Las estaciones [JiHan/Jicheol]

By Jeonghangelito

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Seguir una carrera musical nunca fue un sueño fácil, pero Joshua quiso intentarlo de todos modos. Cuando su s... More

Llega Otoño
Él es invierno
Tabaco y perfumes ajenos
Admiración
Café por la mañana

Su labial rojo favorito

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By Jeonghangelito


[Advertencias: Violencia y muerte]

Las mujeres siempre olían rico, eran suaves y sus voces eran melodiosas, sus abrazos siempre son cálidos y sus palabras siempre son reconfortantes. Sus ropas siempre eran coloridas, bonitas, se movían al viento con gracia y tenían infinita variedad de accesorios para combinar un simple vestido y hacerlo lucir increíble. Jeonghan siempre lo había sabido, desde que era pequeño y pasaba horas en el cuarto de su madre revisando su tocador, fascinado por los perfumes dulces, las cajitas llenas de pendientes y collares hermosos de piedras de todos los colores, deseoso de probar cada uno de los colores de su maquillaje y ponerse las orquillas más lindas en su cabello negro que tanto adoraba haber heredado de su madre.

La primera vez que había pintado sus labios tenía 8 años, estaba solo en casa y había estado mirando el tocador de su mamá. Tomó su labial favorito de todos y se encerró en el baño, con el corazón latiendo a mil. Sin saber absolutamente nada de eso, pintó sus labios de ese intenso carmín que inmediatamente contrastó con su pelo negro y su piel infantil pálida. Se miró al espejo apoyado en el lavamanos, agregando un poco de color, tratando de emparejar lo más posible y verse tan hermoso como su madre se veía cuando se maquillaba antes de ir de compras cada mañana. Se echó un poco de labial en un dedo y con cuidado dio toquecitos en sus pómulos, recordaba haber visto a su madre hacerlo. Entonces analizó su propio rostro, mirando sus cejas claras, mirando sus ojos oscuros, sus pestañas largas, sus labios delgados y rojos, el lunar en su mejilla, sus pómulos enrojecidos por el rubor, los dos lunares en su cuello. Tocó sus orejas, peinó un poco su pelo con los dedos, volvió a mirarse y sonrió, ansioso, emocionado, hasta que un golpe a la puerta lo sacó de su ensimismamiento y el pánico tomó el lugar de la felicidad que comenzaba a envolverlo.

Tomó papel higiénico por montones y comenzó a limpiar su rostro desesperado, esparciendo aún más el color. Se asustó cuando volvieron a golpear, sintiendo el dolor de estómago crecer, mojó el papel y trató de limpiarse ensuciándose más.

- ¿Hani eres tú? – escuchó la voz de su madre y Jeonghan tembló.

- ¡S-sí, salgo en seguida! – respondió tratando de sonar normal.

Cuando logró sacar lo mayor posible, dejando un suave tinte rojizo en sus labios, metió el labial en su bolsillo y salió del baño nervioso. Encontró a su madre en la habitación, mirando su tocador.

- Cariño, ¿Has visto ese labial que tanto me gusta? Juraría que lo dejé aquí – murmuró, moviéndose a la mesita de noche y revisando una de sus carteras por si lo había dejado ahí. Jeonghan tragó saliva, nervioso, acercándose al tocador dándole la espalda, intentando meter la mano a su bolsillo sin llamar la atención.

- ¿Segura de que no está aquí? – Dijo y se giró mirando al maquillaje, envolviendo el labial con su mano temblorosa - ¡Oh! – Fingió sorpresa y se lo mostró - ¿Es este?

- ¡Si, ese es! Qué torpe soy, lo busqué y no lo vi – rió tomándolo de su mano y dándole un beso en la cabeza. Se detuvo unos instantes y lo miró, haciendo que Jeonghan se pusiera nervioso - ¿Pasa algo pequeñín? – le preguntó y Jeonghan negó con la cabeza.

Su madre solo rió y se sentó al tocador para peinarse y pintar sus labios con ese lindo labial rojo que a Jeonghan tanto le gustaba.

Su madre era hermosa, y su risa era tan suave y su perfume tan dulce.

Tenía 10 años cuando su madre lo descubrió. Su padre nunca estaba en casa, era un borracho que trabajaba por día en distintos lados de la ciudad, y cuando llegaba a casa estaba tan alcoholizado que se lanzaba al sillón, encendía la tele a un volumen estruendoso y se quedaba dormido boca abierta roncando fuerte. Su madre, por el otro lado, trabajaba duro desde la mañana hasta cerca de las 6 de la tarde por lo que Jeonghan pasaba gran parte de sus días solo, disfrutando de los perfumes dulces, los tacones que hacían crujir las tablas de la casa con cada paso mientras caminaba por el pasillo, cubrir su rostro de maquillaje imitando las revistas de moda que escondía bajo una tabla suelta junto a su cama y modelar frente al espejo las joyas, sombreros, vestidos que le quedaban enormes y las horquillas tan lindas que podía encontrar en ese tocador infinito.

No escuchó la puerta cuando ella llegó antes de lo normal ni las llaves cayendo en el platito de cerámica en la mesa junto a la entrada; no escuchó los tacones haciendo crujir la madera ni mucho menos la puerta de la habitación abrirse con un suave "Hani, ¿Estás aquí?"

Hasta ese momento de su vida, tan joven que era, había sentido miedo varias veces en su vida, su padre siendo el causante de la mayoría de ellos, pero lo que sintió al ver el rostro de sorpresa de su madre al encontrárselo con su vestido de verano puesto, mal ajustado a la cintura con un cinturón, los aretes y collares colgando y reflejando el sol de la ventana, el maquillaje tembloroso en sus ojos y el labial rojo y brillante en sus labios, todo aquello fue distinto. Su única reacción fue agacharse en el mismo lugar, sobre sí mismo, esperando la golpiza que sabía que recibiría aunque en el fondo de su corazón no entendería por qué, porque no veía qué había de malo en lo que estaba haciendo.

No hubo golpiza, solo una mano tibia en su espalda y su madre acercándose a él, tan dulce, tan amable como siempre lo era, con una sonrisa en sus labios y un suave "¿Quieres que hablemos de esto?"

Jeonghan asintió se sentó con ella en la cama.

Con vergüenza y algunas lágrimas saliendo de vez en cuando le contó lo mucho que le gustaba su ropa, cómo todos sus accesorios, maquillaje, vestidos, todo le parecía hermoso y siempre que la veía quería usarlos también, cómo le encantaría crecer y convertirse en alguien tan hermoso como ella. Y ella le hizo muchas preguntas, todas con amor, tratando duro de no asustarlo o herirlo. ¿Le gustaba la ropa de mujer? Si, le encantaba. ¿Le gustaría ser una chica en lugar de un chico? No, le gustaba ser un chico, un chico con ropa linda. ¿Se había sentido atraído a otros muchachos alguna vez? No estaba seguro, no lo había pensado hasta ese momento pero la idea no le parecía desagradable.

Sacarse todas esas cosas de dentro había sido un alivio tan grande, más aun con la mujer más hermosa del mundo diciéndole que todo estaría bien, que estaba orgullosa de él por ser honesto con ella y por ser tan fuerte, y que fueran de compras ese fin de semana juntos los dos para buscarle un lindo vestido de su talla para que pudiera tener.

Y aunque ninguno de los dos lo habló, ambos sabían una cosa: era un secreto solo de los dos, y su padre jamás debía enterarse de ello.

*

Jeonghan no podía jactarse de haber tenido la mejor infancia del mundo, tenía una madre hermosa, pero al mismo tiempo un padre abusador y alcohólico que, quisiera o no, era el principal causante de cada uno de los problemas en su vida. Haber comenzado a fumar a los 14 había sido uno de ellos, tratando de calmar ese dolor de estómago que le provocaba verlo, tener que oírlo, tener que olerlo. Las náuseas que le causaba tener que compartir el mismo techo, tener que compartir la mesa al comer, con sus comentarios asquerosos, sus risas estruendosas y sus golpes de puño a la mesa cuando alguien hablaba sin su permiso o no se reía de sus malos chistes. Y todo esto no era por él mismo, no, toda esta rabia era por el daño que le hacía a su madre. Era una mujer risueña, dulce y bondadosa, pero aparecía él y la transformaba. Guardaba silencio, bajaba la cabeza y asentía lentamente con miedo, le daba la razón en todo y obedecía en todo aunque no quisiera; y toda esa felicidad que la caracterizaba se desvanecía, como si nunca hubiese existido en primer lugar.

La primera paliza la recibió una tarde luego de comer, cuando su padre se levantó de golpe y agarró a su madre del brazo diciéndole que fueran a la habitación. Jeonghan sabía de inmediato de qué se trataba, pudo ver el pánico en el rostro de su madre. Se paró de golpe y le dijo que la dejara tranquila, con el miedo brotándole por todos lados, temblando, apretando sus puños. Su padre levantó una ceja, "¿Qué dijiste?" fue lo único que le alcanzó oír decir. Respondió una vez más que la dejara tranquila y de un momento a otro se encontraba encima de él con sus puños contra su rostro, repitiendo una y otra vez algo sobre respetarlo, sobre no faltarle el respeto y otras cosas que no pudo oír. Jeonghan solo podía pensar en proteger a su madre que, aunque la haya hecho llorar y gritarle al animal que tenía encima que lo dejara tranquilo, había evitado que la obligara a algo que no quería... Por lo menos por un día.

Fue un secreto que no le dijo a ninguno de los dos, pero encontró un trabajo en un bar como cantante, y para no ser reconocido y que no lo acusaran con su padre alguno de sus amigos alcohólicos que iban cada noche a ver mujeres comenzó a usar su primer alter ego drag. Con una peluca violeta que robó de una tienda, un vestido que su madre nunca utilizaba y bajo el nombre Ángel comenzó a cantar a aguantar a viejos rancios que le gritaban cosas y le ofrecían más dinero a cambio de otros favores que no entregaba en el escenario.

Su plan, desde el inicio, fue juntar el suficiente dinero para poder huir con su madre a un lugar mejor, donde no tuvieran que temerle a esa bestia alcoholizada y pudieran vivir sus vidas felices. Así se escapaba cada noche cuando dormían, rogándole a cualquier ser divino que existiera que protegiera a su madre, solo eran 3 horas las que necesitaba para volver y fingir que pasó toda la noche en su cama.

Tenía 16 años cuando su padre lo descubrió por primera vez. Cuando el gerente del bar en el que trabajaba por las noches había descubierto que era menor de edad lo despidió, pero un cliente le recomendó otro lugar al que podía ir. No podía permitir que lo vieran entrar al lugar viéndose como siempre, por lo que decidió con el miedo en la garganta irse vestido desde su casa. Tal vez si se hubiese apurado un poco más, o si no hubiese permitido que descubrieran su verdadera edad en el otro lugar habría podido cambiar un poco su destino, pero su padre entró a su cuarto justo cuando terminaba su maquillaje y pretendía salir por su ventana como siempre lo hacía.

Esa noche despertó en el hospital, confundido, adolorido y sin poder moverse. Miró hacia todos lados buscando a alguien que le explicara, pero solo podía ver máquinas y un techo tan blanco que le hacía dudar de si esto era o no la realidad. Se levantó cuando la enfermera y el doctor le permitieron, diciéndole que tuviera cuidado con su cuerpo pues estaba débil.

Lo acompañaron por el pasillo, todo era frío y blanco, odiaba tanto los hospitales. Imágenes volvían a su cabeza como el flash de una cámara, fotos apareciendo en su mente cada vez que miraba u oía algo. El médico le dijo unas cosas, Jeonghan no quería oír nada, no quería nada. Entraron a otra habitación y ahí estaba ella, tan débil y frágil, tantas máquinas sonando. Se sentó a su lado y tomó su mano, solo en ese momento se dio cuenta que la suya estaba rota. Las palabras del doctor no dejaron de dar vueltas en su cabeza aun cuando este los dejó solos en la habitación. "No se puede esperar mucho" se repetía una y otra vez. Cerró sus ojos, los gritos se reproducían una y otra vez. Aun ahora solía tener esas pesadillas de vez en cuando, jamás se iban.

Siempre había odiado a su padre, y esa noche lo había odiado más que nunca.

Cuando lo encontró se le abalanzó encima con puños e insultos venenosos, llenándole el rostro de su saliva y su sudor que le caía encima, mezclándose con el aliento a cerveza barata y pisco puro que le llegaba directo al rostro entre cada puño que intentaba detener sin éxito. Jeonghan era tan delgado, algunos hasta le habían dicho que se veía bajo peso, no tenía suficiente peso y su padre era un hombre enorme de casi dos metros y que en algún momento de su vida había sido militar y había fortalecido su cuerpo tras horas de gimnasio. Pensó que iba a morir en ese momento, realmente pensó que lo iba a matar a golpes.

Pero su madre entró y pudo oírla rogándole que se detuviera, gritándole que lo iba a matar (su padre le respondía que era lo que quería, que merecía morir, Jeonghan aun pensaba en esas palabras, quizás tenía razón). Cuando el peso sobre su cuerpo desapareció a Jeonghan le tomó unos minutos poder reaccionar, todo le daba vueltas y sus oídos zumbaban. Pero ver a ese animal sobre su madre con las manos alrededor de su cuello le dio fuerza que no sabía de dónde había salido, desesperado, llorando y rogándole que se detuviera. Lo rasguñó y golpeó pero no fue suficiente, él era tan grande y Jeonghan tenía contusiones y un brazo roto. De alguna manera se levantó, mareado y con ganas de vomitar, desesperado. Tomó algo entre sus manos, lo más pesado que encontró en su habitación y se lanzó contra esa bestia, gritando y llorando, golpeándole la cabeza una y otra vez gritándole que soltara a su madre hasta que cayó hacia un costado y dejó de moverse.

Jeonghan lloró, moviendo a su madre, rogándole que respirara, que dijera algo, que abriera sus ojos, que lo mirara y le dijera que todo estaría bien. No sabía si él mismo llamó a la ambulancia o si algún vecino oyó el escándalo y llamó por ellos; solo sabía que al despertar le explicaron que tuvieron que inyectarle un calmante porque estaba demasiado alterado.

Acarició el rostro de su madre, conectada a un respirador; y aún era tan hermosa, tan frágil. Le dijeron que su padre estaba muerto pero no podría importarle menos. Le dijeron que tendría que responder preguntas a la policía porque era el protocolo, no le interesaba, mientras no lo separaran de su madre no le importaba. Le dijeron que había muerto por los golpes que le dio, que podría ir preso, pero no le importaba nada.

Su madre falleció una semana después.

Unos días después le informaron que no sería formalizado, pues había sido tomado como defensa personal. Cuando su madre fue enterrada no habló ni miró a nadie, al terminar dejó las flores favoritas de su madre en la tumba y sin decir nada más volvió a su casa, ahora tan fría y silenciosa, y llorando con todas sus fuerzas llenó una única maleta con su ropa, las joyas de su madre, sus vestidos favoritos, ese perfume que siempre usaba y el labial rojo que siempre había adorado.

No esperó un día más, y con todo el dinero que había ahorrado para irse junto a su madre a aquella casa en la playa de la que habían hablado tantas veces Jeonghan se fue lejos, lo más lejos que el dolor en su corazón le permitiera.

*

Jeonghan no era el tipo de persona que le contaba su pasado a cualquier persona, probablemente el único en el lugar que sabía lo que le había pasado era Junhui, a quien había conocido trabajando en un bar haciendo shows nocturnos. Él fue quien tuvo la idea de abrir su propio lugar para que gente como ellos dos tuviese un techo, pudiesen mostrarle al mundo sus talentos y no tener miedo de quiénes eran. Él venía de china, y hasta el día de hoy le mandaba dinero a su familia de vez en cuando, pero nunca hablaban de sus pasados, ¿Para qué? Cuando le ofreció irse juntos y tener su propio lugar, donde no tuviera que cobrar por favores sexuales para tener dinero extra y donde nadie lo maltratara o amenazara con asesinarlo por no acceder a los ofrecimientos más cerdos. Jeonghan no esperaba mucho de la vida en ese punto, pero si podía tener un poco más de tranquilidad que en ese entonces, aceptaría sin pensarlo dos veces.

Las estaciones había sido todo un éxito.

Y aunque no le gustaba hablar de su pasado, por alguna razón cuando veía los ojos brillantes del nuevo muchacho apodado Primavera, no podía evitar sentir que con él no había necesidad de contarle nada, es como si él ya lo supiera todo. Se abrazaron fuerte en la cama, esa mañana ninguno de los dos se levantó a desayunar, ninguno decía nada, pero Jeonghan podía sentir la mano del otro acariciándole el cabello tan suavemente que le hacía querer romper esa coraza que los separaba.

- ¿Qué dirías si te dijera... que maté a un hombre una vez? – susurró, apenas audible. Joshua se quedó callado un momento, haciéndole creer que tal vez no lo había escuchado. Pero sintió una risita suave.

- No debe haber sido una buena persona entonces, ¿Por qué me preguntas eso?

- ¿Eso crees? – susurró sin responder a su pregunta. Joshua se separó un poco y lo miró a los ojos.

- Eres una buena persona, no matarías a alguien porque si – le dijo y Jeonghan sintió su estómago dar un saltito. No dijeron nada, solo se miraron.

Jeonghan le tomó el rostro y lo besó, pensando que tal vez por un momento debería dejar de preocuparse del futuro y solo pensar en el presente y en el ahora.

Esa fuerza solo le duró un momento, pues cuando Joshua profundizó el beso un miedo infernal se apoderó de él. Y comenzando a llorar le pidió disculpas mil veces, porque no era capaz, porque tenía miedo, porque aún tenía demasiadas heridas que le aterraba sanar, y porque probablemente esa noche volvería a pasarla con alguien que no conocía, alguien que no lo amaba y solo  lo usaría para su propia satisfacción.

Jeonghan corrió fuera de la habitación, pero Joshua no lo siguió.



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N/A: Tengo dos cosas que decir, la primera es... Ha pasado mucho tiempo desde la primera vez que actualicé, así que los chistes de cuarentena y escritores actualizando historias son ciertas jsdkdw 


Y la segunda es, recuerdan que había dicho que los capítulos serían jihan y jicheol cap por medio? pues MENTÍ 


Besitos les quiero, si les gusta dejenme algún comentario bonito TT 

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