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By RiderStilinski

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The Chronicles of Narnia Universe ── Warrior "I fall asleep in my own tears. I cry for the world, for everyon... More

Β«WarriorΒ»
Β©RiderStilinski
Prologue
Β«WARRIOR Graphic AreaΒ»
WARRIOR Act One
chapter one
chapter two
chapter three
chapter five
chapter six
chapter seven
chapter eight
chapter nine
chapter ten
chapter eleven
chapter twelve
chapter thirteen
WARRIOR Act Two
chapter fourteen
chapter fifteen
chapter sixteen
chapter seventeen
chapter eighteen
chapter nineteen
chapter twenty
chapter twenty-one
chapter twenty-two
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chapter four

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── IV ──

«Narnia? Is it really Narnia?»






   Al día siguiente parecía que las cosas se habían calmado y agradecía aquello, no quería sufrir una incomodidad como la de la cena.

El patio estaba aun resbaladizo, pero eso no impidió que saliesen los cinco a jugar al patio. Debían de disfrutar aquel día soleado antes de que lloviese de nuevo. Cuando Macready los llamó para almorzar, los niños evitaban a toda costa que la ama de llaves mirase hacia sus zapatos manchados de lodo, e incluso luego de almorzar corrieron de nuevo hacia el patio y riéndose al escuchar los gritos escandalizados de Macready al ver el suelo embarrado.

Al caer la noche, todos fueron hacia la biblioteca donde ahora Kath y Edmund jugaban al ajedrez mientras que Peter leía el diario. Las chicas habían decidido que debían irse a bañarse, así que se estaban dirigiendo hacia su cuarto.

Kath se levantó, excusándose que tenía que ir al baño.

Caminó por los pasillos intentando aguantar las ganas, pero se topó con la puerta de aquel cuarto donde estaba el armario. Sintió la extraña sensación otra vez, sentía como si la llamara a que abra la puerta. Toda sensación de querer ir al baño se esfumó al ver aquella puerta. No sentía ganas de ir, la curiosidad rondaba por todo su ser.

Tomó el pomo y abrió la puerta, se encontró con aquel armario que había causado muchos problemas. Se acercó hacia él y abrió la puerta. Una brisa salió de este, una brisa muy fría que hizo que Kath se sobresalte.

Entró al armario, y a cada paso que daba, el ambiente se volvía mucho más frío. Cuando por fin supo que había llegado, se sorprendió de encontrarse en un bosque, lleno de nieve. Tocó el suelo, efectivamente era nieve.

Sonrió mientras veía a su alrededor como todo estaba oscuro, como si estuviese que estaba atardeciendo. La nieve caía sin parar, y se veía mágica. Levantó la mirada hacia aquel cielo anaranjado, las estrellas mostraban acto de presencia de a poco. Brillaban con muchísima intensidad.

Sonrió al verlas, eran hermosas.

Se abrazó cuando sintió el frío calarle hasta los huesos. Y supo que tendría que volver, aunque hubiese estado solamente un poco. Pero parecía que su cuerpo no respondiera a las órdenes de su mente, más bien, sus pies se dirigieron hacia un farol cubierto de nieve. Tocó aquel objeto y dio un respingo al sentir lo frío que estaba.

Estaba embelesada con aquel hermoso farol hasta que escuchó una rama crujir detrás suyo. Se dio vuelta, pero no había nada. Pero se sobresaltó al escuchar una voz detrás de ella.

── Bienvenida, hija de Eva.

Lentamente se giró, aquella voz hizo que algo se removiese en su pecho. Un león, un león estaba detrás de ella. Su melena dorada contrastaba con toda la nieve a su alrededor, su mirada llenaba de paz a cualquiera que lo viese; era grande, mucho más grande que cualquier león que ella hubiese visto. Pudo sentir la majestuosidad que desprendía, denotaba un aura de respeto. Era bellísimo.

No supo porque, pero antes de pensarlo ella ya se había arrodillado ante aquel majestuoso león e inclinado su cabeza a modo de respeto.

── Levántate, Reina Katherine.

Aquellas simples palabras parecían surgir un efecto en ella, llenando la de valentía y determinación. El león se acercó hacia ella y sopló frente a su rostro. Aquel simple gesto la llenó de paz, ese soplido parecía darle vida.

── Siento sonar brusca, Señor... – le dijo – pero, ¿Quién es usted? ¿Y por qué me ha llamado reina?

Aquel león río antes de mirarla.

── Todo tendrá su tiempo, querida. Pero ahora, te acompañaré hacia el portal, debes volver a tú mundo.

Katherine asintió y empezó a caminar junto al león.

El silencio era cómodo y relajador, parecía que estar junto aquel ser hacía que todo su cuerpo y mente se tranquilizará. No pensó en nada en todo el camino, sino más bien, disfrutó del pequeño viaje junto al gran león.

Al llegar ambos al lugar donde ella había aparecido, ella se dio vuelta para mirarlo.

── ¿Te veré otra vez?

Aquel majestuoso león le sonrió.

── Lo harás pequeña, será pronto.

Antes de partir, ella se dio vuelta para poder mirarlo una vez más, sus ojos le trasmitieron paz así que ella cruzó aquellos árboles.




ˏˋ 亗 ˎˊ




   Movió los guisantes de su plato sin apetito, odiaba los guisantes con todo su alma y no sabía porque la señora Macready insistía en que lo comiese. Edmund estaba aburrido sin Kath, quien no había podido bajar porque se sentía mal del estomago y había dicho unas simples palabras a la ama de casa antes de irse corriendo de allí. 

Edmund no era un tonto, sabía lo que le sucedía. Una vez le preguntó a su maestro de ciencias naturales que le sucedía a las mujeres cuando decían "estoy en mis dias", había escuchado a su madre y a Susan decirlo varias veces, pero nunca lo había entendido. Tampoco tenía el coraje para ir y preguntarle sobre eso a su madre.

«── Bástate con saber que no las debes molestar en esos dias» – le había dicho el profesor, ¡Pero no tenía sentido hacer sin saber el por qué!

Al final, él terminó informándose por un libro en la biblioteca y por haberle preguntado a la agradable bibliotecaria sobre eso. Desde ese momento supo como manejarse lo mejor posible alrededor de esos dias con su familia. Una vez quiso explicárselo a Peter, pero este se negó rotundamente a saberlo, decía que eran cosas privadas de chicas y que no tenía derecho de saberlo.

Absolutamente absurdo y ridículo pensar así, pero Edmund no volvió a traer el tema devuelta.

Después de la cena, cuando ya todos estaban en la cama, Edmund se escabulló por la cocina y preparó una taza de té y unas galletas. No sabía como actuaba Kath en esos dias y tenía que prepararse con algún regalo de paz.

Caminó con cuidado de que no se cayera nada. Lo más lógico era que la encontrara en su cuarto (ahí es en donde originalmente iba él) pero al ver la puerta de la biblioteca del profesor entre abierta supo que ella estaba allí.

Tocó suavemente la puerta y Katherine miró hacia la puerta. Ella estaba sentada sobre el pequeño colchón que estaba pegado junto al gran ventanal, su bata celeste cubría sus hombros y abrazaba sus rodillas.

── ¿No se supone que deberías estar durmiendo, Ed? – preguntó ella sin moverse de su lugar.

── Se suponía que debías cenar hoy, pero no apareciste – se bastó con responder dándole el plato y ella le sonrió.

── Me siento un poco mal del estomago – murmuró dándole un sorbo a su té, Edmund se sentó frente a ella y miró hacia el gran ventanal. La noche estaba hermosa y las estrellas brillaban con fuerza.

── ¿En tus dias? – dijo en un murmullo él sin mirarla.

── ¿Quién te dijo eso? – exclamó estupefacta la muchacha.

── Lo asumí, venías algo rara desde anoche y creí que hubiese sido eso – le respondió y las mejillas de Katherine se tiñeron de rojo. Él no dijo nada sobre aquello – y como no cenaste creí que sería bueno traer un regalo de paz.

Kath escupió el té en la taza al escucharlo y empezó a toser de manera descontrolada, Edmund quiso reírse, y lo hizo, solo que le también le daba leves golpecitos en su espalda.

Hablaron por un largo rato hasta que dijo que quería ir al baño. Esa noche hacía un poco de frio, y pensó que había sido una muy buena idea haberse abrigado bien. Cuando salió del baño después de hacer sus necesidades, vio por el pasillo como la silueta de su hermana salía de su habitación y pensó en asustarla.

La siguió y cuando abrió la puerta por donde la había visto entrar, se sintió extrañado al no verla en ninguna parte. Edmund estaba confundido, no había otro lugar a donde ir. Por lo que supuso que se escondió en el armario para encontrar ese tonto país de Narnia. 

── Lucy – llamó acercándose al mueble. Abrió la puerta de este soltando un "boo" más o encontró nada – ¿Lucy?

Nadie respondió.

El muchacho se adentró al armario con cautela, con un solo pensamiento en su cabeza, iba a asustar a su hermanita. 

Llamó el nombre de Lucy muchas veces, al principio de manera burlona, diciendo que ojalá no le diera miedo la oscuridad. Pero conforme avanzaba se dio cuenta que el armario era muchísimo más grande por dentro de lo que se veía por fuera.

Siguió caminando, adentrándose cada vez más en aquel extraño mueble que, por alguna razón que él desconocía, tenía hojas de pino. Sus pantuflas se mojaron con agua extremadamente fría, y cuando iba a gritar para llamar a su hermana se resbaló hasta caer sobre el suave, pero mojado suelo.

Se asombró al ver un cielo celeste y copos de nieve caer en su rostro. Se levantó con cautela, intentando no resbalarse de nuevo y adentrándose más en aquel extraño bosque dentro del armario.

── ¡Lucy! – llamó, pero nadie le contestó.

«Peter va a matarme» – pensó mientras se abrazaba y caminaba por el bosque. Se extrañó al ver un farol, pero no le dio tanta importancia. 

El grito de alguien detrás de él lo hizo girarse en su lugar. Un carruaje tan blanco como la mismísima nieve venía en dirección hacia él, era llevado por cuatro renos blancos y una persona los azotaba para que aumentasen la velocidad.

Edmund tuvo que tirarse al suelo para que los renos no lo atropellaran.

El muchacho estaba conmocionado por lo sucedido, se había olvidado el camino y estaba aterrado por pensar en que moriría de frio. Su terror aumentó cuando el conductor del carruaje bajó de este y corrió hacia él.

Ed no lo pensó dos veces y corrió, alejándose de aquella criatura que apenas sobrepasaba el metro veinte. 

Sintió el látigo enredarse en sus pies y cayó al suelo de un golpe seco, la nieve se derretía debajo de él, mojándole su único abrigo y haciéndolo empezar a tiritar de frio. El hombrecito se lanzó sobre él desenvainando un largo cuchillo y su larga barba se le metía en la boca, haciendo que Edmund tuviese nauseas al oler el hedor que manaba el enano.

── ¡Déjame en paz! – gritó al sentir la fría y filosa cuchilla sobre su cuello.

── ¿Que pasa ahora, Ginabrik? – preguntó la suave y dulce voz de una mujer.

── ¡Haga que me suelte! – vociferó e su dirección – ¡Yo no hice nada!

── ¿Cómo te atreves a dirigirte así a la reina de Narnia? – escupió con voz chillona el hombrecito.

── ¡Yo no sabía!

── Pues ya lo sabes ahora – le dijo antes de alzar el cuchillo. Edmund cerró sus ojos con miedo, esperando el golpe final que acabaría con su vida; pero la voz de aquella mujer le ordenó al hombrecito que se detuviese.

El muchacho se quedó consternado y fascinado con lo que veía. Una mujer muy alta lo miraba con seriedad, llevaba una corona de cristal sobre su cabello rubio; su piel era pálida, muy pálida, casi del mismo tono blanquecino de su largo vestido.

Era la mujer más bella que había visto en su vida. Pero Edmund no sabía que aquella mujer destruiría su vida.




ˏˋ 亗 ˎˊ




    Suspiró con frustración, no entendía el por qué no podía dormir. Su mente era un manojo de nervios, era un completo caos y ella apenas y podía entender lo que pasaba por su cabeza. lo sucedido con el león en el armario había sido real, tan real que hasta su zapatos estaban mojados antes de salir del armario.

Aquella noche no quiso cenar, apenas y podía procesar lo sucedido. se excusó con Macready de que estaba con su periodo (el cual era mentira) y se fue a la cama temprano. No pudo dormir hasta que escuchó a las chicas entrar a la habitación y preguntarle si estaba bien, ellas creyeron en sus mentiras sobre sus cólicos.

Diez minutos después, la luz fue apagada, y de a poco empezó a escuchar la respiración tranquila de Susan, estaba dormida y Lucy al parecer también. Katherine se levantó y se dirigió hacia la biblioteca del profesor, en donde minutos más tarde llegó Edmund con un plato de té con galletas.

Se había puesto muy nerviosa cuando él le habló sobre si "estaba en sus dias", digamos que no era algo normal que un muchacho te preguntara sobre tú menstruación, por lo que ella quiso que la tierra se la tragase y la escupiese en la Antártida.

Hablaron bastante hasta que el muchacho se excusó de que quería ir al baño. Apenas habían pasado unos cinco minutos desde que se había ido cuando la exaltada voz de Lucy se escuchó por todo el pasillo.

Se levantó acomodándose su bata y se encaminó hacia donde provenía la voz de la menor, parecía ser que venía de la habitación de los chicos.

── ¿Viste al fauno?– escuchó a Peter decir apenas llegó.

── ¿Qué pasa aquí? – dijo al entrar.

── Lucy dice creer que volvió a Narnia – le respondió Susan.

── ¡Pero es cierto! ¡Yo volví! – exclamó la pequeña - ¡Y Edmund fue conmigo!

Kath vio sorprendida al muchacho.

── ¿Es en serio? – le preguntó a este.

── Bueno, él no fue a ese preciso lugar conmigo. Él... – Lucy se detuvo y se giró para ver a su hermano con curiosidad –¿Qué estuviste haciendo allí, Edmund?

Hubo un largo silencio, tan incomodo como expectante a la respuesta del muchacho.

── Yo solo te seguía la corriente – dijo Edmund con obviedad – Lo siento, Peter. No debí haberla alentado, pero ya sabes como son los niños pequeños en estos dias. No saben cundo dejar de pretender cosas.

Kath estaba enojada, muy enojada con él al ver como Lucy empezaba a llorar desconsoladamente y corría fuera de la habitación. Ella no dudó ni un segundo en ir tras ella, pero al momento en que la encontró se quedó algo sorprendida al verla abrazada al profesor Diggory.

Susan y Peter, quienes iban detrás de ella, se quedaron igual (o más) de sorprendidos al verla.

── Niños malcriados... – se escuchó la voz irritada de Macready – Están a una travesura de dormir en el establo... – dejo de hablar cuando vio aquella escena, sus mejillas se volvieron tan rojas como u tomate y agachó su mirada. 

«Profesor... Disculpe. Les dije que no debían molestarlo.

── No hay de que preocuparse Macready. Seguramente hay una explicación – tranquilizó el profesor con una pequeña sonrisa – Pero primero, creo que que ella necesita una buena taza de chocolate caliente.

── Si, claro profesor – le respondió antes de tomar a Lucy por los hombros con suavidad – Ven, querida.

Y sin que nadie dijera nada, Kath se dirigió hacia donde Macready y su amiga iban. Escuchó que el profesor llamaba a los mayores Pevensie para hablar. Las siguió hasta la cocina y se sentó junto a la niña, quien inmediatamente la abrazó y empezó a llorar. Ella correspondió aquel gesto y acarició su cabello mientras dejaba que la niña se desahogara.

La señora Macready llegó hacia la mesa con dos tazas de chocolate caliente y un plato de galletas, pero aunque Kath ya había comido con anterioridad, no se negó. La mujer dijo que debía dormir, ya que el día siguiente ella tenía un día muy atareado, así que dejó a las niñas en la cocina.

Paso unos minutos de silencio, solo se escuchaba los ruidos de afuera. Kath miró a Lucy y tomó su pequeña manito.

── Yo te creo Lucy.

La niña la miró sorprendida.

── ¿En serio? – murmuró ella con emoción. Ella asintió con una sonrisa y recibió un gran abrazo de parte de la niña – ¡Gracias! ¡Gracias por creerme!

── Claro que te creería Lu, si yo misma entré.

Lucy rebosaba de alegría en ese momento, y eso alegró a Katherine.






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RiderStilinski ── 06/05/2020 - edición: 04/03/2022

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