Crown | Hiccup Haddock ¹

By newtmas-

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[LIBRO UNO] Historia ganadora a los Premios Wattys 2021. C| ❝No vengo a quitarte tu trono, vengo a ponerte e... More

𝕮𝐑𝐎𝐖𝐍
CONCURSOS
|1| Gráficos
|2| Gráficos
Volumen uno | Amistad prohibida
━━00: Introducción
━━01: Adaptación
━━02: La isla Berk
━━03: Hipo Horrendo
━━04: La decisión de Hipo
━━05: Entrenamiento contra dragones
━━06: Libro de Dragones
━━07: Viejas historias de Kain
━━08: Interacciones con Chimuelo
━━09: La llegada del Rey
━━10: Entre verdades y desastres
Volumen dos | Danza de Dragones
━━11: Nymeria
━━12: Acuerdos con Kain
━━13: El Consejo Real
━━15: Una constelación
━━16: Hablando sobre el pasado
━━17: Volemos lejos
━━18: La Orilla del Dragón
━━19: Migración Alacambiante
━━20: Nordvind
━━21: ¿Confías en mí?
━━22: Sobre ti y sobre mí
━━23: Tormenta de Nieve
━━24: Snoggletog
━━25: Meses después
━━26: Cazadores
━━27: Danza de Dragones
━━28: La luz hacia el Valhalla
━━29: Amo de Dragones
━━30: La Corona
Datos generales + Agradecimientos
Anexo I | Furia Espectral
Anexo II | Pesadilla Cambiante
Anexo III | Kain

━━14: Isla Fair

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┍━━━━━◦∘♔∘◦━━━━━

CAPÍTULO XIV:

❛La isla al otro lado del mar.❜

┕━━━━━∘◦♔◦∘━━━━━┙


            La suave brisa del mar meció con suavidad el navío en medio del extenso océano, el aire chocó con las velas impulsándolos por medio de las olas marinas. Sigrid avanzó hasta el barandal de la popa con cuidado de no resbalar, arrastrando el borde del vestido oscuro que llevaba ese día. Los marineros se movieron de un lado a otro, comenzando a desplegar las velas mientras acataban las órdenes del Rey del lado de la proa.

Sigrid se giró solo para ver a la multitud que caminaba de un lado a otro, por culpa del rey que cambiaba las instrucciones cada tres minutos, el pobre Felipe estaba peor que todos los kainianos juntos. El debilucho hombre corría desesperado detrás del rey, sujetando su capa, cuando el rey se la lanzó alegando que hacía calor como para estar cargando con aquello. La princesa de Kain solo se limitó a ver eso con un suspiro aburrido, hasta que el siguiente regaño fue para ella.

—¡Sigrid, ven aquí ahora mismo! —La mencionada resopló en su lugar, sin despegar la vista del mar balanceándose bajo sus pies—. ¡Sigrid! Me parece que en nuestra visita no quedó planeado que viniera tu bestia —espetó su padre llegando hasta ella, su hija lo miró inexpresiva antes de regresar su vista al océano.

—Padre, sí piensas que iba a dejar a Nymeria con esos hombres en Kain estás equivocado. —Se limitó a responder su primogénita, pasando sus brazos por el borde de la popa para poderse recargar con suma facilidad—. Además Nym no hace daño a nadie, tú solo la molestas demasiado —añadió, alzando los hombros.

Sigrid ocultó la risa cuando escuchó a su padre mascullar debido a eso, el pobre hombre siempre sufría incontables bromas de su dragona que Sigrid ya lo tomaba como algo habitual, sabiendo a leguas que él mismo se lo buscaba cuando comentaba que la dragona debía estar encerrada en algún lugar. A pesar de que era divertido escuchar a su papá gruñir por las travesuras que su dragona le hacía, le había tenido que prohibir a Nymeria seguir haciéndolo, sabiendo que los lores podían hacer uso de esa situación como una excusa para sacarla de Kain. Los lores nunca dejaban pasar la mínima situación para sacar provecho.

Branden entonces se regresó a desquitarse seguramente con el pobre Felipe, que aún se recuperaba de su anterior regaño, mientras Sigrid decidió no prestar más atención a ellos, concentrándose por completo en el mar bajo sus pies, cuyas olas danzaban suavemente por la marea y el viento les guiaba en dirección al oeste, que era hacia donde iban. Fair era la isla vecina de Kain, así que su padre había comentado que llegarían en menos de un día siempre y cuando el viento estuviera en su favor.

Desde ahí se podía admirar el océano en el cual ya llevaban algunas horas navegando, el agua corría en la dirección contraria por la velocidad que iba ganando el barco, provocando por algunos momentos ese sentimiento de tranquilidad y ansía; aunque, sin duda alguna, nada comparado con la sensación que sentía Sigrid las veces que iba montada sobre Nymeria, sintiendo el aire sobre su piel, despeinar sus cabellos, la brisa del viento entre las nubes, haciéndola sentir libre. Con ese pensamiento en mente, la morena alzó la vista para ver a Nymeria volando sobre ellos con delicadeza de manera invisible, había descubierto años atrás que ella era la única en poderla ver en este estado, era parte de su vínculo, probablemente.

Sigrid continuó mirándola balancearse entre las nubes suavemente, con las alas extendidas, las patas ligeramente encorvadas para poder facilitar su rumbo en el aire. Verla le transmitía paz, la paz que necesitaba en esos momentos. Nym era su mejor amiga, de eso estaba segura, la comprendía incluso mejor que ella misma. Desde hace cuatro años ambas habían estado la una para la otra, desde que la pobre había perdido a sus hijos cuando esos cazadores robaron sus huevos.

Fue un camino difícil para ambas que con el tiempo lograron ir superando, ella le ayudó con el dolor de la pérdida de sus hijos, mientras Nymeria le hacía sentir que lo que hacía era lo correcto, aunque doliese, aunque le doliese pensar en Hipo. Porque aún seguía pensando en él, no era tan fácil sacarlo de su cabeza, todos esos meses en Berk, toda esa amistad forjada con el pasar de los días estando allá no era tan sencillo de superar.

Saliendo de sus pensamientos, Sigrid se alzó las mangas de su vestido, porque claro, su mamá había insistido en que si iba a una isla con costumbres distintas ella debía mostrar de dónde venía. Y como a Kenia no se le negaba nada, le había mandado hacer un nuevo vestido con la abuela de Casiopea (la amiga o lo que fuese de Said), este era elegante, tenía mangas largas, con los hombros descotados, la parte del pecho era color negro con varios adornos dorados; mientras que la falda era lisa, totalmente negra y voluminosa. Admitía que aunque no le gustara usar esos vestidos, ese la hacía sentir bonita.

—¿Sigues pensando en Hipo? —Said se recargó a su lado con una sonrisa burlesca, con intenciones de molestarla como siempre, ella solo puso los labios en línea sin mirarlo.

Tanto tiempo sin verlo y, aun así, seguía sin poder acostumbrarse a la mínima mención del berkiano. El corazón le palpitó con fuerza sobre la tela de su vestido, obligándose a sí misma a mantenerse serena y miró el océano, pasando saliva por su garganta e ignorando el kainiano que sonreía de oreja a oreja.

—Juro que si sigues te voy a arrojar al mar —advirtió con lentitud, volviendo a desviar su vista.

Las aguas heladas del Mar del Norte se balancearon, formando una danza bajo ellos cuando el viento comenzó a soplar con fuerza, moviendo las velas del navío. Los dos kainianos se sostuvieron del borde por el cambio repentino del clima, al estar cada vez más cerca de Fair. El ambiente se hizo más pesado conforme el barco iba avanzando y prontamente, el aire volvió a soplar con firmeza, dando una sacudida brusca al navío que los desequilibró. Said alcanzó a tomar a Sigrid del brazo antes de resbalar.

—Estamos por llegar —murmuró, echando una mirada detrás de él hacia la proa, Sigrid trató de imitarle, pero no vio nada, Said era más alto que ella; en realidad todos eran más altos que ella—. Ven, por allá está el multinombres.

No era una novedad saber que Said se burlaba de Kristoff llamándole de esa forma, por el hecho de tener tres nombres. Sigrid ya estaba acostumbrada a ello y el rubio de igual manera.

—Deja de decirle así —bufó Sigrid, aferrándose de su brazo para no caer; Said rio por ello—. No lo molestes, al menos por hoy, está un poco nervioso.

—¡¿Un poco?! —ironizó el castaño soltando una carcajada, Sigrid suspiró—. Está peor que Felipe tratando de complacer al rey.

—Por eso, va a conocer a sus primos, es su única familia después de nosotros —comentó en tono más bajo, Said se puso un poco serio.

—Entonces, esos vikingos, ¿también son tus primos? —Said la miró de reojo, el barco dejó de mecerse con fuerza, así que se detuvieron del lado izquierdo, antes de ir con Kristoff—. Tienes pura familia extraña, Sigrid.

—No son mis primos, bueno sí lo son, pero no compartimos sangre —respondió sin perder la paciencia—. "Familia extraña" —bufó—, ¿quién es el que moría por ser un vikingo para complacer a una linda niña? —alzó una ceja.

Sigrid sonrió triunfante cuando Said se encogió en su lugar, pero luego la miró ofendido.

—No era para complacer a Astrid. —Se apresuró a añadir, soltando un suspiro, su amiga arqueó una ceja—. Bueno, solo un poquito.

—Solo un poquito —repitió sin creerle, yendo a estribor.

Tomó entre sus manos el catalejo de su padre, cuando la marea se calmó, haciendo que el barco ya estuviera avanzando con tranquilidad. Felipe corrió desesperado por la cubierta, cuando algo invisible comenzó a seguirlo.

—Nymeria, quieta —comentó sin despegar la vista del catalejo.

Si antes el agua del océano estaba de un tono azul oscuro, a medida que el barco ganaba velocidad el color se comenzaba a aclarar. Los rayos del sol se infiltraron sobre el navío y a lo lejos se escuchó el canto de varias gaviotas sobre el mar. La marea baja les confirmó que ya estaban a nada de llegar, Sigrid observó detrás del catalejo lo diminuta que se veía la isla desde la distancia. Su padre entonces se puso alerta al notar que en algunos minutos más estarían arribando.

—¡Felipe! —llamó el rey, desesperado—. ¡¿Dónde está mi corona?! ¡Tráeme mi corona!

Sigrid frunció el ceño, mirando impresionada como era la isla, sobre esta se comenzaron a formar varios rayos, que en otra ocasión hubiera dicho que se trataban de una tormenta, pero no había señales en el cielo de que fuera eso. Caminó hasta la proa para ver mejor, la idea de conocer una isla vikinga con su propio consentimiento era emocionante, debía admitirlo. Ojalá hubiera sido así en Berk, pero en la isla de los Gamberros Peludos ella había sido obligada a ir.

Detrás de ella escuchó a Felipe correr con sus debiluchas piernas hacia el rey con la corona entre sus débiles dedos, Nymeria rugió sobre sus cabezas emocionada de igual forma al estar yendo a otro lugar que no se tratase de los alrededores de la isla de Kain, su rugido causó que Felipe gritara espantado y el rey le gritase por su descuido. Sin embargo, Sigrid estaba más intrigada por lo que conocerían que no se inmutó en decirle a Nymeria que dejase de espantar al pobre Felipe. Miró a Kristoff a su lado y ambos compartieron una sonrisa.

—¿Nervioso? —preguntó Sigrid.

—Intrigado —respondió—. Pero no vinimos por eso.

Estaba a punto de replicar cuando su padre mandó llamar a Kristoff para que le ayudase con unas cosas, mientras se iban acercando el agua comenzó a perder profundidad haciendo que el barco avanzara más ligero, pero lento. A ese punto, Sigrid moría de la desesperación, llegando casi al grado de llamar a Nymeria y montarse en su lomo, más se contuvo, comenzando a caminar de un lado a otro, viendo como todos comenzaban a alistar sus cosas y lo que llevaban para Fair.

Al final del mar, hacia la isla, había un río que se adentraba a esta. Por suerte el navío en el que iban no era tan grande como los que el rey solía usar cuando iban a otras tierras, pues esta isla no quedaba tan lejos de Kain y no había necesidad de cargar con tanto. Kristoff se encargó de hacer girar el barco adentrándose por el camino que les guiaba hacia adentro de la isla, debido a esto el navío se desequilibró un poco y tuvieron que sostenerse mientras el rubio le hacía girar. Estando ya a una distancia considerable, más adelante se alzaban dos estatuas de dragón situadas de cada lado del río, no pudo reconocer los dragones, las estatuas eran altísimas que casi tocaban las nubes.

Como las estatuas eran la entrada de la isla, más adelante a los lados del río que corría hacia adelante solo estaba un terreno verde con plantas y árboles. El barco avanzó con lentitud, por lo que Sigrid aprovechó a mirar a sus alrededores. Nymeria ya se había adelantado alertando probablemente a los fairianos de su llegada. La atención de Sigrid entonces se desvió a sus lados donde unos vikingos caminaban apresurados hacia la isla, por poco no los veía, pues sabían infiltrarse entre los árboles. No le tomó mucha importancia, desviando su vista hacia adelante.

Finalmente, el barco atracó en el muelle, que era donde el agua dejaba de correr, dando paso a un risco. Los marineros bajaron primeramente, asegurándose que fuera seguro. De ellos les siguió el rey, quien alegó que debía ser el primero en bajar. Los últimos fueron Said, Kristoff y Sigrid, a esta última la ayudaron para que no resbalase con la escalera de cuerda mientras descendía y para cuando todos hubiesen bajado, ya los esperaban un par de vikingos, quienes los guiaron.

Atravesaron el risco hasta llegar a una zona plana que daba paso hasta el pueblo, siendo escoltados por los fairianos. Sigrid miró al cielo solo para ver como dragones sobrevolaban el área al entrar a la isla, eran tantos que los consideró un sueño, el sueño que anhelaba para Kain, un sueño imposible. Decidida a no pensar en eso, la kainiana alzó la vista al cielo donde algunos dragones volaban y, al no ver a Nymeria, comenzó a preocuparse. Poco después llegaron a la entrada del pueblo donde dos pelirrojos les esperaban, sobresalían de entre los demás por la postura, la vestimenta y los aires de grandeza. Sigrid supuso eran los hermanos Kerr, primos de Kristoff.

El rey, por supuesto, ya los conocía; fue el primero en acercarse con aire glorioso hasta ellos luego de haber tratado de que su hija fuese a su lado, pero Sigrid estaba tan intrigada así como nerviosa que escapó de los brazos de su padre y se aferró al brazo de Kristoff, quien trataba de parecer formal al avanzar hasta ellos. Para cuando ellos se acercaron, Branden ya había saludado a los gemelos.

—Un gusto en saludarle de nuevo, Majestad —habló la jefa, inclinando levemente la cabeza ante el rey.

Branden hizo un asentimiento de igual forma a los dos hermanos, para luego girar y buscar con la mirada a su hija. A Sigrid no le quedó de otra más que avanzar hasta situarse a un lado de su padre, estaba nerviosa de conocer a nuevas personas. Su padre retomó la palabra nuevamente, dando un paso hacia adelante.

—No había tenido la oportunidad de presentarles a mi primogénita, Sigrid Whiterkler. —Hizo un ademán, ella suspiró y posó su mirada en ellos.

—Un placer, Alteza, soy la jefa de Fair, Idunn Kerr. —Se presentó la pelirroja, con un gran acento escocés marcado, para luego señalar al pelirrojo a su lado—. Y él es mi hermano, Alistair Kerr.

La vista de Sigrid entonces se desvió al hermano, debía admitir que para ser su primo muy, muy lejano era guapo. Él sonrió sin mostrar los dientes, de forma encantadora.

—El placer es todo mío —comentó ella de vuelta, regresando su vista a la líder.

Se saludaron entonces con un asentimiento, ninguno de los tres estaba acostumbrado a tratar con personas desconocidas de otra manera que no fuera esa. Sigrid retrocedió sin darles la espalda hasta situarse junto a Said, notando que los kainianos se habían marchado siguiendo a unos vikingos que los guiaban al pueblo.

Instantes después, los jefes de la isla Fair comenzaron a guiarlos a través del pueblo. Ambos hermanos lideraban la isla por sí solos, sus padres estaban muertos, Sigrid solo sabía que cinco años atrás el padre de los gemelos fue asesinado a sangre fría por un cazador de dragones o algo así tenía entendido y de la madre, no sabía nada. 

El Rey adelantó su caminata para hablar con los jefes de Fair sobre temas que Sigrid no escuchó, por seguir mirando en busca de la híbrida.

—Olvídalo —dijo Said a su lado, luciendo su uniforme elegante de soldado—. Con tantos dragones Nymeria ya se consiguió un esposo y te abandonó.

—Nymeria no me va a abandonar —repuso, aunque con cierto nerviosismo.

Algunos vikingos se les atravesaron en el camino conforme avanzaban en las calles cercanas a sus cabañas, hasta que llegaron a una construcción más grande que sobresalía entre el pueblo. Sigrid miró como su padre se adentró al Gran Salón, seguro para tratar los acuerdos, mientras ella dudó un poco.

—Erwan, no es necesario que te quedes aquí —habló Idunn adelante de la kainiana, quien suspiró sin prestar atención al nombrado antes de salir de vuelta.

Teniendo presente los comentarios de los lores hacia ella, decidió que no entraría para escuchar aquello, le faltaba madurez, sí y aunque tratara de no tomarlos en cuenta, simplemente no podía.

Said también permaneció afuera, alegando que iría a conocer el pueblo, Sigrid pensó que en realidad iba a conocer a las vikingas y alzó los hombros, quedándose junto a su primo.

Kristoff aún seguía nervioso y Sigrid no podía culparlo, en Kain había sido rechazado por muchos por el simple hecho de ser un bastardo. El hijo ilegítimo de la princesa de Kain y aunque no todos lo supieran, el hijo de un vikingo. Sus dos padres sufrieron por ello, siendo ejecutados para dar la vida por él.

—¿Viste todos esos dragones? —preguntó de pronto Kristoff mirando hacia el cielo, sacándola de sus pensamientos. Sigrid alzó el rostro para verlos, incluso cuando avanzaban de cercas, los dragones aterrizaban sin temer o atacar—. Esto sí es una utopía de vikingos y dragones.

—Lo sé, así nunca encontraremos a Nymeria —comentó frotando su rostro con sus manos, el vestido comenzaba a hacerla sentir incómoda mientras avanzaban por el lugar, pues los vikingos la veían de manera extraña—. No le hubiera hecho caso mi madre y me hubiera traído otra cosa menos un vestido.

—Sabes que a tu madre no se le niega nada —replicó el rubio con una sonrisa—. Además eres una princesa, relájate, que no es como si nosotros llevemos ropas vikingas igual —respondió el rubio, alzando los hombros.

Todos los soldados de Kain llevaban sus uniformes de soldado que les hacía lucir elegantes, llevaban puestos unos pantalones formales de un azul oscuro, una camisa blanca y el saco del mismo color que el pantalón, con el bordado del emblema de la isla. Iban bastante formales a decir verdad, seguro parecían ridículos para la sociedad vikinga.

—Pero ustedes lucen brillantes —replicó—. Y el uniforme no les molesta.

—Te ves muy linda, relájate —comentó Kristoff con una pequeña sonrisa.

Sin decir una palabra más, ambos continuaron caminando entre el sendero hasta que más adelante reconocieron a Said, quien parecía inquieto. Sigrid se puso a su lado, provocando que el castaño brincase del susto al no haberse percatado de su presencia, ella entonces lo miró con una ceja alzada.

—¿Qué haces aquí? —preguntó en voz baja, viendo hacia donde el miraba.

Entre la multitud había una persona en particular a la que Said observaba, Sigrid entrecerró los ojos hasta verla. Alta, delgada, con el cabello tan blanco que contrastaba con su pálida piel. La miró sin entender nada en lo absoluto, hasta que recordó lo que le contó años atrás.

—Esa chica, ¿ella es...? —Sigrid dejó las palabras en el aire, mirando ahora a su amigo.

—Eso creo —contestó él con un suspiro.

—¿Y qué estás esperando? —preguntó Kristoff de pronto, antes de esbozar una sonrisa maligna—. ¿Te da miedo, Said?

—Cállate, multi-nombres —replicó Said, se quitó el saco de color azul marino que le hacía ver formal, quedando únicamente con una camisa de mangas largas blanca y con botones.

Sin esperar alguna respuesta, Said empezó a avanzar tratando de parecer casual en el camino, doblándose las mangas de su camisa hasta el codo. Sigrid lo miró ahí junto a Kristoff, ambos se encaminaron del otro lado para sentarse sobre unas bancas fuera de una cabaña abandonada y no estorbar en el paso de los fairianos.

—¿Es la que conoció en Vrede, cierto? —preguntó el rubio, rascándose la nuca.

Sigrid asintió, sabía que años atrás se habían conocido por las alianzas que su padre se empeñaba en formar y desde el primer momento en que se vieron, se habían atraído mutuamente, más no pudieron llegar a más cuando los acuerdos se rompieron; sabiendo además que ella era una vikinga y él era un soldado. Algo que al padre de Dhalia Gorm no le agradaba en lo absoluto.

Said se detuvo en medio del patio cuando ella finalmente lo vio y su pecho se sacudió con fuerza por la emoción. Ambos se miraron por unos segundos, antes de que el castaño esbozara una sonrisa radiante al comprobar que sí era ella. Dhalia le miró de la misma forma, impresionada al reconocerlo y con un ligero brillo sobre sus ojos grises, avanzando hasta él. Ninguno de los dos dudó en ningún momento en caminar hasta el otro, sin contener la emoción que sentían de verse después de tanto tiempo. Said besó el dorso de la mano de la rubia en cuanto estuvieron frente a frente, quien al finalizar se lanzó a sus brazos emocionada. Fue un emotivo encuentro para ambos, porque a pesar de los años sin haberse visto, aún se seguían acordando del otro.

No queriendo interrumpir el encuentro entre esos dos, Sigrid se incorporó del banco para retirarse a otro lado y buscar a Nymeria, más no dio ni dos pasos cuando Kristoff la detuvo tomándola de la muñeca.

—Sigrid, Kristoff, esperen. —Said se aproximó hasta ellos minutos después, llevando a la rubia del brazo—. ¿Recuerdan la bella chica de la que les hablé hace un tiempo?

Sigrid se giró para mirarla y esbozó una sonrisa nerviosa, sin mostrar los dientes. Antes de que pudiese decir algo, la rubia se adelantó.

—Mi nombre es Dhalia, Dhalia Gorm. —Se presentó la vikinga con una ligera inclinación que fue respondida de la misma manera por la castaña—. Estoy encantada de conocerlos.

Kristoff fue el primero en reaccionar, extendiendo su mano para estrecharla con suavidad mientras se presentaba de forma educada.

—Es un placer conocerte —dijo Sigrid poco después, con las mejillas sonrojadas. No estaba acostumbrada a conocer nuevas personas—. Said hablaba mucho de ti —añadió, logrando que el castaño se ruborizara y la rubia lo mirase.

—¿En serio?

—Sí, verás, era lo único de lo que hablaba —agregó Kristoff con una sonrisa.

Sigrid se mordió el labio inferior para no reír al ver el rostro del castaño quien, en su defensa, se acercó a una de las fuentes y mojó a Kristoff, empapándolo del cabello. Justo a tiempo, ambas jóvenes se alcanzaron a apartar antes de que el agua les cayese, mientras los dos kainianos se molestaban al otro.

—¡Oh, Dios Mío! ¡Son unos inmaduros! —exclamó horrorizada Sigrid, haciendo que Dhalia a su lado comenzase a reír—. ¿Estás segura de que quieres un amigo como Said? —preguntó poco después cuando ambas fueron mojadas sin querer por un charco con agua.

—¡Son agradables! Pero ya estoy acostumbrada —dijo con una risa.

Antes de que pudiera decir algo Sigrid, Kristoff llegó hasta ellas con la vista en dirección al cielo, algunas gotas caían de su frente y un jadeo escapó de su garganta.

—Ahí está Nym, mejor nos vamos, Sigrid —comentó, girándose para verla—. Ah y sirve que les dejamos solos.

—Fue un placer. —Sin oponerse, Sigrid se despidió de Dhalia y junto a Kristoff ambos avanzaron hasta donde vieron la mancha.

Aunque claro, buscar a Nymeria solo era una excusa para dejarlos solos.

El resto de la tarde estuvieron recorriendo el pueblo, habían encontrado a Nymeria horas antes gruñendo a otros dragones, por lo que ahora, junto a Sigrid, estaban vigilando que no se pelease con ninguno.

Algunos de los fairianos se acercaron hasta ellos para ofrecerles frutas, hasta el momento, todos se habían portado increíblemente bien con ellos a pesar de ser cristianos. Aunque de vez en cuando, una miradita de indignación era dirigida hacia ellos y Kristoff sabía que era comprensible, los mismos kainianos en ocasiones se rehusaban a aceptar vikingos en el reino, como los lores. Algunas costumbres no se podían ir del todo.

Mientras pasaban el rato y buscaban las fuerzas para entrar al Gran Salón junto a los demás, recorrieron las calles de Fair donde había varios puestos de artilugios y demás cosas, Kristoff se detuvo frente a la herrería al ver una espada perfectamente tallada y con gran fuerza.

—¿Es solo hierro, señor? —preguntó al hombre de cabellos rubios, deteniéndose para admirar el arma, Sigrid se detuvo también y miró a sus alrededores.

—De Gronckle —asintió el hombre, dándole forma a la hoja de otra espada, Sigrid miró con curiosidad y el hombre al ver sus rostros con duda, volvió a hablar—. Esos dragones tienen la capacidad de combinar diversos elementos dentro de sus estómagos que luego expulsan de esta forma. —Señaló de un lado derecho, donde había un Gronckle verde escupiendo lo que parecía ser lava anaranjada—. Hace el metal más resistente en las armas, nuestras hachas son más fuertes y duraderas que hechas de hierro común.

—Increíble —murmuró el rubio asombrado, viendo como de ser naranja al enfriarse pasaba de un tono plateado claro—. ¿En cuánto me vende una?

El rubio comenzó a rebuscar entre los bolsillos de su pantalón, asombrado de ver la fuerza de la hoja de la espada. Sigrid, por su parte, se recargó sobre el pequeño muro de madera que tenían en la herrería como mostrador, el hombre al verla señaló una de las armas.

—¿Le gustan las espadas, Alteza? —preguntó este amablemente, señalando las qué tenía colgadas del otro lado.

—¿Alteza? ¿Cómo...? —cuestionó Sigrid con curiosidad en su voz al percatarse que la habían reconocido.

—Es fácil reconocer la hija del Rey —contestó el hombre, haciendo que Sigrid frunciese el ceño, pero luego relajó el rostro cuando escuchó un resoplido dentro del lugar—. Ah, descuide, mi hijo Erwan es un poco amargado —carcajeó.

Kristoff alzó el rostro para ver detrás del hombre un joven de ojos grises. Parpadeó saliendo del shock y se aproximó hasta el mostrador, donde Sigrid respondía al hombre.

—Las espadas son pesadas, ¿qué tal son las dagas?

Kristoff la miró curioso, ¿desde cuándo quería armas? Suspiró.

—Más ligeras y útiles —respondió este, encaminándose del otro lado—. También hechas de hierro de Gronckle, muéstrame tu espada, soldado. —Cuando Kristoff desenvainó su propia espada y se la pasó por el mango, el hombre comenzó a hacer un par de movimientos ligeros con ella—. Ah, es liviana, sí, una daga le sería tan ligera como esta, muchacha. ¿Y tú querías una espada? La podemos hacer en el mismo mango si es que deseas conservarlo —ofreció.

—¿En cuánto me costaría? —preguntó el rubio con curiosidad, sí le pedía prestado al rey, quizás podría completar el precio.

—Eso no importa ahora —comentó el vikingo restándole importancia—. Erwan, ¿por qué no le muestras a la joven las dagas? Quizás haya algunas que llamen su atención —comentó, del otro lado se escuchó como el metal se caía y chocaba con los otros por debajo—. Yo atenderé al joven con su espada.

El vikingo de ojos grises se aproximó hasta la kainiana, sacando un par de dagas. Kristoff, por su parte, estuvo hablando con el mayor sobre espadas y las mejoras de las hojas para que resistiesen en combate. Del otro lado de él, Sigrid casi no hablaba y el muchacho tampoco, la morena estaba concentrada con el ceño fruncido tratando de elegir una daga que al final se arrepintió.

—Sigrid, ¿segura que no prefieres una espada? —inquirió Kristoff con una risa ligera al escuchar la quinta vez que se quejaba por ello.

—Mhm, no, demasiado pesada —dijo ella segura—. Bien, llevaré esta. —Señaló una daga de adornos carmesíes con las ramas de un árbol y algunas hojas caídas.

—¿Segura? —preguntó el ojiazul mirando a su prima, quien asintió segura—. Bien, señor, sobre el pago...

—Beban con nosotros durante la cena una buena copa de hidromiel y con eso queda pagado —dijo el hombre—. En cuanto la espada esté lista, mi hijo Erwan se la llevará.

—Señor, ha sido muy amable con nosotros —expresó Kristoff realmente sorprendido—. No lo olvidaremos, gracias.

—No tienen nada que agradecer y, por favor, llámenme Haakon.

Unos minutos después, los dos primos atravesaron las puertas de caoba del Gran Salón, haciéndose paso entre la fortaleza hecha con muros altos de roca, antorchas a los alrededores y una mesa larga extendida horizontalmente al frente. Había una silla con la similitud a un trono en medio de esta, Sigrid supuso era la silla de la jefa. Mientras avanzaban, Sigrid pudo ver como en las paredes se encontraban varias figuras talladas de distintas clases de dragones.

Después de estar en la herrería, habían considerado conveniente mostrar señales de vida y de que el rubio dejase de evitar a sus primos. Ahora ambos avanzaban hasta las sillas desocupadas que tenían a un lado del Rey, donde aprovecharon a sentarse sin llamar demasiado la atención, lo cual no funcionó cuando Branden se incorporó al verlos llegar.

—Aprovechando que ya estamos todos —habló el Rey, dedicando una mirada a Said desde el fondo, que hablaba animadamente con la rubia, para que prestase atención—. No había tenido la oportunidad de presentarles adecuadamente a mi sobrino, Edvard, su primo también —dijo en dirección a los hermanos Kerr.

Kristoff tragó saliva con dificultad, aunque no le sorprendió en lo absoluto, el rey solía ser así a menudo en soltar las cosas sin pelos en la lengua. Los dos hermanos se pusieron de pie tan rápido como escucharon, se acercaron con lentitud para verlo, haciendo que Kristoff mirase nervioso a las paredes del salón. La primera en llegar hasta él fue Idunn, quien sabía que tenía un primo, pero no le conocía.

—¿De verdad eres tú? —preguntó la jefa de Fair, analizando su rostro, como si estuviese tratando de encontrar una similitud con ellos. El rubio asintió lentamente, conmocionado—. Te pareces a abuelo de joven —soltó poco después.

No hubo tiempo de decir algo al respecto cuando ella se acercó, rodeándolo en un abrazo que conmovió a los presentes y a ellos mismos. Kristoff correspondió en seguida, algunas lágrimas bajaron de sus mejillas. No importaba que tan mayor fuese, había vivido en medio del maltrato así como las burlas de los lores, haciéndole sentir insuficiente consigo mismo que, tener a alguien que lo aceptara tal cual y como era, le hacía sentir que no todo lo que estaba viviendo era tan malo. Que tenía familia (aparte de Said, Sigrid y sus tíos) que valoraba el tenerlo.

Fue el turno entonces del pelirrojo en llegar a él, le abrazó y dio unas palmaditas en la espalda, sonriéndole sin mostrar los dientes. Cuando se separaron, Hansen miró a la mesa para ver como Said alzaba los pulgares en su dirección, dándole apoyo a pesar de sus peleas rutinarias infantiles. Sigrid, sentada, se secaba las lágrimas bajo sus mejillas; haciendo que el rubio riese ligeramente por ello, calmándose a sí mismo, para mirar a su prima.

Se sintió afortunado, porque después de tantos años, comenzaba a creer que ya tenía una familia completa.

∘ Me parece prudente explicar que a partir de este momento, comenzarán a encontrar más referencias en mi Fanfic con el de b-barnes en su historia WTTF, ya que nuestras historias se conectan, mayormente en personajes y tramas, aunque acontecen en un universo alternativo. No es obligatorio leerlo, pero yo lo recomiendo para que conozcan un poco mejor a sus personajes y su isla <3

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