Sailor Moon: Hija de la Luna

MMODario द्वारा

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NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE NAOKO TAKEUCHI, YO SOLAMENTE ME DIVIERTO ESCRIBIENDO ESTAS H... अधिक

PREFACIO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 3

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MMODario द्वारा


Sentía el cuerpo ligeramente entumido y no sabía la razón. Quiso moverse, pero no podía hacer que su cuerpo reaccionara. Era como si sogas invisibles ataran sus muñecas y tobillos, impidiéndole cualquier movimiento. Abrió los ojos lo más rápido que pudo, y reconoció inmediatamente el lugar.

Era su habitación, oscurecida por la noche.

-Has despertado muy rápido—dijo Alexandra, parándose delante de Darien con una rosa negra en sus manos.

-¿Qué quieres? ¡Suéltame!—demandó, con furia.

-No te tengo atado—al mirarse comprobó que era cierto—Pero, sí encantado.

Alexandra mostró entonces el medallón que colgaba de su cuello. El emblema que en él estaba grabado le parecía de lo más familiar a Darien, quien no atinaba a recordarlo del todo.

-¿Qué quieres mi señor, esto?—preguntó, mostrándole el circular objeto—No lo tendrás ni ahora ni nunca.

-Más te vale dejarme en libertad.

Alexandra río.

-¿Tú, dándome a mí órdenes? Estás loco, querido.

-¡No tan loco como tú! ¿Qué quieres?

-Nada. Solamente advertirte.

-¿De qué?

Alexandra hizo que del medallón saliera una intensa luz verdosa, que cubrió toda la habitación. Entonces, frente a Darien aparecieron imágenes borrosas que no podía distinguir,

-¿Qué...?

-Robado, pero es un poder muy grande ¿No lo cree, majestad?—dijo su título con burla.

-¿De qué hablas?

-¡De esto!

Con un movimiento, los pétalos negros de a rosa se dispersaron en un torbellino que pronto llegó a Darien. El chico cerró los ojos cuando el viento se hizo tan negro como la flor, abriendo los ojos sólo cuando escuchó una voz suave y dulce, con la que llevaba soñando bastante tiempo.

-¿Y por qué no, mi princesa?—decía un sujeto, completamente desconocido para Darien. Vestía una armadura que le parecía ligeramente familiar.

-¿Y por qué sí, príncipe?—contestaba Serena, con ese blanco vestido que la distinguía como princesa del Milenio de Plata, en el lejano pasado.

-Veo que sois bastante lista, mi señora—dijo, juguetón.

-¡No, soltadme!—respondió Serenity entre risas, mientras aquel príncipe la sujetaba por la cintura para hacerla dar miles de vueltas.

-¡Hasta que pidáis perdón!

-¡No!

-Tú lo habéis querido.

Y la tumbó con suavidad en el césped, con flores, donde le hizo unas pocas cosquillas. Eso, antes de acercar lentamente su boca a la de ella.

-¡NO!—gritó Darien, saliendo de esa pesadilla para caer de golpe a la realidad.

-Mi príncipe de pacotilla, antes de irme, quiero decirte una sola cosa—habló Alexandra con firmeza—Eso no era un sueño, sino un recuerdo muy profundo de tu subconsciente.

Y dicho esto, los pétalos negros se esfumaron así de rápido como desapareció la enviada del enemigo. Darien, entonces, recuperó el control de su cuerpo y consiguió pararse. Sudaba mucho por los celos intensos que destrozaban su interior, a pesar de ser un sueño, no por eso dejaba de verse condenadamente real.

-No pienses en esas cosas—se reprendió a sí mismo.

La luna desapareció cuando el sol hizo su entrada por el horizonte.

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Tanto Inners como Outters se enteraron pronto de que Rei había caído en el mismo estado de inconsciencia que Amy. Lo doctores permanecían desconcertados al no encontrar explicación alguna a su intensa debilidad. No era posible extraer la energía de cada célula en el cuerpo humano, simplemente esa tecnología aún no existía ¿Entonces, cómo era que precisamente eso le hicieron a las dos jovencitas que, además, eran amigas?

La policía comenzó a sospechar. Pero eran simples niñas y dudaban de que estuvieran involucradas en asuntos mayores. A distancia las espiaban, ninguna de había percatado aún de eso.

Darien no le contó a nadie sobre ese encuentro que tuvo con la mujer esa, Alexandra. Las Sailor decidieron reunirse ahora en el parque de la ciudad número diez, en vista de que el Templo Hikawa se había quedado sin sacerdotisa por tiempo indefinido.

-Siento que las cosas se nos están saliendo de control—admitió Mina, con rostro serio y pensativa expresión. Estaba recargada en el respaldo de una banquita, con los brazos cruzados y bajo la sombra de un árbol.

-No lo podemos negar, y lo peor es que no sabemos ni tenemos idea de lo que está pasando—concordó Lita, mirando a las demás scout que parecían sopesar algo.

-Setsuna—habló Haruka— ¿No tienes alguna información que puedas darnos?

-Para serles franca—respondió la mujer—No sé tampoco lo que está pasando. No recuerdo que algo como esto sucediera y la puerta del tiempo ha tenido fuertes temblores últimamente.

-¿Se ha afectado Tokio de Cristal?—preguntó Darien preocupado.

-No, para nada. Por eso es más extraño.

Michiru se movió sentándose en la banca al lado de Haruka, suspiró pesadamente antes de hablar.

-Mercury y Mars están inconscientes, la princesa ha estado en coma desde hace mucho tiempo y nuestros poderes van disminuyendo día con día. Este panorama no nos brinda ninguna ayuda.

-Dinos algo que no sepamos Michiru—la voz de Lita sonaba contenida, malhumorada como estaba eso solo empeoraba su genio. La delicada mano de Hotaru se posó sobre la de Júpiter y con una sonrisa le calmó.

-No debemos en estos momentos ser pesimistas—habló la menor de todas—Debemos mantenernos unidas si queremos vencer a este nuevo enemigo. Ahora es cuando más nos necesitan nuestras amigas.

-Tiene razón—Mina abrió los ojos y bajó los brazos—Pero no por eso resulta ser algo sencillo.

-Las cosas últimamente no lo han sido—Luna y Artemis, que habían presenciado todo sin decir ni pío, finalmente dieron su punto de vista:-Pero tómenlo como una experiencia nueva para fortalecerse, chicas. Ya saben que siempre resulta todo bien.

El ambiente se aligeró un poco pero no demasiado. Las Sailor estaban demasiado angustiadas y tensas como para relajarse lo suficiente. Sentían al enemigo pisándole los talones y ellas sin el poder ni la confianza suficiente para hacerle frente.

-Iré para ver a Serena. —dijo Darien, yéndose a paso lento sin esperar respuesta por parte de las demás.

-Pobre Darien—dijo Mina.

-El príncipe es quien más ha sufrido con todo.

La silueta del chico desapareció a lo lejos, pasaban minutos sin que nadie rompiera aquella esfera de silencio. Que, sin embargo, cedió cuando un estruendoso rayo cayó cerca de ellas y las tumbó en diferentes direcciones. Las personas que estaban en el parque gritaron de miedo y pronto el desorden y pánico invadió el lugar.

-¡El enemigo!—gritó Lita, parándose y escondiéndose detrás de un arbusto, donde gritó con todas sus fuerzas— ¡Por el poder del cristal del planeta Júpiter, transformación!

Simultáneamente, más gritos opacados por el barullo se dejaron oír. Cada uno llamando a un planeta diferente, emitiendo una luz distinta y creándose bajo la energía de diferentes influencias.

Alexandra miraba todo desde lo más alto de un edificio y sonrió creídamente cuando los pequeños hologramas en su aparato de mano le revelaron las identidades secretas de las Sailor Scout. Provocarlas había sido muy fácil y las cámaras ocultas le dieron toda la información que ocupaba en esos momentos ¡Pero que tontas eran las Sailor de ese tiempo! Recordaba vagamente que en el pasado eran mejores.

Satisfecha, con un simple movimiento de mano dejó que cinco poderosos rayos de energía oscura golpearan el exacto lugar donde estaban cinco de las guerreras scout. Las explosiones fueron intensas y crearon una gruesa cortina de polvo donde pudo ocultarse sin que nadie la viera.

-¡Es una trampa!—gritó Sailor Uranus—Tengan mucho cuidado.

Tanteaba el lugar, buscando formas conocidas, pero nada estaba a su alcance.

Sin embargo, todas pusieron sus sentidos al máximo cuando escucharon la inconfundible voz de Michiru soltar un alarido de dolor.

-¡NO!—gritaron las Scout, pero era demasiado tarde.

El grito se extendió para finalmente desaparecer, y con él, una ventisca de fuertes vientos disipó el polvo. Michiru, vistiendo su uniforme de colegiala, estaba pálida y tumbada sobre la acera de la plaza. Delante suyo una hermosa mujer sostenía en sus manos un diamante negro que brillaba en color azulado.

-Me tienen muy decepcionada—dijo la mujer—Esperaba más de las famosas Sailor Scout. Tal parece que son unas debiluchas sin poder real.

-¿A quién llamas debilucha, cobarde? ¡Valiente forma de atacarnos a nuestras espaldas!

-resultaría menos humillante que verles los rostros cuando caigan vencidas a mis pies ¿No?—contestó irónica.

-¡Tierra, Tiembla!—gritó Uranus, llena de furia. Pero su ataque fue fácilmente esquivado por Alexandra.

-¡Grito, Mortal!

-¡Ataque de Hojas de Roble de Júpiter!

-¡Beso de amor y belleza de Venus!

Los ataques se hicieron uno y la poderosa energía se acercó peligrosamente a su enemiga. Pero Alexandra no movió ni un dedo. La barrera de energía que se alzó frente a ella no sufrió ni un raspón cuando el ataque de las Sailor rebotó en ella. Las Scout tuvieron entonces que escapar de sus propios ataques, devueltos con mayor fuerza, pero la explosión fue demasiado fuerte como para salir ilesas.

-Mi consejo es que entrenen—dijo Alexandra, mientras miraba a las heridas Sailors-me gustaría al menos tener una pelea decente con ustedes antes de mandarlas al otro mundo.

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Darien había pasado buena parte de la tarde sentado al lado de Serena. Verla le consolaba, aunque también le dolía. Era espantoso ver en una inconsciencia plena al ser que siempre estaba riendo, jugando y desbordando una energía llena de jovialidad y bondad.

Viéndola, sintió algo de paz. Pero la tranquilidad desapareció cuando la puerta se abrió de manera abrupta, revelando a una llorosa Mina.

-¡Darien, algo malo ha pasado!—dijo, a lo que el chico se apresuró en salir de la habitación y quedarse en el pasillo con Mina.

-¿Qué pasa, Mina?

-¡Es Michiru!

-¿Qué tiene?

-Está igual que Amy y Rei.

-¿Qué?

Explicó sin muchos detalles la breve pelea que tuvieron en el parque y cómo Sailor Neptune había sido atacada por sorpresa, cayendo en ese lamentable estado del que tanto temían.

-Esto no es ya nada bueno.

Los dos siguieron hablando, sin saber siquiera que aquella rubia postrada en la cama llevaba todos esos meses de coma escuchando cada una de las conversaciones que habían tenido con ella. Serena sabía lo que estaba pasando y luchaba afanosamente por moverse, por tratar de ayudarlas, pero conforme más tiempo pasaba más difícil le era interactuar con el ambiente.

La puerta se cerró, mientras Darien y Mina fueron a ver a las tres scout que estaban desmayadas. Al borde de la muerte. Entonces, sin que nadie viera o supiera, una pequeña lágrima se deslizo por la mejilla de Serena. Lloraba silenciosamente por el dolor de sus amigas y saberse inútil ¡Quería ayudarlas! Pero ¿Cómo?

Bueno, corrección, el príncipe Antheus sí la miró.

-Mi pequeña princesa, sabes bien cuál es la solución a vuestro problema ¿Verdad?

No. Respondió susurrante la voz de Serena, entre pensamientos.

-Como desees, querida. Disfruta entonces la silenciosa muerte de tus amigas.

¡No!

Pero nadie, más que estas dos personas, sabían acerca de esas conversaciones, del verdadero estado de Serena y las Scout, y el panorama futuro que se avecinaba.

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