Yuanfen [WooSan]

By ILAWANGI

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Donde Yunho descubre toda la verdad tras su familia. _______________________________________________________... More

Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Epílogo
Agradecimientos y aclaraciones.
Extra: Qué Hubiera Sido Si...
AVISO

Capítulo XXII

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By ILAWANGI

Advertencias: para leer esta segunda parte y comprenderla debes haber leído previamente Kilig. Omegaverse. Drama.

Lamento si hay faltas de ortografía y redacción, me da pereza revisarlo.

Mingi quería que Yonhee le dejara de molestar, pero el alfa parecía no querer rendirse en su torpe coqueteo acosador que ya le estaba cansando.

―Detente, por favor ―le pidió, tratando de que su voz fuera suave, dulce, como el tono de esos omegas perfectos que veía en televisión y que nunca podría ser.

Pero Yonhee daba miedo cuando se enojaba, y si Mingi le rechazaba de forma grosera, el alfa no iba a dudar en golpearlo.

Y Mingi no quería que esa noche quedara arruinada, porque era la fiesta de Jackson, quería relajarse un poco y olvidar todas las cosas que tenía que estudiar para el colegio. Ese maldito, jodido colegio en el que sólo sacaba notas deficientes como al resto de compañeros omegas que tenía.

―Vamos, vamos Mingi ―dijo Yonhee, su sonrisa desapareciendo―, deja que te folle y te dejaré en paz. Esta noche hueles muy bien.

El alfa lo agarró de la muñeca, pero Mingi tiró de ella. Sin embargo, el chico se negó a soltarlo, la expresión divertida en su rostro desapareciendo.

Mingi estaba algo mareado, la música retumbando en sus oídos, su estómago revolviéndose, como si fuera a vomitar. Sus piernas temblaron.

Yonhee alcanzó a agarrarlo, acercando su cuerpo, y se estremeció cuando el alfa olisqueó su cuello.

―Oh ―susurró el alfa con expresión de alegría―. ¿Estás en celo?

Mingi no pudo responder, sólo gimió, desorientado, perdido, queriendo correr pero sin que su cuerpo respondiera.

Escalofríos le recorrieron cuando Yonhee tiró de él, llevándolo por el pasillo con rapidez, su lengua lamiendo en su cuello.

―No ―dijo débilmente―, no, no...

Pero el alfa no hizo caso. Su omega estaba entrando en celo repentino porque olvidó tomar sus supresores los últimos días, así que su cuerpo soltaba feromonas rápidamente, todo en él mareado, confundido, necesitado.

Aunque seguía siendo consciente de lo que ocurría: Yonhee lo llevó a un cuarto, encerrándolo, tirándolo sobre la cama. Trató de empujarlo fuera, de quitárselo, pero su cuerpo no respondía bien: sudaba, temblaba, se sacudía. Y Yonhee lo estaba aprovechando demasiado bien, sosteniéndolo de las manos, frotándose contra él para descontrolarlo más.

Mingi sentía desprecio por su omega: debido a él, los chicos alfas no querían jugar a su lado a los trece años. Gracias a él, le metieron a un colegio de omegas donde aprendió cosas que no le interesaban y ahora estaba fracasando en la preparatoria mixta.

Y ahora, por su omega, estaba siendo violentado.

―No ―insistió, pero la lengua del alfa no se detenía, y comenzó a llorar tanto por el dolor en su entrepierna como por la situación―, por... por favor, no...

―Pequeña puta ―se burló Yonhee―, en el fondo, quieres que te folle.

Sollozó con más fuerza.

―¿Qué mierda?

Yonhee se sobresaltó cuando una voz grave habló, quitándose, girándose, y Mingi se hizo una bolita sobre la cama.

Park Hongjoong, su hermano adoptivo, estaba bajo el umbral de la puerta.

―¿Mingi? ―preguntó Hongjoong con una expresión de horror.

Sollozó con fuerza.

Hongjoong apretó su rostro, observando a Yonhee, que seguía atónito, y su hermano se lanzó sobre el alfa que trató de violarlo, gruñendo de forma amenazante. Un golpe seco resonó en el cuarto, Yonhee gimiendo por el dolor, y Hongjoong lo arrastró fuera del cuarto, aguantando el olor de feromonas que dejaba salir el cuerpo de Mingi.

―¡Pedazo de mierda! ―espetó Hongjoong hacia Yonhee, tirándolo fuera del lugar―. ¡Jodido bastardo! ¡Voy a...!

Su voz se cortó cuando se dio cuenta de que no estaba sólo Yonhee fuera del cuarto, sino también otros alfas. El aire estaba cargado de feromonas.

―¿Hay un omega en celo ahí dentro? ―preguntó uno de los alfas, Jiyong.

Hongjoong tuvo que actuar rápido, soltando a Yonhee, retrocediendo y cerrando la puerta de golpe, girando el pestillo. Pronto, la puerta estuvo siendo golpeada por demasiados alfas, todos exigiendo que abriera para hacerse cargo del omega.

Corrió a abrir la ventana, pero estaban en un segundo piso, y no había ningún árbol cercano como para colgarse.

Su entrepierna se endureció al olisquear la loción de bebé de Mingi, girándose, viéndolo con expresión afiebrada sobre la cama.

―Duele ―balbuceó Mingi―, du-duele, Alfa...

Y ese "Alfa" envió un escalofrío por su espina dorsal.

Trató de mantener la mente fría en esa situación, pero los golpes en la puerta se hacían más fuertes, no tenía una salida, no podía pensar bien, y Mingi...

Mingi comenzó a tocarse entre llantos.

Lo agarró de las manos, deteniéndolo, pero Mingi gimió por el dolor.

―Fo... fóllame, alfa... ―pidió Mingi.

Hongjoong apretó su mandíbula.

―No, no, Mingi...

Mingi lo besó, pero Hongjoong se alejó porque se sentía extraño. Mingi era su hermano. Adoptivo.

Su alfa se quejó en respuesta, murmurando que desnudara al omega y cogiera con él.

Los golpes se hacían más fuertes, los gritos más desesperados.

Hongjoong pensó, terriblemente, que si lograban entrar, era posible que todos allí violaran a Mingi. Al verlo en celo todos buscarían hacerse cargo, y más si el cuerpo de Mingi respondía bien. Querrían poseerlo, a menos que... a menos que...

A menos que Mingi fuera un omega marcado.

Con la marca, el olor a celo de Mingi bajaría unas horas, haría que el omega apestara a él, y todos sabrían que ya pertenecía a alguien.

Pertenecer. Que palabra tan horrible, despreciable, bajo ese contexto.

Hongjoong tuvo que tomar una decisión en ese instante.

―PerdóSeonghwae ―le pidió a Mingi mientras anudaba en su interior, antes de morderlo―, perdóSeonghwae, Mingie...

Mingi no podía recordar ese momento, traumático para él, porque ese día había odiado ser un patético, imbécil omega.

Cuando entró al comedor, vio a Yunho observando una película, recostado contra Hongjoong, y se sintió miserable en ese instante.

Ambos alfas se giraron, sonrientes.

―¿Cómo estuvo la película, Mingie?

Odiaba ser omega. Odiaba ser un chico necesitado, que no podía imponerse frente al resto, porque la naturaleza quiso que fuera un estúpido omega.

―Estuvo bien ―su voz, extrañamente, salió firme aunque por dentro temblaba al recordar los labios de Soobin sobre los suyos―. ¿Qué han hecho

―Ver una película ―respondió Hongjoong―, esperarte...

―Estábamos aburridos ―apoyó Yunho, y Mingi olisqueó el aire al notar cierta esencia algo suave y atrayente. Hormonas de celo―. ¿No quieres follar, Minky?

Mingi los observó.

Ellos no te quieren. Ellos te desean, le dijo Soobin cuando lo alejó, minutos atrás. Sólo te quieren por ser omega, Mingi, ¿por qué no lo ves?

―No tengo ganas ―contestó―. ¿Por qué no follan ustedes?

Anda, si estás tan seguro de sus sentimientos, ¡sugiéreles que cojan entre ellos! Después de todo, ¿por qué ser omega debería marcar la condición de ser tú el follado?

Hongjoong y Yunho se miraron, sus expresiones cambiando.

―Hacerlo entre nosotros requiere mucha preparación ―se quejó Yunho―, y queremos algo sencillo, Mingie.

Te lo digo: van a negarse porque no te quieren. No te aman. Sólo eres su jodido omega al que follar cuando están aburridos.

Miró el suelo.

―Olvídalo, está cansado ―suspiró Hongjoong, volviendo su atención a la televisión―. Ve a dormir si quieres, Mingi.

Huir. Huir. Huir.

―Los engañé.

Yunho se enderezó. Hongjoong abrió la boca.

Mingi se quedó quieto, observándolos, recordando los labios de Soobin sobre los suyos.

―¿Qué? ―preguntó Yunho, volteándose para mirarlo directamente.

Hongjoong permanecía en silencio.

―Soobin se me declaró ―dijo Mingi―, y me ha besado. Le he besado de vuelta.

Sí, Mingi había contestado a la situación, devolviéndole el beso a Soobin, gruñendo contra su boca. Pero no se sentía bien, ni correcto, ni bueno.

Se había alejado segundos después, jadeando por la sorpresa, diciendo que aquello fue un error, que eso no estaba bien, que no correspondía porque él quería a Yunho y Hongjoong, y ellos le querían de vuelta.

Pero Soobin sólo le dijo que eso era mentira, que él realmente no les quería.

Tu omega sólo los busca porque son alfas. Tú no les quieres.

―Mingi, ¿esto es una broma de mal gusto? ―preguntó Yunho.

Mingi lo observó.

―¿Te ha gustado? ―preguntó entonces Hongjoong, con voz extraña.

El omega no se veía capaz de mirarlo a la cara. No a Hongjoong.

―Ha sido bueno ―contestó, evasivo.

Hongjoong se rió, aunque no había diversión ahí. Parecía fría burla, ira contenida.

―¿Qué quieres probar con esto, Mingi? ―escupió el alfa―. ¿Qué eres libre de un alfa, que no te domiSeonghwaos? ―Hongjoong estrechó los ojos―. Si tanto pensabas eso, ¿por qué mierda te dejaste marcar por nosotros?

El omega explotó, confundido, desesperado, sin poder entender sus propias emociones ni sentimientos.

―¡Porque yo no he sido! ¡Porque a mi omega aquello le ha dado la gana, y ustedes parecen hacerle caso más a él que a mí! ―gritó.

A sus palabras le siguió un silencio tenso, duro, los dos alfas mirándose en tanto Mingi respiraba con dificultad.

—¿Es eso? —preguntó Yunho, su voz plana—. Entonces no quieres de verdad mi marca. Ni la mía, ni la de Hongjoong —soltó una risa seca, poniéndose de pie—. ¿Qué mierda hago aquí?

Mingi sacudió su cabeza, sin saber qué decir en ese instante. Antes del celo, ser marcado por dos alfas no parecía una mala idea: lo había ansiado demasiado, la deseaba con desespero cuando lo conversaron, pero después, ahora...

Estaba confundido, sin saber qué hacer, sin comprender cómo las cosas habían cambiado tanto.

Yunho agarró su chaqueta, su rostro enfurecido, pero sin decir nada más.

—Entenderé esto como el fin de lo que teníamos —escupió Yunho, mirándolo.

—YunYun... —balbuceó Mingi, su corazón quebrado.

El menor dejó salir un bufido.

—Yo no estaba convencido de ser mordido por otro alfa —le espetó—, pero lo hice porque quería hacerte feliz. Porque tú parecías quererlo mucho. Y al final, eso te valió una mierda, Mingi.

El chico sorbió por su nariz cuando Yunho se marchó, cerrando con un portazo.

Se volteó hacia Hongjoong, que tenía los ojos llenos de lágrimas.

—Te marqué hace tres años —sollozó Hongjoong—, ¿y tú realmente nunca me has querido?

—No —farfulló Mingi—, yo no he dicho eso... es sólo que... Es-estoy confundido...

—Confundido —repitió Hongjoong—, tres años confundido —frotó sus ojos—. Olvídalo, Mingi. Creo que has dejado todo claro ahora.

No se vio capaz de detenerlo cuando Hongjoong también se marchó, sin dirigirle otra mirada, y Mingi comenzó a llorar.

¿Cómo lo había arruinado todo?

Yunho quería llorar, gritar, golpear algo, patear muebles y tirar cosas por la ventana.

Pero sólo se limitó a meterse a la cama de su mamá, acurrucándose a su lado, dejando que el omega le acariciara el cabello con suavidad, y no quería moverse de allí aunque sabía que papá pronto le echaría una vez llegara.

—Hueles tan bien —murmuró Yunho, su voz rota.

—¿Es una indirecta para que te deje dormir aquí? —preguntó San, amorosamente.

Yunho no contestó, ocultando su rostro en su estómago.

—¿Qué ocurriría si llego a marcar a otro omega? —dijo en cambio, levantando la vista.

San ladeó la cabeza.

—Tu enlace con Mingi desaparecería —contestó tranquilamente—. Él lo pasaría muy mal, e incluso... podría morir —puso una expresión pensativa—. Aunque es poco probable. Todo va de acuerdo a los sentimientos.

San acarició su marca con suavidad, sus dedos rozando los bordes, y sintió una ola de calidez que Wooyoung le envió a través del enlace, anunciando que le extrañaba mucho. Respondió de igual forma, sonriendo levemente.

—Si Mingi lo supiera, estuviera de acuerdo en romper el enlace, entonces puede que no reaccione tan mal —explicó ante la mirada inquisitiva de su hijo—. Sería distinto si él te amara mucho y no lo supiera. Cuando un alfa engaña a su omega de esa forma, es cuando el omega más sufre —le levantó el rostro, obligándolo a mirarle—. Pero tú no quieres marcar a otro omega, ¿no es así?

—Lo quiero a él —lloriqueó Yunho—. A él y a Hongjoong. Los quiero tanto que duele. Pero... pero no puedo obligar a Mingi a estar conmigo si él no me quiere así, y no sé qué tanto podamos soportarlo con Hongjoong —San limpió las lágrimas de sus mejillas—. Tal vez lo mejor es que cada uno siga por su camino...

—Ah, cariño... —San lo abrazó, y Yunho comenzó a frotar su cabeza contra el cuello de San, queriendo desesperadamente dejarlo impregnado en su aroma. Le gustaba mucho eso, estar dentro del nido que su mamá creaba cuando se sentía triste, y saber que quedaba marcado por su olor—. Ow, no seas caprichoso...

—Mamá mía —murmuró Yunho—, papá es tonto.

—Tú le decías "popo feo" cuando te enojabas con él —recordó San cariñosamente—. Insultabas a cualquier persona que no te agradara.

Yunho soltó una risotada, divertido, su expresión tornándose extraña.

—Papá me contaba que yo era un niño educado con todos —le comentó—. Que a los abuelos les tenía mucho miedo.

El omega rascó su nuca, pensativo.

—Bueno, tú sabes, ellos nunca se portaron bien contigo —contestó San—. Ninguno de tus abuelos, en realidad... —le revolvió el cabello—. Siempre fuimos tú y yo, nadie más, YunYun.

Yunho abultó sus labios.

—Tía Hyeon dijo que su papá estaba muerto.

Los ojos de San relampaguearon con un brillo extraño.

—¿Mi padre? —su tono se tornó raro—. La verdad es que no lo sé. Era un viejo borracho que buscaba sacar provecho de todo. Solía golpearme y gritarme que yo había matado a mamá —el omega se revolvió, algo inquieto, y Yunho se pegó más a su lado para tranquilizarlo—. Él me echó de casa con trece años...

Frunciendo el ceño, Yunho abrazó a su mamá con posesión.

—Era malo, entonces.

—Hyeon me contó que la muerte de mamá lo golpeó duro —respondió el omega, distraído ahora gracias al dulce olor de su hijo—. Supongo que necesitaba dirigir su ira hacia alguien, y yo parecía un objetivo fácil —un momento en silencio—. Espero que esté muerto, la verdad. Él sólo quería sacarme dinero y hacerme daño.

Yunho no quería hablar de eso, porque no le gustaba escuchar acerca del pasado de su mamá. Entendía que era una parte vital de él, que le marcó por completo, pero era demasiado doloroso oír aquello.

San suspiró.

—Pienso que sólo debes darle un tiempo a Mingi —dijo el omega, cambiando de tema—, para que piense bien las cosas. No te apresures en tomar una decisión, ¿está bien?

—¿Qué tiene que pensar? —preguntó Yunho sin gana alguna—. Ya dijo todo lo que tenía qué decir. Nos ha pedido la marca porque su omega lo quería, no porque...

San frunció el ceño, sus labios haciendo una mueca adorable, y Yunho lo sintió como un regaño hacia él por lo que volvió a ocultar su rostro en su cuello.

—Pues Mingi está equivocado —dijo enfadado el omega—. ¿Qué es eso de que él no lo quería? Mingi piensa que humano y omega son dos entidades diferentes, pero no es así, nunca lo ha sido —Yunho puso una expresión triste—. Las cosas van a arreglarse, sólo no presiones a Mingi.

La puerta fue abierta y San sonrió cuando vio el enfurecido rostro de Wooyoung observándolos. Yunho se aferró más a la cintura de su mamá, gimoteando como un animal herido.

—Fuera —ordenó Wooyoung.

—¡Vete, popo feo! —chilló Yunho.

San no sabía cómo había terminado rodeado de idiotas.

Mingi no tenía idea de cómo había acabado en la casa de sus papás, sentado en el sofá, oyendo a Joomi ayudar a Hyojong con su tarea en el cuarto del menor, y papá Seonghwa de pie frente a él junto a su tío San.

Regresó a casa dos días atrás, luego de que Hongjoong le hubiera dejado sólo, y se limitó a sacar sus cosas del departamento lo más rápido que pudo, sin contestar los mensajes de Soobin pero sintiéndose miserable porque los dos alfas no le habían enviado ni siquiera algún mensaje preguntándole si estaba bien.

Aunque no lo merecía, no luego de lo que había hecho.

Sus dos marcas ardieron en señal de necesidad, pero las ignoró porque sólo quería llorar.

—Lo siento, tío Sanie —se disculpó con tono débil.

San arrugó las cejas.

—¿Por qué lo sientes, Mingi? —preguntó tomando la taza de té que Seonghwa le ofreció. Eran los únicos adultos en el lugar pues Yeosang se hallaba trabajando, y ese día le tocaba a Seonghwa cuidar de sus dos hijos—. A mí no me has hecho nada.

—Porque no he sido un buen omega —sollozó—, porque lo he decepcionado...

Mingi recordaba muy bien las enseñanzas de la escuela para omegas a la que asistió, enseñanzas que odió siempre porque sólo iban en beneficio para el alfa.

Un buen omega siempre sigue el principio FOS: Fidelidad, Obediencia y Sumisión. El buen omega tiene que serle fiel a su alfa, hacerle caso en todo, y someterse a él, de esa forma, alcanzará la felicidad.

Pura mierda, había dicho Mingi cuando se lo enseñaron, y terminó en dirección porque aquello no era un vocabulario correcto para omegas. No le importó en ese instante, pero ahora...

Tal vez su profesor tenía razón. Tal vez...

—¿Un buen omega? —farfulló San—. ¿De dónde has sacado aquella porquería, Mingi?

Se encogió, porque a pesar de que San fuera sólo su tío, se sentía como estar siendo regañado por sus padres. Incluso Seonghwa parecía querer esconderse.

—Si lo fuera...

—Si fueras un "buen omega" —dijo Seonghwa haciendo el gesto de comillas—, no serías Mingi —suspiró, cansado—. Con papá Yeosang nunca quisimos enviarte a un colegio para omegas, pero nos vimos obligados a hacerlo por las leyes del país. Queríamos que Hongjoong y tú crecieran como iguales —frotó su frente—, pero no hemos hecho un buen trabajo, ¿cierto?

—No —gimió Mingi—, no es culpa de ustedes. Yo sólo... No sé... Mi omega es...

—Tú omega no es ningún desconocido, Park Mingi —dijo San—, tú omega es una parte natural en ti, es un complemento de tu persona, y la expresión más primitiva de tus deseos —San alzó la barbilla—. Nunca vas a lograr comprenderte si tratas de renegar de tu omega ni te sientes orgulloso de ello, Mingi.

—¿Orgulloso? —Mingi soltó una risa despectiva—. ¿Cómo me voy a sentir orgulloso de... de ser un jodido omega que sólo quiere ser marcado y tener sexo con cualquiera? —miró a su tío a los ojos, tratando de contener la molestia—. Después de todo, ¿no se acostó usted con otro alfa para pasar sus celos?

—¡Mingi! —gritó Seonghwa con una expresión incrédula, y el omega bajó la vista—. ¿Cómo puedes portarte así? ¡Pídele perdón ahora mismo a tu tío!

—No, está bien —San sacudió su cabeza en una negativa, su expresión tranquila, aunque algo dolió al recordar a Leedo—. Somos omegas, Mingi, lo quieras o no. Y el celo es una etapa natural de la vida en la que nuestra parte primitiva desea acoplarse a alguien. Pero eso no significa que no puedas controlarlo. Si yo se lo pedí a Leedo, fue porque era consciente de ello —lo señaló—. Y nunca le pedí una marca. Conocía mis propios límites, y una marca de su parte nunca me llamó la atención.

Mingi soltó un resoplido, aunque una parte suya se sentía avergonzada por lo que había dicho.

—No lo entiendo —se quejó—, no a usted, tío Sanie. Estuvo... estuvo luchando todo este tiempo en China por sus derechos, pero apenas tío Wooyoung apareció, usted se rindió a él —lo miró, desafiante—. Se convirtió en un omega que sólo quería a su alfa y no pensaba en nada más. Se dejó someter por él, y ahora incluso carga a su bebé.

San sonrió, sin lucir afectado por sus palabras, y Seonghwa dejó salir otro suspiro. La verdad era que no sabía manejar esas situaciones porque no comprendía muy bien la naturaleza alfa-omega, así que parecía mejor que San manejara la situación. Si lo hacía él o incluso Yeosang, podrían terminar peleando.

—Querer a Wooyoung y luchar por lo que considero correcto nunca han sido ideas que puedan estar separadas, Mingi —contestó San—. Yo amo mucho a mi alfa, y él me ama como un igual: Wooyoung siempre me ha preguntado por mi opinión en todo, y aunque a veces se ponga posesivo y tonto, es capaz de mantener, la mayor parte del tiempo, sus sentimientos a raya —se inclinó unos centímetros—. Wooyoung no me ve como un omega. Él me ve como San.

Mingi se crispó.

—Pues eso está bien —le contestó—, pero Hongjoong y Yunho no son así. Ellos sólo me ven como un omega al que cuidar y proteger, que no tiene opinión propia, que...

—¿Y cómo pretendes que ellos hagan eso —le interrumpió San—, si tú tampoco quieres a tu omega? Mientras más lo desprecies, más te va a costar manejarlo. El omega no aparece sólo cuando estás en celo, Mingi, el omega está presente siempre en todos los aspectos de tu vida, y si tratas de bloquearlo, te afectará mucho más de lo normal —el mayor le acarició el cabello a Mingi, soltando feromonas de tranquilidad—. Tu omega controla tus emociones más sensibles, pero al mismo tiempo, regula las más pesadas. El dolor, la pena, la tristeza... Tu omega puede hacer que no sufras tanto, Mingi, pero sólo si se lo permites. Si continúas alejándolo, si continúas oprimiéndolo, tus emociones sólo van a confundirte más.

Los labios del omega menor temblaron mientras lo escuchaba hablar, sintiendo su garganta apretada y sus ojos picar por las lágrimas que estaba tratando de contener. Una parte suya quería correr lejos de allí, pero la otra, su parte más... animal, quería permanecer abrazado a tío San, porque se sentía cómodo en ese lugar.

—Pero... las marcas... el celo...

—El celo es la demostración de nuestro período fértil, nada más —contestó San—, pero tu omega sabe bien con quién pasarlo —la voz del mayor se volvió triste—. Cuando Jinwoo me marcó, ¿tú crees que realmente mi omega fue feliz? Estaba en celo, pero yo no lo quería. Yo nunca le quise así —le obligó a mirarlo a los ojos—. Y a pesar de que pasaba mis celos con Leedo, cuando quiso marcarme, mi omega también lo rechazó. Mi omega no quería a ningún otro alfa, sólo ha querido a Wooyoung, a nadie más.

Mingi comenzó a llorar porque recordaba lo que les había dicho a Hongjoong y a Yunho. La mirada herida de Yunho sobre él, las palabras rotas de Hongjoong cuando le habló, y la culpabilidad y el dolor lo golpearon con fuerza. Su marca ardió.

—Mientras sigas manteniendo a tu omega alejado de esa forma, seguirás sin comprender tus sentimientos, Mingi —prosiguió San—, pero por sobre todo, seguirás haciéndole daño a las personas que quieres. Tú haces de tu omega una debilidad, cuando deberías hacerlo una virtud.

Sorbió por su nariz, asintiendo mientras seguía llorando por lo ocurrido, por la forma en la que había actuado, por la cantidad de sentimientos negativos que poseía en ese instante.

—No sientas vergüenza de ser quien eres, Mingi —San le besó la frente—, siéntete orgulloso mejor.

Hipó entre llantos.

—Es-está bien, tío Sanie...

San sonrió, haciéndole señas a Seonghwa para que lo fuera a reemplazar, y Seonghwa no tardó en ocupar el puesto de su amigo, dejando que Mingi lo abrazara como un koala para que pudiera llorar en su pecho.

—Ya me debo ir —comentó San—, Wooyoung pasará a buscarme ahora.

—Gracias, Sanie —le dijo Seonghwa, suspirando por el alivio.

—Gracias, tío Sanie —murmuró Mingi, sin alejarse de su papá.

Hizo un gesto para quitarle importancia, sacudiendo su cabeza, y se despidió de ellos junto con los niños, que seguían en el otro cuarto, haciendo la tarea. Salió segundos después, observando el auto de Wooyoung, y le dio un beso cuando subió.

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó San.

Wooyoung le dio otro beso, gruñendo contra su boca. Esos últimos días San había estado soltando un delicioso aroma materno que le provocaba querer besarlo (y hacerle el amor) en cada momento.

—Agotador —le dijo Wooyoung contra sus labios, y San soltó una risa divertida al ver su mirada necesitada—. ¿Yunho está en casa?

—Con Chungha —contestó San—, y ella también está molesta por todos los ruidos que hacemos.

Wooyoung resopló.

—¿Un motel? —ofreció Wooyoung, encendiendo el auto.

—Esas cosas no se preguntan —dijo San, riéndose por la felicidad cuando Wooyoung se apresuró en acelerar.

Yunho no podía creer lo distintas que se sentían las cosas en el colegio ahora que había vuelto a clases.

Casi un mes atrás estaba en otro país, ¡en otro lugar! ¡En medio de una guerra civil que dejó cientos de muertos!

Y ahora estaba quedándose dormido en la clase de Química.

—Señor Jung, si sigue durmiendo voy a enviarlo con el director —amenazó la profesora alfa.

Yunho limpió la baba de la comisura de su boca, refunfuñando mientras sus compañeros se mofaban de él, y se obligó a prestar atención el último cuarto de hora aunque su mente estaba en otro mundo. Habían pasado cinco días desde lo ocurrido con Mingi, y aunque quería estar acostado en ese instante sin hacer nada, su mamá no se lo permitió.

¡Lo obligó a seguir yendo al colegio aunque su corazoncito estuviera roto! ¿Qué clase de persona hacía eso?

Además, él odiaba la Química, era tan aburrida y sosa, ni siquiera comprendía que estaban viendo en ese instante...

—Oppa —dijo Nayeon, una omega que se había acercado mucho a él las últimas semanas—, no anotaste nada.

Yunho rascó su nuca, guardando su cuaderno vacío, y suspiró.

—La verdad es que no presté atención porque no entiendo lo que estamos viendo —se excusó, algo enfurruñado.

Las mejillas de Nayeon se colorearon de rojo.

—Yo podría ayudarte, Yunho oppa —dijo con algo de vergüenza—, podríamos estudiar juntos.

Yunho la observó un instante, recordando a Mingi y a Hongjoong.

Nayeon era bonita, amable, graciosa, dulce y tímida. Le gustaba pasar desapercibida por todo el mundo, y se acercó a él sólo para preguntarle si quería comer con alguien, porque la chica tampoco tenía amigos. Yunho no se vio capaz de decirle que no.

Nayeon podría ser una buena omega, ¿no? Después de todo, Mingi no lo quería como alfa. Y sin Mingi, su relación con Hongjoong...

—Suena genial —aceptó Yunho, sonriendo con suavidad mientras salían del salón de clases.

La chica parpadeó, sorprendida por las palabras del muchacho, y sonrió ampliamente en tanto se abrían paso por la multitud de chicos y chicas que caminaban por el pasillo debido al fin de la jornada escolar.

—Podríamos vernos este fin de semana —decía Nayeon—, el examen es la próxima semana, pero si nos ponemos de acuerdo...

—Deberás tenerme mucha paciencia eso sí —dijo Yunho, avergonzado—, soy algo tonto con estas cosas...

—¡Tranquilo, oppa! —Nayeon le tomó del brazo—. Estoy segura de que podrás aprobar si pones de tu parte.

—Tienes mucha fe en mí —se quejó Yunho, riéndose.

—Es que eres un chico genial, Yunho oppa —siguió alabando Nayeon—, de verdad que...

—¿Yunho?

El aludido se giró cuando escuchó una conocida voz hablar.

Mingi estaba de pie, detrás de él, con una mirada titubeante y descolocada, observando el agarre de Nayeon alrededor de su brazo.

Yunho se sintió algo mareado cuando lo miró. A pesar de que no había pasado mucho tiempo lejos del omega, su alfa se sentía feliz y exultante de verlo allí en ese instante, y quería abrazarlo, enterrar su rostro en su cuello.

—Oh —Mingi retrocedió, su tono volviéndose tímido—. Lo siento, no... no quise interrumpir...

Yunho observó a la chica.

—Nos vemos mañana, Nayeon —se despidió.

Afortunadamente, la muchacha interpretó bien su tono de voz porque sólo le sonrió con amabilidad.

—Nos vemos mañana, Yunho oppa —se despidió, poniéndose de puntillas para darle un beso en la mejilla e irse segundos después.

Yunho miró el rostro apagado de Mingi, su posición torpe e incómoda, pero trató de no amedrentarse, de no sentirse mal por ello aunque la situación no era lo mejor.

—¿Ocurre algo, Mingi? —preguntó con voz cortes.

Mingi parecía un niño frente a él, y aunque a pesar de que fuera mayor y alto, en ese instante se veía algo perdido.

—Um, yo... ¿po-podemos hablar en algún lugar más... más privado? —preguntó con tono débil.

Una parte suya quería negarse, decirle que se fuera al diablo, sin embargo, no se vio capaz de ello. No cuando los enormes ojos de ciervo con los que Mingi le observaba ponían a su alfa como un cachorrito.

—Vamos a comer algo —invitó Yunho—, yo pago.

Mingi asintió, sonriendo con timidez, y ambos partieron a un local cercano a comer helado. Se sentaron en una de las sillas de fuera, apenas diciéndose algo, Yunho esperando pacientemente a que Mingi quisiera hablar.

El omega limpió sus labios, demasiado nervioso en ese instante, pero sabiendo que tenía que hacerlo.

—Lo siento —se disculpó bajando la vista—, por lo ocurrido el otro día. Por haber besado a Soobin —Yunho permaneció en silencio—. He estado confundido con... con todo lo que ha pasado últimamente, y la he pagado con ustedes.

—No lo entiendo —dijo Yunho con voz suave—, todo lo que ha ocurrido. Creí que estábamos bien, que... que tú lo querías.

—Y lo quiero —aseguró Mingi, sin duda alguna. Lo había entendido luego de pensarlo mucho, luego de darle muchas vueltas a las palabras de tío San—. Es sólo que yo... yo nunca he sido feliz siendo omega, porque creí que ser omega era depender de un alfa. Sentía que... que ustedes sólo me querían por el sexo, por obligación, no porque realmente hubiera algo más.

Yunho se quedó varios segundos sin decir nada, lo que Mingi interpretó como una forma de que siguiera hablando.

Humedeció sus labios.

—En la escuela de omegas me enseñaron que... que los omegas sólo sirven para la reproducción y hacer feliz a los alfas —explicó—, y yo en los celos sentía que... que ustedes eran más felices porque sólo pensaba en follar, en bebés, en complacerlos a ustedes. Mi omega tomaba las riendas de todo, y se veían contentos con ello, con que apenas hablara y pidiera cosas. Sentía que me miraban en menos sólo por ser omega, y me odiaba por eso.

El alfa tragó saliva.

—Lo siento —pidió perdón el alfa—, lamento si alguna vez te hice sentir así, Mingie, no fue mi intención, yo... yo sólo quería hacerte feliz —su garganta se apretó—, pero nunca te he mirado en menos. Nunca he... No quería hacerte sentir así. Lo lamento mucho.

Mingi sentía que iba a llorar, porque no pensó que Yunho fuera a disculparse también. Una parte suya decía que todo eso había sido sólo un error de él, de nadie más, pero agradecía enormemente que Yunho fuera capaz de decirle aquello cuando no lo merecía.

Lo siento, le había dicho Hongjoong la noche que lo marcó, mientras le hacía el amor. Se lo había dicho cientos de veces, sus ojos llenos de lágrimas por lo que había tenido que hacer, y Mingi sólo quería decirle que no lo lamentara. Que lo comprendía y, en el fondo, lo deseaba desde hace tiempo. Deseaba su marca.

—Por otro lado —el alfa contempló su helado—, si tú lo quieres, puedo marcar a otra persona.

Mingi se atoró con la cuchara en su boca.

—¿Qué? —preguntó entre toses.

Yunho se encogió de hombros.

—Quitarte mi marca —explicó con voz débil—. Si no la quieres, si no me quieres, entonces puedo...

—¡No! —Mingi se puso de pie, e importándole poco si estaba llamando la atención, tomó la mano de Yunho y se sentó en sus piernas de forma posesiva—. No, no, no, no...

Yunho tuvo que agarrarlo de la cintura para que no golpeara el suelo.

—Mingie...

—¡No! —repitió el omega—. No, yo quiero tu marca.

—Pero...

—¡Eres mi alfa! —insistió Mingi—. Tú y Hongjoong lo son. Son mis alfas —sus ojos se llenaron de lágrimas—. Siempre lo van a ser, así como yo soy su omega. Nos pertenecemos mutuamente.

Yunho asintió, su garganta todavía apretada, pero enterró su rostro en el cuello del omega, respirando profundamente, su aroma calmándolo.

Haciéndolo sentir mejor que nunca en todo ese tiempo.

Wooyoung y San sabía aprovechar muy bien el tiempo en el que los niños no se hallaban en casa, agradeciendo a cualquier dios existente que Chungha decidiera salir con unas amigas y Yunho fuera a estudiar con una compañera.

—Oooooooooooh... —gimió San al sentir el nudo del alfa en su interior—, mmm...

Wooyoung sonrió ampliamente ante su expresión colorada, sus ojos llenos de lágrimas de placer, y lo besó con fuerza, sus labios devorando su boca, sus dedos jugueteando en la piel de su cintura.

San volvió a gemir cuando los dientes de Wooyoung se deslizaron por su piel hacia su cuello, hacia su marca, y mordió posesivamente, oyendo los chillidos del omega ante la situación.

No alejó su rostro, terminando de anudar, lamiendo la marca para dejarlo impregnado en su olor, y luego frotó su cara contra el cuello del omega para así también quedar marcado en el aroma a celo que San soltaba en el sexo.

—Vas atrasado para la cena con tu madre —jadeó San, respirando aceleradamente cuando el alfa se retiró de su interior.

—Me importa una mierda —gruñó Wooyoung—, se aguantará. Estoy ocupado ahora.

San tembló al sentir el firme agarre del alfa en sus muslos, pero suspiró con amor cuando Wooyoung apoyó su cabeza en su vientre, frotando su mejilla contra su piel.

—¿Cómo estás, bebé? —preguntó el mayor—. Papá te quiere mucho, ya quiero que nazcas para tenerte entre mis brazos —le dio un pequeño beso a su estómago—. Te amo...

El omega quería decirle a Wooyoung que permaneciera con él, que le abrazara y le hiciera el amor mil veces más, pero sólo suspiró cuando lo observó ponerse de pie, estirándose para irse a dar una ducha. San no quería que fuera donde su madre, tenía un horrible presentimiento, pero sabía también que Wooyoung y ella tenían cosas pendientes.

Nunca había entendido esa relación extraña que poseían: Wooyoung le había contado, cuando estaban saliendo, que su madre sólo se dejó embarazar por la esperanza de dar a luz un alfa puro, por ningún otro motivo, pues su naturaleza alfa rechazaba el ser dominada en la cama. Y aun cuando lo tuvo a él, nunca poseyó el llamado instinto materno: a Wooyoung lo criaron niñeras que duraban sólo un par de meses por el maltrato que recibían por parte de los señores Jung. El alfa no tenía ningún buen recuerdo de sus padres, que casi nunca se hicieron cargo de él ni de sus necesidades personales o afectivas.

Pero a pesar de ello, Wooyoung había afirmado que les tenía algo de afecto: eran, después de todo, sus padres. Sin embargo, aunque existiera afecto, el alfa sabía que eran unas personas tóxicas y a las que era mejor mantener lejos por su seguridad.

Wooyoung salió de la ducha minutos después, si bien limpio, todavía con el aroma de San a su alrededor. El omega sonrió, observándolo vestirse.

—¿Ocurre algo? —preguntó Wooyoung, abotonando la camisa.

—Eres muy guapo —halagó San, su sonrisa tomando más fuerza al notar las mejillas coloradas del alfa—. ¿Por qué no vuelves a la cama, Woonie? Tengo ganas de chuparte el pene...

Wooyoung se rió, agarrando su chaqueta, y se inclinó sobre la cama para darle un beso en los labios.

—Te cobraré la mamada cuando vuelva —le dijo, acariciando su labio inferior.

San hizo un puchero, dándole otro beso, tratando de ahogar la sensación de temor que había en su interior. No quería preocupar a Wooyoung, no de forma innecesaria. De seguro el miedo que sentía era porque no quería ver más a esa mujer, ya que a pesar de que San se veía capaz de enfrentarla, todavía tenía algo de susto por ella. Después de todo, le había hecho demasiado daño con sus acciones esas cosas no se olvidaban con facilidad.

—Te amo —le dijo a Wooyoung.

El alfa sonrió, feliz.

—Yo también te amo —suspiró el mayor.

San lo vio salir, asomándose por el balcón después mientras el auto se alejaba, y soltó el aire que estuvo conteniendo.

Wooyoung iba a volver, se repitió, pensando en lo que prepararía para comer.

Mingi se sobresaltó cuando la puerta fue cerrada bruscamente, volteándose y chocando con los ojos apagados de Hongjoong.

La culpabilidad golpeó su estómago, pero se obligó a mantenerse entero y no romper a llorar porque debía solucionar lo que hizo, así como había hecho con Yunho.

—Pensé que te estabas quedando donde papás —dijo Hongjoong, dejando su abrigo en el colgador.

—Quería hablar contigo —dijo Mingi, mordiendo su labio inferior.

Hongjoong rascó su nuca, acercándose, pero entonces Mingi frunció el ceño.

—Hueles a feromonas —le dijo, y entonces parpadeó, sus ojos abriéndose por la sorpresa—. Oh...

—No —se apresuró a decir Hongjoong, sentándose a su lado—, bueno, salí con un chico omega, pero... pero no hubo nada más —hizo una pequeña pausa, levantando su mano de pronto, y acarició su marca—. Si tú lo quieres, puedo quitártela y...

Mingi se echó hacia atrás, todo en su interior negándose. No sólo su omega, sino él también.

Hablar con tío San le había ayudado a comprender algunas cosas, aunque seguía un poco confundido también porque ciertas dudas no serían resueltas por el resto, sino por él. Pero había logrado entender, un poco, que tal vez tenía que permitirle a su omega tomar las riendas de ciertas situaciones, y no sentir vergüenza por ser más emocional que el resto.

—No, es mi marca —Hongjoong le miró, sorprendido—. Yo la quiero. Siempre la he querido —su voz se tornó vacilante—. Cuando teníamos diez años, tú me marcaste por primera vez.

El alfa pestañeó.

Hongjoong recordaba aquella ocasión en la que ambos estaban jugando a las luchas, girando sobre la cama, gruñéndose y lanzándose mordiscos para tratar de vencer al otro. Yeosang les estaba gritando desde la cocina que se detuvieran, que se harían daño, pero ambos no lo tomaron en cuenta.

Mingi gimoteaba en señal de queja, haciendo que Hongjoong se compadeciera, y el omega aprovechaba aquello para poder vencerlo. Hongjoong sentía, por otro lado, la imperiosa necesidad de morderlo, hasta que logró quedar sobre él, riéndose estruendosamente, y antes de pensarlo dos veces, mordisqueó la piel de su cuello.

Mingi había chillado por el dolor y Yeosang apareció, cargando una varilla con la que golpeó su trasero por lo que hizo.

El omega estuvo algo empalagoso y dócil los siguientes días, pero Hongjoong no podía entender bien por qué. Luego, cuando tuvo su primer celo, todo cobró sentido.

—Ese día yo... yo me di cuenta de que quería tu marca —dijo Mingi, sus labios temblando—. Nunca te lo dije porque me daba vergüenza, porque me negaba a admitir lo mucho que la deseaba —el omega bajó la vista—, pero la quiero, Hongjoong. Siempre la he querido, así como la marca de Yunho.

Luego de aquellas palabras, Mingi se apresuró en explicarle todo lo que había pasado por su mente esos últimos días, todos los sentimientos malos que tuvo tanto tiempo, todo el miedo y temor que sentía, queriendo hablar para poder soltar aquellas emociones negativas que le estuvieron asfixiando.

Hongjoong tragó saliva.

—Tú nunca... —finalizó el omega—, nunca has sido un mal alfa...

—No digas eso —la voz del chico salió grave—. He usado la voz alfa en ti cuando he podido. Te mereces algo mejor, Mingi, no...

—Y yo he sido caprichoso, grosero y un imbécil muchas veces —le interrumpió Mingi—, pero ahí vas tú, aguantando mis actitudes —el omega lo abrazó, enterrando su rostro en su cuello—. Lo siento mucho. Lo siento, HongHong.

Hongjoong cerró sus ojos un momento, suspirando, llevando sus dedos al cabello desordenado del chico, acariciándole el pelo.

—¿Esto es...?

—Quiero estar contigo y con Yunho —aseguró Mingi—, yo sólo quiero que... Me gustaría... —apretó sus labios un instante—. Me gustaría estudiar algo y...

—Lo que quieras —se apresuró a decir Hongjoong—, todo lo que desees —le besó la frente—. Puedes hacer lo que desees y voy a apoyarte, Mingi.

Mingi lo abrazó con más fuerza, cerrando sus ojos un instante, dejando que el olor embriagador del alfa lo calmara, y cuando volvió a abrirlos, tenía una decisión tomada.

Le dio un beso pequeño en los labios.

—Voy a salir —le murmuró contra sus labios—. Necesito... Debo hacer algo.

Hongjoong se veía tentado de preguntarle qué era lo que haría en tanto otra parte se debatía en pedirle que no saliera porque ya estaba anocheciendo, pero se vio obligado a calmarse, asintiendo, confiando en Mingi.

El omega sonrió.

—No tardaré —prometió—, podrías invitar a Yunho para que pase la noche aquí —lo besó—. Los he extrañado mucho.

—Y yo a ti —admitió el alfa—, extraño tus quejas, conejito.

Mingi lo golpeó en el costado, pero sólo sonrió.

Segundos después, el omega salió de casa, casi corriendo a paso apresurado para llegar pronto a su destino, algo dentro de él sintiéndose más cómodo que nunca por la decisión que había tomado. Mucho más porque había logrado hablar con los dos alfas sin llegar a gritos, sin pelear, viendo la forma en la que le escuchaban, y su omega era feliz con aquello.

Su omega, por primera vez en mucho tiempo, se sentía contento, cómodo, sin una batalla en su interior que lo atormentara.

Llegó al puente Seongsu, jadeando por la corrida, observando a Soobin sosteniendo dos cafés. El omega le sonrió, ofreciéndolo uno, y Mingi lo agarró por cortesía.

—Creí que me estabas evitando —comentó Soobin con voz suave.

Mingi respiró, recuperando el aire, y llevó el vaso a su boca, bebiendo antes de hablar.

—Lo siento —le dijo en disculpa—, he estado algo... algo ocupado —titubeó un instante—. ¿Qué has decidido, Soo? —preguntó, observando el río Han.

El chico mordió su labio inferior.

—Me escaparé a Gwangju —dijo Soobin—. Mis padres concretarán un matrimonio forzado. Me iré en dos días —le miró de reojo—. ¿Y tú, Mingie? ¿Has pensado en mi propuesta?

Mingi miró el café, sus manos calentándose por el líquido.

—Lo siento, Soobin —murmuró con dulzura—, pero no te puedo corresponder de ese modo. Yo no... —sus marcas ardieron—. Yo ya tengo a dos chicos que me quieren, y yo los quiero.

Soobin asintió, distraído, una expresión triste en su rostro.

—¿No hay forma de hacerte cambiar de opinión? —preguntó, su voz extremadamente abatida—. Ellos te van a decepcionar. Los alfas no son buenos, Mingie.

Frunció los labios, negando con la cabeza.

—Yunho y Hongjoong lo son —aseguró—, y ellos son míos, así como yo soy de ellos.

Su amigo volvió a asentir, terminando de beber el café.

—Si me hubieras escogido —dijo Soobin, sin perder su tono adolorido—, habrías hecho las cosas más fáciles, Mingie, porque yo realmente te quiero.

Mingi lo miró.

Sus labios se arrugaron en una mueca cuando Yunho apareció en el umbral del comedor, algo desorientado.

—¿Y papá? —preguntó su hijo.

—Tuvo que salir —respondió San, un poco distraído.

—¿Pelearon? —Yunho enarcó una ceja.

San bufó, sin querer decirle a Yunho dónde estaba su alfa porque sabía que iba a alterarse.

—Algo así —mintió, decidido a cambiar de tema—. Pensé que te vendrías con Chungha. Ya son las nueve de la noche y no ha llamado —sacudió su cabeza—. ¿Se habrá quedado a dormir con sus amigas?

Yunho se encogió de hombros.

—¿Estaremos los dos solos? —preguntó, sus ojos iluminándose—. ¿Puedo dormir contigo, mami? —puso un puchero, queriendo verse adorable, y San se rió.

—¿En la cama dónde tengo sexo con tu padre? —dijo con inocencia el omega.

—¡Mamá, eso es asqueroso! —se quejó Yunho, pataleando como un niño pequeño.

—Venga, llamaré a Chungha para ver qué ocurre con ella. Ve a servirte algo para comer, la cena ya está lista.

Yunho se fue a la cocina, refunfuñando entre murmullos mientras San marcaba el número de Chungha para saber dónde estaba. De verdad, ¿tanto le costaba llamar para decir que no iría a comer? Si se quedaría con sus amigas lo podía entender, pero avisarle no costaba nada.

El celular de la chica estaba apagado.

Arrugó el ceño.

Yunho volvió, llevando un plato con sopa y sentándose a su lado en la mesa.

—No hagas esa mueca, mamá —regañó—, es muy rara.

San le pellizcó la mejilla, volviendo a llamar a Chungha pero sin tener éxito alguno.

—¿Se habrá quedado sin batería? —preguntó extrañado.

Yunho se encogió de hombros, dispuesto a comer, sin embargo, su celular sonó en ese instante. Lo agarró, observando el número de Hongjoong, y sonrió.

—Hey —dijo alegremente—. ¿Qué tal...?

—Yunho, oye —saludó Hongjoong, y notó enseguida que su voz estaba algo ansiosa—. Por casualidad, ¿Mingi no está contigo?

Sus cejas se arrugaron por la pregunta, confundido.

—¿Mingi? No —eso llamó la atención de San, que le miró—. No he visto a Mingi desde el jueves. ¿Por qué?

San recordó que tenía el número de la madre de una de las amigas de Chungha, y llamó.

—Mingi salió hace una hora, y me dijo que volvía enseguida —balbuceó Hongjoong—, pero le he llamado porque me preocupé, y no ha contestado. Su móvil está apagado.

—Hola, soy el tío de Chungha —saludó San cuando una mujer contestó—, llamaba para saber si ella estaba con su hija. La llamó pero no contesta.

—¿Chungha? No, mi hija regresó a casa hace dos horas y ha venido sola —dijo la mujer al otro lado de la línea—. Dijo que cada una se fue a su casa luego de salir.

San sintió su estómago apretado, dando las gracias y despidiéndose.

Yunho tenía la garganta apretada.

—No lo he visto —volvió a decirle a Hongjoong—, pero... ¿no te dijo a dónde iba?

—¡No! —Hongjoong parecía a punto de llorar—. Sólo me dijo que debía hacer algo y que volvería pronto. Yunho, ¿y si... y si nos dejó? ¿Si se fue con ese amigo?

El chico sentía que su mundo se estaba desestabilizando, y San le agarró del brazo, sus ojos endurecidos.

Rápidamente, San llamó a Wooyoung.

El número que usted marcó no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio...

Lo intentó otra vez, pero el mensaje volvió a repetirse.

San apretó su mandíbula.

Bien. Bien.

Ahora San estaba enfurecido.

He regresado

Perdón por poder actualizar en todo este tiempo pero necesitaba un espacio para reflexionar y arreglar algunos asuntos personales sigo sin sentirme bien pero quiero traerles actualizaciones de las historias que ustedes aman.

Gracias a esas personitas que me dieron mensajes de amor y mucho apoyo de verdad ♡♡

Quedan sólo dos capítulos y el epílogo, y he tratado de concentrarme en esto.

Espero que el capítulo les haya gustado, el próximo saldrá cuando menos se lo esperen (? Okno xD

¡Gracias por leer!

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