revivía. Por ahora, no tenía razones para dudar de él luego que Aphelios le explicara, entre muchos saltos, lo que realmente había ocurrido a "su punto de vista". Si bien había reconocido una que otra intención de coqueteó, negó profundamente cualquier beso o muestra de afecto, alegando que en realidad el mayor se desmayó apenas llegó y que el resto debía de ser invenciones suyas y de sus sueños. No era muy convincente, pero lo tomaría. ¿Por qué le mentiría?

Sett ahora se cuestionaba a sí mismo, ¿qué tan mal había estado como para soñar algo así? Era, si mal no se equivocaba, la primera vez que tenía un sueño de ese estilo con Aphelios precisamente, y después de tanto tiempo sin verlo... habrá sido porque fue lo último que vio, de seguro. Además de eso, ahora la atmósfera volvía a ser un poco rara. Algo de todos los días, aún ignorando las extrañas circunstancias que los habían reunido, no ves a tu mejor amigo del cual escapaste por ¿5, 6, 7 años? Y lo primero que haces es decirle que tuviste un sueño homoerótico después de rescatarte de la mafia.  

Por supuesto, Aphelios sabía que todo lo que le había dicho era una vil mentira... o bueno, no era una mentira, pero sí una verdad con escenas parcialmente cortadas. Se notaba demasiado que Sett seguía dándole vueltas en su cabeza al asunto y no era algo con lo que quisiera seguir. Pronto escribió otra nota.

«¿Cómo estás?»

Dos palabras, tantas connotaciones y significados. Ambos jovenes recuperaron la seriedad que merecía la pregunta. ¿Por dónde empezar? ¿su estado físico? Eso no le costaría demasiado de hablar, pero sabía bien a lo que refería. Mentalmente... ni siquiera quería pensar en ello. Hacer una suma y resta de las cosas buenas y malas y de cómo se sentía era obligarse a repasar todo lo que había pasado y aún no tenía la fuerza para ello. El mostrarse tan ligero y vivo como lo había hecho desde que despertó estaba íntimamente ligado a omitir de su pensar activo el tema de su madre y que la policía debía de estar buscándolo. Quería disfrutarlo un poco más. Era tan rara la oportunidad que se le había presentado de ver a Aphelios una vez más, casi un enviado desde los cielos, la misma impresión que tuvo de él cuando lo ayudó la mañana anterior... ... 

—Dime Phel, ¿estás enfermo? —el cambio de tema tajante de su parte tomó de improviso a Aphelios, pero lo hizo aún más su pregunta. Negó con la cabeza con cierta curiosidad la cual el mayor pudo notar. 

—¿No? Creí que tendrías faringitis o algo... ya sabes, como no hablas. Es extraño pero, me gustaría oír tu voz, ¿sabes...? 

La soledad discreta de su frase y las intenciones que tenía se vieron interrumpidas abruptamente por la cara de shock de Aphelios cuando se dio media vuelta para observarlo. Una inquietud y mal-agüero le recorrió todo el cuerpo. Con su mano derecha, la pasó varias veces frente a los ojos del menor. 

—¿Phel...? ¿sucede algo? 

¿Había preguntado algo que no debía? 

Una vez volvió a respirar, Aphelios volvió a negar con su cabeza de forma reservada y elegante como siempre eran sus movimientos. Sin embargo, con una prisa irregular que solo alguien que lo conocía podía percatar. Algo de verdad andaba mal con su pregunta asumió el pelirrojo, ¿pero el qué? 

«Es una larga historia que no creo que sea pertinente hablar ahora, hay... cosas más importantes en este momento. Para consuelo de tu curiosidad, han pasado bastantes cosas estos años. Digamos que soy... mudo ahora. No puedo hablar. Y no, no es un voto de silencio.»

Aphelios, ¿mudo?

Bien, sonaba a alguna especie de broma bully de parte de compañeros por su falta de interacción con la gente, pero, ¿mudo mudo? ¿Se refería a eso? Su voz... probablemente era de los pocos que habían podido escuchar la voz de Aphelios alguna vez. Era suave y tranquilizadora, sin dejar de ser varonil, tenía una voz preciosa. ¿Y se había ido para siempre? 

El evidente anonado del mayor molestó al joven pelinegro, el cual se levantó de la silla y se puso de pie. 

«Iré a preparar algo, no hemos comido desde que te encontré en ese callejón.»

Ya había cruzado la puerta para cuando pudo encontrar palabras. 

—Mudo... —murmuró para sí y un dolor distante le atravesó el pecho. Aquel pobre chico, si antes le costaba socializar y darse a entender, ¿qué era de él ahora? 

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