Los ojos del emperador

By Menhera_Chan-3-

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Hace poco, el emperador de la secta Kongyun murió y su hijo debe ocupar su lugar. Nadie sabía de él hasta el... More

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By Menhera_Chan-3-

La llegada a la Torre y conocer a los demás emperadores y al Gran Patriarca.

Esa noche todo transcurrió bastante en calma. Xen ShenTai no estaba tan irritable como en otros momentos y Meng HuanYue estaba muy cansado como para seguir haciendo de las suyas. Sin embargo, el que más extraño y diferente se encontraba era el cultivador que los acompañaba. En las últimas horas, había estado comportándose muy diferente. Estaba más atento a los alrededores y muy callado para lo comunicativo y curioso que había sido al comienzo del viaje. Por supuesto, esto lo notó Meng HuanYue al no perder de vista casi nunca a Hao ZhiNuan.

Por desgracia para Xen ShenTai, dormiría nuevamente en compañía de su sirviente, quien era cada vez más revoltoso al dormir. Entre los ronquidos, movimientos y demás cosas que incomodaron al emperador, su paciencia fue colmada y tomó una solución poco ortodoxa, pero que al parecer le dio buen resultado. Desató su cabello para hacerse de la larga cinta que lo mantenía recogido y con esta ató manos y piernas de Meng HuanYue. Este seguía completamente dormido y sin darse cuenta de nada. Aún así, sus ronquidos seguían siendo un problema a resolver por parte de Xen ShenTai. No había muchas opciones, así que solo optó por ponerle un cojín sobre la cabeza a su sirviente para intentar opacar aquel molesto ruido. Aunque no se silenció del todo, al menos ya no era tan fuerte. El emperador miró hacia arriba como si agradeciera tener la posibilidad de dormir y se dejó caer junto al joven atado durmiendo profundamente.

(...)

La chica movía con una rama los maderos que se quemaban frente a ella y su compañero de viaje. Estaban en silencio mientras comían unos bollos al calor de la fogata, pero la voz del joven interrumpió los sonidos de la fauna nocturna que los rodeaba.

-Has estado callada mucho tiempo, A-Guang. Creo que estás pensando mucho en algo. Me gustaría que compartieras tus dudas conmigo.- su amable sonrisa invitaba a cualquiera a responderle.

-Maestro ChaoHeng... ¿por qué se le tiene tanto odio a los que son de sangre maldita?- la pregunta de la pequeña desconcertó un poco al mayor, pero ya se esperaba algo como eso.

-Ninguno de ellos ha sido bueno al reclamar su lugar en el mundo. Muchos incluso, ni lo merecen, pero aún así lo buscan. Durante la historia, en sus manos siempre ha habido muerte, el final es el mismo para todos. No son puros, tienen el corazón sucio de alguna forma y por ello no deben ser tomados a la ligera.- la respuesta fue en un tono serio y firme.

-Pero... ese joven sirviente no parecía una mala persona... Era como un niño inocente y travieso. No puedo creer que una persona así sea capaz de traer la muerte...- la chica bajó la mirada con decepción sintiendo que la mano de su compañero se posaba en su cabeza.

-Pequeña A-Guang, es una maldición lo que trae consigo esa marca, pero solo quien la porta, sabe a quién lleva la muerte.- ella lo miró confundida.

-No comprendo, Maestro. ¿Insinúa que ese joven puede usar la maldición a su favor?

-No solo él, pequeña princesa, todos sus portadores han podido y pueden hacerlo. Que no sean inteligentes como para lograrlo, es otra cosa.- dejó por fin su seriedad para volver a sonreír.- Por eso, de él dependerá todo lo que pase a partir de ahora.

-Pero es solo un sirviente, nadie le creerá.- intervino ella muy preocupada.

-Te olvidas de algo, dulce A-Guang.- ella ladeó la cabeza confundida.- Es el sirviente personal del emperador.

-¿Cree usted que eso lo ayude en algo?

-Por supuesto. Los emperadores no tienen sirvientes personales, así que ellos tienen una relación que va más allá de la jerarquía. Y estoy casi seguro que, en un incidente que conlleva muerte, ellos no se dejarían solos.

La niña lo miró con sorpresa y admiración para luego sonreír. Se apegó a él y recostó la cabeza en su regazo. Él se mantuvo acariciando su cabello un rato más hasta que ella se durmió, pero aún no lo haría él.

-Sé que estás ahí, Dalai KongShun...- dijo el muchacho con seguridad.

-A pesar de no ver, eres muy observador, Maestro ChaoHeng...- la figura de un joven de ropajes verdosos se hizo ver.

-Habla bajo, A-Guang duerme. Y dime qué se te ofrece con prisas, también debo descansar.- a pesar del respeto en sus palabras, su tono daba a entender la incomodidad que sentía por la presencia del contrario.

-Oh, no. No me tome a mal, Maestro. Solo vine para informarle que tenga cuidado cuando vaya a la Torre, es posible que ciertos eventos desagradables se desencadenen allí.

-De eso estoy enterado, Dalai KongShun. Tu presencia aquí es inútil.

-No creo que sea así si le digo que esos acontecimientos se van a desencadenar... mañana mismo...

-¿Qué...? ¿A qué te refieres...?- tras su pregunta, solo escuchó unas risas alejarse junto al sonido de los arbustos.

(...)

Xen ShenTai hacía tiempo que no se sentía tan descansado al amanecer. Bostezó y estiró sus brazos y piernas con gran placer. Casi se había olvidado de dónde estaba cuando su mano chocó contra el cuerpo atado de Meng HuanYue. Ahí se había quedado toda la noche, sin moverse, bueno, no es que pudiera por como lo había atado, pero tampoco sin queja alguna.

-¿Meng HuanYue?- habló en susurros, pues no sabía si estaba despierto, solo escuchaba un leve sonido bajo el cojín.

Como no obtuvo respuesta, retiró el cojín para escuchar mejor, solo para ser recibido con las palabras de su sirviente.

-Buenos días, majestad. No sabía que fueras de estos gustos. Es un poco incómodo en la pose, pero puedo soportarlo si quieres.

-Tú...- por un momento había estado preocupado, pero al ver que el más joven solo seguía con sus bromas, tenía ganas de dejarlo atado, pero de por vida.

-No comiences con los regaños, que no tengo ni idea de por qué me ataste. Y aunque quisiera, ni moverme, ni quejarme me dejaste, así que ahora, te aguantas lo que te diga.

-¿Le estás hablando así a tu emperador? ¡Qué descaro de tu parte, Meng HuanYue!

-No, no le estoy hablando a mi emperador. Le estoy hablando al loco que lo poseyó en la noche y me dejó atado inmóvil y con la cara cubierta. Como sea que lo vea, fue un castigo innecesario, no he hecho nada para ganarme semejante trato.

-Pues yo sí que te tengo una buena justificación para ello.

-¿Ah, sí? ¿Cuál? Quiero una que me convenza.

-Tus ronquidos suenan más que mil cigarras en plena temporada. Es imposible dormir contigo al lado. Y te mueves mucho también. No estás quieto ni por dos minutos. No hay quien pueda sobrevivir una noche contigo.

-Uh, sin embargo, tú ya has pasado dos, majestad.- intervino con una voz insinuante.

(...)

-Buenos días, Joven Maestro Hao ZhiNuan.

-Joven sirviente, ¿qué le ha ocurrido en la cara?

-Yo lo he disciplinado. Me vi en lo obligación al notar que se comportaba de manera inapropiada.- intervino el emperador callando cualquier palabra de Meng HuanYue.

Este recordaba los últimos momentos en la tienda, cuando, por estar atado, Xen ShenTai lo logró ubicar aun con mayor facilidad y darle una buena bofetada. ¿Ya iba la segunda? No le importaba mucho, había recibido castigos peores, y las sedosas y suaves manos del emperador no estaban hechas para golpear sirvientes. Así las notó él, las creyó las más adecuadas para vestir seda o tocar guqin, no para golpear.

Retomaron el viaje en la caravana, ya a lo lejos se divisaba la Torre. El cultivador apretaba cada vez con más frecuencia aquella bolsa que llevaba consigo mientras Xen ShenTai estaba cada vez más pálido. Tenía miedo, ya que todos los ojos que allí se reunían eran para conocerlo a él. Las precauciones a tomar debían de ser muchísimo mayores y notaba a Meng HuanYue demasiado relajado. Tal vez, él no tenía ni idea del peso de aquella visita a la Torre. No, ya se lo había explicado, su sirviente sabía de la magnitud de lo que ocurría y, hasta el momento, había planeado de todo para ocultar su secreto. ¿Debía confiar tanto en él? No estaba en posición de decir otra cosa, ya que era su única opción.

Mientras más se iban acercando, eran más visibles los vehículos de las caravanas de los otros emperadores. Sin embargo, solo habían dos que esperaban fuera, la emperatriz del Shui aún no había hecho acto de presencia en la Torre. Desde la cima de esta y en un salón con tanta seguridad como lujos, los tres emperadores esperaban con paciencia la llegada del recién nombrado monarca de la secta Kongyun. Los gemelos, habían adoptado un lugar en la misma mesa, juntos y sin ser perturbados en su respetuosa posición. Iban acompañados de solo una sirvienta, una chica baja de rostro pecoso. Por otro lado, el soberano de Huo iba acompañado de un joven mozo, el cual cubría su rostro y casi cuerpo completo por una extensa tela de capucha y capa larga.

Como cada emperador iba con un sirviente, no sería raro que Xen ShenTai estuviera en compañía de Meng HuanYue, al menos, por el momento. El cultivador se despidió de ellos con rapidez y agradeció que compartieran la comida del viaje con él. Luego de ello, ni Meng HuanYue supo a dónde se había ido, simplemente desapareció.

-Falta la emperatriz de Shui.- anunció el sirviente mientras subía las escaleras ayudando a su amo.

-Es extraño, nunca escuché de una tardanza por parte de ella. Siempre ha sido una mujer muy estricta y dura de carácter.- respondió Xen ShenTai teniendo gran cuidado con sus pasos.

-Aunque esto es un acto oficial, siento que el ambiente está... extraño...- el de sueltos cabellos miraba a su alrededor con los ojos entrecerrados, como había mencionado, no estaba del todo cómodo.

-La Torre es un santuario de paz entre las sectas, Meng HuanYue. Quien sea que provoque un enfrentamiento aquí, no solo está buscando su caída en el mundo terrenal, sino también la imposibilidad de la paz de su alma en el mundo espiritual.- sonrió con seguridad y orgullo de su conocimiento.

-Entonces, quién busque la guerra aquí, estará maldito por toda la eternidad.

-Exactamente. Ahora, deja de hablar cosas innecesarias y dime cómo es el salón de los emperadores.

Cuando llegaron justo frente a la puerta, Meng HuanYue pudo leer el cartel que le daba nombre al salón, Xing Hu ("Lago de estrellas"). Al mirar dentro, apenas estaban los emperadores ya llegados y sus respectivos sirvientes. Haciendo juego con los colores y símbolos de sus respectivas sectas, cada sitio estaba reservado para cada soberano. Los adornos casi delimitaban los asientos de los líderes, era una forma de saber que todos eran diferentes, pero a la vez, eran ubicados con igualdad de condiciones. El de roja túnica llevó a su amo hasta su asiento sin siquiera acercarse a los otros emperadores, quienes miraban a Xen ShenTai con gran curiosidad y atención. Cuando este se hubo ubicado en su cojín, acomodó sus mangas en su regazo y soltó un suspiro para relajarse.

-¿Qué tal fue la entrada?- susurró a Meng HuanYue, quien, a pesar de estar ubicado en un cojín detrás de él como los demás sirvientes, no había dejado de tener contacto físico con el mayor.

-Yo diría que bastante bien. Espero que te hayas aprendido el camino, porque es posible que a la salida debas hacerlo solo.- le respondió con el mismo volumen de voz.

-Más o menos he tenido una idea... Describe el salón...

-Estamos en la parte derecha desde la entrada, majestad. En cada lado se ubican dos sectas y así están ubicados los asientos. Así, frente a nosotros se ubica Shui, y a nuestro lado, al fondo de la habitación y derecha de su mesa, Huo.

-Dadi queda en diagonal derecha, lo tengo.- asintió levemente y con una pequeña sonrisa.

-Precisamente, majestad. Veo que te ubicas bien.- sonrió con alivio.

-No explicas tan mal después de todo.- no le gustaba la idea de reconocerle algo a Meng HuanYue, pero tenía que aceptar que le estaba siendo más útil de lo que creía.

-Solo tengo dudas por el gran trono que hay al final del salón.

-Ese trono pertenece al Gran Patriarca. Es el consejero de los emperadores, se muestra imparcial ante las preferencias de sectas, pero todos los emperadores han recibido de sus consejos y, gracias a ellos, muchas guerras se han evitado.

-Para mí es otro dolor de cabeza...- giró los ojos con una expresión de incomodidad.

-Le debes respeto, Meng HuanYue, es el ser supremo de todas las sectas. Su sabiduría va por encima de cualquier emperador.

-Y para mí será otro par de ojos de los que te tenga que cuidar.- ante estas palabras, Xen ShenTai comprendió la molestia de su sirviente.

Mientras en su mente pensaba cómo le haría para disimular su mala vista ante alguien de tantos conocimientos, los líderes de las sectas que estaban presentes intercambiaban miradas constantemente entre sí. Notaban que el soberano de la secta Kongyun era demasiado hablador y apegado a su sirviente, sin embargo, no había querido intercambiar con nadie más.

-Debería mostrar un poco de respeto a los otros emperadores.- protestó la joven a su hermano.

-Jiejie, no digas esas cosas... sus razones tendrá... Recuerda que no suele presentarse en público...- respondió él un poco más retraído.

-Didi, es irrespetuoso de su parte. Las normas de cortesía y respeto entre emperadores también exigen que se presente.

-De seguro está esperando a que el Gran Patriarca lo haga primero... ¡Oh, mira! Ahí llega.

Dicho esto, una figura de largas túnicas doradas y cintas blancas entró a paso lento por un costado del fondo del salón. Portaba una máscara de color rojo que impedía ver su rostro y el grisáceo cabello que se dejaba ver a través del sombrero tradicional que portaba hacía saber que se trataba de una persona de años vividos. Todos los presentes se pusieron en pie, incluso Xen ShenTai, quien había sido avisado por Meng HuanYue. El Gran Patriarca se acomodó en el trono y alzó la mano derecha en señal de que los emperadores podían detener su muestra de respeto.

-Sean bienvenidos a la tierra de la paz, emperadores.- dijo con una voz que tronó por todo el lugar, y que a más de uno le hizo erizar la piel.- Veo que aún no acontece la presencia de la emperatriz de Shui...

-Gran Patriarca.- una voz femenina se escuchó desde la entrada del salón.- Mis más sinceras y humildes disculpas.- era una mujer cuyo rostro mostraba que había dejado de ser joven, pero cierta belleza conservaba su rostro y figura.- Espero que aún no sea tarde para mi llegada.

La mujer estaba acompañada de dos personas. Una de ellas era un joven alto y de constante sonrisa, aunque con una mirada bastante afilada. La otra persona, era de estatura mediana y era muy difícil descifrar su sexo, debido a que cubría todo el tiempo su rostro con sus mangas y su tímida mirada se movía a todos lados. Tal vez lo poco que su rostro daba a conocer, se podía interpretar como un chico, sin embargo, su comportamiento y vestimenta denotaban un aire más femenino.

-No lo es, majestad Jiang XiaHe.- respondió el Gran Patriarca y señaló con su mano el sitio que ella debía ocupar.- Por favor, incorpórese a la presentación.

La emperatriz hizo una reverencia al Gran Patriarca y miró a todos los presentes. Se dirigió a su asiento, pero justo antes de sentarse intercambió unas últimas palabras con el joven de alta estatura que la acompañaba.

-Haz que tengan todo listo para la hora indicada.- ordenó con una seria expresión.

-Así será, majestad, confíe en mí.- dijo el sirviente con una sonrisa maliciosa.

-No me falles, Dalai KongShun, de esto dependerá el futuro...- en cuanto dijo estas palabras, se sentó en su sitio mientras el sirviente salía del salón muy seguro de sus planes.

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