era normal ir por la calle y encontrarse personas con sus enredaderas ya hasta por el cuello, bastante común ver como la gente moría por aquel amor.
pero para él una cosa era ver a aquellas personas con sus miradas depresivas andar por su lado, y otra muy distinta era pasar a ser uno de ellos. no quería, pero ahí estaba.
tenía miedo, muchísimo, la idea de tener que morir le hacía temblar de pies a cabeza y eso sumado a que su amor no era correspondido le hacía sentir horrible, sintió una punzada en su pecho y se vio obligado a agarrarselo y caer de rodillas. nuevamente las lágrimas comenzaron a caer una tras otra.
no quiso contarle a nadie aún después de varios días, todo iba muy normal, sus enredaderas aún no se habían expandido lo suficiente para que se vayan notando, apenas llegaban a sus rodillas, por lo que podía ocultarlas perfectamente. aunque todavía no había podido lograr eliminar esos sentimientos.
pero olvidó lo bien que le conocía su amor, su veneno. fue el primero en notarlo, le había hecho ir a su casa, donde ninguna otra persona pudiera verlos.
encerrados en la habitación, le levantó el pantalón desde su parte inferior, y le señaló lo que para él era hasta ese entonces su secreto.
—¿por qué?— inosuke finalmente se atrevió a verlo a los ojos, estaba molesto. — ¿por qué lo ocultaste?