Ese último momento

By BiancaMond

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Lucas Urriaga está pasando por el mejor momento de su vida. Su noviazgo avanza de manera maravillosa, está si... More

Nota inicial. Secuela de "Por culpa de un instante".
2. ¡Que me lleve el diablo!
3. ¿Nuestra última esperanza?
4. Tristemente jodidos
5. MT Entertainment
6. Una confesión desafortunada
7. Todo lo que deseo
8. Actitud
9. ¿Un fantasma?
10. ¿Por qué?
11. Secretos
12. Ocho meses
13. Pasar página
14. ¿Una nueva oportunidad?
15. Noche de "hombres"
16. Su guerra: mi problema
17. Una más del montón
18. Bésala
19. Si te duele, te aguantas
20. Exclusividad, no. Preferencia
21. Miedos
22. Pulga
23. Compañeros de vida
24. Algo así como una madre
25. Para aliviar la fiebre
26. Las mujeres de mi vida
27. Mi primera amiga
28. Si todavía me quiere
29. Nunca me dijo "te quiero"
Extra: "Mejor de lo que esperé" Samantha Burgos
30. Por ti
31. No son celos
32. Me estoy volviendo loco.
33. De cero
34. Distracciones
35. Ese último momento

1. El mejor cumpleaños

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By BiancaMond

—¡Feliz cumpleaños! —me saludan a coro mis amigos, cuando el reloj anuncia las doce en punto.

Se acercan a felicitarme con ánimos, con mi novia a la cabeza, quien me abraza y me da un cálido beso en la boca.

—Felicidades, amor —susurra cerca de mis labios, sacándome una sonrisa—. Te quiero.

—Yo también —le contesto, aferrando su cintura con mis dedos.

—Ya, hazte a un lado, Brenda —mi mejor amiga mete su hombro entre nosotros para apartarla—. No eres la única que quiere saludarlo.

Brenda rueda los ojos entre risas, pero se aparta y le permite abrazarme. Sam me rodea entre sus brazos y besa mi mejilla.

Los demás me felicitan uno a uno. En primer lugar, los miembros de la banda, Vanesa, Bruno y Francis. Luego siguen Tadeo, mis amigos del colegio y los nuevos de la universidad, que son varios.

La mesa de Musageta está abarrotada. Tanto que Eric, mi suegro, tuvo que agregar muchas sillas más y, aun así, algunos invitados no tienen otra opción que quedarse parados o dirigirse a la pista de baile.

Me fijo en mi novia, con la intención de invitarla a bailar, y la veo cuchicheando con su mejor amigo.

—¿De qué hablan? —me acerco por un costado y Tadeo pega un salto, haciendo reír a Brenda.

—De nadie, digo... de nada —contesta este, y su evasiva me hace deducir el punto de su conversación.

—¿Y ese "nadie" se llama Julio?

Hago la pregunta en voz muy baja y con sumo cuidado. Es que Julio es el chico que le gusta, pero nadie debe saberlo porque Tadeo aún no se ha animado a declarar en voz alta sus preferencias, a pesar de que cada vez parece perder un poco más el miedo que antes tenía y desde hace meses que lo sabemos aquellos que somos más cercanos a él.

—¡Shhh! —me ruega que no diga más, y mi novia se echa a reír—. Es que... ¿no ves lo lindo que está con esos jeans gastados? Parece una estrella de cine. Incluso Brenda ha dicho que se ve muy bien.

—Ah, ¿sí? —le lanzo a ella una mirada de reproche, en broma—. Espero que no estés mirando a otros a mis espaldas.

Rodea mi brazo con el suyo y se recuesta contra mí.

—Sabes que sólo tengo ojos para ti —contesta, replicando la frase que uso para evitar que se ponga celosa cada vez que las chicas se acercan luego de cada concierto.

No me contengo y le doy un beso que mantenemos durante unos segundos, mientras Tadeo se dedica a mirar a Julio a lo lejos.

—Dale, continúen besuqueándose —lo oímos decir a un costado—. Yo iré a buscar a Vane para bailar con ella. Tal vez si Julio me ve con una chica, deje de pensar que lo acoso.

—Lo acosas —Brenda interrumpe nuestro beso durante un instante para aclararlo y luego prosigue, mientras él se va.

Llevo mis manos hasta la zona baja de su rostro y la atraigo aún más hacia mí. Continúo sintiendo las caricias de sus labios sobre los míos y su aroma a durazno que me vuelve loco.

—¿Estás pasando bien? —me pregunta en un susurro y continúa dándome besos, así que se me hace difícil responder, lo que la lleva a pensar que no quiero hacerlo y se aparta un poco—. ¿No lo haces?

—Sí, lo hago, Pulga. Pero no puedo contestar si no me dejas hacerlo —replico entre risas y continúo besándola.

Ella sonríe mientras mis labios tocan los suyos. Por alguna razón la percibo bastante nerviosa, como si se trajera algo entre manos.

—¿Y tú? —le pregunto—. Te veo muy emocionada.

Asiente repetidas veces.

—Es que tengo una sorpresa para ti —confiesa, mostrando todos los dientes en una sonrisa.

—¿Un regalo?

Vuelve a asentir, eufórica.

—¡Te va a encantar!

La abrazo y junto nuestras bocas otra vez.

Cuando estoy con ella el tiempo parece detenerse. A pesar de no tener siquiera un año de novios, siento que nos tenemos desde siempre y que la adoro cada día más.

—¿Lucas Urriaga? —una voz femenina se escucha de un lado—. ¡Quítate una foto conmigo!

Me aparto de Brenda para mirar a la fan que está a un lado y no puedo hacer nada más que aceptar y sonreír. Pero mi novia no se queda callada, como era de esperarse.

—Estamos ocupados —le dice, amenazándola disimuladamente con la mirada—. Allá están los demás miembros de la banda, puedes pedírsela primero a ellos.

—Pero no quiero —insiste la otra—. Y si tu novio es tan lindo, deberías aguantarte. No soy la única que lo desea... digo, que desea una foto con él —insinúa con maldad.

Brenda le lanza una mirada que me hace pensar que la vida de esta chica corre peligro.

—Amor... —intento persuadirla de que no se abalance sobre ella, pero no me dan chance, porque Sam aparece y empuja con la cadera a la chica hacia un lado.

—Lárgate, ¿no ves que molestas? —le dice.

—¿Y quién se supone que eres tú? —la otra intenta mostrarse firme, pero yo sé que ahora que llegó el refuerzo, la chica ha perdido la batalla.

—Soy la que hará que te tragues esos horribles accesorios de la temporada pasada —le contesta Sam, cruzando los brazos.

Brenda se ubica al lado de ella, mostrando una mirada triunfal. Levanta una mano y le hace un saludo de despedida en burla.

La chica se da por vencida y se retira enfadada.

No puedo evitar mostrar una sonrisa. Después de todos los problemas que hubo entre ellas el año pasado, me cuesta acostumbrarme a que se estén llevando mejor desde que asisten a la misma clase en la universidad.

Me alegra ver que están aprendiendo a aceptar sus diferencias y potenciar las pocas cosas que tienen en común, como el cariño que sienten hacia mí y el apoyo que se dan mutuamente desde que una compañera de curso les hace la vida imposible a ambas.

Además, como mi cuñada Stacy está en una academia de danza en otro país, Brenda se ha quedado sin su mejor amiga y no tuvo más opción que pasar los últimos meses con Sam.

—¡No van a creer lo que me pasó! —exclama mi amiga, enfocándose en el tema que la trajo a nosotros—. ¡Francis me acaba de invitar a bailar! ¿Quién se cree? ¡Primero muerta!

Brenda rueda los ojos.

—Es un chico increíble —lo defiende—. ¿Por qué no le das una oportunidad? Es lindo, agradable y gracioso.

Pero Sam no disimula una mueca de asco.

—Y también es desaliñado, inmaduro y descuidado —apunta, haciéndome reír—. ¡Jamás estaría con alguien como él! ¡Lucas, dile que no me moleste más!

—Está bien, se lo diré —acepto, ganándome una mala mirada por parte de mi novia.

Ella sabe que no me convence del todo ese interés que mi amigo parece tener en Sam. Y es que Fran siempre fue de estar cada fin de semana con una chica diferente. Si llegaran a tener algo, no estoy seguro de que él la vaya a tomar en serio. Y mi amiga es demasiado importante como para permitir que alguien la lastime.

Ella me besa la mejilla, le muestra la lengua a Brenda y se aleja satisfecha.

—Entonces, ¿cuál es mi regalo? —le pregunto a mi novia, recuperando la emoción de antes.

Esboza una sonrisa, pero no me mira, porque tiene la vista puesta en un mensaje que está enviando.

—Espera, no seas impaciente —me regaña.

Bruno llega hasta nosotros y pasa un brazo por encima de mis hombros.

—¿Han visto a Eric? —pregunta, mientras me acerca un vaso con cerveza—. El concierto ya debe comenzar y no lo encuentro por ningún lado.

—Tuvo que salir un momento —comenta Brenda, sin levantar la mirada de su móvil.

—Me sorprende el interés que te pone tu novia en tu cumpleaños —mi mejor amigo se burla, al notar que ella se está escribiendo con alguien más—. Por la forma en que sonríe, yo diría que es Malcom.

Brenda habla cada tanto con Malcom, su amigo de infancia, quien no vive en la capital, por lo que sólo les queda estar en contacto a través del celular. Y Bruno sabe que él y yo tuvimos problemas, así que está fastidiándome.

—No lo es —ella rueda los ojos, entre risas—. Además, ¿no tienes nada mejor que hacer, Bruno? ¿Alguna chica por ahí de la cual ocuparte?

Mi mejor amigo se avergüenza al instante. Todos sabemos que lleva meses sin salir con alguien. Desde que Stacy terminó con él, sólo ha demostrado interés en la banda, y aunque me hubiera gustado que las cosas entre ellos funcionaran, ya no puedo verlo a la espera de alguien que no volverá a él. Espero que, luego de tanto tiempo sin verla, haya logrado olvidarla.

—Brenda tiene razón —lo aliento—. ¿Por qué no haces como Julio y los demás? Veo que invitaron a bailar a esas chicas de allá —señalo a mis amigos del colegio, quienes ahora están muy contentos con algunas de mis compañeras de universidad.

—Sí, claro —contesta con tono irónico, evadiendo mi propuesta—. Mejor nos ocupamos del concierto. Iré a buscar a Vane.

Subimos al escenario un momento después. Le había pedido a Eric que el concierto comience tarde, así podría cantar en mi cumpleaños y él lo aceptó gustoso.

Nadie parece saber en dónde se ha metido mi suegro, pero después de tanto tiempo de practicar con él, soy perfectamente capaz de preparar la acústica yo solo. Así que no tardamos en iniciar la presentación y el público enloquece, como siempre. Bruno recibe un peluche, que ataja en vuelo y lo hace a un lado enseguida. Una de las cosas que más les gusta a las chicas, es esa imagen de tipo rudo que tiene, la cual se fue acrecentando a medida que pasa el tiempo. La chica que le había arrojado el peluche se muestra desilusionada, hasta que Francis se saca la remera y se la pasa, logrando que un montón más de ellas lancen gritos estridentes. El pelirrojo siempre sabe cómo contentarlas.

El concierto termina y la avalancha de fans nos alcanza al bajar del escenario. En cada presentación parecen aumentar y empiezo a pensar que, dentro de un tiempo, el espacio en el bar dejará de ser suficiente.

Como es costumbre, nos sacamos fotos con la gente, saludamos, y conversamos, hasta que comienzan a irse de a poco.

—Es tan desagradable que estés sin remera —escucho a Sam quejarse con Francis. Mi amigo se echa a reír, derramando parte de su cerveza.

—¿Es eso? ¿O estás celosa de que se la haya regalado a alguien más? —pregunta confiado.

—¡Por supuesto que no! —ella le demuestra su desprecio, dándole la espalda ahora.

—Si quieres, te puedo dar a ti mis jeans y lo que hay debajo de ellos, pero deberíamos ir al camerino primero.

Sam se muestra indignada por lo que acaba de escuchar y se aleja hacia donde están sus amigas Lucía y Kendra.

Tadeo y Bruno comienzan a reír a carcajadas, pero yo le lanzo a Fran una mirada de desaprobación y este se encoje de hombros.

—Lucas, no seas duro —Tadeo lo defiende—. Al menos Fran sí sabe cómo divertirse.

—Siempre que no se "divierta" con mi mejor amiga... —expreso, haciéndolos reír de nuevo—. Si quiere que ella lo tome en serio, debe...

Entonces me quedo callado, porque la expresión de Bruno me descoloca por completo. Sus ojos se fijan en algo detrás de mí y su sonrisa se borra en menos de un segundo. Tanto, que se ha quedado estupefacto.

Estoy a punto de voltear, cuando unas delicadas manos cubren mis ojos.

—¿Brenda? —pregunto, puesto que no veo a mi novia desde hace unos minutos.

Los que estaban a mi alrededor, parecen haber perdido el habla por unos instantes. Hasta que la voz de Tadeo vuelve a escucharse, con una emoción desbordante.

—No, es parecida, pero no es Brenda.

Levanto una mano y la coloco encima. Recorro unos dedos de mujer y encuentro a mi paso unos anillos, un reloj y varias pulseras.

Sólo espero que no sea una de esas chicas que suele poner muy celosa a mi novia. Porque este cumpleaños podría volverse una catástrofe.

—¿En verdad no tienes idea de quién soy? —pregunta una dulce vocecita que conozco muy bien—. Feliz cumpleaños, cuñado.

No puedo evitar mostrar una sonrisa enorme, al tiempo en que volteo y le doy un abrazo tan fuerte que la levanto del suelo.

—¡Este es el mejor regalo que puedo recibir! —expreso, haciéndola reír.

Después de tanto tiempo, en verdad es una sorpresa tenerla de vuelta.

Brenda y Eric están a su lado y también se muestran sonrientes. Mi suegro me felicita también con un abrazo y un beso en mi cabeza.

—Así que a eso fuiste —deduzco.

Nos sentamos en los sillones que rodean la mesa de Musageta. Me fijo en Stacy, prestándole ahora mayor atención. Físicamente, se ve bastante distinta de cuando se fue. Se hizo unas luces en el cabello, por lo que su rubio está incluso más claro. Se ve más alta y bronceada. Incluso en su manera de vestir puedo notar un cambio. Lleva unos jeans rotos, esos que están de moda, y una blusa más ajustada de las que acostumbraba usar en esos looks tan inocentes que solía mostrar.

Bruno la mira con evidente incomodidad. Aparentemente, la sorpresa lo golpeó con mayor fuerza que a mí.

Ahora luce pensativo y distante, mientras ella cuenta anécdotas sobre su estadía en el exterior, muchas de las cuales ya me había comentado las veces en que hablamos por videollamada. Sé que ella estaba muy a gusto en la academia de danza, que le había resultado muy sencillo hacer amigos allí y que incluso había varios chicos que la invitaban a salir a menudo.

—No me digas que sigues sintiendo algo al verla —le pregunto a mi mejor amigo más tarde, cuando ambos estamos recostados en la barra, esperando que el bartender nos traiga bebidas.

—¿De qué hablas? —contesta, cortante.

Le lanzo una mirada de "¡Oh, vamos!", pero Bruno finge no entender. Toma las cervezas que Luigi acaba de depositar frente a nosotros y se retira rápidamente.

Niego con la cabeza y vuelvo la vista al mostrador, esperando el trago que debo llevarle a mi novia.

—¿Eres Lucas Urriaga? —una voz me llama al costado.

Giro el rostro, encontrándome con una mujer de unos cuarenta y cinco años. No es común encontrar alguien de su edad por aquí. Su estilo es genial, transmite una onda cautivadora y se nota que tiene mucha energía y confianza en sí misma. Aún no he terminado de analizarla, pero no espera mi respuesta. Se recuesta también contra la barra y me alcanza una tarjeta personal.

—Mi nombre es Melania Thompson —se presenta con ánimos—. Llevo un tiempo siguiendo el trabajo de tu banda y al fin pude venir a ver una de sus presentaciones —extiende una mano y me la pasa, antes de explicar—. Soy manager musical.

—Es un gusto conocerte, Melania —le estrecho la mano, sin poder disimular mi interés—. ¿Te gustó el concierto?

Ella se echa a reír, descolocándome.

—Lamento decepcionarte, Lucas, pero una presentación pequeña a un público en un bar no es un concierto —su declaración me hace sentir avergonzado.

Parece notar mi incomodidad, así que prosigue.

—Conoces al grupo "Whatever".

No es una pregunta, es una afirmación. Y una correcta. Porque a estas alturas, todo el mundo conoce la banda de Oliver Sorja.

Es una de mis favoritas. Aunque lleva algunos años en el mercado, empezó a hacerse famosa hace unos meses, debido a su talento y a la loca actitud de su vocalista y líder.

—Sí, por supuesto —confirmo.

—Mi compañía los representa —revela, dejándome con la boca abierta—. Y nos va tan bien que estoy buscando nuevos talentos jóvenes, así como ustedes.

No se va con rodeos y me quedo sin palabras.

¡Esto es genial!

—¿Les gustaría ir a una reunión la semana que viene? —hace la pregunta, aunque la confianza en sus palabras me demuestra que ya conoce la respuesta.

—Nos encantaría.

Me muestra una sonrisa y me coloca una mano en el hombro.

—Entonces nos veremos el viernes a las cinco de la tarde en mi oficina —define con decisión—. Deben presentar dos temas que consideren los mejores entre los que tienen—. Asiento, fascinado, a medida que ella va explicando—. Y, por cierto. Te adelanto que, entre todas las bandas a las que cité últimamente, ustedes son en quienes tengo puestas mis esperanzas —le da un apretón a mi hombro—. Pero ten en cuenta que yo no trabajo con niños inmaduros y, sobre todo, no doy segundas oportunidades. Si me desilusionan en esta prueba, no volverán a saber de mí.

Dicho esto, se despide y se aleja, perdiéndose entre la gente.

Me quedo como tres minutos allí, intentando procesar la inmensa oportunidad que se nos está presentando. Me muero de ganas por llevar la noticia a mis amigos.

Este es sin duda, el mejor cumpleaños de mi vida.

Y una cosa es segura: Pase lo que pase, no podemos fallar.


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