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Gemí en voz alta cuando sus labios besaron mi cuello.
¿Cómo terminamos así? En realidad, fue muy sencillo y rápido.
Luego de unos cuarenta minutos más en los que la fiesta se volvió un descontrol, donde ya casi todos estaban ebrios, algunos a medio vestir y otros ya durmiendo o desmayados, Nathan y yo estábamos completamente aburridos.
Paseamos por toda la casa buscando algo interesante, y decente, obviamente, para hacer. Pero todos allí parecían querer beber y coger hasta morir.
Encontramos un pequeño hueco en un sofá que estaba repleto de gente. Me ofreció sentarme pero le dije que estaba bien, que podía sentarse el. El me hizo caso y luego palmeo sus piernas, esperando que me sentara en ellas. Lo hice con cuidado y pasó sus manos por mi cintura, atrayéndome hacia el. Me tiré hacia atrás y apoyé mi cabeza en su hombro.
La pareja a nuestro lado comenzó a besarse como si no hubiese mañana y un momento de tensión un poco incomodo se formó entre nosotros. La chica a nuestro lado parecía estar masticando un chicle mientras lo besaba y producía un ruido asqueroso. Mi nariz se frunció con desaprobación mientras la miraba indiscretamente.
—Dios, porque hace tanto ruido —la voz de Nathan sonó en mi oído y reí a carcajadas—. Es repugnante —se rio conmigo mientras me ponía de costado para verlo.
Mi vestido rodó un poco sobre mis piernas pero no me inmuté en bajarlo. El apoyo una de sus manos en una de mis piernas y me miró.
La chica allí nunca se enteró que hablábamos de ella, si es que en algún momento nos escuchó.
—Oye, que no todos somos buenos besadores como tu —golpeé su hombro juguetonamente. Intenté sonar relajada al admitirlo pero sentía mis mejillas rojas.
—¿Acabas de admitir que soy buen besador? —dijo con aire de autosuficiencia y egocentrismo. Era obvio que yo le había dado pie a eso, pero no me importaba, probablemente el ya sabía eso. Asentí con la cabeza, incapaz de decir algo ante su sonrisa frente a mi. —¿Y por que es eso de "no todos somos"? —preguntó frunciendo el ceño sin entender—. ¿Es que no te consideras buena besadora, Hock? —su sonrisa picara no desapareció cuando se acercó a mi. Mis mejillas se sonrojaron un poco mas que antes.
—Yo... creo que... aun me falta practica —dije tímidamente sobre sus labios.
—Eso se puede solucionar.
Sus labios se encontraron con los míos en un momento en el que me atrajo hacia el por la nuca.
Diez minutos más tarde, ya estábamos entrando a tropezones por la puerta de mi casa.
Cerré la puerta y me hizo girar sobre mis talones para volver a besarme. Sus manos me apretaban junto a él con fuerza, como si quisiera que nada pudiese pasar entre nosotros dos. Mis manos jugaban torpemente con su cabello, saboreando todo lo que podía de sus labios.
Su lengua pidió permiso y lo concedí rápidamente. Se sentía tan bien todo lo que él hacía en mi. Tomó una de mis piernas y la subió hasta su cadera, hizo fuerza con su brazo en mi otra pierna y ya me había levantado como si no pesara nada. Me sentía un poco incómoda sabiendo que todo mi peso estaba en sus manos, pero sabía que Nathan no era débil, por el contrario se veía bastante fuerte. Y si que lo era. Mi vestido había rodado más de lo esperado, dejando mis muslos al aire.
Subió las escaleras separándose de mis labios, mirando donde pisaba y me dediqué a darle pequeños besos en el cuello.
—Tu hermano... —lo oí decir cuando entramos en mi habitación pero lo interrumpí para acercar mis labios otra vez a su boca.
—No vendrá —le aclaré sin tantas explicaciones.
No era momento para hablar.
Me bajó y cerró la puerta.
—Ali... —tiré de su camisa antes que pudiera decir nada.
Estrelle mis labios contra los suyos, para probarlos otra vez. Comencé a desabrochar los botones de su camisa y me sorprendió hacerlo tan rápido, ya que no estaba mirando. Torpemente, me quité las zapatillas con mis pies. Me separé de su boca, le quité la camisa y la tiré en algún lado de la habitación sin poder creer lo que estaba haciendo.
¿Estaba loca o que me pasaba?
Se llaman hormonas, idiota.
Nathan dio un paso hacia mi y tomó mi cara, para verme fijo a los ojos.
Caminó lentamente hasta que estuvo detrás de mi y corrió mi cabello de mi espalda. Se movía despacio, como si supiera que me estaba impacientando. Me desesperaba que no me arrancara el vestido de un tirón para empujarme a la cama.
No sabía de donde había salido todo esto, no era una persona que estuviese acostumbrada esto. Quiero decir, era virgen, y si había besado a algún que otro chico pero nunca había sentido esto, y tampoco había llegado a este punto.
Comenzó a hacer una fila de cortos y lentos besos que empezaron en mi hombro, y se dirigían a mi cuello, moví la cabeza para darle acceso, hasta que llegó a mi oreja.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —susurró en mi oreja. Lentamente, fue bajando el cierre en la espalda de mi vestido.
Mi cabeza formuló muchas oraciones y preguntas pero en ese momento importaron como la nada misma.
Quería sentirlo conmigo y ahora.
Volteé para mirarlo. Sus ojos tenían un destello que nunca había visto antes, y no sabía si se trataba de lujuria o de algún tipo de miedo de hacerme algún daño.
—Esto debería ser algo importante para ti —asentí con la cabeza, queriendo terminar de una vez con esta charla—. No quiero que lo arruines conmigo. —Había una extraña culpa que no sabía de donde había venido, pero me hizo caer a la realidad tan pronto como el abrió la boca.
¿El creía que no se merecía ser el primero? ¿El no sabía lo especial que era para mi y que yo lo quería sobre todas las cosas?
—No estoy arruinando nada al estar contigo. —Nuestras respiraciones eran agitadas y podía ver su pecho subir y bajar con la luna que lo iluminaba entrando por mi ventana.
—No quiero que apresures nada Alison —dijo serio y me sorprendió mucho el auto control que tenía sobre su cuerpo, yo me estaba muriendo porque me tomara ahora mismo pero el parecía estar controlando la situación bastante bien—. Al menos me gustaría que fueses mayor.
Abrí mi boca indignada. Aún faltaba un poco más de un año para eso.
¿El de verdad creía que yo podría esperar tanto tiempo?
—Pero apenas cumpliré diecisiete en en unos meses —me excusé con la cantidad de tiempo que faltaba para lo que el me pedía—. ¿Es que tú no quieres... —me interrumpió.
—Claro que si —acercó mi cara a la suya haciendo que de un paso hacia adelante—. Te juro que si. Pero, es por tu propio bien —mi ceño se frunció.
¿Que diablos quiere decir ahora?
—No tengo miedo de ti —aseguré al instante, dejándole en claro que no tenía miedo—. Confió en ti —remarqué.
—No lo hagas —dijo en un susurro casi inaudible para mi.
Sus labios volvieron a tocar los míos y me hizo caminar hacia la cama. Mi espalda cayó sobre las sábanas y se dirigí a besar mi cuello.
Y así fue, damas y caballeros, como llegamos hasta el presente. Cómo comenzó mi tortura de dos partes.
Su lengua recorría todo mi cuello, creando pequeños escalofríos y choques eléctricos que recorrían todo mi cuerpo en cuestión de segundos.
Me animé a desabrochar su jean y me sorprendí un poco cuando dejó que lo bajara con mis piernas, hasta quitárselo por completo. Sus manos vagaron por mi torso y de un rápido tirón bajó mi vestido hasta mis piernas, haciéndolo volar por algún lado de la habitación. No pareció sorprenderse de que no llevara sostén, al parecer me había estado observando demasiado la ropa para darse cuenta de que no había bretel alguno.
Ahora solo una prenda cubría a cada uno y mi sangre hervía dentro de mi. Sabía que tenía que auto controlarme, pero la verdad es, que no estaba acostumbrada a parar, porque nunca había sucedido algo como esto. Supuse que el sabría cuando detenerse y esperé que así fuera, porque conmigo no podía contar para esa tarea.
Sus labios besaban, rozaban y mordisqueaban todo a su paso. Me estaba volviendo loca y el lo sabía. Arqueé mi espalda cuando sentí su lengua entre mi pecho. Un gemido salió de mi sin que yo lo quisiera y al parecer, lo empeoró todo. La mano con la que no sostenía su peso, tomó un puñado de mi cabello, tirándolo hacia atrás, dejando que su boca corriera por todo mi cuello.
Fue la primera vez en mi vida en la que un dolor se sentía tan bien y quería seguir siendo maltratada.
Me dirigí a su cuello porque no podía permitir ser la única que se estaba volviendo loca. Allí comencé a dar pequeños besos y lo oí respirar pesadamente.
Sentí algo duro en una de mis piernas y mis ojos se abrieron. El no lo notó porque estaba demasiado absorto en la sensación.
Nunca había creído que era capaz de ocasionar algo de ese modo en un hombre. Al parecer debía acostumbrarme a que podía con Nathan.
Las palabras de Coni vinieron a mi cabeza cuando me contó que casi había estado con Dante.
Es cuestión de seguridad, lo tomas y lo haces tuyo. No dudes ni un segundo.
En un arrebato de adrenalina y pura confianza, me moví para quedar sobre el, sentada sobre sus caderas. Sentía cómo estaba sentada sobre él.
Nathan abrió los ojos y me miró sorprendido de mi arrebato. Pero el sabía que estaba generando en mi emociones y sentimientos nunca encontrados, iba a tener que lidiar conmigo.
Comencé a besar su cuello mientras sus manos se dirigieron a mis caderas. Un pequeño gemido salió de sus labios y me erizó la piel. Me movió un poco sobre el y un cosquilleo recorrió la parte baja de mi estómago cuando sentí nuestras partes rozarse tan fuerte. Otro gemido, más fuerte que el anterior, se escapó de mis labios.
Entendió que a mi cuerpo, instintivamente, le gustaba ese roce. Entonces fue cuando comenzó la segunda parte de la tortura.
Sus manos apretaron mis piernas, clavando y enterrando sus dedos en ellas.
Comencé a moverme rápidamente y lo vi abrir la boca con los ojos cerrados.
Disfrutaba tanto ver que yo estaba creando eso en el. Me hacía sentir, por primera vez frente a Nathan, fuerte. Yo tenía el control y el poder. Ahora le tocaba sufrir a él.
Una fina capa de sudor comenzó a formarse en mi pecho y en mi espalda. Esto requería más energía de la que yo pensaba y mi respiración era tan pesada que sentía la boca seca.
—Nathan —susurré jadeante mientras no paraba de moverme con una voz que no sabía que tenía dentro de mi.
No había tortura parte tres, no. Lo tercero no era tortura, era puro placer. Y yo quería llegar allí cuanto antes.
Tal vez si. Mis emociones me estaban jugando una mala pasada y si, estaba cediendo demasiado fácil a él. Ni siquiera éramos novios y no hacía más de cinco meses que nos conocíamos. Pero cada vez que lo miraba acostado frente a mi no podía pensar un segundo en eso.
Solo pensaba en la parte tres.
Con la sangre hirviendo y la cabeza a punto de estallarme, intenté darle un tirón a su bóxer negro pero el fue más rápido que yo.
—Alison, para. —Sin poder creer la fuerza y habilidad con la que había hecho que cambiáramos de lugar, me quedé parpadeando.
Sus ojos me miraban fijamente, con un deseo y una lujuria que nunca antes había visto. Mi pecho subía y bajaba por mi respiración agitada. Nathan estaba igual. Sus ojos viajaron por mi pecho mientras lo veía moverse y su mano se dirigió a él, suavemente.
Sus dedos comenzaron a dibujar círculos tranquilamente, intentando que el ambiente bajara un poco de temperatura.
Pero no estaba funcionando para mi. No estaba funcionando ni un poco.
—No voy a hacerlo aún —aclaró cuando su respiración se había calmado un poco, pero yo aún sentía mis piernas y mi estómago latiendo y la sangre hirviendo en todo mi cuerpo.
No podía decir que el me había calentado por nada, cuando en realidad, el ya me había dicho de ante mano que no haríamos nada por ahora. Pero no podía evitarlo al tenerlo así. Tampoco me importó. Si bien estos minutos habían sido una tortura, había sido la tortura la más placentera de todas.
—Pero puedo adelantar algo —se arrastró por la cama hasta quedar encima mío, aún sosteniendo su peso con un brazo.
Mis ojos parpadearon sin entender que estaba por hacer o que debía hacer yo.
Yo era todo un manojo de nervios porque una completa inexperta en el tema y al parecer Nathan ya tenía suficiente práctica para moldearme como el quisiera.
La mano que hacía caricias en mi pecho, bajó por mi estómago lentamente.
Mi respiración se volvió irregular en un instante, otra vez sentía todo mi cuerpo alerta ante su tacto.
Mis ojos parpadearon rápido el se dio cuenta que estaba nerviosa, pero el ya sabía que yo quería esto.
—Sh, tranquila —dijo el cuando metió su mano por debajo de mi ropa interior—, tu me dices si me detengo —frenó el camino de su mano y negué rápidamente con la cabeza, empujando su mano hacia adentro. El sonrió complacido y sus dedos me llevaron al cielo en cuestión de segundos.
Abría y cerraba los ojos envuelta en placer. Mis manos se movían torpemente sobre mi cabeza. Una de ellas se dirigió a su cabello y la dejé allí, haciendo caricias para el. La otra quedó muerta a un lado de la cama.
Me encantaba ver sus ojos mirándome fijamente cada vez que abría los ojos. El parecía saber lo que hacía, mientras que yo dejaba que el hiciera lo que quisiera conmigo.
Porque era suya y no había manera de negarlo.
Esta vez no fue un cosquilleo, fue un terremoto lo que sentí cuando el decidió aumentar un poco la velocidad. Las uñas de mi mano se clavaron en la sábanas, estrujándolas allí. La mano en su cabello tironeo de el hacia atrás. Estaba haciendo demasiada fuerza y no me preocupo hacerle daño, entendí que no había sido así cuando lo vi sonreír con satisfacción. Cerré mis ojos y me dejé llevar.
De repente, un cansancio y sueño profundo reemplazaron rápidamente el placer y mi sangre dejó de hervir de a poco. Sentí algo gotear cuando su mano bajó la velocidad. Una sonrisa torpe y lenta se formó en mi rostro.
Sus labios besaron mi boca pero no tuve energías para corresponderle.
Pude jurar que fue el quien me tapó con las sábanas luego de acostarse a mi lado, pero para ese entonces, ya respiraba en un sueño profundo.