Aquello que no te he dicho [A...

By NeekoChanuwu

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[AU][Angst][Drama][¿Fluff?][Lil toxic] Una madrugada cualquiera, Aphelios hacía su habitual recorrido de cuan... More

🌕 Antes de leer 🌕
❅ La distancia entre nosotros❅
✦ The moon n the sheep ✦
➳ Don't you remember ➳
❅ El mismo error ❅
✾ La fine ✾
✯ You let me fall ✯
☾ Rolling in the deep: Parte I ☽
You let me fall - Parte II

✯ Son sólo palabras ✯

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By NeekoChanuwu

Su respiración se aceleraba a cada paso que daba, tenía que seguir corriendo, no podía detenerse. Sus pulmones ardían como un infierno, mas parar ahora era un dolor mucho peor asegurado. Dobló a la esquina de improviso, su compañero no alcanzó a reaccionar por lo que todo el peso recayó en su brazo. Cerró los ojos, mas por mero reflejo. Con la adrenalina del momento ni siquiera pudo sentir dolor.  Volvió a tomar al pelirrojo del antebrazo y lo jaló para seguir corriendo. 

Sólo dos cuadras más, dos cuadras más y llegaremos a casa. Por favor, piernas... 

Y es que, Aphelios no estaba acostumbrado para nada a ejercer una actividad física tan demandante por tanto tiempo. Llevaba corriendo unos 20 minutos con todo lo que su cuerpo tenía para ofrecer, además de cargar con alguien mucho más grande y pesado que él que, cabe destacar, no estaba en el mejor estado para poner de su parte. 

Todo se remontaba hace unos 30 minutos atrás, Aphelios se había mantenido en vela sin poder dormir toda la noche. Sus pensamientos lo consumían, necesitaba algo con lo que distraerse. Como era habitual en él en esos casos, esperó a que los primeros rayos de luz iluminaran un poco las aceras para salir a recorrer la ciudad. No es que la noche no le gustara, pero sentía que era más seguro poder ver por dónde caminar. Si tenía que ser sincero, no. Caminar no le ayudó en lo mínimo con sus problemas, mas conservaba la esperanza que al menos la fatiga y el cansancio físico lo ayudara a dormir. Iba concentrado en ello cuando escuchó un sonido fuera de lugar, ¿era una pelea? 

Rápido, rápido. ¿Dónde había dejado las llaves? No se confiaba en que los dejaran en paz por perderlos un par de cuadras. 

Al fin, pensó.

Puso la llave en la cerradura como pudo, tratando de no entorpecer con su nerviosismo sus manos. Apenas cedió, empujó al pelirrojo adentro y se apresuró a cerrar.

Sett no ha dicho una sola palabra en todo el trayecto... Aphelios negó con la cabeza, las explicaciones podían venir después. Tomo al chico esta vez de la mano, corriendo en línea recta hacia el ascensor. El pelinegro tenía su pequeño departamento en el piso 14 lo que, por alguna razón, le brindaba más confianza para "esconderse". Miró a Sett de reojo y soltó su mano. Se veía totalmente ido. 

—Es un estúpido pobretón, ¡no tiene nada! 

Aphelios no podía creer con lo que se había encontrado en su recorrido. Se acercó a ver la pelea por mera curiosidad y ahí se encontraba la persona que pensó que jamás volvería a ver en su vida en un estado que jamás imaginó. En el suelo estaba su antiguo compañero de colegio siendo golpeado por tres matones de alguna banda callejera. Aphelios no pudo evitar apartarse de la impresión y por accidente chocó con un cubo de basura que delató su posición, llamando automáticamente la atención de los otros 3 que empezaron a rodearlo y a reírse en su cara. De alguna forma se las arregló para timarlos y hacer un poco de tiempo. Gracias a su familia se podría decir que vestía "bien" por lo que aparentaba tener dinero. Dejó que aquellos hombres se divirtieran por unos minutos revisando entre sus cosas y chaqueta que no tenía dinero alguno encima. Sett ni se inmutó. ¿Está drogado?  lo que más consternaba y preocupaba a Aphelios era no saber qué era lo que estaba pasando, ¿qué hacía el pelirrojo en aquel estado? No pudo averiguar mucho más: ya habían descubierto su fachada de que no traía nada de valor y apenas había logrado centrar sus pensamientos y llegar a la conclusión de que tenía que hacer algo. Pero, ¿el qué? 

Lo único para lo que alcanzó a reaccionar, fue para levantar a medias a Sett y salir corriendo mientras lo jalaba. 

El sonido de la puerta cerrándose detrás de él lo dejó al fin respirar. Se apoyó en el marco del sofá y se centró en retomar el aire por unos segundos. Estamos a salvo. 

Entonces, su mirada se dirigió a Sett. No se había movido ni un milímetro después de entrar al departamento, nada. Su mirada parecía estar en un lugar muy distante y, aunque su mirada se mantuviera calma e inexpresiva, la idea de que algo malo le ocurriera aterraba a Aphelios. Pero había algo que le incomodaba aún más: la incomunicación. No podía hablarle para tratar de hacerlo reaccionar y en aquel estado la solución de escribirle estaba lejos de ser una idea válida. Dejando la impotencia de lado y tras pensarlo un par de minutos, Aphelios sujetó uno de los brazos de Sett y lo pasó por su cuello para que pudiera recargar su peso en él y así llevarlo hasta su habitación. 

No tenía mucho de especial, era una habitación pequeña y simple. Aunque su hermana había insistido en conseguirle algo más amplio, el pelinegro la convenció de que no necesitaba más. Era de color gris y tenía una única ventana con persianas blancas. Estaba su cama a mano derecha de la puerta y frente a ella un escritorio y el armario, nada más. La ventana estaba entre los dos últimos. 

Gracias a que su cama estaba pegada a las paredes, pudo sentar a Sett en la esquina sin correr el riesgo de que éste se cayera. Pero, ¿qué hacer ahora? No tenía como preguntarle qué quería hacer, mucho menos saber si estaba cómodo ahí. Un remolino de sentimientos encontrados ejercían más presión aún en la mente de Aphelios. ¿Y si lo había traído contra su voluntad? Imagínate, terminas en la casa de alguien que no ves en años sin siquiera saber cómo llegaste ahí. O peor, ¿y si nisiquiera se acordaba de él? ¿Contaría como secuestro...?

No. Tenía que tranquilizarse. 

No necesitaba volver a mirarlo para recordar que Sett tenía considerables heridas abiertas, no muy profundas, pero que sangraban de todos modos. Se arremangó las mangas de algodón de su polera negra y fue lo más rápido que pudo de ida y vuelta al baño por desinfectante y vendas. Gracias a Dios siempre mantenía un botiquín en la casa. 

No sabía muy bien cómo acercarse a él, tenía muchas preguntas en su cabeza que no llegarían a salir de sus labios y de las cuales ansiaba una respuesta. Aphelios tomó asiento al lado de Sett, enfocándose en seguir mirando el botiquín que traía entre manos.  ¿Cómo podía romper el hielo si ni siquiera podía hablar y el pelirrojo no se encontraba en condiciones de iniciar él una charla? Aphelios tragó saliva y se armó de determinación. Si hago algo que no quiera, probablemente me lo hará saber de algún modo.  En el peor de los casos, puedo decir que simplemente lo socorrí en la calle y lo encontré en este estado... no es ninguna mentira. 

Ahora, el primer problema. Sett vestía una camisa con varios cortes llenos de sangre. Tenía que retirarla primero para poder ayudarlo. Con delicadeza y manteniendo la distancia, la habitación se sumía en un silencio absoluto donde sólo se escuchaba el sonido de ambas respiraciones. El pelinegro abrió botón por botón los pocos que quedaban en la camisa contraria con la misma delicadeza y cuidado de una madre. Cuando hubo terminado su tarea, le retiró su camisa y la dejó en el suelo. La imagen que continuó a ello hizo doler su pequeño corazón. 

Frente a él, estaba Sett con el pecho desnudo y lleno de cortes sangrantes, con la mirada en blanco puesta en la pared. Aphelios sabía que seguía vivo únicamente por el ritmo de la respiración que se marcaba en su torso. Había imaginado muchas veces en el pasado escenas parecidas, pero jamás imaginó que el día en que llegara a ver al pelirrojo semidesnudo sería algo tan crudo y doloroso de ver. 

Aphelios tomó el desinfectante, tenía sólo alcohol y sabía que no era lo ideal, mas asumió que era mejor que nada. Si pudiera hablar, le hubiera dicho algo como "dolerá un poco, pero ya pasará. Puedes avisarme para detenerme". Era en vano considerar cosas que no podía. Era sólo atormentarse más. 

Así estuvieron por mucho rato, mucho más que media hora. El menor limpiaba con cuidado las heridas de Sett y luego las vendaba con la misma gentileza una por una, preocupándose siempre de no ser una molestia o pasar a llevar al pelirrojo. Una de las cosas que más le perturbaba es que habían heridas frescas, pero ya cicatrizadas. Probablemente tendrían ya unos días. ¿Exactamente cuánto tiempo llevaba en este estado deplorable? Seguro, no era de su incumbencia. Mas no podía evitar preocuparse por alguien a quien alguna vez le tuvo tanto cariño. Aphelios vendó también estas heridas como si nada, trataría de evitar preguntar sobre ellas más tarde. Esperaría a que Sett quisiera o estuviera listo para hablar de ello, no quería incomodarlo, también guardaría su secreto si era necesario. Sintió un nudo en la garganta. Cómo le gustaría expresarle todo eso en estos momentos. Quería ayudarlo, serle de apoyo, comunicarle que podía contar con él. Levantó su cara para poder ver el rostro que ignoraba por completo su presencia. ¿Cómo podría llegar hasta él? Fue entonces cuando se percató que tenía un corte que atravesaba el ancho de su rostro por la zona de la nariz. No era muy profundo y no sangraba tanto, por lo que no se había dado cuenta antes del detalle antes.

Aphelios, quien hasta ahora había evitado mirar mucho directamente al pelirrojo, sintió un escalofrío bajarle por toda la espalda. De verdad, ¿por qué tenía que ser así? Bajó la mirada y se concentró de vuelta a su tarea, tratando de ignorar el hecho de que sus mejilla se habían encendido un poco. ¿Cuándo fue la última vez que lo había visto? Habían pasado años desde entonces. Remojó un nuevo algodón en alcohol y tomó una bocanada de aire. Con su mano izquierda algo temerosa, buscó el mentón contrario y lo sujetó con firmeza, dando pequeñas caricias con sus yemas para tratar de consolarlo del ardor que vendría. Luego, con sumo cuidado, pasó el algodón empapado en alcohol por sobre su herida. Fue la primera respuesta física que obtuvo de su parte e hizo que Aphelios se pusiera un poco más nervioso. Sett entrecerró los ojos por el ardor del alcohol y se quedó mirando fijamente al pelinegro mientras éste no sabía muy bien qué hacer o cómo responder. 

Me está mirando, ¿no? Al menos... es bueno, está recuperando la consciencia. ¿O estuvo consciente desde el principio?   

Ya no sabía qué pensar. Decidió que lo mejor que podía hacer era terminar con su cometido. Sin embargo, ¿qué podría ocupar para una herida así? Vendarle la cara iba a ser incómodo y tampoco era tan significante. ¿Bastaría con una bandita para el corte principal? Aphelios rehuyó de su mirada girándose para buscar una en el botiquín, mas de improviso una mano firme sujetó su antebrazo antes de poder huir con éxito de la incómoda situación. Iba a volverse para mirar al pelirrojo y descubrir qué pasaba, mas fue en vano. Una vez que lo había capturado lo jaló de vuelta y entre bruscos movimientos lo acorraló a él contra la pared. 

—¿Por qué me ayudas, Phel? 

Esa fue la gota que acabó con su calma. Había estado haciendo caso omiso al hecho de que Sett estaba en su casa, en su habitación, de que había acariciado su rostro y lo tenía tan, tan cerca de sí. ¿Había estado consciente todo este tiempo realmente? ¿Desde cuando? ¿desde su estúpido acto heroico en el callejón? Por supuesto que sabía que Sett tenía una fama en ese mundillo. ¿En realidad lo tenía todo controlado y él estaba haciendo el ridículo? ¿Acaso se había estado riendo de él todo este rato? ¿O en verdad estaba herido y no comprendía por qué lo ayudaba? Pero si ese fuera el caso, ¿por qué no lo ayudaría? 

Sett aprovechó la notoria confusión en el rostro de Aphelios para acercarse un poco más. Lo tenía sujetado por los hombros con un agarre firme contra la pared. Sus profundos ojos ámbar se posaron en los contrarios y Aphelios al fin pareció concentrarse de nuevo. 

Ah,

está perdido. 

Aphelios no pudo sentir más que una profunda pena al observar a Sett. Tenía muchas dudas respecto a lo que le pasaba, pero bastó una mirada a sus ojos para ver que el pelirrojo se encontraba en un pésimo estado. Lo veía sin mirarlo, sus movimientos eran toscos y casi mecanizados. ¿Qué le había ocurrido? Quería ayudarlo, abrazarlo, decirle que todo estaría bien. Necesitaba su libreta. Aphelios desvió la mirada al pequeño velador al lado de su cama, ahí en el primer cajón tenía un cuaderno y un lápiz donde podría comunicarse con él ahora que sabía que estaba consciente. Aunque eso fue solo una opción temporal. Cuando quiso estirar su brazo hacia el mueble, Sett soltó uno de sus hombros y ocupó su mano para sujetar el mentón de un Aphelios totalmente anonadado. Hasta ahora, el pelinegro no había caído en cuenta que estaban tan cerca como para que la respiración del mayor chocara con su piel. 

—¿Por qué lo haces, Phel? —susurró mientras se acercaba lentamente a su oído—. Dime... ¿aún te gusto?

La última pizca de cordura de Aphelios lo hizo tratar de apartar a Sett de encima. Sus pensamientos eran un caos, pero no quería crear malos entendidos. ¿Acaso creía que lo ayudaba con segundas intenciones? No era eso. Su ayuda era pura. La impotencia de no poder hablar le quemaba la garganta más que nunca, hizo un último esfuerzo en alcanzar el velador. Fue inútil. Al ver sus intenciones, Sett nuevamente ejerció presión para mantenerlo contra la pared, y, antes de poder hacer cualquier gesto de reclamo, sin previo aviso los labios del pelirrojo encontraron los suyos y los sellaron en un beso. 

Aphelios abrió los ojos a más no poder ante la sorpresa y todo su rostro se tiñó de un inocente carmín. Ninguno de sus músculos fue lo suficientemente fuerte como para imponerse a tal gesto. No podía comprender muy bien lo que pasaba, mas recibir de esa forma algo que deseó tanto tiempo... ¿por qué la vida tenía que ser tan cruel? Cerró los ojos cuando sintió que Sett ejercía más presión con su cuerpo sobre él. No eran sólo sus labios, la mano del pelirrojo bajó desde su hombro hasta su cintura, recorriendo y palpando firmemente toda su espalda en el camino. No podía entenderlo y no quería dejar ir su cordura. ¿Qué era lo correcto? Sabía que Sett no se encontraba en su mejor estado, pero lo había reconocido, además, era él quien... lo estaba besando. Sin apartar su rostro más de lo necesario, el pelirrojo interrumpió el beso para tomar aire y, más que nada, poder observar a Aphelios. 

—Huh —una pequeña risa decepcionada escapó de sus labios—, ¿debería tomar eso como un no? 

No podía más, ¿quién lo había herido de esa forma? Podía parecer alguien muy brusco e insensible. Era alto, musculoso y con una personalidad egocéntrica y positiva. ¿Quién le hizo tanto daño? Aquel amor adolescente no correspondido que jamás podría olvidar, nunca tuvo la oportunidad ni personalidad para confesarse en ese entonces. Pero esta no era la misma persona, más bien, parecía un cachorrito abandonado. Aunque se riera, su rostro reflejaba la desesperación oscura de la aprobación, del calor, de la conexión con alguien. Una herida muy profunda y difícil de reparar. ¿Y quién era él para jugar  al papel de lo correcto y lo moral? ¿El muchacho que llevaba semanas vagando en lugares de mala muerte en la madrugada sin hacer nada productivo con su vida? Esta misma mañana, no negaría que no sólo se acercó a ver la pelea por mera curiosidad. Pensamientos negativos inundaban su cabeza antes de percatarse que las coincidencias de la vida lo había llevado nuevamente a él. 

Aphelios sujetó su rostro entre sus manos y se acercó de forma que al fin pudiera comunicarle todas las cosas que había querido decirle hasta ahora. Lo besó y fue la única señal que Sett necesitó para abalanzarse sobre él devuelta a devorar sus labios. Rozando la marginalidad, dos corazones heridos se sumían en la desesperación, en las ansias, en le necesidad de cariño, consuelo y comprensión mutua. La temperatura se elevaba  y el anhelo de la aceptación se transmitía perfectamente entre rasguños y el deseo de sentir el cuerpo ajeno. 



                                                                                    ***

Continuará.

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