She's a Fighter ©

By LizThorton

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Ganarme la vida nunca fue algo fácil, siempre me ha costado sudor y cansancio. Muchas veces hasta sangre. Des... More

She's a Fighter
Prólogo
Capítulo 1: ¡¿Un compañero?!
Capítulo 3: Llantos de medianoche.
Capítulo 4: En la cornisa.
Capítulo 5: Confesiones.
Capítulo 6: ¡Fiesta! Parte 1
Capítulo 7: ¡Fiesta! Parte 2.
Capítulo 8: Leo mentes.
Capítulo 9: ¿Yo? ¿Princesa?
Capítulo 10: Hambre, no moscas.
¡AVISO!
Capítulo 11: Caída libre.
Capítulo 12: Te necesito.
¡Último avisooooo! (Buenas noticias)

Capítulo 2: Pequeños huérfanos.

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By LizThorton

Asomé la cabeza por el muro y todo mi cabello la siguió. Hice un asentimiento y Jayden avanzó por el corredor.

Esa noche teníamos que conseguir una pintura renacentista y llevarla sin un rasguño. Tal vez no era la tarea más peligrosa del mundo, pero nos había costado demasiado infiltrarnos en la casa del magnate.

Caminé sigilosamente y con pasos delicados, a diferencia de mi nuevo compañero que simplemente se dedicaba a ser rápido.

Escuché un ruido y lo tomé del brazo. Le hice señas para que no se moviera y saqué la navaja. Tal vez no era el arma más grande y mejor que tenía, pero me quedaba muy cómoda. Era el único obsequio que dejó mi padre para mí antes de... bueno, antes de que unos tipos lo secuestraran y asesinaran meses después.

Me acerqué a una puerta y la abrí de golpe. Me encontré con los dulces rostros de un niño pequeño y una niña cuidándolo dentro de un clóset diminuto. Sus mejillas estaban bañadas en lágrimas y sus rizos caían desordenados en cascada.

Miré hacia atrás y ví que Jayden estaba esperándome. Le hice una seña para que se acercara y se agachó a mi lado. Llevó una mano a su nuca y luego refregó su cara. Estba nervioso y no sabía qué hacer al igual que yo. A pesar de que trabajaba de eso desde los siete años, nunca había tenido que lidiar con otros niños.

-N-no nos hagan nada... por favor.- susurró la niña al darse cuenta de nuestra indecisión.

Claro que no ibamos a hacerles nada. Nunca hubiera dañado a un pequeño ni hubiera permitido que dañasen a uno en mi presencia. Le sonreí de manera reconfortante e hice ademán de tocarle el cabello. Intentaba que se sintiera bien y no me tuviera miedo.

-No te lastimaremos, bonita.- murmuró mi compañero y le dirigió una mirada tan dulce que me extrañó proviniendo de él.

-¿Por qué están aquí?- le pregunté mientras guardaba el arma para no asustarla más.

La niña soltó un sollozo y escondió su cabeza entre las manos.

-Mataron a mi papi hace no más de una hora.- susurró como pudo.

Abrí mis ojos horrorizada y miré en dirección al corredor. Se escuchaban pasos acercándose, probablemente la genete que había asesinado al padre de los niños.

Tomé al más pequeño en brazos y Jayden a la niña. Ya no me interesaba ser silenciosa, así que corrí como pude por la desconocida casa. Encontré la cocina y una pequeña puerta trasera. Salí por allí y me tumbé detrás de unos árboles frondosos.

-¿Qué hacemos con ellos?- me preguntó mi compañero. Aún teníamos que robar la pintura.

-¿Quiénes son ustedes? ¿Mataron a papi?- dijo la niña intentando sonar fuerte.

Negué con la cabeza y dulcifiqué mi mirada.

-No, cariño. No fuimos nosotros.

-¿Por qué estaban en mi casa?

Me quedé sin palabras y miré a Jayden pidiéndole ayuda, pero el estaba tan callado como yo. Al fin se le ocurrió algo por decir y le respondió a la pequeñita.

-Teníamos que buscar algo, pero no queríamos lastimar a nadie.- se calló por unos segundos.- ¿Cómo te llamas?

-Judy y él es Simon.- señaló al bebé que jugaba con su cabello.- ¿Ustedes?

-Yo soy Jayden y ella es Chloe. Los pondremos a salvo.

Asentí y abracé a Judy que solo buscaba un hombro donde derramar sus lágrimas. La tomé en brazos ya que solo debía tener unos cinco años y caminé sigilosamente por entre los árboles. Encontré una pequeña casita de juegos y la deposité con cuidado allí. Necesitaba hablar con mi pes... digo, compañero. A solas. Él hizo lo mismo con Simon y me siguió a un lugar más cercano.

-¿Qué hacemos con ellos?- pregunté preocupada. Ni soñando los iba a abandonar. No como había hecho mi madre.

-¿Buscarles un lugar seguro?- respondió burlón.

Me muerdí el labio y contuve los impulsos de tumbarlo de un puñetazo. Claro que haríamos eso. ¿Acaso creía que era estúpida o qué?

-A Sather no le gustará nada cuando nos vea con las manos vacías.

-Claro que no. Por eso tú te quedas con ellos y yo robo el maldito cuadro.

-Claro que no. Los novatos se quedan atrás, esto lo hago yo.- fruncí el ceño y lo miré desafiante.

Tal vez esperé demasiado que repusiera o discutiera pero me sorprendió ver que levantó las manos en rendición. Asentí gruñendo y me acerqué más a la casa, corriendo.

Encontré una ventana cerrada y detecté de inmediato el censor de alarma colocada en esta. Sonreí y la abrí con intención. Si había asesinos dentro, esa sería mi distracción.

Corrí lo más rápida y silenciosamente que mis pies me lo permitían y encontré otra ventana ya entreabierta. Me precipité dentro y me escondí en las sombras de la habitación. Había demasiada sangre esparcida por todos los muros y no quise ni imaginarme lo que le habían hecho a la pobre persona. Unas siluetas pasaron a buen ritmo por el corredor y cuando creí que se habían alejado salí a toda velocidad del cuarto.

Un gran peso se tiró encima mío y provocó que cayera. Ahogué un grito cuando ví a un gran hombre intentando tomar un arma de su bolsillo al lado mío. Me revolví bajo la persona que estaba encima mío y logré sacar mi pequeño cuchillo. Lo clavé sin precauciones en el costado de esta y un alarido de dolor me ensordeció momentáneamente.

Logré ponerme en pie y di una patada a la mano del que acababa de encontrar su arma. Esta cayó y corrí en su búsqueda. Otro peso en mi espalda y volví a caer. Gruñí enfadada y pataleé. La navaja se resbaló de mi mano y se alejó lo suficiente para haber estado fuera de mi alcance.

Vamos, Chloe. No estás en una pelea de bebés, estás por perder la vida. Gritó mi subconsciente sacando mis peores instintos asesinos.

Me arrastré como pude -con alguien encima incluido- hasta estar a milímetros del ¿revolver?

Un gran crujido proveniente de mi espalda me hizo detenerme y soltar involuntariamente una lágrima, acompañada con un grito, de dolor.

La persona me giró para dejarme de cara a él y vi un peligroso y afilado machete lleno de sangre. Una cínica sonrisa se plantó en su rostro. Grité con todo lo que me permitieron mis pulmones, pretendiendo aturdirlo. Giré mi cabeza unos centímetros y visualicé al otro tumbado y retorciéndose con mucha sangre emanando de la herida que yo había producido.

Solté una risa amarga pero me di cuenta que moriría decapitada si no hacía algo.

Mi cuello estaba sudado. Mis recursos se agotaban. Caí en la cuenta de que mis rodilla estaban libres y logré pegarle a la espalda del enorme gorila. Lo dejé sin aliento el tiempo suficiente para salir de debajo suyo.

Di un paso, tomé mi propia arma blanca e intenté propinarle una puñalada para escapar. ¿Qué sucedía conmigo? Estaba demasiado lenta y el tipo tomó mi mano en el aire.

-¡Jayden!- chillé con todas mis fuerzas cuando esquivé por poco un golpe letal.

Logré correr unos pasos pero el gran hombre se movió con grandes zancadas y me atrapó contra la pared.

Grité nuevamente el nombre de mi, ahora no tan innecesario, compañero.

El aliento del gorila se estampó contra mi nariz y no pude contener una mueca de asco. Cerré los ojos, esperando lo peor.

Nada.

Entreabrí uno y vi a un chico de cabello negro soltando puñetazos en toda la cara del matón. Una pequeña, casi diminuta, sonrisa se escapó de mis labios y una vez liberada lo apuñalé en el estómago.

-Maldito.- le susurré en el oído antes de comenzar a correr.

Jayden se detuvo repentinamente en frente de una habitación y entró.

-¿Qué haces?- pregunté siguiéndolo con la respiración agitada.

¿Acaso quería morir?

-Si usaras tu pequeña cabecita para algo más que para maquillarla y peinarla, te hubieras percatado que el cuadro estaba aquí.- dijo tomando algo del muro.

Ladeé mi rostro confundida. Suspiró y puso los ojos en blanco.

-¿Ves esta ventana abierta?- asentí.- Es lo que tu usaste para ganar tiempo. La maldita pintura estaba aquí.

Mi boca cayó al suelo y entrecerré los ojos. Él no me prestó atención y salió por mi pequeñita distracción. Lo seguí de cerca y fui en busca de Judy.

Los dos hermanos estaban acurrucados mientras lloraban al unísono. La imagen me llegó al alma y me arrodillé con ellos. Tomé a la niña y la abracé, como si hubiera sido... la que nunca tuve.

-Vámonos antes de que nos encuentren.- susurró Jayden y posó una mano en mi hombro.

Me levanté con Simon en brazos y caminé, al principio insegura y luego reconfortada por tener a alguien que me ayudara a mi lado.

Cuando unos ruidos provenientes de la casa llamaron nuestra atención, aceleramos el paso para alejarnos más.

Pasaron los minutos y nosotros aún seguíamos caminando para alejarnos. Miré mi reloj y me di cuenta de que no habían pasado un par de minutos, sino una hora.

-¿Jayden?- preguntó Judy levantado la cabeza de su hombro.

-Dime Jay.- respondió él con dulzura en la mirada.

-¿A dónde iremos?- continuó ella sin importarle lo que él había dicho.

-Eso está por verse.

Sonreí al ver la manera en que él podía tratar a los niños y lo ¿arrogante? que resultaba en otros momentos.

-Jayden- dije para molestarlo. La verdad que odiaba demasiado estar en silencio.

Simon jugaba con mi cabello mientras sus párpados se volvían cada vez más pesados. Judy, en cambio, se removía incómoda en el brazo de Jayden, ya que con un brazo la sostenía a ella y con el otro cargaba el cuadro.

-Dime Jay.- me guiñó un ojo con tono sugerente y me dejó continuar.

-Jay... mi residencia queda cerca de aquí. Tal vez a diez minutos si seguimos caminando en aquella dirección.

Asintió y tomamos el rumbo que yo le había indicado.

Se me ocurrieron un millón de maneras sarcásticas para haber respondido lo que yo dije, pero sin embargo él había plantado una tregua momentánea entre nosotros.

En un abrir y cerrar de ojos estábamos en el campus. Maldije internamente por no haber llevado la moto a la "misión" cuando mis pies estallaron de dolor.

Seguimos caminando pero nadie se asomó por ningún lugar. Claro, nadie con un poco de cordura hubiera estado andando a las cuatro de la madrugada por los parques de la universidad.

Llegamos al fin a mi edificio y nos colamos por una entrada trasera para el servicio. Como era de esperar, todo estaba en silencio. Subimos casi corriendo por las escaleras y llegamos hasta mi puerta. Suspiré al no escuchar música o ruidos en el interior.

Abrí con cuidado para no despertar a Sam, ya que hubiera sido todo un escándalo si me hubiera visto con dos niños y un chico.

Le hice señas a Jay para que me siguiera hasta mi cuarto y depositamos con cuidado a los dos niños en mi cama.

Mi compañera de piso estaba nadando en un estanque de baba sobre su cama y tenía la boca abierta como un pescado. Pensándolo mejor... no era fácil despertarla.

Caminé hasta la cocina y saqué un par de tazas. Jayden dejó el cuadro detrás de la mesa y caminó hasta mi lado.

-Gracias.- murmuré.- Por salvarme la vida... digo.

-No hay de qué.

Le entregué un café que tomó en tiempo récord.

-Creo que... creo que tengo que irme.- dijo con una mano en su nuca. Tal vez estaba calculando cuánta distancia había entre su casa y la universidad.

-Si quieres puedes dormir en el sofá. Yo dormiré en el sillón.

-No se si debo.- respondió indeciso pero en sus ojos denotaban el cansancio.

-A mí no me molesta.

Suspiró y asintió.

-Muy bien. ¿Tienes mantas?

Reí y caminé hasta el armario de mi cuarto. Saqué dos mantas y las tendí en nuestras improvisadas camas. Me tumbé en el sillón y alejé el sofá para que él no estuviera tan cerca mío.

Apoyé la cabeza en uno de los almohadones y no tardé nada en quedarme dormida.

(***)

-¡CHLOE!- un grito me hizo abrir los ojos sobresaltada.

Me senté y miré a mi alrededor. Jayden dormía plácidamente cubierto por la manta y yo estaba congelada. Aunque era verano, mi maldito apartamento era más frío que un iglú en la noche.

-¡CHLOE!- otra vez ese grito chillón seguido de un llanto de bebé.

De pronto la imagen de Judy y Simon se instauró en mi mente y corrí hasta mi cuarto. Sam estaba pálida e intentaba alejar a los niños de ella. O más bien ella de los niños.

-¡CALLA, SAM!- le grité y ella hizo lo que le dije.

Tomé al bebé en brazos mientras acariciaba el cabello de su hermana. Mi ceño se frunció cuando un gran bostezo amenazó con escapar de mis labio. Samantha, me las pagarás.

-¿Qué son estás... cosas?- preguntó sobresaltada mientras bajaba de su cama y arreglaba su cabello.

-Estas cosas son personas.- respondí secamente.

Se encogió de hombre y me anunció que iría a la cocina por algo de tomar. Cuando caí en la cuenta de que había alguien durmiendo en el sofá, ya era tarde.

Corrí con los niños en brazos para ver como Sam se babeaba con la imagen de Jayden solo en bóxers. Aguarden... ¡¿SOLO EN BÓXERS?!

Tapé los ojos de Judy y Simon rió. Al parecer, Samantha no podía reaccionar a que una araña se paseaba por su hombro ya que solo tenía ojos para mi compañero de trabajo.

Él se refregó un ojo con su mano, sin entender nuestra reacción.

-¿Podrías ponerte ropa?- casi grité.

Él miró su parte baja y sonrió

-¿Te distrae algo de lo que ves?

-Eso solo lo puede hacer Finnick, cariño.- dije con expresión de aburrimiento e intento levantar una ceja.- ¿Tienes una obsesión con los juegos del hambre?

-No.- sonríe ampliamente ante la atenta mirada de la otra chica.- Solo con ponerte incómoda.

Aprieto los puños y controlo mi enojo. Ante la gente debo actuar como una universitaria normal, no como una ágil luchadora.

-Creo que ya habla...- me interrumpe un extraño ruido de la cocina. Abro mis ojos y hago el ademán de correr, pero Jayden se adelanta.

Cuando llegamos, vemos el cuadro caído y completamente roto. Mi boca se abre formando una pequeña 'o' al ver la ventana abierta y una sombra alejándose. Tal vez si él tuviera ropa hubiera podido perseguir a la persona causante de todo este desastre.

Miro de reojo a Sam que no entiende lo que sucede y pregunta si ese cuadro ya estaba allí antes. Gruño y camino hasta el baño depositando primero a Simon en la cama. Enciendo la luz y me asusto al ver mi reflejo. Labios sonrojados, piel pálida -natural-, cabello completamente alborotado y ojos grises rodeados de rojo. Pongo una mueca de asco al encontrar un resto de baba seca en la comisura de mis labios.

Me desvisto, guardo la navaja -con la que dormí toda la noche sin hacerme ni un rasguño- y meto toda mi ropa en el cesto para lavar. Enciendo la ducha y me meto dejando que el agua fría aclare mis pensamientos.

La frstración se va esparciendo en mi interior al igual que el shampoo por mi pelo. Gran metáfora, Chloe.

Cierro los ojos y pienso en llamar a Michael para pedirle su auto, pero claro: no tengo teléfono por culpa de un idiota. Toco mi espalda adolorida por todo lo que le ocurrió ayer, tal vez necesite masajes.

Dejo pasar unos minutos y salgo envuelta en mi toalla verde manzana. Miro la hora en el reloj del muro y me doy cuenta que son las seis de la mañana. Oh sí, Samantha. Ahore le aplicaré más dolor a tu muerte.

Al haber dormido solo una hora, tal vez dos, mis reflejos son escasos, así que cuando Jayden entre en la habitación casi ni me doy cuenta que solo me cubre una toalla.

Su boca se abre y no despega sus ojos de mí. Tal vez no encuentra ningún comentario sarcástico para hacer sobre mí pero claro, yo necesito pasar un par de minutos para darme cuenta. Grito al reaccionar y me cubro con una remera que acabo de tomar.

-¡Sal de aquí, pervertido!- chillo más fuerte.

Al parecer él tampoco puede reaccionar.

-Y-yo s-solo... l-la ch-chica de a-allá... Mierda.- muerde su labio y sale de la habitación.

Ahogo un gruñido de frustración al ver que todo está de mal en peor al no encontrar la ropa que busco. Al final me pongo unos shorts de tiro alto, una blusa blanca y unas sandalias.

Llego a la sala y me encuentro con dos adolescentes besándose en el sofá. Sí, mí sofá está siendo usado como apoyadero para fantasías entre mi compañero de trabajo y mi compañera de piso. Pongo los ojos en blanco y voy hasta la cocina. Gracias a Dios los dos pequeños hermanitos están allí y no en la sala.

Les sonrío mientras lleno un vaso de agua helada y corro a tirárselo encima a Sam y Jay.

-Hey, conejos. Ya déjense de enrollar en mi sala.- le digo enfadada. Los dos me sonríen de manera inocente y yo ruedo los ojos.- ¿Sam, me puedes traer... jugo?- ella asiente y sale rápido pero no sin antes indicarle a Jayden que eso continuará.- Y tú, Jay, ve a bañarte que nuestra mañana será muy larga.

______________________

¡Holi!

¿Qué tal? Sé que he tardado mi tiempo en subir este capítulo y la hora en que lo estoy haciendo no es la mejor... pero bueno, ya saben lo que dicen: mejor tarde que nunca.

He estado muuuy ocupada editando los dos capítulos anteriores. ¿Se han dado cuenta? Antes estaban en presente y ahora en pasado... MAGIA xD

En país son las dos de la mañana y juro que no doy más del sueño, por esa razón este capítulo no tiene las suficientes revisiones. Quería subir pronto para festejar que... ¡HEMOS SUPERADO LOS 100!

Estoy verdaderamente emocionada por esto :D No lo podría haber logrado sin ustedes.

Discúlpenme si encuentran algún error -ya sea de tiempo verbal o error ortográfico-, solo háganmelo saber a través de los comentarios. No me ofenderé, sino que los corregiré de inmediato.

Les dejo al sexy y hermoso Jayden en multimedia. *Francisco Lachowski -mi futuro esposo-*

Nos leemos pronto y muchas gracias por todo.

-Liz.

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