Manuela salió de la oficina con una amarga sonrisa en la boca. Le había dado su merecido a Clive. Delante de sus jefes, le había humillado, le había dejado en evidencia, en ridículo. Y además, se había despedido, saliendo por la puerta grande. No sabía si aquel cretino seguiría en su puesto, o si le despedirían, seguramente no, era un enchufado con un buen padrino. Pero le había hundido laboralmente. Ya no tendría peso dentro de la empresa, no sería nadie más que lo que se merecía, “el protegido de”. Alguien sin méritos propios. Y ella, tenía un gran contrato con la competencia, con los realmente grandes. Ahora tenía plazos que cumplir, un trabajo que la gustaba, y una cuenta corriente con más ceros. Si, la venganza sabía bien, al menos debía ser así. ¿Pero por qué no se sentía tan contenta?. Porque había perdido un trocito de su corazón en el camino. Daniel no había vuelto a llamarla. Bueno, solo una llamada a su buzón, donde no había dejado ningún mensaje. Le devolvió la llamada, pero no la cogió. Estaba claro. No quería saber nada de ella.
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Manuela sostenía el peso de la tablet sobre sus rodillas, mientras la pequeña se recostaba contra su pecho y escuchaba la lectura del cuento interactivo. La voz de Manuela se modulaba diferente cuando los personajes cambiaban. Sus ilustraciones flotaban y cobraban vida a medida que el programa reconocía la frase leída. Las alas del hada de pelo rojo y ojos dorados se movían con rapidez, mientras se desplazaba por la pantalla. La acción y las frases se combinaban en armonía, con sencillez, atrapando a los pequeños en el relato. El grupo de niños dividía su atención entre las tablet que tenían en sus manos, y la voz de Manuela. Cuando terminó el cuento, los niños se quedaron aún un rato enganchados al aparato que reposaba en sus manos. Jugando con las animaciones de las hadas, grandes y pequeñas. Le encantaba ser el centro de su atención. Cuando la propusieron hacer aquella presentación en el hospital infantil, no lo dudó.
Sintió un hormigueo en su nuca, y al girar la vista hacia uno del os costados, descubrió el porqué. Él estaba allí. Apoyado de forma indolente sobre una de las paredes, mirándola con aquellos ojos claros y depredadores. Sintió el conocido cosquilleo de la anticipación vibrar por todo su cuerpo. Y antes de que pudiese ponerse en pié del todo, pudo sentir el calor que desprendía el cuerpo de Daniel, muy pegado a ella. No tuvo tiempo de nada. La cogió de la muñeca, y la arrastró hacia una de las habitaciones cercanas, cerrando el pestillo y apretándola contra la puerta. No le dijo nada, no cruzaron ninguna palabra, solo fue una arrebato salvaje y sexual. Y cuando terminaron, él se fue con una pícara sonrisa en la boca. No había hecho más que acomodar su ropa, cuando recibió un mensaje en su móvil.
- Cuando estés lista para hablar, yo estaré preparado para escuchar.-
Manuela dejó que una sonrisa iluminara su rostro. La pelota estaba ahora sobre su tejado.
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Daniel esperaba que Manuela le mandara un mensaje, que le llamara, algo. Entre paciente y paciente en la consulta, repasaba su teléfono. Hasta que alzó la vista y la vio cerrar la puerta con suavidad. Se acercó a ella, pero se negó a sí mismo el tocarla, porque sabía lo que pasaría.
- No puedes estar aquí, tengo pacientes que atender.-
- Revisa la lista.- él lo hizo.- M. Reyes.-
- Bien señorita Reyes. ¿Qué la trae por aquí?.- se sentó sobre su escritorio.
- Mi mano.-
- ¿Qué la sucede?.-
- Me duele.-
- Mi especialidad son las articulaciones.-
- La muñeca.-
- Ah.- la cogió y la examinó con auténtica atención.
- La necesito para trabajar. Soy ilustradora.-
- Una mano de artista.-
- Más o menos.- ella estaba cerca, entre sus piernas.
- No podemos dejarlo sólo en sexo.-
- ¿Qué quieres de mi?.-
- Todo, lo quiero todo. El lote completo.-
- Tengo secretos, oscuros secretos.-
- Cuéntamelos.-
- Cuando lo haga, probablemente salgas corriendo.-
- No me asusto fácilmente.-
- De acuerdo, tu lo has querido.-
Se apartó de él, porque quería conservar la distancia de seguridad entre ellos, así podría irse de allí en cuanto viera su expresión cambiar. Le contó todo desde el principio.
- La historia comienza como muchas. Joven e inexperta universitaria de segundo año. Sin experiencia con los chicos, tímida, entrada en carnes. Chico de hermandad, en cuarto curso, que hace apuesta con sus hermanos de fraternidad. En fin, chica cae embelesada, pierde su virginidad con él, y se convierte en el hazmerreir de todo el campus cuando él la ridiculiza en público. La chica cae en una profunda depresión, cambia de carrera y engorda hasta llegar a los 75 kilos.-
Daniel se movió incómodo, iba a decir algo, pero la mano de Manuela se alzó para detenerle. Tenía que soltarlo todo sin interrupciones, sino no lo haría.
- Años después, encontró trabajo en una editorial como ilustradora de cuentos infantiles. Intentó subir de categoría, entregar cuentos propios, pero un ex compañero de universidad se lo impedía. Uno que conocía su desgracia de primera mano, el que había compartido habitación con el chico que la llevó al desastre. Con aquella roca ante ella, la débil “queen”, como la llamaban en la universidad, no tenía ninguna oportunidad de prosperar. Así que se preparó para la batalla más dura de su vida; la venganza.-
- Así nació Manuela Reyes.-
- Clive conocía a la ingenua “queen”, su aspecto, su actitud, su capacidad. Manuela tenía la formación necesaria para ser correctora, su aspecto era todo lo que “queen” no era, y tenía la seguridad que necesitaba para plantarle cara.-
- ¿Y lo consiguió?.- Manuela alzó la mirada hacia Daniel.- ¿Consiguió su venganza “queen”?.- Manuela tragó saliva con fuerza, iba a decir lo que no quería reconocer.
- “Queen” desapareció en el camino. Pero, sí. Conseguimos la venganza.-
Daniel arrugó la frente confundido.
- No entiendo.-
- Conseguí que una gran editorial creyese en mi proyecto. He firmado un suculento contrato. Bueno, hemos. Leo también está metido en esto. Lo conseguimos juntos. –
- Por eso tanto trabajo y tanto secretismo. ¿Y Clive?.-
- No creo que confíen mucho en su criterio a partir de ahora. Ha tenido un boom literario en sus manos y ha sido incapaz de verlo. Irnos con la competencia ha sido un buen golpe a su sobre valorado ego.-
- Entonces, ¿todo ha terminado?.-
- Eso creo.-
- Entonces, ¿Por qué no estás contenta?.-
- Porque ya no queda nada de “queen”. Ahora, soy esto.-
Extendió los brazos para mostrar la imagen de lo que ella era en ese momento. Daniel la recorrió con la mirada. Su vestido sin mangas y sus tacones, eran todo sofisticación. Su pelo recogido y su maquillaje gritaban madurez. Daniel podía apreciar que no había nada de joven universitaria en ella.
- Yo veo una mujer increíble.- se acercó a ella y extendió las manos para cogerla por la cintura y acercarla a él.
- A “queen” la arrancaron la inocencia, y yo he acabado con su ingenuidad, con su dulzura. Tuve que destruirla para poder conseguir lo que quería.-
- No la has destruido. Sigue aquí dentro.-
Puso la mano sobre el corazón de Manuela.
- Ella ya no está aquí.-
- Te equivocas. He leído tu cuento. “Queen” sigue ahí, aunque te niegues a verla.-
Los ojos de Manuela se llenaron de lágrimas. No porque no se había perdido, sino por descubrir que aún podían hacerla daño. Daniel la apretó con fuerza entre sus brazos. Podía sentir la vulnerabilidad de Manuela, y deseó protegerla. Nadie volvería a hacerla daño, porque no iba a permitirlo.
Cuando Manuela recuperó la compostura, se apartó de Daniel y recogió su bolso para irse. Él no se lo impidió.
- Tengo que irme.-
- Cena conmigo esta noche.-
- ¿Aún quieres seguir…?.-
- ¿Contigo?. Ni lo dudes. Y quiero que todo el mundo lo sepa. Así que ponte guapa, porque te voy a llevar cenar al mejor restaurante. Y después te llevaré a todos y cada uno de los lugares de moda de esta ciudad.- Manuela se acercó a él y reclinó su cuerpo seductoramente sobre el de Daniel.
- ¿No prefieres que vayamos a cenar a tu casa?.- Daniel sabía lo que incluía aquella sugerencia. Sexo, mucho y buen sexo de postre. La tentación era fuerte.
- De ti lo quiero todo, tesoro. Pero primero necesito dejarles bien claro, a todos y cada uno de los hombres de esta ciudad, que pueden desearte, pero sólo yo te tengo.-