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Mi cabeza daba vueltas, la sangre parecía hervir mientras corría por mis venas, y el sudor que salía de mi frente no ayudaba para nada. Mis piernas temblaban y mi cerebro les gritaba que corrieran, que tenía que salir de allí en este instante. Pero como ya sabia, ellas siempre decidían bloquearse cuando mas las necesitaba y estaba en peligro. Mis ojos parpadeaban repetidas veces, intentando que la imagen que tenía en mi cabeza, y aun frente a mi, desapareciera para siempre. Que pudiese enterrarla en algún lado. Y no volver a ver nada parecido nunca mas en mi vida.
Dos horas antes...
Caminé rápidamente por el pasillo vacío de la escuela queriendo irme ya. La profesora Coxon me había asignado otro trabajo, el cual consistía en pasar al menos una hora en la biblioteca, leyendo un libro que me ayudara a terminar las treinta preguntas antes de poder huir.
Le había dicho a Renzo que se fuera a casa, que yo tardaría un buen rato, y el no se pondría feliz de tener que esperarme, así que, sin pena por dejarme sola, se fue a penas había tocado la campaña.
Miré mi celular. 15:22.
—Maldita sea —tiré uno de mis libros, un abrigo y el estúpido informe dentro de mi casillero.
Había estado casi hora y media en la biblioteca y a las cuatro debía estar en la casa de Bernarda. Le escribí un mensaje a mi hermano, en el que decía que no pasaría por casa, que comería algo por ahí y luego entraría a trabajar. Salí de la escuela luego de guardar mi celular en mi bolsillo y me dispuse a caminar hacia algún lugar donde comer y esperar.
Luego de una cuadra y media, sentí que alguien me seguía y volteé rápidamente. No había nadie mirándome, solo personas metidas en sus propias vidas. Doble en una calle que conocía, para poder llegar más rápido a algún lugar de comida rápida que estuviese abierto. Volví a voltear, pero ahora no había ni las personas que pasaban por allí. Seguí caminando un poco más, ahora con un miedo que no sabia de donde venia. El lugar que solía estar lleno de gente estaba cerrado, y por eso mismo, la cuadra en particular estaba tan desierta. Sin embargo, no me detuve para que quien sea que me siguiera, no me alcanzara. Una brisa me recorrió de pies a cabeza, y cuando volteé por ultima vez, todo se volvió negro en un segundo.
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Los párpados me pesaban como nunca en la vida. Intenté abrirlos, pero no tuve éxito. Moví mis manos, intentando despegarme el cabello que tenía en la cara por culpa del sudor, peor ellas no respondieron. No porque mi cerebro no haya funcionado, sino porque alguno les permitía moverse. Moví uno de mis dedos y noté que tenía las manos atadas detrás de la espalda. El pánico se apoderó de mi y esta vez, por mas difícil que fuese, me obligue a abrir los ojos.
Veía con los ojos algo nublados, pero podía distinguir que aún era día, ya que el sol se colaba por las ventanas. Miré hacia mi alrededor, y noté que parecía estar sentada sobre el suelo mugroso de algún lugar abandonado.
No me sorprendía para nada, el pueblo tenía muy pocas personas como para que tuviera tantos turistas, y el aspecto de éste en particular, era muy tenebroso. Quizá por el hecho de que estuviese todo sucio, las paredes comidas por la humedad, las cortinas rotas y por supuesto, el escalofriante chico parador rente a mi.
—Alison —su voz áspera me paró el corazón. En un ataque de nervios, comencé a forcejear de la soga en mis manos, moviéndome como una lombriz desquiciada.
—¡Suéltame! —grité desde lo mas profundo de mi garganta. Jamás había oído mi voz en tal tono y me sorprendí por completo que no haya temblado.
El se rio sonoramente, como si le estuviese pidiendo una locura. Como si llevara años intentando tenerme frente a el y no había manera que hiciera lo que le decía. El siguió mirándome, mientras forcejeaba. Luego de lastimarme las muñecas mas de lo necesario, y darme cuenta que me estaba generando un ataque respiratorio, decidí calmarme.
—¿Quién eres? ¿Como sabes mi nombre? —mis palabras salieron por si solas mientras intentaba normalizar mi respiración, el sonrió ante mis preguntas.
—Me llamo Jaden. Y cariño, eres algo así como nueva en el pueblo, todos saben tu nombre —se rió y me hizo entender que estaba completamente loco. Busqué una manera de salir corriendo, pero el estaba demasiado cerca de la puerta, y con el tiempo de me tomaría levantarme y correr, el podría tranquilamente volver a ponerme en mi lugar.
—¿Que es lo que quieres? —pregunté cuando mi cerebro tuvo una pizca de inteligencia—. ¿Dinero? —me arrepentí al segundo que hablé, dándome cuenta que yo tampoco tenía demasiado dinero, de hecho si revisaba mis bolsillos, seguro tenía lo justo y necesario para almorzar minutos antes—. ¿Sexo? —volví a arrepentirme, no era algo que yo estuviese dispuesta a dar, aunque si mi vida corría peligro, podía considerarlo dos veces. El se rio como si le hubiese contado el mejor chiste del mundo. Me miró y al observar que no me reía, mas seguía con mi cara de preocupación, cesó su risa.
—Ah, ¿era en serio? —me encogí en mi lugar, dándole a entender estaba abierta a darle lo que quería para que me dejara ir sana y salva—. Eso suena interesante, pero no —negó con la cabeza, quitando alguna imagen de su cabeza, esperaba que no fuese mía.
—¿Entonces que quieres? —escupí impacientándome. El no parecía querer hacerme daño, pero tampoco iba a confiarme de que solo se estaba riendo de mi. Me dolían un poco los brazos y las piernas, también sentía sangre en la boca, quizá y había forcejeado antes de desmayarme.
El, al escuchar mi pregunta, no trató de esconder su confusión. Sus cejas se fruncieron y sus labios igual, haciendo una mueca que demostraba que había algo que no entendía.
—¿En serio no lo sabes? —negué con la cabeza, esperando que se diera cuenta que no lo conocía de nada y no tenía idea porque debería saber que quería. Todo esto era una maldita mierda. De un segundo a otro, pareció entender algo y relajó su ceño fruncido.
—Oh, Alison —negó con su cabeza mientras se acercaba a mi, sentada en medio de la habitación cuadrada y sucia—. Alguien tiene que explicarte muchas cosas —sonrió con todos y cada uno de sus dientes. Mi cuerpo se tensó ante su mano en mi hombro.
Un estruendoso ruido me aturdió por unos cuantos segundos. No tuve tiempo de procesar que estaba pasando, cuando vi la puerta abierta a los Clarke entrando uno detrás del otro. Irina apareció trepándose por la ventana y corrió hacia mi.
—Ali, ¿estas bien? —preguntó desesperada y solo asentí con la cabeza, incapaz de pronunciar algo. Un furioso Nathan, se dirigía al tal Jaden, que seguía sonriendo. Cato me ayudó a levantarme y lo hizo de un solo tirón con su brazo.
—Pero si son los hermanos Clarke —se rio y lo ultimo que quería hacer era seguir allí parada, detrás de Cato, que al igual que sus hermanos, adoptaba una pose de ataque involuntaria.
Así que busque opciones. Tirarme por la ventana no era una, no sabia como Irina había hecho para entrar por allí. Salir corriendo por la puerta era lo mas cobarde que podía hacer, sin contar que no tenía idea de en donde estaba y no podía dejarlos aquí, aunque tampoco había mucho que pudiese aportar. No era demasiado fuerte ni ágil. Mi cabeza, al igual que mi cuerpo, aun dolía y me sentía débil, sintiendo los rugidos que mi estomago daba para recordarme que no había comido.
—Creo que tienen que darle a su amiga Alison una explicación —dijo en la misma pose de ataque que ellos—. ¿No lo crees Irina? —la miró con esa mueca divertida que tenía en el rostro. Ella apretó sus puños y sus dientes, afilando sus ojos aun mas en el con furia. —A Reynaldo va a interesarle saber esto —me miró con algo en sus ojos que no pude descifrar que era.
Los Clarke se mantenían en un silencio sepulcral, esperando que lo único que sonara, fuese la voz de Jaden delante nuestro.
—No va a participar con nosotros. No es tan fuerte —Nathan habló con su voz ronca y firme. Temía que el fuese quien mas cerca estaba del desquiciado este, moriría si algo le llegaba a pasar. Jaden levantó sus cejas, algo asombrado de que yo no fuese a participar de quien sabe qué y qué no fuese fuerte como el decia.
—Pues entonces, preparémosla para que lo sea —sonrió una vez mas y Cato me empujó un poco con su brazo para que permaneciera detrás de él.
De la nada, el Jaden que estaba parado frente a nosotros, se transformaron en tres, luego en nueve, y así, hasta que había quizá veinte de el, en la pequeña habitación.
Mi boca se abrió sin poder creer lo que estaba viendo. Quería creer que había tenido un derrame cerebral antes de desmayarme, o que estaba mareada por la sangre que había perdido por la boca y la nariz. Pero el agarre de Cato en mi cintura me dio a entender que era real.
El jodido Jaden se había multiplicado como si nada.
—Son muchos —dijo Noel, cerca de Cato. Mi corazón comenzó a latir con fuerza dentro de mi pecho, creyendo que me habían drogado o que todos aquí estaban locos.
—Podemos con ellos. El real es uno solo —respondió Cato en un susurro.
Los Jaden soltaron un grito de guerra al unísono que hizo que me sintiera en Narnia por unos segundos, y se echaron a correr sobre nosotros. El pánico se apoderó de mi otra vez y tenía un terrible impulso de tirarme a llorar al suelo.
Nathan intento estrellar su puño sobre uno de ellos, pero el lo esquivó con un perfecto reflejo. Las sogas que antes aprisionaban mis manos, volaron mágicamente hacia el cuello de tres de ellos. La cuerda hizo tal presión que vi como de un segundo a otro, se convertían en humo y desaparecían. Irina estaba a mi lado, mirando fijamente la soga hacer su trabajo. Mi mirada voló a Noel, parado del otro lado de la habitación, que desapareció de un segundo a otro, y reapareció frente a mis ojos. Ahogué un grito del susto.
—Alison, tienes que salir de aquí —me quedé quieta en mi lugar, porque no podía moverme. Claro que tenía que salir de ahí, pero mi cerebro no respondía—. ¡Reacciona Alison!
Cuatro estaban por atacar a Cato, pero en un instante, como si el hubiese hecho algo, los Jaden a su alrededor comenzaron a caminar con los brazos por delante, como si no pudiesen ver por donde iban. Noel corrió en su rescate, dando puñetazos a los ciegos, haciendo que desaparecieran. Como si fuesen hologramas.
Nathan levantó por el cuello a un Jaden y lo ahorcó un poco, probablemente dejando sus manos marcadas allí. Lo soltó haciendo que cayera al suelo y ahí, apuntó su puño a su ojo derecho.
Los hologramas que habían logrado tomar los brazos de Irina y dejarla inmóvil, desaparecieron. El que atacaba a Nathan por detrás, también. Excepto por el que tenía enfrente, que era el Jaden real.
Nathan se acercó, susurrándole algo que no pude escuchar y yo simplemente quería morir allí.
Mi cabeza daba vueltas, la sangre parecía hervir mientras corría por mis venas, y el sudor que salía de mi frente no ayudaba para nada. Mis piernas temblaban y mi cerebro les gritaba que corrieran, que tenía que salir de allí en este instante. Pero como ya sabia, ellas siempre decidían bloquearse cuando mas las necesitaba y estaba en peligro. Mis ojos parpadeaban repetidas veces, intentando que la imagen que tenía en mi cabeza, y aun frente a mi, desapareciera para siempre. Que pudiese enterrarla en algún lado. Y no volver a ver nada parecido nunca mas en mi vida.