Maldición Willburn © ✔️ (M #1)

By ZelaBrambille

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En las calles se cuenta una leyenda: Rowdy Willburn no sabe querer porque ya no tiene corazón, es una maldici... More

Maldición Willburn
Prefacio
🎲 TOMO I | La caída 🎲
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06 (pt 1)
Capítulo 06 (pt2)
Capítulo 07
Capítulo 08 (pt1)
Capítulo 08 (pt2)
Capítulo 09
Capítulo 10 (pt1)
Capítulo 10 (pt2)
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14 (pt1)
Capítulo 14 (pt2)
Capítulo 15
Capítulo 16
Extra | Regina y Tyler
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Extra | Rowdy y Giselle
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
🎲 TOMO II | El ascenso 🎲
Capítulo 29
Capítulo 30
Extra | Kealsey y Omar
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48 (pt1)
Capítulo 48 (pt2)
Capítulo 49 (pt1)
Capítulo 49 (pt2)
Capítulo 50 final
Epílogo I
Epílogo II
| P L A Y L I S T |

Capítulo 34

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By ZelaBrambille


Me despierto en la mitad de la noche en una habitación oscura, perdida en el calor del cuerpo que me abraza y reconforta, está frente a mí viéndose misterioso por las sombras.

Su brazo me rodea como si me temiera que me fuera de su lado, su respiración pausada calma mi intranquilidad y ese olor que me parece tan familiar invade todos mis rincones, incluso aquellos que desconozco. Le doy un vistazo para repasar las facciones relajadas por el sueño, con mis yemas delineo su cara, su perfil afilado, esos labios que tienen el poder de hacerme olvidar en un segundo lo que me atormenta.

La primera vez que lo vi no fue ese día en el estacionamiento, yo estaba sentada en uno de los sillones de la coordinación general de la universidad, esperando al director, Row entró usando una cazadora de cuero que me hizo recordar a una vieja película de la época del rock, él no me notó, pero yo lo hice, ¡vaya que lo hice! Era hermoso y gritaba problemas, se veía perfecto para lo que buscaba en ese momento, lo deseé con fuerzas, pensé que nada me detendría, me levanté para acercarme, sin embargo, él sacó un puño de billetes de su bolsillo y lo depositó en la alcancía que yo había colocado en el mostrador de la secretaria minutos antes, luego se fue, yo me quedé quieta sin atreverme a llamar su atención porque ya no me parecía tan malo y, si no era malo, entonces yo no debía estar con él.

Las almas impolutas no deben estar con las que están manchadas.

Siempre supe que no debía acercarme, pero ¿cómo mantenerme alejada si todo mi cuerpo ruega por su cercanía?

Me acerco más e inhalo su aroma porque necesito grabarlo en mi mente antes de marcharme, la mañana y la realidad llegarán pronto y yo tendré que irme. Al principio no me importaba si lo arrastraba a la oscuridad, lo único que quería era salvarme, respirar un poco de aire fresco, ahora sé que me equivoqué, Row no merece vivir en mi infierno, merece más que eso.

Dejo un suave beso en sus labios y le doy la espalda. La poca luz que entra por la ventana ilumina la penumbra, mis ojos caen en una tarjeta que brilla en la mesita de noche que está frente a mí, la reconozco de inmediato. Se encuentra entre las hojas de una libretilla azul. Cojo la invitación con mucho cuidado para no despertar a Row, repaso las letras con los dedos. Me estiro para dejarla en su lugar, abro la libretilla y me detiene el nombre de Lilibeth escrito en una de las hojas.

Miro por encima de mi hombro para comprobar que sigue dormido y, a pesar de que sé que no debo husmear, no puedo evitarlo. Tomo la libreta, la abro y comienzo a leer una especie de carta que me hiere hasta lo más hondo, pues solamente corrobora que tengo razón, que él la sigue amando, que le sigue doliendo, que le sigue afectando como a mi madre.

—Tienes el equivocado.

Salto del susto y contengo el grito al escuchar la voz ronca de Row detrás de mí. ¡Me ha pillado! Dejo rápidamente la libretilla en la mesita.

—Eso lo escribí hace años, era un adolescente enojado que le lanzaba mierda a todo el mundo, fue recomendación de mi terapeuta porque no podía hablar en voz alta sobre mis sentimientos —explica.

Él se inclina y enciende la lámpara, de la mesita de noche toma un libro empastado más grande que el azul, no había visto que estaba ahí. Lo pone en el colchón como ofreciéndomelo.

—Este lo estoy haciendo, empecé después de que fuimos a la casa de las flores amarillas —dice. Con los dedos temblorosos lo abro y comprendo de inmediato por qué quiere que vea esto. Y no puedo creerlo. Son dibujos, dibujos hermosos de mí—. No puedo parar, estás en mi mente todo el tiempo.

Paso las hojas, un dibujo tras otro, algunos en blanco y negro, otros con colores potentes como el rojo de mi cabello y el verde de mis ojos, o el marrón de mis pecas.

—¿Row?

—Mmmh.

—¿Estás conmigo porque recuerdas a Lilibeth?

Su pecho se desinfla y el aliento se le escapa. Su mano sube hasta mi barbilla, la sostiene y hace que mi cabeza gire para que nuestros rostros se enfrenten.

—¿Cómo puedes pensar eso? Giselle, no puedo cambiar el pasado, era un niño y sí, la quise tanto como un niño puede querer a su mejor amiga. Yo a ti te amo, te admiro, te quiero, te deseo como solo lo puede sentir un hombre, con ardor y necesidad, como si una llama me consumiera desde adentro.

—Si ella estuviera viva... —empiezo, pero me calla colocando su pulgar sobre mis labios.

—Si ella estuviera viva seguramente habría continuado nuestra amistad, a ti te habrían adoptado, habrías entrado por esa puerta y yo habría caído rendido a tus pies tal como ahora.

—Dijiste que ella era tu alma gemela.

—Sí, pero tú eres mi alma.

No digo nada, ¿cómo puedo contestar si no sé hacerlo? Esas palabras tan hermosas nunca nadie me las ha dicho.

Su pulgar se mueve por mi mejilla acariciando mi piel con suavidad.

—Le avisé a tu padre que estás aquí, vendrá por ti en unas horas —susurra.

—Gracias. —Hago una pausa y suspiro—. Escuché que Angel dijo que lo que pasó les traerá problemas porque no era su territorio y golpeaste a ese tipo.

Él aprieta los dientes, un destello de rabia cruza su mirada.

—Esa mierda no tiene que preocuparte.

—Pero lo hace, Row, lo hace si por mi culpa ahora están en peligro, no quiero que te pase nada malo.

—Estaremos bien, ahora tienes que concentrarte en sanar.

Me aferro a su camiseta con los puños apretados, está tan preocupado por mí que no se ha dado cuenta de que seguramente vendrán por ellos. La desesperación me asfixia.

—Prométeme que vas a cuidarte cuando yo no esté.

—Te lo prometo, caperucita.

Me doy la vuelta para poder abrazarlo, él me recibe y permite que nuestras narices choquen. Bajo sus atentos ojos me siento en paz. 



Los chicos, Kealsey y Regina guardan silencio cuando entramos al comedor. Keals se levanta como un resorte y se acerca a mí, por un momento creo que va a reclamarme por lo que pasó, pero ella me sorprende rodeando mi cuello.

—Te ves terrible con ese morado en la cara. —Suspira—. Me alegra que estés bien.

El desparpajo de sus palabras me roba una risita, es tan fácil estar aquí. Me siento con ellos y como un poco de huevos, nadie menciona lo que ocurrió, todos están hablando de otras cosas, excepto Angel que no ha dicho nada desde que entré y no deja de observarme.

—No vamos a fingir que lo que pasó no estuvo mal, ¿verdad? —suelta él, hace que me sienta pequeñita—. Porque esa mierda nos va a costar.

—Angel... —advierte Row.

—¿A quién carajos se le ocurre hacer algo así? ¿Qué demonios hacías? No debiste entrar sin nosotros, mucho menos golpear a ese sujeto

—Cállate ya —le dice Row, puedo ver la furia invadiéndolo, cómo se inclina, cómo aprieta los puños y rechina los dientes.

—¿Qué no lo entiendes? ¿Y si entran y nos dan balas a todos?

Row se va contra Angel, lo levanta con violencia agarrando el cuello de su camiseta. Los demás se encargan de separarlos, se ven preocupados, alterados.

—Tranquilo, hombre —le pide Tyler a Row.

Ver esto me hace recordar la primera vez que los vi juntos, eran unidos, parecían una manada de lobos protegiéndose, ahora se atacan. ¿Qué otra cosa arruiné?

El timbre suena en ese instante, el corazón me da un vuelco. Mateo se adelanta y se asoma por la ventana.

—Es un señor.

—Es el padre de Giselle —dice Row.

Todos me voltean a ver cuando me pongo de pie.

—Quiero disculparme por lo que pasó, no tenía idea de que no podía entrar ahí, ni siquiera se me ocurrió que podría haber consecuencias. Por favor no discutan por mi culpa.

—Giselle —empieza Angel—. No estamos molestos contigo, estoy diciendo esto porque Willburn actuó mal.

—Actuó de esa forma porque intentaba ayudarme. —Hago una pausa, lo miro con tristeza, él tiene la expresión que posiblemente tengo, ya me está doliendo y todavía estamos en la misma habitación—. No se preocupen que no sucederá de nuevo.

Empiezo a caminar hacia la salida con el cuerpo tensionado. Escucho los pasos que se apresuran para alcanzarme, Row me pasa y abre la puerta antes de que llegue. En el exterior mi papá está esperándome, me regala una sonrisa triste. Voy a bajar las escaleras de la entrada cuando su voz me tortura.

—Avísame cuándo te llevarán al centro para ir contigo.

Me detengo en seco, mis párpados se cierran con dolor. Me doy la vuelta con la intención de mirarlo, aunque duela, aunque me mate.

—Necesito estar sola, Row, esta no es tu lucha.

Sus hombros caen.

—Pero quiero acompañarte.

Niego con la cabeza.

—No voy a dejar que hagas esto, jamás me lo perdonaría y ya hay muchas cosas que no puedo perdonarme, no voy a permitir que te hundas en el mismo fango que yo. Me acerqué a ti porque una parte de mí quería creer que eras oscuro, pero eres el lugar más luminoso que conozco.

Traga saliva.

—Te amo.

—No puedo creerlo, Row, y yo no sé cómo amarte, no puedo darte lo que quieres, ¿entiendes eso? No puedo amar, fui una niña pequeña que vivió en un mundo hostil, que no conoció el amor hasta que llegaron sus padres, pero a pesar de conocerlo no sé cómo manejarlo. ¿Cómo podría amar si nadie me amó cuando era un ser inocente? ¿Cómo podría intentarlo si me aterra no ser suficiente? —Me acerco a él, sostengo su rostro con mis manos, mis pulgares acarician sus mejillas. Lo miro a los ojos, la tristeza que siento y puedo ver en su mirada me quiebra, tengo que aguantar las lágrimas y controlar el temblor de mi mandíbula—. Tú mereces que alguien pueda darte lo mejor, que corresponda tus sentimientos sin miedo, sin reservas, sin desconfianza. Yo no soy esa persona, me gustaría poder hacerlo, me gustaría amarte porque eres lo mejor que me ha pasado. Necesitas a tu princesa, y yo estoy lejos de ser eso, soy el personaje secundario, ¿lo recuerdas?

Su manos se aferran a mí rodeando mi cintura, su frente se apoya en la mía.

—Yo solo te necesito a ti, no quiero a nadie más —susurra.

Me quedo sin aire, así que respiro hondo.

—Sabes que es mentira... —Mi voz tiembla. Él va a responder, lo detengo colocando mi índice sobre sus labios—. Has vivido durante años escondido por alguien, porque le entregaste tu corazón hace mucho tiempo, porque no quieres traicionarla.

Sus párpados se abren, entonces niega con la cabeza. Sigo hablando porque si dice otra cosa va a quebrar mi convicción, la decisión de alejarme.

—Cuando vivía en el cementerio yo escuchaba a la gente y me preguntaba si había alguien en alguna parte llorando por mí de esa manera, llegué a casa, con esos dos ángeles que me encontraron, uno de ellos tenía el corazón roto porque perdió a su hija. Yo no entendía por qué no me veía, ¿por qué quería con tantas fuerzas que yo me pareciera a Lili? Hasta que entendí que ella le había entregado todo su amor, tal vez no podía amarme y solo quería recordarla. Intenté muchas veces alegrarle los días, que me viera de otro modo, pero bastaba recordarla para que todos mis esfuerzos se desmoronaran. Sentí que era una competencia, que debía esforzarme para que notara que yo también era buena, que yo también podía ser su hija, que quería serlo con tantas fuerzas hasta que aprendí que nadie le gana a Lilibeth porque ella ya lo marcó todo. Los compartí a ellos, Row, pero no pienso compartirte, no pienso competir por ti contra ella. Lo siento tanto.

Controlo mis sollozos y me escapo de su abrazo, él me está mirando, impactado por mis palabras o quizá sorprendido, no lo sé. Me voy corriendo sin ver realmente por dónde voy por el nubarrón de lágrimas que dificulta mi visión. Me refugio en el interior del auto de papá y me hago bolita en el asiento abrazando mis piernas. No levanto la cabeza, ni siquiera cuando arranca y nos vamos minutos después.

El auto se detiene, mi padre sale, solo entonces me enderezo pensando que ya llegamos a casa y tendré que contarle lo que pasó. Sin embargo, papá se detuvo en el estacionamiento del supermercado. Quince minutos después regresa con una bolsa de papel, saca dos cucharas y un bote de helado Chunky Monkey.

Suelto una risita cuando me lo ofrece, no dudo en tomarlo. Antes lo hacíamos, su helado favorito se convirtió en el mío por las tardes que pasaba conmigo. Compartimos el helado en silencio.

—Cuando llegaste a la casa no hablabas, me aterraba no hacer lo correcto, quería hacer cualquier cosa para que dejaras de sufrir, pues en tu mirada se veía que estabas triste y enojada —dice—. Te llevaba a las terapias, cuando salías comprábamos un bote o un cono y nos sentábamos en silencio, ¿lo recuerdas?

—Sí —respondo, esbozo una sonrisa melancólica.

—La primera vez que me llamaste «papá» y me hablaste fue mientras compartíamos helado después de una de tus terapias... —Me quedo quieta, lo miro—. Comenzaste a llorar y me dijiste «gracias por salvarme, papá». ¿Recuerdas lo que te respondí?

Niego.

—Te dije: «tú me has salvado a mí».

—Papá...

Me quedo sin aliento, no puedo recordar ese momento.

Extiende su mano para capturar la mía. Él no habla mucho de estas cosas, siempre he pensado que lo hace para no presionarme porque sabe que soy torpe para estas conversaciones, porque no sé qué decir cuando alguien expresa sus sentimientos hacia mí.

—Una vez intenté tener una familia, soñaba con eso, me quedé solo cuando nos dimos cuenta de que no podía tener hijos, se me rompió el corazón, estaba devastado y me alejé de la gente durante mucho tiempo. Luego llegó tu madre y me aceptó, entonces llegaste tú, fui tan feliz, soy tan feliz cuando te miro y veo a la mujer en la que te has convertido, tan bondadosa, tan preocupada por los demás, tan sedienta de justicia... —Hace una pausa, gira la cabeza para observarme—. Eres mi hija y a nadie amo más que a ti, y en este momento me siento como la peor persona, como el peor padre por no darme cuenta de lo mucho que estabas sufriendo, me juré protegerte por encima de cualquier cosa y no vi que estabas luchando tan duro, no tenía idea.

Sé de qué habla, él escuchó todo, no puedo regresar el tiempo.

—Lo lamento... —murmuro.

—No, yo lo lamento, cariño, tú no tienes que avergonzarte de nada. Quiero que entiendas una cosa, yo conocí a Lilibeth porque era su médico, le tuve mucho aprecio, era una niña extraordinaria y valiente, lamenté su muerte y me dolió por tu madre, pero tú eres mi hija, tú eres mi pequeña y el amor que siento por ti es más grande, no hay ninguna competencia porque tú eres el oro.

Pestañeo y trago saliva, dejo el helado en el tablero y me lanzo para abrazarlo muy fuerte, esperando que pueda sentir lo que me cuesta trabajo decir. 



Después de darme una ducha bajo las escaleras para buscar a papá, escucho voces que provienen de la cocina, al entrar me doy cuenta de que mis padres están discutiendo, se callan tan pronto me notan. Descubro que no están solos, está mi psiquiatra Evangelina, quien de inmediato me sonríe, también hay otra mujer que no conozco.

Evangelina es amiga de mi padre desde hace muchos años, se conocieron en la universidad, es una de las especialistas más reconocidas de la ciudad, así que no dudó en pedirle que me atendiera cuando se percataron de que algo me ocurría.

—Hola —saludo.

—¿Cómo estás, Giselle? —me pregunta ella.

Ya lo saben, papá ya les contó, lo que no entiendo es por qué no está mi psicóloga, pues claramente esta es una intervención.

Mi padre se acerca, se planta a unos pasos de distancia y toma mis manos.

—¿Estás de acuerdo en que necesitas volver al centro? La última vez saliste porque hicimos el trato de que si volvías a consumir alcohol o drogas regresarías. —Asiento con la cabeza—. Bien, empacaremos algunas cosas, te llevaré mañana antes del mediodía, ¿de acuerdo?

—No quise esconderles esto, solo no quería decepcionarlos.

—No estás sola, hija, voy a estar siempre para ti, siempre te voy a amar, te equivoques o no, cometas muchos o pocos errores. No hagas esto por nosotros, sana por ti y por tu futuro. Sé que no lo crees, pero tú también mereces lo mejor. —Espera a que diga algo, pero no lo hago, agacho la cabeza cuando se hace insoportable aguantar todas las miradas atentas a mis reacciones—. Me tomé la libertad de hablar con Evangelina, creemos que lo mejor es optar por una nueva psicóloga.

—¿Por qué? ¿Ya no quiere llevar mi caso?

—No es eso, el método que usa no está funcionando para nuestra situación, a pesar de que es una excelente terapeuta, creemos que lo mejor es probar algo nuevo para ver si funciona. —Señala con la barbilla a la mujer desconocida—. La doctora Vivian maneja otro enfoque y es la mejor en lo que hace, tomará tu caso si tú la aceptas. Si prefieres seguir como hasta ahora lo entenderemos, cariño, es tu decisión.

No estoy segura porque no fue fácil encontrar a alguien con la que me sintiera cómoda o me entendiera, pero no pierdo nada dándole una oportunidad si papá cree que eso es lo mejor y se tomó la molestia de traerla a la casa.

—Podría hablar con ella —respondo.

Vivian se aproxima con andar decidido, es muy alta y delgada, esboza una sonrisa cálida al tiempo que me ofrece su mano.

—Hola, Giselle, soy Vivian Hill, psicóloga clínica, gracias por aceptar charlar conmigo. ¿Te gustaría que habláramos en privado?

—Vale.

—Tu padre me comentó que puede prestarnos su despacho, ¿me acompañas?

Una vez que estamos solas, ella cierra la puerta y con amabilidad me pide que me siente en uno de los sillones. Muerdo el interior de mis mejillas para recordarme que debo controlar el nerviosismo.

—Veo que te gusta Guns' N Roses, ¿cuál es tu canción favorita? —pregunta.

Primero no entiendo de qué me está hablando, nota mi confusión, entonces señala la camiseta vieja que me puse para andar cómoda en casa.

Una lenta sonrisa se dibuja en mi cara.

—Mi padre me la regaló, me cantaba Sweet child o' mine cuando era pequeña.

—Eso es muy dulce.

—Lo es.

Toma asiento en un sillón individual que antes estaba en otro lugar, supongo que lo colocaron ahí por si aceptaba hablar con ella.

—Bien, antes de empezar me gustaría que me hablaras de ti.

—Estoy segura de que ya leíste mi expediente. —Mi voz suena más amarga de lo que pretendo.

—Sí, me lo mostraron, pero yo quiero escucharte a ti.

Respiro hondo varias veces, me tomo un momento para ordenar mis ideas, minutos después comienzo a hablar.


* * *

Fue un adiós y un comienzo :'c

La DINÁMICA PARA DEDICAR CAPÍTULOS vuelve, solo tienes que ir a mi instagram (imzelabrambille), seguirme, darle corazón a la última foto y comentar el emoji de huevitos con tu usuario de wattpad.

Lxs quiero mucho, bomboncitos.  

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