Odio Profundo |BL| ©

By Mila_Darkness

5.7M 562K 731K

Dominik Evans es un joven introvertido, preso entre las paredes de su propio hogar. Maltratado por la persona... More

• Introducción
• Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Laguna Inestable

Capítulo 29

95.5K 9.7K 13.5K
By Mila_Darkness

Entre imágenes brumosas consigo ver un callejón sucio, incluso puedo sentir el olor a basura pudriéndose. Detrás de algunas cajas viejas se encuentra Aaron, quien ya no parece tan pequeño como en otros recuerdos. Su uniforme escolar está desarreglado: hay tierra desde el pantalón gris hasta su camiseta azul, haciéndolo lucir andrajoso. Él observa una caja en particular, enseguida estira ambos brazos y los introduce dentro de ella. Varios maullidos resuenan por el lugar, sorprendiéndome. El rubio acuna a un gatito negro contra su pecho, este se acurruca gustoso.

—Deseaba tanto verte, Principito —le habla al felino—. Quería darte mi almuerzo pero Evans me lo quitó otra vez. —Acaricia su diminuto cuerpo, recibiendo ronroneos como respuesta—. Ni siquiera quiso comer tu sándwich: lo tiró al suelo y le escupió encima, luego comenzó a pisarlo hasta dejar solo destrozos, no podía traerte algo en tal condición.

Tiene los ojos hinchados, definitivamente estuvo llorando. También posee grandes ojeras, no ha estado descansado bien. Necesito abrazarlo ahora mismo, la culpa consume mi ser.

—No te pongas triste, tengo buenas noticias —comunica mientras se recuesta contra una pared, dejando al gatito sobre su regazo—. Saqué la calificación más alta de la clase, todo gracias a ti. Debíamos crear un cuento que incluyera a nuestra familia, entonces narré cómo te conocí. Tuvo el final más feliz de todos: papá dejaba de ser alérgico a los gatitos, y me permitía tenerte en casa.

Escucho pasos acercándose, Aaron levanta la cabeza con evidente temor. Al instante el ambiente se torna oscuro, como si toda felicidad fuese absorbida por una entidad maligna. Mi cuerpo no quiere voltearse porque sabe qué encontrará si lo hace. Y estoy en lo cierto; enseguida visualizo aquel cabello negro cual ébano, impecable al igual que su uniforme. Dominik malvado está allí con una sonrisa tétrica en el rostro.

¿Cómo puedo tenerme tanto miedo?

Algunas personas sienten temor de sí mismas, muchas veces está relacionado con el pánico a perder el control y cometer locuras, pero no es mi caso. Yo le temo al niño que una vez fui, a ese recuerdo doloroso que vuelve reales mis peores pesadillas.

—¿Por qué me seguiste? —cuestiona Aaron levantándose del suelo, envolviendo a su gatito protectoramente. El pelinegro camina con seguridad, cada paso es más intimidante que el anterior.

—Quiero saber a dónde va mi mascota cuando las clases acaban. —Se detiene frente a él, divertido—. Incluso escapé del chofer por ti, sabes que no me permiten regresar solo, sino te seguiría siempre.

—¿H-Hay algo que necesites? —tartamudea aferrándose al felino, quien le maúlla inquieto.

—Sí, Miller. —Entrecierra los ojos—. Dame tu mochila.

Aaron no replica, se da media vuelta y la busca con su mirada, encontrándola cerca de aquellas cajas. Rápidamente camina hasta allí, agachándose para tomarla mientras vuelve a incorporarse.

—Buen chico —contesta Dominik malvado cuando el niño le entrega la mochila.

Comienza a revisarla sin ningún cuidado, dándola vuelta haciendo que todos los objetos se estrellen contra el suelo, entre ellos un llamativo libro. Parece llamar su atención porque de inmediato lo recoge, observándolo interesado.

—Devuélvemelo, por favor —apenas consigo percibir su voz, está aterrado,

—"Le Petit Prince", una edición especial. —Balancea el libro, restándole importancia—. Es muy valioso, debió costar más de lo que tu pobre y patética familia podría pagar.

—Cumplí años la semana pasada. —Varias lágrimas recorren su rostro—. Mis padres ahorraron durante meses para regalármelo.

—Es tan conmovedor —bufa negando con su cabeza—. Y sé que fue tu cumpleaños, naciste un repugnante once de mayo. —Analiza la portada del libro, pasando varios dedos sobre ella. Es completamente azul, pero el título resplandece con su color dorado—. Todavía no te he dado mi regalo, mascota.

Sonríe cínicamente mientras abre de forma bruta ese bello libro, destrozándolo en el acto. Arranca las hojas sin piedad alguna, todo el callejón es llenado por gritos ahogados. Aaron está inmóvil, observando cómo su preciado regalo es destruido. Los músculos se le tensan, la furia comienza a ser visible en aquellos ojos grises.

¡Quizás mi familia sea pobre y patética pero por lo menos me quieren, tú tienes demasiado dinero pero se nota que no le importas a nadie! —grita impotente, el gatito baja las orejas, asustado—. ¡Mereces cada golpe que te da tu padre! —Sus mejillas comienzan a ponerse rojas, las manos le tiemblan.

El silencio cae sobre ellos, lo único que se oye es la respiración agitada del rubio. Si antes el ambiente era tenso, ahora es letal y corrosivo. Dominik deja caer los pequeños trozos de papel que aún estaban en sus manos.

—Dame al gato —ordena fríamente.

Enseguida el pánico me atraviesa, temiendo lo que pueda llegar a ocurrir. Tal vez estoy atrapado en otra pesadilla, debe ser así. Nada de esto pasó, no soy ese niño.

—¿P-Para qué? Principito n-no te ha hecho nada —solloza comprendiendo la gravedad de sus palabras.

Todo ocurre demasiado rápido: el pelinegro arremete contra Aaron, tirándolo al suelo de un fuerte empujón. Hay genuina maldad en su mirada, una furia abrasadora que no debería existir en ningún niño. Él ni siquiera lo piensa, patea la cabeza del pobre chico a sus pies. Principito salta ante el violento acto, Dominik se da cuenta y va tras él.

Es una pesadilla, todo estará bien.

Pronto despertaré.

—¡No! —grita desesperado mientras intenta levantarse, mas no puede conseguirlo, el golpe que sufrió lo dejó aturdido. Un hilo de sangre cae desde su frente hasta la barbilla.

—Debes ser castigado, Miller —responde capturando al gatito, apresándolo con ambos brazos. El pequeño trata de escapar rasguñando su mano inútilmente.

—Sí, yo debo ser c-castigado, no él. —Al fin logra levantarse, aunque un poco desorientado—. Déjalo ir y haz lo que quieras conmigo, p-por favor.

—Así no aprenderás la lección —dice sin ninguna emoción en el rostro.

Rápidamente introduce una mano dentro de su bolsillo, me congelo cuando noto qué objeto está sacando: una navaja filosa. Aaron lo mira aturdido, todo el cuerpo le está temblando. Quiere acercarse pero sus rodillas ceden haciéndolo caer, ocasionando que se golpee brutalmente. La navaja atraviesa al pobre animal, quien suelta un alarido desgarrador.

—¡Basta, E-Evans! —grita cubriéndose el rostro, sollozando—. Es mi m-mejor amigo.

Necesito vomitar.

Dominik continúa hiriendo a Principito, ofreciéndome un acto grotesco y deplorable. No puedo hacer nada más que observar al monstruo frente a mí, deseando escapar. Los maullidos lastimeros cesan, el cuerpo sin vida cae en un charco de sangre.

Hay demasiada.

—Ya no tienes mejor amigo —sonríe caminando hacia Aaron, agachándose para quedar a su altura—. Pero no es suficiente castigo. —Lo toma de la camiseta andrajosa y empieza a quitársela—. Tienes que recordar esto por siempre.

El niño no reacciona, deja que ese monstruo dé vuelta su torso desnudo. Dominik empuña la navaja, deslizándola sobre aquella pálida piel.

Una enorme "P" es tallada en su espalda.

Pero él no emite ningún sonido. 

—¡Déjalo! —grito levantándome de golpe, desorientado. El sudor cae por mi rostro, tiemblo sin parar mientras las náuseas aparecen.

Varios sollozos se me escapan, intento controlarlos pero no tengo éxito. Tengo tanto miedo, solo quiero desaparecer, perderme para siempre. Si esa pesadilla es un recuerdo, nunca más podré ver mi reflejo sin desear destrozarlo.

Necesito confirmar que fue falso.

—¿Estás bien? —pregunta alguien con genuina preocupación, enseguida miro hacia la derecha: Aaron está apoyado sobre su codo, tiene un brazo rodeando mi cintura. Aparto la vista incapaz de enfrentarlo, él se incorpora cuando entiende que no le responderé—. ¿Algo anda mal? Estás temblando demasiado, ¿tienes frío? Puedo aumentar la calefacción si quieres.

Verlo preocupado solo me hace sentir más culpable y roto, no lo merezco. Mis pensamientos empiezan a volverse erráticos, confusos. Apenas puedo respirar, es como si estuviera siendo enterrado vivo: estoy entrando en pánico. Observo la estantería contra la pared, intento clasificar los libros de mayor a menor tamaño. Parece funcionar porque lentamente me estabilizo, todo bajo la atenta mirada del rubio.

—¿Puedo pedirte un favor? —pregunto enderezando el cuerpo, nuestras narices se rozan.

—Claro, dime qué necesitas —habla tomando mi mano, su calor consigue relajarme un poco.

No hay vuelta atrás.

—Quítate la camiseta —ordeno decidido, él sonríe de forma traviesa.

—¿En serio quieres hacerlo ahora? —Sus dedos se deslizan entre mis piernas, al instante lo detengo.

Me inclino hacia la mesa de noche, prendiendo mi lámpara cuando logro alcanzarla. Aquella luz amarillenta y tenue inunda nuestra habitación, ahora puedo verlo mejor.

—No —respondo suavemente, Aaron alza las cejas en confusión. Quisiera explicarle más pero no sabría cómo hacerlo —. Solo hazlo, por favor.

Él parece notar la súplica en mi voz porque enseguida se quita dicha prenda, dejando a la vista su abdomen trabajado. En cualquier otra ocasión estaría complacido, incluso ansioso por tocarlo entero, pero hoy no es el caso: un profundo miedo domina cada centímetro de mi cuerpo.

Debes hacerlo, Dominik.

Aaron me observa expectante, analizando los movimientos que hago, respiro hondo sintiendo cómo el pánico va creciendo nuevamente. Rodeo al rubio moviéndome con una lentitud rigurosa, él se mantiene inmóvil. Termino posicionado frente a su espalda, temiendo bajar la mirada y encontrar aquella horrible verdad. Los hombros del rubio están tensos, parece bastante incómodo, necesito apurarme ahora mismo. Comienzo a examinarlo, mi corazón late demasiado rápido al notar el inicio de una gran cicatriz.

No...por favor, no.

Varias lágrimas me nublan la visión, solo puedo quedarme congelado. Maté a un pequeño gatito, arrebaté su vida como si no importara. Destrocé al niño que lo amaba, marcándolo cual ganado y dejando una huella que nunca podrá borrar. Aprieto ambos puños con fuerza, deseando golpearme hasta olvidar el crimen que cometí.

Lo siento tanto, Principito —murmuro inconscientemente, cegado por la violenta revelación. Mi cuerpo es empujado contra la cama, en ese instante fuertes manos me toman del cuello.

Aaron está ahorcándome.

—¡¿Por qué tuviste que mencionarlo?! —Sus ojos están cristalizados, rotos. Enseguida se sube a horcajadas sobre mí, sin soltarme—. ¡¿Cuál es tu maldito problema?!

—P-Pensé que era una pesadilla —susurro con voz ronca y apagada—. Apenas recuerdo mi infancia, creí que p-podría ser falso. —Mis dedos temblorosos acarician su rostro, él se resiste—. Perdóname, fui un completo monstruo.

Quiero seguir hablando pero me detengo al ver cómo aquella mirada herida pasa a convertirse en una enfurecida.

—¿Estás diciendo que no recuerdas nada de lo que me hiciste? —cada palabra es pronunciada detenidamente, usando un tono siniestro.

Le oculté ese hecho desde el principio, creyendo que nunca necesitaría decírselo. Ahora comprendo que estaba equivocado, Aaron siempre tuvo derecho a saberlo. Seré honesto por su bien, merece conocer la verdad.

—Solo recuerdo algunas cosas —confieso, él ríe con amargura haciendo que mi corazón duela—. Supongo que no las suficientes.

—Es tan irónico... —murmura acercando su rostro al mío—. Mientras tú puedes olvidar todo el daño que causaste, yo debo recordarlo día tras día. —Una mano me toma bruscamente del cabello obligándome a mirar esos ojos devastadores, la otra continúa asfixiándome—. Y encima te disculpaste en mi maldita cara por cosas que ni siquiera recordabas.

—¡Escúchame, por favor! —grito desesperado, jadeando ante el ardor que provoca su agarre—. Nunca olvidé nada, cada recuerdo siempre estuvo bloqueado en mi mente, no es algo que pueda controlar. Tarde o temprano recordaré todo otra vez, lo sé.

—Es demasiado conveniente para ti, ¿no? —susurra contra mi oído, la piel se me eriza—. El pobre Dominik Evans sufre amnesia, impidiéndole recordar el bastardo que fue, pero repentinamente su memoria vuelve por arte de magia —escupe con sarcasmo—. ¿Crees que me tragaré tu estúpido cuento?

—E-Estoy siendo honesto. —La tristeza logra hacerme sentir muerto, abandonado—. Recuerdo al menos cinco momentos donde te lastimé, y sé que no es mucho pero... —El aire empieza a faltarme, Aaron está ejerciendo más presión sobre mi cuello. Pongo ambas manos encima de su pecho, intentando apartarlo.

—¡Qué bien, Evans! —suelta iracundo, el odio puede sentirse—. ¡Fueron seis putos años de abusos y tú solo recuerdas cinco cosas! —Una lágrima impotente se le escapa, atravesando su mejilla—. ¿Por qué me odiabas tanto? ¿Por qué mataste a mi gatito?

Quiero morir.

—N-No lo sé. —sollozo entre jadeos, viendo borroso. Aaron va perdiendo el control, su cuerpo tiembla demasiado y se aferra a mí con violencia—. Necesitas calmarte, tú no quieres esto. —Mis dedos rozan los suyos, haciéndolo estremecer—. Puedes herirme si lo d-deseas, pero ambos sabemos que n-no es así.

—Ahora lo entiendo...—murmura sombríamente, bajando la mirada hacia aquellas manos que cortan mi respiración—. Todo lo que pasó entre nosotros, cada una de tus acciones, fueron para manipularme.

¿Qué?

—E-Estás equivocado —tartamudeo clavando las uñas en él, si continúa ahorcándome voy a desmayarme.

—¡No! —Me aprieta con más brutalidad, aparecen varios puntos negros—. ¡Soy un idiota! ¡Tuve que haberlo notado antes! —grita rompiéndose—. ¡Buscabas bajarme la guardia para hacer que cayera por ti y no te hiciera daño! ¡Lo único que deseabas era mantenerte seguro! ¡Nunca te gusté realmente, solo jugaste conmigo!

—¡Jamás haría una mierda así! —grito desgarrando mi garganta, mareado.

—Solías llamarme "maricón", y mírate ahora, abriendo las piernas para mí cuando se me da la maldita gana —escupe mordaz—. Toda tu vida odiaste a los homosexuales, pero aún así dejaste que te follara tan fácilmente... —Hay desprecio en cada palabra, incluso asco.

Me destroza saber que todo su odio ha vuelto, nuevamente quiere herirme. Este tipo de dolor es diferente a cualquier otro, consume la mente con rapidez, volviéndola inestable y caótica. No soportaría que todo volviese a ser como antes, lo evitaré sin importar el costo. Ahora sé quién es Aaron Miller en verdad, conozco al niño que se esconde detrás.

Tengo que salvarlo.

—Yo quería —hablo obteniendo su atención, por fin disminuye el agarre sobre mi cuello, permitiéndome respirar—. Nunca entregaría mi cuerpo a cambio de nada, mucho menos lo utilizaría para manipularte. —Me estiro hacia él, besando con suavidad esos dulces labios—. No podría jugar contigo sin caer también, perdería.

Al instante siento un fuerte golpe en el rostro, aquel triste sabor metálico aparece. Aaron se incorpora, mirándome desde arriba mientras aprieta los puños.

—Mientes bien, Evans —sonríe lamiéndose el labio inferior—. Aunque algo es cierto: amas que te folle, tu cuerpo no podría engañarme. —Pasa una mano sobre mi pecho, retrocedo ante su toque, asustado—. Cómo tiemblas cuando me vengo dentro de ti, esos gemidos lascivos... ¿Tanto adoras ser sometido por tu peor enemigo?

Mi sangre se congela al ver la mirada salvaje y desquiciada que posee, el miedo empieza a controlarme. Soy tomado con brusquedad, varios dedos agarran mi cintura violentamente. Trato de moverme pero él no lo permite: ejerce más fuerza, presionándome contra la cama. Su mano aparta mi barbilla sin ningún cuidado, dejándome el cuello expuesto.

—¿Aaron?... —susurro temblando, incrédulo. Apenas consigo escuchar nuestras respiraciones aceleradas, todo lo que me rodea es borroso, confuso.

Debo estar atrapado en otra pesadilla.

La única respuesta que recibo son unos filosos dientes clavándose sobre mi hombro, haciéndome jadear. Muerde lleno de odio y resentimiento, desgarrando la indefensa piel a su paso. Quiero que me suelte pero hay una voz gritándome "déjalo continuar, mereces esto", entonces solo puedo obedecerla. El dolor no es tan insoportable cuando estás paralizado, los rasguños se transforman en pequeñas caricias, cada golpe pierde importancia.

No logro comprender la gravedad del asunto hasta que siento cómo Aaron detiene su ataque para separar mis piernas, metiéndose entre ellas. Comienza a tocarme por encima del pijama usando demasiada fuerza, el pánico aparece.

—¡Detente! —grito golpeando su pecho, desesperado. Recibo otro brutal impacto en la mejilla, varias lágrimas calientes se me escapan.

—¡Quédate quieto! —gruñe tomándome de las muñecas con rabia, poniéndolas sobre mi cabeza. No le importa lo que siento, solo quiere lastimarme.

Mi lado autodestructivo necesita decirle que se vengue, que haga lo que desee conmigo porque lo merezco. Dañé a un animal inocente, destruí cosas que eran importantes para él y es injusto, pero de nada le servirá desquitarse así. El chico sobre mí es otra persona, alguien controlado por el resentimiento que hará cualquier cosa para saciarlo. Aaron se arrepentirá más tarde, lo sé.

Él no quiere lastimarme.

—Te daré lo que tanto pides. —Libera una de sus manos para enseguida comenzar a bajarme el pantalón, mi estómago se revuelve de la impotencia. Nadie debería tocar a otra persona sin su consentimiento, nunca.

—¿D-De verdad quieres continuar con esto? —sollozo con voz quebrada, muerta—. Aaron, p-por favor. —Él se niega a levantar la vista—. ¿Te haría sentir m-mejor destruirme así?

—Deseo destrozar cada maldita parte de ti —sisea clavando las uñas en mis caderas, suelto un quejido lastimero—. Te odio, Evans.

Aquellas palabras me atraviesan como dagas, matando cualquier esperanza que pudiese tener.

—Entonces hazlo. —Su mirada asesina cae sobre la mía. Noto lo tenso que tengo el cuerpo y me fuerzo a relajarlo, abriendo las piernas—. Si solo sientes odio por mí, si realmente quieres convertirte en un violador, continúa.

Al instante Aaron se aparta como si tocarme fuese doloroso, parece aturdido. Lo empujo antes de que algo más ocurra y corro hacia nuestro baño, encerrándome en él. Me hinco sobre el inodoro sin poder aguantar las náuseas, sintiendo cómo la bilis sube por mi garganta.

No tardo en vomitar. 



Continue Reading

You'll Also Like

261K 33.4K 53
A sus dieciséis años, parecía que Mar ya tenía bastante de qué preocuparse con la escuela, su trabajo de medio tiempo, sus amigos y la relación con s...
288K 29K 49
Lo último que Miguel recuerda antes de recibir la llamada con la noticia que su mejor amiga murió, es lavar sus manos de sangre y que alguien lo esta...
3.2K 175 7
Daniel no sabía el roadtrip de emociones que iba a vivir en su último año de carrera. Soplando las velas de su vigésimo primer cumpleaños deseó tener...
30.8K 2.7K 14
Es una obra protegida con documentos legales. Queda prohibida su copia o reproducción total o parcial. Cuando Samuel Da Silva y William Delz fueron a...